Caminata Estación San Javier - Las Hamacas - Estación San Javier
Fecha; sábado 8 de marzo de 2008.
Lugares visitados: Estación del Metro San Javier, nuevo Metro cable hasta Estación La Aurora y de allí al estadero Las Hamacas, para retornar a San Javier.-
Integrantes: Luis Fernando Zuluaga Z, (Zuluaguita); Carlos Alberto Olaya B. (Polaroid), Jorge Iván Londoño M. (El Lobato) y Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer).
Nombre: SALTANDO LA MONTAÑA PARA ABRAZAR LA PAZ Y LA ESPERANZA
“Cierto es que hay mucha miseria.
No solamente la miseria que viene de la esterilidad de la tierra, sino la gran miseria, la que viene de la esterilidad de las almas y de la dureza de los corazones.”
El Erial –Constancio C. Vigil-
Eran las 7:45 a. m. cuando en una mañana hermosa, con un cielo limpio y un sol que se mostraba resplandeciente y cálido como no se veía en días, caminaba por la Calle San Juan, sector del Segundo Danubio, rumbo a la Estación del Metro, cuando sentí que a mis espaldas me llamaban con unos silbiditos y al voltear mi cabeza, me encontré con la grata presencia de mi “cuñita” y compañero de caminatas Carlos “Polaroid” Olaya, quien armado de su infaltable cámara y su descrestador unípode o monópode, venía rumbo a la precitada estación, para cumplir la cita que nos habíamos hecho Los Caminantes Todo Terreno, para hacer el recorrido entre la estación San Javier y la estación La Aurora, pero del Metro cable de Nuevo Occidente, obra colosal construida por la Administración Fajardo y que será entregada oficialmente por nuestro Presidente Dr. Álvaro Uribe Vélez, el próximo 26 de marzo, y que sin lugar a dudas, será la redención definitiva de la comuna 13 y sus moradores, tan olvidados por el estado, el cual empieza aponer sus ojos en la misma, prueba de ello las importantes inversiones hechas en los últimos meses y la quinta visita que espera del Presidente. Por algo será.
Luego del saludo y abrazo de rigor, los dos amigos caminantes, dirigimos nuestros pasos Al Parque Biblioteca de San Javier, para utilizar el nuevo puente peatonal, obras igualmente de Fajardo, y que une éste centro de la cultura con nuestro Metro y el nuevo Metro cable. El recorrido del puente es de unos trescientos metros, sobre el sitio donde antes estaba una zona deprimida de potreros y talleres y que hoy alista su mejor pose para convertirse en un parque infantil y deportivo.
Nuestro propósito era encontrarnos en la remodelada estación San Javier y la nueva estación del Metro cable, con los otros integrantes de nuestro grupo Los Caminantes Todo Terreno, El Lobato Londoño y El Zuluaguita, quienes muy cumpliditos nos esperaban en el interior de la estación, donde hicimos contacto con éstos y luego del fraternal saludo que no nos puede faltar, ascendimos hacia las instalaciones del Metro cable, unos por las gradas y otros por las escaleras eléctricas, ya que ésta obra es hecha con todos los fierros y pensando en las necesidades de la comunidad, además de la seguridad.
Arriba fuimos saludados y recibidos por los empleados del metro, quienes muy atentamente nos indicaron la ruta a seguir por entre las cintas distribuidoras de usuarios para ingresar a las cabinas o góndolas, esas que lentamente y siguiendo el funcionamiento de las poderosas poleas, se hilvanan a los muy finos y recios cables de acero, como un collar de perlas que se desenrolla desde lo más alto de la montaña, esa que cubierta de ranchos humildes, se cubría de sentido de pertenencia y esperanza, ante la sonrisa de progreso y justicia social, que el futuro les brinda.
