Caminata Colegio Latino hasta Santa Elena y circuito por la vereda La Palma

A manera de prólogo.

A veces, los sueños se cumplen… En mis años de trasegar por el valle del Aburrá, siempre me llamó la atención ese filo que forma la montaña que tiene a un lado el cañón de la quebrada Santa Elena y al otro las faldas de El Poblado, con su bosque de torres de apartamentos y la continuación hacia el sur del valle, comenzando en el centro comercial San Diego, continuando hacia arriba con el Seminario Mayor sobre su lomo además de torres de comunicaciones, algunas parcelaciones fastuosas, poco ya de bosque nativo, y rematando su empinada extensión en la meseta del alto de Santa Elena. Siempre viéndolo desde lejos y soñando con que algún día subiría por el camino que se distingue a lo lejos. Y pasaban y pasaban los años.

I
Es sábado 11 de octubre de 2008, y como de costumbre los Todo Terreno, ahora también todo clima, quedamos de encontrarnos a la 7 a.m. en la estación de servicio “Juan B” en el centro comercial San Diego Junto a la glorieta del mismo nombre en donde termina la Avenida Oriental o Jorge Eliecer Gaitán, en el cruce con la Avenida 33, por nomenclatura la calle 37 y de ahí para arriba, la llamada variante a Las Palmas que está estrenando en algunos tramos doble calzada y en otras apenas está en construcción.
Teníamos programada la salida hacia el alto de “La Paloma”, la altura máxima que presenta la cordillera mientras bordea el valle del Aburrá y de ahí, por caminos verdales continuar hasta el corregimiento de Santa Elena, almorzar sancocho de gallina y regresar a la ciudad temprano para ver el partido Colombia vs Paraguay que se pronosticaba como el resurgimiento de nuestra selección bajo la batuta del profesor Lara.

Todos muy puntuales en el encuentro, decidimos llegarnos en buseta de El Poblado hasta el barrio Loreto que hace ruta traviesa casi hasta la variante de Las Palmas y de ahí por dicha carretera hasta el Colegio Latino para ya entrar al camino veredal que nos llevaría al alto.

Abordamos una buseta de la ruta, atestada a esa hora de obreros de la construcción que bien sentaditos esperaban llegar a su destino; nosotros como micos agarrados de los tubos apenas lográbamos sostenernos por la rapidez y las volteretas que daba como loco el conductor por entre la maraña de calles, callecitas, callejones, desvíos, subidas, bajadas y hasta que por fin llegamos a nuestro destino. Lo raro era que aunque el inefable radio del carrito estaba prendido, el volumen era discreto, casi inaudible para los pasajeros. Pensamos que ojalá siempre fuera así…Bueno; recuperado el aliento y sin tembleque ya en las piernas, tomamos rumbo a las Palmas , mientras abajo en la ciudad, el esquivo sol de estos días y la bruma contaminante, smog que llaman, se peleaban palmo a palmo cada rincón que les había dejado hace rato la noche.

Ya sobre la vía las Palmas en uno de sus miradores tomamos las primeras impresiones del paisaje: Sobre la vega del río, al frente de nosotros, resaltan imponentes, majestuosos los mellizos de Bancolombia en el espacio que ocupaba la cementera “Argos”. Más allá el aeropuerto Olaya Herrera y otro bosque de torres Belén arriba y la loma de los Bernal al fondo, bajo la tutela del cerro de las Tres Cruces, cubierto por las nubes.

II
Seguimos el camino y
de pronto estábamos en medio de las obras de otro tramo de la doble calzada a las “Palmas”, con lo que se mejorará la circulación por el lugar; lo malo es que el “General Invierno” insiste en entorpecer las obras. Ya a la altura del Colegio Latino abandonamos la variante y nos metimos por una calle arriba que según los veteranos T.TS., antes era camino de herradura. Había un enorme avispero de las que llaman “Quitacalzón” en un Yarumo y recordé mi infancia… Más arriba, una desviación hacia la izquierda y en cascajo puso la nota de duda de por cuál sería el camino.

