Con los amigos entre Ceja y Ceja.

De tour por La Ceja y Pontezuela.
Con un dolor muscular de los mil diablos en la planta del pie, pero con el deseo de cumplir el compromiso con mis amigos TTS., me desmonté del Metro en la estación Exposiciones, en donde ya estaban Juanfer y Zuluaga esperándonos. Ya casi eran las 6.30 a.m. hora dada para el encuentro. Un voceador o promotor de pasajes a La Ceja en taxis colectivos gritaba: ¡Dos a la Ceja, dos a la Ceja! Nosotros ya éramos tres, y esperábamos a Olayita. Olayita nunca llegó, suponemos que por asuntos laborales, aunque no se manifestó en toda la semana. En esas llegó una buseta de La Ceja y rápido la abordamos. Lo mismo de rápido ya estábamos en el parque de la población y saludando al dueño del aviso en su hermoso templo.
Fuimos a buscar desayuno al mismo restaurante de siempre en el marco de la plaza. Apenas empezaban a organizar el desorden dejado por una fiesta del día anterior, pero de inmediato nos atendieron como siempre, muy bien. Desayuno livianito: Huevos, arepa, quesito y chocolate. Y a caminar.
Decidimos ahora sí cumplir nuestro propósito principal; enterarnos in situ del estado de salud de nuestro amigo “Radio Viejo”, más conocido en los círculos intelectuales del Centro de Medellín y La Alcancía como JuanC, JuanCé, o Juan Cristóbal, pero no sabíamos a ciencia cierta en cuál de las dos instituciones hospitalarias de La Ceja era que estaba recluido.
Con diligencia nos llegamos al hospital de La Ceja que queda ahí cerquita del parque en el que luego de la antesala reglamentaria que hay que hacerles a los empleados públicos para que no den ninguna razón sobre lo que se les pregunta, subir a otro piso y buscar quien atendiera en la recepción, nos dimos cuenta que aquí… No estaba.
Nos fuimos entonces para la otra entidad hospitalaria en las afueras y con “Paso de perseguido” atravesamos raudos el pueblo. Como uno sabe que hay lugares en los que se encuentra motivos fotográficos a discreción y sin mucho esfuerzo, cuando llegamos a un puente del camino, justo en la confluencia de unas quebraditas que se juntan y pasan bajo éste nos detuvimos. La vez pasada que estuvimos por estos lados con las hermanitas Echeverri, aquí mismo nos encontramos además de la común contaminación de aguas sucias y demás porquerías, un televisor desechado quizá por viejo, quizá porque era en blanco y negro, quizá porque no se le conseguían repuestos… Ahí estaba abandonado, desbaratado entre aguas sucias y malolientes. Ya no estaba el viejo televisor en el que con toda seguridad algún parroquiano le tocó ver “El llanero Solitario”, “Rin tin tin” o “Lasssie”… Esta vez estaba abandonada, mutilada y con la cabeza cubierta con una bolsa negra como si hubiera sido asfixiada por algún iconoclasta y semisumergida en la cloaca una mediana estatua de la que alguna vez pudo haber sido una diosa griega o romana…
Triste fin le espera a todo lo que el homo stupidus desecha y al mismo tiempo ofrenda como despojo al consumismo rampante; divinidad de hoy.
Zuluaga arriesgando su integridad, pero vencido por la curiosidad, bajó al caño y luego de mojar uno de sus tennis por un mal paso, le destapó la cabeza de la vejada diosa. Estaba descabezada. Nunca supimos a cuál de las muchas deidades grecorromanas representaba la pobre escultura. A lo mejor era alguna de las musas; Euterpe o Melpómene, musa de la tragedia, pero terminó como una de las Nayades, ninfas que habitan los ríos y las fuentes… A lo mejor era Medusa; una de las Gorgonas a la que Perseo le cortó la cabeza…
Comentando cualquier otra cosa seguimos el camino por una avenida totalmente recta que lleva hasta la Clínica San Juan de Dios de los Hermanos Hospitalarios. Llegamos hasta la portería y un amable portero nos dijo que las visitas eran a partir de las 10 a.m. Eran las 8.45. Juanfer casi lo convence de que nos deje entrar diciéndole que veníamos desde Medellín a pie. El señor confundido no sabía que decir y sólo balbucía que esas eran sus órdenes. Soltamos la carcajada y dándole las gracias le dijimos, nos dijimos, que más tarde regresaríamos entonces. Sobre la marcha de regreso a la avenida, decidimos irnos hasta la Vereda Pontezuela de Rionegro, en la que nuestro amigo Decano en amistad, camaradería, aguante con una sonrisa nuestras chanzas a veces destempladas, de tertulias y creo que hasta de Ingenierías, don Luis Fernando Múnera; tiene una finquita de descanso en el paradisíaco lugar. Otra vez con “Paso de perseguidos” a pesar del dolor latente en la planta de mi pie, que a ratos me hacía cojear, caminamos por espacio de una hora hasta el lugar definido por algunas construcciones que ya van formando un pequeño poblado.
Un poco más abajo y a la izquierda está la entrada encascajada que sirve de acceso a varias fiquitas de descanso y a unos 350 metros, está la portada de entrada a la finquita de nuestro amigo. No había nadie…Excepto unos palos de guayaba cargados de deliciosas frutas y que desde lejos nos hacían caratoñas como diciendo: Vengan y sacudan el palo para que vean… Ganas no faltaron, pero la decencia de la edad sólo nos permitió imaginar el asalto y la huída, seguidos por un mayordomo con una escopeta de 2 cañones humeantes. Volvimos sobre nuestros pasos y estuvimos admirando la casita que en convite le fue donada a la señora vecina; La Providencia. Bonito y difícil de olvidar. Cuando salimos de nuevo a la carretera, convinimos en que para que nuestro amigo se enterara de que estuvimos por esos lados, le dejaríamos una tarjeta muy especial. Juanfer se devolvió a entregarla a la hija de la dueña de La Providencia para que se la diera a don Luis MÚ cuando llegara al lugar.
Decidimos hacer un alto para refrescarnos por estos lados, donde se levantan ahora nuevas construcciones y las antiguas se remodelan. Una de las en remodelación, es la que a principios del año en vigencia visitamos y asaltamos en sus pastelitos, unos deliciosos bocaditos de hojaldre y arequipe o guayaba que fueron devorados por los Todo Tragones sin misericordia. Esta vez comprobamos, luego de visitar la finquita de don Luis MÚ que o los habían escondido, o de verdad no habían. Pensamos que los escondieron cuando nos vieron pasar. Bueno, a falta de bizcochitos, buenas son galletas, aunque esta vez no desocupamos la cajita que las contenía. Nos conformamos con tinto, agua y como siempre, Juanfer pide Mister Tea del que con toda seguridad no hay. Ya se lo habíamos advertido al dueño de la tienda. Había de mora y limón; Juanfer pidió de té verde. Se conformó con el de limón.
Regresamos entonces sobre nuestros pasos, esta vez tratando de hacerlo más despacio, pero no lo logramos; nos hacen falta Olaya y Lobato además de para muchas otras cosas, para que nos hagan regular el paso sin necesidad de aceleramientos. Sin embargo, logramos admirar y remirar el hermoso paisaje circundante y la variedad de casas del camino de diferentes estilos, presupuestos y cultivos. Esas casas en los caminos hablan del estrato socioeconómico y cultural de los habitantes de cada lugar. Por estos lados también hay varias comunidades religiosas, que en construcciones antiguas o en edificios nuevos, se han venido a disfrutar de la paz de estos contornos.
Otra hora larga de camino y de nuevo estábamos a las puertas de la Clínica San Juan de Dios de los Hermanos Hospitalarios. El amable portero sonrió al vernos llegar y con un ademán nos autorizó a entrar ahora sí. Supongo que su sonrisa fue por acordarse de la “mentirita” de Juanfer de que veníamos a pie desde Medellín. Pedimos instrucciones al mismo señor portero y nos guió a los pasillos de Cuidados intensivos, en donde se encuentra nuestro amigo JuanCe.
Dos chicas muy lindas sentadas en una de las banquitas de los patios de descanso de la clínica nos observaban curiosas. Juanfer que no se puede quedar callado, dice después de ver un letrero que decía “Altura Máxima 2.80 mts.” - ¿2.80? ¡JuanCe no cabe por ahí!, ¡Lo tuvieron que entrar acostado y doblado! - Entre tanto, Zuluaga que se había retrasado un poco, identificó a Eulalia la hija de JuanCe en una de las dos chicas que nos observaban, al tiempo que ella se preguntó porqué esos señores mientan un JuanCe. Así le dicen a mi papá – pensó ella – Luego de las risas por ambas coincidencias, las presentaciones y un primer informe del estado de salud de nuestro “Radio Viejo”, alter ego del señor director de las Juevoniadas que harta falta nos están haciendo. Aunque se ha recuperado bastante - nos dice Eulalia - el proceso será largo y difícil, por lo que habrá que seguir esperando y confiando.
Al poco rato apareció desde las habitaciones de cuidados intensivos AnaT, la compañera de JuanCe, que se alegró mucho con nuestra presencia. Las jóvenes se marcharon a una diligencia y nos quedamos con AnaT conversando sobre nuestro amigo. El cuadro clínico aunque difícil, es prometedor y el paciente está respondiendo efectivamente. Había pasado toda la mañana sin respirador artificial y eso era muy buen síntoma, aunque había dormido poco durante la noche. Hasta tiempo y disposición para hacer chanzas tuvimos en ese rato que conversamos con AnaT. Ella nos preguntó que si deseábamos ver a JuanCe y al preguntarle por lo conveniencia de hacerlo, nos manifestó y comprendimos que él andaba muy retraído y sin ganas de ver a nadie. Aceptamos y le pedimos entonces que le llevara saludos de nuestra parte y con muchas recomendaciones y parabienes con nuestros amigos floricultores, nos retiramos de la Clínica, no sin antes tomarle unas fotos a una bella imagen de San Juan de Dios, que cargando a un enfermo, se erige en el hall del recinto hospitalario.
Retomamos el camino al parque de La Ceja y ya cerca de él, nos metimos a una cafetería a tomarnos algún refresco. Resultamos tomándonos unas cervezas mientras hablamos y hablamos de lo divino y de lo humano. Estaba todavía bien temprano. Seguimos hacia el parque y mientras decidíamos que hacer, vimos un enorme bus dispuesto a partir para Medellín sin nosotros, por lo que de inmediato compramos pasajes. A las 12.40 p.m. estábamos apoltronados cual reyezuelos rumbo a la “Vella biya” y mientras un zurdo de despersigna, estábamos aterrizando en la estación Exposiciones del Metro.
Juan Fernando Echeverri
Luis Fernando Zuluaga
José M. Ruiz.
Vea más fotos en el siguiente vínculo:
http://picasaweb.google.com/sietenpunto/LaCeja

