Caminata Caldas - Angelópolis- Amaga
Asistentes:
Nombre: De la puerta el Aburrá a la puerta del Suroeste, con tradición de café, carbón, paisaje y arriería.
Mapa Satelital de la Caminata:
Que mañana tan fresca está haciendo. ¡Claro, si es de hoy! y lo bonita; pues claro, si salió de manos del creador y lo bien que pinta, para que nuevamente los caminantes Todo Terreno, con positivismo y dotación completos, lo cual nos evitó tomar lista, estábamos a las
Allí, en el Piporara, santificados y livianitos del alma y ocupando dos mesas, fuimos atendidos en forma inmediata por las niñas de turno, quienes muy amablemente sirvieron nuestros desayunos, resaltando el pandequeso a solicitud de Chema, ese que muestra un diámetro de
Tomando hacia la tradicional factoría de Locería Colombiana, donde nos topamos con los antiguos rieles del ferrocarril, esos que nos recuerdan con frialdad y dureza herrumbrosa, que en nuestro país el progreso se muere porque al subdesarrollo y la inmoralidad les da la gana, entramos a pisar la vieja carretera a Angelópolis, evadiendo huecos sobre los huecos, a medida que la civilización nos iba quedando atrás e iba apareciendo el paisaje campestre, paralelamente al pantano y las aguas estancadas.
Esta carretera ya había sido recorrida por nosotros; pero grande fue nuestra sorpresa, cuando ahí en
Con paso lento, muy lento, posiblemente como casi nunca lo hacemos, eso si, pero con ojo observador, llegamos al primer derrumbe de proporciones. Allí ya habían como unos diez carros, en su mayoría volquetas que esperaban a que llegara la máquina para desvararlos, la cual “dizque” estaba varada.
Hermoso el paisaje, hermosa la vista y ya sobre los terrenos de la muy bien tenida Reserva Ecológica y Forestal El Romeral, gracias a la labor de Corantioquia, rica en fauna, flora, bosques nativo, aguas, minerales y vida, tuvimos oportunidad de observar algo que nunca antes nos había sucedido en la proporción que voy a contar: Desprevenidamente avanzábamos, cuando fuimos sorprendidos por un desprendimiento del terreno, el cual rodó desde lo alto del barranco, arrastrando arbustos, malezas, piedras y tierra, cayendo sobre el pavimento con gran estruendo y a unos cuarenta metros de distancia de donde estábamos. “Animitas benditas del purgatorio, de la que nos salvamos”; lástima no haber tenido las cámaras a mano y listas para el video, en las lentes de Olaya y Chema.
Más cautelosos y más desconfiados, aumentamos nuestro paso, mientras informábamos a los carros que bajaban, que se han incrementado en esta carretera, especialmente volquetas, con sus contaminantes chorros de humo por el ACPM, ese que según parece, moverá el Metroplus en Medellín y que envenena; sobre la presencia de derrumbes más abajo. Ya habíamos contabilizado como siete, por fortuna ninguno de la marca “tumba ingenuos” de DMG, quien debe estar probando sus “inventos financieros” pero en La Picota. ¡Vea pues!!! Otra vez me salí del tema...
Del frescor de la mañana, pasamos al picante calor del casi medio día, cuando las nubes abrieron sus cortinas, el sol desmadejó sus rayos sobre la tierra y las montañas dejaron ver su verdor con rastros de neblina en sus cimas y todo el esplendor de sus bosques nativos. Y allá, lejos, como sentado reposando cual dromedario cansado, con su caída giba, el Cerro Bravo, vigilante celoso y eterno de caminantes y del paisaje, el cual reverdecía en las plantas de “rascadera”, esas que con sus hasta tres metros de altura; por lo menos veinte centímetros de radio en sus tallos y hojas hasta de más de un metro de punta a punta, se alzaban imponentes a la vera de la carretera y en la extensión del paisaje inmediato.
Definitivamente esta reserva Ecológica y Forestal de El Alto del Romeral es una maravilla digna de ser conocida: bosques húmedos premontanos. Se ubican en valles fluviales, lomas y laderas, en donde la vegetación primaria ha sido transformada por especies arbustivas, así como pastos donde existe la explotación ganadera. La reserva se localiza en medio de topografía accidentada y asciende hasta los
Las especies de mamíferos menores y medianos son abundantes, así como las aves, de las cuales observamos algunas variedades, escuchando el canto del carriquí y logrando ver los nidos del gulungo, verdaderos emplazamientos de propiedad horizontal del bosque, que cuelgan en lo alto de los árboles, pero ya estaban abandonados y casi deshechos por el tiempo, ya que sus dueños y moradores, se han internado en el bosque, huyéndole al ruido de los automotores y volquetas, con sus chorros inmundos de ACPM.
Para resaltar, además de la belleza del paisaje y la riqueza del verdor, la constante vigilancia de
Bajo un sol maravilloso y a un paso sostenido, por carretera ya destapada y abundante en pantanos, pero en la que se hacen las obras de arte para la pavimentación, fuimos adelantando y tragando distancias en medio de una maravillosa vista de cerros y bosques repetidos; hasta que divisamos, allá pegada de la montaña, con su característica inclinación y resaltando la iglesia como es costumbre en nuestros pueblos, la panorámica de Angelópolis, el balcón del suroeste antioqueño, que parece asomarse sobre el paisaje, mientras lanza una oración al cielo y el cual nos ofrecía, su ascendente camino antes de llegar a sus callecitas principales.
