CON FIAMBRE POR LOS CAMINOS DEL CAFÉ(minicrónica)

CAMINATA No. 184 Primavera(Caldas) hasta Fredonia. SEP. 19-09
LOS CAMINANTES TODO TERRENO

EL ENCUENTRO
En una mañana fresca y bajo cielo plomizo, hora 6:45 am. Estación Envigado del Metro de Medellín
Asistimos a la cita: Luis Fernando Zuluaga Z. (Zuluaguita) , Carlos Alberto Olaya Betancur (Polaroid Olaya) y Juan Fernando Echeverri calle (Juanfer)
Ausentes por fuerza mayor: Jorge Iván Londoño Maya (El lobato) y José María Ruiz Palacio (Chema)

LA SALIDA
A bordo d una buseta de Caldas, la cual tomamos ahí en la “autopista” sur, arrancamos a buena velocidad rumbo al citado Municipio (cielo roto para muchos), para luego de algunos minutos de recorrido en medio de un soso paisaje cubierto de humo y contaminación, quedarnos en la vereda Primavera.

NUESTROS PRIMEROS PASOS.
En la citada vereda, dimos inicio a nuestra marcha, pero no buscando la meta, simplemente buscando donde desayunar alguna cosita y lo encontramos: Estadero El Rancherito, que suena como a “ranchaito” según Olaya y es que la gente se rancha a dejar de ir, ya que sus precios no son para todos los bolsillos.

Con huevitos revueltos, chocolatico, arepa y quesito en porciones decenticas mitigamos el hambre que ya se apoderaba de nuestras entrañas, para arrancar la marcha felices y contentos, buscando el suroeste por la empinada vía, esa que sube y sube, por donde bajar el café. No sólo por ella, también en los precios internacionales.

El día empezaba a despejar, la mañana tenía cara de buena gente, el sol repartía sus rayos en forma generosa y nuestra conversación confundida con el clic de la cámara de Olaya, era interrumpida sólo por el quite a los carros que suben y bajan y por la presencia de un muchacho, quien vestido con la camiseta verde y blanca del Atletico “Vamuymal” Nacional, se nos cruzó en el camino.

Era un mono medio alemanoide, tipo nuestro amigo y caminante Chema, pero de pelo corto. Hablantinoso, simpático y muy formal, quien resultó integrando el grupo. Nos contó sobre su origen campesino, su venida para Medellín, ya que no aguantó más las humillaciones del patrón como operador de rula.

Aquí se lo llevaron para el ejército, pagó su servicio, volvió, se empleó de celador en una empresa de vigilancia, se casó y esperan su primer bebé. Echaba flores a nuestro hobby de caminantes, “ya que si uno no tiene buen estado físico, cualquier carrerita –lo aguasalea-“

LLEGADOS A LA TOLVA
Al llegar a la tolva, allí donde se recibe la producción hullera del suroeste Antioqueño, para ser distribuida a los compradores y donde también se reciben las negras noticias de bajó el carbón y bajó el dólar, lo cual acongoja a los exportadores del preciado mineral, nos despedimos del casual caminante y amigo que se nos había pegado, quien amablemente nos dijo: “Cuando vuelvan por estos lados, mi casita es allasito mismo, allá con gusto los invito y los espero a desayunar”. Qué bueno sería, creo coincidimos todos.

AHORA SI, RUMBO A FREDONIA
Mientras ascendíamos rumbo a la izquierda, dejando atrás esas enormes tolvas carboníferas, sumidas en el silencio y que parecen como unas esculturas en chatarra del maestro Justo Arosemena, en homenaje al dolor y a la explotación del hombre por el hombre, pisaron nuestras plantas los primeros guijarros y pantanos a medio secar, de esa carretera vieja a Fredonia “vía Piedra Verde”, por donde transitaron los arrieros con su desvelante carga de café, ese granito amarillento y oloroso, sobre el cual se aferró en su momento, el desarrollo exportador del país.

Parecía que nuestros pasos estaban engranados al canto de las aves, las cuales se mostraron en abundancia desde el inicio de la trocha. Fincas campesinas con olor a pobreza y a esperanza, gente buena que se asoma al camino, platanales, liberales, sietecueros, helechales, jardines que cuelgan en tarros viejos y bacinillas peladas, pero sin ninguna Babilonia, nos muestran esos rastros de aquella Antioquia pretérita que se atragantó de montaña.

