Caminata Belmira - Vereda El Filo (Entrerríos)

Sábado 20 de junio de 2009

Aventureros sin medida.

Jorge Iván Londoño M
Luis Fernando Zuluaga Z
Carlos Olaya B
Juan Fernando Echeverri C
José María Ruiz P

El levantarse en la mañana de madrugada y sentir que los tejados son golpeados por la incesante lluvia, hace pensar en la posibilidad de con una llamada acabar con un día que prometía ser de cosas nuevas, porque la caminada que haríamos, la decidimos por unanimidad desde que estuvimos en Belmira en Febrero 28 de 2009. Iríamos de ahí hasta Santa Rosa de Osos porque un lugareño nos habló de la ruta diciéndonos que era larga pero posible, además que era por camino de herradura de los tiempos de la colonia. La lluvia insistía en que me quedara y mis cobijas calentitas se me pegaban como lapas al cuerpo. Al fin la palabra empeñada pudo y siempre podrá más que todos los oropeles del mundo.

A las 5.50 a.m. estaba sentado en un vagón de nuestro Metro rumbo a la estación Caribe en donde nos encontraríamos los T.Ts. para viajar a Belmira en el bus de las 6.40. En la estación Poblado vi como un cayado y un morral entraban al vagón trayendo consigo a otro de los caminantes; era el Zuluaga que con su sonrisota de oreja a oreja me dijo que había visto a un viejito gorritragao con un palo largo en la mano sentado al lado de un puesto vacío y que por eso se había montado ahí. Entre chanza y chanza llegamos a nuestro destino a las 6.15 y ¡Oh sorpresa! Ya Olayita estaba ahí haciéndose el pájaro madrugador. Como casi siempre él llega de último, el acontecimiento merecía una foto para el recuerdo. Como avezado fotógrafo que soy, en un solo movimiento desenfundé y encendí mi cámara. Para mi sorpresa y desencanto de la posteridad, la maldinga no encendió y se perdió el detalle… ¡Bueno; que le vamos a hacer! – Pensé - Y saludamos al madrugador. Al poco rato llegaron puntualitos también Lobato y Juanfer.

Mientras nos dirigíamos a comprar los tiquetes, mis amigos solícitos preguntaron cual era el problema de mi cámara; yo ya estaba despreocupado del asunto, pero lo retomamos entre todos y descubrimos que por alguna razón, la cortinilla protectora del lente no abría automáticamente. Olaya que sabe bastante de estos aparaticos le intentó variantes al asunto; yo también y descubrimos que la cámara si dispara, pero no abre la cortinilla. Le sostuve manualmente la susodicha y tomé una foto; si, si sale – dijimos – De alguna manera des bloquearemos la cortinilla y listo – dijo Carlos – con un palillo de dientes o con cinta, pero la arreglaremos. No es por demás decir que estos aparaticos tecnológicos es bobada invertirles en reparaciones, por lo que lo más probable es que muy pronto estaré estrenando cámara.

Después de comprados los tiquetes y el infaltable desayuno con tinto y medio buñuelo, además pandebono calientico para otros, abordamos la 09 rumbo a Belmira. Hora de salida: 6.42 am.

A regular paso por la misión de carro basuriego de la buseta (Para seguido a recoger y dejar pasajeros) llegamos a San Pedro y en la oficina de la empresa Expreso Belmira, Olaya se levantó un pedazo de cinta transparente y con ella aseguramos la cortinilla de la cámara. Quedó como nueva y para obviar a Murphy y sus leyes maquiavélicas, guardamos el resto de la cinta pegándola a la misma cámara. Entre tanto, el conductor solemnemente sentado, disfrutaba su desayuno sin saber de nuestra premura de tiempo. A él no le importaba, ni sabía que en línea recta, nuestra ruta tenía 23 kms, lo que sobre el terreno podrían ser por lo menos 30 kms o más. Nosotros teníamos afán, él no… De nuevo en camino y a las 9.20 am llegamos a Belmira.


Antes de entrar al templo como de costumbre, fuimos a nuestro restaurante habitual en busca de María, su bigotito lechero y el hígado encebollado, especialidad de la casa. Ni la una con lo otro, ni la especialidad de la casa. Nos conformamos con lo elemental; carnita frita, arroz, arepa y chocolatico caliente; lo que nos fue preparado mientras saludábamos al dueño del aviso en su hermoso templo. Salimos y a boca de jarro estaba el mercado popular en su apogeo con su variedad de parroquianos y frutos de la tierra, entre ellos unos bananos criollos dulcecitos que degustamos en calidad y precio. Nos los cobraron a $100, como por no regalárnoslos.