Juan Cristobal Mejía Valderrama.

Santa Bárbara - Fredonia.

Participantes:
Luis Fernando Zuluaga Zuluaga (Zuluaguita)
José María Ruiz Palacio (Chema o el Poeta)
Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer)

Bonita la mañana y sin lugar a dudas por el color del cielo y la intensidad con que se veía el resplandor del sol, allá por encima de las montañas al oriente del Valle del Aburrá, todo hacía presagiar un hermoso día con olor a carne asada, para goce y tormento de los sólo tres caminante que nos habíamos dado cita, ante la ausencia obligada de nuestros compañeros Carlos Olaya B. Y Jorge Iván Londoño M. a quienes junto con nuestra caminante honoraria Gloria Muñoz “La Coneja”, metimos entre los sentimientos de nuestros morrales, para enrutar nuestros pasos nuevamente hacia el suroeste antioqueño donde la tradición de café, carbón y arriería se niega a morir ante el empuje del progreso. ¡Ahh! Sin olvidar a La Milagrosa y al Padre Calixto nuestros patronos.

Encaramados en una cómoda buseta de Transportes Santa Bárbara iniciamos nuestra marcha repetida, pero nunca igual, ya que ni el paisaje es el mismo, ni nosotros mismos lo somos, dado que todo es cambiante como cambian las nubes de forma, estado y posición sobre el azul del cielo; para llegar hasta esa fracción del “Balcón de los Bellos Paisajes”, Santa Bárbara, municipio fundado en 1774 y que hoy con sus casi 27 mil habitantes y sus 185 Km2 de extensión, nos prestaba un pedacito de su territorio para iniciar nuestra caminata número 187.

Efectivamente, abandonamos el vehículo a la altura del conocido “Estadero” La Última Copa, al que ingresamos tiesos y majos pidiendo desayuno, pero nada. El citado estadero, al que se le puede hacer el inventario mientras se sacude, sólo muestra buen surtido en todo lo que sea ron y aguardiente, ya que de mascar o tomar, más bien pocón, debiéndonos autoconvencernos que desayunar con la mano en la cintura, también es bueno.

Fue así como resignados hicimos nuestros pedidos: Dos tintos para Zuluaga y Chema y un Yogurt para Juanfer, todo acompañado con una bolsa de doce “pandequesos de tuvo” pedida por Chema, y digo de “tuvo” ya que efectivamente los mismos “tuvieron” queso pero se lo sacaron.

En un suspirar y ambicionar cosita mejor, dimos cuenta del “mañanero manjar de celador”, guardando en nuestro morrales cuatro “pandequesos” sobrantes dizque para el camino, el cual emprendimos ahí mismito y en la vereda Guayabo Alto, por esa carretera veredal muy antigua, que otrora sirvió de vía de comunicación y para sacar el café de Fredonia a lomo de mula y empuje de arrieros, de esos que cargaban sobre las enjalmas, el desarrollo de un pueblo que le jugaba escondrijos a la dureza de las montañas.

