Caminata El Santuario - El Peñol
Fecha: sábado 7 de julio de 2007
Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya
Duración: 5 horas
Nombre: Los tres sietes de la naturaleza
Efectivamente. El destino nos tenía preparado este día especial para caminar, identificado por los tres sietes, 777, así: Mes 7, Día 7 y año 7
Así que con esa terna de sietes guardada en los morrales, con tintes macondianos y astrológicos, escogimos una caminata que contemplara los tres sietes de la naturaleza, y que mejor que recorrer el camino que une los municipios de El Santuario y El Peñol, para encontrar el reino MINERAL representado por el agua de las quebradas y de la represa de Guatapé, así como por la imponente piedra del Peñol. El reino VEGETAL por los sembrados, los árboles y el verde de las montañas y el reino ANIMAL encabezado por la variedad de pájaros, ardillas, cabras, vacas, caballos, etc.
Para lograr este cometido nos encontramos muy cumplidos en la Terminal del Norte, la cual nos recibió con un imponente altar a la virgen del Carmen, en donde desde ese sábado, y por nueve días, se rezaría la novena como preámbulo a la fiesta de la patrona de quienes tienen bajo su responsabilidad la vida, honra y bienes de los miles de viajeros que vamos por estas carreteras, algunas de ellas mantenidas por Dios y sus serafines, porque los mortales llamados a hacerlo, llámense Urieles o Gallegos, brillan por su ausencia.
Una vez comprados los fichos para la buseta de las siete, porque en esa flota no entregan tiquetes, pasamos a los mostradores del kiosco de turno para tomarnos un preparito como abrebocas del desayuno que nos esperaba en el Santuario. Como la fecha lo ameritaba, nos tocó empanada entera para cada uno, acompañada de Mr. Tea o cafecito en leche, según el gusto. En medio de la suculenta tertulia, Luisfer nos hizo entrega del regalito que nos traía de su paseo por tierras del eje cafetero, un delicioso arequipe de café, el cual, como gesto de buena atención, nos fue empacado en bolsita por la chica que nos estaba atendiendo.
¡Dicho y hecho! Con tanta conversadera y tragadera nos dejó la buseta de las siete, pero que conste que el chofer nos jugo sucio, porque salió cinco minutos antes. No tuvimos mas remedio que esperar la que salía a las 7 y 20, por lo que una vez llego, y como al perro sólo lo capan 85 veces, fuimos los primeros en montamos para coger los mejores puestos. Hasta tuvimos tiempo de ojear El Colombiano y deleitarnos mirando la foto de la hermosa Viena Ruiz, en la revista Nueva. Algo es algo como decía el finado Floro Hurtado mirándose al espejo.
El viaje que duró una hora exacta resultó sin inconvenientes, salvo el reclamo de Juanfer sobre el ruido que hacen los motores diesel, que parece el zumbido de un cucarrón perdido en un sanitario.
Ya en predios de la plaza del Santuario, pasamos a izar cayados en la iglesia de nuestra señora de Chiquinquirá, a la cual nunca le falta el cartel invitando al entierro de un Serna, o un Zuluaga, o un Duque, un Ramírez o un Arcila. Como estaban en misa de ocho llegamos justo para decir: Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para salvarme”.
Otro sitio obligado es el restaurante El Turista, de propiedad de nuestro amigo Juanes, pero no el que canta y recién separado, quien esta vez, como cosa rara, no se encontraba. No obstante, fuimos muy bien atendidos por los empleados, quienes en un dos por tres expusieron sobre el mostrador tres humeantes tamales que le hacían juego a espumosas tazas de chocolate Cruz, y a generosas porciones de arepas de pelao y de buñuelos santuarianos, hechos con el secreto que sus vecinos los marinillos, no han podido descubrir en dos siglos y pico de vecindad. Es que pa´ secreto bien guardado, la receta de estos buñuelos, que duran hasta un mes sin ponerse duros, y menos mal, porque uno de esos se lo tragó Juanfer del susto cuando vio que un carro de bestia le piso la patica a un perro callejero, por lo que brincó a la calle como liberal caria´o.
