Caminata por el Cerro el Picacho
Fecha: sábado
Calle, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya
Nada mejor que echar una “caminadita al aire” para celebrar las vísperas del día del padre. Así que por unanimidad parlamentaria escogimos el Picacho, otro de los cerros tutelares de nuestra ciudad, y con seguridad el de mejor divisa. Muy tieso (no hay duda) y muy majo (así va a quedar) el Picacho tiene como inquilino permanente a Cristo Rey, imagen que no puede faltar en pueblo o ciudad que aspire a figurar, al menos, en el inventario del Instituto Geográfico Agustín Codazzi.
Con la ausencia “parcial” del polaroid Olaya, el resto de la tropa, más con pinta de pensionados que de caminantes, nos encontramos muy puntuales en toda la esquina de san Juan con la carrera 80. De allí nos dirigimos al norte por la citada carrera, la misma que fuimos desgranando cuadra por cuadra, con la entretenida bienvenida del personal femenino que a esa hora va rumbo a los trabajos y los negocios de todas las pelambres que reciben los primeros clientes, con énfasis en panaderías y buñuelerías que a esa hora hacen su veinticuatro de diciembre. Con razón el lobato Londoño añoraba su primera vivienda recién casado, muy cerca de Mercados Madrid, negocio que junto con el estadero Casa Sierra y dos o tres floristerías conformaban las páginas amarillas de esa zona. ¡Que tiempos aquellos!
Al llegar al Éxito, (esquina hasta hace poco conocida como Colpisos) pudimos apreciar las instalaciones del nuevo almacén, que en mi descomplicado concepto arquitectónico, me parece que les quedó al revés, pues la fachada (sobre la 80) parece mas bien la parte de atrás. Eso si, el cambio paisajístico y de tráfico son notables para este cruce que cargó con los INRIS del desorden, accidentalidad y congestión.
Continuando por la carrera y en predios de
En
Llevábamos pocas cuadras cuando nos encontramos una de las herencias de la anterior administración, nada menos que el parque biblioteca Tomás Carrasquilla. Obra que ha llevado cultura y esparcimiento no solamente a los jóvenes del sector sino a los adultos, como lo demuestra el grupo de personas que a esa hora asistían a clases de aeróbicos. Ni corto ni perezoso Josema apuntaló su cámara y ahí tienen esta hermosa obra amasada por su lente.
Seguimos subiendo por las estrechas y empinadas calles, muy bien surtidas de tiendas, minimercados, legumbrerías improvisadas en las aceras donde se venden unos plátanos verdes con tamaño de misil venezolano (ya se los quisiera mi suegra para pelarlos con la uña, como Dios manda) y toda clase de negocios que nos van llevando de la mano a enrutarnos por el camino definitivo. Era menester hacer un alto para probar los buñuelos de un negocio casero, atendido por una amable señora, buñuelos que pasaron con altas notas la prueba de los Todo Terreno, expertos consumados en estos dorados antojos, porque todos los sábados levantamos ánimos con los buñuelotes de las terminales de transporte. Éstos por su tamaño no hubo necesidad de partirlos a
Poco antes de comenzar la zona rural, entramos a un minimercado a aprovisionarnos de liquido. Allí fue donde me di cuenta que al cambiar de billetera había olvidado echar la plata, lo que motivó que me llovieran ofertas para pagarme la cuenta; definitivamente lo mejor es juntarse con platudos.
El pavimento desaparece y entramos a una vía totalmente cementada, acompañada de una acera de lujo, que se la quisieran muchas calles de Medellín. Acompañan a esta obra, que no parece haber sido construida por el INVIAS, unos miradores y unos sitios de descanso propios para la buena cantidad de personas que suben a este cerro los fines de semana.
Antes de comenzar a sudar la gota gorda, es pertinente comentar con mucho agrado, la seguridad que ahora tienen estos barrios, a los cuales, y sin ningún problema, pueden subir los carros repartidores de mercancías, vendedores, caminantes y paseantes. La amabilidad de sus gentes quedó demostrada en las indicaciones que a cada cuadra nos daban para seguir por el camino correcto, y digo que a cada cuadra por la cantidad de cruces existentes.
Para el último tramo en ascenso tenemos que echar mano del Lucho Herrera que todos llevamos escondido. Así que parados sobre las puntas de nuestros tenis atacamos los últimos kilómetros rodeados de sauces, higuerillos, laureles y demás especies. Aparecen los pájaros con su retreta sabatina y la imagen del Cristo Rey con sus brazos abiertos nos alienta.
Llegamos a un descanso, en el cual nos desviamos para subir los 340 escalones que llevan hasta
Coronamos. Estamos a
Como les decía, la divisa obliga a detener el tiempo para mirar cada rincón y reconocer los sitios referentes de nuestra ciudad, a pesar de que el día no se prestaba para admirar con mayor claridad la bella villa. Hacia el norte se aprecia el municipio de Bello y su carnal Niquia con su transformación por el auge de
Terminada la grata experiencia y la visita al Cristo Rey, retomamos las escalinatas para caer al camino principal, por el cual nos dirigimos hacia el occidente, porque la intención era regresar a Medellín por la carretera que viene de san Pedro. En este trayecto entramos a la finca que sigue siendo de la UPB, en la cual, el
En un santiamén llegamos a la carretera que une a Medellín con san Pedro de los Milagros, así que estirando nuca por toda la izquierda cogimos carretera abajo, llevando como llavero el paisaje de Medellín que nunca se pierde. En las partidas para Boquerón paramos en un puesto de frutas para tomar la “mediamañana” y claro, nos paso como cuando uno coge el primer taxi que pasa, escogimos el más malito. Los bananos parecían traídos de Bolivia, las granadillas a punto de secarse y esa papaya “si se podía dar”; mejor dicho, lo único pasable fueron las cervecitas que estaban en el punto de congelación óptimo, según lo manifestaron el Luisfer y el Josema, fieles como siempre a su Pilsen.
