CRONICA CAMINATA SAN ANTONIO DE PEREIRA - EL CARMEN DE VIBORAL

Quien lo creyera, ese sábado 8 de septiembre de 2012, nos encontramos Luisfer, Juanfer y El Lobato en la entrada principal del club Comfama de Rionegro, dispuestos a reverdecer las maratónicas jornadas por caminos y trochas, luego de setenta veces siete de no completar al menos un trío de los Todo Terreno. Abrazo va, abrazo viene, bloqueador va, bloqueador viene. Termina el ritual, extraño para muchos transeúntes, y con paso de estudiantes de tercero elemental que van para un paseo, nos dirigimos a San Antonio de Pereira, en donde el Lobato, quien juega de local en esta oportunidad, desayuna con empanada talla doble equis, famosas por allí en todas las esquinas, cuñada con juguito, porque los “de Medellín” le habían jugado infidelias tanqueando antes del encuentro. Las 9 de la mañana, hermosa y soleada por cierto, nos cogieron en las goteras de este corregimiento, que ya tiene cuerpo de municipio el cual, en un abrir y serrar de bocas se convirtió en el parque Lleras del oriente. Dejamos el pavimento y nos metemos en una carretera veredal destapada, que en las primeras de cambio presenta unas cuestas para mayores de edad. Le corresponde al rio Negro, que por ese sitio impresiona por su silencio y su serenidad de aguas, sobre lo cual anota Juanfer “que le pusieron silenciador”, darnos la bienvenida. Muy pronto pasamos por el Parque Tecnológico de Antioquia, entidad que recientemente fuera estafada por un cuate que a punta de stevia y labia los embarcó en perdidas por algo más de mil millones de pesos. Aparecen luego los cultivos de aguacate, fruta que por estas tierras se gano el derecho a ser amo y señor, dadas sus connotaciones de exportación con fines industriales en cosmetología, lo que a los residentes por esta zona nos condenó a comer aguacate cuando lo “importamos” de cualquier esquina de Medellín. La zona de alimentación nos permite degustar unos deliciosos bananos, los cuales compartimos, al menos las cáscaras, con un cuarteto de vacas dotadas de generosas ubres. Mucha finca a lado y lado, de todos los tamaños y colores, algunas para la venta, por lo que ingresan en la lista de los propósitos para cuando nos ganemos el baloto. El hermoso paisaje nos obliga a hacer varios altos en el camino, lo mismo que la incipiente ampolla que me va apareciendo en la planta del pie izquierdo debido a problemas con la plantilla, lo que me obliga a retirarla y guardarla en uno de mis bolsillos, pero el remedio no da resultados óptimos porque el daño ya está hecho. A mitad de camino llegamos a la imagen de la virgen de la Milagrosa (Cómo raro, ¿cierto?) la cual fue renovada. No sobra una plegaria por la paz y por el buen caminar, así sea medio cojo. Todavía están la peluquería en plena curva, el recodo donde tomamos varias fotos, los cultivos de fresas y de eucalipto plateado, en fin, siguen en pie tantos vestigios de esta caminada que la hemos hecho ene veces, viniendo de La Unión o El Santuario o simplemente del Carmen. “En par patadas” llegamos al Carmen, pueblo de cerámicas, panaderías y minimercados. En la primera tienda paramos a descansar, pues lo que era para hacer en tres horas lo hicimos en dos, o sea, como uribista que lleva a santos. Aprovechamos el oasis para saborear un fresquito, hacerme el remedio casero para la naciente ampolla , la cual de paso nos obligó a suspender la caminata, pues la intención era continuar hasta El Santuario y atender la llamada de la Coneja, quien pasó lista, y de oreja en oreja, habló con todo el batallón De todas formas y como no estamos acostumbrados a “quedar libres” a las once de la mañana, hicimos una caminada a “paso de parroquiano en domingo” por varias partes del pueblo. Tomamos el pasaje peatonal, famoso por algunas fachadas adornadas con loza. Al final del pasaje comienza la carretera que lleva a La Unión por lo que aprovechamos para darle una miradita al estadero “Mi Tacita” en donde tantas tardes disfrutamos con nuestros hijos cuando estaban chiquitos. La nueva administración promete un cambio en todos los órdenes. De regreso a la plaza principal hicimos la infaltable visita a la iglesia parroquial, y luego a manteles al restaurante La Frijolerita, cuya especialidad es la cazuela de fríjoles bostonianos. Todos nos decidimos por el menú del día, sopa y seco, con ensalada en platico aparte, y a fe que resultamos favorecidos, además con las amables atenciones de Sandra. Instalados en la “mini terminal” cogimos la buseta para Medellín. Yo me bajé en Rionegro. Allí tuve que coger un taxi porque el dolor no me ayudaba y luego la buseta para El Retiro. Eso si, a las 6 de la tarde estaba cumpliendo con mi misa dominical en el seminario de los padres Salesianos, ahí mismo en Llanogrande, dando gracias a Dios, entre otras, por habernos permitido este reencuentro Todo Terreno. No se incluyen fotos por culpa del primo teutón, o alzheimer que llamamos. Hasta la próxima Jorge Iván Londoño Maya