Caminata Girardota - Alto de la Virgen

Fecha: sábado 24 de noviembre de 2007

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya.

Inasistentes: Carlos Olaya Betancur y Gloria Helena Gutierrez Gómez. Otra más y se les cancela la matricula.

Duración: Que hijuemama 3 horas pa´ duras

Nombre: De la Mano de María Virgen

¿Pa´donde van don Jorge?
Arfirio, vamos a subir del parque de Girardota hasta el alto de la Virgen.
Aaahhhh, que subida tan berrionda; pero eso pa´ustedes no es nada
Eso cree usted Arfirio
Menos mal don Jorge el día pinta como bueno
Ojala, al menos que no nos llueva y que se quede encapotado que así es mejor para caminar.
Bueno Arfirio, Dios mediante hablamos esta tarde
Que les vaya muy bien don Jorge.

Este fue el diálogo que sostuve con Arfirio, el portero de nuestro edificio, quien además es el director del grupo de música guasca Arfirio y sus Friolentos, yo los puse así porque todos son oriundos de Santa Rosa de Osos. Para presentaciones en diciembre no pregunten, porque están copa´os desde marzo. Así de sencillo.

A buen paso completé las 6 cuadras hasta la estación Estadio. Allí me uní a Juanfer quien muy puntual venia en el segundo vagón, y hágale para Niquía, punto de encuentro. En la estación san Antonio cogimos para el lado contrario, y nos dimos cuenta hasta cuando íbamos bajando las escaleras, ¿la causa? Contándole a Juanfer intimidades de la pasada tertulia, a la cual no pudo asistir porque lo llamaron a una reunión con la plana mayor del metro para condecorarlo como “pasajero fiel” y para prestar una platica en el grupo financiero que representa.

Con diez minutos de adelanto llegamos a la estación Niquía, otrora pista aérea para elevar cometas que se elevaban tanto que les ponían bombillos intermitentes para alertar a las avionetas que por allí pasaban raudas para el Olaya Herrera; así como dormitorio cinco estrellas de los trenes del glorioso Ferrocarril de Antioquia, de los cuales hoy, vencidos por el tiempo, sólo quedan los esqueletos de tres o cuatro vagones, arropados por los recuerdos de quienes fuimos sus agradecidos pasajeros y abrazados por la maleza que pretende tapar la indiferencia de todo un pueblo.

Raro que no encontráramos a Luisfer por ahí sentado en alguna banca leyendo el Colombiano, porque es más cumplido que agiotista cobrando intereses. Al rato apareció mezclado entre el gentío que a esa hora sube y baja de la plataforma, y como soldado que llega tarde a la izada de bandera, dio las explicaciones del caso, plenamente justificadas por la cúpula de los Todo Terreno.

Del metro pasamos al paradero de los buses hasta que paso una estrecha buseta para Girardota, apta para llevar niños de kinder pero no caminantes con “alguito” de sobrepeso, con cayados de 1 metro y 50 centímetros de estatura y morrales con sobrecupo. La subida y la bajada de ese armatoste se convierte en un exigente ejercicio físico, apenas para los hombres de acero.

Esa buseta se fue a mil, parecía un marrano huyéndole a un bulto de helecho, por lo que sólo dio tiempo para leer la columna del contertulio Raúl Emilio Tamayo y la de su vecino Ramiro Valencia Cossio. No eran las 8 de la mañana y ya estábamos a merced de los 40.404 girardotanos entre quienes comparten honores el alcalde Luis Fernando Ortiz, nombrado hace poco como el mejor alcalde de Colombia para municipios hasta 50.000 parroquianos, y el Señor Caído.

Girardota, que en sus inicios tuvo el nombre de Hato Grande, es hoy un remanso de paz aromatizado por 35 trapiches paneleros; ubicados en los cuatro puntos cardinales, para muestra, hace como dos años cerraron la cárcel, por lo que sus instalaciones pasaran a ser oficinas de la administración pública. Este año tuvieron que traer dos presos prestados de Copacabana para celebrar el día de la virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos. Y sin Cañar, al sepulturero lo tienen trabajando medio tiempo.

Dos cuadras mas abajo del parque nos bajamos como pudimos de la buseta, y nos entramos a una panadería muy diferente a aquella de San Antonio de Prado, ¿la recuerdan? Ésta si de mobiliario modesto pero con mucho calor humano. Afuera sobre bandejas se exhibían humeantes los pandequesos, las almojábanas, los buñuelos y demás piezas del amplio repertorio de nuestras típicas panaderías. El luisfer y el juanfer se fueron por par almojábanas con cafecito con leche, y el suscrito por un huevo en cacerola tirando paso sobre una deliciosa pista de maíz (arepa) y a falta de chocolate bueno es el chocolisto. Creo que me demoro para pedir huevos revueltos, porque es muy difícil conseguir algunos medio parecidos a los que hace Marta Ligia Rodas de Londoño.

En todo el parque, parte del cual se encuentra en remodelación, Luisfer compró el ají para el sancocho que nos esperaba arriba como remate de la caminata. No podía faltar la visita a la catedral Nuestra Señora del Rosario, en la cual se encuentra la imagen del Señor Caído, imagen que sostiene el turismo religioso de Girardota, al igual que la Iglesia de san Esteban de Hato Grande, construcción colonial hecha a semejanza de la primera iglesia del pueblo.

A las 8 y 10 minutos desde el propio atrio de la basílica le gritamos al alto de la Virgen ¡Tenete fino que allá vamos! y dígase a subir por esas empinadas calles rumbo a las veredas Manga Arriba y Juan Cojo. A las dos cuadras encontramos la construcción de la nueva biblioteca, una edificación de muy buena área construida. La zona rural aparece muy rápido y con ella se nos presentan el convento de las Carmelitas Descalzas (en la foto) el polideportivo, la cancha de fútbol, el hogar del anciano, obra digna de conocerse, y el seminario menor.

La cuesta se va empinando hasta que llegamos a las partidas para la vereda Manga Arriba, que nos da un respiro por el terreno plano y ondulado. En este tramo nos encontramos un amable parroquiano quien el primer sábado de cada mes sube al alto de la virgen, o sea el más indicado para darnos cartilla sobre el camino a seguir.

Pasamos por la tienda en donde el 18 de marzo de 2006, día que hicimos esta misma caminata, paramos con el kurdo, ataviado con su turbante musulmán y Olayita, hoy ausentes. Nos duro poco la dicha porque el terreno plano se nos acabó en un sitio conocido como “las sombrillas”. A pesar que llevábamos las instrucciones de aquel amable girardotano, reforzamos con las indicaciones que nos dio un jubilado de Polímeros Colombianos, quien lucia la camisa de trabajo con el nombre de la empresa, lo que le valió un emocionado saludo de Juanfer, quien a todo le hace una piñata.

Ahora si, la subida es subiendo. Por fortuna yo llevaba mis tractores con cordones que se aferraban muy bien a los rieles de cemento, los cuales desaparecieron al poco rato para darle la bienvenida al camino real, con piso de barro amarillo, que estaba blando pero transitable. En ese momento el pelicandela Restrepo tenía las parrillas en alto, pero unos negros nubarrones jugueteaban con nosotros pasando de izquierda a derecha y viceversa.

Terminamos el primer tramo del camino y llegamos a la vía pavimentada la cual nos llevó hasta el sitio conocido como la Terminal. Allí nuevamente cogimos los empinados rieles hasta llegar al corazón de la vereda Manga Arriba, en donde fuimos recibidos por unas amables señoras que estaban soleando la nieta de una de ellas. Dos cuadritas mas arriba se nos abre el panorama y aparece ante nosotros la enorme montaña que nos espera arremangada y que con vos de hombre nos dice: ¡vengan pues que aquí los espero, no estaban tan machos allá en el atrio!

En el último plan, de dos cuadras de largo, nos encontramos un perrito pelicandela que se nos pegó a la caminata y la hizo completa a nuestro lado. En este tramo obtuvimos la última información sobre el camino a seguir, dado por una persona inválida quien con pelos y señales nos mostró el mapa virtual hasta el santuario de la virgen Santificadora, nuestra meta.

