Caminada Prado- Heliconia

Caminata San Antonio de Prado - Heliconia

Contando con la ausencia física de Lobato por cuestiones de salud, cosa que lamentamos profundamente, nos encontramos el resto de los caminantes en la Estación Itagüí de nuestro Metro a eso de las 6.30 am. de ese sábado 13 de marzo de 2010 y salimos rumbo a San Antonio de Prado, para de ahí subir hasta el alto de “El Chuscal” y bajar luego hasta el Municipio de Heliconia, famosa desde los tiempos de la Colonia por sus salinas, que desde tiempos inmemoriales los nativos de la región; Nutabes, Titiribíes y Arvíes, explotaban comercialmente en forma de “Panes de sal”.

En ese entonces, el poblado se conocía como Arví o Murgia (Lugar de sal) y por tiempos de la Colonia fue llamada Guaca por la gran cantidad de entierros con tesoros indígenas que se encontraron allá. Cuenta el cronista que cuando llegaron los españoles, los nativos corrieron a enterrar sus posesiones y muchos de ellos se suicidaron y se hicieron enterrar con sus tesoros. Hoy todavía es una región arqueológica muy cotizada y con ruinas de los entables para el procesamiento de la sal en tiempos de la Colonia.


Llegados a San Antonio de Prado, visitamos el templo; estaban en misa, por lo que rendimos nuestro tributo de agradecimiento y salimos en busca del reglamentario desayuno. Poca oferta gastronómica a esta hora por estos lados. Nos tocó desayuno de panadería: Cafecitos con leche (tibio para Juanfer), empanadas, pandequesos, buñuelos y listo. ¡Y claro; medio frasco de ají para dos empanadas!


San Antonio de Prado tiene varias particularidades: Un enorme condominio colombófilo, o sea una gran palomera en el centro del parque; varios bustos de personajes del pueblo, especialmente uno de un señor que parecería el papá de Ñoño de apellido Betancur y una réplica mugrosa de Bolívar. También y aparte de los borrachitos matinales, el parque es un parqueadero en altura: Los carros cuelgan precariamente de los lados de la iglesia que tiene una torre de castillo medieval y del mismo parque. Estuvimos tratando de recordar cómo es que lobato dice del asunto.


Salimos al carretero y tomamos rumbo al “Chuscal” sin afanes; mirando como cuelgan las casas, las casitas y los ranchos de las laderas de la montaña. Algunas regiones de Antioquia son un desafío para la imaginación. La vía serpentea por entre los recovecos de la montaña, unas veces arborizada, otras pelada, alguna más chamuscada por los pirómanos, pero siempre enhiesta y majestuosa. A la derecha abajo el cañón de la Doña María, arriba “El Barcino”, “El Manzanillo” y el paso hacia Belén Altavista. A la izquierda, la Cordillera de “El Romeral” y nosotros caminando; otros en bicicleta y los autos raudos rumbo a y desde la cima. Todo moteado de casitas de todos los estratos posibles e imposibles, algunos cultivos de hortalizas y bosques de pino industrial. También hay asentadas en la región algunas granjas avícolas y de cárnicos en general.


Antes de las 2 horas estábamos en la abertura o Abra sobre el lomo de la montaña, en donde ya hay desde monumento Mariano, hasta tienduchos que ofrecen de comer y beber a los transeúntes, ciclistas y todo el que quiera parar en el lugar a disfrutar de una amplia vista hacia ambos lados de la montaña. Un aviso reza: ARMENIA MANTEQUILLA 22 KMS. HELICONIA 13 KMS. Armenia a la izquierda, Heliconia a la derecha. Íbamos para Heliconia, la tierra de “COSIACA” por si no sabían; arrancamos carretera abajo y estrenando pavimento de cemento que por lo visto fue derramado con toda la técnica y especificaciones como para que dure muchísimo tiempo.


La dicha nos duró unos 20 minutos y hasta ahí llegó el asfalto sin terminar de alabarlo todavía. De nuevo un camino tortuoso, con más cara de camino de herradura que de carretera intermunicipal, como casi todas las vías de nuestro departamento que a pesar de tener presidente y muchos ministros, incluido el de Obras Públicas Antioqueños, como que les da pena meterle la mano a estas hermosas regiones que si tuvieran vías apropiadas, serían emporios turísticos con mucho futuro. Bueno, pero nos consolamos pensando que se camina mejor por camino sin asfalto…


El paisaje se abre al frente hasta el infinito de la sucesión de cadenas montañosas y valles escondidos entre ellas. La carreterita sigue siendo una serpiente que se desenrolla perezosa sobre la falda de la montaña. De pronto en una curva pronunciada, vimos muy abajo el pueblo. La ilusión de cercanía se desmorona a cada paso que damos, porque uno piensa que ya está cerca; curva va y curva viene y como la puerta, en el mismo punto se mantiene. No es problema; nos entretenemos en hablar de lo divino y lo humano y admirar el paisaje reconociéndolo. A lo lejos se alcanza a ver la otra serpiente que lleva a Armenia Mantequilla y guiado por ella, distingo y muestro a mis compañeros, la finca de unos amigos allá lejos. En esas, suena mi celubobo como dice Juanfer. Dicen que lo de la Telepatía es cuento, pero la llamada era precisamente de la dueña de la finca que llamó a saludar…Únicamente a saludar y a preguntarme que cuando iba a volver por esos lados a pasear. Le conté por y con quien andaba; de inmediato ofreció Sancocho de Gallina para esta o para otra, previo aviso. Quedamos casos después de comentarlo con los cuchachos caminantes.


Algunas casitas, muy pocas cuelgan por aquí también de las faldas de la montaña; varias motocicletas y unos pocos carros pasan y algún campesino se esconde furtivo entre las rastrojeras o en la oscuridad de sus casas. Mientras hablamos y hablamos una motocicleta se escucha y al momento pasa a nuestro lado con sus dos policías de dotación. Saludan y siguen hacia arriba. Al poco rato pasan hacia abajo despacio y saludan de nuevo. Nada extraño; recordamos a unos que yendo para Angelópolis, nos abordaron muy cordiales si, y entre charla y charla, con disimulo nos tomaron algunas fotos. Nosotros también les tomamos a ellos.