Primó la cordura y regresamos sobre nuestros pasos hacia la ruta de siempre. Sobre la derecha en un establo había dos bonitos ejemplares vacunos de raza Polled Hereford, el torete muy parecido a José M. por cierto. Abandonamos la carreterita pavimentada y nos metimos por un camino de cascajo; llegamos a un terraplén que supusimos era para una nueva construcción y seguimos de largo hacia la izquierda. Había otro camino por la derecha, pero consideramos que íbamos por donde era. Por entre un bosquecito de eucaliptos y pinos y un camino de hojarasca, llegamos a la cumbre del filo desde donde se divisa casi todo el cañón de la quebrada Santa Elena con sus barriecitos colgados de las laderas, muy conocidas por sus derrumbes y tragedias.

III
Ahora teníamos mientras subíamos, a la izquierda el cañón de la Santa Elena y a la derecha todo el sur del valle del
Aburrá con sus bosques de torres y a nuestras espaldas la vega del río en un marco de montañas y tapizado de Smog y nubes bajas. Aún así la vista es sobrecogedoramente hermosa y a medida que ascendíamos, más imponente el paisaje. Ya estábamos a campo abierto y seguíamos buscando, a insistencia de Juanfer, un camino a la derecha que nos llevara al alto de “La Paloma”, porque ya veíamos que por este llegaríamos arriba, pero por otro lado.

Ante la maravilla del paisaje, nos fuimos olvidando de la otra ruta y siempre convencidos de que valdría la pena el esfuerzo de seguir por este camino. Un poco más arriba nos encontramos a 5 muchachos de entre 18 y 22 años que según nos dijeron, después del amable saludo, estaban acampando ahí desde el día jueves bajo unos grandes pinos, entre cuyas raíces tenían un fogata prendida. El aspecto de los jóvenes infundía algo de recelo y mejor seguimos camino arriba ligerito, luego de que Juanfer les regalara gustoso parte de nuestra ración de agua.

La cuesta se empinaba otros buenos grados en nuestra contra en esta parte y el camino a la derecha no aparecía. Aquí nos dimos cuenta de la importancia de nuestros bastones y Lobato empezó a querer más y más a Pompilio como llama a su cayado, por el apoyo que representa en estas contingencias, cuando el camino empieza a mostrar rocas filudas y zanjas profundas aquí y allá, aptas únicamente para cabras montesas, de las que pululan en los Alpes Suizos o en las Rocallosas en E.E.U.U.

El empinado y pedregoso camino sirve también de cauce para los torrentes que forman las aguas lluvias bajando de la cumbre, lo que lo hace resbaloso como jabón y cada paso hay que darlo firme y seguro, clavando el tacón del zapato, luego de haber tanteado el lugar con el bastón y de apoyado éste después en otro lugar, dar el paso seguro. La vegetación a los lados del camino también a veces sirve de agarre y así, casi reptando aferrados al camino llegamos a un descansito que aprovechamos para el milagro de las mandarinas, otear el horizonte y compartir impresiones sobre la marcha. Y sobre los “Parceros” que dejamos atrás. Juanfer insistía en la ruta a la derecha que no encontrábamos.

Seguimos monte arriba y a medida que ascendíamos, el camino se ponía peor de escarpado y resbaloso. El bastón y soporte para la cámara fotográfica de Olaya, bautizado por nuestro contertulio Begow como Unípode, ahora servía de tráiler para remolcar a Lobato que decidió que era más fácil seguir hacia arriba, que devolverse en semejantes circunstancias tan escabrosas. Ahora nos encontrábamos ante una caprichosa obra de la naturaleza que como escalera de piedra nos invitaba a escalarla. Desde arriba y con los brazos abiertos, Juanfer a vos en cuello gritaba que esa escalera de rocas era como “Los Estoraques” famosos de Santander, formaciones caprichosas de la naturaleza que ahora son parque nacional. La foto era obligatoria en este caso, y aunque Olaya no alcanzó a subir del todo, quedó muy buena y será un gran recuerdo. Desde este punto también vimos que los “Parceros” ya no estaban bajo los pinos en donde los encontramos.

