Caminata Caldas - La Romera - La Catedral - Sabaneta
La noche anterior había llovido torrencialmente,
pero llueva, truene o relampaguee, habíamos estado
en la tertulia de Otraparte rindiendo homenaje al
maestro Carlos Vieco –sus “Noches de Agua de
Dios” ¡habían caído a baldados!
No obstante el trasnocho y los traguitos, tuvimos
la fortaleza de encontrarnos a las 7am en el Centro
Comercial Mayorca para tomar el bus, rumbo al
municipio de Caldas –tierra que habría de escuchar
el primer llanto del poeta, muchas centurias atrás.
Después de los abrazos y tintos reglamentarios, abordamos el móvil –era
una buseta vieja en sus últimos estertores -le sonaba todo.
Muy pronto estuvimos en el parque de Caldas.
El pueblo inundó, precisamente en un pueblo que
celebra las fiestas del aguacero, el ego del poeta
con miles de vítores al unísono ¡Chema! ¡Chema!
¡Chema!
-Esta es la iglesia, esta es la casa de la cultura,
y este es el monumento a los juegos de la calle –
fue un tour a la velocidad de la luz lo que nos dio el
poeta, antes de entrar a desayunar – Zuluaguita,
Olaya y el Kurdo lo seguímos sin modular palabra –
el poeta estaba en sus fueros, y ante cualquier
contradicción, nos dejaba en cueros ¡Qué Decano!
Buscando la salida a La Romera, nos topamos con la insigne casa donde
naciera el poeta – una casa inmensa de paredes blancas y ventanales azules,
con un letrero en ella -nos regocijamos ¡Viendo la palabra nostalgia, hecha
rostro en JoséMa!......¡Ensimismado como estaba, tuvimos que arrastrarlo con
Grúa de allí!
Nos llamó mucho la atención ver
tantos gallinazos “por encimita” de los
tejados -decolaban para “revolotiar” sobre
la capilla San José de La Montaña, y
luego aterrizaban con sus negros
alerones sobre las casas viejas. Varias
veces Olaya y el poeta quisieron plasmar
una foto a contraluz, pero siempre los
bichos se espantaban…..perro no come perro.
-¡Buenos días! –saludó el poeta, desafiando el Alzhéimer, a un amigo del
colegio –era un hombre sin camisa, recién levantado, estaba parado en la
puerta, en una de esas casitas de barrios empinados y escalas interminables,
en cuyo último escalón suele sentarse………. ¡San Pedro!
-¡Uhm! Ya se le notan los años y toda la marihuana
del mundo encima –sentenció el poeta sin que el escuálido
hombre pudiera escucharlo.
La caminada comenzó en forma. Ante nuestros ojos apareció
la carretera destapada que nos llevaría a La Romera
–aquella, todo un amasijo de barro, troncos y piedras sueltas –
testigos del diario trajinar de los madereros del
sector, quienes cultivan los bosques de pino para
convertirlos después en madera industrial.
Todos íbamos de equipaje ligero,
animábamos la subida con charlas y chistes de
todo tipo – sin sostenerle a nadie –de tal forma
que el trasegar se hacía en forma natural y sin
forzar los pasos –no había ningún afán. Tampoco
temíamos por la lluvia, una ligera brizna
acariciaba nuestros cabellos –cachumbos,
crespos ensortijados ¡Para envidia de la coneja!
–No temas, que el que temía, ya temió – me
dio valor la frase lapidaria del sabio Chema.
-Esta lluvia está como paramosa, debimos haber
traído el machete para partir esta niebla –el poeta seguía
dándonos todo tipo de instrucciones sobre meteorología y
supervivencia en el bosque – ni Lobato que fuera.
¡Kurdo! ¡Kurdo! vea, esta es la flor del sietecueros, es
comestible ¡Pruébela! ¡Pruébela!
Para que nos dejara en paz yo le dije que estaba lleno,
pero Olaya ttuvo que decirle ¡Que no comía porque esas
florecitas le daban mucha risa!
La carretera se hacía más empinada, y Zuluaga preguntaba por la hora
cada ratico queriendo cronometrar la cantidad de horas, minutos y segundos
caminados –¡con tanta preguntadera, estoy casi seguro que él inventó los
relojes DiMario!
