Caminata Venecia - Cerro Tusa - Venecia
Fecha: sábado
Nombre: Cerro Tusa, que cerro pa´hijuetusa
Asistentes:
Carlos
José María Ruiz Palacio (El Chema, el poeta, el mono)
Esta vez el ritual de encuentro de los caminantes fue en la Terminal del Sur de Medellín, donde Los Caminantes Todo Terreno, nos citamos a las
Efectivamente los tres caminantes reunidos en forma muy puntual y luego de haberle “mamado gallo” al desayunito ahí en un establecimiento cualquiera de la precitada terminal, con cafecito y pan de bono, previa tanquiada a la vaca y compra de tiquetes para el Municipio de Venecia, allá en el suroeste paisa, arrancamos con nuestra nueva odisea.
Y si señores y señoras, no se me duerman pa’ poder seguirles contando, ya que acomodados en una muy confortable buseta de Transportes Venecia, fuimos arrancando a un paso moderado pero rendidor en busca de la ruta del café, esa que nos dejó muy gratamente impresionados, ante los trabajos de repavimentación, rectificación, obras de arte, recogida de aguas y afirmado, en una vía donde la tierra camina y ahora si parece le van a cortar las patas a ese caminaito que tanto perjuicio y costos nos ha representado.
Medio mareados, no por las curvas ni por el trayecto, pero si por lo hermoso del paisaje, encerrado y vigilado por sus enormes e imponentes cerros y montañas, que parecen la guardia suiza, pero sin Papa y con ese olor a café en el ambiente que cada vez se hace más escasito, para buscar el aroma de turismo, llegamos luego de dos horitas y un tricito al muy hermoso, tranquilo y cívico Municipio de Venecia, donde la paz nace en la voz de la campana al apuntar el día y se muere en esa misma campana al morir la noche.
Venecia, si la Venecia paisa y bien inundada, pero no de “guelentinosas aguas”, mas sí por una ruana blanca de niebla, que poco a poco se iba apoderando de su parque Simón Bolívar y de todas sus callecitas, dándole al entorno un aspecto sencilla y llanamente maravilloso, como de misterio o mejor, de romántico día enamorado del paisaje, en esa mañana fría, ya que había llovido en la noche pero que pintaba de acuerdo con el tímido azul del cielo, que se asomaba timorato, por entre nubecillas que se iban diluyendo; que “el mono Jaramillo no se la ganaría de ojo”.
Apeados del vehículo, sentimos sobre nuestras humanidades el abrazo fresco de
¡Mí sombrero, mi sombrero!!! Fue la exclamación de Juanfer, quien como loco se devolvió a la buseta a buscar su sombrero, el cual se le había quedado olvidado...pero...no lo encontró. ¿Oh dolor!!! Puro cuero, comprado en la Caverna de Carolo en los años 60s. Testigo mudo de Ancón, de muchas corridas de toros, hasta varios autógrafos de toreros recogidos en el mismo y varias caminadas...Y me eché al dolor, se lo robaron home..
Ingresamos al bello templo de San José. Imponente, construido en ladrillo cocido, con su estilo gótico y su planta en forma de cruz latina, donde dimos gracias al Gran Arquitecto y le pedíamos nos encimara fuerzas, para enfrentar la caminata que nos habíamos propuesto.
Renovados y livianitos, especialmente por no haber desayunado, nos dirigimos al restaurante El Turista, pa’ donde ya arrancan nuestros cayados solitos, y sentados a manteles y muy bien atendidos como siempre nos lo merecemos, pedimos sendos multiplicados por dos, desayunos consistentes en huevos revueltos, arepa, quesito y chocolate, los cuales no dieron un brinco.
Cubierta la cuenta, haciéndole honor al alimento recibido con salvas de eructos bien acompasados y cada quien tirando para el “cuartico” a vaciar lo que acababa de llenar, cuando al devolverme me encuentro al Polaroid Olaya, dizque con mí sombrero puesto.
Que felicidada carajo, casi lo cojo a picos...”Pa’ que aprendas a cuidar las cosas, se te cayó al suelo y ni te diste cuenta...” me dijo. Yo ni acaté a decirle que escogiera armas luego del regaño, ya que la dicha era mucha y preferí darle nuevamente las gracias y ahí sí, salir todos juntos mientras
A paso bien firme y medido, los cuatro buenos caminantes y mejores amigos, cruzamos el parque Simón Bolívar; nos dirigimos al otro parque el “de los políticos que llaman” y de allí bajamos por todo el costado occidental, en medio de casas bonitas y bien conservadas, pisoteando un piso en concreto, resquebrajado pero muy limpio, como limpio es el pueblo, que en medio de esa mañana fresca, con los primeros rayos del sol que ya tibiaba para vencer la neblina, nos fue llevando hacia la vereda “El Ventiadero”, para luego seguir a nuestro destino final, el cual estaba aproximadamente a siete kilómetros.
