Quinta Caminata por el Parque Arví - Sendero El Arroyuelo
NO HAY QUINTA MALA
ASISTENTES:
Juan Fernando Echeverri
Luis Fernando Zuluaga
Jorge Iván Londoño
Clarita Inés Gaviria
Luis Fernando Múnera
Elbacé Restrepo
Giovanny Rúa
Por algunos inconvenientes de última hora, que no faltan, nos dejaron con los crespos hechos algunos caminantes e invitados especiales que teníamos, pero a pesar de lamentar su ausencia y los motivos, casi todos de salud, los que fuimos disfrutamos en grande de un día maravilloso. Para los TT profesionales (Juanfer, Zuluaga y el Lobato) era la quinta vez por los caminos de Arví. Para los pegados, la primera en plan de caminar.
Como somos vecinos de comuna, Grúa, Juanfer y yo, habíamos acordado encontrarnos en la estación San Javier a la 7:32 a. m., ni un minuto antes ni uno después. Resultamos más cumplidos que novia fea: a las 7:25 ya estábamos juntos y “cogimos” hacia la estación Acevedo, punto de encuentro con los otros compañeros de aventura.
A las 7:50, morrales a la espalda, cayados a la mano y ánimos bien dispuestos, ya estábamos casi todos. Jorge Iván, alias el Lobato, avisó que se demoraba un rato en llegar y sugirió que lo esperáramos en Santo Domingo. Así que, muy obedientes, nos fuimos a la plataforma del metrocable línea K y… ¡claro! Fue inevitable recordar a la mal*^&+%$hablada de doña Gloria.
Entre críticas y bromas, Juanfer, alias Juankypedia, le preguntó a la operadora de estación en cuál cabina había estado doña Gloria, que si les habían alcanzado los 37 litros de cresopinol y que si estaba garantizada su desinfección. Cable arriba, la conclusión es que somos un pueblo lamentablemente inculto y “desvalorizado” que hace ídolos de la nada, con una duración igual a la de una pompa de jabón.
En la cabina a Juanfer le sonó su celubobo, detállenlo en la foto, y dedicó aproximadamente dos minutos a “hablar” por carcasa, mientras los demás, más bobos todavía, nos retorcíamos de la risa.
Una vez en Santo Domingo, hicimos la vaca y acordamos que, a falta de Lobato, bueno sería desayunar. Caminamos dos cuadras por la que parece ser la “zona rosa” de este barrio de la ciudad que, gracias a la intervención del sistema Metro, ya no carga con el estigma de violencia y de inseguridad de años atrás.
“Pregunte por lo que no vea” cae de perlas para este pasaje comercial encantador, que tiene supermercados, almacenes de ropa, discotecas, corresponsales no bancarios, restaurantes, panadería, cerrajerías y carpinterías. ¿Y los precios? El letrero lo dice:
Un delicioso olor a pollo asado despertó nuestros instintos carnívoros y un apetito como de elefante en cada uno… ¡Los que se sientan a desayunar!
Los pollos apenas acababan de iniciar su turno en la “rueda de Chicago”. Creo que eso nos salvó de comernos uno a esa hora, y tuvimos que conformarnos con café con leche, apenas para el frío, cuñado con sendos ”pandeyuques”, unas roscas con forma de pandequesos pero son sabor a pandeyucas, que, en todo caso, estaban deliciosas y nos dejaron la barriga a punto, tampoco muy llena, pero el corazón contento.
Enfilamos pasos de nuevo a la estación para encontrarnos con Lobato e iniciar, ahora sí, nuestro ascenso hacía Arví por el cable turístico, un dolor para la vista hasta cierto punto del camino, por la miseria que se observa desde arriba, y un deleite, de otro lado, gracias al hermoso bosque nativo que es un manjar para el ojo.
A las 9:40 llegamos. Una funcionaria con insignias del Área Metropolitana y de la Corporación Parque Arví nos advirtió de atracos en la zona de la Laguna de Guarne y nos sugirió ir con un guía. Luismú opinó que está bien que avisen para que cada uno decida si se arriesga. Juanfer, en cambio, dijo que no deben decirle eso a la gente para no asustarla innecesariamente. En el mostrador de orientación al visitante nos animaron a seguir y, armados no más que de morrales y cayados, emprendimos la tarea. Bueno, en realidad, sí teníamos armas: Juanfer llevaba unas tijeras “cortapelosdelanariz”, Luismú una navaja pelanaranjas y Lobato tres mil pesos en billetes. Los de las armas, para defendernos de cualquier eventual atracador y el de la plata para ofrecerla a cambio de que no nos atraquen. ¡Así o más desprotegidos!
¡Y los que arrancan! Pocos pasos habíamos dado cuando nos encontramos la construcción del Fuerte de carabineros, una obra grande y bonita, que deberá estar lista en marzo de este año. En este punto nos alcanzaron Diego y Alejandra, guía y auxiliar del parque, que nos devolvieron la confianza, porque nos contaron que los atracos no han sido en el Parque sino por uno de los límites por el que también se puede llegar a Arví.
Además, nos ilustraron sobre los caminos de los indios. Nos contaron de su recuperación, con piedras originales de la época pegadas con limo, una mezcla de cemento (antes era tierra), con orines, así como leen, y limón, para darle firmeza. En la charla sale a flote un comentario curioso: dijeron que incluso antes usaban sangre de toro en las mezclas de las construcciones, y que el puente de Guayaquil, en Medellín, es una muestra de esa costumbre en las construcciones de aquella época.
