Caminata Remolinos - Cerro Bravo - Remolinos

Fecha: sábado 16 de agosto de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, Carlos Alberto Olaya Betancur, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya

Nombre: Como hacer guandolo a 2.630 metros sobre el nivel del mar

Reconocimientos: A Dios, La Virgen Milagrosa y Corantioquia

Como dicen las señoras: “siempre tiene que haber una primera vez”, y los Todo Terreno no fuimos la excepción para que esta sentencia se cumpliera al pie de la letra, porque Carlos “aeropuerto” Olaya, como bien lo bautizó el desvertebrado Oscar Domínguez Giraldo, el mismo que cambió los fríjoles con garra por la sopa “de letras”, se ganó la medalla de oro, tan mencionada por estos días, al llegar de primero a la terminal del Sur, sitio de encuentro para coger el bus que nos llevaría hasta el sitio Remolinos, distante a 11 kilómetros del próspero y paradisíaco municipio de Venecia. Pero no sólo por llegar primero, lo que nunca ocurre, sino porque además reservó los 5 mejores puestos del bus, nos acosó vía celular para que aligeráramos el paso pues el bus salía a las 6 y 45 a. m. y nos dejó en manos de Alejandra, la simpática vendedora del kiosquito, quien batiendo todas las marcas, para seguir con la moda, nos sirviera cafecitos con leche decorados con enormes buñuelos que mas parecían pelotas de letras para paseo de olla.

Luego de la maratónica llegada nos acomodamos en un enorme bus color naranja de la flota Fredonia, el cual, a pesar de ser puente, estaba a medio llenar. En su recorrido por la autopista se fueron montando más pasajeros, entre ellos mi vecina de puesto, con quien entable una rápida conversación, que dio lugar a los comentarios de mis compañeros, respondidos por la amable sonrisa de mi chica de turno. Obviamente, José María que toma fotografías como tirando voladores en procesión de fiestas patronales, nos tomó la de rigor, la que sólo le faltó entregárnosla en el telescopio con cadenita. Como siempre en nuestros viajes por estos lados, en el puesto de control de la flota, ubicado en Caldas, aprovechamos para saludar a Gloria, la tiqueteadora, cuya presencia nos hace poner las cachuchas de medio lado para no perderle lado.

En una hora y cuarenta minutos llegamos a la fonda Remolinos. Luego de saludar a don Jorge, su propietario, nos sentamos en un agradable y largo tablón para ordenar los cinco desayunos sencillos (arepa, huevos revueltos y chocolate) algunos reforzados con chorizo que resultó dietético. Mientras Miriam nos servía hicimos el duelo por la noticia del matrimonio de Vicky Dávila aparecida en la portada de la revista Nueva, la cual, al igual que el periódico, siempre llevamos con nosotros por aquello de traernos “Viena” suerte y porque es lo primero que Luis Fernando compra para las caminatas, por encima del agua, así lo regrese a la casa mas arrugado que pañuelo de taxista.

A todo el frente de la fonda comienza la carreterita destapada que conduce a la vereda el Rincón, ubicada en el dedo gordo del pié de cerro Bravo. Siendo entonces las 9 y 18 minutos de la mañana, que entre otras parecía mañana de viernes Santo, tanto que nuestro cerro amaneció estrenando ruana hecha de la mas fina lana celestial (neblina) y nos escondió su generosa vegetación y su imponente figura, bajamos la bandera a cuadros para dar comienzo a nuestro segundo ascenso. El primero lo hicimos un reluciente 20 de agosto de 2005, con la ausencia en ese entonces de José María, quien apenas el pasado 2 de los corrientes presento credenciales como nuevo integrante del grupo, luego de aprobar con creces el período de prueba, así haya quedado debiendo el pago de la acción.

