UN LIENZO ENMARCADO EN SIETECUEROS Y BELLEZA, PARA LUIS FERNANDO MUNERA LOPEZ

Caminata Santo Domingo - San Roque.

Caminantes:

Luis Fernando Zuluaga

José M. Ruiz

Juan Fernando Echeverri

Bajábamos rumbo a Medellín, los tres caminantes y amigos a bordo de una buseta de Coopetransa, un poco cansados pero felices con esta nueva experiencia y esta hermosa caminata que habíamos culminado en el municipio de San Roque, llamado el “Embrujo de las Aguas Cristalinas”, hermoso y apacible poblado que no conocíamos ninguno de los tres, es decir, otro más para nuestro morral.

Comentario va, comentario viene, admiración por el paisaje, que la iglesia que la gente, cuando por allá casi que a la altura de Porce, sonó el celular de Josema, quien presuroso procedió a responder: ¡Alo!! Hola Elbacé… ¿Cómo estás? No fregues, ¿LuisMú? Que vaina carajo, como quien dice delicado el asunto… Si… claro… no… ya casi llegamos… sí… Nos mantenés informados y colgó.

Muchachos, que a LuisMú, lo tuvieron que volver a hospitalizar y lo tienen que operar, ya que el asunto parece delicado… ”No hablamos más, ni una sola palabra” como en el duelo del mayoral, ya que la tristeza y la preocupación se apoderó de nosotros, dañando la felicidad y satisfacción que traíamos ante el recorrido que habíamos hecho desde Santo Domingo a San Roque.

Efectivamente nuestro gran amigo, decano, contertulio, ejemplo de vida y caminante ocasional, había recaído en unas dolencias gástricas que se le manifestaron a principios de la semana, debiendo ser hospitalizado. Me refiero a Luis Fernando Múnera López (LuisMú), a quien quiero o mejor queremos dedicar lo vivido en la caminata y toda la hermosura en ella reflejada, como “un lienzo enmarcado en sietecueros y belleza”. Paren bolas pues y no me hagan mucho tropel:

En un hermosa mañana que se dejaba descargar sobre el Valle del Aburrá, con unas montañas límpidas, un cielo azulosamente tímido y un sol que desparramaba sus brazos, sus rayos y su leve calor para resaltar la vida sobre la vida, siendo las 6.00 am. y luego de haber tomado café en un negocito cualquiera de la Terminal del Norte, iniciamos viaje repetido hacia “La Cuna del Costumbrismo”, el municipio de Santo Domingo.

En un dos por tres y a buena velocidad, gracias a la carretera en buen estado, al veranito y a la pericia del conductor, bien” apachurrados” en una cómoda buseta de Coopetransa, ingresamos a la patria chica del Maestro Tomás Carrasquilla. No sentimos el viaje, no obstante el suscrito, había metido en el morral unas cinco o seis bolsas plásticas de buen tamaño y en buen estado por si las moscas, es decir, por si la devolución del servicio, ya que al perro sólo lo operan una vez.

En medio de parroquianos que no escatiman el saludo, de toldos de mercado, bullicio alegre y excelente clima, caminamos hacia la iglesia de Santo Domingo, para dar gracias al Gran Arquitecto mediante elementales oracioncitas, de esas que salen de adentro y se elevan solas a su destino.

Volvimos nuestros pasos bajo el clic de la cámara de Chema y la siempre alegría del Zuluaga, para cruzar por un costado del parque, repasando la fuente de los perros, las casas con sus hermosos balcones floridos, el mercado, la casa donde nación Don Tomás Carrasquilla, hoy sometida a una lenta y desesperante restauración, dado que será “Casa de la Cultura”. Hágale que es fiesta mijitos, allí está el Restaurante Doña Rosa, para donde nuestros cayados salen solitos y donde ya somos clientes fijos para el desayuno.

Atendidos como verdaderos reyes, pronto estábamos frente a tres “alegres” platos sin tigres, con huevo revuelto, arepa, mantequilla, quesito, porción de frisoles, chorizo, quesito y taza de chocolate para Chema y Juanfer. Lo mismo para Zuluaga pero con porción de hígado.

Pelea de “Uribe con Senador del Polo”, ya que no dieron un brinco los citados alimentos, esos que agradecidos recibimos y muy merecidamente.

Pagamos la cuenta y en medio de suspiros y uno que otro disimulado eructo, salimos por la calle 17 hacia abajo. Empinada la endiablada, con decirles que se rueda una gelatina, la cual nos fue llevando hacia una iglesia que se divisaba allá abajo, la misma que al llegar a ella nos sorprendió por su belleza, quedando a merced de la cámara de nuestro fotógrafo.

Estaba cerrada. Se ve algo abandonada, lo cual resalta más, gracias a una fea y peligrosa grieta que cruza en forma casi vertical su frontis, desde la base de la torre, hasta el arco de la puerta principal, el cual ya se encuentra partido.

Indagamos a una señora por el nombre de la iglesia o capilla y no nos supo decir. Luego a un señor y nada. A dos señores que venían a caballo y menos. No friegue pues, que desespero y piedra la que nos da ante la ignorancia y desinterés de la gente por sus cosas y esa falta de sentido de pertenencia.

En esas, una señora que hacía aseo a su casaquinta, ahí junto a la iglesia y que tiene en su jardín los curazaos o veraneras con las flores más hermosas y grandes que hemos visto de esa especie, luego de saludarnos nos dijo, que era la Iglesia del Corazón de Jesús. Que no sabía cuántos años tenía, pero que eran bastantes ya que siempre la había conocido.

Asintió sobre lo descuidada que se encuentra, manifestando que a la gente no le gusta colaborar y que el Padre poco se preocupa por arreglarla. (Sí Padre, no la arregle y verá que se le cae…pero si la arregla: ¿Entonces para que pide?, pensé para mis adentros).

Seguimos nuestra marcha rumbo al Municipio de San Roque nuestro destino predefinido, por carretera destapada. Casitas a lado y lado con sus hermosos jardines, Unas bien tenidas, otra no tanto, llamando nuestra atención una que está para la venta, la propia como para disfrutar la jubilación coincidimos Chema y Juanfer.

A un ritmo fino, “mezcla de paso de perseguido y decano historiador”, devoramos el empedrado que maltrataba nuestros pies, debido a la piedra gruesa y suelta del camino, ese que a cada paso nos internaba hacia un paisaje que se extendía hacia el horizonte, ya que allí no hay alta montaña.

Cadenas de colinas que dejan ver toda la hermosura del paisaje, enmarcado a lado y lado del camino por la presencia de sietecueros en flor y árboles de guayaba repletos del delicioso fruto maduro, el cual hizo las revivir las pueriles delicias infantiles de los caminantes. Arriba el cielo impecable y un sol generoso, hacían del entorno un conjunto admirable a nuestros ojos.

Algunos pájaros revoloteaban a nuestro paso, los primeras fuentecitas de agua cristalina, pequeños bosquecillos de naturaleza nativa con maderables a la vista, potreros bonitos para el levante de ganado y seguidilla de casitas campesinas con sabor a nostalgia y a pasado, que parecían recostadas a la vera del camino esperando quien escuche sus quejas y sus historias idas.

Así, fuimos poco a poco tragándonos toda la extensión del camino empedrado y matador en la vereda El Rayo y mientras más avanzábamos, más bajo era el relieve, ese que generosamente daba vista y paso a nuestros ojos, para admirar tanta belleza.

Niñitos en la vía que recibían bombombunes de manos de Chema, y de Zuluaga, la mejor de sus sonrisas y seguíamos de largo con nuestro paso devorador, sin perder detalle del entorno y sus simples adornos que sumados hacen maravillas para nuestro deleite. Perros que hacen pereza en las portadas de las fincas y escasamente se percatan de nuestra presencia y otros que endiablados arremeten contra nosotros ladrando y mostrando sus colmillos, pero que retroceden veloces con sólo ver nuestros cayados. Palo que han recibido afirmaba Zuluaga.

Vereda La Balastrera y el paisaje siempre uniforme, como uniforme las piedras sueltas que atormentan las plantas de nuestros pies, pero no nos rendimos ante nada. Arriba el sol casi que en todo su esplendor, pero tolerable, ya que el día parecía hecho para caminantes y que se matizaba con las aguas abundantes y cristalinas de las quebradas a nuestro paso.

Falta que hacen nuestros compañeros ausentes por fuerza mayor: Carlos Alberto Olaya B. y Jorge Iván Londoño M. pero ahí está mi Dios echando sábados para volvernos a reunir.

Bote corriente que no nos falta, cambie de tema, revuelva con la sana discusión que nos asiste, el sano regaño que nos une y vuelva pasos atrás para retomar un tema interrumpido. Doce y tres minutos del día y Zuluaguita manda a quitar gorras para entonar el Ave María y seguir nuestro camino, adobado con agua fresca, granadillas y mandarinas, viandas que compartimos con La Milagrosa y el Padre Calixto quienes van bien acomodados en nuestro morrales.

Vereda La Quebradona, sin lugar a dudas en ella nace la quebrada del mismo nombre, que tuvimos oportunidad de conocer en nuestra anterior caminata por La Estación Sofía; rica en aguas y con una corriente fantástica, lo cual puede dar origen a su nombre, es decir, sólo le falta un arroyito para ser graduada de río.

Guayabos, sietecueros, liberales, maderables, tomate de árbol, naranjos y limonares adornaban en forma uniforme el camino y embadurnaban el paisaje, para seguir tragando camino casi siempre en descenso, ya que sólo algunos repechos pequeños habíamos encontrado en el trayecto.

Un aviso tremendamente oxidado y casi ilegible, daba la “bienvenida” al Municipio de San Roque, en plena vereda Santa Bárbara, donde seriamos caminantes, visitantes y turistas. Fundado en 1880 bajo el nombre de El Barcino, perteneció a la localidad de nuestra Señora de Los Remedios, dependió de Santo Domingo y en 1884 fue elevado a la categoría de municipio.

Tiene una extensión de 441 Km2, en los cuales se acomodan “los unos encima de las otras”, unos 23mil habitantes, quienes disfrutan de una agradable temperatura promedio de 21ºC a una altura de 1.475 m.s.n.m. y separados de Medellín por 108 kilómetros de “buena” vía que se recorre en tres horitas.

