Guayabas, agua y desidia oficial

Santo Domingo - Alejandría

Caminantes:
Luis Fernando Zuluaga Z. (Zuluaguita)
José María Ruiz P. (Chema)
Juan Fernando Echeverri C.. (Juanfer)
Ausentes por fuerza mayor:
Jorge Iván Londoño M. (El Lobato)
Carlos A. Olaya B. (Olayita)

¡Esto sí es mucho amor al arte y a los caminos!. Son las 5:20 am. y uno aquí montado en un vagón del Metro de Medellín, listo a aterrizar en la Estación Caribe donde quedamos de encontrarnos Los Caminantes Todo Terreno a las 5:45 am., fin atender nuestro compromiso sabatino de caminar por la naturaleza y la salud, tocándole hoy al trayecto Santo Domingo a Alejandría, es decir 20 kilómetros de puro verdor, historia y costumbrismo, ya que el primer municipio mencionado es la patria chica de Don Tomás Carrasquilla, terrenos que ya han sido tocados por nuestras plantas, calzado y cayados.

Ahí metido y arrastrado por el tumulto de gente que se bajaba del Metro a esa hora, distinguí como a unos cuarenta metros más delante la figura inconfundible e irrepetible de Chema, mi compañero de patoniada a quien acelerando un poco el paso alcancé.

Nos dimos el saludo de rigor, lleno de camaradería el cual se ahogaba en medio del bullicio de la estación y avanzamos hasta los torniquetes a la espera de Zuluaguita, quien apareció dos trenes más tarde y siendo las 5:45 y 23 segundos, es decir más cumplido que Senador de El Polo citado para un debate.

Se repite el saludo pero multiplicado por tres y sin mucho misterio, tomamos el puentecillo peatonal que une la estación con la Terminal del Norte o Mariano Ospina Pérez, la cual debido al puente del 11 de noviembre, presentaba una buena concurrencia de pasajeros en potencia, muchos de ellos desquitándole cualquier minuto al sueño perdido ante la madrugada de celador, recostados en una banca o hasta de pie contra cualquier muro o columna.

Dimos un rodeo por la estación, ya que teníamos dudas de la ubicación de la Flota Santo Domingo, la cual ubicada entregamos a Chema el case (vaca) para los gastos y procedimos a comprar los tres tiquetes, rumbo a “La Tierra del Costumbrismo”, procediendo luego ahí en uno de los puestos que existen en la estación, despachar de carrera unos traguitos para darle contentillo al desayuno que nos esperaba en el terruño de Carrasquilla.

Muy cómodos y a bordo de una bien tenida buseta de Santo Domingo, enfilamos tendido de llantas sobre la “autopista norte”, la que fuimos devorando a buen paso en medio del contaminado ambiente de ciudad, que se tornaba más pesado ante el frío de la mañana, el color plomo del cielo, combinado con unas franjas amarillentas que lo cruzaban.

Zuluaguita y Chema quedaron juntos en el lado izquierdo de la buseta y el “sustecliante”, en el lado derecho, es decir el opuesto, tirando ventanilla y todo en compañía de un señor muy simpático, quien no tubo empacho para empezar a botar corriente, pero buscando no hablar muy duro para no despertar a la Milagrosa y al Padre Calixto quienes venían en nuestros morrales.

Su nombre; Jairo Ernesto, natural de Santo Domingo y quien reside en Bello donde tiene un negocio de revueltería, pero cada quince días visita a sus padres quienes viven en la Vereda El Rosario allá en Santo Domingo.

Así, “tirando más lengua que un perro tomando leche”, el cuarteto se fue desplazando por toda esa ruta verde ya tan conocida, mientras la buseta bajaba y subía pasajeros. Ni cuenta nos dimos, cuando llegamos a Molino viejo para doblar a la derecho y arrancar a trepar por la “recién” pavimentada carretera, la cual en tramos mostraba un prematuro deterioro, rumbo a nuestro destino, interrumpiendo a ratos nuestra tirada de verbo, para admirar el paisaje, lleno de belleza y ausente de sol. Esperemos que no nos llueva.

Entramos a las estrechas calles de Santo Domingo en medio de sus casas viejas muy bien tenidas y remozadas con pintura reciente sobre sus fachadas, donde nos bajamos todos los ocupantes de la buseta ahí cerca del parque y al frente del Restaurante y Residencias Doña Rosa, al cual dirigimos nuestros pasos con la misma velocidad que se nos perdió Jairo Ernesto de quien no tuvimos ni modo de despedirnos.