Terminado el plan cogimos nuevamente un camino real que sería el que nos llevaría por entre el bosque nativo que cubre la montaña. La espesa vegetación es ahora nuestra única compañera, además de Tote, el perro que no nos desamparaba, y al cual Juanfer le daba de beber agua fresca en los improvisados recipientes hechos con hojas de los árboles. Lo pusimos tote en honor a nuestro nombre TOdo TErreno. Igualmente hicimos un alto para ofrecerle en silencio a la Virgen nuestras intenciones de esta caminata, acompañadas de un Ave María.

La tupida vegetación le daba al camino una oscuridad como de película de suspenso, lo mismo que los nubarrones que nos seguían de cerca. La frescura del monte contrastaba con las granadillas y las mandarinas que todavía conservaban el frió de la nevera. En algunos recodos se podía divisar el pueblo y sus alrededores, la autopista Norte, las instalaciones de Enka y las nuevas empresas que se están construyendo.

Al pasar por una de las dos casas que hay a borde del camino, y en la que se nos acabaron las existencias de bombones, la dueña nos dijo que Tote era una perrita, y que se mantenía por esos caminos. Que ella no la adoptaba porque ya tenía varios perros. Así que la seguimos llamando Totea, para que el nombre le saliera con el cambio de sexo.

A las dos horas de dura subida llegamos a un repechito, desde el cual se ve la autopista Medellín – Bogotá. Esa carretera parece una boa abriéndose paso por entre la montaña, con sus pesadas tractomulas sobre las espaldas, que desde allí parecen carros de juguete. En este repecho aprovechamos para declarar abierta nuestra zona de alimentación con una cervecita Pilsen enlatada y el Mr Tea, infaltables en nuestro menú, así como unos bocadillos de uchuva, sobre los cuales dice Juanfer que, además de reponer calorías, son muy buenos para la próstata. Vaya uno a saber.

Terminado el repecho regresa el ascenso hasta el sitio donde hay unas partidas. Allí, a diferencia de la primera caminata, cogimos por la trocha que nos llevaría directamente hasta el santuario de la Virgen Santificadora. Cuando se entra a esa trocha, haga de cuenta que nos despedimos del mundo, corrimos el telón y quedamos solos para afrontar el último repecho de la montaña.

El ascenso, guardadas las proporciones, es casi tan difícil como el de cerro Tusa, algunos tramos hay que atacarlos por los bordes porque lo resbaloso del centro no permite buen agarre. La trocha tendrá si muchos 40 centímetros de ancho, decorada a los lados por alta vegetación. Totea siempre adelante, pero a veces se iba para la retaguardia olfateando todo hasta que emprendía veloz carrera y nuevamente quedaba al frente del grupo.

Al llegar a la cima, y gracias al sermón que desde muy atrás traía Juanfer, “ya casi se larga el agua” se dejaron venir unos enormes goterones, por lo que de inmediato imploré a la Milagrosa para que no lloviera, dimos 20 pasos, ceso la lluvia y salió tímidamente el sol, fue cuando aproveche para decirle a Juanfer: “hombres de poca fe, no prueban leche porque no hay café”

De la cima comienza la descolgada y luego el plan en donde aparecen unas voces que irrumpen el silencio del bosque, eran unos peregrinos rezando en el santuario. A las 11 y 20 de la mañana Totea rompió la cinta de llegada y detrás los caminantes.

Aprovechamos para unirnos a las últimas oraciones de los presentes, y para darle gracias a la virgen por permitirnos llegar hasta su morada. Mientras tanto Totea se tuteaba con todo el mundo, le sobraron chitos y papitas fritas, y claro, se fue detrás de una familia que buscaba un lugar apartado para comerse su fiambre. Hasta allí llegó la amistad con Totea.

Del santuario bajamos hasta la iglesia donde tiene su asiento el convento de las monjas de la comunidad Siervas de María Santificadora, en donde daban inicio a la misa de las doce del día. Allí fuimos recogidos por mi hermana Sonia, su esposo Mario, y mi tia Gilma, monja de la comunidad de las Teresitas, quienes previamente nos habían invitado a almorzar a su finca, ubicada muy cerca de donde nos encontrábamos. Así que tirando “carro particular” nos fuimos hasta la finca en la parcelación Altos de la Molina.

Al llegar a la finca fuimos saludados por el perro Candelario, las begonias, las hortensias, los novios, los besitos; en fin, por un dotado jardín que adorna el corredor principal de la casa, y por el humo del fogón donde hervía el sancocho trifásico. Luego pasamos a un merecido descanso, por esas 3 horas de exigente subida.

Luego de conocer la huerta, donde el primer puesto se lo disputan las granadillas, las curubas, las uchuvas, la papa, la mora de castilla, los higos, el maíz, el fríjol y las legumbres pasamos a manteles. Lo primero que había que hacer era escoger el plato, obviamente Juanfer se llevó el que parecía una ponchera de esas para enjabonar ropa toda la noche. Claro que Luisfer y el suscrito no nos quedamos atrás.

El sancocho traía chasis de marrano (espinazo) carne gorda y gallina colorada, el revuelto acostumbrado y de adorno una mazorca. Acompañado de todos los juguetes: arepas, aguacate, banano, limón, el ají que compramos en Girardota y ensalada tres colores; de sobre mesa leche con bocadillos rellenos de arequipe. Antes de la primera palada nos acordamos de ElbaCé, JuanCé y Pablo, los contertulios que mas gozan con nuestras viandas.

Por supuesto la foto obligada fue la del plato de Juanfer con los sobrados que dejó para Candelario, la tusa pelada de la mazorca. Que tal si hubiéramos llegado con Totea, pues se totea del hambre porque creo que hasta las pobres gallinas las tuvieron que envolatar con algo de concentrado.

Luego de la siesta virtual y de echar más cháchara. Sonia y Mario nos bajaron hasta la autopista en donde cogimos una buseta de Marinilla, las del atraco de aquella tarde, y claro…nos tocó de pie, pero hasta mejor porque si encontramos puesto a esta hora todavía estaría el chofer bregándonos a despertar de la siesta.

En la estación Universidad cogimos el metro de regreso a nuestras casas, no sin antes admirar el maravilloso espectáculo que brindan el parque Norte, el parque Explora y el jardín Botánico. Devolviendo los pasos por las 6 cuadras de la estación Estadio hasta mi casa, caí en cuenta de que no habíamos rezado al Ángelus y era precisamente la caminata en honor de la Virgen María. ¡No te enojes Milagrosa que en la próxima te lo rezamos dobles!

Recuerden, mañana martes 27 de Noviembre es el día de la Virgen Milagrosa, patrona de los Todo Terreno y mi tocaya, a mucho honor.

Hasta la Próxima

JORGE IVAN DE LA MILAGROSA LONDOÑO MAYA

Caminata Colegio Latino - Corregimiento de Santa Elena

Fecha: sábado 17 de noviembre de 2007

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga. Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya

Nombre: Borrachera de color, Naturaleza viva…naturaleza muerta.

¡Queridos lectores!! Si es que por ociosidad o casualidad hay alguno que se atreva meterse a estas garrapateadas breñas cibernéticas. Hoy 17de noviembre de 2006 y con este invierno tan “jijuemama” que hemos tenido en estos días, nos amaneció la mañana como bien pispa. Borrachera de luces y colores, el cielo medianamente opaco por encimita del Cerro Pan de Azúcar, el “mono Jaramillo” le coquetea a la mañana, las montañas medio cubiertas de niebla, pero por las sombras, efectos y luces se ven más hermosas que nunca.... O nos cambió el tiempo o es que hoy si se va a pegar por fin nuestro fotógrafo de cabecera el Carlos “Polaroid” Olaya, que hace rato nos tiene banquiaos.