San Roque, como ya se dijo es llamado “Embrujo de Aguas Cristalinas” y es que cuenta con el embalse de Jaguas, la Cascada Providencia, Planta la Rebusca, Río guacas Abajo, Baños Santa Rosita, Alto del salvador y… ¡San Roque a la vista! Exclamo Zuluaga como siempre, ya que tiene el palito para descubrir las culebras en el camino y los pueblos a nuestras llegadas.

Efectivamente, en un recodo del camino y a distancia escasa, pudimos observar como sobresalía por encima de un pequeño barranco, el agudo minarete de la iglesia del pueblo. ¿Cómo? Ya se nos acabaron los veintidós kilómetros. Ni nosotros mismos lo creíamos, ya que el tiempo empleado estaba muy por debajo del presupuestado.

L a piedra suelta fue desapareciendo de nuestros pies, las casitas aumentaban a lado y lado del camino y cuando menos lo pensamos, estábamos en la entrada principal del pueblo. Una calle larga y encementada, con grietas y remiendos sobre los remiendos, donde los vecinos del lugar nos brindaban su saludo entre admirados y desconfiados.

En medio de casas añejas y bien tenidas fuimos avanzando y a cada paso el bullicio llegaba a nuestros oídos, mezcla de bulla y música lo que nos fue guiando hasta el parque principal. Con razón estaban en las Fiestas de la Cordialidad y del Retorno. El gentío era inmenso. Vallas de “Anfitrión” por todas partes (país de borrachitos), toldos y carpas, fritangas, alegría y bulla.

Qué bonito el Municipio de San Roque. Su parque amplio, arborizado, rodeado de casas hermosas con sus balcones y su colorido y comercio abundante. Arborizado, con su fuente en el medio y al fondo, majestuosa e inmensa y construida en ladrillo se dejaba ver la Iglesia e San Roque medio tapada por la arborización, lo cual impidió a nuestro fotógrafo unas fotos al gusto de su ojo. Un detalle para resaltar y como cosa curiosa: El reloj de la iglesia estaba funcionando perfectamente.

Dirigimos nuestros pasos hacia la casa de Dios. Hermosa y encantadora. Sus naves y altares toda una obra de arte, su techo alto cruzado por cerchas tipo espina de pescado, en madera y muy similares a la iglesia de Yolombó; más pequeñas pero más altas y no exageramos si decimos que tiene su parecido con la Metropolitana de Medellín. En su interior la gente, especialmente jóvenes, laboraban sin descanso organizando bancas, pendones, y adornos, ya que enseguida, se celebraría una misa de sanación, posiblemente para “pedir por los pecadores que afuera se revolcaban en medio del licor y del olvido”, como podrían pensar muchos.

Foto va, foto viene. Comentario va y comentario viene…Que caminata tan linda y que pueblo tan bonito y chévere. Salimos al parque en medio de la gente y observamos los carros (equipos) de Teleantioquia, ya que con motivo de las fiestas se estaba filmando un musical y el programa “Venga a mi Pueblo”.

En una de tantas carpas, detuvimos nuestros pasos y tomamos asiento, además de alguna cosita para calmar la sed. Hicimos un recorrido por el pueblo y gracia nos causo el saber, que una de las calles, atestada de gente a lado y lado, la estaban encerrado con manilas, ya que en pocos minutos se haría una carrera de marranos, es decir, se preparaba el marranódromo y selle sus formularios del 5 y 6. Estos paisa carajo, pensé para mis adentros, mientras recordaba el burródromo en las fiestas septembrinas en la U.P.B. de Medellín, años ha…

Pasamos a la Flota para garantizar pasaje de regreso. Lo compramos para las 3 pm. y apenas eran algo así como la 1:35 pm. Dimos un vueltón, admiramos las casas y obviamente entramos a conocer la muy hermosa casa de la cultura Julio Valencia Medina, artista empírico natural de San Roque, quien se distinguió por su amor al arte y a la cultura, siendo gran impulsador del mismo en el pueblo.

Afuera nuevamente, nos dirigimos al parque, que como cosa rara no tiene un monumento a Bolívar o a otro pro hombre, ya que todo parece indicar está guardando el espacio para en un futuro cercano, hacer el del Presidente Uribe.

Pedimos referencia sobre un buen restaurante y nos recomendaron uno especializado en pollo. Para allá nos dirigimos y estaba vacío. Tomamos asiento en unas mesas a manera de tablón con unas sillas duras, altas e incómodas y en un momento estaba el establecimiento lleno. Que espalda tenemos Los Caminantes, pero nada que nos atendían, por lo cual recogimos nuestros cayados y morrales, sacudimos el polvo de nuestro calzado y buscamos la lata en otro restaurante ahí en el parque.

Allí, atendidos por dos hermosas chicas, disfrutamos de unos buenos platos de sopa con carne molida, arroz, papitas a la francesa y arepa y bebida sal gusto. Hablado de chicas, no dejaron gratamente impresionados las mujeres de San Roque. Que cosecha y que bellezas.

Igualmente nos llamó la atención la gran cantidad de motos o motocicletas existentes en el pueblo. Nunca habíamos visto otro con tal cantidad de esos vehículos, muchos manejados por lindas jovencitas que parecían salidas de un afiche publicitario.

Terminamos de almorzar y ya se había acabado la carrera de marranos y estaban desbaratando el marranódromo . Ni siquiera nos preocupamos por conocer el resultado de las quinielas y salimos para la flota a tomar el bus, pero su rastro estaba frío. Según nos dijo Blanca, la amable administradora además de excelente guía de turismo, tendríamos que ir casi dos cuadras abajo donde estaba esperando, ya que el gentío impedía su paso.

Así fue. Con un dejo de nostalgia y convencidos de que tenemos que volver a San Roque, ante la bonita experiencia, la hermosa caminata y la belleza del pueblo. Eran las 3:05 pm. cuando la buseta inició su rodar hacia Medellín, vía Cisneros, recorrido que hizo hasta dicho Municipio sin parar y siguió derecho.

En el camino, el cual contaba con la presencia de nuestro Glorioso Ejército Nacional, cuidando y protegiendo a los ciudadanos de bien y garantizando la paz, hicimos mil planes y conjeturas para futuras caminatas por la región.

Al paso por el corregimiento de Santiago, perteneciente a Santo Domingo y donde duerme su sueño intranquilo, el Túnel de la Quiebra, con sus 3.472 metros de inútil extensión ante la carencia del cha cha cha cha del tren, nos extrañó el color de la iglesia de la torre. Está pintado como de un azul cuasi violeta, ya que le están cambiando el amarillo vital que hace rato luce, no obstante me enteré que el trabajo quedó interrumpido, dado que a los pintores, señores del lugar, les pagan a dos mil pesos el día…y ni por el chiras se le miden a esa labor por tan “escandalosa” suma.

Que día y que tarde, que caminata. Que viaje por esa excelente carretera y a muy buen paso. Las ventanillas del bus, fueron ese espacio que le permitieron a Chema hacer del recorrido una pasarela ,para lograr sus fotos, llenas de calidad y hermosura, por la que desfilaba el paisaje de la mano del sol que poco a poco y en medio de un manto rojizo se escondía entre los picos de la cordillera.

Nuestra alegría fue tronchada por la llamada inesperada de nuestra querida amiga, la columnista estrella de EL COLOMBIANO (POR ENCIMITA), Doña ElbaCé Restrepo G. informando sobre la enfermedad de nuestro decano, amigo, maestro, contertulio y ejemplo de vida: Luis Fernando Múnera López, como ya se dijo al inicio de esta crónica y quien vibra con todo lo bello y que con seguridad lo hará cuando recupere su salud, porque Dios es grande y misericordioso. Para Luis Fernando es todo este hermoso recorrido de dromómanos enamorados de la naturaleza, que s recogimos todo lo hecho, visto y vivido en nuestra caminata número 192 para plasmarlo en UN LIENZO DE SIETECUEROS Y BELLEZA.

Hasta la próxima con el Superior Permiso.

Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer)

Vea más fotos en:
http://picasaweb.google.com/sietenpunto/SantoDomingoSanRoque#

TODO POR UN SANCOCHO.

Yolombó - Estación Sofía.
Él me dijo que lo invitara a caminar otra vez con los TTs. e inclusive decidimos la ruta Yolombó – Sofía a sugerencia suya…
Él me dijo que saliéramos tempranito para que nos rindiera el día y además que llamaría a su padre que vive en la Estación Sofía del antiguo Ferrocarril para que nos tuviera listo un buen sancocho para el almuerzo.
Él me pidió que para estar seguro de que no lo cogería el día, yo mismo lo llamara tan pronto despertara a las 4.30 am para encontrarnos a las 5.15 am en la estación Itagüí y de ahí en 25 minutos estaríamos en la estación Caribe de nuestro Metro desde donde junto a Zuluaga y Juanfer, dada la ausencia forzosa de Olaya y Londoño, partiríamos rumbo a Yolombó en el Nordeste Antioqueño a las 6 en punto… Todo milimétricamente calculado para no tener afanes ni tropiezos.

Lo llamé justo a las 4.30 am. y a las 5.10 llegué a la estación Itagüí suponiendo a Pedro ya ahí esperándome… ¿Quién dijo miedo? Pedro por ningún lado. Lo llamo por teléfono y me contesta desde su casa todavía diciéndome que está esperando el colectivo.
Dado que los buses para el Nordeste salían cada hora, no vi inconveniente en que el hombre llegara tarde, por lo que le dije que listo, que lo esperaba. Desde donde él vive el colectivo tarda unos 15 minutos en llegar a la estación y él me dijo que en 5 minutos llegaría…
A las 5.30 llega con una sonrisa de oreja a oreja diciendo que llegaríamos a tiempo de tomar el bus de las 6 am. El Metro tarda entre 20 y 25 minutos en llegar a Caribe desde Itagüí, pero todavía nos faltaría llegar hasta el sitio de embarque. A las 5.58 estábamos en Caribe, pero pensando en la posibilidad de que alcanzáramos a llegar a tiempo, habíamos concretado con nuestros compañeros de viaje que ellos comprarían los pasajes y retendrían el vehículo mientras llegábamos al sitio.

¡Bendita sea la manía de las aproximaciones horarias de nuestro inefable pueblo latinoamericano! Para el común de las gentes de estos lares la hora exacta es un eufemismo que se aplica a conveniencia y necesidad. Aquí las 6 en punto pueden ser las 6.03 las 6.05 y hasta la 6.10 o 6.15 sin ningún problema para nadie. Todo está fríamente calculado a lo Chapulín Colorado. Hasta tiempo para tomar un delicioso tinto tuvimos; claro que dentro del bus y ya terminando, derramarlo encima de mis bártulos, porque al señor conductor le dio por tragarse un resalto a toda velocidad compitiendo con otro para llegar antes que él a la salida… ¡Qué pena con su santa madrecita, pero su H.P.tazo se lo ganó y en voz alta por el quemón que me pegué!

