Caminata La Ceja - El Carmen de Viboral - Vereda La Brecha (Marinilla)
Fecha: sábado 21 de julio de 2007
Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, Carlos Olaya Betancur y Jorge Iván Londoño Maya
Duración: 7 horas
Nombre: Ensalada en salsa carmelitana
Las primeras horas de este sábado estuvieron amenizadas por una llovizna de esas que llamamos “moja bobos”; pero como caminante que se respete no le mira el colmillo al firmamento, llegamos muy puntuales Juanfer y el lobato Londoño a los bajos de la estación Exposiciones, donde nos esperaban Luisfer y el polaroid Olaya, con recostado de camajan sobre una de las columnas del metro.
Después de varios sábados el grupo estaba nuevamente con la tribuna completa, lo que sirvió de disculpa para un para un efusivo saludo, interrumpido por la llegada de la buseta de Transportes Unidos que nos llevaría hasta el municipio de la Ceja, la cual arrancó por la vía las Palmas con quórum completo.
Después de hora y piquito de conversa, de haber visto el salto del Tequendamita convertido en Tequendama debido el crecido caudal por la lluvia de la noche, y de subir hasta 2.200 metros de altura llegamos al municipio de la Ceja del Tambo, el que parece un exámen final de Pitágoras gracias a lo bien trazado; y para ajustar hoy en día enmarcado por un jardín de flores gracias a los extensos cultivos de hortensias, rosas, pompones, margaritas, lirios y otras especies que lo circundan.Como siempre, lo primero que hicimos fue visitar la basílica menor, que en esta oportunidad encontramos vestida con las mejores galas en honor a la Virgen del Carmen, nada menos que la patrona del pueblo, y a quien por estos días se le celebran sus fiestas y su novena. Como estaban en misa nos tocó un oír un trozo del coro acompañado del órgano y violines.
Cuando sonaron las nueve, sin llovizna y bajo la mirada curiosa de los parroquianos, nos despedimos de la Ceja, hermoso pueblo que ha sido el inicio o el final de muchas de nuestras caminatas. Por sus planas y derechas calles fuimos dejando atrás los almacenes de variedades, sus graneros mixtos, los gajos de bananos colgando en las puertas de las tiendas, los puestos de empanadas caseras, las casas con sus puertas abiertas y los pisos relucientes, los perros callejeros indiferentes a nuestro paso y las señoras barriendo las aceras.
A medida que caminábamos el barro se convertía en una colada que cubría todo el ancho de la vía, sin posibilidades de encontrar un caminito medio decente por las orillas, por lo que poco a poco nos fuimos acostumbrando al estado de la vía, la cual por ciento es muy transitada tanto por vehículos particulares como públicos y la misma maquinaria de la obras. Este tramo se caracteriza por los cultivos de flores, algunos de ellos convertidos en una fantasía de colores porque siembran diferentes clases de flores. Lástima que los velos laterales que cuelgan de los techos de plástico no dejaron tomar las fotos de rigor para mostrarles tan hermosa mercancía.
Nuevamente en carretera destapada nos disponemos a caminar los últimos 8 kilómetros por un territorio plano, inundado por los cultivos de hortalizas y legumbres más extensos y variados que hayamos visto en todas nuestras caminatas. Allí la medallería se reparte entre la zanahoria, la lechuga, el cilantro, la cebolla, el repollo, la remolacha y el tomate, es decir, toda una ensalada en vivo y en directo, a la que sólo le falta una avioneta para fumigar con litros de aceite de oliva. Por otro lado el maíz, el fríjol, la papa y la remolacha complementan la dieta.
Este tramo, que lo vamos haciendo de la mano de Luisfer, porque meses atrás lo había caminado con su esposa Carmenza, nos coge a pleno sol, cuñado con un firmamento abierto de par en par. Las existencias de los bombombunes se nos acaban cuando aparecen 5 niños acompañados posiblemente de su mama, a quien igualmente hubo que regalarle su bombón porque tal como nos dijo con su acento montañero “a mi también me gusta chupar”. Como sólo quedaba un bombón Carlos me dijo que se lo guardara para írselo chupando en la buseta de regreso a Medellín, y así lo hice.
