Caminata Páramo de Belmira
Fecha: 18 de agosto de 2007
Integrantes: Luis Fernando Zuluaga Z. (El Ojicontento) Jorge Iván Londoño M. (El Lobato) Carlos Alberto Olaya B (El Polaroid) Héctor Montoya V (El Atleta de Dios) y Juan Fernando Echeverri C. (Juanfer)
Nombre: ¡Eavemaría Dios mío!!! Que Belleza....
¡Brrrr, que frío!! el que estaba haciendo al momento de levantarme y con esta llovedera, para poderme preparar y encontrarme con los caminantes Todo Terreno, quienes hoy 18 de Agosto de 2007, quisimos ir al Municipio de Belmira, para subir hasta el Páramo del mismo nombre, a unos 3.200 de altura en el Alto de los Frailejones y en el sitio conocido como La Cabaña.
Efectivamente, siendo las 7 a. m. nos “rejuntamos” los cinco amigos caminantes en la Terminal del Norte (Mariano Ospina Pérez) contando con la grata compañía de Héctor Montoya V. Luego de “mamarle gallo” al desayuno con un perico y medio buñuelote, abordamos una muy moderna buseta de Expreso Belmira, la cual a las 7:20 a.m. inició su carreteo por la pista de la Terminal, para arrancar rauda hacia la “ruta de la leche” en el norte, devorando kilómetros de verdor en todos los tonos y colores, en medio del frío paisaje adornado con esos punticos blancos y negros que se mueven sobre las llanuras y que los constituyen los numerosos y hermosos hatos de ganado lechero de la raza holstein.
Mientras las maravillas de la naturaleza se ofrecían a nuestros ojos en vivo y en directo a través de ventanillas de cuarenta pulgadas, cuatro de los caminantes botábamos corriente y alegres compartíamos. Digo cuatro, ya que nuestro fotográfo, el gran Polaroid Olaya, se había quedado dormido sobre el hombro de una pasajera, finamente ataviada con sus prendas “Emberá Katío” que le había tocado como compañera de silla, mientras se aferraba a su cayado o “monopode”, invento del Polaroid para sostener su cámara.
Efectivamente, siendo las 7 a. m. nos “rejuntamos” los cinco amigos caminantes en la Terminal del Norte (Mariano Ospina Pérez) contando con la grata compañía de Héctor Montoya V. Luego de “mamarle gallo” al desayuno con un perico y medio buñuelote, abordamos una muy moderna buseta de Expreso Belmira, la cual a las 7:20 a.m. inició su carreteo por la pista de la Terminal, para arrancar rauda hacia la “ruta de la leche” en el norte, devorando kilómetros de verdor en todos los tonos y colores, en medio del frío paisaje adornado con esos punticos blancos y negros que se mueven sobre las llanuras y que los constituyen los numerosos y hermosos hatos de ganado lechero de la raza holstein.
Mientras las maravillas de la naturaleza se ofrecían a nuestros ojos en vivo y en directo a través de ventanillas de cuarenta pulgadas, cuatro de los caminantes botábamos corriente y alegres compartíamos. Digo cuatro, ya que nuestro fotográfo, el gran Polaroid Olaya, se había quedado dormido sobre el hombro de una pasajera, finamente ataviada con sus prendas “Emberá Katío” que le había tocado como compañera de silla, mientras se aferraba a su cayado o “monopode”, invento del Polaroid para sostener su cámara.
Robándole curvas a las curvas y en forma pausada pero firme y rápida, eran las 9:45 a. m. cuando la buseta hizo su ingreso al muy rico, aurífero, turístico y acogedor municipio de Belmira, subiendo por una calle medianamente empinada, llena de huecos, charcos y pantanos, para detenerse lentamente en el parque de la localidad, dominada en toda su extensión, por el imponente templo de Nuestra Señora del Rosario, verdadera joya de la arquitectura de estilo italiano, construida en adobe a la vista con su torre inmensa y puntiaguda, la cual parece arañar el cielo.
Apeados del vehículo nos dirigimos al templo, pero estaba cerrado, así que valga la intención, por lo que resolvimos dirigir nuestros pasos al restaurante AMUBEL (sabrá quien entienda de agua, qué quiere decir eso) donde María, admiradora del Lobato. Nos atendió como a unos príncipes, sirviéndonos cinco desayunos muy ” titinos” de hígado encebollado con arroz, chocolate, arepa y quesito, los cuales duraron lo que dura una “buena intención de un político”, ya que el hambre era mucha y había que estar bien “tanquiaditos” ya que la jornada a enfrentar sería dura.