Este primer recorrido, de una hora exacta, se hace por terreno relativamente plano, a modo de calentamiento para las verdes y las maduras que nos esperan mas adelante. En el trayecto encontramos muchas casas al lado de la vía; las hay para todos los gustos. Entre ellas la casa galería de doña Isabel, quien haciendo gala de esa cordialidad paisa nos invitó a conocerla. Los naranjos y los guayabos (pero los buenos) abundan por esta región, por lo que Luisfer se enmochiló algunas naranjas pero de las agrias, quizás pensando en la subida.

En el remate de este trayecto, donde termina el plan y la carretera, conocimos la capilla de la vereda que está en construcción. De allí en adelante comienza el ascenso por unos rieles, ascenso que en estas primeras de cambio no es tan pronunciado y que nos lleva hasta la finca de un cuñado de Juanfer, a la que entramos para saludar al mayordomo y darle la miradita de rigor. Luego de pasar un quiebrapatas, que hace las veces de meta de partida, quedamos a merced de las enaguas del cerro, bordadas en fina pedrería cual vestido de gala para reinado de Cartagena, enaguas que hacen juego con la ruana aquella, que sigue pegada al cerro como garrapata a la res.

El ascenso se hace en su totalidad por un sendero construido por Corantioquia (Dios los bendiga) el cual ha perdido parte de su identidad debido al paso del tiempo, a la disminución de los caminantes y porque la naturaleza, en algunos sitios, está recobrando su memoria con aguas que vuelven a sus causes olvidados, a tal punto que un tramo fue invadido por enormes piedras arrastradas por la corriente de múltiples aguaceros.

En la mitad de este primer ascenso se encuentran algunos kioscos, que hacen las veces de miradores y descansaderos, los cuales, además de la maleza que los está inundando por falta de clientela y descuido de los encargados de su mantenimiento, se convirtieron en espaciosas urbanizaciones para que las arañas construyan allí sus caprichosas telarañas. Hasta los nombres de las personas, las frases de amor y los corazones pintados sobre la madera corren el riesgo de desaparecer.

Claro que los miradores todavía sirven bien sea para hacer una picada de delicioso lulo maduro, como la que nos preparó José María con dos hermosos ejemplares que cogió de la propia mata, sin importar que la muestra gratis hubiera dado de a casquito para cada uno, o para divisar el paisaje, que en esta oportunidad la neblina nos impidió ver. Esa neblina, que más parecía humo, daba la impresión de que en Venecia estuvieran haciendo un enorme sancocho para todo el pueblo.

Terminado este segundo tramo, comienza el último y definitivo, el cual se hace por entre el espeso bosque que más bien parece una manigua, atiborrado de palmas, bejucos, líqueles, hongos, musgos, helechos y frondosos árboles. El piso, que a veces parece blando como si fuera de lona, está formado por una gruesa capa de tierra de capote revuelta con hojas y troncos que forman los escalones hechos por Corantioquia, obra que permite el ascenso a la cima, y que de no existir sería imposible alcanzarla. De ahí mi pedido al comienzo de esta crónica para que Dios los bendiga.

No obstante la lluvia caída la noche anterior, que inundó la mayoría de los escalones, borrando así cualquier huella por el sendero, advertimos la ausencia total de caminantes o paseantes durante muchos meses atrás, por lo que en ese momento éramos los amos y señores de esa belleza natural del Suroeste, lástima no haber encontrado un notario cerquita para haberla escriturado a nuestro nombre. El verde verde, para siempre verde, nos rodeaba por todas partes; el silencio monástico sólo es interrumpido por el trinar irreconocible de las aves, el olor a frescura, a capote y musgo es constante y la oscuridad producida por los enormes árboles, a la cual se le suma la neblina, convierte nuestra escalada en una maravillosa y única experiencia.

La fértil vegetación hace que constantemente tengamos que pasar agachados o en cuclillas por muchos sitios donde los bejucos y los troncos forman caprichosos túneles y grutas, por lo que en la misma medida se oyen los gritos de advertencia de Luisfer quien iba a la cabeza del grupo: ¡ojo, agáchense, palo saca ojos a la vista! La llegada a la mitad del recorrido fue motivo para la celebración con un delicioso guandolo.