Perplejos por el hermoso paisaje y por la entretenida conversación, no nos dimos cuenta que nos habíamos desviado de la carretera principal, hasta que en algún momento Luisfer, nuestro guía estrella, nos dice: “muchachos, no recuerdo haber pasado por aquí con la flaca”. Así que sin posibilidades de devolvernos por el largo trayecto que habíamos caminado, seguimos a la deriva, preguntando a diestra y siniestra a todo el que nos encontrábamos por nuestra ubicación y por el sendero correcto, pero tal como sucede con la mayoría de nuestros campesinos, dan siempre unas respuestas vagas porque las distancias las miden por tabacos fumados, tienen una orientación como de radar de submarino boliviano y con su típico modo de hablar rápido y complicado se le entiende más a una caneca rodando. Eso si, son las personas mas adoradas del mundo. Al final, no se como hicimos para entenderle a una señora, pero logramos enrutarnos por una trocha que nos sacaría a otra carretera.
De todo pensamos encontrarnos por allí, menos a un vendedor de conos, montado en su moto y anunciando sus productos con un parlante que reproduce Para Elisa, que pena con Beetovhen que una de sus obras sirva para anunciar conos en medio de cultivos de zanahorias y de cebollas. Así que ni cortos ni perezosos nos agarramos a chupar conos porque una cosa es estar medio envolatado y otra aprovechar cualquier momento para saborear un helado. Fue entonces el vendedor de helados quien nos puso en la senda correcta. Conclusión, perderse es conocer más.
De regreso a la civilización aprovechamos para tomarnos el guandolo heladito que llevábamos y unas frías mandarinas que saben a paraíso. Las fincas de recreo comienzan a aparecer como racimos, así como el desfile de motos y carros, lo que nos presagiaba la cercanía a la autopista, a la cual llegamos cuando sonaban las campanas anunciando las cuatro de la tarde.
En un kiosquito al lado de la vía nos comimos unas empanaditas y unas torticas de chócolo encebolladas, como para brindar por la extenuante jornada. Estábamos en el grasoso brindis cuando paso una busetica de Marinilla, la cual paro a los gritos de todos nosotros. Pagamos el pasaje urbano para recorrer los 5 kilómetros que nos separaban de Marinilla, no sin antes subir unos milímetros el techo a la busetica escolar, con el totazo que se pegó Caliche en la subida
De la iglesia pasamos al restaurante Pollos Bolívar. Tampoco nuestro libertador imaginó que su apellido serviría para bautizar una venta de pollos a la brasa. Efectivamente, todos, menos Carlos, íbamos en busca de una suculenta juagadura de pollo con menudencias, que en este sitio se distingue porque cada plato viene con una generosa porción de corazones, hígados, mollejas y hasta pedacitos de patas como encima. Pero ríase pues, luego de hacerle el pedido a una de las meseras, mas elevada que bobo mirando la elevada de un globo, regresa y nos dice: “como les parece que se acabó el consomé, sólo alcanza para un plato” entonces salomonicamente optamos por partir el plato en dos porciones para Luisfer y Juanfer, y pedir dos presas para Carlos y el lobato. Hay que aclarar que Carlos pidió muslo y contramuslo y le trajeron dos presas de más arriba. Los cubiertos nunca aparecieron por lo que manualmente tuvimos que darle mate al cuartico de pollo, que vino acompañado por una muestra gratis de arepa y una papa cocinada con principios de artritis por lo arrugada y enclenque. Conclusión, otro sitio que borramos de la lista, tal como lo hicimos con el restaurante Candilejas allá en la Ceja.
Mas recuperados por la sentada que por la comida, fuimos a la Terminal a coger la buseta para Medellín la cual salió a las 5 de la tarde con cupo completo para Medellín, por unas calles tan empinadas que hasta las muchachas se sostienen los descaderados para que nos se les caigan hasta las rodillas ¡no crean que son tan marinillas!
