Caminata San Félix - Páramo de los Baldías - San Félix

fecha: sábado 2 de mayo de 2009

Caminantes: Juan Fernando Echeverri Calle, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya.

Nombre: ¡Albricias!

Por fin

Así como la vida nos cambia en un segundo, así mismo cambiaron nuestras caminatas sabatinas, las cuales, desde principios de marzo suspendimos temporalmente por diferentes motivos que fueron apareciendo en cadena, de acuerdo con las circunstancias, obligaciones o necesidades de cada uno de los integrantes de nuestro grupo. El Lobato colaboró con el primer eslabón, muy justificado por cierto, debido a la grata visita de sus padres. Pero como no hay morral que dure ocho sábados sin montar en hombros, ni cayados que lo resistan, para este día sacamos vitaminas A, B y C de las reservas que aún nos quedaban y nos fuimos a patoniar por esos campos de mi Dios.

Lástima, eso si, que Luisfer y Olayita no nos pudieron acompañar. Luisfer por programa previo con su esposa para mirar la luna todo el puente desde Támesis, y Olayita por una urticaria que le embadurnó de ronchas el cuerpo, y que él, ni de fundas, iba a hacer roncha a la caminata.

De San Félix para dentro


Como la idea era hacer una caminata acorde con la “para”, optamos por irnos para el corregimiento de San Félix, el cual hace parte de la jurisdicción del municipio de Bello, localizado en la vía para San Pedro de los Milagros, y desde allí arrancar camino adentro a ver hasta donde llegábamos. Íbamos con la intención de llegar dizque al cerro del Padre Amaya, pero estábamos más perdidos que Charlie Za.

En la Norte

En la Terminal del Norte tuvo lugar el encuentro. Luego de hacer la vaca, que por lo poquitos nos salió con cara de ternera, comprar los tiquetes y comprobar que efectivamente el Lobato, ahora si estaba cumpliendo con su dieta, al rechazar unos deliciosos pandebonos que acompañaron el infaltable cafecito con leche de Juanfer y Josema, nos montamos en un enorme bus de la flota San Pedro, que con muy pocos pasajeros partió a las 7 de la mañana con el motor todavía bostezando.

En San Félix

Luego de un apacible viaje, generoso en paisajes y conversaciones gracias a tantos temas represados, llegamos a San Félix. En la primera tienda entramos a ver que había para desayunar, y nos encontramos con una deliciosa sorpresa, quesitos envueltos en hoja de plátano ¡cuando pues! por lo que sin pensarlo dos veces le dijimos al amable tendero que nos desplumara uno entero, pedido que obligo a la pregunta de rigor: ¿quieren que les haga calentar arepas? por Dios don Ignacio, que pregunta es esa.


Organizada la mesa redonda para un solo tema, tomada la foto oficial y extendida la invitación a desayunar a un cachorrito medio chandita y medio labrador, procedimos a dar buena cuenta del lácteo personaje central. Yo colaboré con una tajada decente, por aquello de mi dieta, y lo mismo hizo el perrito, el cual encontró en Juanfer su mano amiga. El resto del quesito no duró vivo más de dos coletazos de vaca lechera.

Al preguntarle al tendero que rumbo podríamos coger, nos enrutó para el páramo de las Baldías, en donde se localizan varias antenas de radio, telefonía celular y otras. Nos calculó el número de las botas y nos dijo que en 6 horas íbamos y veníamos. Así que nos despedimos con un “Bueno don, esta tarde nos vemos por aquí nuevamente”.

Para las Baldías


Siendo en el reloj de Juanfer las 8 y 15 de la mañana y la 1 de la tarde en el reloj de la capilla de María Auxiliadora, dimos comienzo a esta caminata, primera que hacíamos por estos lares.

Bajo la tutela de una soleada mañana comenzamos a deshojar pasos por una carreterita veredal, estrecha, pero en muy buen estado. Los aplausos de despedida nos los dio una fábrica de telas, al son del chaca-chaca de sus telares. Extraño lugar para una empresa textil, pero ahí estaba dediparada y posesionada como ninguna.


