Caminata Vereda La Granja (Montebello) - El Retiro
Fecha: sábado 8 de marzo de 2008
Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando
Echeverri Calle, Carlos Alberto Olaya Betancur y Jorge Iván
Londoño Maya
Duración: 7 horas
Nombre: “Sinfonía de Dios en clave de A”
Pues si, el que es caminante repite, y esta vez volvimos a coger para Montebello, que si es monte y es bello. En crónica anterior lo afirmé: “Montebello es la sala de espera del cielo”, calificativo que me valió mi dosis personal de aguacate por sécula seculorum, generosa donación que me hiciera Oscar Domínguez y Giraldo, montebellanita de fruta y cepa, quien a lo mejor todavía debe andar en los dispendiosos trámites notariales para hacer realidad tan mantequilludo ofrecimiento. Mientras tanto, los seguiremos comprando y “palpando”, cual copa B, en el puesto de mi tocayo ubicado en toda la pepa de la carrera 73 con la calle 47D (Antonio Roldán Betancur) donde no se requiere de ficho y mucho menos de fecha en el calendario, porque abre todos los días.
Así que muy advertidos con el cumplimiento del horario, porque si nos dejaba el lechero de las 7 y 30 nos llevaba el de Aguadas, pueblo muy famoso por estos días, nos encontramos en la Terminal del Sur, otra novia de los Todo Terreno, a la que visitamos de vez en cuando pero que siempre nos recibe con los buses abiertos.
Comprados los tiquetes en la flota para el bus de las 7 y 30, pasamos a la barra de uno de los kioscos para disfrutar del sencillo pero delicioso desayuno, que tuvo como entrada un espumoso café con leche y de salida los buñuelotes de siempre, las empanadas con cuerpo de quinceañera y los pasteles de pollo con forma de mini platillo volador, pedido que se hacía de acuerdo con el gusto de cada caminante.
En plataforma nos esperaba un enorme bus marca GMC rojiazul, colores que le afloraron a Luisfer una sonrisa de norte a sur. Adueñados de las primeras sillas, y con una vecina que no sabe de “despechos” ni cree en catarros, salimos cumpliendo horario de cohete espacial, para hacer el recorrido por la autopista sur, la variante de Caldas y terminar en la vieja pero aguantadora carretera para el alto de Minas, en cuya subida la pegamos la miradita de rigor a la hermosa trigueña que atiende el puesto de control de la flota Santa Bárbara, y que el sábado pasado nos dejara boquifruncidos con esos ojos, esas cejas tupidas y esa sonrisa, como para no entrar en más detalles.
Cuando llegamos al alto de Minas, no propiamente quiebra patas, sino quiebra alientos por el delicioso chorizo que allí se come, y que se exhibe colgado por kilómetros lineales, el bus fue parado por el escuadrón de soldados que allí se mantienen apostados; uno de ellos se subió y se presentó como soldado del batallón de infantería Pedro Nel Ospina, (el hombre no sabía que adentro iba toda la cúpula del grupo de caminantes José María Córdova) y agregó: las mujeres se bajan por la puerta delantera y los hombres por la de atrás y no me dejan nada en los puestos. Al bajarnos Juanfer los saludó con un “viva nuestro glorioso ejército Nacional” y a charlar se dijo. Luego de la requisada y la confrontada, vía Internet, de cada cédula; la cual, para desconsuelo mío, me devolvieron con la misma edad, volvimos a los mismos puestos. Ahora si, hágale que vamos es bajando.
En las partidas de Versalles hicimos una parada cafetera y técnico prostática de 5 minuticos, además para destensionar los músculos, porque de ahí en adelante se nos iban a volver con mas nudos que lazo de marinero, porque que hijuemama carretera si estaba peligrosa con el crudo invierno de los días anteriores, contrario a como estaba el sábado pasado cuando cubrimos esos mismos 12 kilómetros a pie. Había que ver algunos tramos, donde el precipicio nos llegaba al cuello. ¡Milagrosa bendita!
