Caminata Caldas - Morro Gil - Caldas

Fecha: sábado 27 de septiembre de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga (Zuluaguita) Carlos Alberto Olaya Betancur (Polaroid)
José María Ruiz Palacio (Chema) y Juan Fernando Echeverri
Calle (JuanFer)

Nombre: Extasiados y Extraviados en medio de la Belleza

Definitivamente no hay día feo, todo es bonito; pero esta mañana si estaba como medio pispita apenas, tirando a descompuestita. Es que con más de nueve horas de lluvia y ese frío tan fregao, como que tiraban más las cobijas que los caminantes. Pero bueno, en pie y a toda prueba, estaba listo a las 4 y45 a. m. para cumplirle a mis muchachos, Los Caminantes Todo Terreno. Bajo la lluvia tomé el Metro en la Estación San Javier, más frío que “pirinola de muerto” y en dos patadas estaba en la la estación Itagüí, donde llegue con antelación a lo fijado con los muchachos, quienes se me fueron apareciendo al paso, primero el Zuluaguita y luego Chema; quedando pendiente el Olayita y obviamente Jorge Iván Londoño Maya (El Lobato) quien previa excusa, se había volado con su esposita p’al Corralito de Piedra allá en la Costa Atlántica; es decir, pasó el aguacero pa’ otra parte.

Sólo faltaba la presencia del Olayita, quien comunicación telefónica fue contactado y ya venía en camino, así que nos dirigimos a un toldito cercano a la estación Itaguí, a tomar tinto y que tinto...maluco cual purgante; no obstante, le compramos el vasito de petróleo crudo al Olayita, como fina atención del Zuluaguita, la cual tenía más de castigo que de cualquier otra cosa, por su llegada tarde. El castigado, y sin que nos diéramos cuenta, (eso pensaba él), dejó más de medio pocillo en una de las basureras del lugar.

Reunidos pues los Todo Terreno y lamentando la obligada ausencia del Lobato, nos encarapetámos en una buseta de Caldas, gracias al servicio integrado con el metro, la cual nos dejó en el parque del citado Municipio, donde el agua, que es el común denominador del lugar, dejaba caer sus últimas goticas tímidas y frías, sobre todo lo llovido el día y noche anterior, lo cual no impidió para que los Todo Terreno, diésemos una mirada al bien tenido parque, nos dirigiéramos al hermoso templo de Nuestra Señora de las Mercedes, elevado a la categorías de catedral, pa’ que no jodan pues, donde dimos gracias al Patrón por los favores que a diario nos brinda.

Cuasi santificados, pero “con más hambre que piojo de peluca”, salimos a buscar desayunito, advirtiendo previamente que fuese livianito, ya que la empresa que nos esperaba de “levantale” la bata al Morro Gil y vele los cucos, no era cualquier cosita, según nos había informado el Chema; por lo que era recomendable ir con la alforja gástrica ligerita.

Fue así como ingresamos a la Panadería y Cafetería Piporara, palabra que en lengua de alguna de nuestras tribus aborígenes del Valle del Aburrá, significa algo así como “buena o agradable”, y tomando asiento en una mesita de regular tamaño, con los codos fuera de la misma en posición “Carreño”, procedimos a pedir cuatro desayunitos de celador en quincena, consistentes en café con leche, chocolate, “croasant”, buñuelo al gusto para el paladar de los respectivos “antojaos”, viandas que no nos dieron un brinco y que fueron pagadas de contado por nuestro tesorero emergente el Chema, quien desde ya empezaba a tirar cuentas en los dedos, de cuánto se podría economizar al final de la jornada sobre la acostumbrada vaca que hacemos en cada caminata.

Así los cuatro caminantes y mejores amigos, siendo las 8 y 39 a. m. deslizamos pasos por una calleja directo al parquecillo conocido “di’antes” como “el parque de los ricos”, según nos informó Chema, de quien había olvidado decir, era hoy nuestro guía en ésta caminata, ya que como hijo dilecto y pródigo de Caldas, se conoce toda la región, con pinos, yarumos, musgos, helechos y vecinos incluidos, lo cual es comprobable ya que tiene un saludo por cada paso cúbico que dábamos.