Ingresamos al restaurante, que estaba solito en grima, con la excepción de una niña que devoraba un tazón de chocolate con galletas y quien nos miraba con sus ojitos repartidos el uno a la taza y el otro a los visitantes, que ingresaban al lugar saludando y haciendo notar su presencia.

En esas sale la “doñita” que ya nos conoce y echándose la bendición gracias al nombre de Dios carnudito que haría con nosotros, nos tomó el pedio casi parejito con su saludo. En cosa de minutos, teníamos ante nosotros un trío de tazas de chocolate, cuñadas por huevos revueltos, arepa y quesito, alimentos que no tuvieron tiempo ni de encomendarse al Creador.

Ya en la calle y ante la mirada atenta de los parroquianos quienes nos ven como visitantes muy importantes, dirigimos nuestros pasos al muy bonito templo de Santo Domingo de Guzmán, cuya construcción se inició en 1868 y que posee la bobaita de nueve puertas y cuatro altares hermosos, labrados en madera, verdaderas joyas de arte religioso.

Dimos gracias al Gran Arquitecto, salimos al atrio, mientras Chema hacía sonar el clic de su cámara. Ahí, en medio de los típicos toldos de nuestros pueblos, infortunadamente en vía de extinción, tuvimos tiempo para echarle una mirada de lejos al parque, a la fuente de los perros, a la casa donde nació Don Tomás Carrasquilla, sometida hoy a una lenta restauración y hasta ayudar con las ventas de carne de cerdo en uno de los toldos.

“Buenos día señor, ¿cierto que esta es la salida para Alejandría? Pregunto el Zuluaguita. Sí mi doncito, siga derecho y allá donde están haciendo la feria de ganados ahí va a ver el puente más adelantico a la derecha sigan por ahí no “masito” y esa es la carretera a Alejandría.

A pié de letra seguimos las instrucciones y fuimos avanzando bajo un cielo que seguía gris y friolento, pero que ya mostraba sus lamparones azules como de componenda y apertura al día, al tiempo que teníamos que ir sacándole el cuerpo a los pantanos y charcos, en un terreno totalmente destapado y ahí en plenas goteras del pueblo. ¡Increíble!

Efectivamente en cosa de minutos estábamos frente a la construcción que se adelanta de la feria de Ganados, la cual parece pinta de buen tamaño y calidad, ante la tradición ganadera de éste municipio y que tendrá según un aviso allí fijado, un costo de $1.133.000.000.00 (ya voy Toño,... pues yo que digo...)

Dejando atrás la construcción ahora si tomamos la carretera en muy mal estado, mientras allá a nuestras espaldas se iba quedando el pueblo, en una vista muy hermosa, enmarcada entre barrancos y bosque, todo resaltado por las hermosas torres del templo que parecen arañar el cielo, mientras Chema le pone oficio a su cámara y Zuluaguita, le mostraba otros ángulos, ya que también tiene ojo de fotógrafo.

Poco a poco el sol fue como medio apareciendo entre las oscuras nubes que se negaban a darle espacio al azul del firmamento en su plenitud y los primeros rayos cayeron sobre nosotros, pero a una temperatura agradable, que motivaba nuestro “paso de perseguido pero no muy nervioso”, lo cual no era óbice para dejar de admirar las casas del camino, las flores, escuchar el canto de los pájaros, admirar las filas indias de las hormigas arrieras cargadas con sus pedacitos de hoja cortadas uniformemente en forma de media luna.

Divisar el paisaje, saludar las aguas y pequeñas cascadas repetidas a la vera del camino y poder comprobar la cantidad de árboles de guayaba que serpenteaban como cercas vivas en los alambrados que defienden las propiedades, dejando ver sus frutos amarillos y tiernos.

¿Quién dijo guayaba? No las habíamos terminado de ver, cuando ya Zuluaguita y el Chema estaban esgrimiendo sus cayados para tumbarlas y con avidez devorarlas sin compasión. Dulces, deliciosas, sanas y sin gusanos. Ese fue nuestro común denominador en casi todo el recorrido, de ésta hermosa caminata tan llena de agua, de guayabas y de la desidia oficial con una carretera que es algo menos que una trocha, sin importar la trascendencia económica de la región y de sus habitantes.

Nuestra marcha era constante al igual que nuestra conversación, la cual toca todos los temas habidos y por haber, sólo medio puesta a marcha de tumbo, por algo que pueda tocar con la Biblia o con una lima “vieja” (eso dijo Chema) que nos encontramos en el camino, encabada en forma curiosa y con gran imaginación por algún campesino que la había perdido, es decir, creo debió amolar su rula hoy, contra cualquier piedra.