Los primeros metros se recorren entre florecidas casas y negocios que forman el Junín de San Félix, acompañados por esos amables “buenos días” que en todas las caminatas recibimos de los campesinos. Van apareciendo las huertas caseras y los sembrados de hortalizas. El terreno es completamente plano, por lo que solamente la cadena de montañas al occidente sobresale como paisaje.


A la media hora dejamos el plan y comenzamos el ascenso, lo que nos permite admirar nuevos paisajes, conformados por potreros para el ganado lechero, principal fuente de ingresos de la región, por fértiles pastos que aportan el verde como color principal. Son pocos los carros que nos encontramos, entre ellos un carro tanque de Colanta que recoge la leche directamente de los tanques que cada finca tiene al borde de la carretera.


A medida que vamos subiendo el valle se nos va ampliando, y podemos apreciar las hermosas fincas, las divisiones en pino de los potreros, y todo ese conjunto de naturaleza que nos llega como colirio a los ojos. Aparece el bosque y con él las heliconias, el musgo, los hongos, el agua que se filtra y que mantiene un tapete verde sobre el barranco.

Coronamos


Muy cerca de la cima comenzamos a encontrar letreros que advierten la propiedad privada, por lo que caminamos con la incertidumbre de ser devueltos o encontrar cerrado el paso, hasta que nos encontramos con unas personas que estaban “sembrando” estacones de madera al lado derecho de la carretera. Entre las personas estaba el señor Horacio Moreno, además de su padre, quienes hacen parte de la familia propietaria de esas tierras. Don Horacio, Ingeniero Forestal, muy amablemente nos explicó sobre algunas especies propias de la región la región, así lo que la misma representa para mantener el sistema ecológico, ambiental y de aguas no solamente para Medellín sino para Bello. Nos dijo que muy cerca está la ruta usada por Jorge Robledo en 1541, la cual conduce a la ciudad Madre. Mientras conversábamos apareció en una moto el cabo Urrego de la policía, quien es el responsable de la seguridad de las antenas, y con saludo de mano para cada uno nos dio la bienvenida. Al alejarse rumbo para San Félix se despidió diciendo: “Bueno muchachos, por ahí caminando nos volvemos a encontrar”


A los pocos metros llegamos a la cima, en la cual encontramos varias estructuras metálicas que sostienen los equipos de repetición, dando la impresión de ser un guardadero de bombos en todos los tamaños y tambores mayores de todas las bandas de guerra de Medellín. Solamente nos acompañan la baja temperatura, dos perros y una soledad que nos hace sentir amos y señores de aquel lugar.


Nos ubicamos en el lado oriental del cerro para oír la bulla del silencio y la sinfonía que el viento nos regala abriéndose paso por entre las ramas de los árboles y para disfrutar de la hermosa divisa, aprovechando que la neblina andaba en su clase de ballet, porque lo que rítmicamente saltaba de un lado para otro permitiéndonos apreciar la secuencia de hermosos paisajes.


A nuestra izquierda el valle de Ovejas, hacia el centro las mangas de Niquia con sus construcciones, entre las que sobresalen la estación del metro y los centros comerciales. Un poco mas a la derecha parte del centro de Medellín y en el extremo derecho a San Cristóbal y un tramo de la nueva vía que conduce al túnel de occidente.

Haciendo una ronda por las diferentes oficinas de servicio, de repente nos encontramos con Sandra, una trigueña dotada, entre otros, de unos hermosos ojos verdes, compañera de alguien que no supimos si era operario, técnico o policía que se encontraba en el interior de una pequeña casa.

Para terminar nuestra estadía en el cerro, y con deseos de mirar otros paisajes, tomamos el camino que conduce al extremo occidental. En este corto trayecto nos encontramos con dos operarios, técnicos o policías parados en el exterior de un moderno edificio de dos pisos. Uno de ellos nos indicó que el camino por donde íbamos conducía a un puesto de vigilancia, y que en el trayecto podíamos encontrar una trocha que conduce al cerro El Boquerón y cae justo al alto de la vieja carretera para San Jerónimo, pero que la bajada siempre era complicada por lo inclinado del descenso. Al principio quisimos bajar por dicha trocha y hasta nos arrimamos para mirarla, lo cual nos permitió verle “la calva” al cerro El Boquerón, pero mejor desistimos porque era preferible devolvernos por el camino conocido y no hacer gracias que le salieran caras a Susalud.

