Caminata El Carmen de Viboral - El Santuario - Marinilla
Fecha: sábado 20 de octubre de 2007
Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya.
Duración: 6 horas
Nombre: Trinar de los trinares
Para Bogotá pasando por Honda
Ibagué, salimos en media horita
Cali, Cali, Cali
¿Para donde viajan los señores?
Guarne, suba, suba
Rionegro por la autopista
Allá los caminantes, ¿van para el Peñol?
San Vicente, San Vicente, paga cuando llegue
Así, más o menos, es el recibimiento que nos dan los pregoneros de las flotas en la Terminal de Transportes del Norte, a la que muy cumplidos llegamos Juanfer y el suscrito cogidos de la mano de nuestros cayados, luego de hacer el primer recorrido en nuestro metro.
Apoltronados en las rimax color azul, como si se tratara de un aeropuerto internacional, nos dimos a la tarea de esperar a Luisfer, a quien, por segunda vez, lo privamos de llegar primero, porque para puntual no hay quien le gane.
Con la tropa completa, excepto el polaroid Olaya, quien nuevamente por asuntos laborales no nos pudo acompañar, lo que le significará un llamado de atención con copia a su hoja de vida andariega, procedimos a la compra de los tiquetes en la flota El Carmen, atendida por una seria pero eficiente secretaria. Olvidaba mencionar la ausencia de Gloria Gutierrez, la queridura vestida de cachucha y Pacho Montoya, nuestro teólogo de cabecera.
De la flota pasamos al mostrador de nuestro acostumbrado quiosquito para quedar en manos de Leydi, quien con su acostumbrada amabilidad nos empecató de cafecito en leche cuñado con empanadotas o buñuelotes, ambos con 120 de cintura, está vez si enteros porque andábamos platudos de tiempo. Eso si, no falto la queja de Leydi: “Eavemaría muchachos, ustedes que nunca me traen nada”; si supiera que no es solamente a ella, por que quien se va a encartar con 3 pares de panela, 2 kilos de papa criolla, un atao de cebolla junca, 3 cidras de las que encontramos caídas por ahí, un kilo de moras de castilla y un paquete de arepas de chócolo, para caminar 6 o 7 horas; ni el profesor Moncayo que llevaba 40 asistentes.
A las 7 y 30 arrancamos en una buseta, que mas parecía la de un colegio de monjas que de flota intermunicipal. La mañana estaba fría y nostálgica, para no decir que gris oscuro, pero así también nos sirve; eso si, mientras no llueva. La hora y media del viaje la invertimos en oírle a Luisfer todos los detalles de su viaje a Carpurganá con su esposa Carmenza, realizado durante el pasado puente de la raza, como parte de las celebraciones por el cumpleaños número sesenta del joven Zuluaga y Zuluaga
Casi a las 9 estábamos arrodillados en la iglesia parroquial del Carmen, municipio ubicado en la serranía de Vallejuelo, y fundado por el presbítero Fabián Sebastián Jiménez de Fajardo y Duque de Estrada, completo para que no lo confundan, para presentar credenciales y agradecer favores. Luego de la mirada al parque y de estirar los espíritus, entramos en materia gastronómica.
Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya.
Duración: 6 horas
Nombre: Trinar de los trinares
Para Bogotá pasando por Honda
Ibagué, salimos en media horita
Cali, Cali, Cali
¿Para donde viajan los señores?
Guarne, suba, suba
Rionegro por la autopista
Allá los caminantes, ¿van para el Peñol?
San Vicente, San Vicente, paga cuando llegue
Así, más o menos, es el recibimiento que nos dan los pregoneros de las flotas en la Terminal de Transportes del Norte, a la que muy cumplidos llegamos Juanfer y el suscrito cogidos de la mano de nuestros cayados, luego de hacer el primer recorrido en nuestro metro.
Apoltronados en las rimax color azul, como si se tratara de un aeropuerto internacional, nos dimos a la tarea de esperar a Luisfer, a quien, por segunda vez, lo privamos de llegar primero, porque para puntual no hay quien le gane.
Con la tropa completa, excepto el polaroid Olaya, quien nuevamente por asuntos laborales no nos pudo acompañar, lo que le significará un llamado de atención con copia a su hoja de vida andariega, procedimos a la compra de los tiquetes en la flota El Carmen, atendida por una seria pero eficiente secretaria. Olvidaba mencionar la ausencia de Gloria Gutierrez, la queridura vestida de cachucha y Pacho Montoya, nuestro teólogo de cabecera.
De la flota pasamos al mostrador de nuestro acostumbrado quiosquito para quedar en manos de Leydi, quien con su acostumbrada amabilidad nos empecató de cafecito en leche cuñado con empanadotas o buñuelotes, ambos con 120 de cintura, está vez si enteros porque andábamos platudos de tiempo. Eso si, no falto la queja de Leydi: “Eavemaría muchachos, ustedes que nunca me traen nada”; si supiera que no es solamente a ella, por que quien se va a encartar con 3 pares de panela, 2 kilos de papa criolla, un atao de cebolla junca, 3 cidras de las que encontramos caídas por ahí, un kilo de moras de castilla y un paquete de arepas de chócolo, para caminar 6 o 7 horas; ni el profesor Moncayo que llevaba 40 asistentes.