Eran las 7:30 a.m. cuando en la Estación Estadio del metro, nos encontramos Jorge Iván Londoño (El Lobato) y el suscrito, para así sobre rieles y bajo un cielo que pintaba bien bonito en esa fresca mañana, continuar hasta la estación Exposiciones, donde nos bajamos para tomar un taxi, el cual, en menos de lo que un Parlamentario se demora para cobrar sus “suelditos”, estábamos allá en la vía a las Palmas en el Colegio Latino, donde habíamos quedado de encontrarnos con Zuluaguita y con nuestro hombre de la lente, el “Polaroid” Olaya, quien nunca apareció......., dejando las luces, los colores, las sombras, los efectos, los retiros y los rayos del sol, con los crespos hechos, pero entendible debido a sus labores.

Efectivamente, ahí en Las Palmas, en el excelente tramo recién entregado, al frente del Latino, estaba el Zuluaguita en un “caspete” de esos donde les venden alimentación y bebidas a los trabajadores de la obra, quien al vernos, y haciéndose el loco, tiró a un costado de la vía la cervecita que se estaba tomando y pidió en forma inmediata tres tintos, como si nada.

Reunidos los tres amigos y caminantes y luego del riguroso saludo con abrazo y pico incluido, procedimos a las 8:20 a.m. a iniciar nuestro camino, portando cada uno su vasito desechable lleno de oloroso y humeante café, el cual entre sorbo y sorbo y paso a paso fuimos sorbiendo y saboreando, mientras subíamos por la nueva carreterita recién pavimentada, que conduce a esos caminos que llevan al Alto de la Paloma, desde donde se descuelga uno a Santa Elena.

Es ésta nuestra sexta o séptima caminata con similar origen y destino, pero todas son totalmente diferentes, no sólo por la forma en que se presenta el clima, el tiempo y el día, sino que cada vez la carretera está más acondicionada y la montaña más deteriorada, gracias a las construcciones lujosas que inexplicablemente se levantan en la misma, con el lógico deterioro ambiental y el daño imperdonable a la naturaleza, la cual al paso que va, se apunta a declararse muerta en aquel sitio.

Lentamente, reparando en la naturaleza que aún se conserva “no tocada”, con el verdor de sus bosquecillos, pinares, presencia de pájaros con sus cantos, mariposas con sus vuelos desordenados y alegres y el “graznido” de las guacharacas, fuimos ascendiendo hasta llegar al camino, después de haber pasado por el frente de hermosas casas y fincas de ciudad, de donde salen los perros en manadas a ladrar y hacer bulla, pero muerde más el Señor Caído de Girardota.

Tomamos el camino en forma ascendente el cual se veía bastante empantanado. No habíamos caminado ni un kilómetro, cuando se nos presenta a nuestros ojos una especie de carretera en construcción....y que ...para nuestra sorpresa y rabia, es la marca nociva y dañina que hacen los motociclistas en sus motos y cuatrimotos, quienes vienen a competir o a “gomosiar” en estos lugares, sin medir el daño que le hacen al paisaje y a la naturaleza, ya que además tienen el descaro de cortar pinos que apenas están en crecimiento y como si nada, dejar inclusive tirados en el piso, galones y botellas plásticas conteniendo aceite y combustible de sus máquinas, lo cual constituye un peligro por aquello de los pirómanos que no han de faltar.

Definitivamente y así lo hemos denunciado en otras crónicas, es hora que las autoridades le pongan coto al daño ecológico que se hace a las hermosas montañas que encierran a Medellín, especialmente hacia estos lados.

En medio de un camino que dejaba ver los arroyos con resumideros, por las lluvias de los últimos días, cubierto de vegetación a lado y lado y donde en algunos lugares se cierra sobre nuestras cabezas, llegamos al sendero en piedra hecho por nuestros aborígenes en tiempos precolombinos, ese que ha sido utilizado por conquistadores, arrieros, comerciantes, viajeros, silleteros y caminantes y que conduce hasta el hermoso corregimiento de Santa Elena, “donde el que se va vuelve, y el que vuelve se queda....”

Atrás quedaba la hermosa ciudad casi cubierta por la niebla. Cerca en primer plano los lujosos edificios de El Poblado, encima ese chal o mantilla blanca tejida por “natura” con goticas de agua evaporada y más arriba los picos de nuestras montañas, esas que dan hacia el occidente y noroccidente, hermosas e imponentes, debiéndose resaltar el Cerro del Padre Amaya, El Tobón y el Toboncito los cuales contrastaban contra el azul del cielo, ese que se llenaba poco a poco de sol y de luz, ya que el “mono Jaramillo” sacaba a relucir lo mejor de su cálido repertorio.

Es de anotar, que el Lobato Londoño venía con una gripa como de exportación y se había vestido una chaqueta en puro caucho y de amarillo intenso, la cual le hacía perfecto juego con su colorada nariz, formando en su interior una especie de “sauna o turco”, ya que cada que bajaba las manos salían por las mangas de la misma sendos chorros de sudor.

Mientras todo esto, el “Melitón” Zuluaga hacía maravillas con su cámara, labor que había iniciado desde el mismo momento de arrancar nuestra marcha, allá abajo en las obras de Las Palmas y es que hay que decirlo, este paisaje es fotogénico y “pinchaito”, registra mejores “visticas” que Natalia París, pero con todo el verde de la naturaleza vestida, no en “bola” como ella,; máxime que es el escenario que enmarca una caminata que vale la pena hacerla todas las veces, dado que en ella evocamos la presencia de Antioquia y sus silleteros.

Lento, muy lento, observando cada detalle, cada nubecilla, volviendo los ojos atrás para mirar como la ciudad se despojaba de su manto de niebla, dándole miradas al Cerro de La Paloma allá en lo alto, observando el milagro de la naturaleza en una flor o una semilla que revienta, los pájaros, las flores, los anturios, los helechos, los bejucos, los siete cueros, las carates, los palmitos de monte, todo eso hacía de nuestra caminata un evento primoroso de vida, tan diferente a lo que habíamos dejado abajo, la mortandad, gracias a la mano del hombre.

La cruz, sencillo calvario en madera ubicado en uno de los costados del cerro y que hace las veces de mirador, los secaderos de madera, el roncar de las motosierras, todo eso se combinaban en medio del silencio, dulcemente acicalado por el trinar de las aves y el colarse del viento entre las ramas de los árboles; cuando a mano izquierda y como tres ciclópeos gigantes, se levantaban ante nosotros, esos senderos hechos por Corantioquia en madera inmunizada y que a través de 204 escalones muy bien dispuestos conducen a la vereda El Plan. Por allí seguimos los caminantes, cayendo directo a esa vereda que hace honor a su nombre, antesala del ya famoso Parque Arví, anexo a Piedras Blancas, reserva ecológica donde se encuentra la represa del mismo nombre, la primera hecha por EPM para surtir de agua potable a Medellín. Igualmente las veredas El Plan, junto con Piedra Gorda y Barro Blanco, son sin lugar a dudas puntales en las fiestas de las flores, aportando el mayor número de silleteros, esos que se han convertido símbolo de Medellín ante el mundo y declarados patrimonio cultural. No sobra agregar, que el próximo Metro Cable y el tercero en la ciudad, se hará en este sitio y como continuación del de Santo Domingo y tendrá un carácter netamente turístico.

Casitas campesinas regadas en el paisaje, “casotas” de ricachones de Medellín, aferradas al mismo, dañando el conjunto visual, pero muy pasables, cultivos de claveles crisantemos, siempre vivas, cartuchos, begonias,. margaritas, pompones....es decir, todas las imaginadas y por imaginar, ya que Santa Elena, tierra a la que acabábamos de entrar, parece un bazar florido en las manos del Creador.

Si señores....estamos en la tierra de los Silleteros, de esos hombres verracos y forjadores de una cultura, que de iniciar con un oficio casi que de “bestia de carga” al servicio de los españoles y criollos encopetados, pasaron a poner sobre sus espaldas, todo ese jugo de la tierra, que conducido por los vasos leñosos de las plantas, se transforma en las más bellas flores, cual besos de la naturaleza sobre el follaje.

