Caminata Colegio Latino - Santa Elena - Embalse Piedras Blancas

Fecha: 23 de junio de 2007

Asistentes: Gloria Helena Gutiérrez Gómez, Luís Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, Carlos Olaya Betancur y Jorge Iván Londoño Maya

Duración: 6 horas

Nombre: Naturaleza peinada de “colecaballo”

Mención especial: Para Gloria Helena Gutiérrez Gómez, quien con su presencia y donaire nos aconductó y nos mejoró el vocabulario; y con su excelente preparación atlética nos puso el paso.

¿Se imaginan al lobato Londoño sentado en el lado izquierdo de la plataforma de la estación Estadio coqueteándole (rezándole) a su Milagrosa, y 30 metros más allá, en el lado derecho del mismo lugar, separados por la caseta de control, al cardenal Echeverri leyendo la columna de su primo Raúl Emilio en el Colombiano, y ambos “dizque” esperando que fueran las 7 de la mañana para encontrarse?

Esa pilatuna que nos jugó el destino nos hizo llegar 15 minutos tarde a la estación Exposiciones, en cuyos bajos nos esperaba el polaroid Olaya, bien acomodado en una banca y arrancando para el segundo sueño. Allí cogimos un taxi chiquito y redondito, de esos que parecen una mariquita, con antenas por ambos lados, formadas por nuestros cayados, pues debido al poco espacio los tuvimos que sacar ventanillas afuera. Cinco minutos bastaron para llegar al sitio del encuentro, la portería de la urbanización el Mirador del Poblado.

Allí muy cumplidos nos esperaban Luis Fernando y Gloria Helena, toda ella de blanco vestida, amiga por varias décadas de la familia Londoño Rodas, quien nos pidió pegarse para esta caminata, solicitud que fue aprobada sin necesidad de presentar hoja de vida ni pagar acción por las mejoras que le hemos hecho al grupo. Como de antemano le conocíamos sus excelentes dotes de buena caminante, le dimos el “si” para tan exigente caminata.


Luego de la presentación de rigor, con regaño incluido por los 15 minutos de atraso, hicimos sonar las campanas a las 7 y 45 de una mañana que en cuestión climática a veces si y a ratos no. Palmas arriba fuimos mirando las obras de ampliación de esta vía. Aparecieron los puentes, los taludes de tierra colorada, la maquinaria sobre la vía, enormes volquetas que van y vienen, trabajadores en todos los rincones, polvo al por mayor y limpieza al por menor, trabajadores con avisos manuales de “sigan los caminantes” y “paren los carros”. En este tramo le entregué a Gloria mi cayado Pompilio, quien complacido cambió de manos, y dejé para mi un palo recogido de entre los escombros de la construcción.

Esta embadurnada de progreso se nos acabó muy rápido al llegar al colegio Latino, en donde nos desviamos para tomar el camino que nos llevaría al encuentro con el aire puro, ese si en cantidades industriales, no sin antes observar como las nuevas urbanizaciones le están bajando las enaguas a la montaña para desnudarla ante la mirada complaciente de las autoridades ambientales.

El ascenso comienza por una estrecha carretera que sirve a algunas fincas. Luego se convierte en un camino real, que se va haciendo más pendiente y que nos introduce como en cámara lenta a un espeso bosque, generoso en frondosos árboles, entapetado con musgo, líquenes, bejucos y anturios, ambientado con el trinar de los pájaros, y matizado con el embriagante olor del sudor de la naturaleza, fragancia que sólo se compra y se consume allí. De vez en cuando paramos para mirar abajo la ciudad, cobijada por un manto de neblina, sobre la cual resaltan los altos edificios.

Luego de más de 2 horas de pura subida en segunda y primera y a veces con la doble y la polla, puestas, coronamos el cerro la Paloma, desde donde se aprecia muy buena parte de la ciudad. Allí aprovechamos para instalar otra zona de alimentación compuesta por agua y frutas y para tomar las fotografías de rigor. A estas alturas, Gloria y Juanfer, quienes fueron vecinos en sus años de infancia, ya llegaban a primos undécimos, pues el Gutiérrez se les cruza en alguna de las esquinas de sus árboles genealógicos. No se imaginan a Juanfer, loma arriba, preguntándole a Gloria por Raimundo y todo el mundo y viceversa.
Acometido el último kilómetro, el tramo más inclinado y complicado, llegamos a la cima de la montaña, donde predomina la madera. El camino se vuelve de herradura propicio para sacar los troncos. Allí nos encontramos con una joven pareja que también estaban ejecutando el verbo caminar, pero lo hicieron saliendo del barrio La Milagrosa, para subir por la hilera de torres de energía que puede verse desde cualquier punto de la ciudad.