Es importante resaltar que en el restaurante nos contactaron con Sergio Rodriguez, un baquiano de la región, quien nos serviría de guía para subir al “Páramo de Belmira”, ya que por el invierno, las bajas temperaturas, la espesura en el entorno y la “cantidad de vericuetos y senderos”, no era prudente salir sin un guía, situación que acogimos, así nuestro guía no fuera afiliado al Cabildo Verde, fundación turística y ecológica que existe en el Municipio, la cual ya no tenía más guías disponibles, dado que estaban todos centrados en atender los preparativos para la celebración de los doscientos cincuenta años de la fundación del Municipio, bautizado inicialmente con el nombre de Santo Domingo hecho ocurrido en 1757, a una altura de 2.550 m y con una extensión de 296 Km.2, datos que siguen sin cambiar, exceptuando el nombre, que luego fue Petacas, cambiado generosamente por Belmira y el número de sus habitantes, calculado hoy en 4.800 almas, que se defienden y viven en este rico territorio de grandes yacimientos auríferos, lechero, porcino, con abundancia de aguas, pesca de la trucha arco iris, y productor de mora, fresa, tomate de árbol, papa y verduras, todo lo cual florece a sus 14º grados de temperatura que sin lugar a dudas, también ha sufrido cambios, gracias al calentamiento global, ese que desvela a nuestra “ángel de la guarda”: Doña Viena Ruiz.
Saliendo del “Amubel”, sin logar descifrar su nombre, con las barrigas full aguja, los cayados bien agarrados y los morrales terciados, cruzamos el parque diseñado por el maestro Ángel María Atilano Rojas (realmente ningún dechado de belleza hoy), en el cual se pueden apreciar un monumento al minero y a la “Consagración”, obra del escultor lugareño Didier Calle y que hoy amenaza ruina. No hay derecho a tanto descuido.
Así, en una mañana primorosa, aunque un poco opaca, un clima delicioso, un sol tímido ante nuestra presencia y en medio de pantano y piedra, tomamos un sendero ecológico que ha venido haciendo Corantioquia, con la participación de EE PP M, encargada de campañas de arborización, pozos sépticos, construcción de puentes veredales y mejoras de agua.
Bordeando, o mejor escoltados, por el Río Chico, el cual nace allá en el páramo y que deja correr sus aguas rojizas gracias al mineral ferroso en la región, para desembocar al Río Grande y éste alimentar la Represa de su nombre, cuyas aguas bañan tierra de tres municipios, entramos en unos potreros, donde el trabajo de Corantioquia se interrumpe, gracias a la desidia y egoísmo de los propietario de los mismos, que no han permitido la construcción en sus predios.
En plenos potreros, con una inclinación no inferior a los treinta y cinco grados, los seis caminantes (incluyendo a nuestro guía) fuimos superando el ascenso hasta encontrar un camino de herradura, en barro y tierra amarilla, el cual muestra las mejoras de Corantioquia y EE PP M, bien arborizado, cubierto a lado y lado con bosque nativos donde resalta el roble.
Mientras ascendíamos, el Polaroid tomaba sus “visticas”, ya que cada metro de terreno recorrido nos ofrecía una vista más hermosa, para fascinación de los caminantes quienes disfrutábamos, no obstante lo exigente de la marcha, cada sorbo de hermosura que nos brindaba “natura”: El canto de los pájaros, los musgos, la gran riqueza vegetal, las aguas filtradas de los barrancos y represada en la hojarasca, la riqueza de la tierra y arriba, muy arriba, el páramo desafiante, cubierto con su “chaqueta de bosques” y arropado con su ruana blanca de niebla.
Que belleza de país el que tenemos, que paisajes y que regiones….Que clima y que pobreza y falta de infraestructura turística, la que se podría apreciar en la vereda “Camino del Filo”.
El piso muy mojado. Corrían por el mismo pequeños arroyos alimentados por las aguas lluvias de la noche anterior. El terreno se iba empinando y muy pronto aparecieron escalinatas amarradas por madera de roble, que iban demarcando el camino, el cual y según nos dijo Sergio, fue construido hace muchos, pero muchos años por nuestros arrieros, esos hombres de hierro que forjaron el futuro de Antioquia y lo regaron por Colombia, sin descuidar ningún rincón de la patria, transportados en las cuatro patas de sus mulas.
Que belleza de paisaje, que robledales, que abundancia de cardos sobre nuestras cabezas, colchones de musgo verde salpicado por musgo blanco, recogiendo el agua, esa que gota a gota va corriendo para formar pequeñas caídas, riachuelos y ríos, lagos y lagunas y los infaltables cojines (plantágo rígida), innegable muestra de que estábamos entrando a territorio de páramo también definido como zonas húmedas desérticas. Había que ver la cara de satisfacción de Héctor Montoya, nuestro atleta de Dios, quien no modulaba extasiado con tanta belleza , la cual quedaba plasmada en la cámara hambrienta de fotos del gran Polaroid Olaya.