Con todo este deleite de color, fragancia y paisaje, adornado por el vuelo elegante de los gavilanes y el cantorreo de las mirlas, llegamos a la carretera principal, donde encontramos la Tienda El Plancito. Allí hicimos una parada para improvisar con buñuelos, empanadas y pasteles de pollo deliciosos, un desayuno reforzado con café en leche ordeñada, lo cual fue un deleite para el paladar y una afinación a nuestras máquinas.

Nuevamente iniciamos la marcha en medio de ese óleo transitable que es el bello corregimiento. El saludo simple y sincero de los campesinos, los hatos lecheros, algunas ovejas, legumbres, más casitas y por fin, el pequeño y acogedor parque de Santa Elena, dominado por la escultura en honor al Silletero, obra de la artista Maria Eugenia Piedrahita y atrás unos cuantos metros, la hermosa iglesita hacia a la cual, como en otras oportunidades dirigimos nuestros pasos, para dar gracias al Jardinero y Silletero Mayor.

Refrescamos nuestras gargantas, recorrimos el lugar; donde se tiene además la Casa de Gobierno, blanca, hermosa y muy bien tenida, echamos una mirada al Colombiano, admiramos las hermosas mujeres con sus cachetes de rubor natural y nos dejamos picar por las ganas de almorzar, pensando en una saludable “ensalada de frutas”, que venden en una heladería ahí mismito, cuando el Lobato con su nariz colorada, moquiando, sudoroso y abrigado en su chaqueta amarilla de caucho, manifestó que mejor buscáramos un trío de mondongos en el Estadero y Restaurante La Montaña, “ya que mondongo mata ensalada de frutas” según su expresión y como Zuluaguita y Juanfer somos tan obedientes, devolvimos pasos y cayados, rumbo al precitado Restaurante para almorzar a lo ociosamente rico, aunque “Mondongo” mata sano.

Efectivamente, llegado al típico y muy buen restaurante, fuimos atendidos como lo que somos: Tres príncipes embajadores de la naturaleza y caminantes, pero no politiqueros ni oportunistas como ese tal “Moncayo”. Allí, ubicados en la parte posterior del restaurante, en unos kioscos de paja muy bien jalados, con un ambiente campestre, en medio de jardines, frondosos árboles y con la formalidad de Wilson, el mesero que nos tocó en suerte, procedimos a pedir gaseosas para el Lobato y Juanfer y la infaltable cervecita para el Zuluaga y sin necesidad de mirar la carta, ordenamos trío de mondongos, los cuales llegaron “volando” a nuestra mesa.

Efectivamente se veían apetitosos, tenían un aroma especial y además del plato de mondongo, de respeto entre otras cosas, nos sirvieron arroz, aguacate y arepas, pero quedó faltando el “infaltable” banano, pero no importa, ya que “mondongo también mata banano.” Que pelea tan desigual la de estos tres caminantes “filudos”, contra esos tres inocentes y apetitosos mondongos. Eso fue lucha de cucaracha patas arriba y vieja de chancleta en mano....., ya que los tres no dieron un solo brinco.

Más repleticos que “sanitario de flota”, felices, palillo en boca y repuesto en una oreja, pagamos la cuenta y dejamos una buena propina. Nos terciamos los morrales y salimos rumbo a la carretera a buscar bus o buseta que nos llevara a Medellín, cuando un muchacho que había parado ahí junto a un Renault 9 “bien tenido”, nos ofreció viaje a “Medallo”, el mismo que fue rechazado por El Lobato, quien no se monta en el primer tiesto que le ofrezcan, no obstante y ante la insistencia del muchacho de marras, nos trepamos al Renault, sin hacernos rogar tampoco demasiado, máxime que a las 4:30 PM. había que ir a ver el partidito de eliminatorias para el mundial Colombia – Venezuela, programa este que mis dos compañeros de caminatas, no se pierden....con decirles, que más fácil faltan a la repartición de una herencia.

Buen viaje el de regreso, a un paso muy prudente y rendidor, por esa carretera Santa Elena, en la que se desajusta una barra de salchichón y se marea un Alka Seltzer, muy pronto teníamos a nuestra vista la ciudad de Medellín, allá abajo en el corazón del Valle del Aburra, esa que en medio de nuestras charlas y comentarios fuimos alcanzando poco a poco.

A Zuluaga lo dejamos en Buenos Aires, ahí en pleno Ayacucho, ya que iba a visitar a Doña Lalita, su querida y adorada Madrecita. El Lobato y Juanfer, seguimos en el carrito hasta Girardot, donde nos apeamos, para continuar a pata por el congestionado centro de Medellín, a buscar la Estación del Metro en San Antonio, el cual nos acabó de arrimar a tirito de piedra de nuestras residencias.

Santa Elena, hermosa y simple. Patria de los Silleteros y una muestrecita de Antioquia para el mundo, digna de conocerse y visitarse, entendiéndose que no conoce más el que más lejos viaja, sino el que más cuidado ponga, así sea en el patio de su casa.

Chaito pues, hasta la próxima y no olviden visitar el blog de los caminantes todo terreno, cacharriar y dejar sus mensajitos:

//caminantestodoterreno.blogspot.com

JUAN FERNANDO ECHEVERRI CALLE

San Antonio de Prado - Belén Aguas Frías

Fecha: sábado 10 de noviembre de 2007

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya.

Duración: 5 horas

Nombre: Un árbol para celebrar la vida

- Buenos días señorita, por favor me vende un tiquete integrado para San Antonio de Prado
- Con Mucho gusto.
- ¿Cuánto vale?
- $1.550
- Mil Gracias

Este corto diálogo entre el suscrito y la taquillera de la estación Estadio del metro, a lo mejor no tenga mucho valor para los desprevenidos y amables lectores de esta crónica, pero si para quien lo compró ocasionalmente como yo, así como para los miles que lo compran diariamente para dirigirse a su trabajo o de regreso de éste para su casa. En mi caso era el inicio de una nueva y hermosa caminata, que venía envuelta en un espléndido día pintado al óleo por el pincel de un sol radiante que despuntaba por las montañas del oriente. Parecía mentira que en medio de este inclemente invierno se nos apareciera un soleado y veraniego día, con un cielo despejado, sin una nube al menos para dedicarle algo tan sencillo como una matada de ojos.

Pero no le echemos más piropos al día y volvamos al tiquete integrado, porque muchos no sabrán de qué se trata. Este tiquete permite montar en el metro desde la estación Estadio, en este caso, hasta la estación Itagüí, y allí tomar una buseta hasta San Antonio de Prado, ambos recorridos cuestan $1.550, precio módico que beneficia, como ya anoté, a miles de trabajadores y estudiantes.

En el segundo vagón del metro, tal como lo tenemos convenido para cuando Carlos Olaya no nos puede acompañar, como en esta oportunidad, debido a obligaciones laborales plenamente certificadas por notario publico, me encontré con Juanfer para seguir hasta la estación Itagüí en donde nos esperaba el siempre puntual doble Zuluaga de Luisfer. Luego del abrazo, del canto a la belleza de estas mujeres de mi Dios y la izada de zurriagos, procedimos a mirar el adelanto de las obras de ampliación de la estación y de la futura línea hasta Sabaneta, prospero y agradable municipio donde el alcalde hace lo que diga María Auxiliadora.

Del metro pasamos a una de las busetas que cubren las rutas integradas, en la cual le entregamos al chofer el segundo tiquetico. Con pocos comensales y al son de salsa y vallenatos arrancamos para el corregimiento de san Antonio de Prado, que cuenta con más habitantes que la gran mayoría de los 125 municipios de Antioquia. El trayecto se hace por las estrechas calles de algunos de los populosos barrios de Itagüí y por sitios tan conocidos como el parque Ditaires y las instalaciones de Cervecería Unión, por donde a Luisfer se le volvió agua la boca.