En este tramo aparecen las fincas de labor y de recreo. El bosque se cambia por un paisaje abierto, cubierto de cultivos de flores donde predomina la hortensia, hace la entrada su majestad la papa, acompañada por su séquito de hortalizas. Las fresas no se quedan atrás, lo mismo que el maíz y el fríjol.

Llegamos a la vereda El Plan, y con ella a la tercera zona de alimentación, nada menos que la tienda donde vive Valentina, la niña de trenzas y ojo pícaros a quien hemos visto crecer pero que hoy no nos acompaña porque pasa sus vacaciones en San Cristóbal. Aquí la parada es de 15 minutos acompañados de cervecitas, gaseosa, empanadas y más fotos, y aprovechen para entrar el baño muchachos, porque en ésta, ¡nada de desmoronar barrancos!

Sentados muy juiciosos en los tablones, Londoño hace caer en cuenta al grupo de lo sucia que lleva su camiseta. Tanto que la de un indigente con 6 meses sin lavar parecía una Cristian Dior al lado de la suya. Lo raro es que nadie se explica el porque de ese mugrero. Incógnita que se queda sin despejar hasta ayer domingo que llegan las fotos de Caliche. En efecto, como le entregué a Gloria a mi Pompilio (el cayado) y yo tome uno de los escombros de la ampliación de la carretera, yo me lo ponía debajo el hombro o sobre el estómago bien fuera para tomar agua o abrirle el morral a Gloria para sacarle sus provisiones, en esos momentos quedaron las huellas del barro y la suciedad que tenía el cayado emergente.

La caminata continúa por vía pavimentada, ahora si en predios del corregimiento de Santa Elena, que une las veredas de esa región, entre ellas la más popular conocida como Piedra Gorda. La conversación sigue a todo vapor y nuestra invitada se siente como pez en agua, pareciera que llevara caminando con el grupo los mismos años del lobato. En tres zancadas llegamos a la carretera principal, es decir, a la Santa Elena, la misma que al occidente va para Medellín y al oriente para el aeropuerto y Rionegro.

En todo el cruce nos encontramos un paseo compuesto por 8 muchachas y 2 muchachos; ellas encartadas con una grabadora tamaño kiosco comunal, morrales, tulas, bolsas, almohadas, cobijas, hamacas y mecato, y los pobres lidiando con sus mochilas, bulto y medio de mercado y medio bulto de papa capira. Al final Caliche saco a relucir sus dotes de matemático, y les dijo: “para que no tengan que cargar el medio bulto de papas, a cada uno le toca llevar de a seis papas” me imagino que a esta hora las muchachas deben estar buscando en que llevar la dosis personal del tubérculo, pues en los estrechos bolsillos de los bluyines escasamente entra un billete de dos mil pesos, y eso doblado a la mitad.

Después de darle ánimos al paseo para que continuaran, cogimos por la carretera principal rumbo al occidente, pues nuestro destino era la vereda Mazo, en donde tiene su asiento el embalse de Piedras Blancas. A una cuadra nos encontramos un renolcito seis, que de lo trajinado más bien parece treinta, acondicionado como frutera ambulante. Allí degustamos unas mandarinas y unos murrapitos; pero nos quedamos con las ganas de probar la piña porque, como para no creer, el gerente del negocio no llevaba cuchillo para pelarla. ¿Abrase visto Sarita? Hasta hubiera servido la perica que iba estrenando el cardenal Echeverri, pero caímos en cuenta muy tarde.

En un tris llegamos a las partidas para la carretera que nos llevará a la represa, distante a 12 kilómetros. La vía también es pavimentada, algo concurrida de vehículos, con muchas casas a los lados. Aparecen los cultivos de flores, porque en esa zona viven la mayoría de los silleteros que asisten al desfile en la feria de las flores. Así mismo se ven los cultivos de fresas y papa. Igualmente comienza a verse en todo su esplendor el parque Arvi, compuesto por 2.800 hectáreas de bosques, parque que está al cuidado de Corantioquia y las Empresas Públicas de Medellín. Con el parque aparecen las entradas a los múltiples senderos ecológicos y a las veredas, todos debidamente demarcados a la entrada.

