CAMINATA EL SANTUARIO - EL PEÑOL
Fecha: sábado
Iván Londoño Maya
Duración: 5 horas
Nombre: Marcando con el CINCO
Los cinco minutos de recreo que nos quedaban los utilizamos para tomarnos el tintico acompasado con casquito de buñuelo, como para no dañar el tamal que nos esperaba para el desayuno de rigor, y para que Juanfer le devolviera el anillo a la taquillera, quien se lo había “regalado” por un ratico, cumpliendo así los deseos del galante de turno, quien no pierde tiro.
Bien acomodados en las sillas traseras, y haciendo uso del compartimiento especialmente diseñado para acomodar morrales y cayados de caminantes, nos enrutamos por la, ahora si, bien llamada autopista Medellín – Bogotá, la cual no se ha escapado de la ola invernal y nos dejó ver sus huellas en un tramo de casi una cuadra de largo.
A las 8 pasadas de una agradable mañana, presentamos credenciales y padrenuestros en la iglesia parroquial de nuestra señora de Chiquinquirá, en la cual se oficiaba la santa misa con nutrida concurrencia. Luego de disfrutar la vista que ofrece la plaza mayor José María Córdova con sus tradicionales araucarias, sus surtidos almacenes, misceláneas y tiendas mixtas y los bares que a esa hora despachan tintos a dos manos, pasamos a manteles al restaurante El Turista, en donde somos “distinguidos” por sus propietarios.
El pedido fue unánime: tres desayunos con tamal, arepa y chocolate, mas una canastada de buñuelos santuarianos para ir sacando. El tamaño del tamal, que entre otras, ni punto de comparación con los de Elbacé, lo redujeron, así como la cantidad de papa, además la arveja y la zanahoria brilla por su ausencia como si hubiera que importarlas del Cánada, o sea que ahora si es un verdadero ta´mal. A punto de retirarnos llegó una familia compuesta por la mamá, tres hijos y la abuela, la mas pequeña que puede tener un año de edad, la bautizaron con el nombre indígena de YERLISYURLAI, y todos tan contentos.
A las 8 y 40 nos despedimos por quinta vez de la cuna de Montecristo, a quien se le rinde homenaje en el museo que guarda buena parte de sus pertenencias, trofeos, fotos placas, etc. para tomar la ruta que nos llevaría a
Esta es la tercera vez que hacemos la misma caminata, porque teníamos dos motivos bien concretos, primero ver nuevamente el paisaje de la represa y la piedra, espectáculo reservado para caminantes y campesinos de la región y segundo para conocer la réplica del viejo Peñol que se construye en las afueras del nuevo. Así que cada metro lo conocemos como la espalda de Luisfer, quien siempre va adelante.
El primer kilómetro lo despachamos con una corta oración en el hermoso altar de la virgen de María Auxiliadora, tan bien cuidado y conservado como la misma represa. Como siempre, la conversación encuentra en nuestras caminatas su mejor morada y los temas se desgranan como si fueran padrenuestros y avemarías del santo rosario, sin limitaciones de entonación y volumen, porque la palabra campea desnuda por entre bosques y sembrados. Que libertad, que privilegio, que gozo.
Aparecen los sembrados de hortalizas, leguminosas y legumbres que convierten a la tierra en un extenso tejido de croché de variados sabores, colores y formas; como ese sembrado de fértiles repollos captado por la lente de Luisfer. Muy cerca de allí se desprendió un pedazo de barranco, dejando al descubierto la fertilidad de la tierra abonada, por lo que dijimos: a bueno costales para llevar de esta tierra.
Los bombombunes tienen en esta caminata clientela fija y conocida, lástima que en la primera casa, donde siempre salían cuatro hermanitos en plena algarabía, estaba cerrada, así que los bombones de estos clientecitos les tocaron a los pasajeros de una camioncito familiar que nos alcanzó, al cual lo hicimos parar como si fuera un reten para endulzarle el pesado viaje las pasajeras de atrás, en donde había de todas las edades. La dulce mercancía se nos agotó en una humilde casa habitada por cuatro hijos, la mamá y el papá que a lo mejor andaba jornaliando.