Rápidamente abordamos la cabina no. 67 (capacidad para ocho persona sentadas y dos de a pié), de las 119 que componen el sistema y las cuales colgadas de gruesos y finos cables de acero, sostenidos a su vez por gruesas y muy firmes pilonas, algunas de ellas inclinadas desafiando la física y la misma gravedad, esperan mover un promedio de 30 mil personas diarias, a una velocidad de cinco metros por segundo y en un trayecto de casi tres mil metros, repartidos en cuatro estaciones (San Javier – Juan XXIII –Vallejuelos y La Aurora), para dar calidad de vida a los usuarios, mejorar las condiciones de vida del entorno y pasar a ser un protagonista importante dentro del atractivo turístico y de progreso de Medellín, así como lo es, con un éxito maravilloso, el primer Metro cable hecho en la ciudad, el de Acevedo a Santo Domingo, sistema de transporte aéreo por cable, único en el mundo para pasajeros y unido a un sistema Metro, lo cual tiene descrestados a más de un país interesado en este medio de transporte y que será atractivo en abril del presente año, en una feria del ramo que se llevara a efecto en Dusseldorf Alemania, según fuimos informados por un señor contratado por los constructores, para sacar fotos y filmaciones sobre nuestro moderno sistema, labor en la cual lleva un año.
A paso muy suave y pausado (se siente más un gay en medias), nuestra góndola se fue desplazando sobre los cables de acero, tomando altura y ganando grados sobre la perpendicular, mostrándonos una vista de 360 grados a la redonda, con un cielo azul y limpio encima. Un sol radiante al oriente y las montañas que encierran el hermoso Valle del Aburrá, medio cubiertas por esa neblina tenue que se niega a morir ante el calor del “astro rey.”
Abajo, un pesebre de casitas en desorden, con sus vías regularmente trazadas, caminos en escalinatas, techos de madera, cartón y zinc y en medio de ellas, unos cortes en la montaña, hechos a plomada, para sostener en la gracia de Dios, esas viviendas, donde sólo la pobreza y la desigualdad social, se atreven a buscar un refugio para sus hogares; pero no todo es negativo.
También se observan nuevas construcciones en material, intervención en vías de penetración, colegios y escuelas muy bien terminadas, muros de contención, distribución organizada de servicios públicos y nuevas sonrisas y esperanzas en los rostros de esos hombres obreros, que a esa hora salían de sus “casas”, para enfrentar el trabajo que les suministra su sustento.
Así, maravillados con la vista, ya que en estos lugares, siempre he sostenido, hasta la pobreza se ve hermosa, un pequeño remezón nos sacó de nuestra admiración y de nuestro asombro, para indicarnos que habíamos llegado a la estación Juan XXIII, sembrada como un milagro de equilibro, sobre una mole de concreto, que desafía las alturas y que se encierra entre pilonas inclinadas en unos 45 grados, para nivelar el cable que sostiene y por el que deambulan las góndolas, uniendo distancias, atrayendo esfuerzos y repartiendo a manos llenas el progreso y la esperanza.
Luego de dejar pasajeros y recoger otros, el collar de góndola sigue su marcha pausada y suave, buscando las alturas y mientras más avanza, proporcionalmente parece incrementar la pobreza, si, pobreza de gente tan buena como el pan y que deja ver sus casitas humildes, donde reina el aseo y el orden, pero también reina la presencia de niños y mujeres con sus vientres abultados, en una clara explosión demográfica, sin lugar a dudas, el primer factor problema de la pobreza de nuestros pueblos.
Los cuatro caminantes no parábamos de mirar, observar y comentar esta hermosa experiencia, si hermosa por encima de la misma pobreza, para de pronto sentir que el ritmo de la góndola aceleraba, para tomar la cima y agarrar en bajada, rumbo a Vallejuelos, esa inmensa invasión que partida en dos por la quebrada la Iguana, con sus aguas turbias, sus espumarajos al chocar contra las rocas, las piedras en sus riveras y los bancos de arena, cascajo, arenón y gravilla que alimentan casi todas las construcciones de Medellín, disimula el daño que ha hecho con sus borrascas y corrientes, en aquellos inviernos repetidos, que cobran vidas y arrastran ranchos con sus humildes pertenencias, para robar la escasa riqueza que puede poseer la miseria.
Vallejuelos es un peligroso milagro de vida en la falda de la montaña, sostenido en zancos de madera cual palafitos lacustres, que esperan no el correr del agua, más si el correr de un derrumbe que arrebatará sus sueños y cegara sus vidas y sus ansias. Niños por montones, ranchitos humildes, aseo y orden y mujeres con su preñez a cuestas…..Es el común denominador de una sociedad olvidada, que se debate entre el desespero y la esperanza, que ya toca sobre las humildes maderas de sus puertas, para que entre el futuro con un nuevo norte en sus espaldas.
