Caminata San Vicente - El Peñol
Fecha: sábado
Asistentes:
Nombre: Frísoles con pezuña
Con la expectativa de mejor tiempo a pesar de la lluvia nocturna del viernes al amanecer del sábado, llegamos todos puntuales a la estación Caribe del Metro con la excepción de Carlos Olaya Betancur, que por asuntos laborales no pudo salir a caminar, y de ahí a la terminal de Transportes del Norte. Luego de un monumental buñuelo, medio para Lobato que está a dieta, con café, buscamos boletos y buseta para El municipio de San Vicente en el oriente antioqueño, de donde partiríamos caminando hacia el Peñol.
La busetica que más parecía un transporte escolar, partió rauda a eso de las 7.15 a. m. hacia su destino con cupo completo y al pasar por la escuela de Policía vimos la magnitud del daño que a esa altura generó una escombrera, que luego de varias semanas no han podido corregir.
No es por hablar mal de nadie, pero hemos estado en otros mucho más bonitos. Con decir que la carretera de acceso al municipio estaba en muy mejores condiciones que las callejuelas del pueblito que parece haber tenido mejores épocas antes de la última andanada de violencia que azotó todo el Oriente Antioqueño.
Como norma intangible y tácita, la visita al templo parroquial es lo primero e inmediatamente descendimos de la incómoda busetica, entramos al templo, muy similar en su estilo a los de Sabaneta y Caldas, y por supuesto, a muchos otros de la época y del departamento. Sobrio, elegante y acogedor. En lo más alto del altar mayor tienen un cuadro de La Virgen de Chiquinquirá que nos aseguró un parroquiano, se había aparecido en ese lugar hace muchos años. En la nave izquierda, otra imagen esta vez de la Inmaculada Concepción y en las paredes laterales algunos nichos con osarios de párrocos antiguos y en la parte alta hermosos vitrales dejan pasar la luz del día. El parroquiano muy juicioso y dilecto nos dio un pequeño curso intensivo de sanvicentismo arraigado con amor a su terruño.
Frente al templo un pequeño parque adornado con una fuente sin agua y una escultura rodeada con dos rejas de hierro y en el centro una escultura en bronce de una mujer con una batea encima de donde suponemos salía agua en otros tiempos. Parece una Barequera o lavadora de oro.
Lobato invitó a desayunar en el restaurante de María que después resultó ser Teresa, pero que de todos modos ese día no abrió el negocio y entonces tocó buscar otro. Volviendo sobre nuestros pasos, JuanFer “El tímido” le preguntó a una vecina por doña María que ahí fue Teresa, o sea Maria Teresa, y como estaba cerrado nos recomendó otro restaurante en el parque llamado “El Paisa” al que nos metimos a tentar suerte con el desayuno.
Mientras se preparaba el pedido, Lobato Londoño, como buen jefe de manada que fue, sacó de su morral par gorras que son algo así como la investidura para los caminantes Todo Terreno y las entregó en ceremonia especial al nuevo caminante, este servidor, como símbolo de aceptación en el grupo tan especial, aunque la falta de Olaya se sintió en la ceremonia.
Bajamos por un callejón empinado hasta los límites urbanos del pueblito y tomamos camino bajo la premisa de lo largo del trayecto. Suponíamos por lo menos 7 horas de camino y como por esos lugares también llovió el sábado en la madrugada, el camino estaba embarrado, lo que nos causaría más demora.
Campos sembrados en arracacha, fríjol, papa, maíz, mora de Castilla, fresas, repollo, lechuga y algunas plataneras y lotes con de tomate de árbol llenan el paisaje. Casitas nuevas y casonas antiquísimas sembradas en las colinas y en diferentes estados de conservación.