Entrados en predios de San Antonio de Prado se estrecha la carretera y comienzan las curvas a diestra y siniestra, curvas cerradas donde solo cabe el piropo para las muchachas que a esa hora salen a barrer las aceras vestidas con sus chorcitos. Ese corregimiento es un puñado de casas, edificios de dos y tres pisos, calles empinadas, curvas, solares y lotes viejos; pareciera como si alguien hubiera cogido todo el pueblo entre sus manos y lo hubiera tirado a la jura, y así como cayó así se quedó. Es un enredo con nomenclatura.

Gracias a la Virgen del Carmen llegamos al parque principal, porque estábamos a bolsa y media de la mariada de Juanfer. Para ganar indulgencias entramos a la iglesia para agradecer lo mucho que hay que agradecer. Me imagino que Juanfer, entre su listado, incluyó su cumpleaños a cumplirse mañana 11 de noviembre, día de la independencia del corralito de piedra, el cual se independizó de la esclavitud (¿si será?) pero no de la politiquería y la corrupción.

Luego de cinco minutos de oración quedamos libres para mirar en el empinado parque, la flota de los Renault 9, todos como 9-citos, que atienden a las diferentes veredas y a su lado la tropa de camperos para trochas mas complicadas. Se destaca la construcción de la casa de gobierno, a cuyo lado está la estación de policía. Precisamente, mientras Luisfer tomaba la foto al edificio, se le acercó un policía y le dijo: “Oiga señor, está prohibido tomarle fotos a las guarniciones militares, así que haga el favor de borrar la foto que acaba de tomar” por lo que Luisfer procedió a “borrar” la foto (claro que de mentiritas, porque ahí la tienen) obviamente le preguntamos al policía el porqué de esa prohibición y nos respondió: “es que esa foto puede caer en manos de la guerrilla (?) y aprovecharla para un ataque”. Ahí si como dicen: El que manda manda aunque mande mal.

Después de este incidente, procedimos a buscar donde desayunar y…..atérrense, los dos o tres restaurantes estaban cerrados. Así que entramos a una de esas panaderías modernas que nos vienen invadiendo como por arte de mafia, con enormes avisos de gas neón, silletería y mesas en reluciente aluminio, vitrinas extravagantemente iluminadas, lujosos exhibidores móviles, etc, etc. Juanfer y yo pedimos huevos pericos, pan y gaseosa y Luisfer pastel de pollo, buñuelo y café en leche. Yo dejé casi todo el huevo porque, quien lo creyera, pero para preparar deliciosos huevos se necesita, al menos, un cuartico de hora de uno de los cursos de culinaria de Comfama, y además tener buen gusto, ¿o no? así Juanfer diga que yo soy muy “estirado” para comer y que como el tiene boca de dragón todo le sabe rico, bueno, al menos eso cree él. Mejor dicho eran huevos revueltos de batallón.

Mientras desayunábamos le dije a Juanfer: hermano te salvaste de que el policía aquel te decomisara el sombrero de camuflado que llevas puesto, aludiendo que es una prenda de uso privativo de las fuerzas armadas. Más bien escóndelo en la mochila para la salida y te lo pones cuando estemos bien retirados.

A las 8 y 10 minutos, hora que marcaba el ESS (El Santuario Swatch) de Juanfer, y con el Lobato entamborado de pan y gaseosa como gamín bogotano, pintamos la raya de salida virtual en toda la esquina nororiental del parque. A las pocas cuadras llegamos a la carretera pavimentada que conduce a Belén Aguas Frías, Heliconia, San Cristóbal y varias veredas, lo que convierte a esta región en lugar predilecto de los caminantes.

Como si hubiéramos pisado un nido de hormigas, comenzaron a aparecer unas volquetas en fila india que no sabíamos para donde ni a que iban, lo que hacía más complicado y peligroso el tránsito por aquella estrecha carretera, por lo que a cada momento se oía el grito: ¡ojo que hay vienen otras dos¡ ¡Juanfer entrate! ¡Todos para el mismo lado! ¡Pilas que viene una arriada¡

Este primer trayecto se hace bordeando la quebrada La Larga, que luego de pasar con los ojos cerrados por San Antonio, por la cantidad de basura que le tiran, se convierte en la Doña María. Así mismo decoran el paisaje varias caídas de agua que vienen desde la montaña y los extensos cultivos de pinos, cuya madera es ampliamente explotada; eso si, teniendo en cuenta la resiembra.



Hablando de árboles, en una de las curvas nos encontramos de frente con un hermoso paisaje cuyo componente principal era una fila de árboles perfectamente alineados, que gracias a la perspectiva, y mirados de frente, daban la idea de ser uno solo. Este regalo de la naturaleza se lo endosamos a Juanfer con motivo de su cumpleaños. En las siguientes fotos aparecen a la izquierda el árbol y a la derecha los árboles que lo componen.











Terminado el tramo pavimentado comienza la carretera destapada y golpeada por el invierno, por lo que no se hacen esperar los tramos pantanosos, el mayor de ellos ocasionado por el derrumbe en una zona rica en vetas de carbón de hulla, de ahí el color gris plomo del barro que nos tocó sortear. En ese punto había una retroexcavadora haciendo los trabajos de limpieza y adecuación de la vía. Los montículos de material que encontramos al comienzo del derrumbe, nos dieron las respuestas sobre la caravana de volquetas que vimos pasar al principio.

A las dos horas llegamos a la truchera Pisarro (con ese) sitio donde alguna vez estuvimos con el cura Pacho comulgando con el pan árabe y el queso crema que nos había llevado para brindar por su primera salida con nuestro grupo. En esta oportunidad, a falta de pan y queso, nos tuvimos que contentar con los hermosos ojos de Gladys, una de los ocho hijos de los propietarios del estadero, y pasarlos con unas gaseositas, como para hacer el gasto y justificar la sentada.

De la truchera para arriba comienza Cristo a padecer porque llega el tramo mas empinado. Hay que ponerle la polla a los cayados y tirar los morrales para adelante para equilibrar el peso. La subida se hace por unos rieles en cemento, y por entre extensos pinares donde resaltan el color rojo de los uniformes de los obreros que talan y sacan los troncos y las trozas, los cuales sirvieron de motivo para la foto de rigor.

En este ascenso nos encontramos con el dueño de la truchera, o sea el papá de Gladys, quien al igual que la primera vez, nos informó sobre los diferentes caminos que podemos coger, utilizando el mismo idioma y claridad con el cual los campesinos dan las indicaciones para llegar a una parte: “ustedes siguen derechito por aquel camino, antonces cuando lleguen a la chambrana, allá en ese altico, cogen pa´ abajo y donde está la mula amarrada cogen a la izquierda y ahí se van preguntando, hágale que no tienen pierde”

Terminado el duro ascenso comienza la parte plana y con ella el extenso y agradable mirador, desde donde se divisan esas montañas nuestras que nos son capaces de vivir sin nosotros, y nosotros sin ellas, algunos tramos de la carretera que acabamos de pasar, las marraneras que abundan por el sector, infinidad de fincas y un pedacito de San Antonio de Prado que desde lo lejos nos dice adiós y nos pide a gritos que volvamos.

El pelicandela Arango que nos acompañó durante casi todo el trayecto, cerró el chuzo al medio día porque en invierno sólo trabaja medio tiempo, así que terminado el terreno plano aparecieron los negros nubarrones. Abajo el imponente paisaje de la parte occidental de Medellín y el fuerte descenso no apto para una vuelta a Colombia en bicicleta porque se resbala hasta una cabra, por lo que los cayados seguían con la polla puesta para bajar a punta de compresión, pero los morrales nuevamente puestos sobre la espalda para guardar el equilibrio.

En plena zona de alimentación hicieron su desfile las mandarinas, manzanas y granadillas, manjares que en esos lugares saben a gloria. Así mismo llega el momento del rezo del ángelus con la misma devoción de siempre y las gorras en la mano.

A las dos horas de descolgada aparecen los primeros vestigios del barrio belén aguas frías, casas a lado y lado de la vía, las busetas sin pasajeros que a paso de tortuga comienzan su viaje hacia Medellín, las tiendas, etc. A propósito, nos llamó la atención el letrero que encontramos en un pequeño almacén en el cual públicamente dan cuenta de los morosos; por fortuna no estábamos en la lista ni ningún pariente o amigo hasta el quinto grado de consanguinidad o afinidad, menos mal.

