Caminata El Pandequeso - San Isidro (Santa Rosa de Osos) - El Pandequeso

Fecha: sábado 20 de septiembre de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, Carlos Alberto Olaya Betancur, Jorge Iván Londoño Maya y José María Ruiz Palacio

Hora de encuentro, 6.45 a.m. en la estación “Caribe” del Metro de Medellín. Con una variante en la puntualidad, Zuluaga fue el último cuando siempre es el primero; buscamos pasajes hacia el estadero “Pandequeso” en la ruta hacia Santa Rosa de Osos por la troncal de la costa Atlántica, no sin antes recibir cada uno de manos de Juanfer, lindas camisetas por cuenta del día de amor y amistad. Generoso detalle de monseñor Echeverri, retornable en indulgencias.

Tiquetes en mano, cumplimos el ritual del cafecito con empanada y pandequeso en uno de los expendios de la terminal de transportes del norte y luego abordamos la buseta 254 de coopetransa que haría la ruta establecida. Ya en el interior del vehículo había una única pasajera, que resultó ser una hermosa mujer de piel canela, ojos oscuros y un par de hoyuelos en las mejillas que se acentuaban con su sonrisa franca y espontanea. Mientras coqueteábamos con ella, se completó el pasaje con tiquete, aunque quedaban algunos asientos disponibles que fueron ocupados en el camino de salida por gentes que por alguna razón no lo compran y prefieren esperar afuera de la terminal con la incertidumbre de encontrar o no espacio disponible. Tal parece que dicha práctica es aceptada por las autoridades correspondientes, porque cada vez es lo mismo.

Ya sobre la autopista, empieza la fiesta. La dichosa 254 más parecía una vibrocompactadora de las que vende Zuluaguita, o una maquina de moler piedras, por el traqueteo infame de todas sus partes, incluidas las luminarias internas que sonaban parejo con el mofle, el parabrisas, los vidrios, los tubos de escape, etc. etc.; todo menos el pito. Como anécdota, la mujer piel canela quitó la tapa plástica de la luminaria que estaba encima de su asiento, porque el ruido infernal que hacía con el movimiento del carro, no la dejaba concentrar en su sueño.

En 30 minutos y en medio del ruido causado por la destartalada buseta, estábamos llegando a las partidas con “El Hatillo” y empezando la subida al alto de ”Matasanos”…Un carro normal lo hace en unos 25 minutos, pero esta licuadora de piedras se demoró 40 en medio de ruidos que parecían el preludio de la desarmada, porque cada que necesitaba un nuevo cambio; paraba, rezongaba, rastrillaba y traqueteaba el cambio, engranaba y luego; puje para que continúe el ascenso… Así durante 40 eternos minutos en que pensábamos que la maldita nos dejaría tirados en medio de la dura subida, pero afortunadamente logramos llegar a la cima.

Ya sobre terreno de columpios en la carretera, uno se tranquiliza, pero no hay felicidad completa; justo a la entrada de Don Matías la crispetera de Coopetransa sacó la mano y el iluso del chofer nos dijo que le ayudáramos a empujarla a ver si lograba darle encendido sobre la marcha, y nosotros más pendejos le comimos cuento; pero que va, más fácil hacerle dejar la cervecita a Zuluaga que arrancar de nuevo esa purgada buseta. Primera vez que siempre hay, en que los T.Ts. nos quedamos varados chupando asfalto a medio camino… Entre chanzas y chistes contra el pobre chofer, esperamos a que llegara otro vehículo, el cual abordamos sin tardanza. Ahí se nos perdió Piel Canela…

Ya en ruta, caímos en cuenta que en la 254, o sea la tostadora de coopetransa, la música ambiente, además del traqueteo de la cáscara esa, eran los vallenatos y ahora en ésta también… Hicimos rogativas porque no fuera a ser esa la razón de la varada y también nos dejara en la sucia carretera. Afortunadamente llegamos sanos y salvos al lugar de destino; un gran estadero otrora famoso parador del camino llamado “El Pandequeso”, ahora ya no tan popular, pero con la buena atención de sus propietarios que en menos de lo que canta un gallo, nos acomodaron por ahí 20 huevos revueltos con aliños, arepa con mantequilla, quesito montañero en cantidades, chocolate con leche y a Juanfer un extra de fríjoles calentados con los huevitos revueltos. Como José M. tiene medio estómago disponible para las extras, fue el único que consumió lo servido, porque los demás se asustaron y dejaron la pa`l perro; pero la pa´l perro del dueño. Aquí aprovecha Olaya y le regala a Zuluaga una botella plástica de propaganda de la Pilsen, la doña cervecita de sus amores y la llenamos de agua para consumir por el camino.

Terminada la labor de cargar las baterías, tomamos camino sobre la troncal hasta una gran valla de la Federación de Cafeteros que marca la ruta hacia las veredas “La Chorrera, “Los Sauces y el corregimiento “San Isidro” del municipio de Santa Rosa. La altiplanicie en la que está asentado el municipio de Santa Rosa de Osos, es una meseta irregular ubicada en uno de los ramales de la cordillera central, al Noreste del Departamento de Antioquia. El Municipio tiene una extensión de 812 Km2., y la altura de su cabecera está a 2.581 metros sobre el nivel de la mar, localizada a 71.5 Km. de la ciudad de Medellín. Limita al norte con San Andrés de Cuerquia, Yarumal y Angostura ; al este con Carolina del Príncipe, Gómez Plata y Yolombó ; al sur con Don Matías, y al Oeste con Entrerríos, Belmira y San José de la Montaña. Tiene unos 32.000 habitantes, distribuidos en una cabecera municipal, cinco corregimientos : Aragón, Hoyorrico, Riogrande, San Isidro al cual nos dirijíamos y San Pablo, además setenta y dos veredas y once parajes.

Santa Rosa de Osos ha sido llamada Atenas Cultural de Antioquia, por los innumerables y bellos lugares dignos de visitar, tanto de carácter histórico como natural. También la llaman el Vaticano paisa, por la trascendencia religiosa de sus conventos, iglesias y monumentos religiosos que encierran sus fronteras. Centro fue de la labor pastoral de Monseñor Miguel Ángel Builes con todos lo que esto implicó.