En este sendero han sido restaurados 1.6 km de camino. Arroyuelo empata con caminos más extensos que iban hacia el Valle de Aburrá, por Enciso y Manrique, pero incluso hasta el Valle del Cauca, Urabá, San Agustín y el Perú. ¡Se imaginan!
"Este camino forma parte de nuestro patrimonio, para nosotros debe ser un lugar sagrado". Dice Diego, nuestro guía.
Diego menciona que también existe la creencia de un túnel subterráneo que une a Arví con Santa Fe de Antioquia, por debajo de las montañas y por debajo del Valle de Aburra. Se cree que algunas cuevas que hay en la región son accesos a ese túnel.
En el parque se han identificado 12 a 14 ojos de agua salada (nacimientos), que afloran a través de fallas geológicas. Vimos uno, pero el agua era dulce. Otra guía habló de 50 ojos de sal, y aunque no me parece correcta esa imprecisión, lo importante es que la sal se obtenía llenando ollas de barro con agua salada, la ponían a secar al fuego y luego, cuando la sal estaba seca, rompían la olla y quedaba el pan de sal. Esa sal la usaban los indios para consumo y para trueque.
Nos hablaron también de la investigación que se ha hecho en el parque desde hace muchos años sobre especies de árboles importadas de países del norte. Las cinco especies de árboles foráneos son: pino, ciprés, pátula, acacia y eucalipto. Luismú menciona que en la década de 1940 hubo un convenio entre el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la Universidad Nacional de Colombia y las Empresas Públicas de Medellín para estudiar esas especies foráneas en su comportamiento ambiental y su resistencia a las plagas tropicales.
Nos mostraron las ruinas de la Escuela Sabanas (tapias semidestruidas), que en 1915 atendía hasta segundo de primaria y alcanzó a tener 70 alumnos. Funcionó hasta finales de la década de 1920.
Nos desviamos por un sendero ancestral para encontrar el pantano conocido como el humedal, que parece un sembrado de arroz y ofrece un paisaje bellísimo. La Laguna de Guarne es bonita, grande y limpia. Muy concurrida a esa hora, pero muchos de los visitantes son imprudentes: se metieron a ella, pese a que está clara y estrictamente prohibido hacerlo.
Las iniciales TT corresponden a las palabras Todo Terreno, aunque algunos dicen Todo Tragones. La verdad es que no salimos a sufrir. A esta hora ya habíamos comido, además de los pandeyuques, mango, piña oro miel, chocolates y granadillas, pero el reloj biológico no falla: un ruido estomacal bastante conocido nos pregunta por el almuerzo.
El Lobato inicia el rezo del Angelus. Son las 12:00 m y nos distrajo la llamada de Mrs. Coneja Muñoz, desde su casa en USA, para hablar con cada uno de los caminantes, detalle que nunca olvida y que la ha hecho una digna TT honoraria que viaja cada sábado de morral en morral.
El Sendero Arroyuelo tiene 2.4 km de longitud. Es un camino muy bello, dentro del bosque, con vegetación nativa. Encontramos musgos de especies variadas, cardos caídos y retoñados en el suelo. Además, un calvario. Un sinsonte nos saludó en el bosque. Pasamos cerca de un centro hidrometeorológico de EPM. Conversamos con Israel Vanegas, carbonero de la región que estaba quemando carbón a un lado del camino; desde lejos se percibía el olor a humo, que me hizo añorar una buena punta de anca. ¡Qué hambre!
EPM lo autoriza para utilizar leña de troncos ya secos encontrados en el piso y no puede cortar ningún árbol vivo. Israel dice: "En la vereda vivíamos muy bueno y tranquilos, hasta que se abrió el parque Arví y llegó el cable turístico". Tema controversial.
Juanfer dice que los acueductos veredales de EPM en la zona (que vienen construyéndose desde principios de la década de 1990) no han sido bien recibidos por la comunidad porque les cobran por el agua que antes tenían gratis. Luismú le contesta que ahora esa agua es tratada y llega por tubería a presión a las casas y que eso cuesta (ex funcionario EPM, al fin y al cabo).
Encontramos el arroyuelo y lo seguimos durante mucho rato. Estamos cerca de las 2:00 p. m. Tengo hambre y quiero almorzar ya. Clarita saca una bolsa de maní, para mitigar. A mí me sabe a gloria, pero no a Gloria la coneja sino a gloria, la del pastel de Gloria.
A las 2:00 p. m. llegamos, intactos y sin atracos, al núcleo de Comfama, sobre la carretera principal del interior del parque. Tomamos una buseta para salir a la carretera, recorremos unos diez minutos y nos bajamos al frente de La montañita. ¡Por fin, el almuerzo está cerca!
Nos dimos un banquete que ni pa qué les cuento. O bueno, sí: entre “sudaos” de posta, frisoles con chicharrón y mondongos con aguacate, matamos al que nos estaba matando a nosotros: el hambre.
Quedamos como unos chinches. Cuando pudimos movernos decidimos bajarle a la llenura con un tinto, pero en el parque de Santa Elena. Otra vez, ¡a caminar!
El parque es muy bonito, especialmente el monumento a los silleteros, la Casa de Gobierno y la iglesia.
Como cosa particular, el reloj de la iglesia no marca la hora correcta.
Entramos a visitar la iglesia y luego fuimos a requintar en la cafetería María Flores, donde le pegamos al tinto con parvita dulce. Caminar es muy bueno, para abrir el apetito.
A las 4 decidimos que era hora de volver a casa, cansados pero llenitos. Y felices de la moña, por haber respirado aire puro durante todo el día al calor de los amigos de la vida.
ELBACE
¡Hasta la próxima!