Como lo de los nubarrones no era charlando, comenzó a caer una llovizna que nos obligó a entrarnos a un estaderito a tomarnos otro refrigerio acompañado de nuestra famosa picada de papitas (de las de paquete) amenizado con el noticiero de Teleantioquia al fondo. Amainada la lluvia seguimos bajando pero a las pocas cuadras se volvió a largar por lo que decidimos coger una de las busetas, de esas con una sola puerta y mas estrechas que sanitario de tren.

En la carrera 80 nos bajamos luego de cancelar los $3.600 del pasaje y de haber doblado la registradora con los cayados, porque para salir hasta se necesita de abogado. A la media cuadra entramos a almorzar en Alex Carne de Res, famoso por el litigio jurídico con el Andrés Carne de Res de Bogotá, al que yo llamo “Andrés Carne al Revés” por el complique para conseguir una mesa un domingo a las dos de la tarde, experiencia que me tocó vivir, esa vez terminamos almorzando en otro a cuatro cuadras, en donde nos recibieron de pico y nos dieron menticas a la salida, ah… y no tuvimos que dejar el carro como parte de pago.

Elizabeth, una hermosa universitaria, fue la encargada de decorar la mesa con un churrasco, una pierna de cerdo y una pechuga de pollo, todo a la parrilla, acompañado de papa al vapor con salsa yonoseque, arepa con hogao y ensalada de repollo con zanahoria. Mientras almorzábamos les propuse a los caminantes que montáramos un restaurante, y que para seguir con la rima de los nombres, muy de moda por estos días, lo pusiéramos “Jaramillo carne de Novillo”.

De allí pasamos a una de las panaderías “aquellas” para comprarle una tortica de cumpleaños a Juanfer. Así que en plena 80 con calle 30, ante la curiosa mirada de los pasajeros de los buses, le cantamos: “feliz cumpleaños amiguito, te desea ponque Ramo, que el recuerdo de este día llegue hasta nosotros, con la dulce y sana alegría del primer cumpleaños Ramo”.

De la 30 nos fuimos hasta la 33 riéndonos y dichosos por la mini piñata que le improvisamos al Juanfer, y para rematar se nos aparece una trigueña con cara de ángel y cuerpo de sirena que nos dejó boquiabiertos. En la glorieta de Santa gema bajamos la bandera a cuadros y cogimos los taxis para nuestras casas.

El chofer del taxi que nos toco a juanfer y a mi, nos dijo: “me imagino que vamos pa´ Bello, porque con esos palos parecen unos locos” por lo que le dijimos: tenés toda la razón, porque sólo los locos y los muertos son los que viven bueno. Al menos eso dice Juanfer.

Hasta la próxima

JORGE IVAN LONDOÑO MAYA

Caminata Belén la Palma - Corregimiento Altavista

Fecha: 3 de noviembre de 2007

Integrantes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga (Melitón Zuluaga)
Jorge Iván Londoño Maya (El Lobato) y Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer)

Nombre: Ciudad, Campo, Naturaleza e Historia.

Como “no hay plazo que no se cumpla ni antojo que no se calme”, por fin hoy 3 de noviembre, los caminantes Todo Terreno quisimos hacer la caminada desde El supermercado El Consumo, en la carrera 80-81, hasta el Corregimiento de Altavista, el último de los cinco con que cuenta la Ciudad de Medellín que nos faltaba por visitar.

Siendo las 7:20 a. m. el Lobato y Juanfer arrancamos desde la iglesia de La América (Nuestra Señora de los Dolores) en medio de una mañana fría y medio opaca, con amenaza de lluvia, como por varia en esta época. Enrutamos nuestros cayados rumbo a la Carrera 80-81 con la Calle 27, donde nos encontraríamos con Melitón Zuluaga, quien muy cumplidito como siempre, se encontraba sentado en las escalas del Supermercado El Consumo, leyendo El Colombiano y la consabida “pedrada” de cada sábado, contra la administración municipal..............

Luego de nuestro saludo de rigor y comentarios del caso, iniciamos nuestra marcha por la vía que conduce hacia el cerro de las tres cruces, pero desviándonos hacia la ruta de los buses de Belén Altavista, la cual desde el primer paso, se inclina en forma ascendente, mostrando desde el desayuno lo que sería la trepada.

Y si señores y señoras (como dicen los políticos) por una calleja angosta, con unos andenes microscópicos y haciéndole toda clase de quites, manoletinas, chicuelinas, naturales, gaoneras, lagartijas, forzados de pecho, cacerinas, portagayolas, trincherazos, estatuarios y ¡corran que nos pisa!!!!, debido a los buses de Belén que bajan con frecuencia a altas velocidades, conducidos por locos o sicópatas, quienes parece que fueran “para el matrimonio de sus mamás”, fuimos subiendo la empinada falda, bien pavimentada y rodeada de casitas humildes pero bien tenidas y amenizados nuestros pasos, con el saludo franco de los moradores del sector.

A medida que ascendíamos el clima se tornaba fresco, muy a la exigencia de la opaca mañana, no obstante lejos hacia el oriente, el sol medio escondido entre algunos nubarrones, de esos que no se habían acabado de desprender de la noche anterior, dejaba ver cierto brillo intenso, muy intenso, que también nos mostraba, que el calor sería fuerte.

Talleres, negocios de comida, alguna arborización, casitas humildes, buses y volquetas que suben y bajan, pantano en el pavimento debido a las lluvias de los últimos días, amas de casa barriendo y tirando manguera, perros callejeros, niños jugando en los costados de la vía, el paisaje de montaña que se va vislumbrando, con sus heridas coloradas en sus faldas debido a la presencia de tejares y ladrilleras, que abundan en el sector.

Pronto un aviso ubicado en lo alto de un poste, con sus letras interrumpidas por un brazo de higuerillo, nos mostraba que entrábamos al corregimiento de AltaVista y a un lado, medio incrustada entre su cauce, corría la quebrada del mismo nombre, la cual tanto daño hace en tiempos de invierno, cebada eso si, contra los más necesitados, ya que a los de arriba, a los poderosos, la naturaleza con su furia les pasa pero lejos, muy lejos.

“Aquí Están Invertidos Sus Impuestos” mostraba otra gran valla. Efectivamente, maquinaria y muchos hombres en la vía, parchando, repavimentando, haciendo obras de arte, desagües, muros de contención y mejoras a la carretera, la cual luego de una curva cerrada nos dejó ver otra gran valla:

CORREGIMIENTO DE ALTAVISTA -Medellín para adelante y sin reversa.
8 veredas.
Extensión 27.43 Km2
Temperatura Promedio: 21º C
Atracciones: El Alto de la Virgen – Camino prehispánico Buga – Camino de Herradura – La Casa de Gobierno –

Realmente El paisaje cambia bruscamente: La montaña más cerca deja ver las huellas de los tejares y ladrilleras, las casas se vuelven saltonas, abundan los pájaros, la arborización se incrementa, se ven algunos lotes de terreno donde se cuida algún ganado criollo o cruzado....y lo bonito del lugar se afea como contraste poco grato, con las bolsas de basura a lado y lado de la vía, ya que la gente inculta y poco cívica, las saca a cualquier hora y día sin mirar las consecuencias, lo cual se agrava con la demora, en algunas ocasiones, del carro recolector.

Así mismo, como una contaminación al paisaje de la vereda, pegan en nuestros ojos los afiches de propaganda política, debido a las elecciones que acabábamos de celebrar, entre los que predominan los del Cow Boy de los ojos verdes, ese que convencido de su triunfo y garantizando ser “el candidato del pueblo” sufrió la más justa y lógica derrota, gracias precisamente al voto maduro de ese pueblo que no vota “por quien le ordenan los partidos”, sino por los que su conciencia, su honestidad y su dignidad de ciudadanos, les señalen.