A las 7 y 30 arrancamos en una buseta, que mas parecía la de un colegio de monjas que de flota intermunicipal. La mañana estaba fría y nostálgica, para no decir que gris oscuro, pero así también nos sirve; eso si, mientras no llueva. La hora y media del viaje la invertimos en oírle a Luisfer todos los detalles de su viaje a Carpurganá con su esposa Carmenza, realizado durante el pasado puente de la raza, como parte de las celebraciones por el cumpleaños número sesenta del joven Zuluaga y Zuluaga
Casi a las 9 estábamos arrodillados en la iglesia parroquial del Carmen, municipio ubicado en la serranía de Vallejuelo, y fundado por el presbítero Fabián Sebastián Jiménez de Fajardo y Duque de Estrada, completo para que no lo confundan, para presentar credenciales y agradecer favores. Luego de la mirada al parque y de estirar los espíritus, entramos en materia gastronómica.
Efectivamente, en el conocido restaurante la frijolera, al son de humeante tamal, arepa y chocolate cumplimos con el sagrado deber de desayunar como un príncipe, según reza el adagio popular. Al salir del restaurante Juanfer dejó olvidado su sombrero estilo teniente del ejército, por lo que sin que se diera cuenta, lo guardé en el morral de Luisfer.
A las 9 y 40 firmamos el acta de despedida del Carmen, buscando por entre sus estrechas calles llenas de comercio y de ese exclusivo ambiente pueblerino, la salida para el Santuario, la cual se hace por la cárcel, en la que no entra el delito sino el hombre, según reza en el letrero puesto a la entrada. En los primeros metros recorridos supimos que el barro sería nuestro fiel compañero, por lo que doblamos hacia arriba las botas de los pantalones para evitar el regaño reforzado en nuestras casas, es mejor el sencillo.
Aunque el firmamento seguía con nubarrones, ahora si muy negros y asustadores, íbamos tranquilos porque llevábamos embolsillado el compromiso social de buen clima firmado ante notario por nuestra patrona La Milagrosa, documento muy común por estos días preelectorales para engañar incautos, o pendejos para ser mas claros. Obviamente, y como la Milagrosa poco sabe del estado del tiempo, estábamos dispuestos a perdonarle cualquier imprecisión meteorológica, lo que no hacemos con Máx Henríquez y su eterna “probabilidad de lluvias”.
A medida que caminábamos en medio de nuestra fluida conversación y de la calle de honor que nos formaban los cultivos de hortensias, lirios, cartuchos y pompones, fue llegando la sinfonía compuesta por el trinar de la gran cantidad de pájaros, dirigida por el pequeñito silgorio, siempre vestido con su frac negro y blanco, y dotado de un pulmón pavarotiano, sinfonía que nos acompañó durante los 12 kilómetros que dura este trayecto hasta el Santuario, el cual también cuenta con generosos cultivos de hortalizas, arveja, maíz, fríjol, moras, fresas, tomate de árbol y la infaltable papa, huella dactilar de los campos de tierra fría. A bueno traer de la mano a los que sentados en las cómodas sillas del senado sostienen que el campo se está muriendo.
La bienvenida a un cultivo de arveja, nos la dio una mirla hembra muy bien acomodada en uno de los estacones que sirven de soporte a la enredadera. Muy coqueta ella espero que le admiráramos su plumaje color café que le sale perfectamente con el anaranjado de su pico, patas y ojos. De inmediato Juanfer improvisó una conferencia sobre ornitología para explicarnos que la mirla macho se distingue porque su plumaje es de color negro. Con el vuelo de la mirla nos pusimos a “rajar” del pájaro gulungo o boyero (o será bollero) muy de moda la semana pasada en nuestros teclados, para llegar a la Santa Teresita del Niño Jesús conclusión (por lo humilde) de que los Todo Terreno estamos en lo cierto, el gulugo es el gulungo, negro azabache él, de buen tamaño, con pico, patas y la parte inferior de las alas de color anaranjado fuerte y que cuelga de las ramas de los árboles sus nidos que los hace en forma de jíquera. ¡ah! y emite un asustador sonido que ni mandado a hacer para cualquier película de Alfred Hitchcock
Respecto a nuestra fluida conversación, en la que hablamos de lo humano y lo divino, menos de fútbol y de política (también creen) dejando para la próxima caminata los temas que no tocamos por falta de tiempo, le dedicamos buenos minutos a comentar el espectáculo “Que Dios nos Ampare” con la soberbia actuación de esa gran imitadora Luz Amparo Álvarez, llegando a la conclusión que el nombre correcto debería ser: “Que de Amparo, Dios no nos ampare”. Ya ustedes se imaginarán porqué.
Pero dejemos esas piernas atrás y volvamos al camino, empantanado y todo. Que alegría, de verdad, ver el resurgimiento de esta vía, que hace 5 años o más fue escenario de una violencia brutal, cementerio sin muros de cadáveres de campesinos que aparecían tirados en sus veras, paisaje desolado de tierras abandonadas, casas cerradas y personas desplazadas.