El trasnocho y el guayabito hacían mella en nuestros famélicos cuerpos, se
sentía la altura y la falta de aire, amén de que no se divisaba por ningún lado
una tiendita para pedir agua por el amor de Dios. Pero como mandado por El,
justamente Olaya se detuvo para sacar de su pequeña mochila, una botellita de
agua congelada, que muy sabiamente había preparado desde la noche anterior,
¡Había salvado la patria!
Nos detuvimos a descansar y otear el paisaje –era hermoso, la neblina
socarrona jugaba con nosotros, se iba y volvía, para irse y volver de nuevo –
desde allí divisamos la vía a Las Palmas y la parte alta de Envigado y el
Poblado – el río Medellín se veía como un fino hilo “platiado”, muy a pesar de la
ceguera y desorientación de Zuluaga y el kurdo……………. vendo GPS en buen estado.
Con los labios humedecidos y los pulmones reabastecidos, emprendimos
la caminata de nuevo.
Muy pronto volvieron las fotos de las flores, la fauna, los hongos y las
herraduras que íbamos disfrutando en el camino. A propósito, en el recorrido
no vimos muchos arrieros o campesinos del sector, uno que otro arriando sus
recios ejemplares.Carretera arriba decidimos seguir por ella, en vez de internarnos por un atajo en el bosque –el poeta hacía gala de conocer todo el sector como la
palma de su….coco.
Llevábamos un paso firme y con mucho ritmo,
de pronto apareció ante nuestros desorbitados ojos,
aquella “cárcel” que una vez se llamó La Catedral,
hoy convertida en un monasterio Benedictino,
gracias al comodato otorgado por el municipio de
Envigado –fue entonces cuando el kurdo se extendió
en mil explicaciones y detalles hacia sus
compañeros, dado que él conocía dicho monasterio
y en él al padre Elkin, cura carismático y sanador,
quien celebra la eucaristía cada Domingo, con la
asistencia multitudinaria de todos sus fieles en la
capilla de La Virgen Desatanudos.
Justo en frente, se encuentra un estadero, a donde van los
caballistas a rematar sus cabalgatas, comer y beber en tiempo de
solaz. De inmediato la mesa se pobló con cuatro cervezas frías y
dos aguardientes paisas, que cayeron ¡Cómo agua bendita del cielo!
Nos sirvieron Pilsen, no había “Clarita”.
Mientras descansábamos tuvimos oportunidad de charlar con
algunos lugareños y lugareñas, sobre todo con una dama de
escasos 17 añitos, quien nos dejó embobados con sus lindos ojos y
unos bluyincitos ¡Todos estrechos! Vencidas las tentaciones
y satisfecho el ojo, continuamos la marcha, a mucho pesar.
-¡Permiso! –gritó el poeta delante de un portón inmenso
que obstruía el paso –Queremos pasar a La Romera,
señor – la voz retumbó al mejor estilo de JuanCé.
Ese grito fue el ¡Ábrete sésamo! pues de inmediato
las puertas se abrieron y pudimos continuar nuestro camino por un hermoso
sendero empedrado, que se perdía entre el espeso follaje y el verde con olor a
tierra mojada de la montaña.
Cruzamos varios riachuelos sonoros, invitación que nos hacía el poeta
para que nos detuviéramos a escuchar la caída y el golpe del agua entre las
piedras, a veces los pájaros, y a veces ¡El ruido de las luciérnagas haciendo el
amor!
El poeta Chema fue un guía excelente, nos
avisaba en todo momento que tuviéramos
cuidado para no resbalar en las piedras o en los
traicioneros puentes de madera que
encontrábamos en el camino. Sanos y salvos,
muy pronto llegamos ilesos a la casa del
guardabosques: Parque Ecológico Recreativo
Municipal La Romera. Gente muy amable, que además conocían al poeta,
por supuesto. Allí reposamos un rato deleitándonos con el paisaje,
al fondo se distinguían las edificaciones y lotes de Sabaneta, Itagüi y La
Estrella.
Nos despedimos de esa bella gente, no sin antes
pagar la debida cerveza. El camino seguía largo hacia abajo, parecía
interminable, ésta, que parecía una caminada “cortica”
se había convertido en una de ¡Siete horas de duro
caminar!