IV
Ya falta poco… No se veía pero se adivinaba porque a esta altura encontramos el recuerdo coprológico de un gallinazo, aves que anidan en sitos inaccesibles, según dijeron los conocedores del asunto. Y sí, efectivamente después de semejante trepada, por fin el ángulo del terreno cambió radicalmente y penetramos en la espesura de un bosque de chusco enmarañado y algún chistoso hizo relación del nombre de la planta con el apodo del futbolista Sierra al que llamaban “El Chusco Sierra”, que supuestamente no servía sino para estorbar como este otro.

Recordamos a Morro Gil por lo enmarañado pero sin pérdida posible porque el camino se abrió bastante y luego de un corto trecho, encontramos el camino que venía del “Alto de la Paloma” cruzándose aquí con el nuestro que continuaba por unas escaleras de madera hacia alguna de las veredas de Santa Elena. Ya estábamos en sitio reconocido por los T.Ts. y mientras Lobato agradecía a su tocaya la Milagrosa por habernos llevado con bien hasta aquí, nos montamos al sendero que se cruzaba en nuestro camino y raudos seguimos rumbo Santa Elena en busca del sancocho merecido. El sueño de escalar el filo de la montaña estaba cumplido.

El paisaje cambia totalmente; ya sólo alrededor monte y más monte protegido y entresacado de especies no nativas, y entre éste, vereditas semiocultas que llevan a quién sabe dónde, muchas matas de jardín silvestres adornan el camino que se llena de aire frío y aromas recordados, nada parecidos a los del diario transcurrir. Avistamos a lo lejos un caminante precedido por dos perros; uno amistosísimo y el otro tan tímido como amistoso el otro; con él conversamos algo de lo que sacamos que era propietario de tierras por esos lados que sentía invadidas por caminantes extraviados, lo que lo molestaba.

Seguimos en nuestra ruta y mientras caminamos discutimos lo divino y lo humano, arreglamos el caminado de la selección Colombia y la clasificamos, aprovechamos la caída de las bolsas para especular con las acciones que no tenemos y reelegimos a Uribe por enésima vez mientras acabamos con guerrilla y ponemos al Chávez y su secuaz bordaditos Correa a buen recaudo. Al evo de Bolivia lo dejamos que se lo coman sus indios de la Sierra. Un paisaje Alpino enmarcaba a unas ovejas que pacían tranquilamente con sus chaquetones de lana y un vagón de los antiguos Ferrocarriles Nacionales, reposaba su maderamen añoso junto a la cerca de una finquita de recreo. Estábamos negociándole el TLC a Obama y Uribe, cuando llegamos al asfalto de la red de rutas veredales de Santa Elena.

V
Por estos lados nos dimos cuenta que el acostumbrado desayuno comunitario esta vez se había extraviado y no encontrábamos sitio para corregir el entuerto, por lo que tocó seguir caminando carretera abajo.
Sentados unos muy juiciosos mientras otro les daba algún tipo de indicación, nos encontramos un grupo de Scouts de los varios que veríamos por estos lados, dado que su base o campamento principal se encuentra en la zona y se llama Campo Escuela “El Temprano” a donde llegan los fines de semana y en vacaciones a disfrutar del aire puro y a perfeccionar su entrenamiento para la vida. “El Escultismo es un estilo de vida” Dijo Sir Robert Baden Powell, Lord Inglés y fundador del movimiento.