Los cuatro nos hicimos en las sillas de atrás. El cardenal Echeverri puso el automático y se durmió en las primeras de cambio. Yo me fui conversando con Caliche y Luisfer al otro lado leyendo el Colombiano. La tarde estaba muy agradable y el viaje muy placentero pues el conductor llevaba un paso muy normal. Antes de llegar al hipódromo se subieron dos tipos, los cuales se sentaron detrás de la silla del conductor, de pie iban unas dos personas. Pasamos por el alto de la Sierra o de la virgen y comenzó el descenso. Poco antes de llegar al peaje, oímos como una bulla en la parte delantera de la buseta y al mirar vimos que los dos tipos que se habían montado en el hipódromo estaban atracando las personas que iban adelante. La confusión comenzó a reinar al interior a punto que Luisfer se paró y gritó a todo pulmón: “nos están atracando estos hijuetantas”, Juanfer que iba a su lado lo calmo mientras todos tirábamos las billeteras al suelo o detrás de las sillas. Yo saque 3 mil pesos que tenia a la mano para pagar los tiquetes del metro y se los mostré al tipo que llevaba el revolver por lo que grito: LOS DE ATRÁS QUE SE QUEDEN TRANQUILOS QUE EL ASUNTO NO ES CON USTEDES. Uuuffffff, menos mal.
Nosotros creímos en un principio que nos iban a atracar a todos, pero ellos iban por la plata que llevaba un señor de unos 70 años, que iba sentado mas o menos en la mitad de la buseta. El moreno se arrodillo al lado de su víctima, lo esculcaba y le gritaba: donde tenes la plata, dame la plata, vos la llevás, mientras tanto el grandulón decía: dejame yo mato ese viejo hijuetantas, hasta que al fin el tipo le encontró una bolsa de plástico y dijo: la tengo, bajémonos. El chofer mermo velocidad y los tipos se bajaron. Inmediatamente fueron recogidos por dos motos que venían detrás de nosotros y siguieron a mil para Medellín. Todo nos quedamos perplejos y anestesiados; el señor robado ni respiraba, la gente no hablaba, los únicos éramos nosotros; hasta nos reímos con el cuento de los tres mil pesitos que se salvaron.
En medio de la impotencia y la rabia llegamos a la estación Universidad en donde nos bajamos. Yo le dije al chofer, hermano, a cambio de bolsas para el mareo mantenga agüita aromática de valeriana para pasar el susto.
Mas relajados en el metro, y luego de darle gracias a la Milagrosa y a la Virgen del Carmen quienes en equipo nos protegieron a todos, seguimos comentando sobre el incidente, hasta que llego el turno de bajarnos en nuestras respectivas estaciones. Cuando llegue a la casa esculque el morral y me encontré el bombón que le había guardado a Carlos para la buseta, ¡pero, con que alientos!
Hasta la próxima
Jorge Iván Londoño Maya
5 comentarios:
¿Por qué no llevaron pistolas?
Carguen una con la mira bien limada y un altavoz y una sirena de aire para sacar por la ventanilla y avisar.
Muy charro este Heródes, pa´esa gracia te llevamos a las caminatas y nos ahorramos tanta herramienta.
Eavemaría Abuelito: Ese Señor heródes con apodo de "maldadoso" dizque recomendando portar armas, sabiendo que ustede sson gente de paz, no como él que parece comprando peleas a peso a toda hora. No lo conocemos, pero ya nos lo imaginamos. Abuelito, pilas que está muy mal relacionaito.
SARITA - JERONIMO
Se me había olvidado preguntar las razones para haber sacado de la lista de "tragaderos" el Rest. Candilejas de La Ceja; ¿qué les pasó allá?
Normalmente es como sabroso...
Hay muchachosa que me he reido con el fin de esta cronica, lobatico sacando 3000 pesitos de milagro no lo mataron por andar tan pobre jajajaja, ah y el Juanfer que iba dormido fue el que mas grito jajajaja, pobre Carlos se quedo sin bombombum le hubieran hecho BUM a los ladrones con el bombombun, hay no frieguen ya estoy llorando de la risa.
Con ese susto le hicieron rapido digestion a la comidita.
Coneja.
N.J
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