Suavecito pero firmes, pasamos por el cementerio de la población, haciendo reverencia a Nuestra Señora del Camino, sustituta hoy de la Milagrosa, quien también se fue de paseo con el Lobato, y tomamos la carretera que lleva a Primavera, por donde Olaya y Chema hicieron debutar sus cámaras con las primeras visticas. Llegados a la vereda “La Salada”, nos encontramos nuestra primera atracción. Un sitio denominado Derivado de la Leche, donde venden a buenos precios todas esas golosinas que se hacen con “el líquido perlático de la consorte del toro” para deleitar paladares e incrementar barrigas; con “contales” que el Chemita, como tesorero y gracias a sus atribuciones como tal y sacrificando rentabilidad, compró veinte panelitas para compartirlas con nosotros, dizque pa’l frío.

Ahí mismito, en el mismo local ocupado por los derivados de la leche, pudimos ver y conocer una típica mueblería (Muebles Encanto) de tipo artesanal y creemos que única en su estilo, donde se hacen muebles, verdaderas obras de arte, utilizando los polines o traviesas del desaparecido ferrocarril de Antioquia y del de Amaga, estantillos y lo más curioso, raíces ancianas de esos palos de comino, que hace ya muchos años y según contaban los abuelos, cubrían los bosques de Titiribí, Urrao, Frontino y tantos otros pueblos y regiones, pero que era tan apetecida la madera de éstos, que sucumbieron al “hacha que mis mayores”, pero quedan las raíces, de las cuales parece, se levanta la misma Antioquia con toda su decadente pujanza, así como se levantan sus brazos y cofias como queriendo abrazar el pasado.

Fría la mañana, saltonas las leves gotas de rocío y lluvia, el sol “enruanao” y los caminantes a paso ligero por pavimento y ascenso nada pronunciado. Pronto llegamos a la vereda La Clara, bañada por la quebrada del mismo nombre, donde el Río Medellín (Aburrá) bajaba bien crecido y con sus aguas rojizas, debido a un derrumbe que había caído sin su permiso más arriba y en su propio lecho la noche anterior, constituyendo “una de esas violaciones a la naturaleza y que se quedan impunes”, dirá cualquier loco antiecológico, de esos que no ven el daño que hacemos a natura, la cual cobra por ventanilla y sin factura. En este sitio de La Clara y como particularidad, en un estrecho margen de recorrido, desembocan las quebradas la Clara y la Salada al Río Medellín (Aburrá), convirtiéndose el sitio en atractivo turístico y una verdadera estrellita hidrográfica de la región.

Al fondo, a lo lejos, se divisa el Municipio de Caldas, me refiero a la parte urbana, el cual medio se escondía entre esa niebla que se escapaba lenta y vaporosa de las montañas vecinas.

Digamos que el Municipio de Caldas, “La puerta del Sur”, ubicado en el Valle del Aburrá (no de Aburrá) limita por el norte con los municipios de La Estrella, Sabaneta y Envigado, por el Oriente con el Retiro por el sur con Santa Bárbara y Fredonia y por el occidente con Amagá y Angelópolis, es decir, se convierte en un centro de turismo ecológico de gran atractivo para caminantes y amantes de la naturaleza, considerando las hermosas características y sitios naturales que componen toda la región sumada; pero tan inexplotado y poco conocida, ya que no se le hacen el reconocimiento y promoción debidos.