Nos metimos a una casa en el marco del parque que resultó ser la casa de la cultura recién ampliada y restaurada, en la que además de muchas personas en actividad, había una exposición fotográfica con temas del lugar, la que recorrimos con deleite de conocedores, tanto de la temática; la naturaleza, como de la técnica; fotografía. Luego de las fotos de rigor, entablamos charla con un señor que parecía como el director de la casa de la cultura, el mismo que nos sembró su dosis de terrorismo sobre los riegos y las distancias de nuestra ruta. No le paramos muchas bolas, pero nos sembró la inquietud “el muy indino”.


Desayunamos juiciosos y entre sorbo, mordisco y cucharada le celebramos a Lobato su cumpleaños al mejor estilo de los T.Ts. con su velita y una chocolatina que luego y sobre la cima de la cordillera compartimos.


Salimos raudos a buscar la ruta y justo cuando ya la vislumbrábamos por los lados del cementerio, apareció a quien preguntarle y preciso; que esa no era la mejor ruta, que era muy larga, que saldríamos más fácil por tal y tal parte… Luego fueron llegando más invitados a opinar y nos pasó como en el cuento de” El abuelo, el niño y el burro” De bruces caímos en el enredo, y resultamos en otro lado completamente diferente al planeado. (Lea el cuento al final)


Jugadas las cartas y jugados los caminantes, salimos río Chico abajo hasta que encontramos uno de los referentes: Un puente grande sobre la izquierda después de uno de madera y otro en construcción que reemplazaría uno que se llevó el río Chico cuando creció. El paisaje es hermoso, lleno de jardines, eucaliptos y vacas a lado y lado del serpenteante río que mostraba en sus orillas algunos de los estragos de sus dos únicas crecidas de las que se tenga memoria según los lugareños.


Llegamos al susodicho puente y ¡Pase pues! ¡Por dónde! El pantanero era inmenso y con recuerdos digestivos de vacuno, por lo que tocó improvisar rutas alternas brincando o pasando por debajo alambradas, lo que sería rutinario por el camino. De aquí en adelante fuimos por un camino de pantano causado por el paso de las vacas que acostumbran caminar cada una siguiendo los pasos de la otra, lo que genera unos montículos paralelos, perpendiculares a su caminar. Bordeando por las alambradas o brincando por los montículos llegamos hasta el final del potrero y de ahí nos internamos en el monte, rumbo a la cima, por entre pantanales revueltos con hojarasca.

Como costumbre de caminante desde hace muchos años, he recogido del camino herraduras perdidas por caballares y mulares en su trasegar; pero siempre las que estén orientadas en la misma dirección de nuestra marcha. La razón de del porqué sólo esas, es asunto de sortilegio por la creencia popular de que las que llevan tu mismo rumbo, te llevarán con bien a tu destino. Ya tengo una gran colección de mis andanzas con los T.Ts. Lo gracioso es que en esta caminada llena de tropiezos es que más hemos encontrado; claro que la mayoría, como diciéndonos algo, estaban en sentido contrario al de nuestros pasos.


Seguimos el camino pasando riachuelos grandes y chicos, encontrando bromelias florecidas y algunos claros entre el bosque. El camino unas veces pantanoso, otras por canalones arcillosos, o llenos de musgos y líquenes aferrados a los lados como cortinas afelpadas, escalones rocosos y de pronto, una recua de mulas sin carga
pasan raudas a nuestro lado y detrás, un joven arriero que muy amable nos dio algunas indicaciones que más adelante nos sirvieron bastante. Ya más arriba, casi en la cima, un jovencito de unos 12 o 13 años que reparaba el camino nos pregunta después de contestar a nuestro saludo: ¿Vustedes pa`onde van? con esa naturalidad del campesino incontaminado que conserva todavía esas trazas del español antiguo tan propio de nuestros ancestros montañeros. Nos causó grata impresión…


En un claro del monte y sobre nuestra izquierda divisamos un grupo de personas que no logramos identificar, pero que a los gritos pidiendo pistas de Juanfer, respondieron también con gritos ininteligibles que interpretamos a nuestro gusto.