Rematada dicha vereda al final de la vía, por un hermoso guayacán rosado, florecido bellamente, el cual inspiró las ya reconocidas, oportunas, simpáticas y filosóficas salidas del Olayita, para definirlo como “el árbol de la Barbie” y clic clic clic gritaban las cámaras, mientras
Tomamos la vía que conduce a Bolombolo, la misma que está siendo sometida a repavimentación y rectificación, incluidas obras de arte de calidad, para en medio de cascajo, maquinaria línea amarilla y obreros, nos desviamos por un camino empinado, el cual está también en vías de mejoras.
¡Claro!!, el otrora viejo enrielado en cemento, ese que llevaba a
¡Cerro Tusa!!!. Sí, el mismo, ese era nuestro destino final y nuestro reto de volverle a bajar los “cucos”, intento que hoy harían por primera vez, es decir, debutaban,
El camino veredal se nos transformó en otro más estrecho, muy húmedo y sobre el cual corrían los resumideros de las aguas caídas en la noche, con algunos tramos en piedra, las mismas casitas humildes tan propias de estos lugares y el canto de los pájaros que alegraban nuestro andar.
En medio de nuestros pasos nos encontramos una “Y” y más arribita dos hombres que hacían algunas reparaciones a la vía: “Señores buenos días, saludamos, mientras preguntábamos: ¿Es esta la vía que conduce a Cerro Tusa??” “Sí señores nos dijeron, sigan el camino derecho, allá arriba van a encontrar la ruta que hicieron -las antiguas- y un aviso que dice camino a Cerro Tusa”...Y efectivamente así fue.
Atrás habían quedado las casitas del camino, las hermosas fincas como la Andalucía y la Hacienda de Ramón Correa, entre otras. La vegetación se hacía más pronunciada y fueron apareciendo una serie de cerros como EL Sillón y al fondo cubierto de niebla, cual novia rumbo al altar, el imponente Cerro Tusa que todavía no nos dejaba ver sus empinadas faldas, sólo su cima, como despeinada ante la abundancia de vegetación nativa.
Efectivamente estábamos en una ruta desconocida por nosotros, cubierta de naturaleza, esa que nos ofreció guayabas y naranjas, mientras nos desplazábamos por un camino de piedra, ese que hicieron las “antiguas” según nos dijo el parroquiano aquel; pero entiéndase bien, se refería a los arrieros, esos que llevaron el progreso de Antioquia la Grande por toda la geografía nacional. Esa Antioquia que hoy resulta que “dizque no es ni ha sido nada, sólo picaros, mafiosos y ladrones” según afirman algunos que no conocen su historia ni sus raíces y esos si es estar muy jodidos carajo, por eso no se les para bolas.
Que paisaje más bonito y que riqueza de tierra. Muy pronto estábamos pasando la quebrada la India, esa que desemboca a la Sinifaná, pero no haciendo maromas por entre las piedras, para poder cruzarla, como nos tocó en otras caminatas, pero sí por un hermoso puente en guadua recién construido, el cual nos advertía “pase bajo su propio riesgo” y acompañaba el camino con un letrero repetido: “Prohibido Cazar”, el cual refresca la vista y en general todos los sentidos.
En medio de vegetación nativa y algo de pantano, avanzamos muy alegres hacia nuestro objetivo y nuestra marcha sólo fue interrumpida por el cruce de una serpiente coral, animalito que asusta de momento, pero que es más inofensiva que el hombre, el cual de inofensivo no tiene nada... y siguió su arrastrado camino, como nosotros el nuestro.
Por fin, salimos a un claro cubierto por guayabos; un gran potrero donde abunda el ganado cruzado y al frente, Cerro Tusa. Imponente, erguido y mostrándonos todo el esplendor de su belleza, sobre la cual observamos que la vegetación nativa se ha recuperado notablemente en corto tiempo, regándose sobre el cerro como un delantal verde oscuro, arriba de media pierna, resaltando aún más los encantos de este accidente geográfico.
Oteamos el paisaje buscando por qué lado atacar la subida, la cual se entorpece por el paso de una quebrada, hoy casi cubierta por un hermoso guadual.-
Dimos vueltas y revueltas, ya que convencer a cuatro cabeciduros (unos más que otros) es complicado, hasta que como por asunto de milagro o de magia, conectamos con la ruta, signada por unos canalones en tierra colorada, que nos fueron llevado por un tapete de pantanos y pastos a la misma pata del Cero Tusa, trayecto que aprovechamos para recordar a nuestra gran amiga, acompañante y admiradora de Los Todo Terreno,
Llegados a la pata del cerro, hicimos una breve parada, para comer granadillas, bocadillos de uchuva y tomar alientos y agua, la cual se veía mermada, no obstante a haber llevado buena cantidad...es decir hay que cuidarla.