Dándole últimas a las dos enormes y hermosas araucarias de la plaza, y observando los almacenes de variedades y los mercados, todos ellos organizados milimétricamente y dispuestos en tal forma que recrean hasta un alma en pena, nos despedimos del Santuario para coger rumbo a la vereda la Bodega. A las pocas cuadras desaparece el pavimento y comienza la carretera destapada, engalanada a lado y lado por casas campesinas adornadas con flores y con sembrados de hortalizas unas, y papa o fríjol otras.
Como este trayecto es conocido para el grupo, el lobato Londoño ya sabe en donde están sus clientecitos para los bombones, así que sin necesidad de radar llega a la humilde casa donde viven los cuatro hermanitos monitos ojiclaros, quienes no tienen zapatos pero si buena memoria y salen “a mil” a recibir los dulces.
Sobra advertir que el día es de verano, lo que nos obliga a ponernos nuestros turbantes para evitar el regaño de nuestras patronas al llegar a casa. Hasta Luisfer, siempre tan reacio a echarse los menjurjes, ya quiere entrar en la onda, y no es para menos. Como es costumbre en tiempo de verano, no falto encontrarnos con partes completamente arrasadas por el fuego, hechas a mano por las mentes enfermas de los pirómanos, que le prenden candela a cuanto espartillo se encuentran, amparados en la soledad de las carreteras y en la falsa creencia que con el verano el bosque se prende solo, lo que es falso, pues se requiere de una temperatura de 150 grados para que la madera comience a arder por si misma.
Al kilómetro de recorrido llegamos a la finca de un amigo, otro de los tantos que vamos sembrando a la vera de los caminos, y que nos reconocen y reciben con alegría. Allí esta el aprisco donde conviven 14 cabras y dos machos, uno de los cuales, el de mayor envergadura, de tanto cornear el entable, lo debilitó y facilitó que el viento medio lo tumbara. Nuestro amigo anda sólo porque su esposa e hijos se fueron para las californias a visitar la otra mitad de la culecada; así que tiene a su cargo todos los oficios de la finca, desde barrer hasta hacer los quesos para vender en el pueblo. Con razón nos despidió diciendo: “La gente cree que la buena vida es esto, pero la verdadera vida es la de ustedes, que pueden hacer lo que les gusta”.
La caminata sigue por ascensos suaves. Por una carretera estrecha, por donde de vez en cuando pasan un camión de escalera, un bus y varios camperos, que cubren las rutas para las diferentes veredas. Eso si, todos nos saludan con sus pitos, como muestra de su admiración por nuestra actividad, saludos que respondemos con efusividad y algarabía.
Esta es una de las regiones más prolíferas en cultivos de: repollo, zanahoria, remolacha, arvejas, papa, fríjol, cilantro, maíz y tomate. También se encuentran guayabos, naranjos, tomates de árbol y mora de castilla, en uno de cuyos sembrados pudimos probar tan exquisita fruta, porque las ramas invaden la carretera dejando a merced de los caminantes sus generosas porciones.
Mas abajo del alto de la Bodega, al salir de una curva, nos encontramos con un paisaje pintado al óleo que representa la represa de Guatapé, la piedra del Peñol y el hermoso valle que los circunda. Este espectáculo, que será nuestra compañía permanente durante dos horas, o sea hasta llegar al pueblo del Peñol, lo definimos como un bálsamo para el alma y un colirio para los ojos. Dichosos los que pueden ver esa maravilla desde lo alto de la montaña.
En nuestra zona de alimentación, compuesta por guandolo súper helado, gracias a la tecnología artesanal, y manzanas, fuimos alcanzados por seis policías que se movilizaban en tres motos, quienes muy amablemente nos saludaron y siguieron su camino. Que satisfactorio es encontrarnos con la patria vestida de uniforme.