Más alegría todavía encontrarnos con un grupo scout del Santuario, que iban de caminata para el Carmen, compuesto por alegres jóvenes a quienes saludamos de mano izquierda como es nuestra costumbre, y digo nuestra, porque pertenecí a este movimiento y llevo sus enseñanzas guardadas como la cédula en la billetera. Luego de una breve conversación y de tomarnos la foto de rigor, seguimos nuestros diferentes rumbos pero con una sola misión, el disfrute de la naturaleza.
A mitad del camino llegamos a la tienda de siempre, atendida por su amable y agraciada propietaria quien de inmediato nos reconoce y saluda efusivamente. Unas empanaditas con gaseosa no caen mal y menos al lado de un afiche con tremenda modelo. Con despedida de mano y todo, y piropos disimulados, seguimos el camino, con tramos a veces secos y otros empantanados. Aunque los negros nubarrones se disiparon, las nubes grises que todo lo cubrían nos mataban el ojo anunciando que pronto dejarían caer su precioso líquido sobre nuestra humanidad. Y dicho y hecho, una llovizna “moja bobos y caminantes avispa´os” se nos unió casi hasta el final de la caminata, lo que nos obligó a sacar nuestras capas plásticas para quedar disfrazados de soldados centinelas.
Cuando llevábamos media cuadra de goteras entre pecho y espalda, Juanfer gritó: “hijuemadre, dejé mi sombrero en la tienda” y claro, ahí mismo le seguimos el cuento: “como así, no fregues, y con lo retirado que estamos, quien se devuelve”, ¡eh hombre, con lo bacano que era mi sombrero!, hasta tenía pegado el escudo de Colombia, ¡que vaina! Luego de unos minutos de silencio martirizador, Luisfer sacó el sombrero el cual fue recibido por Juanfer con una amplia sonrisa, acompañado de las explicaciones del caso: ¡cual tienda!, si lo dejaste abandonado en el restaurante del Carmen.
A unos 3 kilómetros del Santuario paramos en un quiosco tipo tienda muy cerca de la escuela rural, atendida por una señora acompañada de su hija de 9 años, dotada con unos preciosos ojos verdes, como los de la mayoría de los niños de estas tierras. Allí saboreamos, entre otros, el famoso rollo de tienda, uno de los manjares más apetecidos de la repostería paisa. Además de detallar la mercancía, muy surtida por cierto, entre la que se destacaba el otrora famoso “pan rey”. Juanfer le dio sus infaltables consejos a la niña, para que fuera una buena hija y estudiante y que nada de novios hasta cuando terminara la universidad. Hasta en eso nos distinguimos los Todo Terreno, y espere que Pacho comience en forma sus caminatas para que vea la labor que puede hacer.
La escuela cerca de la tienda, esta conformada por un edificio de 3 pisos, con cancha de fútbol, básquetbol, juegos y un amplio patio para los recreos. Es decir, los niños y los muchachos del campo tampoco se están muriendo de ignorancia.
A las 12 del día, y teniendo como telón de fondo al Santuario, el imperio de los Zuluaga, condenados a ser los últimos, pero en el directorio telefónico, rezamos a viva voz el Ángelus, infaltable en nuestras caminatas. Tres cuadras más y estábamos sobre la autopista Medellín – Bogotá, en toda la entrada del pueblo.
Allí arrimamos a un cambiadero de llantas para preguntar por donde empalmábamos con la carretera vieja para Marinilla, por lo que alguien de los presentes nos dijo que por la vereda Vargas, a lo que Luisfer respondió: tranquilos muchachos que yo se donde queda, por lo que el parroquiano le pregunto:
¿Y usted por que la conoce?
Es que yo soy de aquí,
¿Cómo así, y usted que apellido es pues?
Pues Zuluaga Zuluaga.
Oigan, ¿de cuales Zuluaga?
Mis abuelos fueron Francisco Zuluaga Aristizabal y Julia Zuluaga Zuluaga
¡Vea pues! si esos son los mismos mios,
uuummmm, ¿entonces vos sos hijo de quien?
Pues de fulano y fulana,
No me digas, entonces vos sos primo hermano mió, dijo Luisfer.
Efectivamente, Francisco y Hernan Zuluaga, dos hermanos que estaban en el negocio, del cual eran sus propietarios, resultaron ser primos hermanos de Luisfer, y después de muchos, pero muchos años, se volvieron a reencontrar. Lo que son las cosas del destino.
Con los destacados comentarios sobre este encuentro, y con la llovizna constante, caminamos unos 800 metros por la autopista hasta llegar a la vereda Vargas, por donde nos entramos para encontrar la carretera vieja entre Marinilla y el Santuario. Este segundo tramo de nuestra caminata lo inauguramos con unas deliciosas rodajas de piña que llevaba el lobato encaletadas en su morral, teniendo a la quebrada Marinilla como testigo de este frugal brindis y a cuyo fondo fueron a parar los corazones de la fruta. Muy cerca de allí nos encontramos las ruinas de unos muros hechos de tapia, que nos sirvieron de inspiración para cantar al mejor estilo de los Ayers “quien vivió en esas casas de ayer, casas viejas que el tiempo borró”.