El trayecto está programado para 2.30 horas. Saliendo de la Terminal, lo esperaban los pasajeros que por no pagar $200 de un seguro contra accidentes, abordan el vehículo ante la vista gorda de las autoridades de tránsito. Tomamos rápidamente la vía hacia Bello, recogimos algunos otros pasajeros y pronto estábamos sobre la doble calzada Bello – Hatillo. Íbamos Pedro con Juanfer y Zuluaga y yo silla con silla. Pedro y Juanfer echando más lengua que un perro chiquito en una coca con leche tibia y nosotros más bien calladitos y mirando el paisaje ya visto mil veces pero igual de hermoso.

De pronto después de Barbosa, y como el bus iba medio vacío, Pedro se levantó de la silla y se pasó para la de atrás, dizque para estirarse un poco. Juanfer empezó a esculcar en su morral y sacó una bolsa. Todo era imaginable, menos que estaba mareado. Si estaba mareado y la bolsa le sirvió para devolver atenciones, pero con tan mala suerte que estaba rota. Zuluaga pronto le pasó otra y metió la rota entre esta. Terminadas las devoluciones, aparece el ayudante del vehículo con más bolsas y un paquete con café molido. Todo un conocedor del asunto, derramó café sobre las atenciones de Juanfer y asunto concluido. “Procure por no pisar el café señor” y se retiró a su puesto. Pedro en la banca de atrás se durmió y Juanfer de inmediato lo imitó.
El par de sinvergüenzas a sabiendas de lo malo que es tomar licor el día anterior y hasta altas horas de la noche, desoyeron el etílico consejo, se pasaron el pasante por la faja y ahí están… ¿Ustedes han visto como queda un marranito después de un episodio de cariño con su tierna mamacita en el chiquero? ¡Así quedaron; hasta con chiquero…!
Contribuyó con creces al mareo la endiablada velocidad del bus, dado el buen estado de la carretera, a tal punto que en 2.10 horas ya estábamos en el parque de la hidalga San Lorenzo de Yolombó, cuna de la única Criolla con título nobiliario; Doña Bárbara Caballero, Marquesa de Yolombó.

Ya desmontados y recuperados Pedro y Juanfer, nos fuimos a saludar al Dueño del Aviso en su hermoso templo en ladrillo formado por cinco naves; una principal y cuatro secundarias y cuya techumbre interna tiene la particularidad de ser en madera a la vista en arabescos tallados, junto a vigas formadas en espina de pescado. Tiene un pequeño órgano de tubos localizado en el coro, lo que le debe dar mayor sonoridad y belleza a la música sacra. Ya lo están adornando para Navidad.

Del templo pasamos a una cafetería en uno de los costados de la plaza y como no había desayuno como menú, nos decidimos por café con pasteles, papas y empanadas a los que adobados con ají vivo por cuenta de Pedro, les dimos mate en un santiamén. Regresamos al parque que por cierto no tiene forma definida y al mismo tiempo es parqueadero, plaza de mercado y tertuliadero municipal. Haciendo mi recorrido fotográfico me llama Pedro la atención y nos presenta a un profesor del pueblo que tan pronto vio que éramos visitantes, se nos puso a disposición para contarnos algo de historia municipal. Entre lo que nos contó que iré relatando en la crónica, nos habló del origen del nombre del pueblo; Yolombó. Cuando llegaron los Españoles por los lados de 1550 y pico, ya había un asentamiento indígena en el lugar con características de poblado y como endémico del lugar un árbol llamado Yolombo o Yolombó (Panopsis Suaveolens) ahora ya muy escaso en la región, pero que están tratando de reintroducirlo, aunque es difícil por lo lento de su crecimiento y el aprovechamiento que de él se hace por la calidad y belleza de su madera. Siendo entonces Yolombo el nombre indígena del poblado, los españoles nombraron el lugar como San Lorenzo de Yolombó. También es de anotar que el poblado ha estado localizado en diferentes puntos, pero siempre en la misma zona, por cuestiones de minería. En el parque del pueblo están cultivando con sumo cuidado un arbolito de Yolombo que ya tiene unos 6 cms de diámetro en su tallo y unos 4 metros de altura. Su fronda es abundante y también tiene unos frutos del tamaño de una guayaba criolla mediana.

Salimos del parque rumbo a Sofía por el llamado “Carretero”, antes “Camino del Real” y mucho antes simplemente “Camino de indios” dependiendo de la época en que se utilizó como ruta para entrar o salir del laberinto de colinas que forman el pueblo. Las cuadras son laaargas y siempre terminan en un morro para seguir por otro, pero todo muy bien señalizado; porque de otro modo habría que “llevar el gato”. Entre tanto, Pedro trató por todos los medios de comunicarse con su padre para lo del Sancocho del almuerzo, o por lo menos hacerle saber que íbamos para allá a visitarlo, pero no lo logró. Había salido desde temprano a pescar y quien sabe a qué hora regresaría.

Ya en las “goteras” del pueblo divisamos la troncal que va hasta Vegachí y mientras llegábamos a ella, bajamos a punta de sacudidas por parte de Pedro, una buena cantidad de guayabas que acabaron de completar el desayuno. Ya en la troncal, un retén de la Policía nos advirtió de lo bien vigilada de la región y una placa de metal y cemento en el piso como nunca la habíamos visto, el interés del gobierno Departamental en el cuidado y conservación de esa obra. Pensamos que nos tocaría “raqueta”, pero no, muy formales los policías nos saludaron e indiferentes siguieron “raquetiando” una lujosa camioneta y a sus integrantes, mientras nosotros tomábamos la foto de la placa en medio del asfalto. Muy bonita y vistosa.

Los palos de guayaba pululan en la región y por esta época están cargados de fruta, lo que nos permitió revivir nuestros tiempos de “chinches tirapiedra” y de ladrones de guayabas en potreros ajenos. Todo iba muy bien, hasta que pasamos una casita en cuyo frente estaba sentada una joven y un niño y más adelantico, un frondoso palo de guayaba, muy grueso para sacudirlo, que nos humillaba con sus muchas guayabas maduras como alumbrado navideño. La joven y el niño nos observaban… Tomé el zurriago de Zuluaga y lo lancé girando contra las ramas altas cargadas de fruta. ¡Nada! Ninguna caía… Un segundo y tercer lanzamiento infructuosos me hicieron desistir del asunto diciendo: ¡Están verdes! como la zorra aquella… Zuluaga con otro palo me dice: ¡Mire cómo se hace! Lo manda varias veces y tampoco. Desistimos. Mientras nos alejábamos, la joven y el niño nos gritaron: ¡Y se fueron con las ganas de comer guayabas…!
Carcajadas burlonas y de desconsuelo desde ambos puntos resonaron y seguimos nuestra ruta.

El carretero a la Estación Sofía fue durante muchos años la única ruta a estos lados del Nordeste minero y ahora que fue reemplazado por una vía alterna de excelentes especificaciones, está muy transitable aún a pesar del abandono. La pobreza campea a su amaño y algunas pocas casitas se resisten a desaparecer entre la maleza como muchas otras. El paisaje es hermoso a pesar de la poca fertilidad de la tierra, en la que el cultivo endémico es la caña panelera, base de la economía de la región. Anecdótico resulta el encontrarse uno en el camino una casa grande, pintada con colores vistosos y con un aviso que reza: CARREFULL. Ni cortos ni perezosos nos tomamos la respectiva foto para que nuestros amigos sientan envidia de nuestras andanzas comerciales.

Un motociclista que salía de una de las fincas nos saludó afablemente a pesar del temor reflejado en su actitud, común en los habitantes de regiones golpeadas furiosamente por violencias de todas las pelambres; Juanfer aprovechó para preguntarle por alguno de sus familiares que tiene finca por estos lados, a lo que el cabalgante motorizado le indicó y casi nos llevó hasta los límites de la propiedad. Ya ahí, una señora confirmó la cosa, añadiendo que el primo de Juanfer no estaba en la propiedad, y que a veces amanecía en la casa que ella habita. Un extraño monumento Mariano adornaba la propiedad, ubicada en un altico del terreno. Ahí nos desquitamos del anterior palo de guayabas y de las burlas de de los vecinos derribando unas con los bastones y otras que un amable niño trepado en el árbol, tumbó para nosotros.

Estábamos justo en la parte más alta del recorrido. Desde aquí y por la carreterita en buen estado, empezamos el descenso hacía el valle del Nus, aunque todavía no estaba a la vista. El paisaje va cambiando de acuerdo a la altura, y ya hasta algunos frutales, además de la Caña Panelera y los trapiches entre ella, complementaban el entorno. Algunas casitas en diferentes estados de conservación también bordeaban la carretera; unas con cuidados jardines, otras bien enrastrojadas y otras casi caídas y en total abandono. Junto a uno de los Trapiches encontramos una gran cantidad de llantas de carro abandonadas, de donde dedujimos que eran el combustible para los hornos del trapiche. ¡Mala señal! La contaminación no sólo sería del ambiente, sino del producto final del trapiche; la Panela que todos consumimos a ciegas… Más adelante algunos gallinazos merodeaban cerca a una casita en la que había algunos niños y una señora cargaba algo en un costal sobre su cabeza. Un poco más allá, unas ruinas albergaban una gran cantidad de huesos; además había gallinazos, cerdos, gallinas y quien sabe que otro tipo de habitantes. Increíble mescolanza adobada por un nauseabundo olor y la vera del camino, adornada por un Rosal florecido y un Guayabo cargado de fruta… Esas sí las dejamos tranquilitas en el árbol y seguimos raudos.

De pronto se abre el paisaje a nuestra izquierda y un valle por el que serpentean un río y dos carreteras se muestra a nuestros pies. Es el valle del río Nus y las carreteras son la troncal que va hacia Puerto Berrío bordeando el Nus y la otra es la que va hasta el municipio de San Roque según nos cuenta Pedro. Parecería que ya estamos cerca de Sofía, pero no, estamos muy arriba en la montaña y el fondo del valle se ve lejano y con un paisaje imponente. Una de muchas casas campesinas a bordo del camino y con su ante jardín repleto de Rosales en flor junto a unas señoras amabilísimas, fueron la disculpa perfecta para un rato de conversación y mientras mis compañeros parloteaban con las doñas, mi cámara de regodeó en sus flores y jardines. Hasta un Guanábano, hoy de moda por aquello de de la frutoterapia para combatir algunos tipos de Cancer alcancé a fotografiar.
Más abajo, una vaca cachimocha asomada encima de una gran roca le dio motivo a Zuluaga para decir que esa era una vaca con piedra… No sé por qué, no se veía enojada.