Eran las 8 am. en punto y ya el “rubio Jaramillo”, luciendo gafas oscuras, bermudas y acicalándose lo mejor de sus rayos, los dejaba caer sobre nuestras espaldas, mientras sobre un piso pedregoso, bien asentado, rodeado de buena vegetación y custodiado por los hermosos cerros lejanos que caracterizan esa orografía en esos lugares , los caminantes aporreábamos el suelo con nuestros pasos y cayados.

Aparecieron las primeras casitas del camino. Los primeros moradores que con sus herramientas al hombro se preparaban a iniciar labores o aquellos que ya las habían iniciado, arañado la tierra con sus recatones y azadas, mientras interrumpían el silencio y la labor con su infaltable “buenos días mi don”. El canto de los pájaros se dejaba escuchar, el aire nos traía el olor a pulpa fermentada de café y saltones por entre los barrancos, los lechos secos de algunas pequeñas quebradas que bajo la forma de cascada se desprenden de la montaña en época de lluvias.

Seco se veía el paisaje en esos primeros kilómetros. Polvoriento el bien conservado camino y así como atraídos por nuestros pasos, a un ritmo bastante bueno, fueron apareciendo ante nuestros ojos los primeros cafetales con sus granos verdes entreverados en amarillo pálido, invitando a la madurez y a tomarnos un tinto.

Nuestra marcha era ligera, uniforme y rendidora. Como siempre, no paramos de hablar, cambiar de tema y de gozar, ya que el paisaje es imposible mirarlo, repasarlo y reconocerlo, sin admirar su belleza y sus encantos.

Poco a poco el “rubio aquel” le subía calor a sus resistencias para minar las nuestras, no obstante el polvo del camino iba desapareciendo para dejar ver sobre sus orillas, algunos pequeños charcos o pantaneros menores endurecidos, indicando que las aguas lluvias en el lugar se habían hecho presente, lo cual lo confirmaron las dos o tres caídas de agua ruidosa y espumosa que encontramos en nuestra marcha.

Estábamos en la vereda Los Naranjos, donde el olor fermentadamente delicioso de la pulpa del café invadía el aire, al igual que los cafetales se hacían numerosos y continuos en el camino y a lado y lado, interrumpidos por los antejardines decorados con San Joaquínes, Novios, Navidad y algunos frutales de esas casitas saltonas que abundan en el camino, como empezaban a abundar aún más los granos rojos de ese nuestro café, que en gajos ofrecían a nuestros ojos aquellos cafetales, como tejiendo sobre la crisis, un mantel en cadeneta y cruz para abrigar una esperanza a nuestra economía cafetera en el inmediato futuro.

¡Que montón de café carajo y que hermosura! Con razón dicen los analistas, que Colombia tendrá una cosecha calculada en de once millones de sacos para el 2010 para la exportación y con esa calidad que nos distingue a nivel mundial.

Parece que vuelve la esperanza cafetera, especialmente en Antioquia, ya que de producir otrora el 35% del café nacional, hoy ocupamos un quinto o sexto lugar, gracias al soqueo, a los elevados precios de la tierra que no justificaban frente a la poca rentabilidad de los cultivos y a la transformación de las haciendas cafeteras en fincas hoteles para el turismo, criaderos de bestias finas o pastos para el ganado de engorde y levante que pasta en estas tierras.

Proporcionalmente a la rebaja de sacos, aumentaba el desempleo y la inseguridad, pero por fortuna no hay mal que dure cien años ni vocación cafetera que lo resista y pudimos comprobar los caminantes, como los cafetales soqueados ayer, estaban hoy en plena producción. Otros nuevos se levantaban a nuestra izquierda y derecha y al fondo, en las faldas de la empinada montaña, se veían los almácigos retoñados y fértiles, como oscuras pecas intrusas sobre el terreno preparado para recuperar la producción.

Que calor, que color de paisaje, que olor revuelto con el cantar de algunas aves y el rumor de las aguas repetidas bajando de la montaña, para perderse abajo, muy abajo en esos abismos que como dijo alguien “cuando los miro detenidamente, a ratos parece que ellos me miraran”. Sólo hicimos unas pequeñas pausas para tumbar ciruelas maduras de algunos árboles plantados al borde del camino, repletos del dulce fruto y seguir adelante.

Habíamos ingresado a la vereda Morro Plancho” donde creímos encontrar una tienda para echarle algo diferente a agua a nuestras resecas gargantas, pero estaba cerrada y siga adelante, devorando las mandarinas y las granadillas que nos carga Zuluaga, mientras aparece el desquite en la ruta, la cual nos trajo tres jovencitas que armadas de bolígrafo y porta planillas, así como sus escarapelas y chalecos distintivos, hacían un censo para el Sisben en la región y ordenado por el Municipio de Santa Bárbara, el cual no habíamos abandonado no obstante nuestro aplastante paso, pero que también nos indicaba que teníamos a Fredonia nuestro destino final, “más o menos cerca”.

Al golpe de las 12 m. en nuestros relojes, Zuluaga da la orden de entonar el Ave María, lo cual hicimos, no sin antes despojarnos de nuestra gorras y con toda seguridad hacerlo con fervor pidiendo a la Madre de Jesús, interceder ante su hijo por la salud de nuestro amigo, maestro, director y contertulio Juan Cristóbal Mejía Valderrama, quien se encuentra hospitalizado y algo delicado de salud, debido a un accidente que había sufrido dos días antes y a quien dedicamos cariñosamente esta exigente y soleada caminata.

Por fin abandonamos a Morro Plancho e ingresamos a la Vereda El Mango, donde el calor incrementaba su voltaje, el camino se empinaba y la caminata se tornaba mucho más exigente, situación que no fue óbice para mermar el paso, del cual en un momento afirmó Chema que “teníamos paso de perseguido”, situación que arranco risas, pero que también nos hizo pensar, que posiblemente nunca antes habíamos hecho un recorrido en forma tan pareja, rápida y sostenida.

Sudábamos a mares. Nuestras camisas escurrían y esa es la idea, pero bajo ninguna circunstancia bajábamos el ritmo y la guardia, pese a que en el talón de mi pié izquierdo sentía un ardor fastidioso e incómodo, anunciando la posibilidad de una ampolla.

Debo agregar, que a estas alturas, ya hacía rato que el Municipio de Fredonia se veía a la distancia. Parecía una manchita blanca que interrumpía el paisaje de montaña, ese que artísticamente enmarcado por los Cerros Combia y Cerro Bravo, imponente y desafiante como siempre, nos mostraba esa acuarela de colores que sólo sabe pintar el Creador.

De pronto, nuestra atención fue desviada por un sencillo aviso publicitario sobre la tapia de una casa, indicándonos la existencia de una tienda, la cual estaba cerrada, no obstante su propietaria en la ventana contigua, se asomaba a ofrecernos su servicio , el mismo que nos brindó muy amablemente, al tiempo que nos indicaba que Fredonia estaba más o menos a una hora, mientras un parroquiano allí presente hablaba de dos horas y media, es decir, mejor nunca creerle a nadie y esperar lo que digan nuestros pasos.