A un kilómetro nos encontramos la sencilla capilla del Señor Caído de la vereda Vargas, de puertas abiertas y sillas plásticas amarradas entre si con cadenas, lugar que aprovechamos para un breve descanso acompañado de algunas oraciones. A la salida nos despidió una perra raza labradora de esas amigables y confianzudas, para quien todo el mundo es su amo.
Las características de esta carretera destapada, muy diferentes al primer tramo entre el Carmen y el Santuario, son la cantidad de fincas de recreo, la falta de cultivos y el extenso paisaje plano en su mayoría, inundado de fincas y casas campesinas. En una de las casas al lado de la vía encontramos dos hermosas niñas, a quienes les sacamos una sonrisa con la entrega de los bombones. También encontramos algunos estaderos, dotados de piscina; lástima no haber llevado las pantalonetas para disfrutar del “sol” y refrescarnos con el “calor” que estaba haciendo.
Por información que nos dio un taxista al llegar a una ye, volvimos a salir a la autopista. Allí encontramos un negocito de frutas, por lo que aprovechamos para comernos unas mandarinas. En ese punto, y de acuerdo con el estimativo que nos dijo el frutero, estábamos a 40 minutos de Marinilla. Así que por plena autopista y codo a codo con las tractomulas, camiones, los enormes buses de expreso Bolivariano, los carros particulares y una que otra moto, llegamos a Marinilla a las 2,05 minutos, o sea los 40 minutos exactos que nos dijo el señor de las mandarinas, convirtiéndose en la primera persona que nos da el tiempo correcto de recorrido entre dos lugares. Alguna vez se lo reconoceremos, así sea comprándole todas las frutas.
Instalados en el valle de San José de la Marinilla, donde viven unos 41.000 marinillos, la gran mayoría monos, pecosos y zarcos, ubicamos el restaurante conocido por Luisfer, pues no queríamos saber nada del tal palacio del pollo. A decir verdad que el nuevo restaurante resultó agradable y muy bien atendido por Gloria, por lo que se cumplió el adagio: es mejor restaurante bueno por conocer que malo conocido. Así que al sabor de una sopita de pastas con papa criolla, cuñada con bandeja de: arroz, fríjoles, posta sudada (sobrebarriga para Juanfer) ensalada, huevo frito estrellado, tajada de maduro que todos rifamos pero que ninguno se la quería ganar, papitas fritas a lo Olaya y claro frío con bocadillo de sobremesa, le dimos la despedida a esta caminata de tres pueblos, primera en nuestros anales. Y pensar que Juanfer nos estaba echando el cuento dizque para que no volviéramos a mencionar las viandas en nuestras crónicas; mejor dicho, se las tiene que ver con los Mejía, los Zuluaga Zuluaga, los Londoño, Los Olaya, Los Gutierrez y Los Montoya. !Que se olvide¡
En el trayecto del restaurante a la "Terminal", porque esos marinillos también son muy pincha´os, observamos algunas de las hermosas casas que todavía se conservan en nuestros pueblos. Unos enormes caserones, con su patio central sembrado de novios, besitos, claveles y bifloras, y rodeado de corredores con su baldosa reluciente a toda hora. Y que decir del solar trasero al que no le pueden faltar la huerta y los palos de naranjas. Que fachadas señores, como pintadas por el gran Miguel Ángel, que aquí en Marinilla debió ser de apellido Hoyos.
La buseta para Medellín partió con cupo completo y muy bien analizado por el lobato, por aquello del atraco que nos toco vivir, en carne propia y revolver ajeno, hace como 3 meses en el mismo recorrido. Juanfer y Luisfer iban juntos, conversando y mirando la prensa, principalmente la columna de nuestro contertulio Raúl Tamayo, que en esta oportunidad, y gracias a Chuchito bendito, si paso la crítica que le da Juanfer todos los sábados. A mi me toco de vecina una enfermera que trabaja en la clínica del Prado, por lo que me puse al día en todo lo relacionado con partos normales, prematuros, abortos autorizados y cesáreas, llegando a la conclusión que en la actualidad lo que más se demora de un parto es liquidar la cuenta de la clínica. Que tiempos aquellos con dietas de 40 días y 40 gallinas
En el último trayecto por la feria de ganados, Juanfer colgó los párpados y se quedó dormido, menos mal que no maneja. De la buseta pasamos al metro el cual cogimos en la estación Universidad, no sin antes ver los adelantos en las obras del parque Explora y el jardín Botánico, mientras nos deleitábamos con un delicioso guanabanol, es decir, haga de cuenta que estábamos en un elegante coctel citadino.