El clima ha sido benigno, poco sol y nada de lluvia, gracias a las plegarias del lobato Londoño, que en materia de meteorología tiene en su Milagrosa a la mejor aliada. Las 3 horas de caminata que restaban las adobamos buscando un puesto de deliciosas empanadas, el mismo que encontramos en caminatas anteriores, así que, además de la fructífera conversación, nos fuimos “jugando” en cual próxima curva nos iríamos a encontrar el puesto que nunca apareció.

El que si encontramos fue uno de frutas, lo que nos valió para degustar unas tajadas de mango maduro con mucho limón y sal. Además creímos haber visto cumplido nuestro sueño de comernos una deliciosa piña, pero la dueña del puesto creyó que éramos de apellidos Sarmiento Angulo y nos pidió $3.500 más IVA. Ahora que hablamos de plata es bueno anotar que la primera que puso la cuota para la vaca fue misia Gloria, así de entrenada llegó al grupo.

A las 12 y un minuto nos quitamos las cachuchas y rezamos el Ave María, tradición que no puede faltar en el grupo, así nos coja la noche, llueva, truene o relampaguee. Obviamente nuestra invitada se “quedo de una pieza” y con toda devoción se unión a nuestro coro.

La última zona de alimentación fue el Tambo, haga de cuenta dos esquinas dotadas de restaurante, al cual entramos para ver en vivo y en directo el menú del día, y al frente una cantina, a la que entramos a tomarnos el refrigerio de rigor, acompañados del afiche que no era propiamente una estampita mariana o de primera comunión sino una modelo “en bola” que le sirve al dueño para que la clientela pida una segunda, tercera, cuarta y ene tandas.

A los últimos 3 kilómetros que nos faltaban les pusimos límite de tiempo, 40 minutos, o sea que deberíamos de estar llegando a nuestro destino a la 1 y 40 minutos de la tarde. Este tramo se caracteriza por tener sitios para acampar, con riachuelo de agua cristalina, kioscos, fogones especiales para los asados, canecas para la basura, y una paz y una calma que provocan.

A la 1 y 45 llegamos a nuestra meta, el refugio y embalse de Piedras Blancas, administrado por Comfenalco. El primer lugar que visitamos fue el restaurante, como para asegurar la lata. Allí hablamos con la administradora, quien en forma muy amable nos sugirió almorzar mas tarde, pues en ese momento estaban despachando el almuerzo para dos numerosos grupos de visitantes. Así que nos pusimos de acuerdo para pedir bandeja para todos, por lo que ella se encargaría de ordenarlas para las 2 y 30 de la tarde.

Aprovechamos el tiempo para que Gloria conociera el puente colgante y el insectario. De allí pasamos a visitar el nuevo mariposario, inaugurado dos días atrás, el cual comienza a surtirse con especies de la región. Allí mismo cuentan con una “sala de partos” para facilitar la metamorfosis de las orugas, que ante la vista del público se convierten en pequeñas mariposas.

El recinto de este mariposario, compuesto por una malla sobre una estructura metálica, es muy sobrio.Su interior está adornado con diferentes plantas y flores, además con puestos de degustación para las mariposas, los hay de frutas o rila de aves.


Entre las matas nos llamó poderosamente la atención unas decorativas en forma de repollos, con exóticos colores y formas, parecian más bien unas algas marinas. Regresamos al refugio, el cual estaba ahora más desocupado. Allí fuimos atendidos por María Eugenia, una agraciada sardina que tiene en su mejilla derecha tres lunares en fila india, que alguien se los bautizo como los tres reyes magos.

Luego del aseo de rigor en unos baños muy aceptables, no obstante la gran cantidad de personas, nos dispusimos a disfrutar de la generosa bandeja paisa, compuesta por: porción de fríjoles, arroz y carne en polvo, chicharrón, morcilla, huevo estrellado, tajada de maduro, ensalada y arepa, con el buen acompañamiento de un jugo de mora casero y un claro (miaitos de ángel) cuñado con bocadillo y tronquitos de la dulzura de María Eugenia. Como siempre, este preparito va con dedicatoria especial para nuestro dilecto amigo Pablo Mejía, allá en su Manizales del alma

Pagada la cuenta, la cual vino “premiada” con tasas de delicioso café, por cortesía de Comfenalco, pasamos a conocer el pequeño Panaca, el cual no pudimos mirar por remodelación total. Así que optamos por comernos el postre en un puestecito de chucherías, atendido por una familia de la región, papá y dos hijas, el pedido fue muy fácil: obleas con arequipe para misia Gloria y solteritas para sus edecanes.