Muy cerca de allí está la finca del amigo que siempre nos recibe con amabilidad y con la frase: “a bueno tener tiempo para caminar con ustedes”, el hombre, que tiene un bigote que se lo quisiera Horacio Serpa, tiene allí su buena tierra, una casa amplia y agradable, su aprisco (crédito para Juancé) con buena cantidad de cabras, lago, y variedad de animales. El hombre por estos días andaba enfermoso, lo cual inmediatamente se refleja en su rostro; así mismo, para completar el cuadro, su mujer anda por Medellín hospitalizada, o sea que al hombre le cayeron las plagas juntas.
A mitad del camino llegó la tan anhelada curva, la cual nos sabemos de memoria, porque desde allí aparece nada menos que el horizonte inundado por la represa, la piedra del Peñol y el valle sembrado de fincas, iglesias y escuelas veredales, quebradas y bosques, todo confundido en una hermosa vista que pocos tenemos el privilegio de observar y admirar.
Comienza entonces el suave descenso, hasta llegar a una Cruz, en donde el camino se bifurca: a la derecha para Guatapé (caminata que ya hicimos) y Granada (caminata que no haremos) y a la izquierda para el Peñol. En ese punto hicimos la primera parada en la fonda atendida por una amable y conversadora señora.
A las dos cuadras encontramos el sembrado de moras de castilla que siempre nos proporciona sabrosos ejemplares, pero que esta vez hallamos sin cosecha por lo que nos fuimos con las manos vacías y sin la mancha que nos deja este fruto en las manos. En este tramo los efectos del invierno se notan más, porque muchos barrancos se han venido abajo; así mismo, la creciente ha dejado la huella en la carretera y en las quebradas que arrastran enormes piedras. Hablando de quebradas, esta caminata está dotada de hermosas cascadas que con su canto del agua contra las rocas engalanan el ambiente. Y que decir de la variedad de pájaros, con la soledad encabezando la lista, una de las cuales se almorzaba un enorme cucarrón sin inmutarse por nuestra presencia.
Suena el celular y se reporta Olayita, primero para saludar y segundo para contarnos que todo indicaba que el chusmero tirofijo había tirado la toalla, como quien dice, otra buena noticia como la que nos dieron aquel primero de marzo cuando íbamos rumbo a Montebello y que nos avisaron en pleno movimiento, que es lo importante, el jaque mate al chusmero reyes. Noticia que justificó el brindis así fuera a punta de gatorade, granadillas y mandarinas.
En medio de los comentarios sobre la noticia, llegamos a una casa campesina al borde de la carretera, donde estaban ordeñando una vaca, por lo que preguntamos si nos podían vender tres postreras, pedido que con la amabilidad de nuestros campesinos fue atendido de inmediato. Así que nos sacaron tres espumosas tazas de leche recién ordeñada, la cual disfrutamos mientras conversábamos con las nietas de la señora, a la par que tímidamente posaban para la foto de rigor. Que coincidencia, porque un kilómetro atrás les había comentado a Luisfer y Juanfer que muy raro tanto andar por el campo y solamente haber tomado postrera una sola vez, hecho ocurrido en la caminata por Guatapé; así que desde ese momento nos enmochilamos otra degustación de postrera. Hay que agregar que
Hasta que llegó la hora de las empanadas, en el negocito que tiene montado una mona divina que mas parece una modelo, pero campesina hasta más no poder con ese dejo paisa que en estas regiones se acentúa más. Ricas las empanadas pasadas con esos ojos verdes y un ají que no dio un brinco con los boquidragones de Zuluaga y Echeverri, ayudados por un muchacho que no comulga si no hay ají. Desde ese sitio tenemos el Peñol a tiro de cauchera.