Como no falta el lunar, ya casi llegando a nuestra meta, un recipiente dispuesto para las basuras por la comunidad, estaba en el más absoluto desorden con bolsas rotas diseminadas por el piso de manera grotesca, situación a la que de inmediato trataron de poner remedio los T.Ts. recogiendo de la mejor manera posible y colocando en su sitio los desperdicios. Cumplida de la mejor manera la buena acción, tomamos un desvío a la derecha que afortunadamente una vecina nos hizo rectificar y en su compañía llegamos a la carretera en cercanías del parque de Santa Elena. Sobre nuestra izquierda encontramos a bordo de la vía un restaurante que mostraba en sus vitrinas unos enormes chicharrones departiendo animadamente con unos chorizos rechonchos, mientras las arepas se entretenían en hacernos caritas de comeme pues.

-¡Desayuno a la vista! - Pensamos en coro. Nos acomodamos en una de las mesotas y con un plato repleto de empanadas llegó una de las jóvenes dependientes a tomarnos el pedido. Maravillados por el detalle y mientras las devorábamos, encargamos desayuno frugal: Un chorizo con arepa y chocolate cada cual. Ya era casi la hora del almuerzo, pero pensamos en hacer un recorrido por la zona antes de almorzar. En menos de lo que se amarra el cordón de un “mocasín”, estaba el pedido sobre la mesa con un cuarto de quesito montañero en cada arepa. Nadie lo recatió, y más bien pensamos en coro otra vez – ¡Si así es el desayuno, como será el almuerzo! - Lobato le puso voz al pensamiento y preguntó con timidez:

- ¿Qué es el almuerzo hoy?

Sancocho de Pollo o bandeja; claro que también tenemos carnes al gusto del cliente – Le respondió una señora pequeñita que parecía ser la patrona de la cocina. Dos enormes ollas humeantes y varias parrillas disponibles confirmaban lo que aseguraba la señora. Y claro; a mirar los contenidos fueron los futuros comensales. Quedamos casos para más tarde.

VI
Ya sobre el medio día estábamos en el parque del corregimiento Santa Elena, admirando las esculturas de la familia de silleteros en bronce, del pájaro en madera, de las palomas en piedra talco y la hermosa capilla con ese interior que invita al recogimiento. La casa de gobierno es también un monumento digno de admirar y conservar en la retina. El parque estaba inundado de Scouts de las diferentes ramas y de parroquianos tomando el sol de medio día. A un lado de la capilla un muchacho armaba ramos de diferentes plantas y Lobato aprovechó para preguntarle por una ruta que nos trajera de regreso más tarde al lugar y nos sugirió subir a las torres de comunicaciones que se divisaban desde ahí, para bajar a la vereda La Palma y nos dijo por donde arrancar. Siguiendo sus instrucciones pasamos por el cementerio, luego por el centro educativo y de ahí nos internamos en un bosque de pinos que nos mostró un camino trillado por los caminantes habituales de esos lados.

Nos internamos monte arriba y la maraña de chusco nos hizo retrasar mientras nos lográbamos librar de él por lo tupido, el camino desaparecía por partes y Lobato precavido vale por varios caminantes: Con tiras de plástico de color rojo fue marcando a intervalos el camino por si nos teníamos que devolver. Más o menos a la 1 p.m. estábamos en la cima junto a las torres de comunicaciones, en donde encontramos a una parejita en un campero “disfrutando” del paisaje circundante. Entablamos conversación con ellos; él era gringo; ella, una morenita con rasgos indígenas, bonitica y simpática, quien muy amablemente nos ofreció llevarnos hasta la vía princial, por lo que le respondimos que nuestros interés era caminar.