“De pronto, como el roce de un ala sobre el viento, una pregunta de un poeta le hace cosquillas al profundo silencio”: ¿Ven ese pájaro en ese estacón? ¿Cuál pájaro? Exclamó Zuluaga. Ese rojo allá en ese estacón insistía Chema...Yo no veía nada.

Con paso fino y cámara lista para ser disparada, se acercó chema al estacón, pero nada, no era un pájaro...sólo un pedazo del estacón al cual en su parte superior le habían dado unos brochazos con pintura roja, lo cual arrancó las risas de los tres alegres amigos y caminantes.

Devorando el camino, devorando guayabas, devorando temas de toda índole y devorando paisaje, al ritmo del clic clic clic de la cámara, fuimos los caminantes dando buena cuenta de las distancias. No nos importaban las piedras, el pantano, los charcos ni los carros que a ratos hacían detener nuestras marcha, incluyendo los carros de escalera o líneas (mal llamados chivas) que pasan atiborrados de parroquianos que necesitan desplazarse a las cabeceras con sus productos o a trabajar o a mercar, pero a quienes la desidia oficial ante la carencia de vías de comunicación, les hace la vida muy difícil. ¡No hay derecho!

Que cantidad de aguas, que cantidad de guayabas las que acompañaron nuestra marcha, en esa bonita y fresca mañana, acompañada en gran parte por esa serpiente amarilla y bravía del río Piedras. Casas del camino con su humo, sus habitantes con sus saludos y sus huertas. Algunos perros que ladran a nuestro paso y niños con sus caritas de inocencia, que reciben los Bom Bom Bum para endulzar su vida y su inocencia.

De pronto desde un recodo, divisamos el hermoso salto Velo de Novia, allí donde el río Nare deja resbalar con violencia y sobre la roca pulida durante siglos por la fuerza de las aguas, todo el caudal que arrastra para caer al río Piedras, mientras se eleva hacia los cielos, las nubes de vapor condensado, formando un lindo espectáculo, plasmado en la cámara de Chema.

Continuamos la marcha y triste espectáculo nos mostró más adelante Zuluaga, ya que en el sitio donde se levanta o mejor hacen equilibro Los Termales de Santo Domingo, los más fríos del mundo, sólo quedaba desolación, piedras, arena, palos, basura y tierra.

El río piedras hace casi un año y durante una gran avalancha, tumbó la bancada de la vía, arrastró con la parte trasera de los termales y tumbó el puente, dejando casi incomunicada a la región y para los campesinos y moradores, más complicaciones para su trabajo y sustento, gracias a la desidia oficial, que nada ha hecho por arreglar en puente, no obstante que hablamos de dobles calzadas, autopistas de montaña, túneles y trenes. ¡Pura baba carajo!

Nos acercamos con curiosidad y precaución al lugar donde estaba antes tendido el puente, el cual pudimos observar allá en el fondo o lecho del río, sostenido por uno de sus lados y formando como una especie de rampa, que es utilizada por los campesinos para poder pasar al otro lado.

El sitio es todo desolación y a lado y lado de donde antes era la carretera, quedaron dos grandes cortes casi verticales, en greda gris y blanca, representando un gran peligro para quienes por allí transiten, ya que una caída puede ser fatal, ruta que utilizamos los caminantes para llegar hasta el puente caído.

Zuluaguita y Chema, bajaron ese talud como quien camina por una acera en Junín. El suscrito, más nerviosito y consciente del peligro, si prefirió bajar casi agachado y aferrado al terreno, ya que “viejo caído es viejo perdido y es mejor bolero que dure y no rock and roll que canse”.

Como cosa curiosa y que muestra el ingenio de la gente, cuando llegamos al puente inclinado contra una de sus bases, cual cadáver antediluviano queriendo contener el río, observamos que sobre su superficie, habían puesto pequeños resaltos de cemento a igual distancia uno del otro y a manera de escalones para facilitar la subida de los “suicidas” que se quieran arriesgar a pasar, lo cual rematan con una escalera de madera, para alcanzar la truncada carretera, que sigue con su martirio hacia Alejandría.

Realmente no sabemos si estas “obras de fina ingeniería” así improvisadas, fueron inversión del Ministerio de Obras Públicas, en cabeza de Fray Uriel “Carriel” Gallego, quien con Antioquia pocón, pocón, o de verdad iniciativa de los moradores de las veredas, para aliviar en algo sus penalidades, ante la desidia oficial.

En un momento dado (12:07 pm), Zuluaga se despoja de su gorra y con voz firme comienza a rezar el Ángelus, el cual no puede faltar, por instrucción del Lobato y como agradecimiento a nuestra Patrona la Milagrosa.

