Crónica Caminata San Vicente - Girardota

Fecha: sábado 29 de agosto de 2008

Caminantes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya.

Duración: 7 horas, 15 minutos

Nombre: Señora Caminata

Reconocimientos: A Nuestra Patrona

Preámbulo:

Esta caminata, que la teníamos en la mira muchos sábados atrás, nos fue soplada obviamente por uno de los tantos Zuluaga nacidos y criados en el municipio de San Vicente. A fuego lento la fuimos adobando hasta que dio tajada; incluso Josema, también nuestro cartógrafo, la envinó con mapa satelital, y tal. El único lunar fue la ausencia de Olayita, quien bajo dispensa papal tendría que dar cabal cumplimiento a una tertulia familiar.

El Encuentro

Esas terminales, que para nosotros son el principio, se siguen disputando nuestra presencia, y esta vez el sorteo se lo gano la del Norte. Así que muy temprano calentamos banca luego de comprar los tiquetes para San Vicente, y probar el obligado cafecito en leche con “cualquier bobadita”. La hora exacta que disponíamos para la salida la dedicamos a leer prensa, rajar de las pirámides y del Nacional y alabar al poderoso de Zuluaga y Josema y a la delegación de Antioquia a los Juegos Nacionales; ¡Cuidado va y no!

El Viaje

Acomodados a lo señorita normalista (de lado) en esa incómoda buseta, que más parece para transporte escolar, dimos inicio al ronco concierto en do mayor que nos brindaba el motor diesel. El paso por la vía regional, a la altura del barrio Toscana, se hizo a 3 kilómetros por hora debido a la carramenta que por estos días, meses y el año entero, origina el desvío por el daño en la autopista (?) norte, daño que lejos se gano el primer premio anual a la desidia de la secretaría de Obras Públicas. Liberados de ese embotellamiento cogimos la que si puede llamarse autopista Medellín- El Santuario, esa misma que otros sin motivo aparente extienden hasta Bogotá. Y el concierto en do mayor, ahí.

San Vicente

Llegamos justo para misa de 9 con los oídos tapados y las piernas encalambradas. Como lo primero es eso, entramos a la iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá para pedirle al Creador nos provea de la vida, el verdadero capital, y de salud, el mayor interés.

Los casi 26 mil sanvicentinos se adormecen en las enredaderas de sus extensos cultivos de frijol, los cuales cuñan con papa, maíz y fique. Como pocos municipios, son dueños de unas rutas ecoturísticas que cubren la mayoría de sus 243 kilómetros cuadrados, cuya información se encuentra bien detallada en las hermosas vallas de madera instaladas en las cuatro salidas del pueblo.

Siendo infieles con Teresa, la administradora del restaurante parroquial, escogimos por segunda oportunidad el restaurante El Paisa, bajo la atención y la sonrisa de la monita de siempre. Tamales, tela y chocolate fue el sencillo pedido que dio paso a uno de los desayunos más tradicionales.

Despedidos por la sonrisa de la monita y con su “por aquí a la orden” en su inconfundible acento paisa, pasamos a la calle principal para observar el siempre encantador comercio de nuestros pueblos, la casa que durante ocho años vivió nuestro General de División José María Córdova, algunas casas viejas con sus balcones de siempre, y sentir el calor y la amabilidad de los parroquianos que a esa hora daban inicio a sus actividades. Para coger la ruta correcta preguntamos a tres personas y oímos tres respuestas distintas, lo que nos hizo sentir en la nomenclatura Neoyorkina. Al final el conductor de un camión de escalera nos puso en la ruta correcta. Marcaba el reloj las 9 y 30 de una mañana resplandeciente.

Por la vereda La Enea

Por una carreterita estrecha, destapada, embarrada y con el presagio con sabor a 31 de octubre que nos dijo un señor que tapaba huecos con una pala, quien nos manifestó: “esto no es nada para lo que les espera”, dimos inicio a la ansiada caminata. Como era de esperarse en las propias goteras aparecieron los cultivos de fríjol, maíz y unos muy extensos de fresas cubiertos con sus enormes ruanas de plástico que asemejan un espejo donde el firmamento se peina y se mira las poquitas arrugas.