Ya de nuevo sobre asfalto monte abajo llegamos a una tienda de abarrotes de esas que se llaman de entrecaminos, muy surtida en mercancías y clientela, especialmente femenina. Llamó poderosamente nuestra atención una chica a la que Lobato de dijo: Tienes unos ojos extravagantemente hermosos. Era cierto: 20, 22 años, pelo negro cogido en cola de caballo, rostro alargado sutilmente, perfil afilado, una boca grande, expresiva y unos ojazos negros enmarcados entre unas largas pestañas y unas cejas formando un arco inverosímil desde cada lado
de su frente hacia afuera y arriba. Una Odalisca, una Uri, una gitana…


VII
Refrescados de garganta y vista con cervecita y lindas clientas del lugar, continuamos y a las 2 de la tarde estábamos arribando al restaurante “Los Pinos”, en donde nos recibieron como a príncipes y de inmediato se puso a nuestras órdenes una joven llamada Sandra que tomó los pedidos de los hambreados caminantes.



Cervecitas y claro de Mazamorra primero por favor;

ah, y cinco sancochos. 4 no más – dijo Olaya.

¿Y esos? dijimos en coro, ¡Uf! estoy muy lleno, que traigan cuatro sancochos.

El mió poquito, dice José M

¿Y eso? – Dijimos en coro –

¡Uf, estoy muy lleno, no traiga sino 4 sancochos.

El mío poquito - Dijo José M.-

Entonces medio sancocho – Dijo Sandra -

¿Medio? Entonces a mi tráigame un cuarto – Dijo Juanfer –

¡A mi sí entero y porción de arroz! – Dijo Lobato.

En esas llegó el primer plato. Es decir, un plato hondo de gran tamaño sobre otro plano conteniendo una humeante y rebosada porción de sancocho de pollo que Zuluaga inmediatamente decomisó para sí, pasándole revista olfativa acuciosamente y dándole el V.B. reglamentario.



¿Eso es medio? – Dijo Lobato – ¡No, no, entonces tráigame medio no más!

¡Y a mí un cuarto! – Repitió Juanfer

¿Entonces un consomé con presita?- Dijo Sandra maliciosa.

Llegó el resto del pedido junto a un viaje de arepas calienticas, ensalada verde, ají picantico, cubiertos y manos a la obra.

Misión casi imposible; estaba tan caliente que más de una lengua terminó lesionada, pero ya más tibio, empezó a desaparecer de los platos. Como por arte de magia, doña Edilma la jefa de la cocina; una señora bajita, delgada, ya entrada en años, pulcramente vestida y con una simpatía que desarma al más huraño, se arrima a cada plato con un cucharón sopero repleto de más sancocho y con frases como: ” Venga mijito le echo otro poquito que Usted está como muy flaquito”.




Vuelve y llena el plato de Juanfer; luego le aplica la misma dosis a Zuluaga, diciéndole: “Vea mijo, tenga otro poquito que usté se ve como muy pálido”; a José M. le dijo: “Mírele la cara de hambriado, pobrecito; tenga le lleno el plato otra vez”. A Lobato le dijo:” Usté es mi preferido, tenga pues otro poquito”. Olaya chupaba saliva y cerveza mientras tanto… Al rato, vuelve y empieza la fiesta con doña Edilma. Ya nadie quiso servirse más pese a la insistencia de la amable señora y a la simpatía de Sandra que gozaba parejo las ocurrencias de doña Edilma y las disculpas de nosotros.

Más llenos que el bobo de la casa y agradeciendo las magníficas atenciones del lugar, esperamos la factura; es grato encontrar sitios para disfrutar de una buena comida, en este caso almuerzo, sentirse importante, solícitamente atendido con mucha amabilidad y simpatía sin tener que pagar los gastos del mes del lugar por el servicio. Cuatro sancochotes de pollo, tres cervezas y dos claros de Mazamorra más el valor agregado de la buena atención, la amabilidad, el orden, el aseo, etc. etc. por $34.000 pesos, es un regalo aquí y en cualquier parte. Quedamos comprometidos con el lugar y sus atenciones para volver y mandar gente.