Caldas hacia el año de 1820 pertenecía a La Estrella y se llamaba Partido de la Miel. En 1840 se inició su fundación, gracias a la acción de Don Roque Mejía, quien siendo dueño de las tierras, cedió las mismas con el ánimo de fundar el pueblo, que estaría comprendido entre el río Medellín (Aburrá) y la quebrada La Valeria, encomendando el trazado de calles a los hermanos Antonio y Nicanor Restrepo. Al nuevo asentamiento se le dio el nombre de La Valeria y para ocupar el mismo, se importaron los Correa, los Montoya, los Vélez y los Ángel, dispuestos a luchar por la naciente población. Más tarde se le dio el nombre de Caldas, en justo reconocimiento al sabio y prócer de nuestra independencia, el payanés Francisco José de Caldas, fusilado vilmente por los “chapetones” en Santa Fe de Bogotá, luego de su famosa: “Oh, larga y negra partida”.

Caldas se ubica a 22 Km. de Medellín y a un altura de 1.750 m.s.n.m., con una agradable temperatura de 19° C, una extensión de 133.40 Km2 donde se acomodan muy ampliamente sus 68.200 habitantes, siendo la quinta aglomeración urbana del Área Metropolitana del Valle del Aburrá.

A los nacidos en Caldas se les denomina Caldenses, no obstante por la cantidad de aguaceros que caen en la región a Caldas se le dice “Cielo Roto” y a sus naturales “cielorotanos”, gentilicio preferido por Chema, hijo dilecto de la región, tal como ya había tenido oportunidad de acotar con antelación. Los caldenses o cielorotanos, viven orgullosos de sus aguaceros, ya que comprenden y afirman “que a mayor número de aguas caídas, quebradas más limpias”. En honor a sus aguaceros se celebran las fiestas del aguacero, hacia la segunda semana de octubre, así que ya están próximas, es decir pongan a ventiar su paraguas pa’que visiten este querido municipio y lo disfruten.

Efectivamente, Caldas es un municipio rico en aguas y es así como lo riegan el río Medellín y las quebradas la Miel, la Valeria, la Clara y la Salada. Igualmente tiene una orografía importante siendo sus principales alturas el alto de Minas, el Romeral, San Miguel, Marvé, Chamuscador la Romera, la Cruz, la Miel, Santa Isabel y morro Gil. ¿Cómo? Si me desvié del tema por preguntones, claro, Morro Gil, pa’ donde íbamos los caminantes; así que dejemos la cháchara y sigamos con nuestro relato o crónica de la caminata.

Por una carreterita estrecha y “pavimentada”, fuimos ascendiendo en forma suave, rodeados de vegetación, mucho eucalipto y pino, algunos pájaros que desafiaban el frío y algunas casitas campesinas, ya que cada vez más, el paisaje se llenaba de naturaleza y ambiente rural, hasta llegar a la vereda La Clara, bañada por las aguas de la quebrada que la bautiza, donde el piso pierde el pavimento. Mientras arriba el sol se mostraba tacaño en calor más no en luz, ya que dejaba escapar algunos destellitos por el ojo de la chapa, la neblina como que se quería ir pero también quedar y las alturas y montañas, se mostraban hermosas e imponentes con sus chales de bosques de pino y vegetación nativa, para deleite de los caminantes y de las lentes de las cámaras; belleza ésta, enmarcada a mano derecha por la corriente furiosa del Río Medellín, que no perdía su color rojizo.

De pronto, chema hace un alto en el camino y dice: “Bueno, el que quiera cervecita que avise, ya que de aquí para arriba no hay donde conseguirla”, mientras señalaba un pequeño negocio a borde del camino, a lo cual Zuluaga, haciendo un esfuerzo casi sobrehumano, aceleró el paso y con él toda la tropa.

Piedra en el camino, algunos baches encharcados y con pantano, pero no en forma exagerada fue lo que siguió para nosotros, en un paisaje donde la soledad impera, hasta que en un momento dado, Chema se arrima a la chambrana de una bonita finca llamada Villa Candela, de donde sale un “candelillo” parecido al Chema y unos metros más atrás una señora bastante bonita, quienes nos saludaron, procediendo Chema a presentarnos a su hermano Javier, fiel copia de Chema, pero con pelo, sin gafas y sin barriga; quien estaba ayudando a su vecina a limpiar el derrumbe que había caído al Río Medellín, ahí mismo en Villa Candela, y que algunos daños había causado a la finca, ya que según Javier, “hay que ser solidario...” y es como lo más lógico, con tremenda vecina, con derrumbe o sin derrumbe.