Al comienzo encontramos muchos campesinos a quienes preguntábamos si íbamos en la dirección correcta para Girardota, ¿GIRARDOTA? exclamaban todos con cara de asombro, “Si eso ta muy lejos”, hasta hubo alguien que nos sentenció: “estarán llegando a las cinco”. Viendo la cara de esas personas pensaba para mis adentros: ¡Uummm, en la que nos metimos!

Van apareciendo los imponentes paisajes típicos de nuestro oriente, compuestos por extensos valles con algunas elevaciones, adornados con verdes en todos los tonos, casitas casi todas de color azul y rojo y apacibles bosques de pinos, de tanta belleza que cualquiera de ellos clasifica como modelo para el cuento de Caperucita Roja.

La carreterita, entiéndase trocha, nos muestra las huellas del invierno, largos tramos de pantano colorado y enormes huecos por donde solo pasan los camperos que atienden el transporte de la vereda La Enea y los camiones de escalera que van hasta Ovejas.

La vía presenta varias bifurcaciones, algunas de las cuales nos habían sido advertidas por los campesinos y otras donde quedamos a merced de nuestra Patrona, por lo que a lo desgañetado tuve que preguntar en tres oportunidades a personas que se encontraba a buena distancia nuestra cual era la ruta correcta para Girardota. Con razón comentó Juanfer que para la próxima había que llevar binóculos, y así, teniendo al otro tan cerquita, no había necesidad de gritar tanto. Como están las cosas tendremos entonces que cambiar la brújula por un megáfono. De todas formas, siempre se nos aparecía alguna persona a píe o en moto, a quienes cariñosamente llamamos “Los milagrosos” en homenaje a nuestra patrona, quienes nos ratificaban que íbamos por la ruta correcta.

Volviendo a los huecos, encontramos un camión con bultos de papa que se hallaba a la vera y su conductor y ayudante, pala en mano, tratando de rellenar con tierra y cascajo uno de los tantos cráteres. Cuando nos acercamos nos pidieron el favor de tomarles una foto y que se la mandáramos al alcalde de san Vicente o al Gobernador a ver si…de pronto. Por lo pronto, la vamos a mandar al Colombiano al menos para cumplirle lo prometido a esos dos damnificados por el invierno.

Por la vereda El Coral

Entrados en predios de la vereda El Coral, y siempre con el paso demoledor que llevábamos, vemos como se nos acerca el final del terreno plano y se insinúa el cañón donde tiene asiento la zona norte del valle del Aburrá. Por ahora observamos muy a lo lejos una parte de Guarne y el valle por donde pasa la autopista. Aparece una valla que indica: a la izquierda para Girardota y a la derecha para Barbosa, indicaciones que luego del previo computo hecho por Josema atendimos al pie de la fecha.

En este tramo desaparecen los cultivos tradicionales y aparecen los de mora de castilla y brevas, fruto que por primera vez vemos como cultivo. Así mismo se destaca un enorme terraplén, al cual, por su ubicación, no le pudimos encontrar oficio, salvo los que íbamos diciendo al aire como posibles hipótesis. Hasta una zarigüeya nos encontramos quietecita en un caño a la cual le habían dado con un palo en la cabeza. Hablando de animales, ha sido una de las caminatas más generosas en pájaros, incluyendo la Soledad, y varios gavilanes que tuvimos muy de cerca.

También tuvimos muy de cerca el infaltable camión de escalera, al cual esta vez nos le puchamos para quedar bien retratados, puchada que contó con el visto bueno del chofer, quien se la pillo y desaceleró a pesar de ir en subida, para que la vista quedara como lo manda el Josema Ruiz. Hasta un cornetazo de saludo nos ganamos, el cual nos puso los pelos de punta A medida que se nos alejaba la escalera, veíamos con que facilidad pasaba esos enormes huecos, balanceándose para lado y lado y dejando la huella de sus llantas estampada en el pantano colorado, como si estuviera marcando su territorio.