Fue así como camino abajo, nos encontramos con un grupo de jóvenes
que estaban de paseo. Nos saludaron muy cordialmente. Entre ellos había una
joven, cuyo rostro, amén de su pelo color naranja, hicieron que el poeta la
bautizara como la zanahoria caminante – ella quedó plasmada para la
eternidad, y para el chantaje, en una hermosa foto con el rostro del kurdo.
Ante el paso arrollador de nosotros, poco a poco fue apareciendo la
entrada a Sabaneta, sector de La Doctora. Y de nuevo, la
rigurosa cerveza nos curó la garganta. Era una especie de
fonda del camino, adornada con raíces de grandes árboles,
simulando animales y demás objetos raros. El poeta dio
cuenta de todo ello accionando una y otra vez su
inacabable cámara – aparatejo que se resiste a morir, muy
a pesar de los golpes, la lluvia y el polvo de los caminos.
En honor a la verdad, y la historia por testigo me absolverá,
esta última cervecita casi me cuesta la cabeza. La sed me
mataba, pero mis compañeros morían de hambre y querían
almorzar rápido. Yo insistí en que nos tomáramos una sola
cerveza. Zuluaguita casi hace huelga de hambre, y entre
Chema y Olaya casi me quiebran sus cayados en mi noble
cogote, poco faltó para que me ¡descuartijuanfertamayizaran!
-me tocó tomarme la cervecita quietecito, como ese pielroja
gigante “toro sentado” que nos encontramos en la vía.
A pesar del conato de asonada, el grupo se reintegró y continuó la dura
marcha hacia el parque de Sabaneta, allí nos esperaba Doña Gloria, la esposa
del poeta, quien, ella, muy solícitamente había dispuesto de sendos almuerzos
para nosotros los caminantes.
Pero ¡Oh sorpresa! ¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del
Señor! Allí estaba además aquella señora canosa y encantadora que
habíamos conocido la noche anterior en Otraparte, una señora de nombre Dora,
a quien por su carisma y gentileza la habíamos bautizado esa noche como
nuestra Mama Dora. Los abrazos y las risas nose hicieron esperar.
Hasta nos dieron torta, estaban celebrando en ese restaurante, el
cumpleaños de otra amiga en común.
Dimos buena cuenta de las viandas, mientras
las engullíamos con una amarguita: Frijoles,
sopita, chicharroncito, arrocito, ensaladita y
otras bobaditas – habíamos hecho “vaca” y
todavía quedaba plata para pagar los almuerzos,
gracias a la veeduría fiscal y de tesorería del
poeta anfitrión.
Tomado el tintico, vino la despedida de rigor, Chema se quedaría con su
esposa y sus amigas, nosotros en cambio, continuaríamos en solitario al punto
de partida. En frente, abordamos la buseta rumbo a Mayorca. La exposición
fotográfica del poeta nos esperaba.
No era un sábado normal, había gente por
montones do quiera que caminábamos, era el día de
la cabalgata, en plena Feria de Las Flores. Subimos
al cuarto piso por las escaleras eléctricas, nuestra
columna desvertebrada ya no daba más.Recorrimos y degustamos
las 20 fotos ¡Flores del camino!
Terminado el periplo, y después de recrear los
ojitos con las lindas paisas que adornaban el Centro
Comercial, tomamos el Metro. La estación Aguacatala fue testigo.
Nos dimos un sincero
apretón de manos con abrazo rompe-huesos
incluido. Terminaba un día hermoso en compañía de
mis amigos, disfrutando y agradeciendo toda la
maravilla de Dios en La Romera.
El Metro se detuvo y la puerta se abrió – Nos despedimos –fue entonces
cuando sentí que…….. ¡Cuatro palmadas me entraron por el hombro y se incrustaron
en mi alma, sin orificio de salida!
Ese fue el diagnóstico forense que dio Byron, en forma muy ¡Abreviada!
Kurdo, Julio 31 de 2010
3 comentarios:
Que bien Kurdo, fue una crónica escrita en 3D y recreada con personajes que hacen parte del transcurrir de los Todo Terreno
CTT,se merecen todo un aplauso por ésta caminata,esto no es para todos."Por encimita"nunca estarán los gallinazos.
RUMU.
Kurdo, me disfrute mucho esta visita tuya por el blog, escribes bien chevere. Muy entretenida y amena, vuelva!
Coneja.
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