Pa´ bajo


Así que sin más que ver, pero si mucho que disfrutar, dimos media vuelta y comenzamos el camino de regreso al punto de partida, o sea San Félix. La bajada la hicimos a paso regulado y siempre al compás de la fluida conversación y admirando de frente los hermosos paisajes del llano de Ovejas. A nuestras espaldas quedaban los armarios con sus bombos y tambores mayores, arropados por manto blanco de la neblina que ya había terminado su clase, y seguramente sintiendo la nostalgia por la partida de estos tres aventureros que sin pensarlo nos encontramos con una hermosa y gratificante caminata.

En la entrada a San Félix nos volvimos a encontrar con el cabo Urrego, quien con su amabilidad intacta nos invitó para que regresáramos y pasáramos un rato agradable al sonido de los bombos y tambores mayores, que él con tanto esmero protege. Obviamente el saludo y la despedida fueron de mano.

Siendo las 12 y 45 del medio día en el reloj de Juanfer y la misma 1 de la tarde en el reloj de la capilla de María Auxiliadora (única hora posible en dicho reloj) entramos a la tienda aquella, para recibir de parte del amable tendero un sonoro “Eavemaría, volvieron muy rápido, yo les calcule 6 horas, pero veo que ustedes son unos machos para caminar” Lástima no haber estado Juancé presente para escuchar el elogioso comentario, el cual celebramos con una buena dosis de Mr.Tea y sellamos con la compra de quesitos para llevar para la casa.

La Ñapa


Como estábamos a quince minutos (a pie) de uno de los miradores usados como plataforma de despegue por los parapentistas, cogimos carretera abajo en medio de un sol abrazador. En este trayecto le dimos las “últimas” a las Baldías, a la vez que nos impresionábamos por su altura y por lo mucho que habíamos recorrido. El paso por el peaje nos resultó gratis porque los cayados eran de un solo eje.


Poco antes de llegar a nuestra meta, fuimos testigos de la inventiva criolla. Una familia que saca arena de una quebrada, extendió un cable que va desde la carretera hasta la orilla, y con una polea suben y bajan el balde con la arena que van amontonando para luego venderla.

Almuerzo amenizado con Parapentistas.


A la 1 y 30 llegamos al Cabo Cañaveral de los parapentistas. El recibimiento estuvo a cargo de la impresionante vista que desde allí se tiene del municipio de Bello, el cual se aprecia en toda su extensión, y de las atractivas chicas que atienden uno de los restaurantes, en el cual armamos carpa para almorzar y disfrutar del vuelo de esos osados personajes que se pavonean por el aire y compiten con los gallinazos en cual planea mejor.


Dos deliciosas bandejas y un suculento sancocho de gallina de verdad nos volvieron las fuerzas que donamos para cubrir el trayecto de ida y regreso a las Baldías. La sobremesa estuvo a cargo de los elevados actores, quienes en su despeje o aterrizaje nos pasaban tan cerca que hasta podíamos ver el número de sus botas.

Para Medellín


Mientras esperábamos la buseta para Medellín Josema se deleitaba tomándole fotos a todo lo que se moviera en el cielo, por lo que obtuvo un registro apenas como para armar un arco iris de parapentis en todos los colores. A los 10 minutos de espera paso una moderna buseta que nos llevó hasta la entrada del barrio la Aurora, en donde nos bajamos Juanfer y el suscrito. Josema se siguió hasta el centro. Es de anotar que a medio kilómetro de haber tomado la buseta comenzó a llover y así durante todo el trayecto, por lo que buena parte de Medellín se apreciaba abrazado por señor aguacero, con pinta de tormenta de la Santa Cruz.

Remate en Metro Cable. Como si fuera poco

A paso de vendedor ambulante perseguido por los “dueños” del Espacio Público llegamos a la estación La Aurora para tomar el metro cable hasta la estación San Javier. En el trayecto tuvimos que “deleitarnos” con cinco paradas debidas posiblemente al fuerte aguacero. Por fortuna alcanzamos a llegar a la Estación San Javier en el instante en que el metrocable quedó fuera de servicio debido a la tormenta eléctrica que se había desatado por todas partes.