De esta región también es oriundo otro Miguel Ángel, pero Osorio, más conocido como Porfirio Barba Jacob, Ricardo Arenales como seudónimos y Cara de caballo o Cristo Viejo como apodos. También es nacido en Santa Rosa de Osos el gran escultor Marco Tobón Mejía.

El primer español que llegó por esos lados en el año de 1541 fue el Capitán Juan Francisco Vallejo, que le dio el nombre de Valle de los Osos, debido a la gran cantidad de estos animales que se encontraban en la región. Otros documentos de la época dicen que el nombre también pude provenir del nombre de “Valle de los Oros”, ya que en la escritura de la época colonial –paleografía– el signo de la “S” se confundía fácilmente con la “R”; además en la zona hay gran riqueza de este mineral. En los años subsiguientes, la región se pobló de mineros con los que llegó el Capitán Antonio Serrano de Espejo, quién ordeno su fundación, según las capitulaciones hechas por el gobernador Don Manuel Velásquez de Atienza, y aprobadas en 1636 por su Majestad Felipe IV de España.

Fue erigida como parroquia en noviembre de 1659 por el Obispo de Popayán Monseñor Vasco Jacinto de Contreras y Valverde, dándole el nombre de San Jacinto de los Osos. En 1792 se instituye en Jefatura de Cantón con el nombre de Villa de Nuestra Señora de los Osos; y hacia 1797 se llamó Santa Rosa de Osos, instaurándose posteriormente como municipio en 1814 según disposiciones del dictador Juan del Corral. Ya para 1917 se creó la Diócesis de Santa Rosa de Osos por orden del Papa Benedicto XV, nombrando como primer Obispo a Monseñor Maximiliano Crespo.

Ya sobre el camino que nos llevaría al corregimiento San Isidro, empiezan los paisajes propios de todo Antioquia y en general de los territorios nacionales asentados sobre las cordilleras Andinas. Parcelas de pan coger; sembradíos industrializados de frutales, cafetales y potreros con ganados Holstein tradicionales de este altiplano. Una casita aquí, otra más allá y un camino en muy buenas condiciones en la mayoría del recorrido.

El estado de la economía lugareña y de las condiciones sociales se lee en el paisaje circundante plagado de cierto abandono; la mayoría de las antiguas casas campesinas que aún quedan, se notan abandonadas y maltratadas por el paso del tiempo y la pobreza de sus habitantes; muchas huertas llenas de maleza, ya no tienen con qué alimentar ni a los animales que ramonean entre los antiguos sembrados. Al parecer, los dueños de las parcelas ahora son obreros de las granjas industrializadas y prefieren comprar lo que antes cultivaron con esmero. Las casitas nuevas son pequeñas y ya casi ninguna tiene su huerta, lo que indica que sus moradores también son trabajadores de las granjas industrializadas o de las pocas industrias manufactureras de la región.

Resaltan eso sí los jardines en flor con diferentes especies y como colmo de lo inusual, en una de las casitas del camino en que departían varios campesinos, una gran matera adosada a uno de los parales de ésta, un ramillete de varios tipos de flores hacía pensar en la fertilidad y la belleza de las diferentes especies, hasta que para no quedarnos con la duda preguntamos por el asunto y con una sonrisa burlona nos contestaron que eran flores artificiales…¡Qué chasco! Es el colmo que en el campo se usen flores artificiales…

Bastantes personas nos encontramos en el camino, pero un dejo de desconfianza propio de las ciudades, los hace retraídos y de mirada evasiva, sobre todo los motorizados que raudos aceleraban sus aparatos después de haberse medio detenido cuando nos avistaban y escrutaban a lo lejos. Afortunadamente no son todos. Algunos hasta sin preguntárseles, nos contaban su vida y milagros.

Un olor fétido y penetrante nos contó que lo que contenían los largos galpones cubiertos de plastitela amarilla eran criaderos de pollos y un ruido infernal salía de un enorme equipo de sonido que una vecina disfrutaba mientras hacía sus labores domésticas a disgusto de otra que para apagar el ruido de la escandalosa, también subía el volumen al suyo y así, se va perdiendo la bucólica calma de las casas campesinas acogotada por la modernidad.

Niños; de eso si hay bastantes por estos lados; afortunadamente traíamos los infaltables Lobatobombombunes para repartirles, y casi todos los reciben dando las gracias o ese hermoso “Mi Dios le pague” tan propio del campesino.

Bastante trecho caminado llevábamos cuando nos encontramos un enorme cultivo de tomate de árbol (Cyphomandra betacea. Familia: Solamaceae) también conocido como Tamarillo en otras regiones, pero abandonado a su suerte por el aspecto de los arbolitos y sus frutos; unos caídos pudriéndose entre la maleza y los que todavía estaban en su sito, llenos de pasador casi todos, una de las plagas más comunes en estos cultivos. Aprovechamos para tomar algunos, pero la mayoría estaban infectados con la plaga, que los hace casi incomibles, sin embargo logramos degustar de los que estaban a tiro de mano sobre las cercas de alambre de púas.

Unos grandes socavones a bordo de camino llamaron nuestra atención, algunos muy profundos, otros no tanto, pero no veíamos la razón de ellos… Al regreso encontramos lo que buscábamos con explicación incluida. Luego de unas 2 horas de camino avistamos el corregimiento San Isidro y en el descenso hacia éste encontramos otros cultivos industrializados de tomate de árbol, estos si bien cuidados y con gajeras de hasta 7 tomates juntos, brillantes y en proceso de maduración. Parecían recién fumigados por la capa cerosa que cubría los frutos.

Entrando al corregimiento, una señora barría el frente de su casa y amablemente nos saludó, detalle que aprovechamos para preguntarle que hacia a dónde se llegaba y en cuánto tiempo por la bifurcación de la carretera que acabamos de pasar; nos dijo que hasta el rio Porce y que por lo menos 4 horas de camino. A todos nos quedó bailando la idea de seguir, pero por lo incierto del tiempo, luego de cotejar datos con otros habitantes, desistimos de hacerlo.

Llegamos junto al pequeño templo y como es costumbre, entramos a dar gracias y a conocerlo. Es de admirar la sencillez del lugar con su altar principal casi desnudo cubierto por una gran bandera Mariana y algunas imágenes religiosas entre las que se destacaba una del santo patrono San Isidro Labrador sobre la izquierda.