Musgos, líquenes, colchón de pobre, orquídeas, heliconias, hermosas bromelias florecidas, helechos, palmichos, escallonias, saltones, cojines y gran variedad de plantas hermosas y floridas iban apareciendo, mientras el bosque bajaba de tamaño, los robledales eran menos, nuestra respiración se hacía más pesada por la altura y sin embargo, por el esfuerzo, aún no sentíamos el frío del ambiente y el incremento de las aguas y humedad en el entorno, el cual se mutaba de lo bello a lo hermoso y viceversa.
Por fin, terminado el camino escalonado, ingresamos a una continuación del mismo, el cual presentaba a lado y lado verdaderos tapetes verdes de musgo, repletos de agua, canalones por donde corría el agua limpia y pura en la cual se sumergían a tramos nuestro pies y arriba el cielo plomizo que dejaba filtrar los rayos de un sol abrazador. Estábamos en la tierra de los pumas, las ardillas, las liebres, los monos, la tatabra, el búho, la zarigüeya, la guagua, el gavilán, el oso perezoso y otras especies menores, que han tenido que cambiar su habitat diurno a nocturno para evadir la acción depredadora e inmisericorde del más animal de todos los animales: El hombre.
Habíamos caminado casi tres horas continuas cuando Zuluaga, que se había adelantado unos cincuenta metros con Sergio nuestro guía, gritó: ¡Coronamos¡. Efectivamente habíamos llegado al alto de los frailejones, esa especie vegetal propia de páramos, estepas y desiertos helados, de las cuales existen muchas clases, siendo grandes recogedoras del agua, equilibrantes del ambiente, con sus hojas anchas, lenguadas, gruesas y velludas, evolucionadas para soportar las más inclementes temperaturas.
Hay especies diversas de frailejones que resaltan en los páramos, los cuales constituyen un ecosistema reciente, cuya fauna y flora, con amplia diversidad, aún tiene mucho que mostrar al hombre, quien con seguridad recibirá enseñanzas insospechadas cuando descubra los secretos medicinales, la estrategia de supervivencia y la gran longevidad y lento crecimiento de estas plantas misteriosamente bellas, que nos dejaban un interrogante: ¿Por qué su presencia es estricta y casi milimétrica a partir de cierta altura, sin verse ni a centímetros, siquiera presencia de ellos?
Estábamos aproximadamente a 3.100 metros de altura, maravillados los caminantes con tanta belleza junta, con el paisaje y con los bosques de frailejones florecidos que se abrían a nuestros ojos y se extendían a lo lejos, sobresaliendo entre otras especies de plantas desconocidas para nosotros, con sus flores blancas, rosadas, moradas, amarillas, espinosas, pastos esporádicos y pajizos, un piso negro, arenoso y rocoso, rico en aguas y en pequeños charcos que cubrían el camino.
Este tipo de frailejón, posiblemente es de los menos evolucionados de cuantos puedan existir, ya que en nuestro parque de los nevados, sierra nevada de Santa Marta, Chingaza, Sumapaz, la sierra de Mérida en Venezuela y otros lugares del mundo, con presencia de páramos, el frailejón, por su forma de vida, también conocido como roseta, es la gran atracción, el protagonista del paisaje y el mayor protector y recolector de aguas, lo cual obliga a que no sea destruido y por el contrario, obliga a que sea protegido, encontrándose ejemplares que sólo alcanzan a crecer un metro en un siglo y no obstante pueden superar los cinco metros de altura.
Continuamos nuestro camino en medio de un viento frío, pisoteando los charcos del camino, al frente un cielo oscuro, los frailejones que nos custodiaban y la gran cantidad de especies nativas del páramo que se abrían a nuestros pies; hasta que en un momento dado, nuevamente Zuluaga adelante nos dice: “Miren hacia el camino no levanten la vista hasta que yo les diga"
Así lo hicimos y con la vista baja recorrimos unos ochenta metros y a la voz de: "Ahora si levanten la cabeza" se abrió a nuestras vistas el más hermoso de los paisajes nunca antes contemplado por nosotros en nuestras caminatas. Toda las gamas de verdes combinados con los tímidos rayos del sol allá en el horizonte, que se metía como cosiendo croché entre las nubes. Un cielo plomizo, interrumpido por manchitas blancas y azules…., bosques impresionantes que oscurecían el paisaje, montañas sucesivas, que se combinaban del verde esmeralda, el verde botella y el azul a medida que se alejaban en el horizonte….Definitivamente: ¡Eavemaría Dios mío! Que hermosura.