Así fuimos devorando caminos, tamizando paisajes con nuestras retinas y disfrutando del clima agradable, hecho como para nosotros, mientras el sol cual estrella de Belén parecía vigilar tibiamente nuestros pasos, confundidos entre piedras enterradas, pantanillos, arena, frutales, flores, verdor y cielo que enmarcaba nuestra caminata.

Que triste ver los rastros de las quemas sobre la montaña, esas que todavía practican nuestros campesinos “dizque para preparar la tierra”, sin pensar que están preparando incrementar su pobreza. Pinares y pinares por montones. Bosque nativo y siempre presente como no nos ha faltado nunca, el canto de los pájaros.

Esta caminata, la cual fue ideada o mejor improvisada por Zuluaga ya que nuestros planes eran otros, había sido hecha por Los Todo Terreno en otra ocasión, lo cual nos permitía traer a nuestras mentes buenos recuerdos y refrescar anécdotas, pero esos mejores recuerdos y esas anécdotas, se detenían así en seco, para añorar la presencia de El Lobato y Chema: ¡Cómo hacen de falta!

Nuestra atención en cierta parte del camino, nos fue desviada por la relativa y lejana presencias de un gigante que se mostraba en el horizonte; era nada más y nada menos que Cerro Bravo, quien con su pequeña barriga que le sale en uno de sus costados, parece preñado de aventuras, para repartir en copas de sudor y esfuerzo a todos los caminantes.

Todas éstas imágenes fueron quedando en el mágico y artístico ojo de Olaya que lo contagia al de su cámara, mientras el Zuluaga goza y adoba con sus comentarios bien traídos, las bellezas que vamos repitiendo y repasando, pero que siempre serán nuevas y maravillosas. Buscamos esa otra maravilla, ese pico puntiagudo que parece introducirse sobre la piel del cielo, pero nada, no se dejaba ver; nos referimos a Cerro Tusa, otro referente del suroeste Antioqueño y “coco” de los caminantes.

Que simples y hermosos son nuestros paisajes. Verdor inmenso e intenso. Una agüita que baja allí, otra cantarina que se desprende por aquel lado; la cascada de buen tamaño que ofrece sus aguas espumosas, desprendidas desde lo alto de la montaña y hasta algunos cultivos de peces, esos que balbucean sus primeras esperanzas en la región, mirando al futuro.

Cítricos, más pinos, los cafetales soqueados que reviven más verdes y frescos que nunca y el andar cansado del campesino que con su herramienta al hombro regresa a casa, luego de su jornada, esa que desarrolla a la vista de los enormes y hermosos cerros, amigos silenciosos de su rutina y de su esfuerzo y me acuerdo del Apóstol Santiago: 5, 1-6: “¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final! El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza”.

Fincas de recreo hermosas con lujosas viviendas, fincas cafeteras que reparten el trabajo al mejor postor, algunas ganaderías incipientes y allá arriba la Vereda de Monte Verde, donde apurando el paso llegamos, para descansar un poco, asentar comentarios y refrescar nuestro cuerpo recalentado. Estábamos a mitad de camino de nuestra meta.

Reiniciamos la marcha, con el Cerro de los Fernández a nuestras espaldas, esas que portando morrales se aliviaban ante el descenso. Hablando de morrales, el de Zuluaga se veía repleto e hinchado por su contenido. Claro, traía los fiambres que para nuestra caminata había preparado con gusto y cariño su esposa Carmenza Montoya de Zuluaga, esos que más adelante serían víctimas inocentes de nuestro apetito.

Son las 12:12 pm., situación que hace que el Zuluaga nos recuerde al Lobato y su recomendación: “No se olviden del Angelus”, ese que antaño era recordado a los hombres de buena voluntad, por la voz de la campana y que hoy lo siguen acostumbrando los hombres buenos, a los hombres de buena voluntad, que se descubren al rezarlo. Cumplida con la sencilla y cuasi extinguida oración, continuamos la marcha, por esa carretera que amerita sea arreglada y ojalá pavimentada, ya que es una ruta alternativa a la vía del café.

Un paisaje repetido fue el monólogo de nuestro caminar, pero sin perder su belleza, siempre armonizada y amenizado por el canto de las aves, las cuales ese día abundaron para nosotros.

El sol arreciaba, el cansancio se hacía presente de una u otra forma y los fiambres se querían salir del morral de Zuluaga, en una franca manifestación de “ganas de ser devorados”, cuando aparece ante nuestros ojos la presencia del muy bonito Estadero Y Restaurante El Mirador; sitio predilecto de caballistas de la región y desde donde se organizan excelentes cabalgatas.