De pronto; se abre el paisaje: Estamos en la cima de la montaña y todo lo que se ve es montañas y montañas. Silencios eternos sólo interrumpidos a veces por el silbido ululante del único habitante etéreo de estos parajes; el viento. Una alambrada y dos caminos posibles. Especulamos sobre las dos posibilidades y lo dirimimos con un brindis con Mister Guandolo, el Ángelus y la llamada telefónica de nuestra fan Nº 1 en USA: La Coneja, que nos llamó a darnos las correspondientes felicitaciones por el día del cajero automático, digo del padre, y por el cumpleaños del Lobato.


Decidimos seguir por la izquierda al recordar las indicaciones del joven arriero y caminamos un buen trecho por una manga disfrutando las caricias del viento y la vista del horizonte que se abría al frente. Por allá, muy lejos, se alcanzaba a divisar la torre de la catedral de Santa Rosa de Osos. Una casa campesina con una gran huerta en medio del campo a nuestra vista, interrumpe el camino y hacia ella nos dirigimos. El pantanero es atroz por el inviernos de estos días y es de alguna manera solucionado el paso con grandes tablones a guisa de puente por el al fin logramos pasar luego de esquivar los barrizales.


Llegamos a la casa y una joven junto a un niña que trabajaban la huerta sembrada de matas de papa reciben nuestro saludo, unos bombones y algún dinero que Juanfer acostumbra repartir entre los pequeños que encontramos por el camino; nos dan algunas indicaciones y nos autorizan a pasar por detrás de la casa, en donde encontramos a la mamá azadón en mano también trabajando la huerta. Una bandada de pollos colorados, unos cerdos en un corral y los hacendosos labriegos en su huerta, nos hacen pensar en la posibilidad de una granja integral autosuficiente, como posibilidad de redención para el campo. Amablemente la señora corrobora las indicaciones de sus niños y seguimos el camino que nos indican, porque el marcado por la costumbre en el terreno, ha desaparecido entre la hierba.


A campo traviesa por una pequeña hondonada nos encontramos con una cueva tallada en la tierra por quien sabe quién y buscando qué, pero que nos sirvió para recrear el parto de la montaña, que dio a luz a un gran caminante: El Zuluaguita. Más adelante y abajo, nos deslumbró el colorido de un Sietecueros en flor, que nos conformamos con admirar, porque estaba muy lejos de nuestras cámaras y pasos. Ese tributo de
admiración fue recompensado un poco más adelante por nuestra madre tierra con el regalo de otro Sietecueros también florecido y al alcance de nuestras cámaras que no dudaron en eternizar semejante visión de colorido y belleza.


Ahí arribita estaba uno de los referentes de la familia campesina y del joven arriero. Una puerta de madera pintada de negro al borde del monte daba paso a otro potrero en el que además de algunas vacas, había un árbol grandísimo que también quedó en nuestros recuerdos fotográficos. Más adelante otra puerta; esta vez metálica y pintada de verde nos guió hacia un canalón de antiguo camino real que bajaba por la falda de la montaña por entre el monte. Al final de éste, se abrió como por encanto una vega de pastos con ganado vacuno en uno de los potreros y una casa con techo de lata completaba la vista del paisaje.


Nos dejamos llevar por la vereda marcada sobre el pasto y llegamos a la casa, derruida por el abandono y junto a ella unos corrales de vaquería. El camino se perdió. En la búsqueda de una ruta, fuimos a dar salvando alambradas y riachuelos a una lagunita poblada de renacuajos y reflejos de espejo natural. Nos asomamos y grabamos en él nuestra imagen de caminantes. Al ladito de la laguna se insinuaba un caminito y prestos nos metimos en él, pero de pronto abruptamente quedamos al frente de un precipicio, recuerdo de algún derrumbe, disimulado por una rastrojera. Zuluaga quería que siguiéramos por ahí para abajo. ¡Ni locos!... Desde ahí alcanzamos a ver una casa en mejores condiciones que la anterior, y un camino veredal apto para vehículos, por lo que pensamos que estábamos cerca de nuestra meta…


Más adelante alcanzamos a ver la altura a la que estábamos y lo empinado del terreno. De pronto con lazos lo hubiéramos logrado, pero no somos alpinistas para cargarlos, ni estamos locos para meter casi 300 años por ahí. Seguimos saltando matones y alambradas hasta que encontramos un broche o puerta de alambrada y si hay puerta, hay camino y si hay camino, conduce a algún lado… Justo como lo pensamos, llegamos por este camino hasta la casa antes vista, pero parecía abandonada también…
¡Buenas tardes! - gritamos varias veces – hasta que por fin un señor de unos cincuentytantos años salió y nos saludó amablemente preguntándonos lo pertinente y respondiendo a nuestros interrogantes:

• ¿Santa Rosa? ¡Ja! ¡Ave María si están bien lejos! ¡Desde aquí hay por lo menos 6 horas hasta allá y eso porque ustedes se ven jóvenes y buenos caminantes!
• ¡Gracias por lo segundo! - Le dijimos. - ¿Cómo así? ¿6 horas?
• ¡Si señores; yo mismo he ido desde aquí a mercar a Santa Rosa y me he demorado 5 y media!
Nos quedó el ánimo por el piso y más empantanado que nuestras botas…
• ¡Lo más cerca que están es de Entrerríos a unas 5 horas! – dijo el arruina ilusiones de caminante –
Eran las 2 pm.; como quien dice que estaríamos llegando a cualquier parte a eso de las 7 pm…
• ¡Pero no se preocupen que a media horita de aquí, en un sitio que se llama la Tienda Mixta en la vereda “El Filo” antesitos de la 3 de la tarde llega un bus con gente de las veredas y ahí se pueden ir hasta Entrerríos y de ahí a Santa Rosa!

¡Nos volvió el alma al cuerpo!... De entre las sombras de la casa apareció una señora, a lo mejor la esposa del amable aterrizador de realidades.

Otras muchas veces nos hemos equivocado preguntando a la gente que encontramos a nuestro paso por las rutas o los tiempos, pero seguimos cayendo en la trampa; los tiempos y las rutas de la gente del campo tienen la medida de su ignorante sabiduría. Todo lo miden con tabaquitos y como todo el mundo está dejando el vicio de fumar… Pero a este señor, por la seguridad con que nos ilustró sobre la cosa, como que sí le creímos… Además no fumaba…


Salimos raudos pensando en miles de cosas, haciendo cábalas, tratando de desvirtuar a ese tío asusta niños caminantes, pensando a qué hora iríamos a llegar a nuestras casas, o si llegaríamos el mismo día; de pronto y después de unos 30 minutos de camino, nos encontramos unos muchachitos al lado de la carretera en una casita más ancha que larga, o sea con más frente que lado y mientras les regalábamos bombombunes e iban apareciendo más, Zuluaga descubrió que era una tiendita en la que estaba doña cervecita esperándonos y para colmo de dichas era la tal Tienda Mixta de la que nos habló el señor que nos arruinó el viaje, pero que nos lo compuso también. La Milagrosa nos puso la trampita de los niños para que encontráramos la tienda de referencia.


Detrás de los bombones, Juanfer le entregaba a cada chinche, que iban saliendo como conejos de un sombrero de mago, un billete de 1000 o de 2000 y los muchachitos felices con plata en el bolsillo y chupando. Eran 8… 3 niñas y 3 niños todos con ojos verdes increíbles y dos de otra camada. Los 6 de ojos verdes eran hermanitos y los otros 2, primos de los anteriores. El dueño de la tienda era el padre de los 6 ojiverdes y tío de los otros. Tal y como salieron del bolsillo de Juanfer los billetes, fueron ingresando a la registradora de la tienda del papá tío. Mejor dicho; nosotros nos tomamos el surtido de gaseosas y cerveza junto a unos paquetes de papitas y galletas; los muchachitos el resto del mecato.


Ya descansados y con el estómago entretenido con mecato nos dedicamos a charlar con el dueño del tienducho. Nos contó que tenía la casa y la tienda en arriendo. Y unas vaquitas en un potrero vecino si eran de él. El surtido, más bien poco, le llegaba por encargo o el mismo lo traía en su motocicleta desde Entrerríos o Santa Rosa. De la cantidad de muchachitos él simplemente se sonrió cuando le preguntamos qué porqué tantos. No revelaba 40 años de edad y la esposa mucho menos. La mayorcita tenía unos 12 años, de ahí para abajo, uno cada año, por lo menos.