Allí Chema y su hermano Javier intercambiaron saludos y algunas palabras y luego proceden a hablar sobre la caminata que ya teníamos iniciada, por lo que Javier, como buen conocedor de la región, nos da indicaciones de la ruta para subir a morro Gil y rodearlo, haciendo un circuito en el mismo; instrucciones que quedaron claras (eso creía yo) Continuamos nuestra marcha por un sendero que cada vez más se estrechaba, se humedecía y se acompañaba de la soledad y de bosque nativo frondoso, combinado con pino canadiense y espátula, del género de las coníferas , abietíneas, que tanta controversia originan sobre el empobrecimiento de la tierra (situación sobre la cual hay quien dice lo contrario), pero que si alejan las aves de los bosques , ya que no les placen para hacer sus nidos y buscar su sustento; pero eso si, son el sostén de cientos de familias gracias a la explotación de su madera y su pulpa, incluyendo los derivados que de ésta industria se desprenden.

El sol definitivamente se acostó a dormir y se puso su ruana sobre la cabeza, las nubes se oscurecieron, el frío se sentía en el ambiente y torciendo por un sendero a la izquierda, ingresamos a los terrenos de Morro Gil, aquí donde la familia de nuestro José María Ruiz Palacio “Chema”, tuvo hace años su finca llamada Morro Gil. Según nuestro compañero, quien empezó a mostrarnos y señalarnos el lugar donde estaba la casa del mayordomo (mayordueño que llaman), borrada del todo por el abandono, y así, mientras escuchábamos las historias y remembranzas de Chema, además de caminar y caminar, pasamos un recodo, donde nos llamó la atención un calvario muy bien tenido, con una cruz de hierro, plantada sobre un gran montoncillo de piedras, de esas que representan igual número de padre nuestros, de esos que se lanzan a las ánimas, pa’que algunos de ellos les caigan. En ese mismo instante y como el roce de una guadaña cortando el viento, se escuchó la voz de Zuluaguita quien exclamaba: ¿Y cuándo se nos murió Chema?? Situación que a todos nos sorprendió, pero que nos dejó más“groguis”, cuando pudimos comprobar que en la muy bien tenida cruz de aquel calvario, se leía perfectamente: “José maría Ruiz P. Abril 16 de 1947”.

“Era mi abuelo, nos dijo, sin ocultar un dejo de tristeza, fue asesinado en ese mismo lugar” y procedió a contarnos a zancadas orales, más o menos lo acontecido con su abuelo, ese que no conoció, mientras forzábamos nuestra marcha hacia Morro Gil, el cual ya nos mostraba allá a lo lejos, su cima redonda, como simulando una gran cabeza y coronada por esa gran mancha oscura que lo cubre, formada por el bosque nativo, en el cual se aferraban hasta esa hora, densos copos de esa neblina andante, que poco a poco se apodera del paisaje .Abajo y a nuestras espaldas, se nos mostraban las montañas encintadas y aferradas, unas contra otras las alturas, formando un cuadro bellamente impresionante, apenas para la más hermosa panorámica.

Suba, baje, en columpios suaves, nada exigentes. Un clima frío y un viento apenas perceptible. El sol parece quiere despertar de su siesta, pero el cielo oscuro no lo deja. El camino se estrecha, se pierde en medio de la maleza. Un árbol caído aquí, otro allá y la pringamoza, a la que denomino “el aguamala de los bosques”, ese bejuquillo enforbiáceo que se negó a ser arbusto, hace estragos sobre nuestra piel, con su caricia picante.