A las 9 y 15 llegamos a la vereda la Granja, 4 kilómetros antes de Montebello. Allí terminó el suplicio, por lo que como alma que lleva el diablo nos bajamos suspiro en mano y avemaría en boca de nuestro pomposo y embarrado GMC, que a esas alturas iba repleto de campesinos de la región, a quienes les dejamos el honor de seguir mirando las bondades de nuestra vecina, lo que le valió una despedida con “ultimas” y encima de matadita de ojo de aquel sabemos.
Entramos a tomar tintico a la agradable, surtida y típica tienda, donde no cabe un afiche más del Nacional, pero si la onceaba estrella, pero con malas noticias, porque el dueño y administrador parece que no le ha cogido la medida al café. Así que bien acompañados por dos soldados a quienes invitamos a compartir con nosotros, dimos buena cuenta de unas galletas cucas y de juguitos en bolsita.
A las 9 y 25, teniendo como fondo el aviso de los 26 kilómetros que nos separaban del Retiro, y la bendición de nuestra patrona, dimos el primer paso de nuestra caminata entre la vereda la Granja y el municipio del Retiro, por una carretera destapada, estrecha y que nos depararía unos paisajes como para envolver y llevar a casa.
Como ya vieron en la foto, teníamos 26 kilómetros de plazo para conversar sobre: la cumbre de Río y las caras que ponía el tal correa, la pasada al papayo, con mutilada incluida, de iván ríos, las virtudes y defectos de Baltasar Botero, las columnas de nuestros contertulios Elbacé, Raúlemi y Odominguez. Lo que se nos vendría encima en caso de no haber ocurrido los apretones de manos entre presidentes, así fueran acompañados con la mirada calibre 38 largo del mismo correa. El partidazo que se jugo Nacional frente al Sportivo Luqueño, todo lo relacionado con el capítulo único de la serie: “los reyes ya no somos así”, la desmenuzada de la tertulia del pasado primer lunes de marzo, la llegada a la misma de Jesús María Daniel Samper Ruiz y Palacio, alias sietenpunto, la tolerancia, la sabiduría de Uribe Vélez, la sabiduría de Uribe Vélez, (no se asusten, está por duplicado) la bajada del dólar, la subida del petróleo, los cambios en la cúpula de Empresas Públicas, que le pasará a Salazar que no arranca, las dotes de la vecina de bus ¡ah! y no podíamos dejar por fuera las juevoniadas de JuanCé, con el poema el Seminarista de los Ojos Negros, fina atención del Lobato. Eso si, los temas que no se pudieran tratar por falta de kilómetros, quedaban pendientes para la próxima caminata, y que conste en el acta.
No habíamos caminado dos cuadras cuando nos alcanzó Carlos Eduardo, un joven de la región, residente en la vereda San José, quien terminaba su trote sabatino, por lo que con sobre cupo comenzamos a deshojar metros, que en este primer trayecto son en pura bajada, y a tratar los primeros temas. Carlos, el nuevo, caminaba y oía la conversación; de vez en cuando nos hacía algún comentario sobre la región.
Mientras más bajábamos más metidos quedábamos en el enorme cañón, rodeado por enormes montañas, entre las cuales resaltaba la que sostiene a Montebello, el cual se aferra a la misma como garras de leona en cadera de cebra. La quebrada la honda hace su aparición, dueña ella de un buen caudal, que en un largo trayecto sería otra compañera más del grupo.
Al llegar al final del descenso, encontramos el puente sobre el río Tigre, sitio desde el cual eran lanzados por los paracos los cuerpos de las personas que ellos masacraban, siempre acusados como auxiliadores de la guerrilla. Nos contaba Carlos que esta zona estuvo azotada nueve años por esta clase de delincuencia, tiempo durante el cual atropellaron a la población civil y cometieron delitos inenarrables en esta crónica. Por fortuna desde hace varios años, tal vez cinco, volvió la paz a toda esa región y a casi toda Colombia.