Seguimos bajando y en una curva, unos perros de malas pulgas nos salieron al paso, mientras un campesino malencarado con un machete desenvainado nos saludó entre dientes y con desconfianza. Los perros dijeron “tate” ante nuestros disponibles báculos. Al poco rato, un motociclista pasó mirándonos fijamente casi sin contestar el saludo y al momento volvió a bajar levantando el polvero. Con seguridad – pensamos – lo llamaron de arriba y vino a ver quiénes éramos… Estos parajes estuvieron infestados de irregulares y la desconfianza es norma. ¡Qué carajos! Nosotros ya somos inimputables con nuestras caras de abuelitos en ejercicio. ¡Es más peligroso un gusano de Col!


¡Esto tiene más curvas que Natalia París y Tatiana de los Ríos juntas! Ya el calorcito empezaba a mellar los cuerpos y el guargüero a pedir líquido diferente al agua, abundante por cierto en nuestros morrales. Ni un tienducho abierto por estos lares, como para violar una ley seca que como alcaldada reglamentaria nos afrijolan en cada evento electoral. Ya empezaba el terreno más llano y a verse más casas y fincas en el camino. A un parroquiano que se asomó a una puerta le preguntamos por una tienda y nos dijo que abajito, en la curva había una… ¿Abajito? ¿En la curva? Todo era hacia abajo en medio de curvas y un polvero del carajo. Eran tantas las ganas que Zuluaga se metió a una casa con tan buena suerte que esa era la tienda. Ahora quedaba convencer a la señora de que nos vendiera cerveza. Casi que no. Hasta nos dejó entrar a la casa dizque para no dar papaya… Seguimos polvero abajo y por fin; la entrada al pueblo.


La calle se amplía y el piso está forrado en Piedra Verde en tres hileras, otras cuatro de Cemento y sus respectivas obras de arte o de recolección de aguas lluvia. Quedamos maravillados pero poco duró la dicha, se acabó la belleza y siguió un tramo de adoquín mal puesto por un trecho; luego de un resalto, otro tramo de adoquín este sí bien dispuesto. Aquí nos encontramos una tienda en que sin miramientos de leyes secas, nos brindaron polas bien frías con chitos más conocidos como ensalada Lobato. El dueño de la tiendita era tan flaco que Olaya le tomó foto para mandarla a Cuba con el argumento de que para ser flaco no hay que morirse de hambre como el periodista Fariña.

Nos montamos de nuevo a la vía y siguió el desfile de pisos distintos; lo que nos dejó claro cuántos alcaldes habrían intervenido en los “arreglos” de la entrada del pueblo; unos 5, y más o menos cuántos faltarían para terminar de hacer la carretera hasta el alto de “El Chuscal” Calculamos así “por encimita” unos 253 alcaldes de aquí para adelante…


Ya llegamos al Cementerio que tiene forma circular como plaza de toros, pero estaba cerrado, por lo que consideramos que estarían fuera de temporada los que se murieran por estos días. Más abajo, un grupo de muchachos departía alegremente, y tan pronto nos vieron pidieron la foto reglamentaria entre chanzas. Se les tomó la foto y ya se les envió por correo; claro que con el estado de la vía entrando al pueblo, a lo mejor ni les llegue…

Entrando al pueblo propiamente dicho, o sea al parque principal, hay una subidita también adoquinada, que dadas las circunstancias, consideramos que está así desde los tiempos de la Colonia, o por lo menos desde la primera elección popular de Alcaldes, que seguro eligieron con la promesa de adoquinar la vía hasta “El Chuscal”, pero el billete le alcanzó sólo hasta la quebradita de abajo, a 200 mts, después de sacar su tajadita.


la sorpresa mayúscula se la lleva el visitante cuando después del primer golpe de vista que incluye un árbol florecido de anaranjado arriba en medio de la montaña circundante, se encuentra con las oficinas de la UMATA y en su zona verde, tirados de cualquier manera están los bustos de Federico Estrada Vélez en un rincón, y pegados a la reja “protectora” los de Enrique Olaya Herrera y del Libertador Simón Bolívar en el más abyecto de los abandonos; casi perdiéndose entre la maleza, despintados y sucios a más no poder.

Ya veremos a quien se la montamos, porque hace tres años estaban en las mismas – dijo Juanfer – Es el colmo de la falta de respeto, no sólo con los próceres y personajes ilustres, sino con el visitante que espera por lo menos que su visita sea agradable. Al pedir explicaciones a las habituales parroquianos, todos tienen 10 dedos para señalar al alcalde; por algo será…


No todo es malo; seguimos hasta el templo, una construcción pequeña, de corte similar a la de la Veracruz de Medellín, limpio y bonito. El altar mayor parece tallado en ébano, madera cuya particularidad son su textura negra y su brillo nacarado, además adornado con laca dorada, simulando las láminas de oro que a lo mejor alguna vez tuvo.

Ya de regreso al parque, buscando la empresa transportadora y un restaurante en donde almorzar, nos cayó la ley y esta vez con interrogatorio. Es que cuatro viejitos barrigones, mirando todo y tomando fotos en vísperas de elecciones, son como sospechosos. Nos quitamos al policía de encima cuando le preguntamos que qué sabía él del estado de los bustos. Se fue tranquilo, después de inculpar también al alcalde. En medio de la risueña por la sacada que le pegamos al policía, nos metimos al creo que único restaurante de Heliconia, llamado “Sal de Guaca” en donde tras prometernos cerveza, nos acomodamos con Sancocho de tres carnes para Zuluaga, carne asada con papitas para Olaya y Juanfer y para el suscrito desganado una pendeja, digo bandeja de cerdo, o con cerdo para los “puristas”.