De ahí para bajo comienzan a verse los estragos del invierno, a tal punto que esta vía, tal como la que lleva a Fredonia, está caminando de izquierda a derecha. Tiene unos hundidos que carro que allí caiga pierde hasta
No puede faltar la pasada por las Hamacas, restaurante que como Jalisco son referentes de esta vía. Un kilómetro más adelante, justo en el albergue que tiene el Municipio para personas con problemas de todo orden, nos salimos de la carretera y nos metemos por un sendero empedrado que nos llevará a los edificios de interés social que el Municipio construye para los que ahora habitan en asentamientos como Vallejuelos y otros. Además, es la ruta para
En este trayecto observamos las obras de paisajismo que se construyen a la par con los edificios, pero no todo es dicha, porque encontramos como algunas de las bancas que se pusieron en el sendero peatonal han sido destruidas, situación que fue denunciada por Juanfer, nuestro adalid de cabecera, ante uno de los policías del metro, quien le contestó: “esos daños los hacen las vacas”, afirmación que tibiamente fue confirmada por uno de los funcionarios del Metro ¿Cómo les parece? Hay que anotar que no hay huellas de los cascos en los senderos, ni las plastas aquellas que suenan como aplausos, que delaten a las consortes del toro como responsables. La respuesta es elemental y contundente: vandalismo de la más alta pureza.
El contraste a estos daños encontramos en la estación la Aurora dos hermosos murales del artista Fredy Serna, “Amanecer en la Aurora” los cuales representan la panorámica de nuestra ciudad con el marco de un Yarumo y un guayacán, hechos en técnica de mosaico “in situ” obras que engalanan este medio de transporte que tantos beneficios han traído a los habitantes de estos barrios, quienes antes tenían que caminar largas distancias por pendientes y lodo, verdad de a puño que nos fue corroborada por la joven mamá de cuatro hijos, con quien los Todo Terreno tuvimos el honor de compartir cabina.
Antes de aterrizar en la estación san Javier sentimos el delicioso aroma de los tamales de Elbacé, cuya residencia se puede apreciar con sólo una bajadita de ojos. Ya en la estación fuimos recibidos por dos hermosas chicas que como nosotros iban para el centro. Una vez dentro del vagón del metro, ante la sorpresa de los pasajeros, Josema amarró su cayado a uno de los parales verticales para tomarnos la foto, que a diferencia de la que se toman los árbitros con los capitanes de fútbol, ésta si sale publicada.
En el metro nos fuimos hasta
De allí pasamos al vecino del frente, o sea al Jardín Botánico, en donde si cabe decir que mantiene sus puertas abiertas porque la entrada es gratis. Antes de entrar recibimos la primera sorpresa que nos la da una ardilla que sube lentamente a una de las palmeras exteriores, y que lleva a su cría dentro de la boca, lo que la hace ver como un animal extraño que a primera vista nos confunde con un simio.
El orquideorama, ganador de un nuevo premio internacional de arquitectura, junto con las bibliotecas de san Javier y la Ladera, con su fresco ambiente se convierte en el botones que nos recibe los cayados y nos invita a pasar a los recintos de este renovado sitio de interés público, el cual junto con el parque Explora, el Parque Norte,
Como nuestro interés era almorzar en este lugar, buscamos la zona destinada para tal fin, la cual está totalmente renovada. En este lugar se llevaba a cabo una integración de una empresa, patrocinada por productos Familia, por lo que tuvimos el agrado de ser recibidos por una hermosa representante de esa empresa, hasta tuvimos que sacar los pañuelos faciales Familia para limpiarnos los ojos y ver mejor esa belleza de mujer.
La idea de almorzar en el Jardín Botánico fue de Caliche, por lo que al poco rato de haber llegado nos cayó para unirse al almuerzo, que en este caso se podía tomar como auto celebración por el día del padre. Así que con mesa completa procedimos a pedir los tres churrascos, la ensalada de atún para Josema y el tamal para Juanfer. A pesar que nos habíamos sentado en el restaurante distinto al sugerido por Olaya, el almuerzo salió bien y pasamos un rato de mucha camaradería. En la próxima le damos gusto, porque se ve muy bien.
Al final quisimos dar una vuelta por el jardín, pero el clima presagiaba aguacero en la zona, por lo que sólo tuvimos tiempo de admirar el lago donde de niños montábamos en canoa y en el trencito por sus alrededores, y a las quinceañeras posando para sus estudios fotográficos, costumbre que se abrió camino por los hermosos paisajes que allí tienen los fotógrafos, paisajes que contrastan con los vestidos naranja, rojos y fucsia y los artísticos peinados de las hermosas damitas.
A la salida del jardín nos despedimos de Olayita, quien se iba en su carro a continuar con sus labores, mientras nosotros cogíamos nuevamente el metro hacia nuestros destinos. La frase de despedida de Carlos, como muchas suyas, fue para enmarcar: “yo siempre llego a lo mejor de las caminatas”
Hasta la Próxima