Es pronunciada la inclinación hacia el cauce de la quebrada, para luego enderezar nuevamente siguiendo el perfil de la montaña y allá arriba, el paisaje se parte por la cinta asfáltica y quebradiza de la vieja carretera al mar, para ingresar al corregimiento de San Cristóbal y mostrarnos a lado y lado, una nueva vista de la hermosa ciudad de Medellín que crece y se aferra a las hostiles faldas de nuestras montañas.
Aquí, rumbo a la Aurora, el paisaje cambia. El verdor de la naturaleza se vuelve más verde y más constante, al frente los bosques naturales y por encima de éstos, se ven edificios apiñados que sobresalen sobre las copas de los árboles. Son esos planes de vivienda de interés social que poco a poco albergará aquellos hogares víctimas de fenómenos naturales, desplazados por el riesgo de sus viviendas, por la violencia o por la otrora falta de inversión social, con la cual, hoy se ha comprometido, de alguna manera nuestra administración municipal, para conceder vivienda digna y subsidiada a esas familias más necesitadas y abandonadas de la fortuna. (Dios sabrá pagar)
Es un trabajo costoso, lento y de mucha continuidad, que poco a poco se torna en una hermosa realidad, con una meta de treinta mil viviendas o más, en las localidades de Pajarito, La Granja, Lusitania, Robledo, La Aurora y San Cristóbal…..Hay futuro gracias a Dios.
Es importante anotar y dejar constancia, que en lo alto de Vallejuelos, existe un santuario para caminantes y peregrinos, quienes suben la montaña para dejar su plegaria y su agradecimiento, ante el hermoso Cristo de la Paz, verdadera obra de arte, que nos trae a la memoria, esa guerra en la que se vio envuelta la comunidad hace unos cuatro años y erradicada de raíz por nuestro Presidente Uribe, mediante la famosa operación Orión.
Con su ritmo siempre sostenido y en un ambiente de árboles, construcciones, carreteras, parques y terrenos preparados para la construcción, hizo ingreso con su cargamento de caminantes, la silenciosa góndola a la Estación La Aurora, imponente, bonita y al igual que las otras muy moderna y bien presentada, procediendo a bajarnos de la misma para presurosos salir a la calle o vía que la circunda, donde llegan las busetas integradas del sistema Metro, ampliando su servicio en forma rápida eficiente y económica para los usuarios.
Se destacan desde lo alto, las nuevas viviendas, los colegios y escuelas obras de Fajardo, un obsesionado por la educación y la cultura y allá arriba, hacia La granja, los edificios que entre siete y diez plantas, bien terminados con sus andenes, zonas verdes, zonas comunes, arborización, respeto por los viejos árboles allí plantados desde años ha; ya que se nota el afán e interés de conservar el medio ambiente lo mejor posible, recolección de aguas lluvias y de arroyos nacientes en el entorno, mediante canales y fuentes, presencia de aves con sus vuelos y sus cantos, así como la construcción de especies de auditorios en escalas, reforzados con madera inmunizada para la lúdica de los moradores, en especial de jóvenes y niños, quien estrenando ilusiones, juegan con sus carritos, sus bicicletas y sus patines y se asombran ante la presencia invasora de los caminantes, pero con sus caritas morenas y sus sonrisas de arroz, atienden nuestros saludos.
Recorrimos el lugar, admiramos los jardines, andenes, los muros de contención, las calles y vías de penetración, las veletas de adorno que se quieren volar movidas por el viento y las dignas viviendas que hoy en día albergan y se aprestan a continuar albergando nuevos sentidos de pertenencia y nuevas familias, llenas de paz y de nuevos sueños cumplidos.
Luego, los caminantes Todo Terreno, quisimos buscar la carretera principal, para buscar almuerzo en el Estadero y Restaurante Las Hamacas, internándonos por unos terrenos propios para seguir construyendo vivienda de interés social y en medio de pinares, cámbulos, fresnos, chiminangos y guayacanes y cruzando un camino empantanado, salimos a la fundación del Municipio de Medellín, dedicada a la atención del adulto de la calle, con alguna limitación física o mental, donde con mucho amor unas atractivas jóvenes, de manera muy profesional, se entregaban en forma abnegada y profesional a adelantar con estas personas, trabajos de estimulación, enseñanza y recuperación con la esperanza de volverlos útiles a la sociedad.