Ni cortos ni perezosos los tres caminantes y amigos (mejores amigos que caminantes) nos tomamos como por asalto una de las mesas de aquel sitio, donde fuimos atendidos amablemente. Ahí como que no se quiere la cosa y la cosa queriendo, le dijimos al señor que nos atendió, que nos sirviera por favor dos cervezas bien frías y un juguito de naranja Valle, ante la carencia de Mr. Tea.-

Al llegar el buen hombre con el servicio, tímidamente le pedimos permiso para “descorchar sin cover” tres tamales que traíamos para nuestro almuercito, a lo que el señor asintió positivamente y sin ningún remilgo.

Ante la vista curiosa (y hasta envidiosa) de algunas personas que compartían en el lugar, fuimos empelotando navaja en mano, esos fiambre con la marca exclusiva y registrada, de Doña Carmenza Montoya. Corte cabuya y separe con paciencia y calma, centímetro a centímetro las hojas que cubrían aquel tesoro alimenticio, el cual dejó ver a nuestros ojos, arroz, costilla pero carnuda y de la mejor, arepa, tajadas de plátano, huevo duro y carne molida que muéranse de la dicha queridos y babiados lectores , trajeron a nuestra memoria esos paseos del colegio o aquellos familiares que con pelota de números, hacíamos a las quebradas cercanas a Medellín, antes que se llenaran de suciedades, se le murieran los peces y se llenaran de pillos y ladrones.

No dieron un brinco esos manjares ante nuestro aleve ataque, armados de cuchara, tenedor y cuchillo y de eso pueden dar fe y testimonio, dos perritos quienes se arrimaron a nuestra mesa y que fueron premiados con los huesos, pero a quienes como que no les gustó la hoja o dermis en que venían envueltos nuestros fiambres. Ni la cabuya se perdió, ya que fue recogida y guardada por Olayita, por un quien sabe en qué se puede necesitar. Gracias Señor por hacer que Doña Carmenza prepare tan deliciosos alimentos, sin nosotros merecerlos y que se aumente la devoción, amén.

Nos paramos de esa mesa como tres chinches. Si nos cabía un tinto, no nos cabía el azúcar. Posamos para las visticas para olvidarnos de la siesta y háganle muchachones pa’abajo y pa’arriba a punta de columpios que ya esto huele a Café de Fredonia.

Efectivamente, siga contemplando paisajes, cafetales, montes que desafían la altura y el vértigo de la caída en picada. Un cielo limpio y un sol como acabado de vestir, luciendo sus mejores prendas para descargarlas sobre nuestras espaldas, hasta que llegamos a la Vereda Uvital, allí donde vio las primeras luces y sus primeros cinceles el mejor escultor monumental que ha dado Colombia y uno de los mejores del continente, así no tenga plaza, ni parque ni nada.

En esa vereda, ahí junto al Liceo Uvital, desviamos nuestros pasos de la antigua carretera, otrora principal, para trepar por un atajo en piedra que ascendía, descender luego en medio de matas y lisas piedras debido a la humedad, hasta unas casitas, que se confunden con las dolorosas ruinas de la casa donde nació el maestro Arenas Betancur, clara muestra del descuido, el desgreño administrativo y la indolencia de las autoridades en todos los órdenes, ya que se viene hablando de reconstruirla desde hace mucho tiempo y por el contrario cada vez la esperanza se pierde en medio del olvido y el desagradecimiento.-

Por fin, luego de salvar aquella trocha, “más lisa que un corroncho enjabonado”, llegamos ahora sí a la carretera principal pavimentada; la vía del café, para dirigir nuestros pasos a Fredonia “Tierra de hombres Libres” y que dejaba ver allá abajo en medio de los Cerros Combia y Bravo, los tejados rojizos y las torres de su iglesia, como presencia viva de ese municipio que es sinónimo de café, de trabajo y de antioqueñidad “así le rasque, le duela y le pique a algunos”.

Que pereza caminar en pavimento, caliente y para acabar de ajustar bien parado, ya que a cada paso, la carretera parece que asciende inmisericordemente sobre nuestras humanidades cansadas, luego de poco más de ocho horas de haberle dado manivela al calzado.