En predios de la vereda la Hélida, encontramos la mayor cantidad de quebradas, arroyos y caídas que surten a la represa, por lo que aprovechamos para refrescarnos y empaparnos con sus heladas y cristalinas aguas.
Fecha: sábado 7 de julio de 2007
Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya
Duración: 5 horas
Nombre: Los tres sietes de la naturaleza
Efectivamente. El destino nos tenía preparado este día especial para caminar, identificado por los tres sietes, 777, así: Mes 7, Día 7 y año 7
Así que con esa terna de sietes guardada en los morrales, con tintes macondianos y astrológicos, escogimos una caminata que contemplara los tres sietes de la naturaleza, y que mejor que recorrer el camino que une los municipios de El Santuario y El Peñol, para encontrar el reino MINERAL representado por el agua de las quebradas y de la represa de Guatapé, así como por la imponente piedra del Peñol. El reino VEGETAL por los sembrados, los árboles y el verde de las montañas y el reino ANIMAL encabezado por la variedad de pájaros, ardillas, cabras, vacas, caballos, etc.
Para lograr este cometido nos encontramos muy cumplidos en la Terminal del Norte, la cual nos recibió con un imponente altar a la virgen del Carmen, en donde desde ese sábado, y por nueve días, se rezaría la novena como preámbulo a la fiesta de la patrona de quienes tienen bajo su responsabilidad la vida, honra y bienes de los miles de viajeros que vamos por estas carreteras, algunas de ellas mantenidas por Dios y sus serafines, porque los mortales llamados a hacerlo, llámense Urieles o Gallegos, brillan por su ausencia.
Una vez comprados los fichos para la buseta de las siete, porque en esa flota no entregan tiquetes, pasamos a los mostradores del kiosco de turno para tomarnos un preparito como abrebocas del desayuno que nos esperaba en el Santuario. Como la fecha lo ameritaba, nos tocó empanada entera para cada uno, acompañada de Mr. Tea o cafecito en leche, según el gusto. En medio de la suculenta tertulia, Luisfer nos hizo entrega del regalito que nos traía de su paseo por tierras del eje cafetero, un delicioso arequipe de café, el cual, como gesto de buena atención, nos fue empacado en bolsita por la chica que nos estaba atendiendo.
¡Dicho y hecho! Con tanta conversadera y tragadera nos dejó la buseta de las siete, pero que conste que el chofer nos jugo sucio, porque salió cinco minutos antes. No tuvimos mas remedio que esperar la que salía a las 7 y 20, por lo que una vez llego, y como al perro sólo lo capan 85 veces, fuimos los primeros en montamos para coger los mejores puestos. Hasta tuvimos tiempo de ojear El Colombiano y deleitarnos mirando la foto de la hermosa Viena Ruiz, en la revista Nueva. Algo es algo como decía el finado Floro Hurtado mirándose al espejo.
El viaje que duró una hora exacta resultó sin inconvenientes, salvo el reclamo de Juanfer sobre el ruido que hacen los motores diesel, que parece el zumbido de un cucarrón perdido en un sanitario.
Ya en predios de la plaza del Santuario, pasamos a izar cayados en la iglesia de nuestra señora de Chiquinquirá, a la cual nunca le falta el cartel invitando al entierro de un Serna, o un Zuluaga, o un Duque, un Ramírez o un Arcila. Como estaban en misa de ocho llegamos justo para decir: Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para salvarme”.
Otro sitio obligado es el restaurante El Turista, de propiedad de nuestro amigo Juanes, pero no el que canta y recién separado, quien esta vez, como cosa rara, no se encontraba. No obstante, fuimos muy bien atendidos por los empleados, quienes en un dos por tres expusieron sobre el mostrador tres humeantes tamales que le hacían juego a espumosas tazas de chocolate Cruz, y a generosas porciones de arepas de pelao y de buñuelos santuarianos, hechos con el secreto que sus vecinos los marinillos, no han podido descubrir en dos siglos y pico de vecindad. Es que pa´ secreto bien guardado, la receta de estos buñuelos, que duran hasta un mes sin ponerse duros, y menos mal, porque uno de esos se lo tragó Juanfer del susto cuando vio que un carro de bestia le piso la patica a un perro callejero, por lo que brincó a la calle como liberal caria´o.