Parcelaciones nuevas empiezan a brotar de los terrenos que por la violencia recién pasada fueron abandonados y ahora están siendo colonizados con finquitas de recreo desplazando a las comunidades campesinas de sus lugares y arrojados a la ciudad con el espejismo de la vida fácil. Sin embargo, no a todos los pueden sacar y se aferran a la tierra con las uñas y con las uñas la trabajan con ahínco y tesón.
Otra cosa es ver el ingenio paisa regado por todas partes; como del desenvainado del fríjol luego de asolearlo varias horas para que se tueste, le quedan algunos pedazos de la cáscara, simplemente prenden un ventilador frente a una gran caneca plástica y desde otra llena levantada más arriba que el ventilador la vacían sobre la anterior haciendo pasar el contenido frente al aparato prendido y éste saca las los pedazos de cáscara impulsados hacia afuera quedando el fríjol limpio en la primera caneca.
Durante buena parte del trayecto nos tocó el camino embarrado, pero ya después de unas dos horas la vía estaba seca y por ende aumentamos el ritmo del paso, pero notamos que Juanfer se nos estaba quedando y lo fuimos llevando a su ritmo que aun así era muy rápido.
Gran cantidad de desviaciones nos hicieron pensar en que podríamos estar envolatándonos, pero el Lobato seguro de su señora y tocaya la Milagrosa, nos fue llevando hacia la meta. Ya a estas alturas se despejó el cielo y azules en varios tonos adornaron el ya de por sí hermoso paisaje. Claro que aumentó el calor, pero entonces sale como de sombrero de mago una botella plástica envuelta en periódico que empieza a pasar de mano en mano “Hasta agotar existencias” de ese líquido milagroso llamado “Guandolo” que Jorge Iván fabrica con receta y “Licencia” de su hermana Sonia.
De pronto, aparece sobre la derecha una gran mole de piedra, que claro, no es la del Peñol, ahora de Guatapé, sino el peñón de San Vicente, familiar por lo Batolito y Antioqueño de otros 6 que hay por esa zona geográfica de nuestro departamento. Un poco más adelante y a lo lejos aparece primero un espejo de agua, la represa de Guatapé y enseguida el peñón de Guatapé propiamente dicho, que antes era la famosa “Piedra de el Peñol”, punto de referencia y de llegada de paseos y excursiones por muchas generaciones. “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, así le cambien el nombre por cualquiera otro más sonoro, esa gran roca brotada de las entrañas de la tierra seguirá siendo “La Piedra del Peñol”. Hermosa vista desde este punto, pero el peñón de San Vicente se veía más grande que el de Guatapé, lo que nos indicaba que estábamos muy, pero muy lejos de nuestro destino.
Son ya como tres horas de camino a ritmo endemoniado y Zuluaga menciona a doña cervecita… Lobato y Juanfer ofrecen agua, pero queremos es cervecita. Nos tranzamos por compartir unas manzanas y al poco rato encontramos una fonda caminera en donde le hicimos la venia a nuestra amada mezcla de lúpulo, cebada y agua para recuperar energía. Juanfer y Lobato definitivamente han renunciado a placeres tan mundanos y prefieren gaseosas o agua… Hace falta Olaya para que rompa el empate técnico.
Sigue la patoniada feroz hasta un puente en donde había una desviación hacia la izquierda por donde pensamos se debería seguir; Lobato nos dejó ahí, tirados, y siguió raudo por la derecha. Nosotros decíamos que por la izquierda, porque casi que regresaríamos sobre nuestro pasos por la derecha. Una pareja en motocicleta nos alcanzó y le preguntamos por el camino a seguir y nos dijo que por la izquierda, llegaríamos a Concepción y por la derecha al Nuevo Peñol. Lobato tenía razón. Lo malo fue que más adelante vimos que si hubiéramos pasado la quebrada, nos habríamos ahorrado un buen tramo de camino. Su miedo a los ríos y pasos sin puente seguro lo traicionaron.