Afuera y arriba, un gran Cristo rodeado de las Marías y amarrado con una instalación navideña campea sobre el lugar. Frente al templo, la infaltable caseta de pueblo con tres mesas y de a cuatro sillas plásticas nos acogieron con la primera doña cervecita y las gaseosas. Juanfer se encontró una Limonada Cristal de esas que ya no se ven casi en las ciudades. El tendero es un señor nativo de Puerto Berrio que por avatares de la fortuna fue a dar al lugar.

Perros de todas las pelambres a cual más flaco merodean por el sitio esquivando los balonazos de dos chicas que jugaban algo así como voleibol combinado con basquetbol y fútbol en la única calle del lugar y frente al templo. Otras jóvenes conversaban y un parroquiano curioso con nuestras cámaras montadas en los bastones, se acercó a indagar sobre el asunto y en reciprocidad lo interrogamos sobre algunos datos del lugar: Nos contó que el lugar era corregimiento desde hacía unos 50 años con su capilla, cura y corregidor y que además ahora y gracias a la Federación de Cafeteros, también tenían su puesto de salud con todas las de la ley y varias de las casas reconstruidas con su ayuda.
Hicimos un corto recorrido calle abajo por el lugar hasta un mirador atrás del colegio que ya tiene hasta el grado 11 y recreamos la vista sobre el cañón de Rio Grande que desemboca al Porce a lo lejos.

Regresamos sobre nuestros pasos y en otro tienducho repetimos cerveza y Juanfer se pidió un yogurt que le resultó agrio y lo cambió por un tuti fruti en medio de nuestras chanzas por lo demalas. Dos perros se hacen fieros de acera a acera y mientras uno marca territorio con orina, el otro se rasca las pulgas echado muellemente al sol. Tal vez sea lo único para no morirse de tedio en este lugar, según Olayita…

Ahora si, vamos a volver sobre nuestros pasos de regreso al “Pandequeso” y a la salida del poblado, una joven de 28 años con 3 niñas de más o menos 4, 5 y 6 años y un joven de unos 8, todos con ojos verdes hermosísimos nos llamaron la atención por lo joven de ella y la poca diferencia de edades de los niños y nos contó que entre parto y parto escasamente habían 8 meses…Pensamos que exageró o no sabe de contar meses y muchachitos, pero que ya no tendría más…

Más adelante, nos encontramos una buseta que hace el recorrido entre Santa Rosa y San Isidro y quedamos que cuando subiera, nos llevaría hasta la ciudad, aunque saldría a las 3 p.m. del corregimiento. Seguimos cuesta arriba y ya coronando la loma, dos hombres encaramados en un barranco y armados de barretones sacaban pedazos de roca y guardaban en un costal. Al aproximarnos, nos saludaron efusivamente y nos contaron que eran mineros de fin de semana y que como la región era rica en oro, aprovechaban para buscar fortuna. Sacan piedra que supuestamente contiene oro, que luego muelen y que mezclándola con Mercurio, sacan el mineral. Uno de los mineros se enamoró de la botella de cerveza y ni corto ni perezoso la pidió. Zuluaga consultó con el dador y en un abrir y cerrar de ojos, la botella salió volando hacia la barranca, en donde la esperaba el minero que no ocultó su satisfacción y agradecimiento. Esa era la razón de los socavones en los barrancos del camino. Aprovechamos uno de los socavones para la foto del grupo y continuamos.

Al rato de retomada la marcha, llegamos a un casa campesina en la que una niña de unos 4 años nos observaba y la saludamos ofreciéndole uno de los lobatobombombunes. La niña se asustó, pero con calma fue retrocediendo hasta una puerta detrás de la que pensamos se escondería… No, cerró la puerta con candado y presurosa salió a buscar a su mamá. Apareció la madre y luego de saludarnos nos contó que le tenía prohibido a sus hijos recibirle cosas a los extraños, lo que aunque triste, nos pareció lo más indicado en estos casos. Le mandamos el Lobatobombombún con ella, felicitándola por lo precavida y seguimos. Un campesino con una pala al hombro nos saludó efusivamente, contrastando con otros que si acaso nos voltearon a ver para escrutar nuestras intenciones, y nos contó de sus andanzas y labores por esos lados. Iba para su casa antes de que se largara el agua- Nos dijo -

Amenaza de lluvia… El cielo, que casi todo el trayecto estuvo encapotado de neblina, ahora se hizo gris plomizo y algunas gotas cayeron sobre nosotros. Lobato invocó a la Milagrosa y cesó la lluvia por un rato. De pronto y ahora con vientos rápidos volvió la lluvia, pero providencialmente apareció la buseta que encontramos cuando empezamos el retorno y ni corto ni perezosos, la abordamos, dándole gracias al Lobato y a su patrona y tocaya por lo juiciosa al mandarnos transporte.

La buseta venía casi llena de muchachas que armaron fiesta cuando nos subimos y a gritos llamaban al “Viejito” para darle el puesto. Juanfer aceptó la chanza y hasta Santa Rosa de Osos, hizo recocha con ellas. Arreció el aguacero y parecía que llovía más adentro que afuera, porque el agua empezó a colarse por las hendijas de las ventanas empapando pasajeros y carga. José M. prestó uno de sus pañuelos a la joven que estaba a su lado y así logró, sosteniéndolo sobre la fisura, llegar hasta el pueblo medio seca. Eran estudiantes de grado 11 del liceo de San Isidro, que iban a presentar las pruebas del estado (Icfes) al día siguiente en Santa Rosa de Osos. Dato adjunto: En el curso del grado 11 del colegio de San Isidro son 21 estudiantes, 17 mujeres que todas tomarían las pruebas del Icfes y únicamente 4 hombres de los cuales 2 no presentarían las pruebas. Saquen conclusiones…

En medio de la recocha de las muchachas con Juanfer y un aguacero de campeonato, llegamos a Santa Rosa, en donde como si no nos conocieran, ni nos hubiesen visto nunca, las ingratas se fueron por su lado sin despedirse, dejándonos plantados bajo la lluvia. Resignados ya por el desaire, buscamos un restaurante conocido por los T.Ts. de tiempo atrás y casi no damos con él porque lo reformaron, aunque ya adentro, la calidad de la atención y la comida seguían siendo inmejorables. En la búsqueda bajo el aguacero, la cámara viajera de Olayita sufrió tremenda caída, aunque según cuenta su dueño, quedó mejor; era de 4.1 mgpx y con el totazo quedó de 7.1 Con una sonrisa tan amplia como su tamaño, la dueña reconoció a los hijos pródigos que volvían y se deshizo en atenciones y amabilidades.