Sin perder el ánimo, aprovechando la belleza de día, con ese sol apenas perceptible, admirando los saltos de agua, el paisaje enmarcado en helechos y bosque nativo y devorando guayabas, nos tragamos esa carretera que a ratos se componía mostrando un piso más afirmado, hasta que ante nuestros ojos apareció la panorámica de Alejandría y su hermosa entrada empedrada, sembrada de faroles los cuales han sido destruidos en su mayoría por los ociosos muchachos y ante la desidia oficial y jardines saltones que hacen de ese sendero una delicia.

Ya en las calles del pueblo, con sus casitas bien conservadas y, su gente amable, fuimos sacados de nuestra conversación por una camionetas blanca desde la cual nos llamaron la atención; era el Maestro escultor Oscar López, amigo de Chema y conocido del “sustecliante”, autor del hermoso obelisco que adorna el parque de la localidad, que está siendo sometido a una restauración por parte del artista.-

Despedidos del ilustre conocido, al igual que de sus acompañantes, continuamos nuestro camino, hasta el hermoso parque de la localidad, dominado por la Iglesia de San Pedro Alejandrino, el monumento a la madre, el obelisco (desprovisto de sus placas), la arborización y un quiosco social, del cual lamentablemente sólo salen los estridentes Vallenatos, que no encajan con lo acogedor del sitio y de la antioqueñidad que allí se remonta a la minería, arriería y colonización.

Tomamos asiento en las afueras del Salón Social, donde consumimos algunos refrescos, pero nunca nos pasó por la cabeza almorzar, ya que era tal la carga de guayabas deliciosas que habíamos consumido en el camino, que el hambre se había escapado de nosotros; lo que nos llevó anticipar nuestro regreso a casa en Medellín, por lo que escogimos el próximo viaje ahí en la flota, eligiendo un bus que salía a las 2 pm. pasando por Concepción.

Compramos tiquetes, dimos una última mirada al hermoso pueblo y abordamos el bus rumbo a casa, el cual sacudido y a media marcha en gran parte del trayecto, gracias al pésimo estado de la carretera, nos dejó en la estación Niquía luego de algo más de tres horas de recorrido. Pudimos comprobar que tanto La Milagrosa como el Padre Calixto, ya venía mareados dentro de los morrales, por efectos de la zaranda.

Hay que agregar que en horas de la mañana y mientras estábamos en la buseta, sonó el celular de Chema. Era Gloria Muñoz “La Coneja”, nuestra Caminante Honorífica desde “Estados Hundidos”, quien normalmente se contacta con nosotros para pasar revista a nuestros pasos y hacernos compañía moral con sus palabras.

Hasta la próxima con el Superior permiso del Gran Arquitecto, a quien le pedimos nos de buenos riñones para poder aguantar estas vías que nos toca recorrer, donde se desajusta una culebra, gracias a la desidia oficial.

Los Caminantes Todo Terreno
http://www.caminantestodotetrreno.blogspot.com/

Ver más fotos en:
http://picasaweb.google.com/sietenpunto/SantoDomingoAlejandria#
Juan Fernando Echeverri Calle

Una Misa de encuentro.

Caminata 189

Caminantes Todo Terreno.

Fecha: Sábado 31 de octubre de 2009.

Lugar: Vereda Normandía, El Retiro

Participantes: Clara Inés Gaviria (Clarita), Luis Fernando Zuluaga (Zuluaguita), Juan Fernando Echeverri (Juanfer) y Luis Fernando Múnera (Luismú).



La caminata de esta mañana de sábado es un alimento especial para el alma. Tiene el propósito de asistir a la misa campal en memoria del padre Gustavo Vélez, Calixto, programada y organizada por sus hermanas de sangre y de fe, que se celebrará en el lugar donde tuvo su encuentro definitivo con el Señor, allá en lo alto de la montaña oriental del Valle de Aburrá en jurisdicción de El Retiro, vereda Normandía, cerca de los límites con Envigado. No sobra recordar, además, que nuestra señora La Milagrosa y el padre Calixto son los patronos de los Caminantes Todo Terreno.

Nos reunimos, a las 6:30 de la mañana, Clarita, Zuluaguita, Juanfer y Luismú en los bajos de la estación Exposiciones de nuestro Metro. Faltaron Carlos Olaya (Olayita) y José María Ruiz (Chema), quienes tenían otros compromisos ineludibles, y Jorge Iván Londoño (El Lobato), quien continúa su apostolado filial en los Estados Unidos. Gloria Muñoz (Conejita) fue una de las primeras en confirmar que “iría” a esta caminata y efectivamente la sentimos entre nosotros espiritualmente. Durante la semana habíamos considerado las alternativas de caminar desde Envigado, como ya lo habían hecho los Todo Terreno en dos oportunidades (caminatas del 12 de septiembre y el 3 de octubre de 2009), o desde La Fe, cerca del alto Las Palmas. El grupo de los caminantes había elegido la segunda opción para esta ocasión. Tomamos entones el transporte para subir hasta Carabanchel, en el sector de La Fe.