¡Cuales cervezas! La muchacha que nos atendió llegó muy cariancha y nos dijo que como el “honorable” concejal estaba también ahí gorriando almuerzo, no podían embarrarla. Tocó resignarse a ese revoltijo que en algunas partes llaman limonada, que ni es limonada ni es nada; nada más que panela derretida en quien sabe que agua, con una muestra de limón y algo de hielo. Otros lo llaman dizque Guandolo, pero Guandolo no hay sino uno y ¡nosotros sabemos cuál es, carajo!


El almuerzo estuvo buenito; ¡Pa`qué!. Hicimos roncha un rato, pero antes de que a Olaya le diera por sacar piyama para hacer la reglamentaria siesta, salimos a recorrer el pueblo ante la vista inquisidora del vecindario. El pueblo conserva muchas de sus bellas casas coloniales propias de los pueblos alejados; sin ostentación, pero grandes, altas, con sus techos a dos o tres aguas; todo bien cuidado y sus calles empedradas o adoquinadas. Bajamos hasta donde suponíamos habría vestigios de las antiguas factorías de las salinas. Ya sólo quedan algunas chimeneas en adobe que se levantan sobre los restos del olvido, con ramas y arbustos retoñados entre las fisuras y en la punta de ellas.


Un viejo puente con barandas en adobe macizo a medio derruir cruza sobre una quebrada que ya en su recorrido ha recolectado las aguas negras de parte de la población y las fuentes salinas se están secando y desapareciendo sus vestigios. Nadie sabe nada sobre el asunto. Todos los preguntados responden con evasivas mientras esquivan la mirada. De regreso sobre nuestros pasos, de nuevo la policía, pero ya esta vez con cámara en mano. Los confrontamos y posamos para su informe sin problema, aunque ellos trataron de disimular su intención de tener un registro de nuestra “sospechosa visita” y nuestra preguntadera.

Nos fuimos de subida por otra calle y nos encontramos una edificación que data de 1923 y al parecer sigue prestando el servicio para lo que fue construida; una bellísima escuela; la Escuela Modelo. Hermosa y bien conservada por lo que se alcanza a ver en su exterior. De regreso al parque, una concentración de jóvenes en un local nos aterrizó en las vísperas electorales y un sujeto que se nos abalanzó gritando arengas a una candidata nos pintó las maravillas del lugar y cuando le preguntamos por lo de los bustos, nos mandó para donde el alcalde también… Vámonos más bien – dijo alguno – y nos fuimos a buscar transporte. En el camino, nos encontramos de nuevo la policía pero ya en el comando; Olaya dijo: Entonces qué; ¿Ley seca o Ley cerca? Primera vez que nos sentimos tan bien acompañados y protegidos por los cuerpos de seguridad del Estado.

Ya en el parque, el local de la flota seguía cerrado, pero estaban los populares “Chiveros” con los que nos tocó negociar el traslado a San Antonio de Prado. En el restaurante nos dijeron que cobraban $40 000, pero como nos vieron cara de “gringos”, nos pidieron $60 000. ¡Ya voy toño!, ¡más gringa tu abuela! Otro, con cara de jeque árabe en desgracia sentado en una silla de ruedas, nos ofreció llevarnos por los 40, pero teníamos que esperar un rato a que llegara su carro. ¡Para eso esperamos el bus! – le dijimos - . Zuluaga logró violar de nuevo la ley seca y de salida ofreció 50 para que nos llevaran. Cuando ya el “chivero” se decidió por los 50, el de 40 asomó en la esquina… Era un Land Rover más acabado que la honradez, por lo que nos decidimos por el de 50 al ver que era una Toyota en muy buen estado; como quien dice: Uno era un chevette y el otro un mercedes Benz. Así de sencillo. Y por $10. 000 no nos íbamos a quebrar.

Más nos demoramos en sentarnos en el campero que Olayita en estar dormido; que hombre tan valiente o tan dormilón ser capaz de echarse semejante pestañazo casi hasta “El Chuscal” durante 25 minutos de subida a toda velocidad por carretera destapada y serpenteando montaña arriba. Cuando llegamos a la vía ya pavimentada, el chofer nos contó que ese tramo fue construido con concreto reforzado de entre 28 y 32 cms con hierro sin hambre y que el próximo tramo de 3 kms lo iniciarán en agosto cuando se termine lo de la “Ley de garantías”. Uno se ruboriza cuando le dicen que no se puede hacer ninguna obra, ni ninguna contratación estatal en tiempos electorales para evitar la corrupción. Y sin embargo roban y roban con ley o sin ley. O amparados en la ley.

Pronto estábamos ya esperando colectivo del SIT para el Metro y de ahí cada quien para su casita a dar gracias por el entretenido día y a dejarse querer de “mija” y los niños…

José M.

Más fotos en:
http://picasaweb.google.com/sietenpunto/PradoHeliconia#

El origen del verraco de Gauca.

El caso es muy sencillo y trataré de sintetizarlo para no hacerme cansón con el tema: berraco y verraco no son lo mismo, aunque el segundo dio origen al primero en la población paisa de Heliconia que antes se llamaba Guaca. Allí un campesino tenía un verraco (cerdo padrón) al que nada lo detenía para ejercer las funciones asignadas en el Diccionario (ver www.rae.es). Talanqueras y cultivos eran poca cosa para el verraco cuando iba tras su elegida. La fama del verraco de Guaca superó las fronteras del pueblo, de tal manera que cuando algo se consideraba imposible de realizar, se decía que eso no lo hacía ni el verraco de Guaca.