Seguimos derecho sin ingresar a su parque ni a su iglesia de los Santos Ángeles, sitios ya conocidos por nosotros, prefiriendo seguir hacia la vereda la estación; pero antes arribar a la tienda los Paisitas, donde su propietario, quien ya nos conoce y se pasa en atenciones, nos ofrece bebidas heladas, para calmar la sed y pasar nuestra ya clásica bandeja a lo “chito ventiao” , y nos deja ver esa especie de museo que tiene en su negocio.
Es un hombre bueno, donde todos los caminantes hacen sus paradas obligadas. Hasta nos invitó a ingresar a su bonita casa, muy bien dotada con antigüedades y recuerdos y nos mostró orgulloso, un inmenso óleo ecuestre de Napoleón “que le había entrado en una tumbada", ehhh!!! perdón, en un negocio.
Calle abajo y pisoteando el bien distribuido adoquinado, los cinco caminantes, admirando las lindas casitas recién pintadas, lo cual le da una nueva cara al pueblo y cruzando por el monumento al minero, enfilamos hacia
Poco variaba el paisaje; aunque si el clima, el cual mantenía un calorcito en el ambiente “emponchado” en una brisita fría y así, entre la mirada de los cerros, con ese Cerro Bravo allá en penitencia; las piedras, los charcos y el pantano el camino, nos fuimos alejando del “balconcito del suroeste”, ese que en tiempos primaverales se da el lujo de divisar el parque de los nevados, desde su parque y los corredores de las casas. Háganle muchachones que la cosa es en serio. Hay que aumentarle al paso, ya que hacia el noroeste se avecinan los nubarrones oscuros y Amagá sigue lejos; lo cual fue como un compromiso con la distancia y el tiempo, ya que ese paisaje de carbón, mineros, socavones, tolvas, inmensas volquetas y pobreza al por mayor, se hizo más latente. Estábamos en tierras de Amagá, “la puerta de oro del suroeste antioqueño; municipio que ya se divisaba en la distancia, donde también se pronunciaba el cobrizado de las torres de su templo San Fernando Rey y donde tuvieron asiento los indios Omogóes.
A estas alturas, el camino era similar al anterior. Piedra, huecos, pantanos y charcos, lo cual definitivamente no se compadece, en una región productora de carbón; cuyo futuro esperamos cambie, máxime que actualmente hay posibilidades de un intercambio comercial con China y que ayudaría a redimir esta región tan pobre y olvidada; la cual encierra además un alto potencial turístico. Casitas en el camino, con niños felices recibiendo los bombones del Lobato. El clic de las cámaras que no para, como tampoco paran nuestros pasos y de pronto, una bifurcación en la vía; tomando la de mano derecha por instrucción de un conductor de buseta, “la cual era más corta y menos empantanada”, además de llevarnos a la ferrería, es decir a sus ruinas, esa que se considera, fue la primera fundición existente en Antioquia. Efectivamente seguimos el camino indicado, hasta
Era el equipo de fútbol infantil de la “ferrería” que se dirigía a Amagá, a jugar en el coliseo un encuentro contra la selección de dicho municipio. Que hermoso ver la felicidad de estos párvulos, imaginando “el sueño del pibe”, con ser mañana jugadores de los equipos profesionales paisas: Medellín, Nacional o Envigado y que labor hermosa la del joven técnico, quien con paciencia y por “amor al arte”, maneja y trajina con los niños, sacándolos con el deporte, de la amenaza del vicio, de la ociosidad y de tantos peligros que tiene en estos días nuestra infancia; especialmente en los pueblos y en el campo, donde el abandono oficial y la falta de oportunidades es manifiesta.
Fuerte estaba el “mono Jaramillo” pegando sobre nuestras espaldas, pero nada nos detenía, máxime que allá no muy lejos, Amagá nos esperaba. Habíamos recorrido no más de media hora, cuando nos vimos en pleno sector de San Fernando, donde el piso se eleva como buscando los 90° y los adoquines se ofrecen al paso de los caminantes y a la vista de las fábricas de adobes, fábricas de abonos y recolección de hulla.
Eran las 2: 48 p. m. El ascenso seguía imperturbable, como imperturbable eran el paso de los caminantes, quienes por mitad de la calle, esa que no se barre sino que se sacude, y bajo la mirada grata y admiradora de los habitantes, nos dirigimos al bien tenido parque Emiro Kastos, dominado por la estatua de Bolívar casi en su centro; bellas palmeras y allá en uno de sus costados, el hermoso e imponente templo San Fernando Rey, el cual guarda en su interior un museo religioso al que ingresamos gorras en mano, para darle más gracias al Creador; ya que poco es lo que se le tiene que pedir, cuando se vive bueno y agradecidos como vivimos nosotros los caminantes.
Saliendo del templo, nos dirigimos presurosos al Restaurante RAMITAMA, ubicado diagonal al templo y en la mejor esquina del parque, donde fuimos atendidos por Doña Ruth Piedrahita, su propietaria, a quien le brillan los hermosos ojos cuando ve a los Todo Terreno, ya que somos sus clientes fijos cada que visitamos la localidad, gracias a la calidad del
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