Juanfer se sigue retrasando, pero sin embargo no da muestras de cansancio y nos dice que no vale la pena. Pasamos raudos por “La Porra” y ahí nos dimos cuenta que íbamos era para la quinta porra y no para el Nuevo Peñol. El calor arreciaba y al lado izquierdo de la carretera nos encontramos a un campesino que en un tendido de costales asoleaba una gran cantidad de vainas de fríjol para que se tostara la cáscara y luego desenvainarlo más fácil. Le preguntamos que si nos faltaba mucho para llegar al “Marial” y al Nuevo Peñol y nos contestó que en menos de una hora estaríamos llegando al primer sitio y máximo en una hora larguita llegaríamos al pueblo…
Al cabo de una hora encontramos sobre la izquierda una desviación que por indicaciones del Lobato y de una vecina trepada sobre otro gran monolito, no dijo que por ahí se llegaba al “Marial”, otro peñasco de Batolito, punto de referencia éste por una fuente interior y unos pasadizos subterráneos, además de un santuario de alguna advocación milagrosa de la Virgen María. Decidimos verlo desde lejos porque no estábamos seguros de si había camino de salida hacia el otro lado y volver luego de media hora sobre nuestros pasos otra media, alargaría más la caminata de frisoles con pezuña, por la cantidad de frisoleras y la mano de pata ( pezuña) que nos tocó voliar.
Camino adelante encontramos a una señora que nos confirmó que si había salida del “Marial” por ese lado; ya sabemos para la próxima. Más adelante encontramos un ramal de la represa y un poco más allá otra fonda caminera en donde repetimos cervezas y gaseosa a los respectivos pacientes. Hermoso el paisaje desde el mirador de la fonda; el espejo de agua rizado por el viento y una bandada de garzas sobre él, junto a las cabañas de varios estilos y presupuestos sobre la orilla, convierten la imagen en una postal veraniega digna de exposición y envidia.
De ahí en adelante se suceden vistas hermosas sobre los brazos de la represa, casitas campesinas antiguas y nuevas construcciones veraniegas sobre el camino y bordeando el embalse dándole un colorido paradisiaco al paisaje y alegrando el camino. Mototaxis, motociclistas de paseo, camperos de servicio público abarrotados de paisanos, autos lujosos, buses de escalera y gentes caminando o a caballo iban y venían por la vía. Botes lujosos y lanchas a motor recorrían el embalse, algunos estaban atracados en los muelles.
Ahora la represa estaba sobre el lado derecho y más adelante cruzamos un puente largo sobre el embalse, hasta que por fin llegamos al sitio en donde se está construyendo la réplica del viejo Peñol. Está igual a como estaba la última ves que los T.Ts pasaron por aquí. Seguimos de largo y encontramos una valla que indicaba: Al Marial. 12 kms., como quien dice que en dos horas hicimos 12 kms; rapidísimo, increíblemente rápido.
Bueno, ya estábamos en las “goteras” del nuevo peñol y el almuerzo nos esperaba en el parque. A las 4 p.m. estábamos visitando la bonita capilla, réplica de la “Piedra del Peñol”, que como consuelo les construyeron a los Peñolitas cuando los sacaron de su pueblo ancestral para poder llenar el embalse en el año 1989.
Compramos pasajes de regreso a Medellín y fuimos a un restaurante conocido en donde nos atendieron como siempre y aunque el Lobato nos tiene a régimen, dimos cuenta de sopita de Guineo, Claro de Mazamorra, doña cervecita y carne a la plancha. También huevo frito y algo de arroz. Más bien magro y liviano el almuerzo luego de semejante patoniada.
El vehículo salía a las 5.15, pero a las 4.45 lo abordamos y mientras Juanfer se echaba un sueñito reparador, los otros nos concentramos en darle el V.B. a las muchachas que pasaban y a la hermosa tarde que caía llena de brillo y calor. El crepúsculo hizo hermoso el regreso
José María Ruiz Palacio