Quien dijo miedo

Siendo casi la una de la tarde, nos alcanzó el señor de un pick-up (con acento bogotano) quien muy formal se ofreció a llevarnos pero le respondimos que nuestra intención era llegar hasta Girardota así fuera en andas. Así las cosas nos indicó el atajo para ganarnos (¿o será para perdernos?) al menos una hora de caminada. Al llegar al sitio conocido como Casa Verde, donde pasa la Variante (así la llaman por allá) que lleva a Guarde, tomamos el camino indicado por el señor. Esta si que era una trocha angosta y embaldosada con puro barro tragabotas, y para ajustar se nos larga señor aguacero. Por fortuna para el mal tiempo…no hay remedio. Hasta la capa de Luisfer quedó con tremendo parche luego de la caída de rigor contra el alambrado.

Luego de resbalar durante unas dos cuadras, y gracias a las indicaciones que nos había dado una hermosa señora, salimos de aquel pantanero para tomar mangas abajo por caminos de tierra negra, y siempre bajo el manto del mismo aguacero, lo que nos obligó a caminar a 10 pasos por minuto, porque una caída a estas alturas (me refiero al lugar) no hay Wiston Tobón que la enyese. Con razón decíamos jocosamente que habíamos salido más rápido por la carretera principal. Terminado este tramo Luisfer le regaló su capa a un parroquiano, la misma que perdió la virginidad en el alambrado aquel.

Rieles y kilómetros de atajos a la mochila

Por fin estábamos en el borde de la montaña, y tal como lo habíamos pensado abajo divisamos el cañón del Río Medellín con su fiel compañera la autopista Norte, las fábricas viejas y en construcción y Girardota en toda su extensión. Por fortuna la carretera, siendo destapada, esta en muy buenas condiciones. Don Jesús, un campesino, nos dijo que nos demorábamos hora y media hasta Girardota. La bajada se va empinando hasta que llegamos a una carretera pavimentada. Aparecen a lado y lado los fértiles sembrados de caña de azúcar para alimentar los innumerables trapiches de la región.

Al llegar a unas partidas una encopetada señora nos manda por otro atajo, formado en su mayoría por rieles, con una inclinación tal que se rueda una cabra en tenis, lo que nos obligó a bajar todo el tiempo con la polla puesta. Todos coincidimos en que este nuevo ahorro nos pudo haber representado otra hora.

A nuestro frente teníamos el peaje El Trapiche de la autopista Norte, el cual como un punto fijo venimos viendo desde el momento de iniciar el descenso. De todas formas, la ansiedad por llegar nos fue aumentando la distancia y las horas. A ratos veíamos a Girardota todavía demasiado lejos. El último atajo nos lo sugirió un señor quien nos dijo: “háganle por ahí muchachos que es suave”. ¿Suave? Se trataba de un camino estrecho, en pura pendiente, tapizado con enormes piedras lisas, pantano y caños de aguas negras que le caen. ¡Virgen santísima!

¡Albricias!, al fin llegamos a la carretera que de Girardota conduce al Hatillo, o viceversa, concretamente al sitio conocido como Cabildo. Esto había que celebrarlo por lo que agarramos lo primero que vimos, unas deliciosas empanadas hirviendo a las que en vez de ají les echamos la buena noticia de la señora: “Avemaría, al paso de ustedes están en diez minutos en Girardota”. Así que esos diez minutos, a paso de cadete, nos los gastamos en observar la planta de Enka de norte a sur. En efecto, a los 15 minutos comenzamos a subir las empinadas cuadras que nos faltaban para llegar a la meta, ante la curiosa mirada de las familias que a esa hora departían en la puerta de sus casas.

Girardota

A las 4 y 45 de la tarde le estábamos presentando la carta a García al Señor Caído. Hasta le dije a Luisfer a la entrada de la catedral de Nuestra Señora del Rosario, aprovechemos y le decimos al Cristo que esta caminata fue una peregrinación y así, en vez de intereses ganamos indulgencias. Con el fondo del coro que acompañaba la solemne misa con la asistencia de las jóvenes del undécimo grado de uno de los colegios del pueblo, dimos las gracias, pero no las de siempre, porque hoy si que eran especiales.

Llegada la hora gastronómica, bien ganada por cierto, entramos al restaurante La Barra, localizado en todo el parque, para mas señas en la calle 6a, conocida como Dr. Londoño, el cual se encontraba elegantemente decorado para una fiesta de quince. Que pena nosotros en esa facha, pero uno de los meseros nos impidió devolvernos diciendo: “no se preocupen” que la fiesta es a las 8 de la noche, síganse que ya mismo les dispongo una mesa.

