Caminata Camiloce - Finca Canaán
Cuando se hacen las cosas sin pensarlas ni meditar en las consecuencias derivadas de ellas, se es un niño o se es un idiota.
Me tocó en suerte hacer la crónica de la visita que los TTs hicimos el pasado 19 de junio de 2010 a la finquita que nuestro amigo Pedro Nel García se compró en asocio con su novia María Cecilia por los lados de la vereda “La Meseta” del Corregimiento CamiloCé de Amagá, Antioquia. Santo y bueno.
Empezaré la narración contando que esta vez el Lobato tampoco nos pudo acompañar, pero que lo seguimos extrañando. Nos acompañó Pedro, nuestro amigo Antropólogo que ya alguna vez había caminando con nosotros. Nos encontramos en la Estación Itagüí de nuestro Metro y salimos a la mal llamada autopista sur a esperar transporte para el municipio de Amagá, que por cierto en estos días ha sido golpeado de manera absurda por la mala fortuna, al explotar en un socavón de una mina de carbón, una concentración de gas metano, dando muerte a los mineros que en ese momento hacían cambio de turno en horas de la noche.
Muchos muertos; de los que nunca se sabrá cuantos fueron en realidad, porque pese a las disposiciones gubernamentales y a que esa dizque era la mina más tecnificada, los runrrunes y la comidilla de las conversaciones en el pueblo, hablan de muchos más muertos de los que dicen los entes oficiales y las tales “medidas de seguridad” no eran tan estrictas, pues hasta menores de edad había en los socavones. Amagá casi siempre está de luto por sus hijos que aunque mantienen claro que su oficio es riesgoso, también tienen claro que de algo tienen que vivir y saben a ciencia cierta que entran al socavón, pero no saben si saldrán.
Pasó una buseta de Amagá pero no paró por obvias razones de cupo completo. Nuestra idea era llegar hasta el parque del pueblo, desayunar en el restaurante Ramitama como otras veces y de ahí caminar falda arriba los más o menos 5 ½ kms hasta la finquita de Pedro. Si nos quedábamos esperando otro bus de Amagá nos cogería la noche, así que decidimos irnos en uno de Fredonia hasta CamiloCé, buscar desayuno allá y de ahí a la finquita.
Ya llegando a CamiloCé, la carretera estaba invadida por un dispositivo de seguridad impresionante de Policía, ejercito y demás fuerzas del Estado. Ahí caímos en cuenta de que el señor Presidente de la República estaría en la población enterándose y apersonándose de las labores de rescate de los mineros enterrados por la explosión. Uno siempre “se anervia” ante tanto uniforme y armamento, pero 5 viejitos rechonchos no son motivo de preocupación para los agentes del Estado que se amoscan ante cualquier eventualidad. Pasamos por entre ellos como Pedro por su finca, saludándolos, alguno con marcada zalamería, otro medio nervioso, otro haciéndose el pendejo y en fin, cada cual a su estilo, pero muy contentos porque por ser viejitos inimputables, muy al contrario nos sentíamos más protegidos que el mismísimo Presidente; éramos unos ilustres desconocidos e inofensivos caminantes.
Buscamos preguntando un buen desayunadero y aunque nos alejaba un poco de la ruta, nos decidimos por un restaurante llamado “Por aquí pasó Pacho” después de un recodo de la carretera. Al frente había una pequeña explanada en la que había gran cantidad de soldados y policías. Ahí, nos dijeron, aterrizaría el señor Presidente.
Chocolate, huevos, arepa y quesito rapidito y vámonos. Volvimos sobre nuestros pasos y pronto estábamos falda arriba por entre casitas bordeando una calle adoquinada, en la que un poco más arriba trabajaban unos obreros arreglando un daño del alcantarillado. Muchas de esas casitas tenían jardines colgantes de gran colorido y variedad de flores. También muchos soldados que tramo a tramo vigilaban nuestros pasos. Alguno les preguntó a los de adelante por las razones de nuestra presencia en la zona y a Pedro le tocó sacar la cara por nosotros como cualquier terrateniente que se respete, diciendo que íbamos para su finca.
Desde arriba en la carreterita vecinal, por tramos se abre el paisaje de muchos verdes y tachonado de casitas, casotas y mansiones ostentosas, muchas de ellas en ruinas, mudos testigos de un reciente pasado que nos perseguirá por muchos años más. “El valle de la Peras”, nos dice Pedro que se llama el paradisiaco lugar, nombre que le dieron los conquistadores Españoles cuando pasaron por estos lados y vieron árboles cargados de frutas como Peras, pero que eran Aguacates, fruta nativa de América, o “La Indias” como llamaron los barbudos peninsulares a nuestro continente.
Llegamos a “La Meseta”, lugar habitado durante generaciones por la mayoría de los dueños de hoy día, pero que poco a poco, han ido vendiendo sus parcelas, de las que ya casi ni la agricultura de Pancoger se benefician y prefieren irse al pueblo y a trabajar en las minas de carbón o en las fincas de los terratenientes. Una de esas parcelas, es la que Pedro, nuestro amigo y su socia y novia, que compraron a buen precio en la región.
En la tienda del lugar, propiedad de una de las familias raizales, nos tomamos unas
cervezas mientras conversábamos animadamente con la dueña, uno de sus hijos y más tarde con el esposo de la matrona tendera. Un sapo común camuflado entre las piedras, nos observaba atento. Nos compramos otras cervezas y seguimos el caminito hasta la propiedad, a la que Pedro llama “La Tierra prometida”, porque se la soñó así toda su vida. Se la había prometido a sí mismo y ya cumplió su sueño.