Todo iba muy bien hasta que oímos: “hasta aquí llegamos”. Resulta que un tramo del camino, de unos 4 metros de largo, había desaparecido por la acción del invierno. Confieso que fui el único en sugerir que nos devolviéramos y que como premio de consolación termináramos la caminata en Fredonia. Pero Luisfer, como buen cabeciduro y aventurero, no se dio por vencido y buscando por los alrededores encontró un desvió que nos llevaría nuevamente al camino original. Así que como contorsionistas de circo pasamos lentamente hasta retomar el sendero.

Dando enormes zancadas entre escalón y escalón, lo que obligó al siempre bienvenido apunte de Carlos, quien dijo que algunos escalones son tan altos, que las rodillas le tocaban la frente, fuimos coronando este cerro Bravo, que tiene mucho de eso pero no más que nosotros. Faltando unos doscientos metros me adelante del grupo, no para ganarme la medalla de oro sino para sacar las banderas de Colombia y de Antioquia y ponerlas en unas astas improvisadas para darle la bienvenida a mis compañeros, quienes emocionados largaron la carcajada de sorpresa y alegría.

Filados de mayor a menor entonamos los himnos Nacional y de Antioquia, a la vez que elevábamos una plegaria a Dios para agradecerle su compañía y protección. Obviamente el rezo lo hicimos pasito porque lo teníamos a media cuadra, o mejor a tiro de celular, pero de esos de nuestra niñez, los que hacíamos con dos vasos plásticos unidos por una larga pita. A falta de vino brindamos con otra botella de guandolo que todavía conservaba algo de frío, comimos manzanas y galletas de las que el poeta José María le compro al infaltable vendedor del bus.

Reposados los ánimos patrióticos y corporales, continuamos con la animada conversación. Mientras tanto, Luisfer saco las naranjas agrias, una botella de agua y un cuarto de no se qué, y como en las bodas de Caná nos multiplicó el guandolo. Lástima que la neblina nos privara de observar los paisajes que desde estas alturas quedan como servidos en bandeja de plata. En efecto, en un día soleado se puede ver, aún sin binóculos: Venecia, Fredonia, Tarso, el río Cauca, Santa Bárbara, puente iglesias y la capul del nevado Ruiz, además las imponentes cadenas de montañas que hacen del Suroeste una de las regiones mas ricas en paisajes de nuestra geografía Antioqueña.

Como lo anoté, la primera vez que alcanzamos esta cima fue el 20 de agosto de 2005. En aquella oportunidad nos encontramos en toda la pepa con un paseo de la vereda la Mina, el cual incluía a su párroco y al maestro de la escuela. De este encuentro, que contó con la altura del caso, nos quedó el registro fotográfico que ambienta este párrafo. Comentábamos lo enmalezado que está ahora el lugar, pues en aquella oportunidad hasta hubiéramos podido jugar un picadito de fútbol entre los Todo Terreno y la Mina Fútbol Club, pero hoy en día, sin exagerar, se dispone de unos 15 metros cuadrados que alcanzan para preparar escasamente un guandolo, porque nadie se le mide a hacer un sancocho y menos comérselo, porque allá se queda viviendo.

Como el cielo se encapotaba, y debido al compromiso que tenían Luisfer y su esposa Carmenza, de asistir a las 7 y 30 de esa noche al matrimonio de una pareja amiga, recogimos las banderas, las notas de los himnos, las oraciones y la basura; cargamos los morrales, nos despedimos de mano de san Pedro, le matamos el ojo a la Milagrosa y hágale que vamos es pa´ bajo.