La mañana está fresca, algo toldada por una neblina leve que promete disolverse pronto. El cielo azul ya se insinúa detrás de ella. A la subida conversamos entre nosotros animadamente acerca de algunos eventos recientes del país y de las familias. Estas conversaciones enriquecen y fortalecen la unión del grupo; no siempre estamos de acuerdo en la visión o interpretación de algunos hechos, pero tanto el disenso como el consenso son entre nosotros respetuosos y motivadores.

Llegamos a Carabanchel a las 7:00 a. m. Todos los negocios están aún cerrados y no hay donde desayunar o comprar agua. Decidimos arrancar a caminar de inmediato, para ganar tiempo pues la misa está anunciada para las 9:30. Entramos por la parcelación La María. El portero nos recibe muy amablemente y nos abre la puerta. La vía de acceso tiene muy buenas condiciones, la rodean casas bonitas, con prados y jardines muy bien cuidados. Y por ella ascendemos poco a poco. Bordean el camino hermosos árboles de helechos, cipreses, eucaliptos, sietecueros y muchas especies del bosque nativo. En las orillas aparecen algunos hongos vistosos. En las ramas de un ciprés se posa una soledad o barranquero, hermosa ave de plumaje brillante azul y verde.

A medida que el camino sube, divisamos abajo a la derecha retazos del embalse La Fe que se entrevé en medio de la neblina, persistente aunque tenue. Es inevitable recordar que en su último mensaje por celular el padre Calixto informó que alcanzaba a ver una casa blanca y una laguna a lo lejos, sin duda una vista similar a la nuestra de estos momentos.

El pavimento ha quedado atrás y el camino continúa con piso de tierra y cascajo, pero sigue siendo amplio, firme y bien nivelado. El aire frío huele delicioso, cargado con aromas a humedad y a follajes. Un poco después de las 8:30 nos alcanza un automóvil que sube con una familia que evidentemente también va para la misa. Se detiene y nos saludan muy amablemente. Juanfer y Zuluaguita les suministran información sobre cómo acabar de llegar. Juanfer le pregunta en broma a un señor mayor que va en la banca de atrás:

-¿Usted es el padre que va a celebrar la misa?

-No me diga así, pues yo soy abuelo.

-¿Abuelo? Entonces ¡dos veces padre!

Ofrecen llevar a alguno de nosotros, les agradecemos pero declinamos, vinimos a caminar.

A eso de las 8:45 de la mañana alcanzamos un pequeño boquerón del camino, detrás del cual el paisaje cambia abruptamente por uno de topografía más abierta con bosques nativos más densos. Ya estamos cerca. Un poco más adelante, encontramos una casa prefabricada al lado de la carretera y saludamos a una señora que realiza allí algunas tareas domésticas. Después de seguirnos la broma que le hacemos para que nos invite a desayunar, nos pregunta:

-¿Es verdad que hoy habrá misa donde encontraron al padre?

Le confirmamos que será dentro de media hora.

-¿Y yo sí puedo ir? Es que quisiera hacerlo pero he visto subir a mucha gente, tanta que…

-Señora, usted seguramente es más gente que muchos. Venga con nosotros.

-Entonces me cambiaré de ropa y subiré más tarde.

A los pocos minutos nos alcanza otro vehículo, una camioneta Van, que transporta unas ocho religiosas de las comunidades Capuchinas, Jesús Redentor y La Presentación. Se detienen a saludar y, después de algunas frases, Juanfer les dice:

-Una pariente mía, Silvia Calle Zapata, pertenece a la comunidad de las Capuchinas.

La monja que conduce el vehículo y pertenece a Jesús Redentor le responde con alegría:

-¡Claro! Es la superiora. ¿Por qué no tiene usted familiares en nuestra comunidad Jesús Redentor?

Juanfer manifiesta con cara de picardía y obviamente en broma: “Porque las Capuchinas son mejores”. La religiosa le contesta, en el mismo tono y con numerosos aspavientos con los cuales simula limpiar la ventanilla y la portezuela del vehículo, donde está apoyado nuestro compañero, de las impurezas que éste ha dejado: “¡Quítese de ahí! ¡No me ensucie el carro! ¡Váyase, váyase!”. Todos reímos de buena gana, en particular las religiosas. Cuando se han alejado, Juanfer culmina diciendo: “La monjita me echó. Ese carro queda vetado para aceptarles que nos lleven a la bajada”.