Agáchese, trepe, descuélguese, brinque...parecíamos en una carrera de obstáculos, tanto así, que en tres oportunidades propuse, por prudencia, devolver nuestros pasos y seguir la caminata hacia otro sendero más transitado; además que presentía, que estábamos medio perdidos. Pero quién frena a Zuluaga?? No le importan los árboles caídos, las murallas vegetales, las espinas, la pringamoza o el camino borrado y tras él seguíamos; hasta que de pronto: ¡Las capas!! Arrancó la lluvia, la cual no duró mucho, pero si ayudó a tornar más difícil el camino. Al poco rato la misma calmó y el sol corrió su ruana hacia un lado para mirar el paisaje y dejarnos sentir algunos rayitos sobre el cuerpo, lo cual aprovecharon nuestros fotógrafos Chema y Olayita, para tomar sus visticas, ya que inclusive habíamos llegado a un bosque de pinos, de lo más hermoso que hemos visto y contemplado.

Un total tapete de musgo multicolor, interrumpido por los troncos de los pinos elevados al cielo, formando figuras indescriptibles y dejando sobre nuestros ojos, un paisaje medio bucólico, medio romántico y medio misterioso que nos llenaba todo el cuerpo y nos tocaba el alma, ya que la cantidad de plantas silvestres y flores, incluyendo hermosas y diminutas orquídeas, tenían sabor a encanto. Subiendo, bajando, cruzando y saltando árboles caídos y rehaciendo el camino, lo cual se nos volvió nuestro común denominador, en esta conjugación de belleza, nos dimos cuenta que definitivamente estábamos medio extraviados, pero no perdíamos los ánimos ni nos desmoralizábamos, ya que estábamos en lo nuestro. Caminar.

Parece que la tensión nos daba habladera y luego calladera, máxime cuando animados ante el encuentro de un camino medio tapado que bajaba, dijimos: “Este si es y dele pa’abajo....” mientras se nos largaba, en medio de rayos y relámpagos, un torrencial aguacero que “nos mojó hasta el CDT como dice Olayita”, como para acabar de empatar las cosas y dicha de Zuluaguita, que le saca gusto hasta a una emparamada. Definitivamente estábamos extasiados y extraviados en medio de tanta belleza, como extraviada estaba una corriente de agua, que perdió su cauce e invadió nuestro camino y nuestros zapatos, haciendo más complicado nuestro paso y hasta peligroso el recorrido, dado lo liso del terreno y la presencia de verdaderos voladeros al borde del sendero. ¡Animas benditas del purgatorio que nosotros aparezcamos!!!

Eran las 3:14 p. m. cuando escuchamos el rotor de un helicóptero que nos llegaba de arriba. ¡Nos están buscando!! Fue nuestra exclamación y risas, ya que nosotros no perdemos el ánimo y seguimos adelante, mientras poco a poco se perdía el rugir del helicóptero, quedando sólo la voz del viento entre los pinos, el canto de las aves y el murmullo del agua al caer en la espesura, producido por una catarata que no pudimos ver, pero que puede tener algo más de 70 metros de altura, según nos comentó Chema, conocedor de la región, la cual definitivamente, es toda una reserva de agua y humedales.

Sólo nos quedaban unas dos horas de luz solar y eso que a medias, ya que había que tener presente la neblina, que silenciosamente se desliza y envuelve todo. Teníamos como unas diez panelitas de leche, cinco granadillas y una botella y media de agua, lo cual había que reservar para la comida, por si nos tocaba amanecer por estos lados, agachados y recostados el uno contra el otro y con temperaturas por debajo de cero grados...(nuevamente risas).

Siguiendo el camino y con el jalón nervioso de Olayita, que parece no quería amanecer en Morro Gil, ya que dormir a la intemperie y en posición fetal no es bueno, fuimos destapando y tragando camino, hasta un sitio donde éste se bifurcaba a derecha y a izquierda. Casi por intuición, tomamos el de la derecha, pero luego de caminar por algo más de media hora, nos dimos cuenta que ese sólo llegaba a “ninguna parte”, dado que estaba bloqueado por unos árboles caídos y un gran abismo que lo cortaba.