Ya en plena carretera, nos bogamos su leve ascenso hasta el Estadero las Hamacas, el cual estaba cerrado, como quien dice, se nos embolató el almuerzo, pero caminamos unos trescientos metros, en medio de pinares y eucaliptos, hasta encontrar un mecatiadero, donde con cervecita para los de siempre y gaseosita para los ídem, cuñadas éstas bebidas con pandebono y pastel de guayaba, procedimos a deshacer pasos, encontrando la “famosa” (así entre comillas) y no me pregunten el motivo, finca Lucitania, con la cual según parece, el Municipio adelantará programas de reorganización con fines sociales, utilizando sus caballerizas y su inmensa casa, para tales fines.
Llegando nuevamente a la Estación La Aurora, abordamos una de las góndolas, en éste caso la número 25, la cual compartimos con dos señoras que venían del Popular No. 1 y un señor de edad, quienes fueron nuestros compañeros de viaje e intercambio de opiniones y comentarios sobre ésta nueva experiencia, la cual se torna sin lugar a dudas en la más corta de nuestras caminatas y con una característica, fue poco lo que patoniamos, ya que nuestros potenciales pasos quedaron suspendidos en el esfuerzo de las góndolas que nos sirvieron de transporte.
Luego de un recorrido de doce minutos que es lo que demanda este sistema subiendo o bajando, nos apeamos en la Estación San Javier, contentos y con el alma llena de sentimiento, al poder comprobar, que nuestra administración, está tendiendo por fin, esa mano provista de un techo, para aquellas familias más necesitadas de la misma y que se veían obligadas por su pobreza a vivir en ranchos que sólo representaban más que un refugio para sus hijos, un serio peligro para sus vidas.
Que obra colosal nuestro sistema Metro y el Metro cable. Hilvanar en un cable de acero, los nuevos hogares con los colegios y escuelas, con las fábricas, factorías y sitios de trabajo; con la educación y la cultura y con las nuevas viviendas dignas y humanas, para poder decir, que aquí en Medellín, se ha dado un salto sobre la montaña, para abrazarnos a la paz y a la esperanza.
Dirigimos nuestros pasos hacia la residencia de nuestra amiga y contertulia, Doña Elba Cecilia Restrepo G. (ElbaCé), columnista de El Colombiano, quien allí en su casa nos atendió como a reyes, es decir como lo que somos, y luego de una autoinvitación que nos hicimos y que aceptó de inmediato y sin condiciones, nos recuperó el almuerzo perdido en Las Hamacas, mediante cuatro tremendos y deliciosos tamales germinados en sus manos, los cuales servidos por la propia ElbaCé, en compañía de sus hijos: Ana Sofía, y Juan Pablo, así como de su hermana Silvia, devoramos sin contemplaciones ni remilgos, en el anden de su casa, sentados en unas cómodas bancas de cemento que tienen dispuestas para la ocasión, en medio de mayos, tórtolas y azulejos que revoletean en los árboles del lugar y bajo la sombra de un jazmín o caballero de la noche, el cual dejaba escapar su fragancia, confundida con el delicioso olor de nuestros tamales.
Compartimos un rato y enteramos a la muy querida familia de nuestra experiencia, mientras arriba y como a unos cuatrocientos metros del lugar, las góndolas del Metro cable seguían con su ritmo uniforme y suave, en su constante ir y venir cargando pasajeros, turistas y progreso.
Despedidos los Caminantes Todo Terreno de nuestra amiga y su familia, con todos nuestros agradecimientos por las atenciones recibidas, nos dirigimos nuevamente a la estación del metro, pero pasando por la panadería Metropan, donde reforzamos en la más descarada de las gulas, la llenura de tamal, con rollo y gaseosa, para quitarle el antojo al Lobato, quien con Zuluaguita, se embarcó en el Metro rumbo a sus residencias.
El Polaroid tomó un taxi rumbo a casita con su cargamento de fotos a montones y el suscrito, simplemente caminó hasta su residencia, los 827 pasos que lo separan desde la Estación de San Javier.
Hasta la próxima, la cual esperamos sea muy larga y llena de emociones y nuevas experiencias,
JUANFER
Caminantes Todo Terreno
Para mirar el trabajo fotográfico de Polaroid Olaya sobre esta caminata, favor ingresar a este lugar:
http://picasaweb.google.es/joaco6161/MetrocableSanJavier15_03LEnaJ