Tenemos un grave problema; al Lobato le dio por hacer dieta y nos tiene a todos bailando en las pestañas, porque se antoja de todo lo que ve; mecato, galleticas, bocadillo, en fin, pero se lo tienen que comer los otros, porque él está a dieta… El caso es que de verdad; estamos muy juiciosos con las comidas, incluido el desayuno; ya no nos comemos lo que nos comíamos primero; ahora únicamente “sopita de luky”, ¡de lu ky haiga”! sequito, carnita asada, ensalaita, clarito, bocadillito, de pronto un mondonguito y unas cervecitas señora por favor… ¡Mentiras! ¡Calumnias de la oposición! Esta vez si estuvimos juiciosos: 4 sopas, 2 secos, 2 porciones de carne molida, una carne asada, dos cervezas, un mr tea y dos claros. ¡Poquito!

Claro que como Olayita estaba de JAPYVERDY TUYU, se lo celebramos cantado, con torta y piñata suministradas amablemente y a instancias del Lobato por la anfitriona. Hay testigos…La torta deliciosa y la piñata improvisada con el estrober de la discoteca del lugar; una bomba de cerámica con luces internas, pendiente del techo fue la piñata, y un sobre mantel de una de las mesas sirvió para que Juanfer le tapara los ojos a Olayita mientras hacíamos el video y las fotos para el recuerdo.

¡Listo! Llenitos y contentos, nos despedimos de la señora y sus trabajadores con la promesa de volver y como ya había escampado, en tres pasos estábamos en la hermosa terminal del transporte inaugurada y entregada a la comunidad Santarrosana en 2004 por el señor Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez. Compramos tiquetes para las 5.40 p.m. y aprovechamos para contarle a la señora vendedora la contingencia matinal en la despulpadora de corozos 254 de su empresa coopetransa y ella gentilmente estuvo de acuerdo con nosotros en que el caso necesita atención por parte del dueño del vehículo en mención.

A la hora señalada, abordamos la buseta que parecía una guardería u hogar de bienestar familiar porque el conductor estaba acompañado de su esposa y dos muchachitos que jodían por 20 y para colmo de males, como que el carro estaba estrenando televisor y aparato de DVD, porque tan pronto arrancó la buseta, los “Angelitos” prendieron los aparatos con una de las inmamables películas de Jacky Chan que duró y duró y duró hasta después de que nos bajamos en la estación Niquia del Metro. A media película, los muchachitos terminaron dormidos en brazos de la mamá y nosotros esquivando las patadas de Jacky Chan y sus enemigos. También ocurrió lo mismo de la mañana; unos pocos compramos tiquetes y otros, esperan a que el carro salga del parqueadero, ni siquiera de la terminal y empieza el desfile de gente que se monta sin tenerlo, lo que indica que el dinero es para el chofer.

Transcurridas unas dos horas de patadas, balazos, gritos, explosiones, sangre a borbotones y muchachitos dormidos, llegamos a Niquia, abordamos el Metro y sentaditos muy juiciosos llegamos cada cual a su destino.

José M.

Caminata El Santuario - El Carmen de Viboral - San Antonio de Pereira

Fecha: sábado 6 de septiembre de 2008

Caminantes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, Carlos Alberto Olaya Betancur, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya.

De croché por el Oriente

Repetir una caminata es como leer un buen libro por segunda vez: se siente la misma o mayor emoción al llegar a los sitios que en la primera resaltamos con lapicero. Se ejercita la memoria anticipándonos a lo que vendrá en cada curva. Repetición espontánea de todo lo sucedido en la primera, lo que hace de la caminata un entretenido juego de “concéntrese”. Infaltable el caluroso saludo de las mismas personas y a veces la sorpresa por la ausencia de otras que dejaron alguna huella por su amabilidad y cercanía al grupo. José María, recién integrado al grupo, y quien debutaba por estos lares, fue el beneficiado con nuestro vasto conocimiento del trazado y sus intimidades.

Como de costumbre, nos encontramos en la Terminal del Norte, donde ya tenemos camino hecho. Luego de comprar los tiquetes en la flota que sirve a El Santuario, nos gastamos los diez minutos que restaban para la salida en probar los deliciosos buñuelos con cintura de luchador de sumo y el infaltable cafecito con leche, más caliente que el otrora horno de Siderúrgica. Todo iba muy bien hasta que el conductor nos hizo tragar el cabo con la prendida del motor. Así que todavía con harinas en la boca salimos escalas arriba a buscar acomodo en la confortable buseta, que sin recargo alguno viene dotada hasta con portacayados.


El agradable viaje por la autopista Medellín – Bogotá va matizado con fluida conversación, al mejor estilo de paseo de escuela, pero sin rancheras ni azuzadas para el conductor de turno. Los rayos de sol comenzaron a caer sobre el horizonte y el firmamento corrió sus blancas persianas para dejar ver un cielo con tantos tonos de azul como de verdes está vestido nuestro campo.

En una hora llegamos a El Santuario, donde el 17 de octubre de 1829 fuera asesinado el Héroe de Ayacucho, General José María Córdova Muñoz. El Santuario, tiene una población de 31.722 habitantes, de los cuales la mitad son Zuluagas y el resto Giraldos, Gómez y Sernas, representados todos ellos por Guillermo Zuluaga Azuero, Montecristo, quien al parecer nació en Medellín pero fue hecho hijo adoptivo de los santuarianos por residir allí desde los primeros pañales. Este municipio se mece plácidamente en un valle de 75 kilómetros cuadrados de extensión, donde al calor de sus 17 grados centígrados se cultivan papa, fríjol y hortalizas.

La plaza mayor, que lleva el nombre de nuestro General de División, José María Córdova, alberga la iglesia de nuestra Señora de Chiquinquirá, cuyas cúpulas compiten en altura con las tres araucarias que le dan imponencia al lugar. Además de los museos de Córdova, en el mismo lugar donde fue asesinado, y el de Montecristo. Lástima que uno de los bustos que se aprecian en la plaza, carezca de la placa con el nombre del ilustre personaje exaltado y mucho más que algunos parroquianos no conozcan su nombre e historia.

