Cronica Caminata Cerro de las Tres Cruces

Crónica de un Sábado lleno de incertidumbres.

Un sábado sin caminata es un día perdido. Parecía que todo se confabulaba para que no pudiéramos salir como de costumbre a recorrer caminos por los inconvenientes y compromisos que a cada uno le fueron apareciendo en el transcurso de la semana. Jorge Iván con la expectativa de la llegada al país de sus padres, ya desde hacía varias semanas nos había comentado de su no asistencia; a Juanfer, sus compromisos laborales lo sacarían del paisaje durante varios días; Zuluaga ante la necesidad de organizar sus impuestos, había manifestado su apremio de tiempo; a Olaya el vendaval del viernes lo puso sobre aviso y preciso, lo llamaron por la noche informándolo de daños en las instalaciones a su cargo en un centro comercial… a José M. su rodilla derecha anda haciéndole malas jugadas desde la última ida a El Retiro por la trocha del alto de Minas y estuvo a punto de arrepentirse…

Como fuera, haríamos una caminata corta; los que pudiéramos. El viernes en la noche confirmamos Zuluaga, Olaya y José M. ; subiríamos al cerro de Las Tres Cruces en Belén para estar más o menos al mediodía en nuestras casas, cada cual en sus asuntos. Acordamos encontrarnos en frente al supermercado Consumo de la carrera 80 a las 7.30 am.

A las 7 am. Me desmonté del bus de Sabaneta y abordé uno de Circular Sur en el intercambio vial de la Aguacatala y en 15 minutos estaba en el punto de encuentro. Al llegar, el Lobato con una sonrisa de oreja a oreja me saludó desde el otro lado de la calzada. Al fin decidió que como la ruta era corta, podría acompañarnos y al mismo tiempo paliar un poco la ansiedad por la llegada de sus padres.

Pronto apareció Olaya que vive cerca de ahí y rayando las 7.30, Zuluaga cruzó la avenida 80 para reunirse con nosotros. Sólo faltaba Juanfer, pero no creíamos que por alguna razón nuestro amigo se bajaría del avión ahí cerquita, aunque con seguridad ganas no le faltarían, para irse a caminar con nosotros.

Siendo los que éramos, Lobato sugirió un café con parvita fresca en una cafetería que vio cuando llegaba al punto de encuentro y en 4 pasos estábamos sentados a manteles en la cafetería “Los Abuelos” quemándonos la lengua con milo caliente, café y tinto, junto a buñuelitos, como postas de escopeta, pandeyucas en forma de bumerangs, y pandequesos muy responsables en sabor y tamaño. Olaya se está negando a alimentarse… sólo un tinto y a punta de carreta, Lobato le hizo comer un buñuelito. Del horno seguían saliendo delicias y la dueña enviando con su ayudante lenguesopa. No más; pagamos y nos fuimos rumbo al cerro.


Estábamos en pleno barrio Belén La Palma. Bonito barrio de unos 30 años de construcción, todavía no invadido de edificios de apartamentos. Calle arriba por la 27ª hasta la carrera 82ª y por ésta hasta la canalización de la quebrada “la Loca” franqueada por sendas avenidas por cuyo costado derecho subimos hasta carrera 84f admirando la gran cantidad de urbanizaciones más bien nuevas y lo arborizada y bien cuidada de la zona aledaña a la canalización, que de tramo en tramo es atravesada por distintos tipos de puentes peatonales y vehiculares. Doblamos a la izquierda sobre la 84f y algunos pasos adelante está la capilla de Jesús, María y José a la que entramos. Hermosa y sobria construcción en ladrillo rojo con vitrales sin temática, simples vidrios de colores pero que dan una iluminación especial al interior del templete.

Más adelante, el colegio Padre Manyanet, un semiparque y desde aquí el paisaje cambia totalmente. Llegamos a la línea divisoria, cada día más pegada a la montaña, entre el campo y la ciudad.