Bueno, entre pena y cerveza fuimos leyendo la carta:

- Cazuela de fríjoles bostonianos: $20.000
- Cazuela de fríjoles de la casa $20.000
- Cañón en salsa de maracuyá $23.000
- Lomo en finas hierbas $23.000
- Ensalada de la temporada $15.000
Los precios no incluyen el IVA, propina voluntaria.

¡Oigan a estos! Seguro nos vieron cara de socios de DMG, no me crea tan betuliano. Así que fui el primero en salir como bandido del oeste después de atracar un banco. Me fui para un supermercado de la esquina, compre dos Mr Tea y esperé a que aquellos salieran…..despavoridos. Pasado el soponcio nos instalamos en el Restaurante La Fuente, ese si, el de nosotros, el especial para botas embetunadas de pantano colorado y medias que eran blancas y ahora parecían color de burro al trote. En sus modernas sillas de aluminio nos dimos a la tarea de reponer las siete horas y pico a base de consomé, sancocho de bagre y otras viandas con el fondo musical de sentidas baladas de nuestros años mozos. No es que case mucho un sancocho de bagre con Momentos de Roberto Carlos, pero para el hambre era lo de menos. En resumidas cuentas, quedamos comidos y bebidos por la tercera parte de lo que nos hubiera costado en la “Fragata” girardoteña.

Para Medellín

Ahora si, vueltos en si del cansancio y el susto, y por insinuación mía, apoyada desde la distancia por Olayita, abordamos un taxi expreso que nos trajo como volador sin palo, y en medio de la lluvia, hasta la estación Niquia. A propósito, le estamos como cogiendo el palito a los choferes correlones, es decir que estamos terminando nuestra jornada que la hacemos a 4,5 kilómetros por hora a 100 kilómetros. Obviamente el tema de conversación fue el cálculo de kilómetros de esta caminata, llegándose a la conclusión que fueron unos 40, pero con el ahorro de los atajos quedó en los 30 kilómetros. Seguramente el chofer al oír nuestra conversa pensó: “Que mano´e locos los que llevo, dizque a pié de san Vicente a Girardota. También creen”.

En la estación Niquia abordamos el metro que por estos días está de cumpleaños, y por eso anda cual lucida sardina de trece, pero nada que los aparenta. Así que como cigarrillo en paquete volvimos a la realidad de nuestra ciudad, al bullicio, a la cortesía lejana de sus habitantes, a la fría cordialidad. Atrás quedó la queridura de los campesinos, el silencio del bosque, la exótica cubierta de los sembrados de fresas, el encantador ruido de las quebradas, los bultos de papa a la vera del camino sin que nadie los toque, las cantinas de leche en las portadas de las fincas sin que nadie las toque, la mirada serena de la soledad, el vuelo de los gavilanes, el barro que moldea ilusiones y el llanto de la lluvia. Razón tenía Juanfer cuando me dijo: “Que lástima no haber empezado esto hace veinte años”.

Hasta la próxima

JORGE IVAN LONDOÑO MAYA

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Que maravilla! nuevamente de primerita y me lo merezco, soy la fan No. 1 de los TodoTerreno.
Muy hermoso dibujaste el paisaje,y no se, pero hoy he leido con esta dos veces, hablar de la Caperucita Roja, verdad Josema? mira, Lobatico aqui la menciona y hasta paisaje lleno de apacibles bosques
de pino, ahi si quedo perfecto lo del cuento Caperucita Roja, menos mal y no les salio un Lobito jajaja. Jorge Ivan con tu pluma maravillosa llevaste por los aires, la belleza de un paisaje que un dia espero compartir con ustedes. Te luciste y de que manera!
Conejita.
Harrison. N.J.

Anónimo dijo...

Hay que pereza se me chispotio otra vez este teclado y esto no lo dejo sin decir, com o el cuento que mas me gusto de niña fue la caperucita, el lobato me hizo sentir niña y por eso le completo al comentario lo que tanto me gusto: casitas rojas y azules y apacibles bosques de pino de tanta belleza que cualquiera de ellos clasifica como modelo para el cuento de "Caoerucita Roja".

Dejenme jugar a que volvi a ser niña no se fastidien por los dos comentarios.