Cuando me bajé en la estación Estadio comencé a oír los pitos y la algarabía de una caravana de automóviles que bajaba por la canalización apoyando a nuestro candidato Alonso Salazar para la alcaldía de Medellín, por lo que saludándolos pensé: ¡no importa que termine con las plantas de los pies en bajo, pero con la frente en alto¡
Hasta la próxima
Jorge Iván Londoño Maya
A las 9 y 40 firmamos el acta de despedida del Carmen, buscando por entre sus estrechas calles llenas de comercio y de ese exclusivo ambiente pueblerino, la salida para el Santuario, la cual se hace por la cárcel, en la que no entra el delito sino el hombre, según reza en el letrero puesto a la entrada. En los primeros metros recorridos supimos que el barro sería nuestro fiel compañero, por lo que doblamos hacia arriba las botas de los pantalones para evitar el regaño reforzado en nuestras casas, es mejor el sencillo.
Aunque el firmamento seguía con nubarrones, ahora si muy negros y asustadores, íbamos tranquilos porque llevábamos embolsillado el compromiso social de buen clima firmado ante notario por nuestra patrona La Milagrosa, documento muy común por estos días preelectorales para engañar incautos, o pendejos para ser mas claros. Obviamente, y como la Milagrosa poco sabe del estado del tiempo, estábamos dispuestos a perdonarle cualquier imprecisión meteorológica, lo que no hacemos con Máx Henríquez y su eterna “probabilidad de lluvias”.
A medida que caminábamos en medio de nuestra fluida conversación y de la calle de honor que nos formaban los cultivos de hortensias, lirios, cartuchos y pompones, fue llegando la sinfonía compuesta por el trinar de la gran cantidad de pájaros, dirigida por el pequeñito silgorio, siempre vestido con su frac negro y blanco, y dotado de un pulmón pavarotiano, sinfonía que nos acompañó durante los 12 kilómetros que dura este trayecto hasta el Santuario, el cual también cuenta con generosos cultivos de hortalizas, arveja, maíz, fríjol, moras, fresas, tomate de árbol y la infaltable papa, huella dactilar de los campos de tierra fría. A bueno traer de la mano a los que sentados en las cómodas sillas del senado sostienen que el campo se está muriendo.
La bienvenida a un cultivo de arveja, nos la dio una mirla hembra muy bien acomodada en uno de los estacones que sirven de soporte a la enredadera. Muy coqueta ella espero que le admiráramos su plumaje color café que le sale perfectamente con el anaranjado de su pico, patas y ojos. De inmediato Juanfer improvisó una conferencia sobre ornitología para explicarnos que la mirla macho se distingue porque su plumaje es de color negro. Con el vuelo de la mirla nos pusimos a “rajar” del pájaro gulungo o boyero (o será bollero) muy de moda la semana pasada en nuestros teclados, para llegar a la Santa Teresita del Niño Jesús conclusión (por lo humilde) de que los Todo Terreno estamos en lo cierto, el gulugo es el gulungo, negro azabache él, de buen tamaño, con pico, patas y la parte inferior de las alas de color anaranjado fuerte y que cuelga de las ramas de los árboles sus nidos que los hace en forma de jíquera. ¡ah! y emite un asustador sonido que ni mandado a hacer para cualquier película de Alfred Hitchcock
Respecto a nuestra fluida conversación, en la que hablamos de lo humano y lo divino, menos de fútbol y de política (también creen) dejando para la próxima caminata los temas que no tocamos por falta de tiempo, le dedicamos buenos minutos a comentar el espectáculo “Que Dios nos Ampare” con la soberbia actuación de esa gran imitadora Luz Amparo Álvarez, llegando a la conclusión que el nombre correcto debería ser: “Que de Amparo, Dios no nos ampare”. Ya ustedes se imaginarán porqué.
Pero dejemos esas piernas atrás y volvamos al camino, empantanado y todo. Que alegría, de verdad, ver el resurgimiento de esta vía, que hace 5 años o más fue escenario de una violencia brutal, cementerio sin muros de cadáveres de campesinos que aparecían tirados en sus veras, paisaje desolado de tierras abandonadas, casas cerradas y personas desplazadas.
Más alegría todavía encontrarnos con un grupo scout del Santuario, que iban de caminata para el Carmen, compuesto por alegres jóvenes a quienes saludamos de mano izquierda como es nuestra costumbre, y digo nuestra, porque pertenecí a este movimiento y llevo sus enseñanzas guardadas como la cédula en la billetera. Luego de una breve conversación y de tomarnos la foto de rigor, seguimos nuestros diferentes rumbos pero con una sola misión, el disfrute de la naturaleza.
A mitad del camino llegamos a la tienda de siempre, atendida por su amable y agraciada propietaria quien de inmediato nos reconoce y saluda efusivamente. Unas empanaditas con gaseosa no caen mal y menos al lado de un afiche con tremenda modelo. Con despedida de mano y todo, y piropos disimulados, seguimos el camino, con tramos a veces secos y otros empantanados. Aunque los negros nubarrones se disiparon, las nubes grises que todo lo cubrían nos mataban el ojo anunciando que pronto dejarían caer su precioso líquido sobre nuestra humanidad. Y dicho y hecho, una llovizna “moja bobos y caminantes avispa´os” se nos unió casi hasta el final de la caminata, lo que nos obligó a sacar nuestras capas plásticas para quedar disfrazados de soldados centinelas.