A un lado, en un llanito, estaba el destino de casi todos los caminantes y turistas que se atreven a venir por estos lados: La Cabaña, cuyo nombre lo toma el lugar donde se ubica. Es una construcción mediana en madera, con techo de eternit en la que se aprovechan las casi constantes aguas lluvias , las cuales se recogen en un gran tanque de fibra. Allí no hay energía, las comidas se preparan con leña y hay que llevarla. La noche vale $2.000 por persona y las camas son montones de paja sobre la cual pone el visitante un plástico y una sábana para dormir. El alumbrado es con vela y lámpara de caperuza y obviamente hay que llevar buena cobija, guantes, cobertor, etc, ya que la temperatura puede bajar hasta 0º grados y menos, según nos informó Sergio nuestro guía.
En la cabaña nos detuvimos un momento, admiramos el inigualable paisaje, en el cual lejos, muy lejos se logran ver Santa Rosa de Osos y Yarumal y todas esas inmensas extensiones de tierra inhabitada con sus verdes abigarrados, en las cuales y en manos de otras culturas, ya existirían varias ciudades.
Nos llamó la atención el hermoso jardín que rodea la cabaña, constituido con especies de páramo y a un lado de esta, un pedestal de concreto, con una placa de mármol, posiblemente más costosa que la misma cabaña, en la cual medio se alcanzaba a leer lo siguiente:
“El IDEA en sus 30 años de creación.
El mejor trabajo ecológico en un municipio.
Esta obra se entrega siendo Gobernador: Juan Gómez Martínez. Agosto de 1994”. Como quien dice: La eterna politiquería a 3.300 metros de altura y abajo, un Municipio que no posee calles.
Quisimos ir a la “laguna” a una media hora de camino, o seguir al Alto de la Gallina, el cual se veía hermoso al frente nuestro y que puede estar a unas dos horas larguita, pero el mismo Sergio nos recomendó que era un poco tarde y que iba a llover, que lo mejor era devolvernos, lo cual aceptamos, ya que nuestra misión estaba cumplida al haber conocido esta minúscula parte del inmenso Páramo de Belmira, estrella hidrográfica y ecológica de Antioquia (allí nacen los ríos Río Chico y Río Grande) y además conjuga su ecosistema y su producción hídrica con el nudo de Paramillo, pese a estar muy, pero muy lejos el uno del otro.
Lentamente, ante la dificultad del terreno, devolvimos nuestros pasos repasando toda la belleza ya vista. El frío aumentaba, pero era totalmente soportable. Algunas briznitas de lluvia se sentían sobre nuestras humanidades pero muy levemente y toda la belleza allí guardada revivía en nuestra retinas, mientras nos acercábamos a nuestro destino en la cabecera de Belmira, recorrido que hicimos en medio de nuestros comentarios de admiración por esta experiencia, escoltados siempre por robledales, potreros con ganado lechero, cultivos de papa, tomate de árbol, terrenos pedregosos cruzados por quebradas y donde se ve claramente la nociva acción de los mineros (mazamorreros) contra la naturaleza en otras épocas, ya que hoy, esta actividad es controlada; e igualmente con la rojiza y crecida escolta del río Chico, de quien se puede decir, fue nuestro acompañante sonoro y fiel en gran parte del recorrido.
Belmira, donde se celebran las fiestas de la Virgen del Rosario y famoso por sus competencias de pesca de trucha arco iris, se da el lujo de contar con muy buenas y abundantes aguas, así como un ecosistema limpio y casi intacto; así que olvidémonos de turismo, de infraestructura y pendejadas raras, que nos acaban a “natura” y no estamos interesados, en cambiar estas maravillas por un basurero y un gran desierto sin vida.
Hay que resaltar el civismo de los habitantes de Belmira, quienes llenos de sentido de pertenencia, han sabido cuidar su entorno. Igualmente pausible y de admirar, la gran labor de las EE PP M. que inclusive regala las pipetas de gas a los campesinos para que no talen los bosques, tienen campañas de siembra de árboles y vegetación nativa, construcción de pozos “sépticos” y limpieza de aguas; así como Corantioquia, con su sendero ecológico, construcción de puentes y conservación de la fauna y la flora.
Ya en el municipio, cansados y más contentos que un político estrenando curul o que un “numismático” con las monedas con que pagaron a Cristo, ingresamos a la iglesia para dar gracias a Dios por permitirnos estas experiencias de las cuales no todo el mundo se pueden preciar, y para admirar el Cristo tallado en un bloque de madera, sin lugar a dudas, la mayor atracción de el hermoso templo, el cual como casi todos los de Antioquia, no se queda atrás en hermosura.
Pasamos al interesante museo parroquial de antigüedades. Nos patiamos la música en vivo por la celebración de los doscientos cincuenta años de fundación del Municipio y luego nos dirigimos al restaurante Amubel, donde María al ver nuevamente al Lobato casi se muere de la dicha, por lo que inmediatamente corrió a atendernos y a servirnos nuestro pedido de almuerzo, consistente en Mondongo, con arroz, arepa, banano, claro de mazamorra y bocadillo, pero sin aguacate, plato que pedimos todos con excepción de Zuluaga y el suscrito quienes pedimos medias porciones.ya que luego de apreciar tanta belleza en el páramo, no nos quedaba espacio ni para acomodar un tinto.