Con los alientos refrescados por las frías bebidas consumidas y despedidos de la amble y muy bonita señora la cual estoy seguro y me imagino, habría impresionado muy gratamente a “alguno” de nuestros compañeros ausentes y cuyo nombre no quiero decirlo, continuamos nuestra marcha a paso de perseguido como afirmaba el poeta Chema, avanzando sobre el empedrado camino, mientras Fredonia parecía retroceder y de las casas salían perros a nuestro encuentro ladrando y pelando sus colmillos, situación que fue el común denominador durante todo el recorrido, de toda aquella ruta perruna con figura de purgatorio ante la alta temperatura.

A partir de allí y con Fredonia en frente de nuestros ojos, pero como que no se acercaba, con un camino al que lentamente le ganábamos grados a la inclinación, un sol que atormentaba nuestras espaldas y con el cansancio hospedado en nuestras piernas, cafetales rojos en su fruto y el bosque nativo que mostraba en algunos tramos las muestras de las infames quemas y uno que otro chorrito de agua sediento y que se resistía a secarse entre las piedras de su lecho, fuimos arrebatándole distancia a la lejanía.

Nos parecía mentira. Otra que coronamos afirmaba Zuluaga, mientras nos deslizábamos por esa empinada carretera que lleva a la “tierra de hombres libres” como se conoce la patria chica de Rodrigo Arenas Betancur y la cual servía por tercera vez casi sucesiva de llegada a los caminantes en las últimas salidas.

Todo muy familiar. Atrás y a borde de carretera había quedado esa cloaca de aguas negras que arrastra las inmundicias del pueblo y para satisfacción nuestra, ya no nos recibió en toda su entrada, esa nube de gallinazos quienes en un basurero improvisado por la mala educación y la falta de civismo de algunas personas, se peleaban los despojos comestibles de algún pelado hueso arrojado en el lugar y según describimos en reciente crónica.

Por fin, el encementado y adoquinado de las calles de Fredonia. Detuvimos el paso; dimos una mirada a las montañas cercanas, ensombrecidas por las organizadas filas de cafetos y encaminamos cayados al parque principal escogiendo la loma menos parada, ya que en este rico municipio se rueda una babosa, para entrar ante la mirada de los moradores, quienes no niegan un saludo al ambicionado parque.

Una visita al bonito templo de Santa Ana, donde soltamos la oración de gracias y la encimita por el amigo enfermo, para salir nuevamente al atrio donde Chema hacia funcionar el clic de su cámara, como lo hizo a lo largo del recorrido, plasmando con la misma, el infame y lamentable estado que presentan las esculturas “primíparas”, del Maestro Rodrigo Arenas Betancur, hijo dilecto de Fredonia “pintadas o patinadas” recientemente y hoy convertidas en el papel de esos vándalos canallas que no pierden oportunidad para dejar sus nombres, el de sus amores con burdos corazones o el de sus equipos de fútbol, como muestra fiel de la incultura que los caracteriza y acompaña.-

Duele ver tanta ignorancia, tanto desamor por el arte y por la memoria de nuestros artistas y nuestras tradiciones y pensamos que quien es capaz de rayar una obra de estas, es capaz de rayar el rostro de su propia madre.

Medio rengos por el esfuerzo, nos enflechamos sin pensarlo dos veces, al muy buen Restaurante Otra Parte, donde sentados a manteles fuimos atendidos por su propietaria, quien presta a despachar nuestros “limitados pedidos” al gusto de cada sediento caminante, ya que sólo nos provocaba bogar y bogar, con decir que ni siquiera fuimos capaces de dar cuenta de los “pandequesos”, escasos de queso, que nos habían sobrado en la mañana en el ya lejano “estadero” la última copa.

Satisfechos con los alimentos y bebidas consumidas nos vimos nuevamente en el parque del pueblo rumbo a la Terminal de Transporte, por fortuna todo en descenso; allí consumimos nuestra última bebida para abordar la buseta de Transportes Fredonia la misma que a buen ritmo y por la vía del café, sometida hoy a “mantenimiento y alta cirugía ingenieril” nos fue llevando al Valle del Aburrá custodiados en buen trecho del camino, por la mirada atenta de Cerro Bravo, ese referente que evoca para nosotros los caminantes, excelentes recuerdos y mejores esfuerzos y que fue quedando atrás como diciéndonos hasta pronto con la oscura pañoleta de la tupida vegetación que crece en su cima.

Hasta la próxima con el superior permiso y esperando contar por muchos años, con nuestro amigo Juan Cristóbal Mejía V. gozando de perfecta salud y como un fiel lector de nuestras crónicas y quien acostumbra dejarnos sus mensajes en nuestro blog, bajo el seudónimo de Herodes Neponte.

Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer)
Los Caminantes Todo Terreno –Medellín-
http://www.caminantestodoterreno.blogspot.com/

Ver más fotos en el siguiente vículo:
http://picasaweb.google.com/sietenpunto/SantaBarbaraFredonia#

En busca de la fuente de vida.

Como muchas veces ocurre, da la impresión que algunas cosas que se quiere hacer; algo o alguien, hacen hasta lo imposible para que no se puedan llevar a cabo.
Desde el mismo instante en que se supo del extravío del Padre Calixto en las montañas de El Retiro, a los T.Ts. se nos metió en la cabeza que ya que no pudimos contribuir en la búsqueda, por lo menos y cuando supimos que lo habían encontrado, que haríamos la misma ruta que él en su honor o por lo menos llegaríamos hasta el lugar en que lo encontraron.

El sábado siguiente a su localización, hicimos el recorrido que supuestamente él debió hacer para regresar a Envigado, bajando por El Salado. A la semana siguiente y fundamentados en la teoría de que el padre se extravió por ese mismo camino y tomó a la izquierda en un lugar de la ruta, quisimos buscar esa supuesta ruta, pero un aguacero de racamandaca esa madrugada me hizo desistir del asunto y mis compañeros se fueron a Fredonia por Piedra Verde. Luego decidimos que si había buen tiempo, un sábado de estos lo intentaríamos.

Hasta el Jueves 1 de Octubre, todo fue un hermoso y calcinante verano y como por algún motivo que no se entiende, el viernes llovió copiosamente en la tarde, lo mismo que en la noche al amanecer del sábado, pero ya estábamos jugados. Nos encontraríamos en la Estación Envigado del Metro a las 6.30 a.m.

Tempranito llegué al lugar y empecé la fila en las busetas alimentadoras que suben hasta Las Palmas que nos llevaría hasta el Alto del Escobero para meternos a la reserva forestal San Sebastián – La Castellana. Saldríamos a las 6.40 a.m.

A las 6.30 a.m. repica mi teléfono; era Zuluaga preguntando por Juanfer… Lo estaba esperando desde hacía rato y el Juancho no aparecía. Se va a buscarlo a la otra salida y menos, se vuelve a la otra y ahí si, después de que ya se fue la buseta, aparece Juanfer que hacía rato, desde adentro estaba de salida en salida buscando a Zuluaga… En esto ires y venires, Zuluaga botó el zurriago que le sirve de bastón y apoyo en los caminos. Todo se va dando como para que nos arrepintamos de ir a buscar la ruta del padre Calixto. Ahora a esperar la buseta de las 7.10 a.m.