Poco a poco el sustantivo se fue volviendo adjetivo de lo que se quería expresar como en grado superlativo. Se fue dejando a un lado el significado de cerdo y el lugar de origen. Los paisas no hemos podido diferenciar los sonidos de b y v, por lo que al aparecer el verbo con la preposición en, llegó como emberracar, donde la m se escucha perfectamente diferenciada de cómo pronunciamos Envigado, en la que el sonido de n sí alcanza a percibirse antes del de la v. Con esto, para los paisas no hay duda de que la grafía berraco es la correcta. Y mientras verraco no deja de ser un cerdo padrón, berraco tiene más significados que un berraco.
Por: Sófocles El Espectado

Video Caminada Santuario - Peñol

Caminata El Santuario - El Peñol

Banca trasera llena

Tuvieron que pasar nueve meses para darse el parto, natural obviamente, del cupo completo de los Todo Terreno, cuyos cinco integrantes cabemos precisos en la banca trasera de cualquier buseta intermunicipal o de la capilla de monasterio benedictino. En efecto, desde aquel sábado 20 de junio de 2009, cuando intentamos hacer la caminata Belmira – Santa Rosa de Osos, la cual por problemas con el mapa satelital terminamos en la vereda El Filo (Entrerrios) no nos juntábamos los Echeverri, Zuluaga, Olaya, Ruiz y Londoño; encuentro que tuvo lugar en la Terminal del norte, amenizado, como siempre, por un trió de buñuelotes partidos milimétricamente en mitades por Kelly Johana, adornadas con cafecito en leche.


A las siete prendió motores la 643, moderna buseta de Trans Oriente, con rumbo al municipio de El Santuario, feudo de Zuluagas, Gómez, Sernas y Duques, y en donde nació el humor de Montecristo y murió el valor de Córdova.

Que Pena con la Madre Naturaleza


Al son de ocho campanadas llegamos a la plaza mayor José María Córdova, la cual fue arrasada para darle paso a la modernidad. Remodelación que por lo visto se hace con la misma lentitud con la que se fríen los buñuelos santuarianos, esos que por su receta secreta duran frescos una eternidad.

Del viejo parque no se salvaron ni las dos imponentes y casi centenarias araucarias que en cada atardecer reflejaban sus cuitas contra la fachada de la iglesia. Con dolor ecológico y apenados con la madre naturaleza, así se argumente que por lo avanzado de su edad representaban un peligro para los parroquianos que veían pasar la vida debajo de su caprichosa sombra, entramos a la iglesia parroquial Nuestra Señora de Chiquinquirá, para alcanzar a escuchar alguito del evangelio de la misa que a esa hora se celebraba y para reforzar con un Padre Nuestro nuestra petición de protección para esta caminata, más algunas ñapas

En El Palermo


Caminando por las estrechas aceras, que para ajustar están limitadas por un plástico verde que hace las veces de telón para tapar el arboricidio, llegamos al restaurante Palermo para asistir al rito del pedido del desayuno, el cual hacemos con puntos y comas, apoyado en el gusto de cada personaje. Veamos: Luisfer exige que los huevos sean revueltos con aliños, pero eso si, bien mojaditos, so pena de devolverlos en caso contrario. Josema solamente pide arepa, quesito y los mismos huevos de Luisfer pero sin importar el término. Carlos carga la misma lista de Josema pero sin huevos, pero cuando la niña le pregunta ¿el suyo es con huevos? él piensa cinco segundos y le responde, “Ta´bien” y como ella le da tiro él le agrega: ah, y me encima unos pancitos, pero para todos, porfa. Juanfer pide de todo y luego saca de la mochila un radicado firmado por el inspector de policía del pueblo de turno, en el cual se ordena “a quien corresponda” que el chocolate se lo traigan tibio, orden que siempre se pasan por la faja, por lo que sábado a sábado se lo tienen que “chorriar”. Yo me le apunto a una carnita de cerdo con porción de arroz y arepita. Todo lo anterior acompañado con chocolates que en el 999% de los casos vienen derramados en el platico.

Los Voltiarepas

Terminado el preparito, salimos a la calle. Yo cogí a la izquierda para tomar la ruta que nos llevaría a El Carmen de Viboral, que era la caminata planeada, pero otros dijeron que era por la derecha, por lo que les dije que por ahí se iba para El Peñol, ante lo cual Josema dijo que él no había hecho esa caminata y que prefería esa a la del Carmen. Así que por cinco votos contra cero cambiamos de ruta y nos fuimos para El Peñol. ¡Que carajos!

Bombones en fila


En la primera tienda me compre una bolsa de bombones, la misma que a las dos cuadras tuve que inaugurar para repartirles a varios niños, a quienes Juanfer hizo poner en fila para que desde chiquitos aprendan a ser ordenados. Una cuadra mas adelante una de las niñas que hacían parte del grupo me alcanzó y me dijo: “don, es que usted le dio dos bombones al mellizo” yo le respondí que no había problema, pero ella insistía y yo también. Al final me dijo, ¿me cambia este verde por uno rojo? Y le respondí: no te lo cambio, te doy otro rojo para que también quedes con dos bombones como el mellizo. Traigo a colación esta sencilla anécdota, para significar las muchas que se originan alrededor de la entrega de los bombones. Por ejemplo, un kilómetro más adelante el papa de tres niños me dijo que tenía 27 hijos, o sea que quería 27 bombones. Pues si señores, luego de darle una lección frente a dos sus hijos lo encargué para que le entregara dos bombones en la finca vecina, y a fe que creo que lo hizo.

Vereda La Bodega


Los primeros kilómetros se hacen por la vereda La Bodega, por una carretera veredal en aceptables condiciones. Rodeada por fincas en las que predominan los sembrados de legumbres y hortalizas, lo que convierte a la región en una deliciosa sopa de verduras acompañada por ensalada, de la que resaltan la zanahoria y la remolacha, cuyo cultivo abunda por estas tierras. El sol obliga a la embadurnada de rigor y un hermoso altar donde se venera la imagen de María Auxiliadora me arranca de un tajo un solitario avemaría por la salud de mis viejos.

El cuerpo del Delito


De lejos se asemejan a cualquier cosa menos lo que es. En efecto, en un recodo del camino encontramos las enormes raíces de aquellas que fueron el orgullo del pueblo, sus araucarias. Allí estaban como se dice “tiradas sobre la sucia carretera”. Hasta el tiempo se está encargando de consolarlas con el retoño de otras matas sobre sus lomos. Bueno, como no hay mal que por bien no venga, esperamos que en el nuevo parque siembren no dos, sino muchos árboles como homenaje a estos que ofrendaron sus vidas en pro del modernismo y como defensa de la cabeza de uno que otro santuariano, para creer en las causas del arboricidio.