Cuando salimos, estaba cayendo un aguacero impresionante, que de habernos cogido en el páramo, nos hubiera tocado pegarnos de San Hipotermio…….¡EAVEMARIA HOME!!!! QUE BELLEZA DIOS MIO.
Siendo las 5:30 p. m. Tomamos una buseta rumbo a “La Tacita de Plata”, “Ciudad Fajardo” , “Medallito del alma” o como se le quiera decir, la cual alcanzamos en un tiempo casi record y dando gracias al “Espíritu Santo”, ya que el chofer que nos trajo, cuyo pase parece lo consiguió en un bazar parroquial, nos trajo “a la lata”, como transportando legumbres y “zamarriados”, es decir, mareados y apunto de pedir cinco bolsas.
Hasta la próxima y nunca olviden que nuestro país es una maravilla de Dios hecha obra de arte sobre la paleta del Creador; simplemente que no lo conocemos.
Saluditos pues y no me jalen que me arrancan la ruana.
JUANFER
En plenos potreros, con una inclinación no inferior a los treinta y cinco grados, los seis caminantes (incluyendo a nuestro guía) fuimos superando el ascenso hasta encontrar un camino de herradura, en barro y tierra amarilla, el cual muestra las mejoras de Corantioquia y EE PP M, bien arborizado, cubierto a lado y lado con bosque nativos donde resalta el roble.
Mientras ascendíamos, el Polaroid tomaba sus “visticas”, ya que cada metro de terreno recorrido nos ofrecía una vista más hermosa, para fascinación de los caminantes quienes disfrutábamos, no obstante lo exigente de la marcha, cada sorbo de hermosura que nos brindaba “natura”: El canto de los pájaros, los musgos, la gran riqueza vegetal, las aguas filtradas de los barrancos y represada en la hojarasca, la riqueza de la tierra y arriba, muy arriba, el páramo desafiante, cubierto con su “chaqueta de bosques” y arropado con su ruana blanca de niebla.
Que belleza de país el que tenemos, que paisajes y que regiones….Que clima y que pobreza y falta de infraestructura turística, la que se podría apreciar en la vereda “Camino del Filo”.
El piso muy mojado. Corrían por el mismo pequeños arroyos alimentados por las aguas lluvias de la noche anterior. El terreno se iba empinando y muy pronto aparecieron escalinatas amarradas por madera de roble, que iban demarcando el camino, el cual y según nos dijo Sergio, fue construido hace muchos, pero muchos años por nuestros arrieros, esos hombres de hierro que forjaron el futuro de Antioquia y lo regaron por Colombia, sin descuidar ningún rincón de la patria, transportados en las cuatro patas de sus mulas.
Que belleza de paisaje, que robledales, que abundancia de cardos sobre nuestras cabezas, colchones de musgo verde salpicado por musgo blanco, recogiendo el agua, esa que gota a gota va corriendo para formar pequeñas caídas, riachuelos y ríos, lagos y lagunas y los infaltables cojines (plantágo rígida), innegable muestra de que estábamos entrando a territorio de páramo también definido como zonas húmedas desérticas. Había que ver la cara de satisfacción de Héctor Montoya, nuestro atleta de Dios, quien no modulaba extasiado con tanta belleza , la cual quedaba plasmada en la cámara hambrienta de fotos del gran Polaroid Olaya.
Musgos, líquenes, colchón de pobre, orquídeas, heliconias, hermosas bromelias florecidas, helechos, palmichos, escallonias, saltones, cojines y gran variedad de plantas hermosas y floridas iban apareciendo, mientras el bosque bajaba de tamaño, los robledales eran menos, nuestra respiración se hacía más pesada por la altura y sin embargo, por el esfuerzo, aún no sentíamos el frío del ambiente y el incremento de las aguas y humedad en el entorno, el cual se mutaba de lo bello a lo hermoso y viceversa.
Por fin, terminado el camino escalonado, ingresamos a una continuación del mismo, el cual presentaba a lado y lado verdaderos tapetes verdes de musgo, repletos de agua, canalones por donde corría el agua limpia y pura en la cual se sumergían a tramos nuestro pies y arriba el cielo plomizo que dejaba filtrar los rayos de un sol abrazador. Estábamos en la tierra de los pumas, las ardillas, las liebres, los monos, la tatabra, el búho, la zarigüeya, la guagua, el gavilán, el oso perezoso y otras especies menores, que han tenido que cambiar su habitat diurno a nocturno para evadir la acción depredadora e inmisericorde del más animal de todos los animales: El hombre.