En esta oportunidad cambiamos de restaurante para el desayuno, así que optamos por dejarnos aconsejar del amable conductor de la buseta quien nos mandó al Palermo, atendido con lujo de detalles por doña Gloria. Entramos entonces en estado de “coma” para dar buena cuenta de huevos revueltos, arepa, porción de arroz, chocolate, pan, mantequilla y quesito entero exclusivo para la mesa. Ahora sí, atérrense: $3.500 el valor de cada desayuno. ¡Recomendado!

Puestos los relojes a las 9 horas, y bajo el manto de las oraciones y recomendaciones pedidas en el interior de la iglesia, dimos el primer paso de los “sincuenta” que nos esperaban. Las estrechas calles y los inertes balcones que reflejan el paso de los años con sus “arrugas” nos daban la quinta despedida, número de veces que El Santuario nos ha bajado la bandera para dar inicio a nuestras caminatas hasta El Peñol, la piedra, Marinilla y El Carmen.


Los 12 kilómetros que nos separan de El Carmen los disfrutamos por un camino veredal en buen estado, que arranca desde la misma autopista. De entrada las primeras casas campesinas, que vemos en abundancia, nos dan la bienvenida, todas ellas decoradas con hermosas y variadas flores que predominan en estas frías pero productivas tierras del oriente, como novios, besitos, begonias, primaveras, josefinas, conservadoras, bailarinas, azulinas, hortensias, conchitas, orquídeas, bella a las once, claveles, cartuchos, anturios, camarones crisantemas, geranios y hasta curiosidades propias de las amas de casa, como aquella penca adornada en sus puntas con cáscaras de huevo y que la hacen ver como una rara especie a los ojos del desprevenido observador.

No se hacen esperar los amplios paisajes con su generosa tonalidad de verdes que albergan el valle de San Nicolás, y con ellos los sembrados de papa, que por su tramado y verdor semejan un laborioso bordado de croché, de fríjol, maíz, hortalizas y moras de castilla. Hablando de moras, no hay caminata en la que no encontremos las que crecen silvestres a lado y lado de la carretera, que nos obligan a acercarnos para coger las maduritas; eso si, poniendo mucho cuidado de que no vengan con un grajo pegado como ñapa, como ya le pasó a Juanfer. ¡Uuuggggg!

Aparecen también estampas propias de cada camino, en este caso una enorme piedra con rasgos familiares parecidos a la que se encuentra en Guatapé, que incluye la infaltable imagen de la Virgen. Las tiendas no se hacen esperar, y con ellas los puestos de empanadas y buñuelos, estos sí con cintura de reina. Como un alto en el camino no se le niega a ningún caminante, paramos donde esperábamos encontrar a la amable propietaria que nos recibía con el característico “eavemaría, si que estaban como demorados para volver, ¿y que les pasaba, pues?” Pero esta vez no se oyó el cariñoso reclamo porque la agraciada tendera vendió el negocio y se fue a otros lados. De todas formas los nuevos dueños nos atendieron con esa amabilidad tan propia de nuestros campesinos.

Como me cogió la noche para comprar la bolsa de los bombones que repartimos a los niños en cada caminata, esta vez sólo disponíamos de dos para regalar, así que le dije a Carlos que la escogencia tendría que ser muy rigurosa. La primera fue una hermosa monita cuyos ojos hacían juego con el azul del cielo de ese momento. La segunda favorecida fue otra linda niña, hija de un campesino que en agradecimiento nos regaló las pocas uchuvas maduras (no eran más de tres) de la mata que crece al frente de su casa con el riego del polvo, y que él, con esmerada atención, cogió para nosotros. Con razón decíamos en ese momento que por fortuna nuestros campos están sembrados de muchos campesinos que encarnan la inocencia y la bondad.

Con cada paso nuestro va una palabra, y con ésta una frase que unidas hacen de nuestra caminata un completo periódico donde tratamos todos los temas de actualidad. No se nos escapa el comentario político, social o deportivo. Las discusiones sobre arte o religión. La situación general del país y de la ciudad merecen kilómetros adicionales de análisis y no faltan las caricaturas con los apuntes de Carlos, nuestro filósofo ambulante.

Muy cerca a El Carmen de Viboral comienzan a aparecer los cultivos de flores al aire libre, en los que predominan hortensias, pompones y boca de dragón. Estos cultivos están dotados de cantidad de lámparas que alumbran en la noche con el propósito de “engañar” a las plantas, haciéndoles creer que siempre está de día, lo que agiliza su crecimiento y florescencia. Esto hace, entonces, que el sembrado se asemeje a un campo de aviación de pequeños platillos voladores.

Con el rezo del Ángelus hacemos la entrada al pueblo, montados sobre uno de los modernos carros de bomberos que encontramos parqueado en la estación, pero sin hacer sonar las sirenas para no alterar la tranquilidad del pueblo, aunque en el parque principal nos recibieron con el infaltable reguetón como fondo musical a una bulliciosa promoción que estaba haciendo una cadena de almacenes. El Carmen, regido por los Betancur, los Alzate, los Hoyos y los Valencia, cuenta con casi 50.000 habitantes, quienes todos los días se dan el lujo de cambiar vajilla por el amplio mercado de cerámica que allí se encuentra. La Virgen del Carmen, a quien se le tiene endosada la amplia e iluminada iglesia, rige los caminos espirituales de estos pacíficos carmelitanos, quienes la veneran con mucho fervor.

Este próspero municipio tiene mucho para mostrar, resaltemos: el parque lineal El Pórtico, su plaza principal, el hermoso cementerio, su centro de convenciones, los parques la Alhambra y los Artesanos, el mirador de la Virgen, el templo de San José y la cantidad de fábricas de cerámicas. Igualmente el recinto de Quirama hace parte de su inventario de centros turísticos.

Terminado el descanso, que incluyó refrigerio con gaseosas, bocadillo y parva de pueblo, representada por cucas y rollos, iniciamos el segundo tramo hacia San Antonio de Pereira. A las 12 y 40 del medio día nos entramos por otra carretera veredal, que nos llevaría a través de igual número de kilómetros (12) por otros paisajes, otros cultivos y otras casas.

El paisaje sigue con los mismos verdes, pero cambia de entorno porque las montañas están más cerca, destacándose el cerro el Capiro. La región consta de varias vías terciarias que empalman con la carretera principal para La Ceja, lo que ha permitido la proliferación de hermosas fincas de recreo o para la cría de ganado. Esto hace que esta carretera sea más transitada y que a cada instante se oiga el grito: ¡Ojo, carro o moto a la vista!