Lo mejor de las fincas es que sean de los amigos y claro, ésta no era la excepción. Además de ser de nuestro amigo Pedro y su novia, tiene una vista privilegiada sobre “El valle de las Peras” o CamiloCé, un clima maravilloso, por lo menos ese sábado, y también tiene Guayabos silvestres, Mandarinos, Naranja agria, Limonero, una mata de Grosellas que despeluqué tan pronto llegamos, algunas Heliconias de varias clases Y tres palos de Mango cargados de fruta, la cual aprovechamos casi como de ensalada de almuerzo mientras hablábamos cháchara y tomábamos cervecita.
En esas andábamos cuando un rugido de hélices nos recordó lo de la visita del señor Presiente a Amagá y su tragedia. Halcones y Arpías sobrevolaron la zona y un gran Sikorsky de pasajeros se posó en el lugar que habíamos visto durante nuestro desayuno; se elevó de nuevo y ya fue uno de los halcones el que se posó y levantó de nuevo casi inmediatamente. El Sikorsky fue a posarse luego algo más arriba y los halcones y arpías desaparecieron. Seguimos en lo nuestro y decidimos que terminada la provisión de amargosas, regresaríamos las botellas y retornaríamos a CamiloCé a buscar almuerzo.
Subimos de nuevo a la tienda veredal y reiniciamos la cháchara con la dueña y su familiares durante un buen rato hasta que decidimos partir, pero ya no por la carretera, sino por un antiguo camino de herradura, por el que se movía todo antes de que la carretera fuera construida. Es un camino de los que se llaman “De servidumbre” y que pasa por entre propiedades privadas que son respetadas por los que los utilizan sin distingo de ninguna naturaleza. Algo de eso no fue como siempre a nuestro paso…
En 40 minutos estábamos de nuevo sobre la carretera, después de pasar por parajes y paisajes paradisiacos y por entre callejoncitos florecidos del corregimiento CamiloCé. El aparato militar seguía vigente, ahora esperando el regreso del señor Presiente al improvisado helipuerto para su retorno a la capital. La expectativa del despedir al ilustre visitante colmó de dicha a algunos de los caminantes, que entre cucharada y trinchazo, no dejaban de mirar hacia el helipuerto, buscando en los movimientos del aparato logístico, alguna señal de la llegada del señor Presidente. Ese Mondongo y esas bandejas de varias vainas, servidas en bateas sobre hojas de Bijao o Bihao, desparecieron como por encanto y ni siquiera el aguacero monumental nos privó de la ansiedad.
Tan pronto amainó el aguacero y terminamos el delicioso almuerzo, los indicios de que la caravana presidencial se acercaba fueron ciertos y de inmediato cada cual de acuerdo a sus expectativas, buscó acomodo en los espacios disponibles y permitidos por la guardia Pretoriana de la Presidencia de la República, muy cerca del Halcón negro que sacaría al hombre de los 8 años del entorno. Llovía y llovía como en el disco aquel en que Leonardo Fabio cortó una flor y nada que llegaba la caravana, ni se sabía por dónde llegaría.
Mucha gente arremolinada a ambos lados de la calle y la expectativa crecía hasta que llegaron varios carros y de uno de ellos, no supimos de cual, una figura menudita salió y rápido fue absorbido por los beneficiados que sabían por dónde saldría y saludo va abrazo viene, tome pues la fotico mija y señor Presidente, camine pues que lo están esperando en tal parte, vamos pues mijo y gracias, gracias por entre los gritos de los parroquianos y caminantes que lo saludaban, le daban ánimos y lo felicitaban y agradecían por su labor como Presidente de este manicomio llamado Colombia. Se cerró la ventanilla del avechucho ese y raudo tomó vuelo lo mismo que nosotros, que pronto estábamos esperando transporte para Medellín junto al busto de don Camilo C. Restrepo en el entrecaminos de Fredonia y Amagá.
Llegó un bus de Fredonia con Puestos disponibles y en par patadas termina esta función.
José M.
6 comentarios:
Oigan a estos y la tierra prometida no era esa...allá donde estuvo LuisMú, o se equivocaron de crónica y este no era el valle de las peras sino el de los dátiles.
Grua
Miren pues a nuestro Presidente Uribe, dizque dandose plumero en la crónica de mis caminantes.
Paqué,pero la crónica, te quedó tan hermosa y colorida como las flores de tan bellos jardines.
Abracitos lanuditos.
Conejita.
Lástima no haber ido, para ayudarle a gritar a Juanfer.
Muy rica la crónica, cortica pero sustanciosa. Y el video excelente, como todo lo de la marca Olayis.
Los felicito, niños, y también a Pedro por su Tierra prometida. Algún día nos comeremos un sancocho en esa manga.
Prodigiosa,es sencillamente la palabra que describe la narración de esta crónica,Chema,sos todo un poeta.
RUMU
esos recorridos cuando caen en la pluma de Josema quedan descritos con colores y aromas originales
Y confundir dátiles con peras o se es un niño muy idiota o un idiota muy niño. Imposible olvidar los paseos a camiloce, cuando muy jovencitos, teníamos la finca en Amagá.
GAJATOR
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