Habíamos caminado casi tres horas continuas cuando Zuluaga, que se había adelantado unos cincuenta metros con Sergio nuestro guía, gritó: ¡Coronamos¡. Efectivamente habíamos llegado al alto de los frailejones, esa especie vegetal propia de páramos, estepas y desiertos helados, de las cuales existen muchas clases, siendo grandes recogedoras del agua, equilibrantes del ambiente, con sus hojas anchas, lenguadas, gruesas y velludas, evolucionadas para soportar las más inclementes temperaturas.
Hay especies diversas de frailejones que resaltan en los páramos, los cuales constituyen un ecosistema reciente, cuya fauna y flora, con amplia diversidad, aún tiene mucho que mostrar al hombre, quien con seguridad recibirá enseñanzas insospechadas cuando descubra los secretos medicinales, la estrategia de supervivencia y la gran longevidad y lento crecimiento de estas plantas misteriosamente bellas, que nos dejaban un interrogante: ¿Por qué su presencia es estricta y casi milimétrica a partir de cierta altura, sin verse ni a centímetros, siquiera presencia de ellos?
Estábamos aproximadamente a 3.100 metros de altura, maravillados los caminantes con tanta belleza junta, con el paisaje y con los bosques de frailejones florecidos que se abrían a nuestros ojos y se extendían a lo lejos, sobresaliendo entre otras especies de plantas desconocidas para nosotros, con sus flores blancas, rosadas, moradas, amarillas, espinosas, pastos esporádicos y pajizos, un piso negro, arenoso y rocoso, rico en aguas y en pequeños charcos que cubrían el camino.
Este tipo de frailejón, posiblemente es de los menos evolucionados de cuantos puedan existir, ya que en nuestro parque de los nevados, sierra nevada de Santa Marta, Chingaza, Sumapaz, la sierra de Mérida en Venezuela y otros lugares del mundo, con presencia de páramos, el frailejón, por su forma de vida, también conocido como roseta, es la gran atracción, el protagonista del paisaje y el mayor protector y recolector de aguas, lo cual obliga a que no sea destruido y por el contrario, obliga a que sea protegido, encontrándose ejemplares que sólo alcanzan a crecer un metro en un siglo y no obstante pueden superar los cinco metros de altura.
Continuamos nuestro camino en medio de un viento frío, pisoteando los charcos del camino, al frente un cielo oscuro, los frailejones que nos custodiaban y la gran cantidad de especies nativas del páramo que se abrían a nuestros pies; hasta que en un momento dado, nuevamente Zuluaga adelante nos dice: “Miren hacia el camino no levanten la vista hasta que yo les diga"
Así lo hicimos y con la vista baja recorrimos unos ochenta metros y a la voz de: "Ahora si levanten la cabeza" se abrió a nuestras vistas el más hermoso de los paisajes nunca antes contemplado por nosotros en nuestras caminatas. Toda las gamas de verdes combinados con los tímidos rayos del sol allá en el horizonte, que se metía como cosiendo croché entre las nubes. Un cielo plomizo, interrumpido por manchitas blancas y azules…., bosques impresionantes que oscurecían el paisaje, montañas sucesivas, que se combinaban del verde esmeralda, el verde botella y el azul a medida que se alejaban en el horizonte….Definitivamente: ¡Eavemaría Dios mío! Que hermosura.
A un lado, en un llanito, estaba el destino de casi todos los caminantes y turistas que se atreven a venir por estos lados: La Cabaña, cuyo nombre lo toma el lugar donde se ubica. Es una construcción mediana en madera, con techo de eternit en la que se aprovechan las casi constantes aguas lluvias , las cuales se recogen en un gran tanque de fibra. Allí no hay energía, las comidas se preparan con leña y hay que llevarla. La noche vale $2.000 por persona y las camas son montones de paja sobre la cual pone el visitante un plástico y una sábana para dormir. El alumbrado es con vela y lámpara de caperuza y obviamente hay que llevar buena cobija, guantes, cobertor, etc, ya que la temperatura puede bajar hasta 0º grados y menos, según nos informó Sergio nuestro guía.
En la cabaña nos detuvimos un momento, admiramos el inigualable paisaje, en el cual lejos, muy lejos se logran ver Santa Rosa de Osos y Yarumal y todas esas inmensas extensiones de tierra inhabitada con sus verdes abigarrados, en las cuales y en manos de otras culturas, ya existirían varias ciudades.
Nos llamó la atención el hermoso jardín que rodea la cabaña, constituido con especies de páramo y a un lado de esta, un pedestal de concreto, con una placa de mármol, posiblemente más costosa que la misma cabaña, en la cual medio se alcanzaba a leer lo siguiente:
“El IDEA en sus 30 años de creación.