Iniciamos el ascenso al cerro de Las Tres Cruces a las 8.10 am. El camino está inicialmente en escalones de concreto y más adelante ya es únicamente tierra dura y arcillosa que por momentos se subdivide en varias rutas que siempre convergen sobre la más antigua por la que ascienden y descienden gran cantidad de caminantes de todas las edades, sexos y condiciones sociales. Recién iniciando, encontramos a un personaje que según nos cuenta Olaya como conocedor del entorno, es el que a motu proprio y desde siempre se ha dedicado a la conservación del camino, haciéndole salidas para las escorrentías, escalones en la misma tierra y arreglos de toda índole, recibiendo por ello de los caminantes lo que a bien tenga cada quién regalarle a modo de agradecimiento.


El ascenso es duro; pero ver a tanta gente hacia arriba y hacia abajo anima al más perezoso y hacia el lado que se mire el paisaje es hermoso. Las nuevas construcciones se llevan el premio por la gran cantidad y belleza, que aunque cada día estén más pegadas a la zona rural y contaminen de algún modo el paisaje, no hay que dejar de reconocer que son necesarias para albergar a los habitantes de una ciudad que todos los días crece y progresa más.


CHasta los perros se divierten caminando con sus dueños y pierden su natural agresividad al corretear libres por el entorno; grandes, chicos, gordos, flacos, pelados, peludos etc. etc. De varias razas o sin raza, pero todos con sus amos y amigos. Muchachas bonitas y otras no tanto ni lo uno ni lo otro; muchachos, niños
viejos y ciclistas; si, dos ciclistas nos encontramos casi llegando arriba que de pronto arrancan falda abajo como una exhalación y uno no sabe si admirarlos o condenarlos por semejante locura. Una dama de edad indefinible como todas ellas, bajaba descalza con sus zapatos al hombro. A su paso le dije que si estaba conectada con la madre tierra y de inmediato nos entró con su cuento de la conexión con el entorno, las descargas de energías negativas y todo lo demás que nuestro Lobato le escuchó gustoso al mismo tiempo que la piropeaba sin descanso. Por fin arribamos a la meta inicial.

El Cerro de Las Tres Cruces domina desde el sur occidente la ciudad y aunque la bruma matinal aun no se despejaba, algo nos dejó ver, especialmente un rayo de sol colándose por entre las nubes, que la contaminación hacía más vistoso, como paradoja de la realidad. Olaya rodilla en tierra, cabeza baja y a la vista de las tres cruces da gracias por sus razones. Luego se pone de pie y nos dice: Para poder dar gracias aquí tiene que ser así; de otro modo, viendo tanto paisaje es imposible. El desfile de mujeres hermosas no cesaba…


Arriba en la cima hay tres cruces de mediano tamaño y hechas en tubería que dominan en entorno, la del centro con una imagen de Cristo pintada en una lata galvanizada y pegada a ésta. Atrás de las cruces, una casucha guarece de la intemperie a don Mario y sus ayudantes, que montaron mecatiadero para caminantes justo al lado de la alambrada que separa su propiedad, pero al lado del terreno en que están las cruces; pasando por sus terrenos llevan hasta el lugar todo lo que necesitan para venderles a los caminantes. Cada quién tomó lo suyo y de inmediato seguimos la ruta demarcada por el camino trillado por los caminantes sobre el lomo de la montaña. Desde este lugar salen senderos que van hasta San Antonio de Prado, Itagüí y con toda seguridad hacia otros puntos del sur occidente de la ciudad. Saliendo del chuzo mecatero y cerca a las alambradas y algunas rocas, un grupo de muchachos junto a una mujer adulta fumaban marihuana con deleite y hasta intentaron en un momento dado de atacar a un joven que llegaba al lugar en motocicleta. Algo, tal vez nuestra presencia, los hizo desistir de su intento y siguieron en su fumata.


Caminamos un buen rato la trocha y hasta nos encontramos a un sujeto en posición yoga meditando que ni se dio por enterado de nuestro paso a escasos 15 metros de donde se encontraba sumido en su cuento. Varias veces cambiamos de lado del alambrado hasta que salimos a un camino vecinal asfaltado y empezamos a bajar la cuesta. Fincas de recreo y algunas con cultivos grandes de pancoger bordean el camino. Algunas en venta, otras en construcción, otras abandonadas y varias explanaciones bordeadas por vías de acceso plantean la urbanización del campo, que no la ruralización de la ciudad.