Acuarelas


Estos paisajes del oriente son verdaderas acuarelas de sembrados, de surcos con formas caprichosas que esperan pacientes por la siembra, de camiones de escalera que con paso lento y motor con vozarrón de JuanCé movilizan a nuestros campesinos y a sus productos. De pedazos de tapias que se resisten a caer y que dan forma a esculturas sin nombre, de sencillas casas campesinas pero que parecen castillos medievales con sus generosos jardines florecidos, de los riachuelos que a pesar del verano siguen con su hilo de cristalinas aguas, de los amables campesinos siempre con sus “buenos días” a flor de labios, de exuberantes bosques, de paisajes que llenan el espíritu de aleluyas. Toda esta exposición la admiramos a paso lento, cuidando de no pasar por alto detalles como la cogida de la mora silvestre, la guayaba madura o de no pisar el ciempiés que se nos cruza sin importarle el número que calzan nuestras botas

Embalse a la Vista


A dos horas largas de caminata, al salir de una desprevenida curva, quedamos a merced de uno de los paisajes más maravillosos de todas nuestras caminatas, el embalse de Guatapé y la piedra de El Peñól. ¡Que espectáculo!


El brindis para celebrar lo visto se hizo con jugo de carambolo llevado por El Lobato (receta secreta) a cambio de su tradicional guandolo, cambio que fue muy bien recibido por los comensales y que refrescó las sedientas gargantas fruto de un medio día caluroso que además nos invitó al rezo del Ángelus con devoción y respeto.


Además de los cultivos citados en la primera parte, a este segundo tiempo hay que agregarle los de café, mora de castilla, tomate de árbol y aguacate, éste último en cantidad apreciable que lo proyecta como uno de los principales productos de comercialización interna y de exportación.


La hora y pico que demora la bajada, no muy pronunciada, se hace jugando escondidijos con la piedra la cual se nos pierde por momentos para luego aparecer en diferentes direcciones. Además de descansada, esta bajada tiene como atractivo el paisaje formado por fincas de descanso, bosques de pinos y varias quebradas que desembocan en el embalse.

El Peñol


Con un solo cucu del reloj se anunció la llegada de los Todo Terreno al nuevo municipio de El Peñol que arriba a los cuarenta años de edad. Son 20 mil los peñolenses que se acomodan en una confortable área. El moderno hospital nos da la bienvenida, luego siguen el parque, la iglesia y el atrio parroquial en la lista de los lugares visitados.


Para el almuerzo elegimos el restaurante Las Peñas (recomendado) con buena atención, así el pantalón de Juanfer haya salido salpicado de sopa, una comida excelente que mereció el clik para la respectiva una foto y de sobre mesa una música que la envidiarían en radio Reloj o radio Cristal.

Pá Medallo

A las 3 de la tarde arrancó la vieja buseta, mas estrecha que bluyín de travesti y con un demoledor ruido interno del motor. Hora y media duró la penitencia hasta la terminal del Norte, que como buena mamá nos despide en la mañana y nos recibe en la tarde.

Un grupo de trovadores amenizaba la tarde, por lo que Carlos aprovecho para hacer varias tomas con su filmadora, lo que llamó la atención de los vigilantes, quienes de inmediato montaron un operativo relámpago al mejor estilo de la DEA, y con la ayuda de los radioteléfonos ubicaron al posible terrorista, quien fue interceptado por el patrullero Palacio a la entrada del puente peatonal que conduce a la estación del Metro, quien de inmediato preguntó cual era el propósito de las fotografías. Obviamente el resto del grupo intervenimos para explicar quienes éramos y cuales era los motivos. En ese momento llegó un gigante de la empresa de vigilancia (1,56 mts) a reforzar la pregunta de Palacio, pero bueno, ya todo estaba aclarado. Esto sucedía mientras los cosquilleros, raponeros, ladrones, vendedores de bazuco, extorsionistas y proxenetas hacían su honorable trabajo bajo las máximas condiciones de seguridad y comodidad. Cabe destacar que, gracias a la Milagrosa, ni Palacio ni el gigante sabían con quienes se iban a enfrentar en caso de pedir decomiso del material fílmico. ¡Ay Dios!

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

Video de la caminada

EN BUSCA DE UNA CUNA DESVERTEBRADA.

VERSALLES - MONTEBELLO.

Caminantes:
Gloria Muñoz "Coneja"
Luis Fernando Zuluaga
Carlos Olaya
José M. Ruiz.