Por fin nos vamos y como todo se estaba dando para que nada saliera como se debe, no nos fijamos bien y nos desmontamos de la buseta mucho más abajo del lugar indicado y por unos 20 minutos nos tocó subir la loma del Escobero a paso de vencedores. Llegamos al inicio del sendero; Zuluaga encontró un tronco de unos 10 cms de diámetro y metro y medio de largo al que adoptó de inmediato como bastón en son de chiste. Claro que de todos modos buscó uno que de verdad le sirviera, porque hace falta un punto extra de apoyo, sobre todo bajando por entre el monte. Como ya conocíamos esta parte del trayecto, pronto estábamos en la explanadita en que está el aviso que guía hacia la vereda Normandía y hacia Envigado. Es de anotar aquí que de nuevo nos encontramos un grupo de estudiantes de la Nacional, observando aves. Nos contaron que habían encontrado nuestro blog y leído algunas crónicas; como siempre Juanfer les encareció “dejar un mensajito”

La vez pasada, aunque sabíamos del camino, no caímos en cuenta de la bifurcación y muy orondos nos dejamos llevar por el sendero. Ya muy abajo supimos que íbamos rumbo a Envigado sin atenuantes. Esta vez yo había mirado bien el mapa de google earth y marcado la distancia desde el punto de partida, hasta el sendero hacia Normandía; 120 metros equivalentes a 160 de mis pasos. Incrédulos, Zuluaga y Juanfer me miraban contar los 160 pasos y justo ahí; 160 pasos y a la izquierda estaba el sendero a Normandía un poco tapado con rastrojo. Machete en mano lo rectifiqué y después de los parabienes y admiración de mis compañeros nos internamos rumbo a la vereda Normandía.

Como el terreno ya no es parte de la reserva ecológica San Sebastián – la Castellana, el camino es poco transitado y a la vez mejor conservado su entorno silvestre, aunque a veces medio desaparece entre el rastrojo. Claro que en la búsqueda del Padre Calixto, este fue uno de los rumbos que se pensó él tomó, por tanto en partes había todavía signos del paso de rescatistas, helicópteros, dada la gran cantidad de árboles y rastrojos derribados. También encontramos todavía algunos volantes informativos de los lanzados en procura de encontrar al sacerdote extraviado. En un momento dado, de nuevo se extravió el sendero; un claro en el bosque pero lleno de esa infamia que llaman “Chusco”, borró el rastro. A nuestra derecha lo encontramos de nuevo bajo un árbol que con sus ramas bajas y con seguridad por efecto del giro de las aspas de los helicópteros, lo habían tapado. Otra ración de machete y el camino abierto de nuevo.
Había plantas bajas de muchas especies, deleite para botánicos; hasta aquella que junto a las hermanas Echeverri buscamos en “El Capiro” pulula por estos lados. Árboles nativos, ni se diga. El sendero unas veces hacia arriba, otras hacia abajo, rumbo al sur, de pronto a occidente y en un momento hacia el norte desubica al más baquiano si no se tiene sentido de orientación y en algunos tramos de duda, una brújula. La certeza de que el sendero va por la cima de la montaña hacia el sur y mientras se mantenga definido, es prenda de seguridad.
Muy húmedo el follaje por las lluvias del día y la noche anterior, empapó nuestras ropas y el sudor también hacía su parte a pesar del frío reinante. Nuestro paso se veía interrumpido de tanto en tanto por las ramas atravesadas, pero “Merejo” se encargaba de abrir paso sin miramientos. Algo de lodo revuelto con hojarasca a veces también nos retrasaba algo, pero el sendero casi todo el tiempo fue muy definido, dado, pienso en que con toda seguridad estábamos transitando si no por un camino Prehispánico, por lo menos del tiempo de la Colonia.

Por largo rato seguimos esta ruta hasta que apareció un claro; era el final del camino por entre el bosque nativo y el comienzo del bosque cultivado; en esos momentos recién tumbado y con trabajos de resembrado. Total desolación y abajo una carretera. No deja de resentirse el corazón y la vista ante el Dantesco espectáculo. Y para colmo descubrir que la compañía maderera propietaria de los cultivos está arrasando y quemando poco a poco, aprovechando lo remoto del lugar, el bosque nativo para cultivar Pino “Pátula”. Tenemos las pruebas fotográficas.
Con dificultad logramos llegar a la carretera utilizada para sacar la madera del lugar y ahora si, por terreno conocido tomamos rumbo a la escuela de la vereda Normandía. A poco de andar nos alcanzó una motocicleta con dos muchachos trabajadores de la maderera que nos confirman lo que ya de varias maneras sabíamos; en esta zona no hay señal de celular, por lo que ni el Padre Calixto estuvo por aquí, ni nosotros nos habíamos podido comunicar con nadie, a pesar de varios intentos y ya me lo había dicho un amigo rescatista y caminante que ha estado en varias ocasiones por estos lados. Les preguntamos por la laguna y el lugar en que encontraron al padre; nos dieron las indicaciones del caso y siguieron su camino. Nosotros seguimos el nuestro y al rato de buscar la laguna, decidimos no perder tiempo en eso. Dimos vuelta y tomamos de nuevo hacia Normandía.

Enrutados de nuevo, al poco rato aparecen de entre el bosque de pinos un señor de bastante edad con 4 machetes en la mano y uno envainado; también un hombre, una mujer más jóvenes y un perro de raza indefinida. Saludamos y el primero que contestó fue el perro. Los otros también y ahí se inició un una conversación que duró bastante rato, porque con ellos conocimos muchos de los pormenores de la zona que nos intrigaban y que sería largo enumerar aquí. Lo importante era que conocían varios atajos para ahorrar camino por ser residentes desde hacía 9 meses en una de las casas que la compañía maderera tiene para sus trabajadores y sabían del sitio exacto en que encontraron al Padre Calixto. Eran esposos e iban a visitar a sus hijas y nietas en el Peñol. Nos acompañamos mientras conversábamos animadamente sobre cualquier cantidad de cosas posibles y compartimos agua y bocadillos camino a la cima y límites de la vereda Normandía y nada que llegábamos al sitio en que encontraron al Padre. Varias casitas ocupadas por trabajadores de la maderera están regadas a la largo de la vía y hasta escuela y colegio de bachillerato tienen por estos lados. En alguna de esas casitas estuve amaneciendo con mis compañeros de juventud hace como 40 años, cuando todos estos terrenos eran la granja experimental “Fizebad” de Everfit – Indulana y manadas de varias razas de ovejas pastaban en sus potreros.