A un costado del puente se encuentra el monumento más pequeño que hayamos encontrado, dedicado a la virgen del Carmen, quien hoy es la encargada de velar por la seguridad de viajeros y caminantes de esa otrora peligrosa vía, pero que hoy renace para darle posibilidad de trabajo a muchas personas que hoy vuelven a tener allí un techo y una ilusión de vida
Comienza el ascenso, que en sus inicios no es pronunciado. Esta zona es inestable por lo que ha dejado a varios campesinos sin vivienda, debido a las grietas formadas en las casas. Se presentan igualmente varios derrumbes, algunos de gran magnitud, que nos hacen acelerar el paso y pedirle a Juanfer que le merme volumen a su vozarrón.
La subida nos vuelve a mostrar a Montebello, ahora si en toda su plenitud. Como siempre, se destaca la iglesia, la que por su altura siempre saca la cara por todos los pueblos. Los cafetales a lado y lado de la carretera no se hacen esperar y con el rojo de los granos aparecen los palos de guamas, los platanales con sus enormes racimos, las gallinas que ni se inmutan por nuestra presencia, los yucales; mejor dicho, todo un sancocho en vivo y en directo.
Y que decir del muestrario de pájaros, comenzando por un par de hermosas soledades conversando como Tola y Maruja en la rama de un árbol, y siguiendo con una bandada de toches que disfrutaban de una amena tertulia en pleno cafetal y que con nuestra presencia desplegaron el vuelo para mostrarnos su negro plumaje y sus pintas color rojo, ratificando así que siguen siendo los chachos mas hermosos de la cuadra.
Mas o menos en la mitad del camino llegamos a las partidas para san José, allí nos despedimos de nuestro caminante ocasional Carlos Eduardo, quien, como mínimo, se empapó de la situación del país y del continente. Entrados en jurisdicción del Retiro aparecen nuevos horizontes. Atrás dejamos la divisa de Montebello y los cafetales, los cuales en esta zona son reemplazados por extensos aguacatales, cuyos frutos, en forma de bombillos verdes, hacen de cada árbol un árbol de navidad que perdura todo el año. ¡Feliz navidad muchachos!
Para alegría de Luisfer llegamos a la fonda Monte Verde, en donde aprovechamos para refrescarnos y deleitarnos con nuestra tradicional picada de chitos, a la cual le mezclamos papitas de limón. Esa fonda tiene un quiosco muy singular, construido por el mismo propietario, armado con ventanillas de buses chatarreados. Como era de justicia, a los de apellido Pilsen les toco de a par cervezas, porque a decir verdad el calor era intenso con ese día tan esplendoroso. No sólo nos refrescamos sino que disfrutamos el paisaje que se aprecia desde la terraza del estadero.
Reiniciada la marcha procedimos con el rezo del Ángelus, (12 y 15 el día) el cual fue interrumpido por un grupo de testigos de Jehova, ¡que tal! dirigidos por una hermosa rubia, quien nos entregó unos volantes de invitación a una celebración en la Ceja.
Mas adelante nos encontramos una colorida culebra cazadora que se deslizaba por plena carretera, pero que se hizo “la muerta” cuando sintió nuestra presencia, momento que quedó registrado en la oportuna cámara de nuestro polaroid Olaya. Esta culebra nos hizo recordar que tenemos pendiente por pagar la cuenta de los servicios. A propósito, que esta crónica sirva para recordarle a polaroid que debe hacer el reclamo por el exagerado valor que le están cobrando por el servicio de alcantarillado.
En algunos tramos de la carretera, no sólo de ésta, sino de muchas que transitamos, la vegetación nos proporciona frescura y sombra, por lo que Caliche, con su inigualable ingenio, nos dice: “muchachos, aprovechemos que el aire acondicionado natural lo pusieron en alto”, y en efecto, se quita uno la cachucha, respira profundo y siente como el aire frío crea un refrescante oasis. Y que decir del aroma cuando los árboles son pinos o eucaliptos. Definitivamente a sufrir no salimos.