Incorporados, iniciamos el ascenso. Zuluaga y Chema picaron en punta sin problema, mientras atrás y en pleno inicio, Olayita y Juanfer patinaban sobre el pantano abundante. Así fuimos avanzando poco a poco y muy optimistas hacia la aguda cumbre, pero mientras más pasos dábamos, como que Juanfer retrocedía. El calzado elegido no era el ideal para atacar la subida, ni el estado físico tampoco, ya que el día anterior había tenido una especie de intoxicación, que sólo fue superada por la sana irresponsabilidad, el amor al grupo y las ganas de caminar.
Que belleza el paisaje, no nos cansamos de repetir...Que vista y que verraca subida. Poco a poco y con excepción de Zuluaguita, fuimos sintiendo el rigor del ascenso y lo difícil del terreno. Todos habíamos tocado pantano, en especial Juanfer que rodaba inmisericordemente ante la mirada asustada e incrédula de sus compañeros.
Mis compañeros me dieron ánimos, mientras
“Este cerro tiene una inclinación mínimo de 80 grados dijo Olaya, por eso el que vaya a hacer lo crónica que la ponga: Cerro Tusa, que cerro pa’ hijuetusa” y así se quedó apreciado lector. Eran como las
Resbalones van y vienen y esfuerzo al por mayor pendientes de la llegada, la cual como que se alejaba. “Muchachos, sigan ustedes, yo los espero. Definitivamente, no me dan las piernas ...Entonces nos devolvemos todos, ya que subimos todos o nos devolvemos todos, dijo en un gesto de amistad Chema, lo cual fue aprobado por el resto en forma unánime. Esta muestra de calidad y apoyo me dio algunas fuerzas, con las cuales logré llegar a la cumbre y coronarla con mis compañeros para recuperar el aliento ante tanta belleza que nuevamente se abría ante mis ojos, mientras Chema, como buen poeta y de los buenos e inspirado por ese sueño que contemplábamos, exclamaba palabra más, palabra menos:
“Esto es una prueba de que Dios existe. Señor todo esto es tuyo. Aquí vemos que Antioquia tiene muchos cerros y montañas hermosos”. Yo agregaría: Sí, esas que hay que vencer y domar para ganarle un paso al desarrollo y otro a
Más descansados; con las fuerzas recuperadas parcialmente, con nada de agua, sedientos, las ropas sucias y llenos de optimismo y alegres, convencidos que nunca más volveríamos a Cerro Tusa iniciamos la parte peligrosa y complicada: La bajada, esa que Olaya toma sin nervios y sin problema, pero que debe refrenar, ante el lastre que al grupo le he impuesto.
Nuevamente el martirio, las caídas, las rodadas, de las cuales no se salvó ningún caminante; inclusive Chema quien en una de sus aterrizadas, al intentar hacer equilibro, arrastró con el cayado sus gafas, las cuales volaron, dándose un golpe en la nariz, lo cual le produjo una herida, por fortuna sin consecuencias- Las gafas se buscaron pero no aparecieron...Que sea ese un pretexto para volver en un mediano futuro a buscarlas.
¡Por fin, por finnnnnn!!! Llegamos a la pata del cerro, a nuestro punto de inicio del ascenso y me parecía mentira. La camiseta por el sudor me pesaba como diez kilos, estaba o estábamos deshidratados y la sed era insoportable al menos para mí, por lo cual no veía la hora de llegar a la quebrada esa que divide el potrero y lo separa del cerro, para desquitarme bogando el precioso líquido.
Así fuimos bajando con alguna dificultad, pero hablantinosos y felices, aunque ya el Chema había dicho: “Casi no tenemos la oportunidad de ver a Juanfer callado y cansado..”. En un momento dado, me tiré al pasto cuan largo soy y boca abajo, como para tomar un descanso, pero cuando me logran ver Zuluaga, Chema y Olaya, casi los mata el susto, ya que creyeron que me les había muerto...Sendos regaños de los dos primeros, mientras el tercero, con la mirada me dijo todo.
Cuando llegamos a la quebrada que con tantas ansias esperaba, me agache para lavarme el pantano de los brazos y manos y beber algo, cuando me dice Chema, con voz firme y decidida: “Juanfer, de esa agua no te dejo tomar...”. Efectivamente no es la más limpia y acaté la recomendación del amigo, que pensaba en mi salud, gesto que agradecí realmente, máxime que luego me enteré que se habían puesto de acuerdo los tres, para no permitirme que bebiera de esa quebrada.