Hacia las nueve de la mañana hemos llegado al lugar. A un lado del camino, una pequeña cruz de setenta centímetros de alto, fabricada en hierro forjado, dice en letras grabadas con soplete de acetileno: “Calixto. 9-9-09” (en recuerdo del padre y de la fecha en que fue encontrado). Detrás de ella está el pequeño altar levantado recientemente por su familia, compuesto por una columna de piedras pegadas y una pieza ovalada de madera, su altura y su diámetro miden menos de un metro cada uno. Lo cubre un mantel tejido y sobre él están el misal y los vasos sagrados para la ceremonia. En el lugar se encuentran ya unas quince personas, entre religiosas y seglares. Dos monjas Misioneras de la Madre Laura, en cuyo convento el padre Calixto ofició como capellán sus últimos tiempos, reparten a los asistentes unas hojitas con los cantos para la misa.

Dos de las hermanas de sangre del padre Gustavo, las hermanas Isabel y María, dominicas de La Presentación, saludan a la gente con serenidad y discreción, no exentas de tristeza. Con voz suave cuentan que en su casa fueron diecinueve hijos en total, de los cuales, seis tomaron los hábitos, a saber, el padre Gustavo y las hermanas Gabriela, Filomena, ya fallecidas, Camila y ellas dos. La mayor de la familia, Eugenia, ahora de 102 años, se encargó de los hermanos al morir los padres. Una sobrina del padre, Regina, es la mamá de Constanza, quien trabaja en la Universidad Católica de Oriente, compañera de Luismú.

Al costado derecho del altar corre una quebrada de aguas cristalinas, que sale del bosque nativo. Es la misma sobre la cual encontraron el cuerpo del padre Calixto, unos trescientos metros más arriba. Los cuatro caminantes decidimos adentrarnos en la vegetación para seguir la trocha que bordea la corriente y visitar el sitio de su encuentro definitivo con Dios. Con nosotros va una muchacha joven que permanece callada casi todo el recorrido. Rápidamente el sendero se estrecha debido a la vegetación que lo rodea, además, está resbaloso pues anoche llovió un poco. Este contacto con la naturaleza, en medio del momento solemne que se vive, llena nuestro espíritu con sensaciones y sentimientos elevados. Caminamos con alegría, apartando ramas y sorteando fácilmente las pequeñas dificultades iniciales. Al poco rato encontramos un grupo de gente que regresa por el camino, dentro de él va una señora mayor, elegantemente vestida, quien para nuestra sorpresa no dudó en emprender esta incursión. Las dificultades aumentan poco a poco pues el terreno empieza a ascender y los puntos de apoyo y los espacios donde se puede pisar en forma segura escasean. Hay que cruzar varias veces la quebrada sobre piedras inestables. Encontramos un árbol semi caído que debemos pasar por debajo, casi arrastrándonos. Finalmente, llegamos a un lugar donde el camino se empina abruptamente. Clarita decide quedarse y Luismú le ofrece acompañarla. Sin embargo, Juanfer dice: “Yo ya conozco el lugar, por lo tanto me quedaré aquí con ella para que Luismú continúe”.

Unos cincuenta metros más arriba, Zuluaguita, la muchacha joven y Luismú llegamos al sitio donde encontraron al padre aquel 9 de septiembre. Allí la quebrada se despeña sobre una roca de unos cinco metros de altura y forma un pozuelo al pie. Presumiblemente, Calixto se habría caído por ella en la noche de su excursión final. La descripción que Juanfer hace de este lugar es exacta: “Allá está el último charquito y desde ahí se ve el cielo”.

La muchacha joven, que no quiere decir su nombre y sólo cuenta que le correspondió atender al padre durante el último año en el convento de las Misioneras de la Madre Laura, mira tristemente el sitio y exclama:

-Ese día no se trajo su ruanita.

Descendemos hasta el lugar en silencio, con respeto y veneración. Al lado del charquito elevamos una corta oración por nuestros seres queridos, por nosotros y por el padre Calixto, quien probablemente es el menos necesitado de ella. Después iniciamos rápidamente el regreso, pues la misa está por empezar. A la bajada, el camino es más rápido y al mismo tiempo más difícil y peligroso. En uno de los pasos de la quebrada, Clarita pierde el equilibrio, se cae y recibe un fuerte golpe en el codo y la pierna derechos, afortunadamente sin consecuencias.

Cuando llegamos, la misa ya está avanzada. Están congregadas unas ochenta personas. Los celebrantes son los presbíteros Constantino Gutiérrez y Gustavo Mejía. Para la primera lectura, han elegido la primera carta de San Juan.