Muchachos, el camino era el otro dijeron Chema y Zuluaga y devuélvase nuevamente, a deshacer los pasos ya recorridos, en medio de ese verraco aguacero que parecía no terminar, como tampoco terminaba el camino; el cual alcanzado en su punto de retorno, fue tomado por los caminantes optimistas y esperanzados, máxime que ya la lluvia empezaba a ceder, a lo lejos se divisaban algunas casitas y más allá, luego de pasar un recodo, el Municipio de Caldas, el cual en ese momento y luego de estar perdidos y con más de siete horas de no ver una cara diferente a la de mis compañeros, ni una vaca, ni nada que se moviera, diferente a las copas de los árboles mecidas por el viento; me pareció que era el más hermoso del mundo.

Alegres, en otro tono y comentando nuestras peripecias y la belleza de ésta caminata, sin duda una de las más hermosas que hemos hecho, fuimos poco a poco tocando la civilización. A nuestras espaldas quedaba la cabeza redonda de Morro Gil, el bosque, las aguas por montones, las formaciones pétreas en los barrancos y laderas, los caminos a medio tapar, la neblina y la belleza virginal y siempre bella de natura, acompañando el calvario que recuerda y señala el sitio donde falleció Don José María Ruiz Posada.

Mientras bajábamos apareció una burbuja blanca, a lo que dije: Más de siete hora sin ver a nadie, palabra que le doy un pico al primero...” y efectivamente, venía manejando una hermosa muchacha, quien con su burbuja, remolcaba como a tres muchachos en bicicleta y ataviados con cascos y trajes especiales, para la práctica del ciclismo a campo traviesa, deporte extremo, que requiere tener “de aquello” para descolgarse a grandes velocidades por caminos empedrados, mojados, llenos de pantano y en descensos increíbles. El pico se lo quedo debiendo monita, fue mi interior consuelo.

Una de las últimas atracciones de nuestra enriquecedora caminata, la cual es digna de repetirse, fue el paso por el Alto de la Cruz, accidente geográfico de regular altura y cruzado por el camino, coronado en su parte superior por una gran cruz de hierro pintada de blanco, como de diez metros de altura, tipo estructural , verdadera obra de arte, la cual hasta Constantino habría envidiado y que hoy recuerda a fieles, creyentes e impíos, que “con éste signo vencerás”.-

Mojados, empantanados, con pintas de locos recién volados, con nuestros zapatos llenos de agua, los cuales hacían glug glug glug a cada paso, mientras imaginábamos nuestros dedos blancos y arrugados y nuestras uñas reblandecidas, especiales para ser cortadas, fuimos entrando a Caldas, escoltados por las torres de su iglesia al fondo y las miradas de los parroquianos, mientras por una calle inundada de comercio, de música, de discotecas y borrachitos iniciados, buscamos El restaurante Milán, donde atendidos como lo que somos: Reyes de los caminos; dimos cuenta de cuatro deliciosos y abundantes almuerzos, ya que teníamos un hambre o mejor cuatro hambres, que se podían encostalar.

Friolentos, medio mojados, felices, con un equipaje lleno de experiencias y cosas bonitas, los zapatos encharcados y muchas cosas por contar, abordamos los Todo Terreno una buseta de Caldas con conexión al Metro, la cual nos llevó a la estación Itagüí, donde nos despedimos de Chema, quien seguía a su casita y el resto de los caminantes, luego de abordar nuestro querido “gusanito” nos dijimos hasta luego, en las respectivas estaciones, que nos ponen a tiro de piedra de nuestros hogares, donde nos esperaba a todos, el beso de nuestras esposas, un baño tibio y un merecido descanso.

Hasta la próxima pero sin perdida, ya que la Milagrosa, nanay mijitos que la volvemos a dejar ir a pasiar.

JUAN FERNANDO ECHEVERRI CALLE (Juanfer)

Caminantes Todo Terreno Medellín - Colombia

10 comentarios:

José María Ruiz Palacio dijo...