Bajando, bajando nos fuimos acercando a los barrios más alejados de la ciudad por este lado. Vimos de anotar, varios derrumbes ya en tratamiento, una buena vía asfaltada, escuelas nuevas y gentes amables que respondían nuestros saludos.


Tomamos un desvío que nos llevaría a una iglesita metida entre los recovecos de un barrio más bien pobre, capilla construida por don Domingo Gutierrez en el año de 1856 en conmemoración del milagro de la aparición de la Virgen pintada en una roca,
con la que le pagaron una deuda. Se llama la iglesia de Nuestra Señora de la Piedra, según nos contó un amable señor que hasta nos dejó entrar a conocerla y nos dijo que la tenían cerrada porque la iban a tumbar por orden del cura para hacer una más grande. Todavía no lo puedo creer que lo vayan a hacer. Pero el señor nos mostró las columnas que ya empiezan a levantarse en la parte de atrás.

Pero la más increíble de las historias que guarda Belén Rincón en sus entrañas y que se ha convertido en sitio de romería no sólo de los residentes del lugar, sino también de toda la ciudad, es la de la Virgen que se encuentra en el morro llamado Capillas del Rosario (antes la Virgen de la Piedra).

Según los cuentos inverosímiles que ronronean entre bares y cafés, una lavandera que llegó al barrio hace mucho tiempo, trajo una piedra de Puerto Nare. Con ésta ella golpeaba la ropa para lavar, hasta que un día vio una grabación de la Virgen en la piedra.

Desde entonces la guardó en un altar y comenzó a orarle. Lo que se cuentan en las calles de Belén Rincón, es que la piedra fue creciendo y ahora tiene un gran tamaño con el dibujo de la Virgen bien delineado.

Para los residentes de Belén Rincón esta es su mejor historia y protección y cada noche, las madres con sus susurros en medio de los rezos y en su cama tibia, le suplican a la Virgen de la piedra para que desde esa montaña salvaguarde a los hijos que se quedan en la calle hasta el amanecer. El mundo.Enero 21-2009.


Seguimos nuestro camino y pronto estábamos por los lados del club “El Rodeo” y bordeándolo fuimos avanzando primero al lado de nuevas urbanizaciones y luego por el barrio “la Colinita” Encontramos un antiguo camino de servidumbre que se mete a terrenos del club y por ahí nos metimos nosotros. Cuando estábamos adentro esperando que llegara un avión para recordar viejos tiempos de la infancia, un vigilante nos dijo que no podíamos permanecer ahí, entonces seguimos por el camino para luego
penetrar al parque cementerio ”Campos de Paz”, de paso visitamos la tumba del hincha fiel del DIM, regresamos al camino de servidumbre y al momento estábamos sobre la carrera 80 después de recorrer 10.5 kms dentro de la ciudad, pero por su ruralidad.

En uno de los varios establecimientos del frente del cementerio degustamos tres salpicones y una refrescante cerveza y de ahí cada quien para su cada cual rumbo a sus casas antes del mediodía del sábado 14 de Marzo de 2009.

José M.

Caminata Santo Domingo Savio - Corregimiento Santa Elena

Fecha: sábado 7 de marzo de 2009

Asistentes:

Luis Fernando Zuluaga Zuluaga(Zuluaguita)
Carlos Alberto Olaya Betancur (Olayita)
José María Ruíz Palacio (Chema)
Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer)

Nombre: Si Antioquia marcha con los silleteros, el progreso con el metrocable

¡Eavemaría pues muchachones!!! Esto si que ha cambiado y está bien lindo, miren el progreso, vean esos locales allá y esas casitas pa’quel lao, pintaitas y arreglaitas, vean las calles, los jardincitos,. ¡Noooo!! Definitivamente este Metrocable si es la verraquera y hace milagros...