Cuando llevábamos media cuadra de goteras entre pecho y espalda, Juanfer gritó: “hijuemadre, dejé mi sombrero en la tienda” y claro, ahí mismo le seguimos el cuento: “como así, no fregues, y con lo retirado que estamos, quien se devuelve”, ¡eh hombre, con lo bacano que era mi sombrero!, hasta tenía pegado el escudo de Colombia, ¡que vaina! Luego de unos minutos de silencio martirizador, Luisfer sacó el sombrero el cual fue recibido por Juanfer con una amplia sonrisa, acompañado de las explicaciones del caso: ¡cual tienda!, si lo dejaste abandonado en el restaurante del Carmen.
A unos 3 kilómetros del Santuario paramos en un quiosco tipo tienda muy cerca de la escuela rural, atendida por una señora acompañada de su hija de 9 años, dotada con unos preciosos ojos verdes, como los de la mayoría de los niños de estas tierras. Allí saboreamos, entre otros, el famoso rollo de tienda, uno de los manjares más apetecidos de la repostería paisa. Además de detallar la mercancía, muy surtida por cierto, entre la que se destacaba el otrora famoso “pan rey”. Juanfer le dio sus infaltables consejos a la niña, para que fuera una buena hija y estudiante y que nada de novios hasta cuando terminara la universidad. Hasta en eso nos distinguimos los Todo Terreno, y espere que Pacho comience en forma sus caminatas para que vea la labor que puede hacer.
La escuela cerca de la tienda, esta conformada por un edificio de 3 pisos, con cancha de fútbol, básquetbol, juegos y un amplio patio para los recreos. Es decir, los niños y los muchachos del campo tampoco se están muriendo de ignorancia.
A las 12 del día, y teniendo como telón de fondo al Santuario, el imperio de los Zuluaga, condenados a ser los últimos, pero en el directorio telefónico, rezamos a viva voz el Ángelus, infaltable en nuestras caminatas. Tres cuadras más y estábamos sobre la autopista Medellín – Bogotá, en toda la entrada del pueblo.
Allí arrimamos a un cambiadero de llantas para preguntar por donde empalmábamos con la carretera vieja para Marinilla, por lo que alguien de los presentes nos dijo que por la vereda Vargas, a lo que Luisfer respondió: tranquilos muchachos que yo se donde queda, por lo que el parroquiano le pregunto:
¿Y usted por que la conoce?
Es que yo soy de aquí,
¿Cómo así, y usted que apellido es pues?
Pues Zuluaga Zuluaga.
Oigan, ¿de cuales Zuluaga?
Mis abuelos fueron Francisco Zuluaga Aristizabal y Julia Zuluaga Zuluaga
¡Vea pues! si esos son los mismos mios,
uuummmm, ¿entonces vos sos hijo de quien?
Pues de fulano y fulana,
No me digas, entonces vos sos primo hermano mió, dijo Luisfer.
Efectivamente, Francisco y Hernan Zuluaga, dos hermanos que estaban en el negocio, del cual eran sus propietarios, resultaron ser primos hermanos de Luisfer, y después de muchos, pero muchos años, se volvieron a reencontrar. Lo que son las cosas del destino.
Con los destacados comentarios sobre este encuentro, y con la llovizna constante, caminamos unos 800 metros por la autopista hasta llegar a la vereda Vargas, por donde nos entramos para encontrar la carretera vieja entre Marinilla y el Santuario. Este segundo tramo de nuestra caminata lo inauguramos con unas deliciosas rodajas de piña que llevaba el lobato encaletadas en su morral, teniendo a la quebrada Marinilla como testigo de este frugal brindis y a cuyo fondo fueron a parar los corazones de la fruta. Muy cerca de allí nos encontramos las ruinas de unos muros hechos de tapia, que nos sirvieron de inspiración para cantar al mejor estilo de los Ayers “quien vivió en esas casas de ayer, casas viejas que el tiempo borró”.
A un kilómetro nos encontramos la sencilla capilla del Señor Caído de la vereda Vargas, de puertas abiertas y sillas plásticas amarradas entre si con cadenas, lugar que aprovechamos para un breve descanso acompañado de algunas oraciones. A la salida nos despidió una perra raza labradora de esas amigables y confianzudas, para quien todo el mundo es su amo.
Las características de esta carretera destapada, muy diferentes al primer tramo entre el Carmen y el Santuario, son la cantidad de fincas de recreo, la falta de cultivos y el extenso paisaje plano en su mayoría, inundado de fincas y casas campesinas. En una de las casas al lado de la vía encontramos dos hermosas niñas, a quienes les sacamos una sonrisa con la entrega de los bombones. También encontramos algunos estaderos, dotados de piscina; lástima no haber llevado las pantalonetas para disfrutar del “sol” y refrescarnos con el “calor” que estaba haciendo.