Ya el calorcito nos decía que estábamos cerca de la meta; la Estación Sofía del añorado Ferrocarril de Antioquia. Como el papá de nuestro ocasional compañero Pedro vive por estos lados, él conoce el lugar bastante bien y nos mostró el sitio en que quedaba la antigua estación, de la que ahora sólo queda el piso cubierto por la maleza. Dicen los que tienen porqué saberlo, pero en voz baja, que los amigos que se enseñorearon a punta de fusil y motosierra por estos lados se la fueron llevando pedazo a pedazo para sus propias estaciones...

Al fin llegamos a Sofía. Calientica la doña en sus 890 msnm(google earth) Doña Lucila Agudelo que con sus 87 años lleva como 70 y pico viviendo por estos lados(Llegó de las montañas cercanas con el Ferrocarril según sus propias palabras) nos brindó refrescantes líquidos de cebada y lúpulo fermentados y heladitos mientras hablábamos cháchara sin picaporte. Ya íbamos por la segunda nieve cuando aparece don PedroNel García, padre de Pedro y ni corto ni perezoso, mientras saludaba se mandó él la primera contándonos que andaba de pesquería desde la madrugada y por eso nadita de Sancocho. Acotó también que su dilecto hijo debió llamarlo el día anterior a anunciarle nuestra visita. Tampoco nos complicamos mucho la vida y rapidito encontramos en donde almorzar, sólo que tendríamos que caminar otro rato. Nos tomamos la otra, doña Lucila nos echó una retahíla con los nombres de las estaciones de Berrío a Medellín, pero es imposible reconstruirla aquí sin haberla copiado. Ya volveremos armados de papel y lápiz. Nos despedimos de la amable señora que no terminaba de contarnos su vida y milagros, incluidas las cascadas que le pegaba el marido dizque para que se manejara bien sin otras razones aparentes. - Siquiera se murió ese H.P – Dijo con ternura.

Caminando y charlando llegamos hasta el estadero 3Jotas sobre la Troncal y mientras se servía el pedido de bandejas y sopas a discreción, siguió la charla animadísima con don Pedro padre, del que su hijo heredó lo carretudo y buen contador de historias. El frasco de ají vivo dio por terminada aquí la vida útil de su contenido en las sopas de los comensales y en menos de que canta un gallo invitado a un sancocho, estábamos pensando en viajar a Medellín. Nos decidimos por viajar en Motorratón hasta Cisneros y ahí en bus a la “Veya biya”. Nos despedimos de nuestro anfitrión con la promesa de volver por el sancocho frustrado y nos metimos los 4 en uno de esos bichos motorizados de 3 ruedas y al poco rato estábamos viendo unas “Patinchadas” lindísimas mientras esperábamos el bus para Medellín en el parque de Cisneros, junto a la inolvidable 45 del Ferrocarril de Antioquia.

Abordamos el bus de las 3 pm. que salió a las 3.07 y partimos por las estrechas calles en medio de la algarabía de las cornetas y la gente corriendo porque “se largó el agua”. Más arriba ya no estaba lloviendo, pero al rato de pasar el alto de “La Quiebra” y ya llegando al Corregimiento “Santiago” se desató un feroz aguacero que junto a la velocidad del bus, nos pegaron un buen susto. Menos mal por los lados de “Botero” ya había escampado y los carro - tanques conducidos por choferes más prudentes le hicieron mermar la velocidad al joven conductor que pretendía emular a “Montoya” al volante de un bus de pasajeros y en pavimento mojado.
Le comentaba a Juanfer ya llegando a Barbosa la posibilidad de que el vendedor de tortas de pescado seco se subiera a venderlas para llevarle a doña Gloria unas cuantas y preciso que justo llegando al parque se subió este hombre que según nos contó, lleva 25 años en esa labor de calmarle a unos las ganas y a otros el hambre con su delicioso producto que vende acompañado de un refresco; antiguamente lo entregaba con un tuti fruti de cajita, ahora ya es con un líquido parecido al Moresco en bolsa por el mismo precio o con un jugo de naranja en botella plástica un poco más caro. Me compré dos para la doña, Juanfer otras para él y su doña y Pedro se engulló como buen prospecto de todo tragón otras dos. Me hicieron dar envidia y me empaqué una yo también… ¡Deliciosas! Zuluaga fiel a su postulado de “Nada que nade” apenitas nos miraba todo cariacontecido. Viéndole la cara, el joven vendedor le dijo que también llevaba Panzerotis y pasteles de pollo, pero no quiso y no quiso… Porque así fueran de “huele que vuela pero no vuela” estaban junto a las tortas de “Nada que nade”.
Después de entrar a la doble calzada eso es como despeinando a un tuso y apenas terminando las tortas, ya estábamos desmontándonos en la estación Niquía del Metro, el que rápido abordamos rumbo a nuestras casas; dos para Sabaneta, uno para el Poblado y uno para la Floresta; adiós pues…
Juan Fernando Echeverri
Luis Fernando Zuluaga
PedroNel García
José María. Ruiz
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Guayabas, agua y desidia oficial

Santo Domingo - Alejandría

Caminantes:
Luis Fernando Zuluaga Z. (Zuluaguita)
José María Ruiz P. (Chema)
Juan Fernando Echeverri C.. (Juanfer)
Ausentes por fuerza mayor:
Jorge Iván Londoño M. (El Lobato)
Carlos A. Olaya B. (Olayita)

¡Esto sí es mucho amor al arte y a los caminos!. Son las 5:20 am. y uno aquí montado en un vagón del Metro de Medellín, listo a aterrizar en la Estación Caribe donde quedamos de encontrarnos Los Caminantes Todo Terreno a las 5:45 am., fin atender nuestro compromiso sabatino de caminar por la naturaleza y la salud, tocándole hoy al trayecto Santo Domingo a Alejandría, es decir 20 kilómetros de puro verdor, historia y costumbrismo, ya que el primer municipio mencionado es la patria chica de Don Tomás Carrasquilla, terrenos que ya han sido tocados por nuestras plantas, calzado y cayados.

Ahí metido y arrastrado por el tumulto de gente que se bajaba del Metro a esa hora, distinguí como a unos cuarenta metros más delante la figura inconfundible e irrepetible de Chema, mi compañero de patoniada a quien acelerando un poco el paso alcancé.

Nos dimos el saludo de rigor, lleno de camaradería el cual se ahogaba en medio del bullicio de la estación y avanzamos hasta los torniquetes a la espera de Zuluaguita, quien apareció dos trenes más tarde y siendo las 5:45 y 23 segundos, es decir más cumplido que Senador de El Polo citado para un debate.

Se repite el saludo pero multiplicado por tres y sin mucho misterio, tomamos el puentecillo peatonal que une la estación con la Terminal del Norte o Mariano Ospina Pérez, la cual debido al puente del 11 de noviembre, presentaba una buena concurrencia de pasajeros en potencia, muchos de ellos desquitándole cualquier minuto al sueño perdido ante la madrugada de celador, recostados en una banca o hasta de pie contra cualquier muro o columna.

Dimos un rodeo por la estación, ya que teníamos dudas de la ubicación de la Flota Santo Domingo, la cual ubicada entregamos a Chema el case (vaca) para los gastos y procedimos a comprar los tres tiquetes, rumbo a “La Tierra del Costumbrismo”, procediendo luego ahí en uno de los puestos que existen en la estación, despachar de carrera unos traguitos para darle contentillo al desayuno que nos esperaba en el terruño de Carrasquilla.

Muy cómodos y a bordo de una bien tenida buseta de Santo Domingo, enfilamos tendido de llantas sobre la “autopista norte”, la que fuimos devorando a buen paso en medio del contaminado ambiente de ciudad, que se tornaba más pesado ante el frío de la mañana, el color plomo del cielo, combinado con unas franjas amarillentas que lo cruzaban.

Zuluaguita y Chema quedaron juntos en el lado izquierdo de la buseta y el “sustecliante”, en el lado derecho, es decir el opuesto, tirando ventanilla y todo en compañía de un señor muy simpático, quien no tubo empacho para empezar a botar corriente, pero buscando no hablar muy duro para no despertar a la Milagrosa y al Padre Calixto quienes venían en nuestros morrales.

Su nombre; Jairo Ernesto, natural de Santo Domingo y quien reside en Bello donde tiene un negocio de revueltería, pero cada quince días visita a sus padres quienes viven en la Vereda El Rosario allá en Santo Domingo.

Así, “tirando más lengua que un perro tomando leche”, el cuarteto se fue desplazando por toda esa ruta verde ya tan conocida, mientras la buseta bajaba y subía pasajeros. Ni cuenta nos dimos, cuando llegamos a Molino viejo para doblar a la derecho y arrancar a trepar por la “recién” pavimentada carretera, la cual en tramos mostraba un prematuro deterioro, rumbo a nuestro destino, interrumpiendo a ratos nuestra tirada de verbo, para admirar el paisaje, lleno de belleza y ausente de sol. Esperemos que no nos llueva.

Entramos a las estrechas calles de Santo Domingo en medio de sus casas viejas muy bien tenidas y remozadas con pintura reciente sobre sus fachadas, donde nos bajamos todos los ocupantes de la buseta ahí cerca del parque y al frente del Restaurante y Residencias Doña Rosa, al cual dirigimos nuestros pasos con la misma velocidad que se nos perdió Jairo Ernesto de quien no tuvimos ni modo de despedirnos.

Ingresamos al restaurante, que estaba solito en grima, con la excepción de una niña que devoraba un tazón de chocolate con galletas y quien nos miraba con sus ojitos repartidos el uno a la taza y el otro a los visitantes, que ingresaban al lugar saludando y haciendo notar su presencia.

En esas sale la “doñita” que ya nos conoce y echándose la bendición gracias al nombre de Dios carnudito que haría con nosotros, nos tomó el pedio casi parejito con su saludo. En cosa de minutos, teníamos ante nosotros un trío de tazas de chocolate, cuñadas por huevos revueltos, arepa y quesito, alimentos que no tuvieron tiempo ni de encomendarse al Creador.