Los cultivos del primer trayecto desaparecen y se abre el telón para las fresas, el aguacate, de gran auge por todo el oriente, y el eucalipto plateado, preferido para las exportaciones por su alto precio. Las rosas, crisantemos y gerberas son los consentidos de los floricultores. Su cultivo se hace bajo extensos invernaderos que desde lejos parecen ciudades de plástico.


En un tramo nos encontramos con una caravana de cuatrimotos que venían a la lata y sin respetar pinta, como dicen los muchachos, dejando a su paso una cortina de polvo, prima hermana de la de humo, tan famosa por estos días. Hasta da susto encontrarse con esta gente, por que vienen ataviados como si fueran extraterrestres, además de lo empolvados. Más adelante nos encontramos un grupo de muchachos montando en bicicleta. La conclusión, entonces fue muy sencilla, cada edad en lo suyo: los muchachos en bicicleta, los jóvenes en cuatrimotos y los cuchos a. Eso sí, adivinen quiénes disfrutamos más la actividad.

Los apacibles y silenciosos riachuelos nos indican que nos estamos aproximando a nuestro objetivo. En efecto, a las 3 y 30 plantamos cayados en el corregimiento San Antonio de Pereira, famoso por sus empanadas, los primeros sábados del bolero, sus estaderos, restaurantes y mecatiaderos. Hay que destacar las urbanizaciones de hermosas casas, que traen consigo toda clase de negocios y centros comerciales, aporte al progreso y desarrollo de las personas que allí ganan su sustento.

Luego del obligado descanso, después de seis horas de “pedaleo”, y del refrigerio con nueva tanda de gaseosa, cogimos una moderna buseta hasta Rionegro, más con el afán de llegar temprano a nuestras casas para ver el partido de Colombia ante Uruguay, así estuviéramos advertidos y cantaleteados por Juanfer de que íbamos a perder por dos goles contra cero.

Más se demora el conductor en entregar la devuelta del pasaje, que en llegar al centro de Rionegro, atestado a esa hora por buena parte de los 100.000 rionegreros que han convertido el otrora apacible pueblo donde nos compraban los zapatos, en una ciudad que ya no necesita mostrar la cédula para entrar a películas para mayores de edad. Sitio de visita obligada es la catedral de San Nicolás el Magno. Allí apreciamos el mausoleo donde reposan los restos de Juan del Corral. Luego de agradecer los beneficios recibidos, pasamos a la plaza, para admirar el monumento a José María Córdova, imponente obra del maestro Rodrigo Arenas Betancur, en bronce fundido.


Preguntando fuimos a parar al restaurante el Paisa, que resultó de todo nuestro gusto. Allí vimos por la tele los goles del partido entre Argentina y Paraguay, al calor de una deliciosa sopa campesina (anoten la receta: papa capira, nevada y criolla, en caldo con sustancia de carne y recortes de tortilla de huevo) acompañada, sin exagerar, con medio kilo de carne molida. De sobremesa, claro helado, servido en tasa de la que debe ser y bocadillo envuelto en guasca.

Por fortuna las busetas estaban a la vuelta de la esquina o si no hubiéramos tenido que pedir una ambulancia para Olayita porque llevaba la siesta en las pestañas. Esas busetas de Rionegro salen como hormigas arrieras, una detrás de otra, así que en dos chupadas de paleta ya estábamos en la autopista rumbo a Medellín, a donde llegamos en menos de una hora.

En la estación Universidad rematamos en el metro con destino a nuestras casas, cansados, obviamente, pero descansados de espíritu con tanta belleza. Y claro, inocentes de que el pronóstico de Juanfer sobre el partido estaba a noventa minutos de hacerse realidad, ¡Bendito sea Dios!

¡Hasta la próxima!

Jorge Iván Londoño Maya

Caminata El Trapiche (Girardota) - Donmatías

Fecha: sábado 30 de agosto de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, José María Ruiz Palacio, Jorge Iván Londoño Maya y Juan Fernando Echeverri Calle.

Nombre: Belleza, paisaje con ruta de leche, maquila, fe y Esperanza

Así, sentaitos y sin hacer mucho espaviento, les quiero tirar éste trompo en l’uña, con ésta preguntica: ¿Qué municipio, fundado en 1787, con el nombre de San Andrés del Espinal por Don Antonio Mon y Velarde, a 49 kilómetros de Medellín, a una horita en carro, a 2.200 m.s.n.m. y con una temperatura de 16º C , 182 Km2. Y 16.500 habitantes, puede ser denominado como La Roma Paisa? Pues claro, alcancen la estrella es el mismo; Donmatías, el hermoso municipio del norte antioqueño, que hoy nuevamente fue la meta de los caminantes todo terreno, en nuestra caminata No. 154, luego de cubrir aproximadamente 24 kilómetros, partiendo desde le peaje El Trapiche (Girardota) Paren bolas y verán.

Como ya es casi que un ritual sabatino, los caminantes Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Jorge Iván Londoño Maya, José María Ruiz Palacio, Juan Fernando Echeverri Calle y con la ausencia física por motivos laborales y familiares de Carlos Alberto Olaya Betancur, a quien metimos en la hamaca de nuestros afectos espirituales; nos encontramos en medio de una mañana fría y remojada, en la recién remodelada estación Niquía de nuestro Metro.

Allí, luego de ingerir un desayuno tipo vuelta de canela, en la cafetería "la cafetería" ahí en los bajos de la citada estación, consistente en café con leche acompañado de buñuelo nada estilizado, papa o empanada al gusto, nos dirigimos al acopio de los taxis colectivos, donde luego de negociar el valor del flete hasta el peaje “El trapiche”, abordamos un vehículo bastante bien tenido y conducido por un impecable piloto, no “chofer” que es otra cosa, quien fue felicitado por el aseo de su carro, ya que simple y llanamente relucía, además de la comodidad en que nos tocó tomar asientos, sin cargar a nadie y sin soportar el codo del vecino en las costillas, todo gracias al aporte que nos hizo Carlos “Polaroid” Olaya con su forzada ausencia, y así, a buena velocidad, autopista norte enfilada y tomando la doble calzada Bello Hatillo, que está quedando hermosa y funcional, con unos taludes bien trabajados y protegidos, para evitar esos derrumbes que suceden en Las Palmas , nos bajamos ahí en el peaje, para economizar el mismo al amable “piloto.”