Como la buseta para Medellín llegaba a las 4 y 30, nos ubicamos a la entrada del refugio a seguir raniando, a comentar sobre la caminata y en fin, a hablar de lo humano y lo divino. Estando en esas, el cariobispo, mas conocido ahora como cardenal Echeverri, se nos fue acomodando en el piso, puso el morral como almohada y nos dijo: sigan hablando que yo los oigo. ¿Oigo? A los pocos minutos estaba roncando y así se quedó hasta que llegó la buseta. la verdad fue que no pudimos encontrarle el botoncito para saber de donde es que se apaga.

La Buseta llegó vacía, así que como buenos escolares nos subimos de primeros y cogimos los puestos de adelante, por no ser un grupo par a Caliche le toco irse solo en una banca, claro que para él no hay problema, porque con la quitada de la emergencia y la puesta en primera, el hombre ya tenía su gorra tirada para adelante y comenzaba los primeros ronquidos, los que no le duraron mucho, pues al kilómetro se subieron tres personas, entre ellas una sardina la cual entre todos le acomodamos en el puesto libre.

El viaje de regreso se torna placentero por la espectacular vista que tiene Medellín desde la montaña. En cada curva a la derecha tenemos la panorámica de nuestra bella villa. En un viaje que dura medio tabaco, como dicen nuestros campesinos, regresamos para caer en manos del bullicio, el gentío, la congestión, la contaminación, mejor dicho, llegamos nuevamente a nuestra ciudad.

En las mellizas se bajaron Gloria y Luisfer, para tomar taxi con destino al Poblado. El resto de la tropa seguimos rumbo al centro, concretamente nos bajamos en Colombia con Girardot.

Allí nos tomamos el último tutti fruti para seguir a pie hasta la estación san Antonio para coger el metro. En el recorrido entre la plazuela de san Ignacio y la estación san Antonio pudimos notar la anarquía que vive esa zona del centro, donde cada quien hace lo suyo sin importarle la ciudad. Yo al menos me convencí que definitivamente el centro no necesita un gerente sino un dictador.

Ya en la estación del metro las cosas cambian de color, y comienza a mejorar la calidad de vida, con algunos lunares obviamente. No están equivocados quienes adivinaron cual fue nuestro tema durante el viaje de regreso hacia nuestras casas. Para resumirlo, “que bueno fue haber compartido esta caminata con una mujer tan especial, dotada con un don de gentes y una calidad inigualables, y haber tenido en la vanguardia una colecaballo señalando el camino”

Todo indica pues señores, que tendremos Gloria Helena para mucho rato, y desde esta crónica le reiteramos nuestra bienvenida a los Todo Terreno

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Como ya es costumbre, tremenda descripción pictórica la que hace el SEMINARISTA DE LOS OJOS MORADOS, con su mejor estilo, de esta caminata, la cual con el acompañamiento de mí prima, fue todo un elogio a la ecología, al buen vivir, a las buenas costumbres y a la amistad de los caminantes.
JUANFER

Anónimo dijo...

"Los caballos eran fuertes/los caballos eran ágiles" dice José Santos Chocano en su famoso poéma -Los Caballos d elos Conquistadores. Que raro Jerónimo que nadie dice lo mismo de nuestro abuelito y sus acompañantes de los Todo Terreno.
Sarita

Anónimo dijo...

Gracias a MARIE, la hermosa y jóven ´periopdista de El Colombiano, quien con su artículo de Julio 1-07 sobre los Todo Terreno, nos llena de aliento, para continuar trazando caminos al rítmo de nuesra naturaleza colorida y siempre fresca.

JUANFER

Anónimo dijo...

Queremos que en nuestro país, lols biuenos si sean realmente más. hay que decirle NO a los malos. No al secuestro a la chusma, al asesinato, al terrorismo, al narcotráfico, al paramilitarismo. No a los violentos, para que podamos tener y conocer un país grande, hermoso, seguro, en paz y lleno de mariposas, pájaros y flores. SARITA y JERONIMO

Anónimo dijo...

Si señores el centro de Medellin lo que necesita es un dictador,
que pena es un desorden.
Vea pues la Gloria como ya se ha dado el gustico repetidamente de andar con los caminantes, sigo yo,
no lo duden.
Lobatico, muy buena la cronica, hasta a mi se ensucio la camiseta
de tanto que disfrute al leerla.

Conejita.
N.J.