Eran las expresiones que desde la góndola del Metrocable de Medellín en la línea “K”, dejaban escapar Los Caminantes Todo Terreno, quienes con la ausencia por fuerza mayor, de nuestro compañero Jorge Iván Londoño Maya (El Lobato), habíamos decidido hacer hoy Santo Domingo Savio, Piedras Blancas, Santa Elena.

Luego del acostumbrado encuentro en alguna de las estaciones (esta vez le tocó al santo que da novio), en una mañana opaca pero que pintaba muy buena para caminar, nos desplazamos en nuestro querido “gusanito” hasta la Estación Acevedo, donde tomamos el Metrocable, para dirigirnos a Santo Domingo Savio.


Efectivamente, durante el recorrido y llegando a dicho barrio (no comuna), pudimos comprobar el progreso que ha tenido el mismo y su entorno, gracias a la influencia del Metrocable en el lugar y a las diferentes obras que se han adelantado en el barrio, como escuelas y colegios de primera calidad. La Biblioteca España, todo un orgullo para Medellín, así como obras de infraestructura y urbanismo que han traído calidad de vida, paz y tranquilidad para un sector de la ciudad, que había sido víctima de la violencia la cual nunca volverá, ya que sus habitantes no lo van a permitir.

Maravillados por la transformación urbanística, nos apeamos del moderno y útil medio de transporte, en la estación Santo Domingo, e inmediatamente iniciamos nuestro recorrido, siendo las 7:30 a. m. rumbo a Piedras Blancas, tomando la calle 31 (léase antigua carretera a Guarne), hoy totalmente urbanizada y pavimentada y en la cual se cruzaba con nosotros gente que se dirigía al trabajo, llena de esperanza, satisfacción y paz, reflejadas en sus rostros y en sus saludos.

No llevábamos siete minutos recorridos, cuando: ¡Desayuno!!! Fue la idea cuasi unánime, cuando descubrimos el enfriador giratorio de la “Panadería y Repostería Panyfresa”, ese que mostraba suculentos mecatos, al igual que su vitrina, mientras de su horno, nos llegaba el olorcito a pandebono al punto.

Ni cortos ni perezosos, pero eso sí, haciendo un gran esfuerzo por vencer la tentación, tomamos asiento, para pedir tres cafés con leche calientes acompañados de los afiebrados pandebonos. Digo tres cafés, ya que Olaya se abstuvo de tomar algo, aduciendo que había desayunado en casa.

Con seguridad, éste ha sido el segundo desayuno que despachamos en rapidez, ya que por ahí tenemos otro, que es mejor olvidar y donde sólo fue naranjada al clima y chitos reblandecidos.


Con paso apresurado y respondiendo saludos, fuimos ascendiendo por la estrecha calleja que otrora y como dije, fue la carretera a Guarne, la cual conjuntamente con su entorno, incluyendo la finca que una vez, hace ya buen rato, perteneció a Don Nestor Vallejo Echeverri, fue absorbido por el progreso y el gran crecimiento del barrio, cubierto de casas para albergar a cientos de familias; gente buena, sencilla y llena de esperanza.

Llamó nuestra atención el Colegio Santo Domingo Savio, el Instituto Antonio Dunka y el Centro de Formación Lucía Flórez de Mejía, entre otros establecimientos de primer orden y de capacitación en artes y oficios, que demuestra que en Medellín si se está trabajando por la gente y la cultura.


Mientras ascendíamos el pavimento se iba agrietando y deteriorando. Podíamos comprobar como la ciudad, que se veía abajo, se nos iba deslizando ante la vista, para mostrar a nuestros ojos, un hermoso paisaje de montaña y urbanismo, sin perder su belleza, ni siquiera por los efectos del “esmog” o contaminación, esa que flota en el aire como una nube intrusa y baja, que se desplaza lentamente hacia Bello y Copacabana, municipios que también se dejaban ver las “naguas” desde aquella altura.