El mejor trabajo ecológico en un municipio.
Esta obra se entrega siendo Gobernador: Juan Gómez Martínez. Agosto de 1994”. Como quien dice: La eterna politiquería a 3.300 metros de altura y abajo, un Municipio que no posee calles.
Quisimos ir a la “laguna” a una media hora de camino, o seguir al Alto de la Gallina, el cual se veía hermoso al frente nuestro y que puede estar a unas dos horas larguita, pero el mismo Sergio nos recomendó que era un poco tarde y que iba a llover, que lo mejor era devolvernos, lo cual aceptamos, ya que nuestra misión estaba cumplida al haber conocido esta minúscula parte del inmenso Páramo de Belmira, estrella hidrográfica y ecológica de Antioquia (allí nacen los ríos Río Chico y Río Grande) y además conjuga su ecosistema y su producción hídrica con el nudo de Paramillo, pese a estar muy, pero muy lejos el uno del otro.
Lentamente, ante la dificultad del terreno, devolvimos nuestros pasos repasando toda la belleza ya vista. El frío aumentaba, pero era totalmente soportable. Algunas briznitas de lluvia se sentían sobre nuestras humanidades pero muy levemente y toda la belleza allí guardada revivía en nuestra retinas, mientras nos acercábamos a nuestro destino en la cabecera de Belmira, recorrido que hicimos en medio de nuestros comentarios de admiración por esta experiencia, escoltados siempre por robledales, potreros con ganado lechero, cultivos de papa, tomate de árbol, terrenos pedregosos cruzados por quebradas y donde se ve claramente la nociva acción de los mineros (mazamorreros) contra la naturaleza en otras épocas, ya que hoy, esta actividad es controlada; e igualmente con la rojiza y crecida escolta del río Chico, de quien se puede decir, fue nuestro acompañante sonoro y fiel en gran parte del recorrido.
Belmira, donde se celebran las fiestas de la Virgen del Rosario y famoso por sus competencias de pesca de trucha arco iris, se da el lujo de contar con muy buenas y abundantes aguas, así como un ecosistema limpio y casi intacto; así que olvidémonos de turismo, de infraestructura y pendejadas raras, que nos acaban a “natura” y no estamos interesados, en cambiar estas maravillas por un basurero y un gran desierto sin vida.
Hay que resaltar el civismo de los habitantes de Belmira, quienes llenos de sentido de pertenencia, han sabido cuidar su entorno. Igualmente pausible y de admirar, la gran labor de las EE PP M. que inclusive regala las pipetas de gas a los campesinos para que no talen los bosques, tienen campañas de siembra de árboles y vegetación nativa, construcción de pozos “sépticos” y limpieza de aguas; así como Corantioquia, con su sendero ecológico, construcción de puentes y conservación de la fauna y la flora.
Ya en el municipio, cansados y más contentos que un político estrenando curul o que un “numismático” con las monedas con que pagaron a Cristo, ingresamos a la iglesia para dar gracias a Dios por permitirnos estas experiencias de las cuales no todo el mundo se pueden preciar, y para admirar el Cristo tallado en un bloque de madera, sin lugar a dudas, la mayor atracción de el hermoso templo, el cual como casi todos los de Antioquia, no se queda atrás en hermosura.
Pasamos al interesante museo parroquial de antigüedades. Nos patiamos la música en vivo por la celebración de los doscientos cincuenta años de fundación del Municipio y luego nos dirigimos al restaurante Amubel, donde María al ver nuevamente al Lobato casi se muere de la dicha, por lo que inmediatamente corrió a atendernos y a servirnos nuestro pedido de almuerzo, consistente en Mondongo, con arroz, arepa, banano, claro de mazamorra y bocadillo, pero sin aguacate, plato que pedimos todos con excepción de Zuluaga y el suscrito quienes pedimos medias porciones.ya que luego de apreciar tanta belleza en el páramo, no nos quedaba espacio ni para acomodar un tinto.
Cuando salimos, estaba cayendo un aguacero impresionante, que de habernos cogido en el páramo, nos hubiera tocado pegarnos de San Hipotermio…….¡EAVEMARIA HOME!!!! QUE BELLEZA DIOS MIO.
Siendo las 5:30 p. m. Tomamos una buseta rumbo a “La Tacita de Plata”, “Ciudad Fajardo” , “Medallito del alma” o como se le quiera decir, la cual alcanzamos en un tiempo casi record y dando gracias al “Espíritu Santo”, ya que el chofer que nos trajo, cuyo pase parece lo consiguió en un bazar parroquial, nos trajo “a la lata”, como transportando legumbres y “zamarriados”, es decir, mareados y apunto de pedir cinco bolsas.