Dándole últimas a las dos enormes y hermosas araucarias de la plaza, y observando los almacenes de variedades y los mercados, todos ellos organizados milimétricamente y dispuestos en tal forma que recrean hasta un alma en pena, nos despedimos del Santuario para coger rumbo a la vereda la Bodega. A las pocas cuadras desaparece el pavimento y comienza la carretera destapada, engalanada a lado y lado por casas campesinas adornadas con flores y con sembrados de hortalizas unas, y papa o fríjol otras.
Como este trayecto es conocido para el grupo, el lobato Londoño ya sabe en donde están sus clientecitos para los bombones, así que sin necesidad de radar llega a la humilde casa donde viven los cuatro hermanitos monitos ojiclaros, quienes no tienen zapatos pero si buena memoria y salen “a mil” a recibir los dulces.
Sobra advertir que el día es de verano, lo que nos obliga a ponernos nuestros turbantes para evitar el regaño de nuestras patronas al llegar a casa. Hasta Luisfer, siempre tan reacio a echarse los menjurjes, ya quiere entrar en la onda, y no es para menos. Como es costumbre en tiempo de verano, no falto encontrarnos con partes completamente arrasadas por el fuego, hechas a mano por las mentes enfermas de los pirómanos, que le prenden candela a cuanto espartillo se encuentran, amparados en la soledad de las carreteras y en la falsa creencia que con el verano el bosque se prende solo, lo que es falso, pues se requiere de una temperatura de 150 grados para que la madera comience a arder por si misma.
Al kilómetro de recorrido llegamos a la finca de un amigo, otro de los tantos que vamos sembrando a la vera de los caminos, y que nos reconocen y reciben con alegría. Allí esta el aprisco donde conviven 14 cabras y dos machos, uno de los cuales, el de mayor envergadura, de tanto cornear el entable, lo debilitó y facilitó que el viento medio lo tumbara. Nuestro amigo anda sólo porque su esposa e hijos se fueron para las californias a visitar la otra mitad de la culecada; así que tiene a su cargo todos los oficios de la finca, desde barrer hasta hacer los quesos para vender en el pueblo. Con razón nos despidió diciendo: “La gente cree que la buena vida es esto, pero la verdadera vida es la de ustedes, que pueden hacer lo que les gusta”.
La caminata sigue por ascensos suaves. Por una carretera estrecha, por donde de vez en cuando pasan un camión de escalera, un bus y varios camperos, que cubren las rutas para las diferentes veredas. Eso si, todos nos saludan con sus pitos, como muestra de su admiración por nuestra actividad, saludos que respondemos con efusividad y algarabía.
Esta es una de las regiones más prolíferas en cultivos de: repollo, zanahoria, remolacha, arvejas, papa, fríjol, cilantro, maíz y tomate. También se encuentran guayabos, naranjos, tomates de árbol y mora de castilla, en uno de cuyos sembrados pudimos probar tan exquisita fruta, porque las ramas invaden la carretera dejando a merced de los caminantes sus generosas porciones.
Mas abajo del alto de la Bodega, al salir de una curva, nos encontramos con un paisaje pintado al óleo que representa la represa de Guatapé, la piedra del Peñol y el hermoso valle que los circunda. Este espectáculo, que será nuestra compañía permanente durante dos horas, o sea hasta llegar al pueblo del Peñol, lo definimos como un bálsamo para el alma y un colirio para los ojos. Dichosos los que pueden ver esa maravilla desde lo alto de la montaña.
En nuestra zona de alimentación, compuesta por guandolo súper helado, gracias a la tecnología artesanal, y manzanas, fuimos alcanzados por seis policías que se movilizaban en tres motos, quienes muy amablemente nos saludaron y siguieron su camino. Que satisfactorio es encontrarnos con la patria vestida de uniforme.