Bello...sí, bello Bello y en todo su esplendor nos acompañó por largo rato, dominando la vista las imponentes torres fálicas de su hermosa iglesia.- Un paisaje digno de conocerse y de ser mostrado a propios y extraños, pero, pero a “pata”, ya que desde el carro no se aprecia nada.


Todo ese paisaje lleno de verdor, blanco y ocre a tramos, se enmarcaba por esas fincas pequeñas, bien de recreo o residencia campesina en plena ciudad, donde podemos apreciar inmensos sembrados de cebolla, frutales y hortalizas, así como algunos lotecitos de ganado vacuno cruzado que hacen las delicias de la vista, esa que llenó nuestras retinas, pero que “se apagó para las cámaras”, las cuales sólo debutaron por allá arriba como en el kilómetro nueve, para captar toda esa borrachera de naturaleza mezclada con urbanismo, que perdona de momento por su belleza, el daño que se hizo.

“Haganle muchachos que es fiesta” y esto esta muy lindo era el concepto de todos; pero el que más gozaba era el Luis Fernando Zuluaga (Zuluaguita), ya que la idea de hacer ésta caminata había sido de él y lo logró por encima de todo concepto adverso.

El sol ya había desplegado sus rayos en forma muy decente y sin pedir permiso. Algunas nubes oscuras se aparecían en el cielo, pero ahí estaba La Milagrosa que nos la prestó el Lobato, sin intereses, sólo con el compromiso de rezarle el Ave María a las 12 del día, lo cual cumplimos fielmente y los caminantes, dele para arriba y sin parar, haciendo comentarios y disfrutando, mientras el clima se iba poniendo fresquito e ideal para nuestra salida.


Que belleza de caminata, no parábamos de decir y es que no era para menos. Mucho verdor abigarrado en fiesta de colores; las montañas que nos acompañaban, un cielo generoso y una vista envidiable que nos regalaba la autopista Medellín Bogotá, la misma que nos sonreía con sus dos bocas oscuras, allá en los túneles “gemelos” de Guarne

Es de resaltar la presencia motorizada de la abnegada Policía Nacional, recorriendo aquella trocha para arriba y para abajo, para defender la honra y vida de los ciudadanos. Un ¡Urra!!! para ellos.


Las cámaras repetían sus impresiones con un clic, ya que no se querían perder nada. Algunas acequias en el camino, fincas, perros que se desperezaban o simplemente ladraban a nuestro paso y el canto de los pájaros, los cuales no veíamos pero que si llegaban a nuestros tímpanos, escondidos entre los pinos pátula y ciprés, esos que van apareciendo multiplicados en abundancia, formando verdaderos bosques mientras más avanzamos.

Esa mezcla de pinos y vegetación nativa, donde sobresale como casi siempre el “sietecueros” florecido, nuestro árbol insignia en Antioquia, fortalecen los ánimos y son un trofeo para nuestras caminatas, cargadas de color y naturaleza.

Paso entre paso, bien medidos y regulados, despachando bocadillos, chocolatinas y granadillas, seguimos avanzando los caminantes, extrañando la ausencia de niños en el camino, causal para que los “bom bom bunes” que portaba Josema, conservaran su virginidad.


Arriba, muy arriba y diagonal a la portada de la “Finca La Mita”, observamos a mano derecha, en el rojizo barranco que encierra el camino o carretera vieja a Guarne, la que hacía mucho rato y varios kilómetros abajo había perdido el pavimento, que sobre el mismo (el barranco), se habían labrado tres nichos, los cuales contenían las imágenes de tres nuevos “beatos” paisas que van rumbo a los altares y que quedaron plasmados en la cámara de José María Ruiz P. (Chema), quien se encomendó a uno de ellos, ya que por tener lo que parece una cámara entre las manos, “debe ser patrono de los fotógrafos.” Vaya uno a saber....Que lo digan las fotos y los especialistas en santos.