Epílogo

Salimos raudos después de pagar, no fuera y que de pronto doña Edilma nos obligara a quedarnos a la comida y nos tocara samparnos la ollada de fríjoles que gorgoriaban en el fogón de leña del lugar. Fuimos caminando hasta encontrarnos con la buseta que salía para Medellín, la cual abordamos y rapidito estábamos a la vista ya bajando hacia el valle del Aburrá del imponente filo por el cual habíamos subido en la mañana. Ni nosotros mismos nos lo creíamos; la inclinación en parte del filo supera los 45 grados a la vista y por ahí subimos. A cada curva que hacíamos en la buseta bajando y mientras estuvo el filo a la vista, la satisfacción por la hazaña y el sueño cumplido de uno de nosotros nos alegraba el espíritu y con el ánimo dispuesto y gozoso, nos fuimos a ver jugar a la otrora gloriosa selección Colombia cada uno por su ruta después de llegar al centro de la ciudad…

José M.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

CTT,esa caminata fué un recreo,me tocó suspender la lectura al terminar la sancochada,no sé que pasó después.
RUMU

Anónimo dijo...

Don José María: Que buena su crónica y que buen relato, para mostrar a propios y extraños las maravillas que tiene nuestro hermoso Valle del Aburrá y que pocos conocen, pro que ustedes con sus plumas ponena la vista y sentimiento de los lectores, sin necesidad de visa ni de tiquete.
Ustedes son caminantes ecológicos y calladamente, hacen mucho por el medio ambiente:YA QUE PARA CAMINAR, UNO NO SE PUEDE ENAMORAR DE LOS ZAPATOS, SÓLO DEL CAMINO Y DEL PAISAJE. ¿ADELANTE CAMINANTES TODO TERRENO; QUE SUS CAYADOS NO DEJEN DE HENDIR NUESTRAS TROCHAS Y SENDEROS!!!
JESUS ALONSO BOLIVAR

Anónimo dijo...

Huy, poeta, te lucites!!! Muy buena la crónica, pero mejor el sancocho. Del sábado no paso pa ir allá, aunque sea en twingoneta, y dejarme atender por doña Edilma. ¡Humillones!

Buen trabajo, TT y TC. Felicitaciones!

Jorge Iván dijo...

De maravilla la crónica de Josema, con su estilo muy particular. A veces perderse es ganar demasiado, como se reza en las tertulias futboleras, y esta vez a los Todo Terreno nos correspondió ganarlo todo, porque pudimos ver a Medellín desde el sitio mas privilegiado. El costo fue alto por la dificil subida, pero al final la recompensa fue superior. Que pena con Elbacé que nos tenga que decir ¡humillones! pero es que este oficio de caminar........no da pa´más

Anónimo dijo...

Sinceramente, ¡qué envidia!
Ese es el Parque Arví y pronto empezarán a meterle plata a dos manos, reparando caminos indígenas, exhibiendo muchas colecciones de "cositas" encontradas en la zona.
Como no me dedicaron el sancocho, pues ya ve, me pareció poquito...

Anónimo dijo...

Queridos amigos T.T. es que ustedes si son de racamandaca, buenos en las subidas y tambien pa'las bajadas. Es que para ustedes no hay camino que los detenga, y mas afortunados nosotros que pasiamos sin comprar tiquete ni pedir visa como escribio jesus Alonso Bolivar , porque yo desde aqui por los New Jersey, me la paso de paseo con ustedes cada ocho dias, que maldita dicha ser amiga de los TODO TERRENO. Asi que ya se les internacionalizo la caminata.
Josema, felicitaciones que cronica tan lucida y amena, pero menos mal que no la leen Correa, Chavez y Evo, porque sino ahi si habia problema. Y Don Uribe esta tardio de nombrarlos: Ministros de la Cultura y Civismo de nuestro pais y
desde luego el grado Honoris Causa de Ingenieros de Caminos, o no?
El album completo de las fotografias esta buenisimo, se lucen en todo los T.T.
Bien amigos por aqui desde el norte, me despido.

Gloria Luz."coneja"