La bajada es complicada por lo mojado del piso y las piedras, pues como dice el dicho “piedra lisa no avisa”. Además el tapete de hojarasca se vuelve otro enemigo porque algunas con solo pisarlas se convierten en una patineta recién engrasada. Despacio y con buena letra fuimos atacando el descenso. No obstante, Carlos, Luisfer y Juanfer grabaron la marca de sus pantalones en el piso, por fortuna sin consecuencias.

Al ritmo de: ¡Ojo aquí y ojo allá!, ¡Cuidado con esa piedra!, ¡Pilas pisan esa hoja!, ¡Agáchense!, ¡Lobato agárrate de este palo, pone el pié izquierdo aquí y el derecho allá! ¿Quien tiene agüita? ¡Está que se larga el agua! ¡Tranquilos que vamos bien!, ¡No friegue, los Todo Terreno si pasamos bueno! ¡Miren que belleza de musgo! ¿De que animal será esa cueva? ¿Quieren llevar tierra de capote? ¡Luisfer, paremos que los estamos dejando! ¡Pelaos, casi me caigo, (Juanfer)! llegamos al sendero despejado, en donde también encontramos despejado el cielo lo que nos permitió ver a Venecia y el valle que lo rodea, y constatar que lo del enorme sancocho comunitario era una deliciosa suposición.

Gracias a nuestra patrona salió el pelirrojo Restrepo, el cual se había solidarizado con el paro de camioneros, pero como nadie le informó que había terminado, muy campante siguió parqueado el puente completo, y nos secó el camino empedrado que nos conduce hasta el pié del cerro, porque les cuento que esas piedras mojadas no las baja ni una cabra amaestrada. Con mucha prudencia y todo el tiempo en segunda, bajamos este tramo, al final del cual fuimos recibidos por tres perros de una humilde casa, los cuales, voliando cola y dando vueltas a nuestro alrededor, parecían invitarnos a un cafecito.

La hora que nos faltaba hasta la fonda Remolinos, a pesar del cansancio, la hicimos a buen paso, pensando tanto en el compromiso de Luisfer como en el almuercito que bien ganado lo teníamos. Pasamos por las mismas casas, los mismos naranjos y los mismos guayabos (pero los buenos). Olaya al final decía: “muchachos, pídanme el almuerzo a domicilio que no doy un paso más”. Pero el Creador es generoso y rayando las 4 y 40 de la tarde, cansados hasta en los tuétanos, nos volvimos a sentar en el mismo tablón, frente a la misma Miriam, e importándonos un pito el matrimonio de la Dávila. Eso si, con la inmensa satisfacción de haber coronado la cima del cerro Bravo, que ahora lucía mas mansito después de esa bajada de calzones que le pegamos.

4 sancochos de espinazo, preparado por las señoras del restaurante pensando más en los nuestros después de semejante caminata, una bandeja paisa con chicharrón certificado, más 2 litros de líquido por cabeza, nos volvieron las botas a los pies y las medias a los talones. Recobradas las fuerzas nos pusimos a esperar el bus de regreso a Medellín, pero como no pasaba comenzamos a caminar (¿Qué será eso?) hasta un sitio conocido como El Cinco, por donde pasan, además de los buses de Venecia, los de Fredonia y Jericó.

Llevaríamos cuadra y media cuando la Milagrosa bendita que no nos abandona nos mandó el bus de Venecia, que resulto ser el mismo que nos trajo por la mañana. Algarabía y cayados en alto para pararlo, y claro, el chofer nos reconoció de inmediato. Por fortuna iban puestos de sobra para poder acomodar a Olayita, quien desde que puso el primer píe en la escala se durmió. Juanfer le bajo el volumen a su acostumbrada charla, por lo que el poeta lideró la tertulia móvil. Así que luego de tomarle las últimas fotos a nuestro Bravo, sacando la cabeza y la cámara por la ventanilla, nos contó la historia del Gato con Botas, interrumpida muchas veces por los acrobáticos brincos del bus, porque la carretera en muchas partes parece más bien un camino de herradura, digamos que en buena parte por culpa de la inestabilidad del terreno, como para no alargar la crónica. Hay que aclarar, eso si, que Olaya y el suscrito no conocíamos la historia aquella, porque para dormirnos nunca hemos necesitado de ayudas fabulescas