Continuamos nuestro camino y ya el “monito Jaramillo” había subido su parrilla a medio, cuando siendo las 10:50 a. m. y luego de un bello recorrido acompañados de pinares, pinares y pinares...llegamos a la entrada del Parque Ecológico de Piedras Blancas, santuario natural, propiedad de nuestras EPM y dirigimos nuestros pasos hacia la misma, no obstante dudamos antes de ingresar, ya que nos dio cierto temor que nos cobraran entrada, instalaciones, consumos, cargos fijos, fes, , medidor, lecturas, diferencias, iva, mora, impuestos, ajustes...¡Eh!! pero que le vamos a hacer, nos arriesgamos e ingresamos al hermoso parque, no sin antes sacarnos la “vistica” de rigor, para mostrar y comprobar que sólo íbamos con nuestros morrales y cayados.

Que belleza de lugar, que vegetación, que cuidados, que señalización, que pinares, que flores, que pájaros, que capa vegetal y que visitantes tan maleducados y poco cívicos los que allí ingresan, ya que a diferencia del recorrido anterior desde Santo Domingo, aquí las cunetas estaban llenas de papeles, platos de icopor, envases de gaseosa, empaques de galletas, bolsas, etc. etc. etc. dando un feo aspecto al lugar, con el enojo de los caminantes.

Por una vía en perfectas condiciones y enmarcados por el bello paisaje, así como se ve en esas postales suizas o canadienses, continuamos los Todo Terreno nuestro camino. Una aguita allí, un trino allá, flores acá, el cielo límpido, los pinares que dejaban escuchar la voz del viento y en cierta parte, el pavimento cubierto de un aserrín teñido de verde y trazas en el mismo, de puntura de igual color, como si hubiese sido elegido el lugar para teñir papel encerado, de ese que se utiliza para los pesebres, lo cual deterioraba el aspecto del piso y producía contaminación visual al mismo.

Que bien por nuestras EPM (lástima las cuentecitas de servicio como elevaitas home), quienes se han preocupado por conservar la naturaleza, lo cual asegura su materia prima: El agua, la misma que fluye libre, limpia y cantarian, por varias quebradas que nacen en esta fuente hídrográfica y que se maximiza, cuando ante nuestros ojos aparece el muy hermoso embalse de Piedras Blancas, el primero construido en Medellín como tal, para suministro de agua potable y energía.


Dicho embalse es atractivo turístico de primer orden y además se utiliza para deportes náuticos. Igualmente se resalta la existencia allí dentro del parque de Piedras Blancas el hotel de Comfenalco. Hermoso, recién remodelado y ampliado en su capacidad y digno de los huéspedes más exigentes.

Quisimos ingresar a reconocer el mismo, en nuestra condición de Caminantes ecológicos y para lograr unas “visticas”, pero infortunadamente los vigilantes, nada amables ni simpáticos, nos lo impidieron, inclusive uno de ellos, llegando al descaro de exigir “que debíamos pagar el ingreso. ¿Por qué, para qué y para quién?? De verdad, queda el mal sabor y la mala imagen, aunque aceptamos que “cumplan con su labor” pero a lo bien.

En medio de comentarios y con nuestra habitual cháchara, fuimos avanzando y como al que mucho habla se le seca la garganta, abrimos los cierres de nuestros morrales (de los que llevaron, ya que ese día me fui en cero equipaje), para extraer de los mismos, los frascos de agua helada y apagar nuestra sed.


De verdad que bebimos con gusto esa agüita, a la que denominamos “guandólo municipal”, ya que ante la ausencia del Lobato, quien cada sábado nos lleva la deliciosa y típica bebida del occidente paisa, hecha en panela desleída en agua y abundante jugo de limón, pero con su original receta.- Añoramos la bebida de marras, de una forma tal, que uno de los fotógrafos (adivinen cuál), se atrevió a afirmar que hacía más falta el guandólo que el Lobato. (Pa’ que vea Sarita como es este mundo...ni modo de dar la espalda.-)


Que verraca caminata pa’ hermosa volvíamos y coincidíamos los cuatro amigos, cuando así de pronto y brotando del paisaje, se nos presentó la puerta de salida del Parque de Piedras Blancas, al otro extremo, para medio encandilados vernos sumergidos en el bullicio de la Fonda El Tambo.