En predios de la vereda la Hélida, encontramos la mayor cantidad de quebradas, arroyos y caídas que surten a la represa, por lo que aprovechamos para refrescarnos y empaparnos con sus heladas y cristalinas aguas.
Pasada la una de la tarde llegamos al municipio del Peñol, que por estos días cumple sus 31 años de edad en la “nueva sede”, porque al viejo Peñol lo electrocutó la energía y quedó inundado por las lágrimas de nostalgia de sus habitantes. A la entrada del pueblo pasamos por el frente del moderno y funcional hospital, el cual en anterior caminata nos fue mostrado en su totalidad por sus directivos. Así que seguimos hasta el centro, en donde encontramos la iglesia cuya construcción se hizo teniendo en cuenta la forma de la piedra. A su lado esta el amplio y florecido edificio de la casa cural, que incluye bancos, casa de funerales, oficinas privadas y negocios en general.
Como ya conocíamos dos de los varios restaurantes, quisimos conocer algo nuevo, por lo que entramos a Las peñas, ubicado en un segundo piso a todo el frente de la iglesia. Un local muy bien decorado y aseado, con mesas bien dispuestas y de buena presentación. Todo aquello nos presagiaba una buena comida, lo que a la postre resulto muy cierto. En efecto, el menú estuvo compuesto por: sopa de pastas adornada con tiritas de papa, acompañada con bandeja de pollo frito para el lobato y posta sudada para el resto de la tropa. La bandeja viene acompañada por arroz como el de la abuela, generosa porción de ensalada, huevo frito estrellado, yuca, papa, patacón, aguacate, arepa, ají al mejor estilo Juancé, o sea de 200.000 kilovatios y de salida enorme tasa de claro con bocadillo, postre de coco y café como cortesía de la parroquia.
De camino a la flota nos encontramos un numeroso grupo de monjitas, de diferentes comunidades, chupando cremas en una heladería, como si se tratara de una gallada de pipiolas tardiando en el parque Lleras. Ya en la flota compramos tiquetes para la buseta de las 3 de la tarde, pero como no quedaba sino un puesto, gracias al elevamiento del despachador, nos correspondió esperar la que salía media hora después. Este día de los tres sietes estábamos como de malas con el transporte.
Así que sentados en el quicio de la acera, con tiempo de sobra inclusive para comprar boletas de una rifa medio pirata, lo hicimos por el vendedor, una persona con problemas mentales, esperamos hasta que llegó tremenda buseta, manejada por el tumba locas del pueblo, quien a costa de nuestro tiempo y paciencia se lustro los zapatos y se gasto el plan de minutos de su celular. Con cupo completo salimos para la eterna primavera, despidiéndonos del pueblo a punta de los cornetazos de nuestro chofer, religiosos a la llegada a cada equina.
En ese recorrido con velocidad de procesión del Santo Sepulcro que hacen todos los buses o busetas cuando salen de los pueblos, se montaron unas 5 personas que quedaron de pié. Una de éstas era una muchacha con su pequeño hijo, quien resulto ser amiga del tipo que iba a mi lado y que por cosas del siete se llamaba Sandra, o sea que era una vieja marimacho como dicen las señoras del quinto piso para arriba. Yo me hice el dormido, tal como me lo enseño el Juanfer en viajes anteriores, pero con la oreja parada oyendo las historias a puñalada ventiada del par de amigas sustentadas en un “jetabulario” que haría sonrojar a la puta mas atravesada de Puerto Berrio. Hasta el Luisfer y el Juanfer, que iban a mi lado izquierdo, y que todo lo estaban oyendo, me miraban de reojo para ver como estaba al menos mi integridad, porque estaban seguros que mi inocencia se había perdido en tan suculenta conversa, más propia del quinto patio de una cárcel cualquiera que de una engallada buseta del turístico pueblo del Peñol.