Coneja

Anónimo dijo...

Jorge Ivan y demás compañeros:

No se si fueron los acontecimientos de hoy, pero honestamente me parecio monotematico comparar ese bosque tan bello con el de Caperucita Roja. Pero ese no es el tema.

Esta cronica es tan bella que me creo multitud de sentimientos: la alegria porque ustedes gozaron esta caminata y de que nuestra tierra tenga esa calidad de gente y de paisaje; pero tambien la envidiecita de no haber aceptado sus invitaciones para acompañarlos. ¿Si uno goza leyendote como sera caminando con ustedes?

Ilustre Lobato, te felicito por la agilidad y minucia de tu pluma. ¡Que imagenes tan bellas salen de ella para expresar lo que tus ojos han visto, tu olfato ha olido, y tus oidos escuchado... aunque no sea mas que el silencio! Tu mente y tu mano son prodigiosas para estas descripciones.

Gracias por hacernos sentir estas delicias.

Luis Fernando Múnera L.

Elbacé Restrepo dijo...

Lobito,
Qué buena narración! No veo la hora de que pase este invierno para pegármeles como una garrapata en una de esas caminadas. Bueno, no una de esas tan traumáticas, digamos que una más suave. De todos modos no importa el camino, siempre será un gusto tenerlos de maestros. Muy buen programa, muy buena crónica. Felicitaciones!!!

Acabo de releer antes de enviar y vi que me equivoqué en el nombre. O no? Ah, dejemos así!

José María Ruiz Palacio dijo...

No importan ni la lluvia inclemente, ni el barro, ni a veces, las ampollas en los pies o las medias rotas por el esfuerzo. Vale la pena vivir la vida de ese loco modo con tal de poder contarla. Gracias Lobato por este nuevo recorrido en compañía de Ustedes.
José M.

Anónimo dijo...

¡Eavenmaría hombre Don Jorge Iván Londoño y Maya "El Lobato!! Que señora crónica l que te tiraste, en ese tu estílo tan tuyo y tan propio, que te pone en ese pedestal invisible, que te llevará al visible y te de el estatus y sitial que te mereces, ya que estás sobrado de lote. ¡Felicitaciones¡¡
Es tu crónica tan inmensa y tan bella, que ni las barrabasadas CARRASQUILLANAS, esas que atentan contra el obrero, el pueblo y lo humilde, la mancharan, ya que sus caminatas son del pueblo y para el pueblo y la sencillez se carga en sus morrales, donde no llegará el intento de quitarles un centavo a su salario mínimo, así encuentren esas locuras, dos o tres aliados de las mismas en Colombia, pero ninguno en los caminos de herradura.
JEALBO

Jorge Iván dijo...

Muchas gracias a todos por los comentarios a la crónica. Vuelvo y repito que la belleza de la modelo hace brotar la inspiración del que pinta, y la belleza de nuestra naturaleza hace lo mismo.
Después de esa caminata vemos que escogimos lo mejor de la vida para disfrutar. Por eso no dudamos en hacerle realidad el sueño a Elbacé, con una caminata hecha a su imagen, semejanza y figura.

Anónimo dijo...

Estos Caminante si saben para que es la vida. Se van a morir de cualquier cosa menos d etristeza o de amargura. Raro que no se vea por ningun lado el mensaje del hincha número uno de ustedes: El doctor RUMU. ¿Qué le pudo suceder??

Anónimo dijo...

Don Londondon:
¡Excelente crónica!
Es un viajecito de respeto: muy bien.
Sobre el "restaurante" de fríjoles bostonianos, lo mejor era lo que ustedes hicieron: fuera...
Nada mejor que esos platos llenos de cosas típicas, para mí, ojalá con líquidos.
Las fotos que ya habían remitido también son espectaculares.

Anónimo dijo...

Jorge Iván,dicen que los últimos serán los primeros,sí.Los primeros en saber que están últimos,pero más vale llegar tarde que nunca y decir que ésta crónica está hecha con letras de molde y uds,CTT,el poeta yarumaleño Epifanio Mejia les escribió:"con el morral a la espalda cruzando llanos y cuestas y atravesando montañas y anchos ríos y altas sierras." Sí así son Señores.
RUMU.