¡Felicitaciones Juanfer! Te quedó que ni pintada la crónica. Siento de nuevo la neblina y el olor del musgo es delicioso. Hasta repetiría panelitas y caminada.
José M.

Anónimo dijo...

Juanfer,nuevamente,tus dedos bailan maravillosamente en tu teclado,tus crónicas siempre están llenas de conocimientos y de enseñanzas.¡Muy bién,Juanfer!
RUMU

Jorge Iván dijo...

Tremenda crónica para tremenda caminata. Quedé de baño. Felicitaciones a Juafer y a mis compañeros caminantes porque me hicieron quedar muy bien.

Anónimo dijo...

Hombre: Definitivamente la fidelidad, detalles y desprendimiento de mi cuñado RUMU si s fuera de serie. es el hincha número 1 de los T.T. y el enamorado de la naturaleza contada.
Gracias RUMU, CHEMA y LOBATONGO por los mensajes.

Anónimo dijo...

Juan Fernando, la verdad no pareces banquero sino escritor de carrera, pues hasta a mi se me mojaron los tenis. Con esta bella cronica me senti recorriendo el camino con los T.T.
"El sol se acosto a dormir y se puso su ruana sobre la cabeza".
Felicitaciones.
Gloria Luz.

Anónimo dijo...

Don JuanFer:
Como estas exquisitas crónicas ya son internacionales, pues valía la pena, después de felicitar no sé si al narrador, a los protagonistas de la caminata o a todos, como quien dice, aclarar que el pino espátula al que te refieres, tiene como nombre verdadero Pinus patula, de origen mexicano, es decir, es del género Pinus, pues Coníferas viene siendo Clase, o sea que incluso está por encima de la Familia Pinácea y no "abietínea" tal como está descrito en la crónica.
Perdona la aclaración; es una tontería mía, de chocante, pero todo está muy agradable en la lectura, hasta el punto que lo lleva a uno a pensar que cuando sonó el "alicótero" de verdad los estaban buscando, cosa contraria a lo que hubiera sucedido si la pérdida hubiera sido real.

Anónimo dijo...

Gracias a Gloria y a Don san JuanCé por sus palabra sen sus mensajes.
Efectivamente como dice Don san JuanCé, el famoso pino despeinaito que llamamos "pátula o espátula" es el mismo Pinus Patula, pero que pereza "esas pronuncias y uno con los dientes flojos". En lo que tiene que ver con abietíneas no es invento mío y adelanto el "pongo" pa'la apuesta. Bienvenidos tus comentarios sabrosos, útiles e instructivos hombre Don San JuanCe y mil gracias.(Patentáme el aguamala del bosque, para la pringamoza)
JUANFER

Anónimo dijo...

Yo no sé por qué pero esta crónica me la había perdido, tanto como ustedes en morro Gil. De verdad que me alcancé a asustar! qué tal uno perdido en un morro y en medio de semejante aguacero y tragedias. ¡Abrase visto, Sarita! Juanfer, muchas, muchas mejor dicho todas las felicitaciones. No sé que hacen mejor, si escribir, tomar fotos, comer o caminar. Qué bien por los TT.

Anónimo dijo...

MIL GRACIAS A DON SAN JUANCE Y A DOÑA ELBACE, PEWRO ES QUE CUANDO ENTRE LETRADOS Y ESCRITORES SE ANDA, ALGO SE APRENDE, ASI SEA HUMILDEMENTE.
UN ABRAZO ,LLENO DE NATURALEZA VIVA Y VERDOR DE PAISAAJES DE ARRIERIA Y FINA ESTAMPA,

JUANFER

Anónimo dijo...

Me encanto el poema, ahi esta pinta mi hermana GLORIA,los felicito a todos ustede por esas caminatas tan cheveres que hacen, y a mi hermana que bueno que desperto la leona dormida, me refiero a los poemas FELICIDADES