Por información que nos dio un taxista al llegar a una ye, volvimos a salir a la autopista. Allí encontramos un negocito de frutas, por lo que aprovechamos para comernos unas mandarinas. En ese punto, y de acuerdo con el estimativo que nos dijo el frutero, estábamos a 40 minutos de Marinilla. Así que por plena autopista y codo a codo con las tractomulas, camiones, los enormes buses de expreso Bolivariano, los carros particulares y una que otra moto, llegamos a Marinilla a las 2,05 minutos, o sea los 40 minutos exactos que nos dijo el señor de las mandarinas, convirtiéndose en la primera persona que nos da el tiempo correcto de recorrido entre dos lugares. Alguna vez se lo reconoceremos, así sea comprándole todas las frutas.
Instalados en el valle de San José de la Marinilla, donde viven unos 41.000 marinillos, la gran mayoría monos, pecosos y zarcos, ubicamos el restaurante conocido por Luisfer, pues no queríamos saber nada del tal palacio del pollo. A decir verdad que el nuevo restaurante resultó agradable y muy bien atendido por Gloria, por lo que se cumplió el adagio: es mejor restaurante bueno por conocer que malo conocido. Así que al sabor de una sopita de pastas con papa criolla, cuñada con bandeja de: arroz, fríjoles, posta sudada (sobrebarriga para Juanfer) ensalada, huevo frito estrellado, tajada de maduro que todos rifamos pero que ninguno se la quería ganar, papitas fritas a lo Olaya y claro frío con bocadillo de sobremesa, le dimos la despedida a esta caminata de tres pueblos, primera en nuestros anales. Y pensar que Juanfer nos estaba echando el cuento dizque para que no volviéramos a mencionar las viandas en nuestras crónicas; mejor dicho, se las tiene que ver con los Mejía, los Zuluaga Zuluaga, los Londoño, Los Olaya, Los Gutierrez y Los Montoya. !Que se olvide¡
En el trayecto del restaurante a la "Terminal", porque esos marinillos también son muy pincha´os, observamos algunas de las hermosas casas que todavía se conservan en nuestros pueblos. Unos enormes caserones, con su patio central sembrado de novios, besitos, claveles y bifloras, y rodeado de corredores con su baldosa reluciente a toda hora. Y que decir del solar trasero al que no le pueden faltar la huerta y los palos de naranjas. Que fachadas señores, como pintadas por el gran Miguel Ángel, que aquí en Marinilla debió ser de apellido Hoyos.
La buseta para Medellín partió con cupo completo y muy bien analizado por el lobato, por aquello del atraco que nos toco vivir, en carne propia y revolver ajeno, hace como 3 meses en el mismo recorrido. Juanfer y Luisfer iban juntos, conversando y mirando la prensa, principalmente la columna de nuestro contertulio Raúl Tamayo, que en esta oportunidad, y gracias a Chuchito bendito, si paso la crítica que le da Juanfer todos los sábados. A mi me toco de vecina una enfermera que trabaja en la clínica del Prado, por lo que me puse al día en todo lo relacionado con partos normales, prematuros, abortos autorizados y cesáreas, llegando a la conclusión que en la actualidad lo que más se demora de un parto es liquidar la cuenta de la clínica. Que tiempos aquellos con dietas de 40 días y 40 gallinas
En el último trayecto por la feria de ganados, Juanfer colgó los párpados y se quedó dormido, menos mal que no maneja. De la buseta pasamos al metro el cual cogimos en la estación Universidad, no sin antes ver los adelantos en las obras del parque Explora y el jardín Botánico, mientras nos deleitábamos con un delicioso guanabanol, es decir, haga de cuenta que estábamos en un elegante coctel citadino.
Cuando me bajé en la estación Estadio comencé a oír los pitos y la algarabía de una caravana de automóviles que bajaba por la canalización apoyando a nuestro candidato Alonso Salazar para la alcaldía de Medellín, por lo que saludándolos pensé: ¡no importa que termine con las plantas de los pies en bajo, pero con la frente en alto¡
Hasta la próxima
Jorge Iván Londoño Maya
18 comentarios:
Excelente crónica. Me reí como una boba leyéndola, y me antojé de todo lo que comieron, menos de la sopita de pastas. ni se les ocurra dejar de publicar las viandas.
Saludos,
Mejor dicho: yo leo las crónicas por conocer el menú de cada día, porque la caminada normalmente es de 34 minutos; esta si fue más larga y de verdad la crónica fue la mejor de todas; hasta la lluvia se lució.
Muy bien. Sigan así y ojalá iniciaran una guía buñuelógica y bandejológica de los caminos de Antioquia.
Un Dios les pague bien efusivo a todos los que nos dejan la "limosnita" por nuestra crónica.
Caminantes Todo Terreno
Yá los llaman "muchachos"eso significa que las caminatas rejuvenecen.Eso esta bién.Estas muy olvidadito Juanfer lleva copia del sombrero para la próxima.Me pregunto¿boyero no es acaso el perro acompañante del ganado?me acompañaron en mi época d vaquero.