Apeados en el sitió, y luego de caminar unos 400 metros hasta donde se ubican los viejos silos inflables que pertenecieron en otra época a La Federación Nacional de Cafeteros, tenidos sobre el campo, cual marrana alimentando cría y rodeados de algunos ejemplares de ganado cruzado, iniciamos nuestro camino siendo las 7:42 a. m.

Por una carretera estrecha, bien pavimentada, empinada y mostrando “desde el desayuno” lo que sería la patoniada, fuimos avanzando sobre un terreno mojado por las lluvias constantes, las cuales ya exceden todo límite y que vamos a llevar ante una oficina de reclamos; no obstante haber escampado y así con un cielo totalmente oscuro, un ambiente nublado y frío, reparábamos los chagualos, pinos, yarumos, chingalé, araucarias, eucaliptos y otras especies que servían de escuderos a nuestra marcha.

Estábamos sobre la vereda La tasajera, donde se ubica una base de nuestro Glorioso Ejército Nacional y una subestación de las EPM. Fincas muy bien tenidas y hermosas, otras menos hermosas, pero agradables, uno que otro parroquiano que se entregaba a buscar su jornal y los infaltables canes en el camino, esos que hacen bulla a nuestro paso y que ahogan el canto de los pájaros, de los cuales vimos mirlas, azulejos, pinches, torcazas y otros ejemplares, que no se dejaron ver muy bien por lo que no supimos si eran tucanes (no los hay en nuestra región), toches, carraquíes, gulungos o lo que sea “alado”, pero pájaros de todas formas, que lugar a dudas dan un toque especial al medio ambiente, así sean los humildes garrapateros.

Pronto se nos acabó el pavimento del camino, el cual ya venía mostrando cierto deterioro, así como un marco a lado y lado, de pequeños arroyos arrastrando aguas aparentemente “negras”, lo cual llamó poderosamente nuestra atención, ya que es algo que contribuye a la contaminación ambiental y que no tiene razón de ser. Excelente el clima para caminar, el sol metido entre las negras nubes, apenas dejaba ver un reflejo redondo brillantemente disimulado entre las mismas, como un ojo del creador en las alturas, y en horizonte nubes, neblina, nubes y lejos, muy lejos algún pico de alguna montaña, que lograba escapar por encima de los pañuelos naturales, esos que amordazan la hermosura de la naturaleza y el paisaje, para tornarla fría y tristemente bella. En los pastizales, las andantes manchas blancas y negras del ganado de leche, tan abundante en la región, y abajo la Giradota pujante con su fe y su milagroso.

Todavía en la vereda La tasajera, pero próximos a salir de la misma y con la presencia de algunos pantaneros, nos encontramos con el primer derrumbe de alguna proporción, suficientes para interrumpir el tránsito insipiente de la vía, gracias al desprendimiento de tierra y de dos piedras, una de regular tamaño y otra bastante grande, las cuales estaban siendo atacadas por una cuadrilla de obreros y campesinos, quienes con pesada almádana en mano golpeaban la piedra sin esperanza, ya que ésta ni se mosquiaba, ni medio se resentía, es decir, parecían cualquier iluso parlamentario de la oposición, atacando la firmeza del Presidente Uribe, sin argumentos y sin resultados.

Pasado este derrumbe, tomamos nuevamente el pantanoso camino lavado por las constantes lluvias de un invierno que no culmina, sacándonos de nuestro rítmico caminar, la belleza de las flores y del paisaje, el cual poco a poco fue despertando al sol que ya calentaba, el plomizo cielo que se llenaba de azul. Las montañas y llanuras lejanas, que se cubrían de todos los verdes que existen y los por inventar, y las colinas con pedacitos de esos pañuelos blancos vaporosos, pegados de sus laderas, como aferrándose a lo que no se quiere soltar, nos pintaban el más hermoso de los panoramas sobre un lienzo azul intenso, cargado de oxígeno concentrado y enmarcado por esas alamedas que sobresalen en el perfil de la montaña y que es imposible describir sin profanar la belleza de quien todo lo ha creado con su pincel inmortal

Comentario va, comentario viene, admiración, fotos de la cámara de Josema, quien las toma por generación espontánea sin fallar un trazo. Casitas campesinas, el humo de los fogones que se enrosca sobre el paisaje, algunos arroyos cantarinos, cultivos de maíz, cebolla junca, papa y bosques naturales, además de cuadrillas de obreros que bajaban por la trocha, con palas y azadones al hombro, para ayudar a despejar el derrumbe dejado abajo, para que los carritos de sus patrones puedan continuar su marcha, así ellos poco importen.

Sobre las curvas del camino, convertidos en improvisados miradores, el paisaje se repetía continuamente a nuestra mano derecha. La panorámica de Girardota, como inamovible y repetida, con sus fábricas e industrias vomitando su negro humo contra el cielo y en primer plano a la distancia, el río Medellín crecido, con sus aguas de color marrón amarillento, las cuales desbordadas de su cauce, inundaban los pastizales donde se levanta normalmente ganado vacuno, borrando sus meandros de un solo corrientazo y cambiando el paisaje en inmensas lagunas. ¡Ufff carajo si hemos subido!!

Ascensos, bajadas, columpios que quieren mecer o mejor moler el físico de los caminantes y de pronto…., de una de aquellas fincas, tres perros que en desbandada y ladrando nos quieren amedrentar y cerrar el paso, llamando nuestra atención, uno de color amarillento, medio labrador criollo o criollo con nada, cuya dentadura mostraba dos inmensos colmillos, cual jabalí de “La Perrilla”, metiendo algún miedo a los caminantes, ya que ese animal, en lugar de morder, debía de embestir y ahí la cosa si se pone complicada.

Doce del día, el infaltable Ave María encabezado por el Lobato Jorge Iván e iluminado por el “monito Jaramillo” que ahora si sabía para que eran sus parrillas en alto, pero sin hacernos daño; no obstante a estas alturas, el Zuluaguita reclama con insistencia su “cervecita”, la cual estaba como esquiva, como esquivas eran las fondas y las tiendas; no obstante como no hay deuda que no se cumpla ni cervecita que no aparezca, también llegó el turno de refrescarnos, ahí al ingreso de la vereda de las ánimas.