Pocas veces hemos tenido tantas dificultades a la hora de encontrarnos para salir a caminar…
Primero, ya casi se termina Febrero y apenitas llevamos una caminada y esta sería la segunda.
Segundo; Juanfer y Lobato por compromisos personales no nos podrán acompañar y salir sin ellos es como si a la bandeja paisa le faltara el chicharrón y el aguacate; (el símil es apropiado) no es lo mismo…
Tercero, tenemos a bordo la Coneja, pero con un teléfono celular que sirve más como pisa papeles que como intercomunicador; no recibe llamadas en la madrugada. De chiripa llegó a tiempo. ¡Y si no, se queda!
A todas estas se le añaden que las empresas de transporte dicen una cosa y aplican otra; que había bus a las 6.40 am, pero que no; que había que esperar a las 7.15am. Al fin Olaya y Zuluaga lograron encontrar transporte para las 6.30 am así de improviso, lo que nos hizo acelerar el ritmo para esperarlos en la autopista por Itagüí, bajo el puente nuevo que ya parece viejo por lo mal acabado y esperpéntico de su diseño.
Ya en la autopista le marco por enésima vez a Gloria Coneja, y por fin contesta. –Ya estoy llegando Chemita, estoy a una cuadra- me dice. ¡Muévase que está llegando el bus! – le digo mientras miro calle abajo y veo como a tres cuadras el bus de Transportes Montebello en el que vienen los otros compañeros - ¡Hágale rápido que la dejamos! - ¡No, no, ya voy llegando, no me vayan a dejar! Con media lengua afuera pero sonriente, llegó la muchareja justo cuando el bus abre sus puertas y chirrea sus llantas junto a mí.
Ya pasajeros en el enorme y viejo pero bien tenido bus, armamos la cháchara reglamentaria con saludos, parabienes y demostraciones de solidaridad de nuestros compañeros, que se iban a bajar a esperarnos si no hubiéramos estado a tiempo en el punto de encuentro fijado para las 7am. Eran las 6.50am. del Sábado 27 de Febrero y viajábamos rumbo al Corregimiento Versalles del Municipio de Santa Bárbara, para desde ahí caminar hasta el Municipio de Montebello, desde donde más tarde bajaríamos hasta el sitio “Sabaletas” en el fondo de un gran cañón geográfico formado por la quebrada Sabaletas, que ya muy abajo, junto con otras desembocan al gran Cauca. En Sabaletas está una de las primeras capillas Católicas que se fundaron en Colombia, por allá por 1600 y pico; pero esa es otra historia.
De subida ya para el Alto de Minas, notamos con agrado que la estrecha vía está siendo ampliada, lo que aunque en un principio retrasa el viaje, más adelante será fundamental para acelerar el tránsito por tan importante arteria para el país.
Llegamos a Versalles, bajamos del bus y a buscar desayuno, el que encontramos ahí mismo; un montón de gente chasquiando arepa con quesito a dos carrillos y una hornilla humeante asando montones de esos bocatos di cardinalle, nos llevaron en andas hasta una mesa atendida por una joven impecablemente trajeada y con una amabilidad muy campechana que nos atendió el pedido: Arepas, quesito y tres metros de chorizo para Zuluaga, Coneja y yo. Olaya está desganado… Sin exagerar, cada embutido de esos si tenía por lo menos 25cms de relleno delicioso, para nada irritante. De las arepas y el quesito, ni se diga. Atrás de nosotros se sentó un morocho con cara de camellador juicioso ¡Santo Cielo el desayuno que se empacó el hombrecito! Arepas, carne, calentao, huevos revueltos, quesito x arepa, chocolate en taza grande y me pareció ver un chorizo embolatado entre el calentao. ¡Ni que fuera T.T jubilado!
Barriga llena, caminante dispuesto; una valla en la carretera reza: Motebello - 11.5 kms. Los otros caminantes ya antes habían recorrido el trayecto, pero la Coneja y yo no. Sabíamos que era por asfalto y lo cansón que es, pero el mosaico del paisaje admite una y mil caminadas aún bajo el ardiente sol matutino de la temporada. Además la Coneja está estrenando botas forradas con la piel de alguno de sus familiares.
La cordillera Central forma por estos lados el Macizo del SAN MIGUEL, con alturas como el “ALTO DE MINAS” y en el que nacen multitud de quebradas y ríos; unos van a la vertiente del Magdalena y otros a la del Cauca. La quebrada “SABALETAS” baja desde éste formando un vértice encañonado de gran profundidad que desciende desde los más de 3000msnm del alto de SAN MIGUEL a los 1300msnm hasta el punto conocido como puente de “SABALETAS” en menos de 10 kms de recorrido. La carretera que une a Versalles con Montebello en los primero 7 kms de su recorrido, bordea precipicios de vértigo en los que el fondo de alcanza a ver muy, muy abajo. El espectáculo del paisaje que se confunde en el horizonte hace que ni se piense en el riesgo que se corre cuando uno se asoma al borde de la calzada.
Hermoso camino con vistosas casitas que aunque pobres en su mayoría, están bordeando la carretera con sus jardines florecidos. La parte trasera de ellas de espaldas al precipicio, están precariamente sostenidas por columnas de guadua, o de cemento en los mejores casos, pero sobre el abismo. Una que otra casona vieja ya mejor ubicada en algún altico y con sembrados de pan coger cuenta historias de caminos antiguos y mejores épocas de la región.
Con paso moderado avanzamos por la carretera. Unas cabras estabuladas en unas jaulas infames, armaron su coro de balidos tan pronto sintieron nuestra presencia, tal vez creyendo que les llevaríamos comida. Comida no había pero si cámaras, chistes y una Coneja posando para la crónica visual con la familia caprina. Mucho sol y muchos pájaros de diferentes clases, como un Garrapatero que cual modelo de pasarela, posó impertérrito para la posteridad. Perros de muchas razas combinadas y mezcladas nos hicieron calle de honor con sus amenazantes colmillos que palidecían ante nuestros cayados callados pero dispuestos a devolver agresiones.
Ropas secándose al sol penden de las alambradas, de los aleros, de los árboles y ondeaban cual banderas para desfile de políticos en campaña por todo el recorrido, especialmente llegando al pueblo.
De pronto, una valla anunciaba: Zona Urbana. ¡Ya casi llegamos!- pensé- ¿Cuál llegamos? Adelantico había otra que decía: A El Retiro- 24 kms. A Montebello – 4kms. Eso significa por lo menos otra hora de camino y de pa`rriba que no es lo mismo.