Hasta la próxima y nunca olviden que nuestro país es una maravilla de Dios hecha obra de arte sobre la paleta del Creador; simplemente que no lo conocemos.
Saluditos pues y no me jalen que me arrancan la ruana.
JUANFER
13 comentarios:
NO ERA PARA MENOS LA CRONICA PARA ESA CAMINATA TAN MARAVILLOSA. MUY BIEN NARRADA. FELICITACIONES HOMBRE JUANFER.
CUANDO EL GRAN ARQUITECTO CREADOR, PENSO EN UNA SEDE PARA ADMINISTRAR SU OBRA, NO DUDO EN COLOMBIA. QUE MARAVILLA DE PAIS TENEMOS CARAJO, QUE HERMOSURA, PERO NO LO CONOCEMOS.
JUANFER
Los Caminantes Todo Terreno agradecemos sinceramente todos los mensajes que hemos recibido en las diferentes crónicas publicadas en nuestro blog, creado para divulgar las experiencias de nuestras caminatas y exhaltar la belleza de los lugares visitados.
CAMINANTES TODO TERRENO
No me paren muchas bolas, pero deberían estar arrepentidos de haber subido a pisotear y deteriorar con sus cayados y sus zapatos sucios esa belleza única de la naturaleza cuando decidió hacer de Antioquia el lugar más hermoso del mundo, a pesar de las habladurías de gente que ha viajado y dice que hay otros sitios que... dejemos así las cosas.
Al señor Cornelio Nepote, ilustre desconocido que parece no sabe qué es un "superlativo", queremos decirle que cuando pueda subir a ese páramo o a tantos otros, su expresión va a ser la misma, independiente de su ubicación. Igualmente los pasos y cayados de un caminante, no hacen daño, por el contrario, recuperan lo que los criticones dañan. SARITA - JERONIMO
TRANSCRIBO UN VERSO DE NUESTRO POETA, CARLOS CASTRO SAAVEDRA, PARA QUE LO ASIMILEN AQUELLOS QUE HAN SIDO TAN VIAJADOS
ESTE ES EL VERSO DE CARLOS CASTRO SAAVEDRA, PARA AQUELLOS QUE LE HAN DADO DIEZ VUELTAS AL MUNDO:
"Voz de amargados criticones/
que nopudiendo construir hacen intento dearrasar,/mientras el yelo de sus almas/ se va sintiendo abandonado como los vientres infecundos."
¡LOOR A LOS CAMINANTES!!!!
No conoce más el que más viaja, sino el que má sobserva y el que más camina".
Josefer
Oigan:
A mí no me me mezclen en peleas de viejitos...
"EL HOMBRE NO VA PARA VIEJO, SIMPLEMENTE PARA SABIO"
Cuando los caminantes detienen sus pasos, relajan su marcha y abandonan sus cayados; lloran de soledad los caminos, los paisajes se vuelven mortajas, las nubes son pañuelos que limpian las lágrimas al firmamento, los pájaros simples notas musicales sin rítmo y los calvarios del sendero, se ven más tristes que nunca.
JESUS ALONSO BOLIVAR.
Esta crònica se lee mejor estàndo en Bogota, porque el frìo de la ciudad hace juego con los frailejones.
Que delicia de caminata
el lobato
LASTIMA, que no fueron hasta la laguna. La verdad, que es un lugar donde provoca quedarse sentado un buen rato; por fortuna, el guia que nos llevo (tilde) hasta alla lo hizo muy bien, porque dimos la vuelta y antes de partir ya habiamos pagado los puestos de la buseta (silla)Y todos almorzamos cerca a la laguna.
PD: hoy se me fue -literalmente- todo el dia leyendo todas sus cronicas y me hicieron acordar del programa del profesor yarumo, que también se mandaba unos platos de comida impresionantes...
haber si crean otro blog, solo de gastronomia errante (broma)
Saludos
ANDRES CANDELA
Como son d epinchaos los Caminante sTodo terreno, visitados en su página por el jóven escritor, narrador, cuentista y novelista Antioqueño ANDRES CANDELA, quien hoy reside en Francia y quien con toda seguridad alcanzará un situal de honor en la literatura universal.
Bienvenido Andrés a nuestro blog y no dejes de remitirnos tus mensajitos, que sin lugar a dudas, son un trofeo en nuestros cayados.
Jesús Alonso Bolívar -Jealbo-
Definitivamente leyendo esta cronica, me senti a las puertas del cielo, que belleza de naturaleza, por Dios ese paisaje visto desde la cabaña cuando Zuluaguita les dijo miren ahora, eso es sublime, hubiera querido ser sus ojos para poder haber disfrutado de tanta belleza, gracias papa Dios por haberte deleitado creando nuestra bella Antioquia,solo un soplo de amor tuyo pudo darle vida a esta tierra.
Conejita.
New Jersey.
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