Por fortuna el tumba locas del volante nos trajo a la lata con la ayuda de las pocas paradas, una de ellas para subir a una vendedora de mecato que mas parecía una modelo de Colombiamoda. Donde hubiera llevado plata le compro todas las existencias a esa mamacita, se las regalo a los pasajeros, menos a esas dos boquisucias, y me quedo bailando en uno de los tantos estaderos de la autopista.
En Zamora se bajaron los angelitos de Sandra, el marimacho, y su amiga con el hijo, y se subieron dos parces, previa autorización de nuestro capitán, a cantarnos en son de rap legitimo, nada de pirata. Mientras el uno recitaba el otro emitía sonidos graves y bajos por nariz, boca y orejas, acompañadose con las manos encocadas, en una forma tan perfecta que haga de cuenta que llevábamos toda una orquesta. Nos hablaron en ese tono cantaito de su situación, de que quieren salir de ese bajo mundo, que no consiguen trabajo, en fin, todo un tratado social en 4 minutos. Al final todos les dimos plata porque bien se lo merecen.
Con raperos a bordo, con el ambiente pasado a hijuputazos y bajo la protección de la Milagrosa, llegamos a la plata forma de la Terminal del Norte, en donde una nutrida asistencia estaba rezando la novena a la Virgen del Carmen acompañados de un selecto coro que interpretaba cánticos marianos; que contrastes de música.
Como siempre, el metro se encarga de dar por nosotros los últimos pasos de nuestra caminata. Llena de naturaleza, de sietes, de realidades y de amistad. Pero sobre todo, y como nos decía el amigo del aprisco, allá en la vereda la Bodega, llena de felicidad por hacer lo que mas nos gusta. ¡Caminar!
Hasta la próxima
Jorge Iván Londoño Maya
5 comentarios:
Oigan muchachos:
Soy yo, que quisiera saber de que era que conversaban el par de "viejas" esas de la buseta...
Amigos:
Sigo opinando.
Aunque ustedes no salen por hacer ejercicio, pues para eso van al gimnasio, sino para mantener la mente en verde, y a pesar de las comilonas, han mejorado mucho en su aspecto externo, pues ya se les nota un aumento en ese músculo que no sé como se llama, que queda ahí arribita de la correa, ¿me entienden?, uno que es bastantico notorio en el ex-alcalde de Sopetrán que conocemos, al que no le gustan las pendejadas.
¡Eavemaria Abuelito! ¿Ese Señor Herodes-nepote es amigo suyo y tan envidioso? ya quuisierta él caminar y hacewr el ejercicio que ustedes hacen y tener el músculo de encima de la correa como el de los caminantes, ya que él, escasamente tiene donde sostener los pantalonre. ¿Cierto que si Jerónimo?
SARITA
COLOMBIA RECLAMA LA PAZ, PARA QUE NO SE SIEMBREN MAS CALVARIOS EN LOS CAMINOS, NI MAS CADENAS CON SECUESTRADOS EN LAS SELVAS.
QUEREMOS MAS CAMINANTES Y MAS SONRISAS PARA LOS NIÑOS.M MAS MANOS EXTENDIDOS Y MAS HERRAMIENTAS EMPUÑADAS POR EL OBRERO, NO QUEREMOS QUE SE EMPUÑEN LOS FUSILES.
JAB
Me encantan las puntadas de tus nietecitos Juanfer o mejor dicho, el que se hace pasar por ellos jajaja.Pobre Lobato que perdio la inocencia en un bus jajaja a costa de la conversa de las locas boquisucias, pobrecito vos si sos de malas jajaj.
Y como siempre coquetiando, dizque le hubiera comprado toda laexistencia a la mamacita y se hubiera bajado a cualquier bailadero de la carretera co la chacha, vamos a tener que hablar con misia Marta y le prohiba las saliditas, ella es que no se lee las cronicas?
Por lo demas sigan paseando, que
aqui sigo disfrutando de sus cronicas y travesuras, y al envidioso de herodes-nepote es que con ese nombrecito vive amargado el pobre, ustedes lo que estan es hechos unos BOMBONES.
Conejita
N.J
Publicar un comentario