Subiendo, subiendo con paso exigido, aprovechamos para ingresar a un negocito ubicado a mano derecha de la vía, donde con buñuelos tibios y gaseosa, dimos un respirito a nuestro radiador, para encontrarnos a unos pocos metros, otra gran obra: “Colegio Alta Vista.” Una hermosa construcción diseminada en seis módulos de una arquitectura muy moderna y de avanzada, la cual albergará a los niños y jóvenes de la región, esos que requieren cultura y educación que hasta hace poco se les negaba, para que puedan soportar y llevar mañana sobre sus hombros, el desarrollo de Medellín, la cual tiene que seguir “adelante y sin reversa.”




COLEGIOS DE CALIDAD PARA
MEDELLIN



Volvimos a arrancar loma arriba y como a los veinte minutos, entramos a la cabecera del corregimiento Altavista, dominado por la iglesita de Jesús de Nazaret, la cual tenía sus puertas cerradas, rodeada de floridos jardines y la paz de su plazoleta en piedra muy bonita, donde se levanta en todo el centro una vieja planta de electricidad de fabricación alemana, la cual surtió de energía al corregimiento en sus inicios. Y al fondo, imponente, hermosa e increíble,....La Casa de Gobierno, blanca como la ropa campesina, bien tenida y digna de ser conocida. Todos estos bonitos detalles, fueron plasmados en la lente del gran Melitón Zuluaga, quien estaba más contento que un gato estrenando alfombra. Inclusive, hasta un agente de la Policía Nacional, de los que custodian la seguridad de nuestro corregimiento, en forma amable nos sirvió de fotógrafo “uniformado”, para captar al grupo completo.

Que belleza de corregimiento es Altavista. Parece un cuadro pintado por Dios al óleo y enmarcado entre montañas, lástima las basuras que abundan abajo a lado y lado de la vía, gracias a la acción anticívica y grosera de algunos habitantes, pocos por fortuna, que dañan el paisaje.

Encandilados por tanta hermosura, con un sol que se había quitado la ruana para empezar a azotar nuestras espaldas con sus rayos inclementes, iniciamos nuevamente el recorrido, hasta llegar a la vereda San Francisco, donde en un kiosco paramos a degustar papas rellenas caseras y gaseosa helada, para seguir nuevamente la marcha por ese constante y exigente ascenso que parecería no querer culminar.

El paisaje era más grato. Las montañas ya no mostraban las heridas de los tejares y ladrilleras, los bosques de pino se repetían por hectáreas inmensos, los pájaros dejaban escuchar su canto y la bravucona quebrada Altavista, era apenas una pequeña acequia de aguas limpias, que nos acompañaba a un lado del camino, el cual luego de un desvío y una gran batea en el piso, recubierta de piedra bien distribuida, nos mostró un camino, también finamente empedrado que se paraba bruscamente, era el camino de herradura o camino prehispánico Buga, en la vereda de su nombre; famoso por haber sido hecho por nuestros primeros habitantes, antes de la llegada de los “conquistadores” con su rapiña y conocido también como camino del conquistador, pues se cree que por éste arribó Jerónimo Luis Tejelo el 24 de Agosto de 1541, cuando descubrió el Valle del Aburrá comisionado por el Mariscal Jorge Robledo, uno de los pocos españoles buenas personas de los que arribaron a estas tierras; quien lo envió a inspeccionar el terreno.

Este camino, en gran parte tejido en piedra por nuestros aborígenes y muy bien conservado, es uno de los grandes atractivos del bello corregimiento y también es destino casi obligado de caminantes y dromómanos, ya que es una ruta muy propia para la caminería con destino a San Antonio de Prado, Heliconia o Armenia Mantequilla, además de cruzar por el Alto de la Virgen, nuestro destino final y el cual nos miraba desde muy arriba, mostrándonos su belleza y su verdor, tenuemente interrumpido, la presencia de neblina, algunas casitas campesinas, pequeños hatos de ganado de levante, los cuales también es posible ver abajo en la vera del camino. Atrás como abrigada en un poncho de niebla y contaminación, se alcanzaba a divisar a Medellín, hermosa, imponente y progresiva, enmarcada por esas montañas que la caracterizan y que no han permitido que al pueblo de la “dura cerviz”, le llegue en forma prematura, la “mariconcita” y delicada pereza o el facilismo que si ha sabido llegar a otras partes.

En medio de piedra, ascenso y pantano, tomamos el camino de Buga, rumbo al alto de la Virgen, “donde se dice, hace muchos años existió una aparición Mariana, motivo por el cual le fueron erigidos dos santuarios” muy bien cuidados y vigilados por los habitantes del sector, y que además son visitados por caminantes y creyentes que hacen allí sus romerías y promesas.

Definitivamente el crudo invierno había dejado su huella en el camino, el cual no obstante su firmeza y buena trama de la piedra, se veía liso y peligroso, lo cual obligaba a ser cuidadosos fin evitar una caída. Poco a poco y en forma exigente, fuimos superando el difícil terreno, bordeado a tramos por casitas, con sus amplios corredores, donde retozaban esos viejos de ayer o los niños de hoy, dando un contraste amable al paso de los caminantes, que no dejaban de llamar su atención, la cual sellaban con su saludo.

Que verdor, que bosques de pino, siete cueros, dragos, robles, chaparros y otras especies que hacen amable el paisaje, el cual cobra vida en los arroyos que bajan por los barrancos, esos que poco a poco alimentan el cauce de la quebrada Altavista, la cual nace arriba, pero que ya en el lugar donde nos encontramos, es apenas un cristalino y espumoso chorrito, que se cruza de un solo paso.

Es bueno destacar la labor y la presencia de Corantioquia en el lugar, con sus campañas de arborización, conservación de bosques nativos, flora, fauna y aguas, cuyos resultados poco a poco se van viendo haciendo del lugar un paseo muy propio para caminantes, un santuario ecológico y un rincón para rendirle culto a la naturaleza, esa que ya casi nadie contacta ni aprecia, ya que el gusto de la gente se volvió tan duro e insípido como los ladrillos que los encierran allá abajo en la gran ciudad. Que sirvan estas sencillas líneas, para invitar a los antioqueños y colombianos a que visiten estos hermosos lugares, tan cerca y tan lejos de nosotros, recordándoles que “no conoce más el que más viaja, sino el que más observa.”

Que cosa tan jodida era aquel camino. Se empinaba más que el precio internacional de los crudos, exigiendo a los caminantes, quienes nos quejábamos de la dureza del terreno, agravada por la gran cantidad de pantano; sin pensar que la gente que allí habita, tiene que subir su mercado cada semana a pié y en pesados bultos, que quiebran y doblan sus espaldas, pero no sus espíritus, ya que en ellos todavía queda mucho de esa “raza paisa”, que se niega a morir y la cual fue motivo de inspiración de grandes escritores, estudiosos y gobernantes, desde la misma época de la colonia, hasta hoy.

“Siquiera se murieron los abuelos /sin ver como se mellan los perfiles. Siquiera se murieron los abuelos / sin ver como afemina la molicie.”

Mientras más avanzábamos, mas húmedo el terreno, mas enterradas y pérdidas las piedras y grandes y lisos canalones se abrían a nuestros pies, lo cual nos obligaba a hacer casi equilibrio, para poder avanzar. Arriba ya se divisaba el primer santuario, las casitas mermaban su presencia y atrás allá abajo, la ciudad impávida, descubriendo su cara de ese manto de niebla y “smog” que antes la cubría y se dejaba ver coqueta, aferrada a los brazos de la cordillera que la encierran. Arriba y casi en su cenit del medio día, el sol quemaba, quemaba con sus rayos de invierno y a lo lejos, hacia el sur y el oriente, negros nubarrones se apoderaban poco a poco de la fina línea que sobre el azul del cielo, demarcaban nuestras bellas montañas.