Llegamos a los límites de la vereda Normandía y ya teníamos a la vista la represa de La Fe. El sitio en que encontraron al Padre Calixto no aparecía todavía y más era nuestra confusión. Todos los informes que conocíamos daban cuenta de que lo habían encontrado en dicha vereda, pero ya habíamos salido de ella. Don Miguel Valencia y su señora Emilsen María, como se llaman nuestros amables y conversadores acompañantes durante todo este tramo del camino, se prestaban a despedirse mientras nos indicaban que siguiendo la carretera, encontraríamos la cruz erigida para recordar el sitio en que fue hallado al Padre Calixto. Ellos seguirían por un camino que nosotros también recorrimos alguna vez rumbo al sitio “Carabanchel” en El Retiro. Mientras nos despedíamos y recibíamos instrucciones, encontramos a un joven de unos 30 años que con dos niños y una niña, como que esperaban a alguien. Lo mejor para romper el hielo es un Bombombun y los 4 lo aceptaron gustosos mientras nos presentábamos y les contábamos nuestra misión. Era Javier Botero, su hija y dos vecinitos. Un Javier Botero es igual a cualquier otro Javier Botero, pero cuando le contamos a éste nuestro propósito, pasó a ser un Javier Botero muy importante…
. Si claro, yo conozco el sitio en donde encontraron al padrecito… Yo fui el que lo encontró junto con unos compañeros de trabajo.
Al fin las cosas tomaban su rumbo previsto…

Muy lejos del lugar en que nosotros creíamos lo habían encontrado; a la vista de la represa de la Fe que el Padre confundió con una laguna, estaba la cruz en hierro forjado con su seudónimo: Calixto y unos números; 9 9 2009 correspondiente a la fecha en que fue encontrado, aunque casi con seguridad, el padre murió ese mismo domingo 6 de septiembre en la noche o la madrugada del lunes siguiente. Unas maticas de jardín, tratan de pelechar alrededor de la cruz.

Amablemente Javier nos contó los pormenores de todo el suceso, incluidos los desagradables de sentir que después de la labor cumplida se sugiriera que por haberlo encontrado tan rápido (3 días con sus noches) a lo mejor era que ellos lo habían empujado al precipicio…

Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche.

Le manifestamos a Javier nuestro deseo de ir hasta el sitio en que lo encontraron y aceptó gustoso. Nos metimos monte arriba bordeando y vadeando un arroyito que cantaba de peña en peña bajando sin prisa.


1. Aquella eterna fonte está escondida,

que bien sé yo do tiene su manida,

aunque es de noche.

2. Su origen no lo sé, pues no le tiene,

mas sé que todo origen de ella tiene,

aunque es de noche.


Por entre la vegetación a orillas de la quebradita y bajo la sombra de frondosos árboles, con dificultad avanzamos unos 100, 150 metros por entre peñas, musgos, helechos, palmichos y árboles caídos; por donde ya los rescatistas primero y luego los muchos visitantes han ido construyendo un camino.

3. Sé que no puede ser cosa tan bella,

y que cielos y tierra beben de ella,

aunque es de noche.

4. Bien sé que suelo en ella no se halla,

y que ninguno puede vadealla,

aunque es de noche.


Con gran dificultad llegamos al sitio; fresco, sombreado, oculto, casi místico… Los árboles circundantes forman una bóveda verde sobre dos paredes verticales de roca formando un ángulo; hay un tronco añoso atravesado entre el barranco y una de las paredes. Muchas piedras filosas en el suelo. El agua baja abrazada a unas raíces por entre las rocas y se detiene por un instante sin ruido, sin afanes, en un pozo en el que también caen las hojas. Es limpia, cristalina.


5. Su claridad nunca es oscurecida,

y sé que toda luz de ella es venida,

aunque es de noche.

6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes;

que infiernos, cielos riegan y las gentes,

aunque es de noche.


Una gesta nos contó Javier. La del Padre Calixto buscando la fuente de la vida eterna y encontrándola justo aquí; en el silencio de la noche, en la paz de la montaña, en las entrañas de la Madre naturaleza.
Sólo un loco o un místico hubieran tomado la decisión de recorrer aquel sendero agreste que recorrió él ese domingo.
Sólo alguien buscando algo definitivo se hubiera atrevido a desafiar sus propias limitaciones sin medir las consecuencias de sus actos.


7. El corriente que nace de esta fuente

bien sé que es tan capaz y omnipotente,

aunque es de noche.

8. El corriente que de estas dos procede

sé que ninguna de ellas le precede,

aunque es de noche.


El padre Calixto no estaba loco, pero era un místico imbuido en el amor al creador y sus manifestaciones, y estaba buscando la fuente de la vida eterna.

10. Aquí se está llamando a las criaturas,

y de esta agua se hartan, aunque a oscuras

porque es de noche.

11. Aquesta viva fuente que deseo,

en este pan de vida yo la veo,

aunque es de noche.

La encontró en una noche, como su amado San Juan de la Cruz en ese hermoso poema que recitó y explicó él, el 1 de Septiembre en Televida.

Otra gesta nos contó Javier; la de los humildes peones de una compañía maderera que hicieron lo que no pudieron más de 400 rescatistas de la policía, el ejército y civiles: Encontrarlo luego de tres angustiosos días con sus noches en ese hermoso lugar, en medio de la naturaleza que tanto amaba.

Como epílogo a todo suceso, siempre algo nos llama la atención: Después de bajar de nuevo del sitio en que encontraron al Padre Calixto y despedirnos de Javier Botero, nuestro guía, y luego de reiniciar el camino hacia Carabanchel, una mirada hacia atrás nos revela a un nuevo caminante que nos pisaba los talones; un joven de unos 22 años que apoyado en dos bastones de bambú pronto nos dio alcance. Robert Escovar; Venezolano de padres colombianos, que ya entrado en materia nos contó que sin pensarlo y después de encontrar en nuestro blog la crónica de la anterior aventura por estos lados, decidió hacerla él también, con la salvedad que él siguió el sendero que nosotros abandonamos porque consideramos esa vez que nadie en sus cabales, con 79 años de vida y sin equipo adecuado, se atreviera a meterse por semejante camino tan peligroso. Nos contó que la primera parte del recorrido es de alto grado de dificultad, aunque después se desemboca en un bosque de pinos “Pátula” y el sendero te va llevando hasta salir a la carretera en los límites de la vereda Normandía. ¿Por qué se extravió entonces el Padre Calixto?

Entréme donde no supe:

y quedéme no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

1. Yo no supe dónde estaba,

pero, cuando allí me vi,

sin saber dónde me estaba,

grandes cosas entendí;

no diré lo que sentí,

que me quedé no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.
San Juan de la Cruz(fragmento)


Agotadora, pero satisfactoria la jornada; a punto de cháchara y luego de despedir a Robert, terminamos de llegar hasta el ya próximo “Mall de Carabanchel” y mientras nos refrescábamos y nos almorzábamos unos emparedados, cortesía de doña Carmecita de Zuluaga, nos hicimos llamar un taxi que nos llevara en volandas de nuevo a Medellín.

Padre Calixto:
Vos que encontraste la ruta a la fuente de la vida que tanto buscaste,
ayúdanos a no perder la nuestra por los caminos del señor.
Los TTs.
Luis Fernando Zuluaga
Juan Fernando Echeverri
José M. Ruiz.