Juanfer tomó el puente peatonal que une a la estación con el parque Biblioteca y de allí hasta su casa. Yo cogí el metro para ir hasta la estación Estadio en donde Marta y Lina me recogieron.

¿Amor como les fue?
Albricias
¿Papi que quiere decir esa palabra?
Que sin pensarlo nos encontramos una maravillosa caminata.

Hasta la Próxima

Jorge Iván Londoño Maya

9 comentarios:

Elbacé Restrepo dijo...

Ja! Cómo me vieron de velocidad? Ni que fuera una Coneja, cierto? Vea, don Lobatón, muy buena su crónica y todo, ya nos estaba haciendo mucha falta, pero este párrafo me la voló: "Por fortuna cuando llegamos a San Javier el metro cable quedo fuera de servicio por la tormenta eléctrica que se desató en el sector". Debió decir: Por fortuna alcanzamos a llegar a la Estación San Javier en el instante en que el metrocable quedó fuera de servicio..." pero sí, entendí, antes de que me regañen.

Ya le había dicho al Poeta cuando envió las fotos: muy bureador ese café con leche en desechable al lado de semejante quesito envuelto en hoja de bijao... pero bueno.
Celente crónica, señor cronista, celente. Cinco en todo. Felicitaciones por ponernos al tanto de lo que pasa en esta geografía nuestra.

Herodes Nepote dijo...

Estoy de acuerdo con la señora que escribió antes, cuando dice que es una crónica excelente; la verdad, no se pierde uno ningún detalle.
Imagino que los que si perdieron fueron los niños de San Félix que no probaron los bombones picantes que ustedes reparten en sus patoniadas.

Anónimo dijo...

Que bueno y regrezaron los Caminantes T.T. con sus cronicas, pero se entendia el porque de la ausencia.
Como siempre la pasaron muy sabroso, como dice el Lobato "albricias" esa es la idea, disfrutar del paisaje y la compañia. A ustedes no hay chaparron ni relampago que los detenga.

Coneja.

Anónimo dijo...

Nosotros estamos de acuerdo con los comentarios que hacen esas personas di'antes, especialmente lo del Metrocable, ya que de no ser así, allá estarían colgando.
Muy "tabuena" la cronicota y lindas las visticas. Ya nuestro abuelito nos había mostrado ese morro lleno de palos "electrinicados" que se divisa desde la estación San Javier allá muuyyyy lejos en la montaña, pa'que no lo confundan con el del curita ese dizque Maya, primo 171 de Don Lobato.
Sarita - Jerónimo - Samuel

Anónimo dijo...

Jorge Iván,una crónica como ésta cae bién en cualquier momento y leyéndola me quitan años de la cédula que me transportan a años vividos por esa zona.
RUMU.

Lucho El Aforista dijo...

Felicitaciones por la descripciòn de esta caminada.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Cuando pusimos en alerta y nos pronunciamos sobre la presencia de la plaga, manifestamos: Inicialmente se podría pensar que sería la Polilla u otra similar a las que afectan frailejones en el Páramo de Chingaza”. Allí tiene presencia un lepidóptero, Pterophoridae oidaematophorus espeletiae, hecho que científicamente se deberá descartar o confirmar”.
El J Botanico de Medellin con su área científica, nos ha colaborado en la identificación. Efectivamente confirma viernes 27 de Abril-confirma nuestra sospecha- que la plaga presente es un lepidóptero, Pterophoridae oidaematophorus., Que se avanza en la identificación de la especie: Ana Maria Benavides- Directora Científica- y Alejandra Bedoya-Entomóloga-.
Esperamos que CORANTIOQUIA convoque a Universidades, Jardin Botanico de Medellin propietarios ,quienes detectamos la plaga y tenemos formación profesional en la temática, a una labor conjunta para ejecutar un plan manejo cuya aplicación efectiva controle la plaga.. Pregunta:Si es la polilla de Chingaza quien la trajo a Baldías? Horacio -Gloria- Daniel Moreno Soto

tamayito75 dijo...

Buenas noches para todos quiero ir al paramo las baldías cómo puedo ir?