Santuarios, capilla, más casitas, más cultivos, pájaros, humo en los techitos; campesinos y pantano y al frente, un camino que se empinaba como queriendo calcular las doce del día ya pasadas, sobre el azul firmamento que cada vez y a cada instante más se despejaba, mostrando un paisaje que si bien se iluminaba, poco cambiaba, ya que Girardota allá abajo, nos seguía acompañando sin dársele nada.

La imagen hermosa y humanamente animal, fue el haber encontrado en el camino, un campesino que arriaba su vaca holstein, negra lucero y a su lado un ternerito, exactamente igual a su madre, el cual tambaleándose seguía a su progenitora y que sólo contaba con tres horas de nacido, pero que tenía la suficiente autonomía y fortaleza para quererse separar de su dueño y de la vaca y pasarse por un alambrado, recordándonos lo débil que es el hombre, sin lugar a dudas, “el animal” más indefenso de la creación. Poco a poco fuimos avanzando, dejamos atrás las Animas , a las cuales, por olvido, ni un padre nuestro brindamos y seguimos nuestra marcha, que ya empezaba a cristalizar sobre nuestro cansancio el punto de llegada, amenizando nuestros pasos con nuestra constante charla y carreta, de esa que cambia de hilo, tono, color y tema a 100 lanzadas por minuto.

Hasta tiempo se sacó para recordar y felicitar a Doña Lalita Zuluaga de Zuluaga, madre de Luis Fernando, Doña Nubia Maya de Londoño, madre de Jorge Iván y a Doña Alicia Betancur de Olaya, madre del Carlitos, quienes estuvieron de cumpleaños en agosto 28 y 29.

Bonita, muy bonita la caminata y exigente por los ascensos, los cuales estaban haciendo de la suyas sobre la humanidad de JoseMa, pero como el camino tiene principio y tiene fin; ¡coronamos!! fue la exclamación del Zuluaguita de “Triana”, quien con su derecha levantada y su índice de frente sobre el paisaje, nos mostraba allá en el horizonte, las rojizas construcciones de Donmatías y las torres de su iglesia.

Todo fue pan comido y así pisoteando el mismo empedrado y pantanoso camino, asimilando y admirando el hermoso paisaje, con sus hatos de ganado lechero de la raza holstein y bajo ese sol generoso con sus rayos y su calor, nada fatigante, entramos a la Roma Paisa, la capital de la maquila en confección y bluyinería en índigo, para dedicar a la exportación, aporte importante de su economía, pero afectada en alguna medida por la revaluación del Cop vrs USD y que tanto daño ha hecho, pero que el optimismo de la gente, la confianza y las ganas de seguir adelante, le hacen el quiebre con volumen y estrategias que les permite continuar en la lucha.

Eran las 2:05 p. m. Cuando iniciamos nuestro ascenso hacia el parque principal, por una calle bien tenida y no muy amplia, luego de pasar el Histórico Puente de Zea, bajo la mirada curiosa y amable de los moradores, para ingresar al parque, adornado con algunas araucarias, su tradicional kiosco, un comercio muy activo y en un costado un busto de Bolívar y al fondo imponente, la hermosa iglesia de Nuestra Señora del Rosario, de estilo neogótico, con sus columnas en mármol y en sus afueras, el busto de Monseñor Miguel Ángel Builes , controvertido obispo, quien dígase lo que se diga, dejó huella, hizo historia e hizo honor de aquello: “que obras son amores y no buenas razones”, ya que negarlo sería injusto.

Igualmente se cuenta con el busto de Francisco Eladio Barrera, pero nos extraña, salvo error, omisión o desconocimiento, no ver un busto en homenaje al profesor Luis López de Mesa, hijo preclaro de Donmatías, aunque la casa de la cultura si lleva su nombre. Ingresamos al templo, admiramos su belleza en dorado, sus pinturas, sus imágenes, sus columnas y sus trabajos en mármol y hasta oportunidad hubo de subir al pulpito, ese mismo desde donde Monseñor Builes, tanta controversia originó con sus sermones, “esos que caían como guantes para que te los chantes.”

Saliendo del hermoso templo, nos dirigimos a la oficina de transportes, donde hasta tiquetes para el metro se venden, dado que de esta localidad se desplaza mucha gente a Medellín y viceversa y hacen la conexión con el mismo; donde muy amablemente se nos reservaron pasajes para las 3:15 p. m.

Y así tranquilos y sin afanes, mientras admirábamos los edificios de tres, cuatro y cinco pisos, la infraestructura hotelera y turística, la industria instalada, las hermosas casas del parque, floridos balcones y las lindas mujeres , nos dirigimos al Restaurante Ferchos, donde atendido como lo que somos: Unos príncipes, nos sentamos a manteles, para devorar cuatro platos consistentes en sopas de guineo, arvejas, rollo de carne, sobrebarriga, arroz, arepa, tajada de plátano, ensalada, cerveza, avena, claro de mazamorra, todo repartido al gusto y a unos precios muy cómodos.

Llenitos, agradecidos y medio pesados por las viandas consumidas, con paso lento, volvimos a la oficina de transportes, para reclamar los pasajes, dar una última mirada al parque y a sus alrededores, admirar las mujeres de éste pueblo con pinta de ciudad y gran potencial turístico, donde se ofrece la represa de Río Grande II, el sendero ecológico mirador de la torre, la Casa de la Cultura, el Cerro Cristo rey, Puente Bolívar o de los Leones, el Puente de Zea, los talleres de confección, la reserva natural Los Salados, trapiches paneleros, Capilla de San Andrés y otras atracciones más, que hacen de Donmatías, un lugar especial en la ruta de la leche.

Abordamos una hermosa buseta, “enrazada en bus” , de color blanco y verde, placas TDH502 de la empresa Cooperativa de transportadores del Norte de Antioquia, la cual muy cumplida arrancó rauda, con su carga cansada, repleta de ilusiones, felicidades y esperanzas, para dejarnos luego de una hora y cinco minutos, en la Estación Niquía, donde abordamos nuevamente el Metro, para dirigirnos a nuestras viviendas a rumiar los recuerdos y experiencias de éstas caminatas e ir pensando en la próxima, si el superior permiso lo permite.

JUAN FERNANDO ECHEVERRI C. (JUANFER)