Dios es luz, en Él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con Él y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros (I San Juan, 1 5-7).

Para la lectura del evangelio seleccionaron el sermón de Jesús sobre las Bienaventuranzas. En este bello pasaje el evangelista se alegra por quienes son pobres de espíritu, son mansos, lloran, tienen hambre y sed de justicia, son misericordiosos, son limpios de corazón, trabajan por la paz o están perseguidos por la justicia o injuriados, porque tendrán recompensa grande. Según palabras de Juanfer: “Ésta es la síntesis de todas las propuestas políticas que en el mundo existen”. Y Luismú le contesta: “Ojalá se cumpliesen”. En la homilía, el celebrante enfatiza que este sermón fue promulgado por el Maestro parado en la monte al lado del lago. El pueblo elegido por Dios, en sus momentos solemnes y trascendentales, buscó siempre la montaña y el agua. El paralelo con las circunstancias en las cuales el padre Gustavo tuvo su encuentro final con ése su Dios, aquí en la montaña y dentro del agua, no puede ser más diciente y afortunado.

En su escrito publicado el 4 de noviembre de 1979, Calixto había dicho:

Estamos en noviembre. "Cómo se pasa la vida tan callando", reza la copla de Jorge Manrique. Después de los días, de las luchas, de las cicatrices, no queda sino el amor a Dios y los frutos del amor al hermano.
Son múltiples, como las estrellas del cielo, los motivos para amar al Señor. También único y simple este motivo: porque Él es nuestro Padre. Porque todo cuanto tenemos nos vino de sus manos. Porque nos manda la alegría para invitarnos desde ahora a la fiesta del cielo. Porque alguna vez permite que el dolor se nos acerque, para que no extraviemos la senda.
Amémosle porque sale el sol y porque llueve. Porque nos permite ver, oír, oler, gustar, tocar: esas cinco maneras de construir el universo. Porque nos sacó de la nada. Porque permite que los demás nos quieran. Porque tenemos dos manos y dos pies. Porque nos regala un arado, y tierra fértil ante nuestros pasos. Porque, si tú quieres, pasado mañana compartirás el Reino de los Cielos.
El señor Hugo Bustamante, amigo entrañable del padre Calixto, quien compartió con él una parte de las últimas horas de su vida terrenal, está en primera fila del grupo, sumido en honda meditación, su cara serena y algo triste refleja los sentimientos que deben embargarlo. A la hora de la comunión, ayuda a repartirla.

Termina la misa. En el ambiente se sienten las emociones que produjo la ceremonia y que se reflejan en el semblante de los presentes. Algunos están en paz, otros, alegres y a los demás los embarga la tristeza. El cielo vuelve a nublarse y el frío se agudiza en el aire. Saludamos a dos sobrinas de Calixto, Martha Cecilia Vélez, ex contralora de Medellín, y Regina Vélez, acompañada por su hija Constanza Restrepo, compañera de trabajo de Luismú en la universidad.

Isabel Vélez, hermana del padre y religiosa de La Presentación, que vive en Perú, evidencia en su cara un hondo conflicto: Su fe le dice que su hermano goza de Dios, pero el corazón no cede a la tristeza humana que le embarga. Se acerca a nosotros nuevamente y nos dice con voz frágil:

-Gracias a nuestra sobrina Constanza hemos conocido los escritos que hicieron los Caminantes Todo Terreno sobre Calixto. Se los agradecemos mucho en nombre de toda la familia. Nos ha alegrado que el mensaje de Gustavo llegue a tanta gente diferente. Y que haya gente buena y sensible como ustedes. Quisiéramos que guarden esta tarjetita en recuerdo de él.

Juanfer y Zuluaguita reciben el obsequio en nombre de todo el grupo y le responden que tanto las caminatas como las crónicas las hicieron con amor y con el deseo de penetrar más en el mensaje del padre Gustavo. En su cara se observa emoción. Abrimos el sobre y encontramos una tarjeta sencilla y bella con un poema de Calixto que dice:


Este mi barro

Cansada está mi arcilla, Señor,
y se ha rajado,
al golpe de los días,
de los dolores y los desengaños.
El paso de la lluvia y el del viento
sus huellas me dejaron
como un tatuaje adolorido y hondo
en la piel de mi barro.

Pero, serenamente
contemplo mi vasija, así puesta de lado
en la penumbra de un rincón sin nombre,
bajo un silencio rítmico y arcano.

No me olvides, Señor, en esta hora;
soy un pobre cacharro
pero que aún conserva muy fielmente
las huellas digitales de tus manos.