Ya en la calle y ante la mirada atenta de los parroquianos quienes nos ven como visitantes muy importantes, dirigimos nuestros pasos al muy bonito templo de Santo Domingo de Guzmán, cuya construcción se inició en 1868 y que posee la bobaita de nueve puertas y cuatro altares hermosos, labrados en madera, verdaderas joyas de arte religioso.

Dimos gracias al Gran Arquitecto, salimos al atrio, mientras Chema hacía sonar el clic de su cámara. Ahí, en medio de los típicos toldos de nuestros pueblos, infortunadamente en vía de extinción, tuvimos tiempo para echarle una mirada de lejos al parque, a la fuente de los perros, a la casa donde nació Don Tomás Carrasquilla, sometida hoy a una lenta restauración y hasta ayudar con las ventas de carne de cerdo en uno de los toldos.

“Buenos día señor, ¿cierto que esta es la salida para Alejandría? Pregunto el Zuluaguita. Sí mi doncito, siga derecho y allá donde están haciendo la feria de ganados ahí va a ver el puente más adelantico a la derecha sigan por ahí no “masito” y esa es la carretera a Alejandría.

A pié de letra seguimos las instrucciones y fuimos avanzando bajo un cielo que seguía gris y friolento, pero que ya mostraba sus lamparones azules como de componenda y apertura al día, al tiempo que teníamos que ir sacándole el cuerpo a los pantanos y charcos, en un terreno totalmente destapado y ahí en plenas goteras del pueblo. ¡Increíble!

Efectivamente en cosa de minutos estábamos frente a la construcción que se adelanta de la feria de Ganados, la cual parece pinta de buen tamaño y calidad, ante la tradición ganadera de éste municipio y que tendrá según un aviso allí fijado, un costo de $1.133.000.000.00 (ya voy Toño,... pues yo que digo...)

Dejando atrás la construcción ahora si tomamos la carretera en muy mal estado, mientras allá a nuestras espaldas se iba quedando el pueblo, en una vista muy hermosa, enmarcada entre barrancos y bosque, todo resaltado por las hermosas torres del templo que parecen arañar el cielo, mientras Chema le pone oficio a su cámara y Zuluaguita, le mostraba otros ángulos, ya que también tiene ojo de fotógrafo.

Poco a poco el sol fue como medio apareciendo entre las oscuras nubes que se negaban a darle espacio al azul del firmamento en su plenitud y los primeros rayos cayeron sobre nosotros, pero a una temperatura agradable, que motivaba nuestro “paso de perseguido pero no muy nervioso”, lo cual no era óbice para dejar de admirar las casas del camino, las flores, escuchar el canto de los pájaros, admirar las filas indias de las hormigas arrieras cargadas con sus pedacitos de hoja cortadas uniformemente en forma de media luna.

Divisar el paisaje, saludar las aguas y pequeñas cascadas repetidas a la vera del camino y poder comprobar la cantidad de árboles de guayaba que serpenteaban como cercas vivas en los alambrados que defienden las propiedades, dejando ver sus frutos amarillos y tiernos.

¿Quién dijo guayaba? No las habíamos terminado de ver, cuando ya Zuluaguita y el Chema estaban esgrimiendo sus cayados para tumbarlas y con avidez devorarlas sin compasión. Dulces, deliciosas, sanas y sin gusanos. Ese fue nuestro común denominador en casi todo el recorrido, de ésta hermosa caminata tan llena de agua, de guayabas y de la desidia oficial con una carretera que es algo menos que una trocha, sin importar la trascendencia económica de la región y de sus habitantes.

Nuestra marcha era constante al igual que nuestra conversación, la cual toca todos los temas habidos y por haber, sólo medio puesta a marcha de tumbo, por algo que pueda tocar con la Biblia o con una lima “vieja” (eso dijo Chema) que nos encontramos en el camino, encabada en forma curiosa y con gran imaginación por algún campesino que la había perdido, es decir, creo debió amolar su rula hoy, contra cualquier piedra.

“De pronto, como el roce de un ala sobre el viento, una pregunta de un poeta le hace cosquillas al profundo silencio”: ¿Ven ese pájaro en ese estacón? ¿Cuál pájaro? Exclamó Zuluaga. Ese rojo allá en ese estacón insistía Chema...Yo no veía nada.

Con paso fino y cámara lista para ser disparada, se acercó chema al estacón, pero nada, no era un pájaro...sólo un pedazo del estacón al cual en su parte superior le habían dado unos brochazos con pintura roja, lo cual arrancó las risas de los tres alegres amigos y caminantes.

Devorando el camino, devorando guayabas, devorando temas de toda índole y devorando paisaje, al ritmo del clic clic clic de la cámara, fuimos los caminantes dando buena cuenta de las distancias. No nos importaban las piedras, el pantano, los charcos ni los carros que a ratos hacían detener nuestras marcha, incluyendo los carros de escalera o líneas (mal llamados chivas) que pasan atiborrados de parroquianos que necesitan desplazarse a las cabeceras con sus productos o a trabajar o a mercar, pero a quienes la desidia oficial ante la carencia de vías de comunicación, les hace la vida muy difícil. ¡No hay derecho!

Que cantidad de aguas, que cantidad de guayabas las que acompañaron nuestra marcha, en esa bonita y fresca mañana, acompañada en gran parte por esa serpiente amarilla y bravía del río Piedras. Casas del camino con su humo, sus habitantes con sus saludos y sus huertas. Algunos perros que ladran a nuestro paso y niños con sus caritas de inocencia, que reciben los Bom Bom Bum para endulzar su vida y su inocencia.

De pronto desde un recodo, divisamos el hermoso salto Velo de Novia, allí donde el río Nare deja resbalar con violencia y sobre la roca pulida durante siglos por la fuerza de las aguas, todo el caudal que arrastra para caer al río Piedras, mientras se eleva hacia los cielos, las nubes de vapor condensado, formando un lindo espectáculo, plasmado en la cámara de Chema.

Continuamos la marcha y triste espectáculo nos mostró más adelante Zuluaga, ya que en el sitio donde se levanta o mejor hacen equilibro Los Termales de Santo Domingo, los más fríos del mundo, sólo quedaba desolación, piedras, arena, palos, basura y tierra.

El río piedras hace casi un año y durante una gran avalancha, tumbó la bancada de la vía, arrastró con la parte trasera de los termales y tumbó el puente, dejando casi incomunicada a la región y para los campesinos y moradores, más complicaciones para su trabajo y sustento, gracias a la desidia oficial, que nada ha hecho por arreglar en puente, no obstante que hablamos de dobles calzadas, autopistas de montaña, túneles y trenes. ¡Pura baba carajo!

Nos acercamos con curiosidad y precaución al lugar donde estaba antes tendido el puente, el cual pudimos observar allá en el fondo o lecho del río, sostenido por uno de sus lados y formando como una especie de rampa, que es utilizada por los campesinos para poder pasar al otro lado.

El sitio es todo desolación y a lado y lado de donde antes era la carretera, quedaron dos grandes cortes casi verticales, en greda gris y blanca, representando un gran peligro para quienes por allí transiten, ya que una caída puede ser fatal, ruta que utilizamos los caminantes para llegar hasta el puente caído.

Zuluaguita y Chema, bajaron ese talud como quien camina por una acera en Junín. El suscrito, más nerviosito y consciente del peligro, si prefirió bajar casi agachado y aferrado al terreno, ya que “viejo caído es viejo perdido y es mejor bolero que dure y no rock and roll que canse”.

Como cosa curiosa y que muestra el ingenio de la gente, cuando llegamos al puente inclinado contra una de sus bases, cual cadáver antediluviano queriendo contener el río, observamos que sobre su superficie, habían puesto pequeños resaltos de cemento a igual distancia uno del otro y a manera de escalones para facilitar la subida de los “suicidas” que se quieran arriesgar a pasar, lo cual rematan con una escalera de madera, para alcanzar la truncada carretera, que sigue con su martirio hacia Alejandría.

Realmente no sabemos si estas “obras de fina ingeniería” así improvisadas, fueron inversión del Ministerio de Obras Públicas, en cabeza de Fray Uriel “Carriel” Gallego, quien con Antioquia pocón, pocón, o de verdad iniciativa de los moradores de las veredas, para aliviar en algo sus penalidades, ante la desidia oficial.

En un momento dado (12:07 pm), Zuluaga se despoja de su gorra y con voz firme comienza a rezar el Ángelus, el cual no puede faltar, por instrucción del Lobato y como agradecimiento a nuestra Patrona la Milagrosa.

Sin perder el ánimo, aprovechando la belleza de día, con ese sol apenas perceptible, admirando los saltos de agua, el paisaje enmarcado en helechos y bosque nativo y devorando guayabas, nos tragamos esa carretera que a ratos se componía mostrando un piso más afirmado, hasta que ante nuestros ojos apareció la panorámica de Alejandría y su hermosa entrada empedrada, sembrada de faroles los cuales han sido destruidos en su mayoría por los ociosos muchachos y ante la desidia oficial y jardines saltones que hacen de ese sendero una delicia.

Ya en las calles del pueblo, con sus casitas bien conservadas y, su gente amable, fuimos sacados de nuestra conversación por una camionetas blanca desde la cual nos llamaron la atención; era el Maestro escultor Oscar López, amigo de Chema y conocido del “sustecliante”, autor del hermoso obelisco que adorna el parque de la localidad, que está siendo sometido a una restauración por parte del artista.-

Despedidos del ilustre conocido, al igual que de sus acompañantes, continuamos nuestro camino, hasta el hermoso parque de la localidad, dominado por la Iglesia de San Pedro Alejandrino, el monumento a la madre, el obelisco (desprovisto de sus placas), la arborización y un quiosco social, del cual lamentablemente sólo salen los estridentes Vallenatos, que no encajan con lo acogedor del sitio y de la antioqueñidad que allí se remonta a la minería, arriería y colonización.

Tomamos asiento en las afueras del Salón Social, donde consumimos algunos refrescos, pero nunca nos pasó por la cabeza almorzar, ya que era tal la carga de guayabas deliciosas que habíamos consumido en el camino, que el hambre se había escapado de nosotros; lo que nos llevó anticipar nuestro regreso a casa en Medellín, por lo que escogimos el próximo viaje ahí en la flota, eligiendo un bus que salía a las 2 pm. pasando por Concepción.