Al fin llegó el bus. Lo abordamos después de que se bajaron muchos pasajeros que llegaban con sus mercados y demás compras para la semana. De inmediato, el vehículo regresó sobre sus huellas mientras nosotros disfrutábamos del vaivén de las irregularidades del camino que son como para desbaratar cualquier trasmisión que no sea la adecuada para semejante pista de Camper Cross. Pensamos en voz alta para nosotros, que al que le toque semejante ruta en una buseta tan buena, debe ser que le tienen bronca o es muy serio el compromiso de la empresa con los usuarios. Andábamos en esas elucubraciones cuándo se nos monta Luis MÚ a la buseta… Nos saludó formalísimo, como si lo conociéramos de toda la vida y nos contó su obra y milagros… Que sus padres tienen finca por estos lados, que su hermano cosecha granadillas, que siembra además otros frutales, que conoce de granjas integrales autosuficientes, que sabe de pozos sépticos, que él mismo trabaja como aserrador pero con motosierra, que la llevaba al pueblo a reparar, que se conocía toda la región como a la palma de su mano y que su hermano que trabaja en la Universidad Nacional es guía de turismo y caminantes… En fin, todo un conversador empedernido.


A punta de carreta por cuenta de LuisMÚ recorrimos caminos llenos de paisajes campesinos con vaquitas, pastos, frutales, casitas sembradas en las colinas llenas de jardineras y demás. En hora y media llegamos al próspero Entrerríos, en donde Luis Múnera, tocayo de un muy querido amigo de nosotros, se despidió efusivamente y se nos ofreció “Pa` las que sean”, apretón de manos incluido. Pensamos los T.Ts. que eso de llamarse Luis MÚ hace a los hombres ser muy amables y serviciales…


Como en premio al servicio, al combo de chofer, ayudante y buseta, les permiten seguir para Medellín si traen pasajeros que lo necesiten, acordamos con ellos buscar almuerzo en la terminal y a las 5.30 pm., arrancaríamos de nuevo. Nos encontramos un restaurantico muy bonito adornado con dos preciosas gorditas como dependientes y fue amor a primera vista. En menos de lo que un calvo se lava el pelo, teníamos tres a medias porciones de sopa de toalla o Mondongo que llaman los gourmets y dos sopitas de fríjol y el sequito correspondiente. Claro de Mazamorra por 3, doña cervecita y un tutifruti decía la factura que pagamos, más barato para dónde. Antecitos de las 5.30 estábamos de nuevo en la buseta esperando la salida, mientras escuchábamos los destemplados acordes de una ranchera por cuenta del “Supermercado el Mejor” que por alguna razón nos castigaba con semejante bullicio cacofónico desde una tarima en plena terminal del transporte. Menos mal que pararon el escándalo diciendo: “Volveremos con ustedes luego de la Santa misa.” Afortunadamente las misas en los pueblos son laaarrrgaaaasss…

La ruta a seguir era Entrerríos – DonMatías – Medellín. Dos largas horas más de buseta en las que uno termina con el cuadro culao y añorando los pantaneros de por la mañana. Ya estamos en la Estación Niquia de nuestro Metro, cerca de todo y nuestros hogares. Llegamos con bien.

** ”El niño, el abuelo y el burro”
“Cuentan que un campesino fue con su nieto al pueblo a vender un burro. Como el camino era largo, el abuelo se montó en el burro y el niño lo seguía al paso mientras disfrutaba de la vista. En un recodo del camino, junto a un riachuelo, unas mujeres que lavaban ropa los vieron y furiosas increparon al viejo por descarado que maltrataba así al niño haciéndolo correr detrás del burro. El Abuelo se bajó del pollino y subió al muchachito. Siguieron su camino. Más adelante unos hombres que departían en una fonda, les salieron al paso vociferando que era injusto que un pobre viejo caminara detrás de un burro, mientras un mocoso lleno de vida admiraba el paisaje montado en el animal. El abuelo entonces trepó en ancas del burro y siguieron los dos montados. Ya llegando al pueblo, una multitud que había en una fiesta los detuvo y los tildaron de abusadores; que más bien deberían llevar al pobre burrito cargado. El abuelo y el niño se miraron compungidos y trataron de levantar al animalito para llevarlo en andas, con tan mala suerte que el pobre se encabritó de tal manera que fue a dar al fondo de una quebrada que pasaba bajo el puente y se mató, mientras la gente se reía a mandíbula batiente por la estupidez del género humano”.
(Creo que es de Samaniego)