Por estos lados, que creo se llama “Arenales” un conglomerado de casas de diferentes estilos y épocas marcan lo que debió ser y es aún, un cruce de caminos antiguos, con su fonda caminera incluida.
Aquí consultamos a los lugareños por el mejor rumbo para bajar a “SABALETAS” y como siempre, muchas opciones nos dieron, casi todas contradictorias dependiendo de cada informante. Con sus datos, llegaríamos en 1, 2, 4 horas por aquí, por allá, por acullá. Mejor seguimos para el pueblo.
Empieza la cuesta con un paisaje igual de hermoso, pero sin los precipicios del cañón de la “SABALETAS”. Ahora nos encontramos con varios sembrados de Tomate de árbol; uno especialmente grande, por abajo del cual caminamos por lo menos media hora. Gran cantidad de rastros brillantes en el piso que en un principio nos intrigaron, nos llevaron a entender que eran caminos de babosas, muy comunes y dañinas en sembrados de Tomate de árbol, que al parecer eran arrojadas a la carretera por los cosecheros de la fruta para que murieran abrasadas por el sol. La Coneja armó fiesta porque encontró una todavía viva, la que sin escrúpulos tomó y arrojó a la manga vecina para salvarla. Al bordo del camino, dos muchachos empacaban y pesaban en báscula electrónica los bultos que dejaban listos para el embarque. ¡Cómo hemos progresado! – dijo Olaya –
Unos parroquianos bajan del pueblo con algunos vacunos pequeños y medianos enlazados a lo que Zuluaga acota: Ya estamos llegando y están de feria hoy sábado.
Un poco más arriba ya no era sucesión esporádica de casitas, sino una calle bordeando un barranco por un lado y por el otro una hilera de casas, una calle hacia abajo y por fin a la vía se le acaba el buen asfalto y continúa unas veces en adoquín, otras empedrada y otras simplemente en cascajo, pero ya en un plancito que de pronto se abre hacia el horizonte a la izquierda y a la derecha unas casas de varios pisos, muy antiguas y allá arriba la imponente torre de la Iglesia nos da la bienvenida con su cúpula de aguja semigótica, rematada en una cruz de hierro forjado con un círculo superpuesto y equidistante a la intersección de los brazos. El pueblo en verdad está vestido de feria agropecuaria. Hombres sobre todo y con sombrero y poncho de todas condiciones sociales, departen amigablemente tomando licor y escuchando música popular, mientras hacen sus negocios de compraventa de vacunos, caballares y mulares que tranquilamente pacen unos en una manga cercada y otros con y sin arreos, están atados a la alambrada por sus cabestros. Ni se dieron por enterados que había visita.
Desde aquí empezamos a buscar una casa en la que hubiera un aviso que rezara: “Se forran hebillas y botones”, que es la pista que nos da Oscar Domínguez G cada que le preguntamos por la casa en que nació en Montebello. No encontramos ninguna por cierto.
Nos llegamos hasta el pequeñísimo parque, y ahí si se dieron cuenta que había forasteros en el pueblo; con rostros amables la gente respondía a nuestro saludo mientras caminábamos hacia el templo como es nuestra costumbre. El bullicio interior ganaba en decibeles al exterior, porque estaban los niños en catequesis sabatina. Del atrio del templo, pasamos al lado, a la “Fonda al Parque” a refrescar gaznates con doña cervecita. Hermoso lugar desde el que se domina visualmente todo el parque. De pronto, un chico se arrima a la mesa y con timidez pero decidido pide unas monedas. Así: unas monedas. Estaba bien vestido, inclusive con un chaleco muy moderno, y de buena estampa el carajito. Zuluaga le dio algo. Le dijimos al caritativo que se esperara la nube de pedigüeños para que siguiera repartiendo. Dicho y hecho y a lo hecho, pecho. Al rato aparecieron otros con el beneficiado y después ya fueron varios adultos, esos sí limosneros de profesión. Inclusive una señora de unos 65 años se nos arrima festiva contándonos que se había graduado de la primaria para que le diéramos su regalo de grados… Como ya la repartición de las monedas se acabó, se quedaron con nosotros los niños curioseando cámaras y preguntando por esto y por aquello. Uno de ellos nos persiguió por todo el pueblo en nuestro recorrido. Todavía no era el mediodía. Algún parroquiano al que preguntamos por el camino para “SABALETAS” nos dijo que desde el mirador situado un poco más arriba del colegio Mariano Villegas, veríamos Sabaletas y el camino sobre el lomo de la vertiente de la montaña que baja hasta la quebrada y el pueblito.
Desde el lugar en que estábamos, veíamos un restaurante, pero quisimos tener otras opciones por las que preguntamos a doña Nora Acevedo, empresaria Montebellana de productos alimenticios a base de leche y frutas, con los que elabora ricas panelitas de diferentes sabores y arequipes deliciosos (Fue ganadora del concurso de la gobernación “Antioquia me sabe”) mientras nos ofrecía sus productos y contaba su historia comercial. Olaya le compró el surtido que ofrecía y a la doña le tocó ir a desocupar la bodega para completar el pedido, que fue repartido entre los caminantes. Ella nos dijo de otro restaurante un poco más abajo (En Montebello todo es arriba o abajo).
La experiencia como caminantes y T.T. nos hace desconfiar de precios demasiado bajos en el menú ofrecido, por lo que Olaya con razonamiento lógico llegó a la sabia conclusión de que si un sancocho cuesta $ 3500 y aún así el sitio está vacío, es porque mínimo la calidad del producto es poco recomendable. Nos fuimos entonces al que nos recomendó doña Nora. Por poco y nos toca hacer fila por lo abarrotado de sitio. Nos acomodamos estrechos, pero con la certeza de que sin tener en cuenta el precio, la comida era buena. No nos equivocamos.
Pronto llegó un joven que se desempeñaba como mesero, barman, bodeguero, publicista del negocio, y creo que hasta dueño, por la manera de atender; lleno de amabilidad y eficiencia. Ahora el desganado o a dieta parecía ser Zuluaga; Pidió un consomé de menudencias con el argumento de que era de la única manera de podérselo comer: Al escondido de su Carmencita, la que no se lo permite por el alto contenido de Colesterol del tripitorio avícola. –Pura caña – dijimos en coro los otros tres, mientras pedíamos Bandeja de Posta x 2, y 1 de Chicharrón montañero. Todo bueno, bonito y barato. Olaya dice que Coneja y yo nos comimos hasta las florecitas de la Bandeja y que el dejó la mitad para las Ánimas… Zuluaga con su carita de yonofui, salió del restaurante limpiándose las plumas del avechucho de corto vuelo del que devoró sus entrañas hasta el fondo del plato. No se comió las florecitas, porque no le gusta la ensalada.