Vea más fotos en el siguiente vínculo:
http://picasaweb.google.com/sietenpunto/AltoDelEscoberoCarabanchel#


Este poema de San Juan de la Cruz fue pronunciado y explicado por el padre Gustavo Vélez Calixto en su última eucaristía celebrada en Televida el martes 1 de septiembre de 2009, el martes anterior a su encuentro con el Padre Celestial. Aquí lo compartimos con ustedes.
(Tomado de la pág. web de Televida)

QUÉ BIEN SE YO LA FONTE QUE MANA Y CORRE

Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche.

1. Aquella eterna fonte está escondida,

que bien sé yo do tiene su manida,

aunque es de noche.

2. Su origen no lo sé,

pues no le tiene,

mas sé que todo origen de ella tiene,

aunque es de noche.

3. Sé que no puede ser cosa tan bella,

y que cielos y tierra beben de ella,

aunque es de noche.

4. Bien sé que suelo en ella no se halla,

y que ninguno puede vadealla,

aunque es de noche.

5. Su claridad nunca es oscurecida,

y sé que toda luz de ella es venida,

aunque es de noche.

6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes;

que infiernos, cielos riegan y las gentes,

aunque es de noche.

7. El corriente que nace de esta fuente

bien sé que es tan capaz y omnipotente,

aunque es de noche.

8. El corriente que de estas dos procede

sé que ninguna de ellas le precede,

aunque es de noche.

9. Aquesta eterna fonte está escondida

en este vivo pan por darnos vida,

aunque es de noche.

10. Aquí se está llamando a las criaturas,

y de esta agua se hartan, aunque a oscuras

porque es de noche.

11. Aquesta viva fuente que deseo,

en este pan de vida yo la veo,

aunque es de noche.

Entre "LAS MAMAS DE CARAMANTA"

Caminantes:
Juan Fernando Echeverri
Luis Fernando Zuluaga
Carlos Olaya
José M. Ruiz.

Como cada que salimos con rumbo Suroeste, esperé a mis compañeros caminantes en el sitio conocido como “Marandúa”, cerca a “Jardines Montesacro”, el parque cementerio situado al sur del municipio de Itagüí.

A las 6.45 a. m., estaban llegando en una buseta de “Farallones”, que hace la ruta entre Medellín y el municipio de La Pintada y antes de la 9 a.m. estábamos sentados en el restaurante “Salpicolandia” pidiendo de desayuno juguito de Mandarina, uno; de Guanabana, dos; huevos revueltos, arepa, y chorizos para tres. Entretanto Olaya le dio mate a dos bonyures.
A las 9.15 a.m. iniciamos ruta y en medio de un sofocante calor nos internamos por una calle empinada y estrecha, con casuchas de todas las formas y estilos arquitectónicos, que lo único que tenían en común era la cara de pobreza que mostraban. Eso sí; que amabilidad de gente: Ninguno rechazó el saludo y además se interesaron por nuestra ruta y varios nos dieron indicaciones sin pedírselas. Estábamos transitando según nos dijeron por “Calle Vieja” o Calle Arriba”; nos dio la impresión de que esta alguna vez fue la ruta entre La Pintada, Valparaíso y Caramanta entre otras.

Fugazmente consideramos la posibilidad de contratar como guía a uno de los chicos que se nos ofrecieron, pero nos pidieron $ 25000 de entrada y nos pareció muy caro. Seguimos solos hasta una explanada desde donde se divisa todo el entorno al pie de los farallones de La Pintada. Abajo el río Arma desemboca al río Cauca y a la izquierda se ven algunas de las casas del otro lado del río.

Llegamos hasta el pie del monte del farallón Montenegro, el que se ve a la derecha cuando se llega desde Medellín, en busca de la ruta para ascenderlo. Una hierba alta escondía el camino entre hojas largas y cortantes; una alambrada nos impedía pasar al otro lado que poblado de bosque nativo parecía esconder algunas rutas. Buscando y buscando nos fuimos por el camino marcado por una tubería plástica, con seguridad proveedora de algún acueducto de la zona. Notamos que hacia la izquierda había un camino, pero optamos por seguir la tubería hasta que nos dimos cuenta que por ahí sólo llegaríamos a la bocatoma del acueducto. Cerrado el camino por este lado, como siempre ocurre y decimos que es asunto de la Milagrosa; apareció un caballero andante en un no desgarbado rocín y con su peculiar modo campesino de decir las cosas, nos enredó más la vida, pero nos aseguró que por ese lado no llegaríamos a la cima del Montenegro.

Volvimos sobre nuestros pasos hasta la desviación a la izquierda que vimos antes, y por ahí nos metimos caminando por entre ese pasto alto de hojas cortantes; Juanfer asegura que era Yaraguá y yo que era Elefante o Pangola. A lo mejor ninguno de los tres porque él es bancario y yo escasamente un ilustre y desconocido poeta. Olaya y Zuluaga no opinaron, pero tampoco les mortificó no saber el nombre de dichas yerbas; lo aburridor eran las cortaditas que inicialmente sólo mortifican, pero que después y con el sudor, arden como quemaduras. Era más preocupante no encontrar el camino en medio de semejante resisterio de sol.
Llegamos por fin a un paso entre potreros, muy peculiar por cierto y que sirve para tres cosas: saladero, escampadero y paso entre potreros. Me explico: Con una llanta partida a la mitad se tiene un recipiente, dentro del cual, los ganaderos ponen sal y minerales al ganado para reforzar sus dietas alimenticias; un techo en lámina de Zinc de unos 2 metros cuadrados sirven de refugio al ganado y a los ocasionales caminantes en caso de lluvia o sol inclemente; también sirve de paso para peatones, porque deja un espacio para que quepa una persona, pero no un cuadrúpedo caballar o vacuno. Desde ahí mismo vimos una gran roca coronada por una imagen de la Virgen Milagrosa y claro; la foto para el montaje fue fabricada en la mente de Zuluaga y en nuestras cámaras fotográficas. Dice Zuluaga: Tomá la foto de tal manera que después le montés otras del Lobato y la Conejita, para que vean que si nos acordamos de ellos.

Bordeando el monte seguimos buscando el camino de subida y de pronto se nos abren dos posibilidades a derecha e izquierda. Ya Juanfer venía poniendo pedazos de la revista “Nueva” de El Colombiano con el perdón de doña Viena Ruiz según nos dijo, en las ramas de los árboles, para dejarlos como marca para un posible retorno si no encontrábamos la ruta. Como dije se abrieron dos posibilidades; la de la derecha terminó en una cañada seca y hasta ahí. Claro que encontramos una planta parecida a la que buscamos en “El Capiro” con las hermanitas Echeverri, por lo que tomamos las fotos reglamentarias para enviarlas a consultas. Más adelante vimos otra planta que no supimos si era un hongo u otra clase de planta. Olaya sostuvo que eran micrófonos semi ocultos…

Nos metimos por el camino de la derecha y caminamos por un buen trecho sobre un empedrado, vestigio de algún antiguo camino de herradura o posiblemente de camino precolombino. Este rumbo nos estaba llevando de regreso sobre nuestros pasos, por lo que optamos por regresar al borde del monte y seguir bordeándolo hasta encontrar el camino de subida al morro. Lo que si encontramos fue un buen surtido de dulces guayabas que comimos y reservamos algunas para más adelante.