De pronto, “como el roce de un ala sobre el viento”, el Lobato dijo: Hasta aquí llego. Sigan ustedes, ya que el piso presentaba condiciones difíciles y peligrosas. Luego de muchos ruegos, para que siguiera con nosotros; dejamos al Lobato en un recodo del camino, cerca de una casita, con provisión de agua y con “La Milagrosa” de compañía, para seguir el Melitón Zuluaga y Juanfer, la marcha rumbo al santuario de la Virgen; el cual calculábamos podría estar a unos treinta minutos de camino, pero camino duro y peligroso, ya que a estas alturas de la vida “viejo caído, es viejo perdido” y es bueno tener precauciones.

Lentamente, lentamente, como en un poema de Silva o como en “El “Borracho”, pero sin muro donde recostarnos, fuimos ganando altura sobre el complicado camino, que ni para mulas, hasta llegar a una casita donde nos esperaba “dizque” el descansadero el Rancho, donde fuimos atendidos por una niña muy hermosa, la que no superaba los diez años de edad, quien nos vendió gaseosa helada, al tiempo que su abuela, nos indicaba la mejor ruta para llegar a los santuarios.-

Refrescados nuestros cuerpos y gargantas, esperanzados de espíritu y apenados con el Lobato, quien se había quedado abajo, con la “Milagrosa”, que es malita pa’ botar corriente, continuamos la difícil marcha en tremendo pantanero, aprovechando las piedras que aún se veían en el camino, hasta que por fin y luego de tomar un recodo a mano izquierda y por un sendero de tierra amarilla, “más liso que un corroncho enjabonado”, llegamos al primer santuario. Digo “primer” ya que aún nos quedaba otro por visitar, el cual se ubica más arriba a unos veinte minutos de camino, pero acordamos no ir, para no demorar mucho al Lobato, quien allá en su soledad, ya debía haber rezado por lo menos seis rosarios y los mil Jesúses por lo menos diez veces.

En próximas caminatas, que hoy dejamos bien guardadas en los bolsillos secretos de nuestros “guarnieles”, ya tendremos tiempo de ir al segundo santuario, de paso para Heliconia o para cualquier parte de este mundo...........

Con nuestro último esfuerzo y superado el terreno difícil en sus últimos metros, llegamos a nuestra meta, sin recibimiento con bandera a cuadros ni nada por el estilo. Simplemente con la mirada dulce de la Virgen, quien desde adentro y en un bonito lugar, encerrado entre pinos delicadamente podados, luego de una reja se ve el santuario hecho en material, defendido por una reja abierta, adentro se observa un cuadro con una hermosa imagen de la Virgen de la Paz y a los lados colgando las macetas en flor. Igualmente se pueden ver veladoras, floreros y múltiples plaquitas de mármol, cerámica y acrílico, que dejan los peregrinos y fieles agradecidos a la Madre de Dios, por los favores recibidos. un lado, una gran cruz de hoja lata, la cual fue testigo de nuestra plegaria.

Cumplida nuestra visita, devolvimos nuestros pasos, no sin antes admirar tanta belleza, que gratuitamente se ofrecía a nuestros ojos: Las montañas verdes, cubiertas de pinos y bosques, interrumpida por algunas nubecillas de niebla y punticos blancos que caminan, casitas casi imperceptibles y en lo alto, el cielo azul hacia el norte y occidente, pero oscuro hacia oriente y el sur......presagiando lluvia, lo cual se confirmaba con ese calor sofocante que el sol descargaba sobre nosotros.

Poco a poco y con paso seguro, fuimos bajando por ese camino liso e imposible, devolviendo nuestros pasos hasta que luego de un buen rato y de pasos dudosos, encontramos al Lobato, parado en el mismo punto donde lo habíamos dejado. No se había movido un metro. No le faltaba sino voliarnos la cola cuando nos vio, y así, reunidos nuevamente los tres amigos caminantes, arrancamos sobre nuestros pasos, rumbo a Medellín, la cual siempre al frente se dejaba ver, parcialmente..... hermosa y pujante.

El mismo paisaje de la subida, los mismos negocios, los niños jugando, los ancianos en sus corredores rumiando recuerdos, los trabajadores que regresaban a casa luego de su jornada sabatina, el mismo sol sobre nuestras espaldas, el mismo cielo pero con diferentes nubes, la misma esperanza y ahí, cerca de la iglesia blanca y de puertas cerradas, nos llegó una canción del grupo Suramérica, la cual brotaba de algún equipo de sonido de uno de los negocios en la vera del camino:

“.....pero siempre hay borrachos con babas / que le recuerdan quien fue / el más joven maestro al piano / vencido por una mujer.....”

Contrastes hermosos a cuarenta minutos del centro de Medellín, lástima que poco recorridos, poco conocidos y poco apreciados. Esa es la verdadera caminería, aquella que encierra ese turismo ecológico, capaz de vibrar con un nido de arrieras, con una mariposa, con el barro del camino, el árbol que se muere, el que crece o el bosque que se quema y duele, como duelen las aguas contaminadas y las basuras que indolentemente se acumulan en la vía que lleva a este paraíso.

Contentos por el deber cumplido y experiencias acumuladas, muy pronto estábamos en las goteras de Medellín. No obstante, paramos antes de abandonar el corregimiento de Altavista para visitar “La Casa Colombia”, una hermosa y muy antigua casona, que fue comprada por el Municipio de Medellín y que hoy está en plena restauración, para ser utilizada como biblioteca, escuela y centro lúdico para la región.

Así mismo, desviamos nuestros pasos, hasta la Terminal de los buses, para visitar y conocer el Centro de Albergue Animal –LA PERLA- obra de la actual Administración y donde se recogen aquellas mascotas abandonadas a su suerte por esos amos indolentes, más animales que sus mismas mascoticas despreciadas y donde como reyes viven unos cuatrocientos gatos y perros “a todo timbal”, a la espera de ser adoptados por una persona generosa, que lo sepa querer y dar afecto en su propio hogar. Es que definitivamente la Administración Fajardo, también tiene corazón y empuje para velar por los animales.

Deshechos nuestros pasos bajo un calor infernal, no obstante los negros nubarrones que crecían en el horizonte, y con las botas nuevamente limpias gracias al generoso chorro que nos encontramos en la Terminal de buses, llegamos por fin al Supermercado El Consumo, en la carrera 80-81, desde donde habíamos partido cinco horas y treinta y cinco minutos antes; para ingresar presurosos al citado establecimiento y buscando el restaurante nos sentamos a manteles o mejor a “inoxidables” por el material de las mesas, donde luego de haber hecho nuestros pedidos, nos sirvieron trío de sopa de fríjoles con salchichas, y bandejas con carne a la gulash, sumergida en una salsa deliciosa, acompañada de su buena porción de arroz, papitas, ensalada excelente y fresca, tajada de plátano, arepa redonda y tremendo vaso de jugo helado de piñas, como para llenar de envidia los mismos dioses.

En esta oportunidad y muy a conciencia, no hubo vistica de las panorámicas de nuestro almuerzo, para dejar a la imaginación de los lectores, si de pronto y por casualidad aparece alguno, la imagen virtual de tan deliciosos platos, que si bien no son abundantes en cantidad, si son sobrados de lote en calidad, prueba de ello, que ni los tuvieron que lavar.

Dando cuenta de estos apetitosos platos, los cuales desaparecieron, como desapareció el Cow Boy de los ojos verdes, luego de conocidos los resultados de las elecciones para alcalde, buscamos la salida del Consumo, donde el Melitón Zuluaga tomó inmediatamente un taxi que lo llevaría a su residencia en el Poblado, mientras que el Lobato y Juanfer, continuamos nuestra marcha, como una encimita a nuestra no concluida caminata, mientras comentábamos nuestras experiencias y revolvíamos carreta, ya que para voliar lengua, nos dicen los “bobos”.

Igualmente nos lamentábamos de la caminata que se perdió nuestro caminante el “cuñita” Carlos A. Olaya B. (Polaroid), por esas cositas “dizque” de tipo laboral.

Hasta la próxima y no olviden visitar nuestro blog y dejar sus mensajitos,

Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer)

Los Caminantes Todo Terreno