Pese a lo conocido del terreno, una especie de cascada que se dejaba venir desde la altura de un barranco, con sus aguas negras y un insoportable olor a podrido, que se desparramaba abajo contaminando lo que coge, nos hizo ver muy cercana las calles del pueblo; situación que no dejó duda en nosotros, ya que al llegar al mismo y en plena entrada, vimos lo que nunca antes habíamos visto: Un inmenso basurero, donde se arrojan huesos y sobras de las carnicerías y quien sabe que más inmundicias, donde los gallinazos en manadas, pelean por el periostio restante de algún pelado hueso. Pésima imagen para el Municipio de Fredonia, sus aguas negras sin control y el basurero de marras.

Esquivada la gallinazada y los malos olores, nos vimos en las calles de Fredonia y enrutamos cayados a buscar la Terminal de Transporte, ya que eran nueve horas de caminada lo cumplido. No arrimamos al parque y por ende a la iglesia y como tal, rememoramos “Las Manos de mí Madre”, obra hermosa del Maestro Rodrigo Arenas Betancur, que reposa en el templo. Compramos tiquetes y escasamente tuvimos tiempo de tomar algún refresco, ya que el bus esperaba.

Efectivamente un vehículo de la Flota Fredonia, a buen paso nos fue llevando a nuestras residencias allá en el l Valle del Aburra, mientras recordábamos la caminata, rescatábamos las bellezas de la misma, decantábamos lo poco grato y no digno de tocar, pero eso sí, resaltando la presencia de nuestro Ejército en la vía y la buena que está quedando la misma, en especial la doble calzada en Caldas, donde ya se entregaron los primeros 1900 metros de carretera en condiciones y especificaciones excelentes.

Hasta la próxima con el superior permiso,

LOS CAMINANTES TODO TERRENO –Medellín, Colombia-
Juan Fernando Echeverri Calle
www.caminantestodoterreno.blogspot.com

Ver más fotos en el siguiente vínculo:
http://picasaweb.google.com/ob.carlos/Primavera_Fredonia19_09_09#

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, hola mis caminantes, aquí voy detrasito de ustedes, dizque haber si quedó algo de los fiambres, ¡pero que va! toditos se los devoraron y eso que uno era para mi y el Lobato, ¡jajajaja!
Juanfer muy agradable la crónica, alguito demorada, pero te quedó bien cocinada, hasta al Apóstol Santiago lo llevaste a la camita,
que pena lo que queda de la casa del maestro Arenas Betancur, si hace mucho hablaron de reconstruirla, seguramente ya se les olvido y lo que queda segun parece dentro de poco caera el piso.
Definitivamente hinchas de nuestro NAL hay en todas partes, hasta VERDES son nuestras montañas.
Felicitaciones también a Olayita magnificas fotografías.

Anónimo dijo...

Perdó, al Apóstol SanTiago lo llevaste fue a la caminata, no a la camita, jajajajajajajajaja!
Que verguenza con el Apóstol o con vos, jajajajajajaj!

Conejita.

Elbacé Restrepo dijo...

Vea, Coneja, sabe qué, deje así, no aclare que oscurece. Ya la embarró con Juanfer y con San Tiago, jejeje...

Pero volviendo a la crónica, a Juanfer siempre hay que abonarle el gran sentido crítico constructivo que le imprime a cada frase. Creo que las crónicas deberían ir también a la bandeja de entrada de las alcaldías. Puede que algún alcalde pare oreja y ponga mano en la solución de los problemas que encuentran nuestros caminantes por los municipios de Antioquia, quién quita.

Sólo una aclaración: lo que comieron no era tamales, como se dice al principio del relato gastronómico, sino unos señores fiambres, como después queda claro y a la vista.

Felicitaciones, Juanfer. Excelente crónica y deliciosas fotos.

A todos gracias por hacernos sentir muy orgullosos de ustedes y de nuestros caminos.

Jorge Iván dijo...

Todo tiene una primera vez y fue en esta. Me refiero al almuerzo en plena mitad de la caminata, porque siempre es al final. Muy berriondos atacar la otra mitad entamborados de fiambre. Excelente y muy completa la cronica. Gracias por el rezo del Angelus y por recordarnos
que jajajaja la despalomada de la conejita

Anónimo dijo...

No hace falta una bola de cristal para decir que esta crónica tiene carácter de coleccionable.Muy bien Juanfer.Tus apuntes son excelentes.
RUMU

Anónimo dijo...

Gracias a nuestros amigos por sus comentarios.
Los Todo Terreno