Los juncos y las hierbas me rodean;
le hacen cuna a mi vaso,
y en este atardecer en que mi vida
se pinta de un gris pálido,
vuelvo a sentir tu omnipotente fuerza
en el temblor doliente de mi barro.

Siento que me modelas nuevamente;
llega hasta mí tu hálito
y contemplo sin pena
mis bordes desbordados
y las grietas oscuras de mi arcilla
por donde ya quizá se ha evaporado
toda mi agua y mi sed… y mis aromas;
y mis anhelos… y mis sueños vanos…
Y hasta parece que mi ser se escapa
de mi polvo, Señor. Mas sin embargo
hoy sé que estás más cerca, más que nunca
de este mi barro,
y que mi arcilla quebrantada y rota
se hace polvo de estrellas en tus manos.

Calixto

Este escrito, además de su belleza y espiritualidad, parece contener una premonición.

Saludamos a otras dos personas amigas del sacerdote: María Isabel Estrada, quien participó activamente en los tres días que duró su búsqueda, y Ana Mercedes Gómez, directora del diario El Colombiano.

Aproximadamente a las once de la mañana, iniciamos el descenso de la montaña para regresar a casa. Vamos alegres comentando el mensaje y experiencia que nos ha dejado esta vivencia espiritual. A poco andar nos alcanza nuevamente la camioneta Van con las monjitas que encontramos a la subida. Se detienen y nos saludan con muestras de amistad y aprecio. Nos obsequian algunos dulces, deliciosos por cierto, y continúan su camino. Esta vez el bon bon bum les ha funcionado al revés a los Caminantes Todo Terreno.

Un poco más adelante nos alcanza otro vehículo que también se detiene a nuestro lado. En él viene doña Ana Mercedes Gómez. Conversamos con ella un buen rato y de muchas cosas. Viene feliz con el homenaje a su amigo Calixto. Después de la misa, intentó subir por la quebrada hasta el lugar donde lo habían encontrado, pero no le fue posible llegar por lo difícil del terreno. Los Caminantes Todo Terreno se ofrecen para acompañarla en otra oportunidad, cuando la trocha esté en mejores condiciones, y ella acepta con demostraciones de gozo. Nos invita a participar en un evento que se celebrará a finales de este año, llamado Evolución Colombia, en el cual se está convocando a personas y entidades para trabajar por un propósito concreto a favor de la nación. Se despide con mucha amabilidad y una gran sonrisa.

En el camino recibimos en el teléfono celular la llamada de Conejita, quien desde Estados Unidos ha estado pendiente de nosotros hoy. Saluda con emoción a cada uno y Zuluaguita le dice:

-Conejita, arrodíllese que le voy a entregar la bendición que le envió el padre Calixto: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

Y, por supuesto, así lo hace ella.

Poco antes de salir a la carretera principal, nos cruzamos con Javier Botero. Como dijo Chema en su crónica, no un Javier Botero cualquiera sino uno de los campesinos que encontró el cuerpo del padre Gustavo. El mismo Javier que el 3 de octubre les mostró a los caminantes Todo Terreno el sitio donde el sacerdote descansó, después de que su alma se reuniese con el Creador en medio del bosque y del agua, muy posiblemente bajo la luz de la luna llena. Conversamos con él unos minutos y le escuchamos otra vez la historia de ese día, cuando los vecinos intensificaron las tareas de búsqueda y tuvieron éxito en su empeño.

Cerca de la 1:00 p. m. terminamos nuestra excursión sentados a una mesa del Carabanchel, donde nos hemos recogido los cuatro caminantes de hoy para sintetizar los detalles de la experiencia espiritual que acabamos de vivir. A la 1:30 caemos en la cuenta de que, por habernos detenido a conversar en el camino, se nos olvidó rezar el Ángelus a las 12:00 m. Pero “más vale tarde que nunca”, nos decimos, entonces nos quitamos las gorras y Zuluaguita encabeza con “el ángel del Señor anunció a María” al cual respondemos “y ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo”… Así cumplimos el encargo que El Lobato nos ha hecho de acordarnos siempre de La Milagrosa y de paso pedimos otra vez por la salud de nuestros don Juancé y doctor Ramiro Vélez.

Como aún es temprano, emprendemos de una vez el regreso a Medellín. Al llegar, nos esperan para el almuerzo los tamales deliciosos de Mis Envueltos, salidos de las manos de la muy querida Elbacé.

Luis Fernando Múnera López

Vea más fotos en :
http://picasaweb.google.com/lfmunera1/MISACALIXTO31OCT2009?authkey=Gv1sRgCNPOyaWp0YLZEA&feat=email#