José María fue el primero en desfilar al paso por su Sabaneta. El resto seguimos hasta la estación Aguacatala, en donde Carlos, quien ya nos había sentenciado que al llegar a su casa se daría un baño de rey medieval, y luego batiría su record de 72 horas durmiendo y Luis Fernando, que no veía la hora de llegar a su casa para ver de que tamaño era el regaño, cogieron sus respectivos taxis. Juanfer y yo seguimos en metro, en el cual nos encontramos una morenaza que no tiene nada que envidiarle a la Naomi Campbell, por lo que en el mismo vagón, así fuera sin testigos, la bautizamos como nuestra Noemi Campdelosa.

A diferencia de otras jornadas, en la que nos toca la avalancha de hinchas que van para el clásico, esta vez contamos 8 hinchas del Nacional, 2 del Medellín y 58 policías bachilleres. Están tan mal nuestros equipos que el partido, jugado a las 8 y 15 de esa noche, lo perdieron los dos, pero los puntos los tiraron a la jura y se los ganó Nacional.

Como siempre, en la estación Estadio me despedí de Juanfer, quien por el pantano y el sudor se parecía más a esos jornaleros que sacan arena del río Medellín, le di la mano y le dije: ¡pueda ser que Luis Fernando y Carmenza lleguen a tiempo para el matrimonio, así no les toque bizcocho!

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

10 comentarios:

José María Ruiz Palacio dijo...

Genial descripción de la aventura hombre Lobato. La machera de crónica, parece preparada para la página "Los caminos de El Mundo".
Que nos pongan 20 cerros Bravos más si quieren.
José M.

Anónimo dijo...

Como ya es costumbre en Jorge Ivan,ésta crónica es excelente,su inigualable estilo para contanos por donde pasan son tan reales que tambien salí empantanado.Que buena caminata se ve la fértil vegetación y esos enmalezados terrenos me recuerdan mis perdidas por las montañas de mi querida ANTIOQUIA.Crónica llena de sustancia,con esos desayunos y almuerzos pa'que más.
RUMU

Anónimo dijo...

Jorge Ivan,es para"contarnos por donde pasan"es que,algunos paisas,escribimos como hablamos.
RUMU

Anónimo dijo...

Hablar de la crónica es llover sobre los colchones de agua formados en el multicolor musgo de cerro bravo, a quien le hemos bajado los calzones dos, veces y subido las "naguas" otras dos. Que hermosura, que belleza y que experiencia. A lo lejos el cerro Tusa nos mira de reojo, ya que allá volveremos y en el camino, mil cosas por contar, eso si, la casa de Doña Isabel Trujillo, un remanso con cara de museo y homenaje a la cultura, merece una crónica aparte. Los caminos necesitan más caminantes, la naturaleza quien la proteja y ésta crónica, visitantes fieles como RUMU, es decir, amigos de verdad, lo demás son elogios sin sal, que sólo se los lleva el viento.
JESUS ALONSO BOLIVAR

Jorge Iván dijo...

Agradecido por los positivos comentarios. Los aplausos se los lleva don RUMU por su extrema fidelidad con nuestro blog. Las crónicas son como las pilas de agua bendita a las entradas de las iglesias, listas para quien quiera santiguarse. Eso si, que no les vaya a faltar el agua, pero por fortuna tenemos fuentes de inspiración de sobra.

Anónimo dijo...