Un Tinto como aperitivo nos sacó del sopor del mediodía y nos fuimos a darle la vuelta al pueblo cámaras en mano. La gran cantidad de vallas y pendones con publicidad política que afean el panorama, nos impidieron degustar de verdad la belleza del pueblo. Viejas casonas de 1 y 2 pisos con sus balcones y ventanas coloniales en muy buen estado y alguna en restauración, bordean el parque y los alrededores de éste; ya más alejado, las casas van apareciendo con estilos modernos entre las antiguas, aunque sin ostentación, y van formando los barrios nuevos. Quedamos de volver después de elecciones.
Recorriendo el pueblo, uno se imagina el quebradero de cabeza para los señores de Planeación el tratar de organizar una nomenclatura; las calles en su mayoría son recovecos adoquinados e indescifrables de los cuales para poder salir hay que soltar el gato; eso sí, todas de para arriba o para abajo porque el casco urbano de Montebello es una Batea con casitas, colgada de la agreste montaña.
Por entre esos recovecos fuimos a dar al sencillo cementerio, que de lejos parece un condominio y de cerca también por lo muy organizado de los habitáculos (Hay bastantes disponibles y con vista al horizonte) Luego y siempre de pa`rriba, pasamos por un colegio al que llamamos Institución Educativa “OSCAR DOMÍNGUEZ G” pero que por ahora se llama “MARIANO J VILLEGAS”.
Llegamos a “Las afueras” del pueblo sobre el borde de la montaña en la que está enclavado, o más bien colgado Montebello. Allá abajo, muy abajo se veía el caserío “Sabaletas” del que se destaca claramente su capilla colonial recién restaurada. Hacia nuestra derecha se veía también el lomo de la vertiente de la montaña por la cual se baja hasta “Sabaletas” por camino antiguo y hacia la izquierda el carreteable que también lleva hacia allá, pero es más largo el camino por esa ruta. Reafirmamos la imposibilidad ya en tiempo de llegar hasta “Sabaletas” porque tendría que ser muy despacio, dados el precario estado de nuestras rodillas de sesentones hipertensos y colesterólicos.
Ahora teníamos a la vista sobre nuestra derecha y en un altico, un mirador al que se llega por un caminito trazado en sig zag en una falda de la montaña. Llegar hasta él nos llevó por entre callejones y solares y hasta por entre un parque infantil al que salimos después de pasar una alambrada. Unos nos decían que era por aquí, otros que por allá. Por fin un anciano amable nos llevó el mismo hasta el inicio del caminito, pasando por debajo de un cercado. Estábamos por detrás de la Iglesia, subiendo al mirador. Desde el Mirador construido en madera inmunizada se corrobora con creces la forma de batea que tiene Montebello, además se divisa un muy amplio paisaje. Al contemplar el pueblo desde este lugar se observa que la mayoría de las construcciones del pueblo, casi todas muy viejas, tienen sus techos de teja de “Eternit”(Asbesto –cemento) algunas pocas pintadas de verde cogollo y únicamente los caballetes conservan la teja española de barro cocido propia de dichas construcciones. ¿Un vendaval destechó el pueblo en alguna época lejana? Que lo digan los que saben, porque nadie nos supo dar explicación clara del asunto.
Bajamos del Mirador con la intención de comprar tiquetes de regreso con tiempo, no fuera que de pronto nos quedáramos sin transporte. Bajando ya cerca al parque, la banda infantil de música hacía sus ensayos; nos quedamos a escucharlos un rato. Luego seguimos hasta la taquilla de la flota a enterarnos de los horarios y la señora despachadora nos aseguró los pasajes para las 3.30 pm. Eran las 2, entonces regresamos al pueblo con la intención de escuchar música un rato en una cantina especialmente bulliciosa que vimos al frente del restaurante donde almorzamos. Una cosa es querer y otra poder. El bullicio a esos decibeles ya no es para nuestros castos oídos citadinos… Nos regresamos a la fonda junto a la iglesia y ahí si encontramos la música y el volumen adecuado. Además el tinto estaba rico. ¡Ah! y el desfile de muchachas bonitas era constante y graneadito para todos los gustos. ¡Muchas mujeres lindas en la tierra de “Don Desve”!
El tiempo vuela cuando uno está a gusto y pronto fueron las 3.20pm. Entonces no fuimos a la Terminal de trasporte. Ahí nos esperaba otro enorme bus, al que como en los buenos tiempos de los Carros de Escalera, Escaleras o Chivas que otros llaman, en vez de muchos pasajeros lo que montaron fue bultos de mercado, racimos de plátano y banano criollo, gallinas y uno que otro borrachito pasmado, que cada que el bus paraba en el camino, se bajaban a recargar baterías etílicas retrasando el itinerario, pero como al fin de cuentas son viajeros frecuentes y con muchas millas acumuladas, tienen sus derechos que son respetados por los amables y consecuentes conductores.
En Versalles el bus ya estaba casi vacío. Ya Olaya había hecho su siesta reglamentaria, Coneja y Zuluaga raneaban a gusto en otro lado y yo miraba y miraba paisaje. En cualquier momento cruzamos entre nosotros algunas palabras en las que involucramos de nuevo a Oscar Domínguez y de inmediato salta un parroquiano, el último que quedaba de los que en cada parada recargaban baterías; saltó a la palestra diciendo que él había sido compañero de “Don Desve” en la escuela del pueblo, que se llamaba JAVIER ALZATE y que tenía un de sus fincas en la vereda “La Cuesta”, por donde se baja a Sabaletas. Que le preguntáramos a Domínguez que si se acordaba de él. Hasta el número telefónico nos dio para que Domínguez lo llame si lo recuerda.
Bajando del “Alto de Minas” el tráfico se hizo lento, pero poco a poco fue fluyendo. Grandes tractomulas con carga, buses interdepartamentales y otros fueron avanzando y dejando atrás una Grúa inmensa, de esas que llaman “Plumas”, como para que una amiga de nosotros tenga como opción, por si alguna vez piensa en renovar equipos…
Ya sobre la avenida regional a la altura de Sabaneta, la Coneja y yo nos bajamos y fuimos a mi casa. Zuluaga y Olaya siguieron su rumbo y hasta pronto.