Ubicada ésta en la vereda del mismo nombre y perteneciente al hermoso corregimiento de Santa Elena, tierra de flores, de silleteros y de paisas de todo el maíz, de esos que con escapulario al cuello, poncho o ruana y machete al cinto, se niegan a dejar lo mejor de nuestra heráldica y que enamorados de la tierra, saben perfectamente que “cuando los silleteros pasan es Antioquia la que pasa.”

Ingresamos al estadero y allí pedimos tres cervecitas pa’ quellos y un Mr. Tea para Juanfer, lo cual nos permitió refrescar nuestros chasises radiadores y carburadores, para seguir el camino, rumbo a la carretera principal, esa que comunica el hermoso corregimiento “cuna de las flores” con Medellín.


De la carretera desaparecieron las basuras. Afloraron los jardines y cultivos de flores; no pregunte de cuáles...las que quiera. Las humildes casitas campesinas y las de los “ricos” de Medellín, esas que contaminan visualmente el paisaje, se repetían a lo largo del camino, al igual que los pinares, eucaliptos y sietecueros, pero también aparecieron los huecos, baches y deterioro en el pavimento, esos que de no ser reparados, van a coger ventaja y darán una mala imagen a los visitantes que llegarán a la ciudad con motivo de la Convención del BID a realizarse en Medellín a finales del presente mes. (Marzo-09)


De admirar el colegio de calidad en la vereda El tambo, el cuales se repite en las otras veredas que cubrimos con nuestros pasos y cayados, como Piedra Gorda y El Placer, donde el paisaje florido y lleno de vida, es una sumatoria indefinida de cosas bellas que hacen de la región una maravilla a escasos veinte minutos de Medellín, donde hoy la educación es un mandamiento.

Detalle simpático merece mencionarse el ocurrido en la vereda Piedra Gorda, donde estando en un estadero “tanquiando” algún fresquito para el calor, se le arrimó a Chema una niña medio arrevolverada, solicitándole que se quería tomar una visitica con él, ya que era igualitico a su profesor de química (Alejandro Echeverri) , a quien quería mucho.

La vistica fue tomada en repetición, con la aquiescencia del sorprendido Chema y sin el permiso del “novio” de la chica, que ni se dio por enterado según parece.

Resulta que nuestra meta era volver a Medellín, bajando la cordillera y caer a las Palmas junto al Colegio Latino, pero no fue posible, ya que Chema y el Olayita, venían caminando “como gallinazo en lata caliente”, dado que el primero presentaba dolencias en una rodilla y el segundo, dolores en sus músculos soléo, lo cual no les permitiría semejante travesía, la misma que obviamente cancelamos, ya que con el grupo es ley que caminamos todos unidos o no camina nadie.

Ya íbamos a completar las seis horas de caminata. El sol calentaba y el hambre, como cosa rara, aparecía en nosotros, máxime que allá al fondo y entre las copas de unos pinos, se elevaba un humo blanco el cual se dispersaba en forma desordenada por entre el follaje, debido a la acción del viento.

Era el fogón de Doña Edilma, la propietaria del restaurante “Los Pinos”, quien nos hacía sus señales de humo, invitándonos a visitarla, lo cual ya no es necesario, dado que tenemos que amarrar los cayados y los tenis, para que no se vayan solitos para el citado lugar.


Efectivamente, recorrido el corto trayecto que nos separaba del restaurante precitado, ingresamos en medio de la gente que lo ocupaba, el olor a humo montañero, a sancocho, a chorizo, a arepa caliente y a delicias del paraíso, esas que sólo sabe hacer Doña Edilma.

Nos sentamos a manteles, mientras el Zuluaguita daba una repasada al personal femenino que ocupaba el local, acto casi de reverencia interrumpido por el saludo de Doña Edilma y el: ¡A sus ordenes señores, que se les antoja!!! De Sandra, una de sus atentas empleadas, a quien le respondimos, que tres medias porciones de sancochos de gallina para Zuluaga, Chema y Juanfer, mientras Olayita, sólo se contentaría con media porción de carnita de cerdo asada y dos cucharadas de frisolitos, todo acompañado de las respectivas bebidas al gusto.