Hello fellow friends in Colombia. I came across your blog and found it quite interesting to see your circle of friendship and interest in hobbies that keeps you walking and hiking to new adventures of exploration and youthfullness. It seems as though you have formed quite a fun fellowship among Mr. Luis Fernando Zuluaga, Mr. Juan Fernando Echeverri, Mr. Jose Maria Ruiz Palacio, Mr. Carlos Olaya, and Mr. Jorge Ivan Londono. Enjoying the simple things in life can make all the difference in the world, especially enjoying those times with people you enjoy being around, care about, enjoy laughing with, and encouraging each other to press on and see Gods beauty that he created for us. I would encourage you as you continue on this journey, to maybe take a guest walker with you every once in awhile to let them see the experience through the eyes you have seen it. You might choose a handicap person, or a less-priviledged person, or someone battling an cancer or sickness that it would be good therapy for them and you as you walk and talk and share what life can really be. So fellow friends; walk on and see and smell and touch and breath all that God has created. Life sure does taste better with an extra flavor or two in it. Happy walking...From the USA. your friend...Kirk

Anónimo dijo...

Qué crónica tan fabulosa!Recordé paso a paso nuestra subida a ese "bravo" que domamos con los tenis. Será emocionante releerla después de varios años; porque ha sido un fiel recuento de esta maravillosa aventura.
Felicitaciones Lobato, de nuevo te luciste.
Olaya

Anónimo dijo...

HELLO MR. KIRK:
MIL GRACIAS POR SU COMENTARIO. SEPA Y ENTIENDA QUE YA USTED TIENE EN NUESTRO HERMOSO PAIS, CINCO AMIGOS, QUE QUISIERAN CONOCERLO, ABRAZARLO E INVITARLO A CAMINAR CON NOSOTROS, POR NUESTRAS MONTAÑAS, SENDEROS VALLES Y CIUDADES. ¿CUANDO NOS VA A ACOMPAÑAR? SERA UN PLACER.
COLOMBIA Y LOS CAMINANTES LO ESPERAMOS DE BRAZOS ABIERTOS, CORAZONES FELICES Y MUCHA AMABILIDAD, ASI QUE TOME SU CAYADO, PONGASE SUS TENIS Y DECIDASE A CAMINAR CON NOSOTROS.
UN ABRAZO,
JUAN FERNANDO ECHEVERRI CALLE JUANFER

Anónimo dijo...

¿Dónde están los amigos de los caminantes?? Por los ingresos al blog, parece se quedaron solos. LO IMPORTANTE ES QUE NUNCA SE QUEDEN SOLOS LOS CAMINOS.
Iván

Anónimo dijo...

Eso me sigo preguntando yo Don Lobato, donde estan los amigos, la verdad Rumu el mas fiel, pero bueno
mientras les sean fieles los caminos pa que mas.
Pa que pero desde que se comienza a leer la cronica, ya puedo saber quien la va a firmar, oiste Lobatico, cada cronica es mas lucida que la anterior, tremendo!
Pero eso si, que muchacho pa coqueto, asi que, " mi chica de turno", hum!!! la cosa es por turnos, entonces la listica es larga, que peligro para las que lleguen a ser parte de la listica, enseguidita les pasan borrador, hay Lobato te va a llevar el chucho, jajajajajajaja.
Bueno ya dejando el regaño atras, paso a que el resto de la cronica, siempre enmarcada con tus apuntes de poesia como,el Cerro amanecio estrenanado ruana hecha de fina lana celestial, eso te quedo muy bonito. Y no se preocupe que yo le escrituro el bosque del que quedo enamorado y todos sus alrededores.
Pero es que si no les faltan las empantanadas, no se como no los han botado de las casas, con ustedes, una se empantana hasta el
alma que cosa, pero asi y todo
no los pienso dejar.
Que cerro tan hermoso El Cerro Bravo y mas conquistado por nuestros cinco caminantes remachando la conquista con nuestras dos hermosas banderas e himnos, ustedes si saben hacer patria.

"Las cronicas son como las pilas de agua bendita a las entradas de las iglesias, listas para quien quiera santiguarse"

Ya me santigue.
Conejita.

Conejita.