A media cuadra nos encontramos toda una familia seleccionando y empacando tomates de aliño, las cajas son de diez kilos y las venden por $10.000, pero quien se encarta con una caja: todo indica que esta caminata la vamos a tener que repetir pero en carro, para coger tierra de capote, comprar empanadas, repollos, moras de castilla, tomates de aliño, fríjol verde y mazorcas. Obviamente no se hizo esperar el comentario sobre lo injusto que es el mercadeo para el campesino, quien abona, siembra y recoge por no recibe el precio justo por sus cosechas, porque un kilo de tomate en Medellín esta por los lados de $2.500
Antes de tocar la puerta del Peñol, pasamos por una casa donde tenían el equipo de sonido a todo taco, y claro, puro reguetón, lo que nos motivo al comentario que hacemos en todas las caminatas, que en las casas campesinas sólo se oye vallenato y reguetón, contrario a aquellas épocas donde los bambucos, guabinas y pasillos arrullaban las montañas con sus notas. Como cambian las personas y con ellas las costumbres.
Ya metidos en las calles del Peñol, pasamos por un ladito sin hacer mucha bulla, rumbo al lugar donde se construye la réplica del viejo pueblo del Peñol, la cual se levanta a un kilómetro del casco urbano del actual. Este nuevo sitio turístico, está situado en una colina, desde la cual se divisa la represa, exactamente el punto donde está inundado el viejo Peñol.
Esta réplica, que más bien parece el pueblo de verdad, esta compuesta por la plaza, la iglesia, tres costados y el quiosco. Las edificaciones, todas de dos pisos, tendrán almacenes, venta de artesanías, mecatiaderos, restaurantes, etc. desde ya los invitamos para que lo conozcan.
Lástima que el único león que cuida las obras fue ahorcado por Juanfer en una demostración de su fuerza captada por la lente mágica del Zuluaga.
De regreso al nuevo Peñol, pasamos por la feria de ganados, en donde pudimos observar como a la represa le caen dos quebradas en el mismo sitio, una de aguas extremadamente contaminadas, que apestan por su color y olor , y otra por fortuna de aguas cristalinas, pero que no alcanza a minimizar los estragos que causa la primera a la represa, la cual creíamos libre de toda contaminación. Desde ese lugar hasta el pueblo Juanfer entrevisto a varias personas para preguntarles por el nombre de la hedionda quebrada pero, como siempre, ninguno lo sabía.
Al llegar al pueblo, y para completar la pestilencia, fuimos recibidos por los insoportables olores de algunos abonos (gallinaza) que son distribuidos por los almacenes agropecuarios, contaminación olorosa que no se compadece con los turistas y las personas que viven cerca de dichos negocios.
Dando pasos de gigante llegamos al “Guayaquil” del Peñol, justo en el preciso momento en que se largó tremendo aguacero, o sea que se cumplió lo que les dije a mis compañeros que insistían en la mojada que nos íbamos a pegar, porque el cielo andaba encapotado y se presentía la lluvia: “tranquilos que la Milagrosa espera a que lleguemos a puerto seguro”. A las 2 de la tarde nos sentamos en el segundo piso del hotel y Restaurante Casablanca, atendidos por una de sus atractivas dueñas, quien en par minutos despachó las tres sopas de legumbres y el seco para Juanfer. La sobremesa fue claro acompañado del temblor de tierra que sacudió a medio país, con epicentro en el departamento del Meta.
A las 3 de la tarde cogimos la buseta que en hora y piquito nos puso en la terminal de transportes. Allí cambiamos de transporte por nuestro metro decorado en esta oportunidad por buen número de camisetas del Deportivo Independiente Medellín de hinchas que iban a ver en el Atanasio el partido contra el Deportivo Cali. Faltando dos cuadras para llegar a mi casa arreció el aguacero por lo que siempre me empapé.
Así es la vida, en 5 horas de caminata no nos cayó una gota, y en dos cuadras quede empapado, o sea lo mismo que le pasó al Medellín, que en 5 partidos no había hecho un gol y esa noche en hora y media marco CINCO.
Hasta la próxima