Seguimos devorando los 9 kilómetros de ascenso hasta que llega la recompensa. En efecto, se nos presenta una hermosa cascada empotrada en la montaña, la cual no se ve en toda su magnitud debido a la espesa vegetación que la cubre. Para llegar hasta la cascada nos salimos de la carretera y caminamos quebrada arriba hasta que llegamos al sitio donde se aprecia todo ese caudal de agua, que baja raudo golpeándose contra el lecho rocoso, produciendo una sinfonía de naturaleza viva y un ambiente húmedo por las gotas en miniatura que por millones flotan en el aire. Como nadie nos supo dar el nombre de la quebrada que forma la cascada, o el nombre de la misma, la bautizamos “Sinfonía de Dios”. Nombre registrado en la notaría única celestial.
Salidos de este momento mágico, regresamos a nuestra carretera, para encontrarnos con el estadero los Guaduales, allí disfrutamos de más cervecitas y unas empanadas que iban cogidas de la mano de un ají señoritero que no les hizo ni cosquillas a nuestros catadores boquidragones de Luisfer y Juanfer. Estando allí se nos vino el aguacero, creo yo que como respuesta de la Milagrosa a la desatención por la rubia aquella cuando rezábamos el Ángelus; lo que nos obligó a ponernos nuestras capas plásticas. Así que en fila india y cual procesión de monjes camandulenses, seguimos carretera arriba buscando el alto.
Además de las fincas de recreo, los aguacatales, los hermosos pinares, los cultivos de flores, entre ellos los de hortensias, las cascadas y los bosques nativos, se encuentran algunas trucheras, de las cuales sobresale la que aparece en la foto, cuyas instalaciones dan la sensación de una amplia autopista gringa.
Cuando amaina la lluvia alcanzamos el alto. Allí fuimos saludados por un humilde campesino que regresaba a su casa montado en su yegua, llevando en el anca el bastimento para la semana. El viejo quien posó muy majo para la lente de Olaya, le preguntó después de la primera foto: ¿si quedé bien? (como de pellizco, diría Elbacé) expresión que le valió el último de los bombombunes.
Desde el alto se divisa el hermoso municipio del Retiro, con sus modernas urbanizaciones, sus bien trazadas calles y sus hermosos morros vecinos. Una cabalgata nos da la bienvenida, la cual es alborotada por Juanfer al ritmo de su arenga “Que viva Uribe” la cual fue copiosamente correspondida por los jinetes.
A las 4 y 25, es decir, siete horas después de haber dado el primer paso en territorio montebellanita, nos echamos la bendición en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, patrona de los 18.740 guarceños (tranquilos que yo también creía que eran retirenses) que disfrutan de un agradable clima, de la mejor agua aromática del oriente (pídanla en el quiosco) de su titina banda municipal, declarada fuera de concurso en varios eventos, de los amenos estaderos y de las tradicionales mueblerías. En su pequeño, pero hermoso parque, se encuentra, entre otros, el monumento a la libertad, inaugurado en diciembre de 2007.
Luego de conversar varios minutos con una atractiva y elegante guarda del tránsito, pasamos al restaurante la Silla, el cual tuvo el honor de contar entre sus comensales a los Todo Terreno, quienes despachamos en lo que dura una retreta de la banda del Retiro, cuatro señoras bandejas, con porción extra de papitas tal como le gustan a Olayita. Cuando terminamos nos dimos cuenta de que habíamos olvidado la foto de los platos, no obstante que el polaroid, con la curia del caso, había instalado su cámara en el sofisticado trípode que anda estrenando por estos días.