CONCLUSIONES.
• Fue más lo que montamos en buseta que lo que caminamos.
• Aprendimos que el camino a alguna parte lleva, pero que hay que medir las distancias.
• Corroboramos (pero no acatamos) que a los campesinos no se les debe preguntar por distancias y tiempos, porque miden distinto.
• Aprendimos que llamarse Luis MÚ es una garantía de buen conversador.
• Aprendimos que el paisaje a cada paso es diferente, pero igualmente bello.
• Aprendimos que hay gente que no tiene televisor, o está malo.
• Corroboramos otra vez que somos unos benditos de la fortuna, porque llegamos bien a pesar de las dificultades.
• Comprobamos otra vez que todos los problemas tienen por lo menos una solución.
• Aprendimos que si el camino se pierde, no hay que perder la fe en volverlo a encontrar o encontrar otro.
• Aprendimos que hay muchos caminos posibles y sólo uno verdadero, el que lleva al destino señalado.
• Por último; comprobamos que seguimos siendo grandes amigos…

José M.

9 comentarios:

Jorge Iván dijo...

felicitaciones Josema por tremenda crónica. Sin duda la mejor de tu tanda con los Todo Terreno.

Bernardo González White dijo...

El nombre CAMINANTES TODO TERRENO lo deben cambiar por otro que loe identifique mejor, algo asó como LOS COMELONES, LOS JARTONES, tragaldabas,etc. Se observa en cada crónica que el aspecto principal es la comida. Miren no más las barrigas de esos señores, ninguno baja de los 90 kilos.
Parece que sus señoras no les brindan la alimentación justa y deciden salir de fonda en fonda a jartar lo que se encuentre. Viajan a la ·Vereda el Filo", filo también nis recuerda hambre, apetito. Suben a Ovejas...si en bandeja.saben que al lado de cada iglesia de pueblo existe un puesto de empanadas. Van a El Carmen a DESPESCUEZAR un cerro ¿También comen tierra? Bandejas, torticas de chócolo, chicharrones y en un solo día, en una sola caminata, desayunan, medias onces, almuerzan, toman el algo y despues de cenar piden la merienda en la casa.
Sigan así, viejitos tragones.
Salud.
begow.

Elbacé Restrepo dijo...

Magnifica crónica. Estoy de acuerdo con Jorgívan: sin duda la mejor del Poeta. Me pareció muy entretenida, agradable y conmovedora de principio a fin. Por los comentarios de ese señor Begow no se preocupen. Eso es envidia de la pura.

Felicitaciones a Josema por su excelente pluma y a los todotragones por sus aventuras semanales. Se les quiere un montón.

Anónimo dijo...

Para los amantes de éstas crónicas,uds,ocupan sitio preferencial.No hay necesidad de darles cuerda,para emprender semejantes caminatas,la tienen toda.Crónica con moño incluido.
Dicen:"observa en tu camino la distancia vencida y nunca lo que falte todavía".
RUMU

Unknown dijo...

No le hagan caso al holgazan de Begowcito. Por el contrario, mientras mas hablen de comida, pues muchisimo mejor.
Felicitaciones Josema por tu tremenda cronica. No pare de leerla hasta el final.

Anónimo dijo...

Que4rido Josema, me quito el sombrero que belleza de cronica,
se quedaron cortos en palabras todos para felicitarte, y gracias por habe4rme tenido en tu cronica, la llamadita saiempre co n todo cariño y asi sentirme mas cer4ca a mis caminantes. Hermosas fotografias, definitvamente tu cronica mas hermosa, no nos queda sino afltando poder saborear ese delikcioso mondogo que se jartaron, pero ya me dare una comelona acon ustedes y ver quien traga mas.

FELICITACIONES CHEMITA TE LUCISTE Y DE QUE MANERA!!!

Conejita.

Anónimo dijo...

Lobatico, esta muy hermosa la fotografia que colocaste en la presentacion del blog, ustedes siempre tan guapos, los quiero y estoy dichosa de encontrarme entre
ustedes y poder ahora si apapacharlos.

Conejita.

Anónimo dijo...

Excelente cronica, me hace recordar un poco a Viaje a Pie cuando sacan conclusiones de lo aprendido, coincido totalmente con los tiempos y distancias en las zonas rurales, alli o cerquita nunca son equivalentes a rapido y fácil.
El camino siempre se vive diferente para cada caminante y nunca es el mismo por que los pensamientos siempre serán distintos.
Felicitaciones

Anónimo dijo...

Ese tipo de caminatas son las que me gustan. No duden en invitarme, que no lo hago mal; buen conversador y mucha resistencia.

Carlos Alberto
tel. 2757653