Compramos tiquetes, dimos una última mirada al hermoso pueblo y abordamos el bus rumbo a casa, el cual sacudido y a media marcha en gran parte del trayecto, gracias al pésimo estado de la carretera, nos dejó en la estación Niquía luego de algo más de tres horas de recorrido. Pudimos comprobar que tanto La Milagrosa como el Padre Calixto, ya venía mareados dentro de los morrales, por efectos de la zaranda.

Hay que agregar que en horas de la mañana y mientras estábamos en la buseta, sonó el celular de Chema. Era Gloria Muñoz “La Coneja”, nuestra Caminante Honorífica desde “Estados Hundidos”, quien normalmente se contacta con nosotros para pasar revista a nuestros pasos y hacernos compañía moral con sus palabras.

Hasta la próxima con el Superior permiso del Gran Arquitecto, a quien le pedimos nos de buenos riñones para poder aguantar estas vías que nos toca recorrer, donde se desajusta una culebra, gracias a la desidia oficial.

Los Caminantes Todo Terreno
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Juan Fernando Echeverri Calle

Una Misa de encuentro.

Caminata 189

Caminantes Todo Terreno.

Fecha: Sábado 31 de octubre de 2009.

Lugar: Vereda Normandía, El Retiro

Participantes: Clara Inés Gaviria (Clarita), Luis Fernando Zuluaga (Zuluaguita), Juan Fernando Echeverri (Juanfer) y Luis Fernando Múnera (Luismú).



La caminata de esta mañana de sábado es un alimento especial para el alma. Tiene el propósito de asistir a la misa campal en memoria del padre Gustavo Vélez, Calixto, programada y organizada por sus hermanas de sangre y de fe, que se celebrará en el lugar donde tuvo su encuentro definitivo con el Señor, allá en lo alto de la montaña oriental del Valle de Aburrá en jurisdicción de El Retiro, vereda Normandía, cerca de los límites con Envigado. No sobra recordar, además, que nuestra señora La Milagrosa y el padre Calixto son los patronos de los Caminantes Todo Terreno.

Nos reunimos, a las 6:30 de la mañana, Clarita, Zuluaguita, Juanfer y Luismú en los bajos de la estación Exposiciones de nuestro Metro. Faltaron Carlos Olaya (Olayita) y José María Ruiz (Chema), quienes tenían otros compromisos ineludibles, y Jorge Iván Londoño (El Lobato), quien continúa su apostolado filial en los Estados Unidos. Gloria Muñoz (Conejita) fue una de las primeras en confirmar que “iría” a esta caminata y efectivamente la sentimos entre nosotros espiritualmente. Durante la semana habíamos considerado las alternativas de caminar desde Envigado, como ya lo habían hecho los Todo Terreno en dos oportunidades (caminatas del 12 de septiembre y el 3 de octubre de 2009), o desde La Fe, cerca del alto Las Palmas. El grupo de los caminantes había elegido la segunda opción para esta ocasión. Tomamos entones el transporte para subir hasta Carabanchel, en el sector de La Fe.

La mañana está fresca, algo toldada por una neblina leve que promete disolverse pronto. El cielo azul ya se insinúa detrás de ella. A la subida conversamos entre nosotros animadamente acerca de algunos eventos recientes del país y de las familias. Estas conversaciones enriquecen y fortalecen la unión del grupo; no siempre estamos de acuerdo en la visión o interpretación de algunos hechos, pero tanto el disenso como el consenso son entre nosotros respetuosos y motivadores.

Llegamos a Carabanchel a las 7:00 a. m. Todos los negocios están aún cerrados y no hay donde desayunar o comprar agua. Decidimos arrancar a caminar de inmediato, para ganar tiempo pues la misa está anunciada para las 9:30. Entramos por la parcelación La María. El portero nos recibe muy amablemente y nos abre la puerta. La vía de acceso tiene muy buenas condiciones, la rodean casas bonitas, con prados y jardines muy bien cuidados. Y por ella ascendemos poco a poco. Bordean el camino hermosos árboles de helechos, cipreses, eucaliptos, sietecueros y muchas especies del bosque nativo. En las orillas aparecen algunos hongos vistosos. En las ramas de un ciprés se posa una soledad o barranquero, hermosa ave de plumaje brillante azul y verde.

A medida que el camino sube, divisamos abajo a la derecha retazos del embalse La Fe que se entrevé en medio de la neblina, persistente aunque tenue. Es inevitable recordar que en su último mensaje por celular el padre Calixto informó que alcanzaba a ver una casa blanca y una laguna a lo lejos, sin duda una vista similar a la nuestra de estos momentos.

El pavimento ha quedado atrás y el camino continúa con piso de tierra y cascajo, pero sigue siendo amplio, firme y bien nivelado. El aire frío huele delicioso, cargado con aromas a humedad y a follajes. Un poco después de las 8:30 nos alcanza un automóvil que sube con una familia que evidentemente también va para la misa. Se detiene y nos saludan muy amablemente. Juanfer y Zuluaguita les suministran información sobre cómo acabar de llegar. Juanfer le pregunta en broma a un señor mayor que va en la banca de atrás:

-¿Usted es el padre que va a celebrar la misa?

-No me diga así, pues yo soy abuelo.

-¿Abuelo? Entonces ¡dos veces padre!

Ofrecen llevar a alguno de nosotros, les agradecemos pero declinamos, vinimos a caminar.

A eso de las 8:45 de la mañana alcanzamos un pequeño boquerón del camino, detrás del cual el paisaje cambia abruptamente por uno de topografía más abierta con bosques nativos más densos. Ya estamos cerca. Un poco más adelante, encontramos una casa prefabricada al lado de la carretera y saludamos a una señora que realiza allí algunas tareas domésticas. Después de seguirnos la broma que le hacemos para que nos invite a desayunar, nos pregunta:

-¿Es verdad que hoy habrá misa donde encontraron al padre?

Le confirmamos que será dentro de media hora.

-¿Y yo sí puedo ir? Es que quisiera hacerlo pero he visto subir a mucha gente, tanta que…

-Señora, usted seguramente es más gente que muchos. Venga con nosotros.

-Entonces me cambiaré de ropa y subiré más tarde.

A los pocos minutos nos alcanza otro vehículo, una camioneta Van, que transporta unas ocho religiosas de las comunidades Capuchinas, Jesús Redentor y La Presentación. Se detienen a saludar y, después de algunas frases, Juanfer les dice:

-Una pariente mía, Silvia Calle Zapata, pertenece a la comunidad de las Capuchinas.

La monja que conduce el vehículo y pertenece a Jesús Redentor le responde con alegría:

-¡Claro! Es la superiora. ¿Por qué no tiene usted familiares en nuestra comunidad Jesús Redentor?

Juanfer manifiesta con cara de picardía y obviamente en broma: “Porque las Capuchinas son mejores”. La religiosa le contesta, en el mismo tono y con numerosos aspavientos con los cuales simula limpiar la ventanilla y la portezuela del vehículo, donde está apoyado nuestro compañero, de las impurezas que éste ha dejado: “¡Quítese de ahí! ¡No me ensucie el carro! ¡Váyase, váyase!”. Todos reímos de buena gana, en particular las religiosas. Cuando se han alejado, Juanfer culmina diciendo: “La monjita me echó. Ese carro queda vetado para aceptarles que nos lleven a la bajada”.

Hacia las nueve de la mañana hemos llegado al lugar. A un lado del camino, una pequeña cruz de setenta centímetros de alto, fabricada en hierro forjado, dice en letras grabadas con soplete de acetileno: “Calixto. 9-9-09” (en recuerdo del padre y de la fecha en que fue encontrado). Detrás de ella está el pequeño altar levantado recientemente por su familia, compuesto por una columna de piedras pegadas y una pieza ovalada de madera, su altura y su diámetro miden menos de un metro cada uno. Lo cubre un mantel tejido y sobre él están el misal y los vasos sagrados para la ceremonia. En el lugar se encuentran ya unas quince personas, entre religiosas y seglares. Dos monjas Misioneras de la Madre Laura, en cuyo convento el padre Calixto ofició como capellán sus últimos tiempos, reparten a los asistentes unas hojitas con los cantos para la misa.

Dos de las hermanas de sangre del padre Gustavo, las hermanas Isabel y María, dominicas de La Presentación, saludan a la gente con serenidad y discreción, no exentas de tristeza. Con voz suave cuentan que en su casa fueron diecinueve hijos en total, de los cuales, seis tomaron los hábitos, a saber, el padre Gustavo y las hermanas Gabriela, Filomena, ya fallecidas, Camila y ellas dos. La mayor de la familia, Eugenia, ahora de 102 años, se encargó de los hermanos al morir los padres. Una sobrina del padre, Regina, es la mamá de Constanza, quien trabaja en la Universidad Católica de Oriente, compañera de Luismú.

Al costado derecho del altar corre una quebrada de aguas cristalinas, que sale del bosque nativo. Es la misma sobre la cual encontraron el cuerpo del padre Calixto, unos trescientos metros más arriba. Los cuatro caminantes decidimos adentrarnos en la vegetación para seguir la trocha que bordea la corriente y visitar el sitio de su encuentro definitivo con Dios. Con nosotros va una muchacha joven que permanece callada casi todo el recorrido. Rápidamente el sendero se estrecha debido a la vegetación que lo rodea, además, está resbaloso pues anoche llovió un poco. Este contacto con la naturaleza, en medio del momento solemne que se vive, llena nuestro espíritu con sensaciones y sentimientos elevados. Caminamos con alegría, apartando ramas y sorteando fácilmente las pequeñas dificultades iniciales. Al poco rato encontramos un grupo de gente que regresa por el camino, dentro de él va una señora mayor, elegantemente vestida, quien para nuestra sorpresa no dudó en emprender esta incursión. Las dificultades aumentan poco a poco pues el terreno empieza a ascender y los puntos de apoyo y los espacios donde se puede pisar en forma segura escasean. Hay que cruzar varias veces la quebrada sobre piedras inestables. Encontramos un árbol semi caído que debemos pasar por debajo, casi arrastrándonos. Finalmente, llegamos a un lugar donde el camino se empina abruptamente. Clarita decide quedarse y Luismú le ofrece acompañarla. Sin embargo, Juanfer dice: “Yo ya conozco el lugar, por lo tanto me quedaré aquí con ella para que Luismú continúe”.