Hablando de estreno y antes de que se me olvide, porque de lo contrario “quien se lo aguanta”, ahí lo tienen exhibiendo el reloj Casio que se compró en la “venta directa de bus” durante la caminata anterior. Con razón en esta caminata le incluyó los segundos a la hora que nos daba
Del restaurante pasamos a la moderna Terminal de Transportes, en donde tomamos el bus que salía a las 5 y 45. Los diez minutos de espera los aprovechamos para seguir conversando, porque como casi no tuvimos tenido tiempo de charlar. Cuando el chofer metió la llave en el encendido, Olaya creyó que el asunto era con él y ahí mismo prendió sus motores somníferos. Claro que después de semejante madrugón, de tremenda patoniada y suculenta bandeja, que mejor que una siesta bajo el arrullador ruido del motor de un elegante Sotraretiro.
Luego de una hora por la ya conocida vía de las Palmas, llegamos al Intercontinental en donde se bajó el Zuluaga para tomar taxi hasta su casa; bueno, eso fue lo que nos dijo. Nosotros nos bajamos en la avenida 33, en donde Olaya tomó taxi y Juanfer y yo nos fuimos en metro hasta nuestras casas.
Para que no se queden pensando que quiere decir la letra “A” que le puse al nombre de la caminata “Sinfonía de Dios en clave de A” ésta se refiere a la sinfonía de Aguas y de Aguacates que por fortuna pudimos disfrutar, así fuera de pura vista, en esta dura pero hermosa y gratificante caminata.
Hasta la próxima
JORGE IVAN LONDOÑO MAYA
Para ingresar al álbum de fotografías de esta caminata, favor utilizar el siguiente vínculo:
http://picasaweb.google.es/joaco6161/Montebello_ELRetiro08_03Marzo
8 comentarios:
Me reí todo el camino, y hasta me parece haber caminado con ustedes. LO he dicho y lo sostengo: tenemos un escritor fugado y se nos sigue haciendo el bobo.
Qué buena crónica. Muy divertida, con unos apuntes que se los quisiera OD. Yo por mi parte, le doy un Nobel, como mínimo.
CELENTE!!
¡F E L I C I T A C I O N E S !!!!
Muy, mucho agradable crónica; pero que señora caminata.
Imagino que el 80% es subiendo, porque El Retiro queda muy alto y ustedes llegaron mirándolo abajo.
Hace varios años esa zona estaba completamente llena de pinos pátula que había sembrado una sociedad de propietarios en unión con Corforestal. ¿Todavía existen?
Hola, descansen unos días...
Amigos:
El comentario anterior lo escribí yo, pero no me salió con mi firma
Herodes Nepote
k
Definitivamente estoy de acuerdo con Doña ElbaCecilia. Ese Lobato, nuestro caminante cronista, se merece un OSCAR. El de la Academia y que le encimen al Dominguez, si es que quiere recibir a éste último. Felicitaciones Lobatico, personalmente y como caminante me siento orgulloso de tus letras.
Chaito y hasta el próximo palazo,
Juanfer
Denunciemos a quienes cazan animales silvestres o comercian con los mismos.
Como JuanCé preguntó por este medio, le respondo. Efectivamente esa zona todavía cuenta con extensos sembrados de pino pátula y otras especies, pero el que se lleva los apláusos es el agucate injerto. Que belleza de caminata por tanta variedad de paisajes, y las caídas de agua ni se diga. Mi Dios si es muy bueno con nosotros y ni peaje cobra.
Jorge Iván debes de tener la mochila que te llevaste llena de aguacates y de felicitaciones,no desfallezcan y continuen mostrándonos nuestra región Antioqueña.
RUMU
Lobato, poeta fugado de los arrevoles de los amaneceres y aterdeceres de nuestro firmamento,
que hermoso escribes, tu pluma lleva por tinta el sentimiento con que narras cada cronica. Y te refrendo la escritura de aquella
cascada a la que bautizaste
"Sinfonia de Dios."
Conejita.
Harrison. N.j.
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