RUMU
Amigo RAMU, lo de boyero, como perro que acompaña al ganado es un dato bien interesante. Yo tambien lo asimilo al "bolero" que acompaña al enamorado. En fin, esperamos mas comentarios al respecto, porque en este rincón recibimos hasta ropita vieja. Muchas gracias por tus siempre bienvenidos comentarios
Amigo Jorge Iván,esto es lo bueno del blog que se adquieren conocimientos con las excelentes crónicas que cada semana nos relatan y nos hacen revivir nuestro hermoso pasado y siempre hay tiempo para recordar y las cosas buenas nunca mueren.Con sus relatos nuevamente conoceré a mi querida ANTIOQUIA.
RUMU
Excelente la crónica. Parece una fotografía a lápiz y carboncillol, con todos los detalles.
Acordate que si Juanfer no mete la cucharada, Zuluaga se queda sin copnocer a los primos hermanos.
La ruta recorrida, es la mejor muestra de la raza Paisa,asíduela.
Boyero es un perro que ayuda al pastoreo, pero también es el pajaro Gulungo.
QUE VIVA DROMOMANIA CARAJO!!!!
RECUERDEN VOTAR POR ALONSO SALAZAR.
¿Quién es el Señor o señora RUMU? Parece como medio tocayo de algún legendario faraón egipcio.
Lomejor que ha llegado a este blog, es la Señora Elba Cecilia Restrepo G. uno de los más hermosos frutos que ha dado ciuad Bolívar. ¿Qué hay que hacer para pegarse a estas caminatas?
Felicitaciones Señores Todo Terreno, otra muestra más del rico y abundante liderazgo paisa.
SAJEEA
amigo SAJJEA, muy sencillo, mandar un mensaje al emilio del lobato:
londonor@une.net.co para que nos pongamos de acuerdo sobre próximas caminatas. ünico requisito: unas ganas las berriondas de pasar bueno y de conocer estos "tierreros" paisas.
No tengo parentesco con faraones egipcios,soy de raza ANTIOQUEÑA y amante de la conservación de la naturaleza y de las buenas costumbres tal como me enseñoron mis padres y abuelos.Amo los buenos recuerdos y los caminantes me describen con pelos y señas regiones que inexplicablemente tenemos olvidados.
RUMU
SAJEEA vuelve a la carga para rtenovar sentimientos de aprecio a los Caminantes Todo Terrenos. Soy un enamorado de la naturaleza y de todo lo que sea paisaje y verdor, pero realmente me creo incapáz de seguirles el paso, segun puedo deducir de sus deliciosas crónicas, no obstante los acompaño de corazón, con mucha admiración.
No desmayen nunca en su propósito, ya que la vejez no perdona y no hay modo de retroceder.
Mil gracias a Don Pablo Mejía A. quien bajo el seudónimo de rumu, NOS DEJA SUS MENSAJITOS DE ALIENTO....ESPECIALMENTE CON AQUELLO DE LAS VIANDAS.
Juanfer
Mi estimado Juanfer,no soy Pablo Mejia y las viandas las escribe elbaceciliarestrepo,que entre otros cosas leo sus comentarios muy valederos en el Colombiano.Espero que disfruten y nos traigan una nueva reseña de los hermosos y renovados paisajes Antioqueños y dispuestos a cumplir mañana con el deber patrio de votar,¿por quien?por ALONSO SALAZAR.
Que tengan buen día y buena suerte.
RUMU
Señores Caminantes: Los felicito por su buen gusto en el aspecto femenino. La Señora Gloria Gutierrez se ve bastante bien en la sfotos, adoptan de Angelito Guardían a Doña Viena Ruiz, que...mmmmhhhh...y ahora se dejan venir con la Señora ElbeCé Restrepo, a quien tuve ocasión de conocer ena vez en la Universidad.
Que bien caminantes. Espero la próxima crónica.
RUMU
¿Quién es RUMU, y en cuál universidad me conoció? Ah, y gracias por los piropos. Y quién es SAJEEA?
Me causó sorpresa el comentario 14,lo que no comparto es que hayan tomado el seudónimo de RUMU para escribir esa nota,a pesar que la comparto.Soy asiduo lector de este blog,como tambíen de la columna en el Colombiano de elbaceciliarestrepo que hoy estuvo muy valedera,siento como padre los sacrificios para pagar la U de mi hija,a pesar que tengo ayuda de uno de los caminantes.RUMU
Yo SEJEEA como ciudadano pensionado, he incluído en mí vida la lectura de sus aménas crónicas; las cuales espero con ansias, todos los lunes; no obstante han estado como demoradas. Favor no nos hagan sufrir esta espera.
Que bueno ese contacto con la Doctora Elba Cecilia Restrepo.....esa mujer me mata..yo no tengo la culpa. Ya estoy celoso hasta de RAMASU.
Con que de aqui venia " mi pan rey", menos mal que las caminaditas son largas porque sino con esas comelonas que se pegan rodarian por nuestros caminos.
Estos caminantes lo que son es "sardinos" tienen alientos pa rato.
Elbace esta sobrada, mejor dicho que grua no lea estos comentarios
porque la encierra bajo llave, mucho gallinazo revolotiandole
al lado.
Sigan pasiando que nosotros segumios gozando con las cronicas.
Conejita.
Harrison, N.J
Publicar un comentario