Unos cincuenta metros más arriba, Zuluaguita, la muchacha joven y Luismú llegamos al sitio donde encontraron al padre aquel 9 de septiembre. Allí la quebrada se despeña sobre una roca de unos cinco metros de altura y forma un pozuelo al pie. Presumiblemente, Calixto se habría caído por ella en la noche de su excursión final. La descripción que Juanfer hace de este lugar es exacta: “Allá está el último charquito y desde ahí se ve el cielo”.

La muchacha joven, que no quiere decir su nombre y sólo cuenta que le correspondió atender al padre durante el último año en el convento de las Misioneras de la Madre Laura, mira tristemente el sitio y exclama:

-Ese día no se trajo su ruanita.

Descendemos hasta el lugar en silencio, con respeto y veneración. Al lado del charquito elevamos una corta oración por nuestros seres queridos, por nosotros y por el padre Calixto, quien probablemente es el menos necesitado de ella. Después iniciamos rápidamente el regreso, pues la misa está por empezar. A la bajada, el camino es más rápido y al mismo tiempo más difícil y peligroso. En uno de los pasos de la quebrada, Clarita pierde el equilibrio, se cae y recibe un fuerte golpe en el codo y la pierna derechos, afortunadamente sin consecuencias.

Cuando llegamos, la misa ya está avanzada. Están congregadas unas ochenta personas. Los celebrantes son los presbíteros Constantino Gutiérrez y Gustavo Mejía. Para la primera lectura, han elegido la primera carta de San Juan.

Dios es luz, en Él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con Él y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros (I San Juan, 1 5-7).

Para la lectura del evangelio seleccionaron el sermón de Jesús sobre las Bienaventuranzas. En este bello pasaje el evangelista se alegra por quienes son pobres de espíritu, son mansos, lloran, tienen hambre y sed de justicia, son misericordiosos, son limpios de corazón, trabajan por la paz o están perseguidos por la justicia o injuriados, porque tendrán recompensa grande. Según palabras de Juanfer: “Ésta es la síntesis de todas las propuestas políticas que en el mundo existen”. Y Luismú le contesta: “Ojalá se cumpliesen”. En la homilía, el celebrante enfatiza que este sermón fue promulgado por el Maestro parado en la monte al lado del lago. El pueblo elegido por Dios, en sus momentos solemnes y trascendentales, buscó siempre la montaña y el agua. El paralelo con las circunstancias en las cuales el padre Gustavo tuvo su encuentro final con ése su Dios, aquí en la montaña y dentro del agua, no puede ser más diciente y afortunado.

En su escrito publicado el 4 de noviembre de 1979, Calixto había dicho:

Estamos en noviembre. "Cómo se pasa la vida tan callando", reza la copla de Jorge Manrique. Después de los días, de las luchas, de las cicatrices, no queda sino el amor a Dios y los frutos del amor al hermano.
Son múltiples, como las estrellas del cielo, los motivos para amar al Señor. También único y simple este motivo: porque Él es nuestro Padre. Porque todo cuanto tenemos nos vino de sus manos. Porque nos manda la alegría para invitarnos desde ahora a la fiesta del cielo. Porque alguna vez permite que el dolor se nos acerque, para que no extraviemos la senda.
Amémosle porque sale el sol y porque llueve. Porque nos permite ver, oír, oler, gustar, tocar: esas cinco maneras de construir el universo. Porque nos sacó de la nada. Porque permite que los demás nos quieran. Porque tenemos dos manos y dos pies. Porque nos regala un arado, y tierra fértil ante nuestros pasos. Porque, si tú quieres, pasado mañana compartirás el Reino de los Cielos.
El señor Hugo Bustamante, amigo entrañable del padre Calixto, quien compartió con él una parte de las últimas horas de su vida terrenal, está en primera fila del grupo, sumido en honda meditación, su cara serena y algo triste refleja los sentimientos que deben embargarlo. A la hora de la comunión, ayuda a repartirla.

Termina la misa. En el ambiente se sienten las emociones que produjo la ceremonia y que se reflejan en el semblante de los presentes. Algunos están en paz, otros, alegres y a los demás los embarga la tristeza. El cielo vuelve a nublarse y el frío se agudiza en el aire. Saludamos a dos sobrinas de Calixto, Martha Cecilia Vélez, ex contralora de Medellín, y Regina Vélez, acompañada por su hija Constanza Restrepo, compañera de trabajo de Luismú en la universidad.

Isabel Vélez, hermana del padre y religiosa de La Presentación, que vive en Perú, evidencia en su cara un hondo conflicto: Su fe le dice que su hermano goza de Dios, pero el corazón no cede a la tristeza humana que le embarga. Se acerca a nosotros nuevamente y nos dice con voz frágil:

-Gracias a nuestra sobrina Constanza hemos conocido los escritos que hicieron los Caminantes Todo Terreno sobre Calixto. Se los agradecemos mucho en nombre de toda la familia. Nos ha alegrado que el mensaje de Gustavo llegue a tanta gente diferente. Y que haya gente buena y sensible como ustedes. Quisiéramos que guarden esta tarjetita en recuerdo de él.

Juanfer y Zuluaguita reciben el obsequio en nombre de todo el grupo y le responden que tanto las caminatas como las crónicas las hicieron con amor y con el deseo de penetrar más en el mensaje del padre Gustavo. En su cara se observa emoción. Abrimos el sobre y encontramos una tarjeta sencilla y bella con un poema de Calixto que dice:


Este mi barro

Cansada está mi arcilla, Señor,
y se ha rajado,
al golpe de los días,
de los dolores y los desengaños.
El paso de la lluvia y el del viento
sus huellas me dejaron
como un tatuaje adolorido y hondo
en la piel de mi barro.

Pero, serenamente
contemplo mi vasija, así puesta de lado
en la penumbra de un rincón sin nombre,
bajo un silencio rítmico y arcano.

No me olvides, Señor, en esta hora;
soy un pobre cacharro
pero que aún conserva muy fielmente
las huellas digitales de tus manos.

Los juncos y las hierbas me rodean;
le hacen cuna a mi vaso,
y en este atardecer en que mi vida
se pinta de un gris pálido,
vuelvo a sentir tu omnipotente fuerza
en el temblor doliente de mi barro.

Siento que me modelas nuevamente;
llega hasta mí tu hálito
y contemplo sin pena
mis bordes desbordados
y las grietas oscuras de mi arcilla
por donde ya quizá se ha evaporado
toda mi agua y mi sed… y mis aromas;
y mis anhelos… y mis sueños vanos…
Y hasta parece que mi ser se escapa
de mi polvo, Señor. Mas sin embargo
hoy sé que estás más cerca, más que nunca
de este mi barro,
y que mi arcilla quebrantada y rota
se hace polvo de estrellas en tus manos.

Calixto

Este escrito, además de su belleza y espiritualidad, parece contener una premonición.

Saludamos a otras dos personas amigas del sacerdote: María Isabel Estrada, quien participó activamente en los tres días que duró su búsqueda, y Ana Mercedes Gómez, directora del diario El Colombiano.

Aproximadamente a las once de la mañana, iniciamos el descenso de la montaña para regresar a casa. Vamos alegres comentando el mensaje y experiencia que nos ha dejado esta vivencia espiritual. A poco andar nos alcanza nuevamente la camioneta Van con las monjitas que encontramos a la subida. Se detienen y nos saludan con muestras de amistad y aprecio. Nos obsequian algunos dulces, deliciosos por cierto, y continúan su camino. Esta vez el bon bon bum les ha funcionado al revés a los Caminantes Todo Terreno.

Un poco más adelante nos alcanza otro vehículo que también se detiene a nuestro lado. En él viene doña Ana Mercedes Gómez. Conversamos con ella un buen rato y de muchas cosas. Viene feliz con el homenaje a su amigo Calixto. Después de la misa, intentó subir por la quebrada hasta el lugar donde lo habían encontrado, pero no le fue posible llegar por lo difícil del terreno. Los Caminantes Todo Terreno se ofrecen para acompañarla en otra oportunidad, cuando la trocha esté en mejores condiciones, y ella acepta con demostraciones de gozo. Nos invita a participar en un evento que se celebrará a finales de este año, llamado Evolución Colombia, en el cual se está convocando a personas y entidades para trabajar por un propósito concreto a favor de la nación. Se despide con mucha amabilidad y una gran sonrisa.

En el camino recibimos en el teléfono celular la llamada de Conejita, quien desde Estados Unidos ha estado pendiente de nosotros hoy. Saluda con emoción a cada uno y Zuluaguita le dice:

-Conejita, arrodíllese que le voy a entregar la bendición que le envió el padre Calixto: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

Y, por supuesto, así lo hace ella.

Poco antes de salir a la carretera principal, nos cruzamos con Javier Botero. Como dijo Chema en su crónica, no un Javier Botero cualquiera sino uno de los campesinos que encontró el cuerpo del padre Gustavo. El mismo Javier que el 3 de octubre les mostró a los caminantes Todo Terreno el sitio donde el sacerdote descansó, después de que su alma se reuniese con el Creador en medio del bosque y del agua, muy posiblemente bajo la luz de la luna llena. Conversamos con él unos minutos y le escuchamos otra vez la historia de ese día, cuando los vecinos intensificaron las tareas de búsqueda y tuvieron éxito en su empeño.

Cerca de la 1:00 p. m. terminamos nuestra excursión sentados a una mesa del Carabanchel, donde nos hemos recogido los cuatro caminantes de hoy para sintetizar los detalles de la experiencia espiritual que acabamos de vivir. A la 1:30 caemos en la cuenta de que, por habernos detenido a conversar en el camino, se nos olvidó rezar el Ángelus a las 12:00 m. Pero “más vale tarde que nunca”, nos decimos, entonces nos quitamos las gorras y Zuluaguita encabeza con “el ángel del Señor anunció a María” al cual respondemos “y ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo”… Así cumplimos el encargo que El Lobato nos ha hecho de acordarnos siempre de La Milagrosa y de paso pedimos otra vez por la salud de nuestros don Juancé y doctor Ramiro Vélez.

Como aún es temprano, emprendemos de una vez el regreso a Medellín. Al llegar, nos esperan para el almuerzo los tamales deliciosos de Mis Envueltos, salidos de las manos de la muy querida Elbacé.

Luis Fernando Múnera López

Vea más fotos en :
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Con los amigos entre Ceja y Ceja.