Unas grandes rocas con toda seguridad desprendidas del Montenegro adornaban los potreros circundantes y admirándolas estábamos, cuando otro jinete sombrerón se cruzó con nosotros. Le preguntamos por camino de subida al farallón y nos salió con que era nuevo en la región, pero que según tenía entendido, la entrada estaba un poco más arriba en un broche o paso entre potreros. Ya teníamos a la vista ambos farallones; estábamos entre ellos.

Un poco más adelante, efectivamente encontramos otro paso o broche entre alambrados y sobre la derecha se insinuaba un sendero que probablemente conducía a la cima del farallón. Los otro no lo vieron, pero había otro broche disimulado, que con toda seguridad, era el paso que buscábamos.

En este punto, les mostré el broche en el alambrado que ellos no vieron y Zuluaga sacó a relucir la provisión de granadillas, mientras hice mi examen de conciencia; ¿Era o no era capaz de subir? En el actual estado de congestión nasal, aturdimiento y a lo cual debe sumársele unos rones de la noche anterior y luego de más de 2 horas de camino, con el respectivo mea culpa les dije que no me sentía capaz de cumplir el ascenso. – Entonces ninguno sube - dijeron en coro Olaya Juanfer y Zuluaga – No se diga más, seguimos desde aquí a buscar la carretera que va a Valparaíso y Támesis al otro lado o nos devolvemos – acotaron.

De aquí en adelante era manga abajo, por lo que decidimos buscar la carretera de marras, aunque el caminito se perdía entre pastizales. Allá muy abajo alcanzamos a divisar la carretera, por lo que nos animamos, aunque nos tocó empezar a cruzar alambrados por encima, por debajo, lo mismo que una cañada entre un enorme guadual, con las consabidas pelusitas fastidiosas que se te pegan al menor roce con los tallos jóvenes y sin contar con las zarzas de las rastrojeras circundantes. Los guayabales paliaron lo agreste del camino con su fresca dulzura.

Leyendo el camino fuimos encontrando la ruta, siempre acompañados a ambos lados por esas dos hermosas formaciones rocosas que son las Farallones de La Pintada. Algo de ganado vacuno, muy propio de la región y algunos caballos también nos encontramos. Mención especial merece un toro rojo grandísimo con una cornamenta de miedo, que con su feroz mirada nos indicó que debíamos salir rapidito de sus dominios y de su harem de unas 12 a 15 vacas. Ni fotos nos atrevimos a tomar. Seguimos nuestra ruta aceptando la sugerencia del cornúpeta y ya pronto estábamos llegando a una finca con unos lindos cultivos de cítricos. Con temor, porque no se sabe qué tipo de dueños o mayordomos, sin contar con los perros tendrá un lugar así, nos acercamos a la casa del mayordomo, que menos mal nos invitó a seguir, lo mismo que una señora mayor, posiblemente su madre y que hasta refresco nos ofrecieron. También había un perro Pastor Alemán que ni se inmutó por nuestra presencia; sin embargo el joven mayordomo nos acompañó hasta la salida de la finca, para evitar, según nos dijo que de pronto el pero nos atacara al vernos solos. Antes de llegar a la portada un aviso nos llamó la atención; “Peligro. Trampas activadas”. Espeluznante riesgo el que corrimos pasando por esa finca.

Ya estamos entonces sobre la carretera entre La Pintada, Valparaíso y Támesis, de muy buenas especificaciones, aunque con algunas partes en mal estado por aquello de las tierras que se mueven de un lado a otro, como en la vía a Fredonia. Un aviso similar al anterior, “adornaba” el vallado que cercaba la finca. Hasta donde ha llegado la inseguridad que ya no hay perros bravos, sino trampas activadas. Poco falta para que siembren con minas “quiebrapatas” los linderos de las propiedades de los ricos…

Comentando el asunto tomamos rumbo a La Pintada a pleno medio día por esa carretera asfaltada, lo que acaba con las pocas fuerzas y ánimos que se tengan, a no ser que pase algo que rompa la monotonía de la ruta. Y pasó: De unos ranchos a orillas del a carretera salieron varios perros que poco amistosos, trataron de hacer respetar sus dominios de mala manera, pero contra un zurriago, un bambú retorcido, un bambú de jardinería de 2 metros una garrocha Scout de metro y medio, es poco lo que puede un perro por fiera que sea. Lo gracioso es que por entre los perros ladrones, más bien ladradores, no labradores esas chandas, salió otro como aquella que José Manuel Marroquín describe así:

“… Con ella iba una perrilla,mas, sin pasar adelante,es preciso que un instantegastemos en describilla: perra de canes decanay entre perras protoperra,era tenida en su tierrapor perra antediluviana; flaco era el animalejo,el más flaco de los canes,era el rastro, eran los manesde un cuasi-semi-ex-gozquejo;sarnosa era, digo mal,no era una perra sarnosa,era una sarna perrosa,y en figura de animal;era, otrosí, derrengada;la derribaba un resuello;puede decirse que aquellono era perra ni era nada…”

Se nos metió por entre los cuatro huyéndole a la jauría, pensando que lo perseguían a él. Quien sabe a cuál de las perras estaba enamorando a hurtadillas, o si a hurtadillas estaba tratando de robar algo de comida.

El caso es que el pobre flaco, con una mirada de esas conmovedoras, nos imploró que lo dejáramos quedarse y caminar con nosotros a lo largo de la jornada. Juanfer lo adoptó como siempre con su enorme corazón y hasta agüita le ofreció más adelante.

A muy buen paso a pesar del agobiante sol, pronto estábamos de nuevo en La Pintada. Me dice nuestro amigo y antropólogo Pedro Nel García que anteriormente el sitio en que se ubica este municipio, se llamaba “El paso de Caramanta” y que el pueblo de Caramanta estaba justo en medio de los dos farallones que originalmente se llamaban “Las Mamas de Caramanta”, nombre que viene del vocablo indígena Karamanta, que quiere decir gallinazo blanco.

A todas estas ya estamos sentados de nuevo en “Salpicolandia”, pero sin ganas de almuerzo… Nos tomamos unos jugos de Mandarina y algunas cervezas y entre unos y otras, Olaya sugirió chorizos como los que se comió Zuluaga en el desayuno y por unanimidad le dimos mate a par de embutidos por cristiano o moro y santo remedio.

Estaba todavía bien temprano… El perro aquel, flaco y desgarbado pero de mirada conmovedora había desaparecido, porque como que lo único que necesitaba era compañía para llegar a lugar seguro.

Eran algo así como las 2 pasaditas y entonces decidimos largarnos para Medellín a ver jugar al “Poderoso” – dijo Zuluaga - y mientras nos dirigíamos a buscar el bus al Hotel “Farallones”, apareció una buseta de la flota Occidental y nos montamos rumbo a “La ciudad de la eterna primavera”. Antes de la 5 p.m. ya estábamos en casita contando las incidencias del camino y tomando un baño.