Cargando mi cansancio y mi sed, empezamos a deshacer lo andado y hasta me deshice de la camiseta, la cual no aguantaba por su peso. Pasamos por el puente de guadua sobre la quebrada la India y llegamos al sendero principal. No veíamos la hora de llegar a una tienda que hay más abajo, como a media hora de marcha, donde inclusive tienen un billar..y efectivamente llegamos, pero habían cerrado la venta de gaseosa y cerveza...Desconsuelo inmenso, máxime que nos indicaron de otra como a unos quince minutos, donde sólo había malta y al clima, la cual todos tomamos, excepto Olaya, “que prefiere vivir” a tomarse un refresco que no esté helado.
Advierto que unos metros antes, había un parroquiano lavando un carro, con agua sabrá mi Diosito de dónde, pero la cual se veía muy cristalina y de ahí nos pegamos Olaya y Juanfer...
Atrás quedaba el imponente Cerro Tusa, que silencioso parecía burlarse de nosotros...Como te adoro mi cerro, como te respeto, así hoy me hubieses tratado a los estrujones. Vamos 2 x l en la partida.
Continuamos la marcha rumbo al municipio de Venecia, el mismo que se divisaba a la distancia y así lentamente y con nuestro cansancio en los morrales y la fatiga en el cuerpo, entramos al estadero La Bala, ubicado a borde de carretera, donde nos desquitamos de la sed, bogando lo que nos dio la gana y helado...¡Que dicha Dios mío!!
Ya en las calles del pueblo y en el Parque Simón Bolívar, nos dirigimos a los transportes, pero hacia diez minutos había salido el último carro para Medellín; lo que nos obligó a contratar un taxi expreso desde Fredonia, debiéndonos mandar la mano al empantanado dril, gracias a gestión que nos hizo una muy atenta empleada de
Mientras el carro llegaba nos sentamos en una heladería junto a la flota, donde bogamos y bogamos de todo lo que se nos mostraba en los enfriadores y no pasamos bocado de nada, ya que el hambre se había asustado con la trepada al cerro, es decir, hoy no fuimos “los todo tragones”, ya que tragón deshidratado no come...bebe.
Que lindo es Venecia, “perla turística del suroeste”. Un pueblo para visitar, disfrutar y vender a propios y extraños. Fundado en 1898 con el nombre de Providencia, cuenta hoy con 14.000 habitantes, distribuidos muy placidamente en
Estando en esas cavilaciones o meditaciones, me sacó de las mismas la voz de uno de mis compañeros que le preguntaba al mesero si había tintico...”No hay fue la respuesta. ¿Cómo, un municipio cafetero sin tinto?? Le dije”. “Huyyy señor me respondió: Aquí el café ya se acabo hace rato. Las haciendas fueron transformadas en Hoteles, fincas de recreo y levante de ganado y bestias...con decirle que el cafecito lo traemos de Fredonia”. Pensar que en Venecia existió hace muchos años la famosa hacienda Cafetera La Amalia, de donde salió el primer embarque exportado por Colombia hacia los Estados Unidos, vía Buenaventura.
Efectivamente, el Municipio de Venecia tiene un gran potencial turístico, pero lástima que sus autoridades con la intervención de Corantioquia y la Gobernación, no le hubiesen dado toda la importancia e infraestructura a Cerro Tusa, para hacer de esa imponente pirámide natural y su entorno, un sitio digno de ser conocido por todos los colombianos y extranjeros que quieran sentir y palpar, esa maravilla escondida.
Había caído la noche y estando en medio de nuestra conversación y recuento de nuestra odisea, llegó el taxi por nosotros, el cual abordamos presurosos. Estaba conducido por el Señor Mauro Herrera, simpático y formal a morir, quien gozó todo el camino con nuestra cháchara y nuestras experiencias y quien conocedor dela vía, gracias a su experiencia, nos llevó por esa remozada ruta el café a Medellín, dejándonos a tiro de tinto de nuestra residencias.
No digamos nunca “nunca”. Claro que hay que volver a Cerro Tusa, no sólo a recuperar unas gafas, también a recrearnos con la obra del Creador y a mostrarle a la diosa del espejo y al altar de los sacrificios, obra en piedra dejadas por nuestros aborígenes en el cerro, que en carrera larga, siempre hay desquite.
Veo que no se me durmieron los lectores, con mí larga y poco amena crónica, lo cual agradezco y les prometo otra en un futuro cercano, más corta y más entretenida si el superior permiso y la inspiración, así me lo permiten. Hasta la vistica pues.
Los Caminantes Todo Terreno –Medellín, Colombia-
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