De tour por La Ceja y Pontezuela.
Con un dolor muscular de los mil diablos en la planta del pie, pero con el deseo de cumplir el compromiso con mis amigos TTS., me desmonté del Metro en la estación Exposiciones, en donde ya estaban Juanfer y Zuluaga esperándonos. Ya casi eran las 6.30 a.m. hora dada para el encuentro. Un voceador o promotor de pasajes a La Ceja en taxis colectivos gritaba: ¡Dos a la Ceja, dos a la Ceja! Nosotros ya éramos tres, y esperábamos a Olayita. Olayita nunca llegó, suponemos que por asuntos laborales, aunque no se manifestó en toda la semana. En esas llegó una buseta de La Ceja y rápido la abordamos. Lo mismo de rápido ya estábamos en el parque de la población y saludando al dueño del aviso en su hermoso templo.
Fuimos a buscar desayuno al mismo restaurante de siempre en el marco de la plaza. Apenas empezaban a organizar el desorden dejado por una fiesta del día anterior, pero de inmediato nos atendieron como siempre, muy bien. Desayuno livianito: Huevos, arepa, quesito y chocolate. Y a caminar.
Decidimos ahora sí cumplir nuestro propósito principal; enterarnos in situ del estado de salud de nuestro amigo “Radio Viejo”, más conocido en los círculos intelectuales del Centro de Medellín y La Alcancía como JuanC, JuanCé, o Juan Cristóbal, pero no sabíamos a ciencia cierta en cuál de las dos instituciones hospitalarias de La Ceja era que estaba recluido.
Con diligencia nos llegamos al hospital de La Ceja que queda ahí cerquita del parque en el que luego de la antesala reglamentaria que hay que hacerles a los empleados públicos para que no den ninguna razón sobre lo que se les pregunta, subir a otro piso y buscar quien atendiera en la recepción, nos dimos cuenta que aquí… No estaba.
Nos fuimos entonces para la otra entidad hospitalaria en las afueras y con “Paso de perseguido” atravesamos raudos el pueblo. Como uno sabe que hay lugares en los que se encuentra motivos fotográficos a discreción y sin mucho esfuerzo, cuando llegamos a un puente del camino, justo en la confluencia de unas quebraditas que se juntan y pasan bajo éste nos detuvimos. La vez pasada que estuvimos por estos lados con las hermanitas Echeverri, aquí mismo nos encontramos además de la común contaminación de aguas sucias y demás porquerías, un televisor desechado quizá por viejo, quizá porque era en blanco y negro, quizá porque no se le conseguían repuestos… Ahí estaba abandonado, desbaratado entre aguas sucias y malolientes. Ya no estaba el viejo televisor en el que con toda seguridad algún parroquiano le tocó ver “El llanero Solitario”, “Rin tin tin” o “Lasssie”… Esta vez estaba abandonada, mutilada y con la cabeza cubierta con una bolsa negra como si hubiera sido asfixiada por algún iconoclasta y semisumergida en la cloaca una mediana estatua de la que alguna vez pudo haber sido una diosa griega o romana…
Triste fin le espera a todo lo que el homo stupidus desecha y al mismo tiempo ofrenda como despojo al consumismo rampante; divinidad de hoy.
Zuluaga arriesgando su integridad, pero vencido por la curiosidad, bajó al caño y luego de mojar uno de sus tennis por un mal paso, le destapó la cabeza de la vejada diosa. Estaba descabezada. Nunca supimos a cuál de las muchas deidades grecorromanas representaba la pobre escultura. A lo mejor era alguna de las musas; Euterpe o Melpómene, musa de la tragedia, pero terminó como una de las Nayades, ninfas que habitan los ríos y las fuentes… A lo mejor era Medusa; una de las Gorgonas a la que Perseo le cortó la cabeza…
Comentando cualquier otra cosa seguimos el camino por una avenida totalmente recta que lleva hasta la Clínica San Juan de Dios de los Hermanos Hospitalarios. Llegamos hasta la portería y un amable portero nos dijo que las visitas eran a partir de las 10 a.m. Eran las 8.45. Juanfer casi lo convence de que nos deje entrar diciéndole que veníamos desde Medellín a pie. El señor confundido no sabía que decir y sólo balbucía que esas eran sus órdenes. Soltamos la carcajada y dándole las gracias le dijimos, nos dijimos, que más tarde regresaríamos entonces. Sobre la marcha de regreso a la avenida, decidimos irnos hasta la Vereda Pontezuela de Rionegro, en la que nuestro amigo Decano en amistad, camaradería, aguante con una sonrisa nuestras chanzas a veces destempladas, de tertulias y creo que hasta de Ingenierías, don Luis Fernando Múnera; tiene una finquita de descanso en el paradisíaco lugar. Otra vez con “Paso de perseguidos” a pesar del dolor latente en la planta de mi pie, que a ratos me hacía cojear, caminamos por espacio de una hora hasta el lugar definido por algunas construcciones que ya van formando un pequeño poblado.
Un poco más abajo y a la izquierda está la entrada encascajada que sirve de acceso a varias fiquitas de descanso y a unos 350 metros, está la portada de entrada a la finquita de nuestro amigo. No había nadie…Excepto unos palos de guayaba cargados de deliciosas frutas y que desde lejos nos hacían caratoñas como diciendo: Vengan y sacudan el palo para que vean… Ganas no faltaron, pero la decencia de la edad sólo nos permitió imaginar el asalto y la huída, seguidos por un mayordomo con una escopeta de 2 cañones humeantes. Volvimos sobre nuestros pasos y estuvimos admirando la casita que en convite le fue donada a la señora vecina; La Providencia. Bonito y difícil de olvidar. Cuando salimos de nuevo a la carretera, convinimos en que para que nuestro amigo se enterara de que estuvimos por esos lados, le dejaríamos una tarjeta muy especial. Juanfer se devolvió a entregarla a la hija de la dueña de La Providencia para que se la diera a don Luis MÚ cuando llegara al lugar.
Decidimos hacer un alto para refrescarnos por estos lados, donde se levantan ahora nuevas construcciones y las antiguas se remodelan. Una de las en remodelación, es la que a principios del año en vigencia visitamos y asaltamos en sus pastelitos, unos deliciosos bocaditos de hojaldre y arequipe o guayaba que fueron devorados por los Todo Tragones sin misericordia. Esta vez comprobamos, luego de visitar la finquita de don Luis MÚ que o los habían escondido, o de verdad no habían. Pensamos que los escondieron cuando nos vieron pasar. Bueno, a falta de bizcochitos, buenas son galletas, aunque esta vez no desocupamos la cajita que las contenía. Nos conformamos con tinto, agua y como siempre, Juanfer pide Mister Tea del que con toda seguridad no hay. Ya se lo habíamos advertido al dueño de la tienda. Había de mora y limón; Juanfer pidió de té verde. Se conformó con el de limón.
Regresamos entonces sobre nuestros pasos, esta vez tratando de hacerlo más despacio, pero no lo logramos; nos hacen falta Olaya y Lobato además de para muchas otras cosas, para que nos hagan regular el paso sin necesidad de aceleramientos. Sin embargo, logramos admirar y remirar el hermoso paisaje circundante y la variedad de casas del camino de diferentes estilos, presupuestos y cultivos. Esas casas en los caminos hablan del estrato socioeconómico y cultural de los habitantes de cada lugar. Por estos lados también hay varias comunidades religiosas, que en construcciones antiguas o en edificios nuevos, se han venido a disfrutar de la paz de estos contornos.
Otra hora larga de camino y de nuevo estábamos a las puertas de la Clínica San Juan de Dios de los Hermanos Hospitalarios. El amable portero sonrió al vernos llegar y con un ademán nos autorizó a entrar ahora sí. Supongo que su sonrisa fue por acordarse de la “mentirita” de Juanfer de que veníamos a pie desde Medellín. Pedimos instrucciones al mismo señor portero y nos guió a los pasillos de Cuidados intensivos, en donde se encuentra nuestro amigo JuanCe.
Dos chicas muy lindas sentadas en una de las banquitas de los patios de descanso de la clínica nos observaban curiosas. Juanfer que no se puede quedar callado, dice después de ver un letrero que decía “Altura Máxima 2.80 mts.” - ¿2.80? ¡JuanCe no cabe por ahí!, ¡Lo tuvieron que entrar acostado y doblado! - Entre tanto, Zuluaga que se había retrasado un poco, identificó a Eulalia la hija de JuanCe en una de las dos chicas que nos observaban, al tiempo que ella se preguntó porqué esos señores mientan un JuanCe. Así le dicen a mi papá – pensó ella – Luego de las risas por ambas coincidencias, las presentaciones y un primer informe del estado de salud de nuestro “Radio Viejo”, alter ego del señor director de las Juevoniadas que harta falta nos están haciendo. Aunque se ha recuperado bastante - nos dice Eulalia - el proceso será largo y difícil, por lo que habrá que seguir esperando y confiando.
Al poco rato apareció desde las habitaciones de cuidados intensivos AnaT, la compañera de JuanCe, que se alegró mucho con nuestra presencia. Las jóvenes se marcharon a una diligencia y nos quedamos con AnaT conversando sobre nuestro amigo. El cuadro clínico aunque difícil, es prometedor y el paciente está respondiendo efectivamente. Había pasado toda la mañana sin respirador artificial y eso era muy buen síntoma, aunque había dormido poco durante la noche. Hasta tiempo y disposición para hacer chanzas tuvimos en ese rato que conversamos con AnaT. Ella nos preguntó que si deseábamos ver a JuanCe y al preguntarle por lo conveniencia de hacerlo, nos manifestó y comprendimos que él andaba muy retraído y sin ganas de ver a nadie. Aceptamos y le pedimos entonces que le llevara saludos de nuestra parte y con muchas recomendaciones y parabienes con nuestros amigos floricultores, nos retiramos de la Clínica, no sin antes tomarle unas fotos a una bella imagen de San Juan de Dios, que cargando a un enfermo, se erige en el hall del recinto hospitalario.
Retomamos el camino al parque de La Ceja y ya cerca de él, nos metimos a una cafetería a tomarnos algún refresco. Resultamos tomándonos unas cervezas mientras hablamos y hablamos de lo divino y de lo humano. Estaba todavía bien temprano. Seguimos hacia el parque y mientras decidíamos que hacer, vimos un enorme bus dispuesto a partir para Medellín sin nosotros, por lo que de inmediato compramos pasajes. A las 12.40 p.m. estábamos apoltronados cual reyezuelos rumbo a la “Vella biya” y mientras un zurdo de despersigna, estábamos aterrizando en la estación Exposiciones del Metro.
Juan Fernando Echeverri
Luis Fernando Zuluaga
José M. Ruiz.
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