Efectivamente, en pocos minutos va a apareciendo Sandra, con los almuerzos, depositando sobre la mesa que amenazaba con partirse, tres humeantes platos hondos de sancocho repletos a más arribita del borde, un plato con una presa de carne de cerdo y un marrano pegado y dos cucharonados de frisoles, que casi llenaban un plato hondo mediano. ¿Y quién vive tras esos morros??

Felices, sonrientes y sintiéndonos como unos reyes, arrancamos con nuestra ardua tarea de dar mate a esos alimentos “que agradecímos al Creador y que nos daba sin merecerlos”; cuando aparece nuevamente Sandra en escena: Ahí les manda Doña Edilma: Y sí, una cocada inmensa de la más deliciosa ensalada bien surtida y picada y una cocada de arepitas redondas hechas en leña...que mejor dicho...

Como ya es costumbre de Doña Edilma, tan pronto ve que uno ha mermado el plato, se arrima armada de cucharon y olla y empieza a rellenar nuevamente lo que ya habíamos medio vaciado mientras dice: “Usté está muy flaquito y usté muy pálido y usté muy cansaito..” faenas que repitió en dos ocasiones con nosotros y debido a las mismas, casi le toca pedir auxilio al Olayita, considerando y como él mismo lo afirmaba: “Quedó corchado.”

Pagamos la cuenta (súper barato todo, no obstante la cantidad, la atención y la calidad de comida), para pararnos casi a tientas y recostados sobre nuestros cayados, dado que teníamos el estómago no “llenado” sino enjalmado, gracias a la generosidad de Doña Edilma, quien a la salida nos atajó con de a dos bocadillos veleños envueltos en guasca, para cada uno.

Querido lector, si es que hay alguno que se arriesgue a asomarse por estos lados: Cuando usted vaya a Santa Elena, pase por el restaurante Los Pinos, de Doña Edilma ahí en el borde del camino y unos 500 metros antes del parque del corregimiento, para que vea y deguste platos típicos deliciosos y se sienta atendido como se merece..

Cruzamos la carretera como mi Dios nos ayudó y nos paramos ahí mismito a esperar lo que fuera y que nos llevara a Medellín. Efectivamente a los pocos minutos apareció una buseta, la misma que abordamos presurosos, continuando esta su recorrido por la ruta Santa Elena, esa que marea un brazo de pilón y nos dejó en el centro de Medellín, para seguir luego cada uno, hacia nuestras residencias.

Que llenura pero que dicha y hasta la próxima con el superior permiso.

JUAN FERNANDO ECHEVERRI CALLE (Juanfer)

Caminata Páramo de Belmira

Fecha: sábado 28 de febrero de 2009

Caminantes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Carlos Alberto Olaya Betancur, Juan Fernando Echeverri Calle, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya.

Duración: seis horas

Nombre: Entre frailes y frailejones

Repitentes

Repetir es delicioso y mucho mas la aventura de subir al páramo de Belmira. La primera fue el 18 de agosto de 2007. Este páramo, que le paga cuota de administración a la cordillera Central, alcanza una altura máxima de 3.350 metros sobre el nivel del mar, concretamente en el morro de La Gallina, del cual estuvimos a una pechuga de distancia.

El rito del buñuelo

Reunidos en la terminal del Norte, y luego de pagar los cinco tiquetes en Expreso Belmira, otra empresa cornetiparada porque todos sus carros son unas uvas, procedimos al brindis con medio buñuelo y periquito. Que pena traer a colación la displicencia y mala atención del empleado de turno, quien con su actitud obligó a Josema a desenvainar de su ferretería portátil la navaja tres pulgadas y despresar cada buñuelote hasta reducirlo a mitades casi iguales, todo porque el señorito no encontraba un cuchillo.

La 233

Ese fue el número del elegante bus que nos correspondió, como para jugarlo en chance esa noche por la de Boyacá. Justo a tiempo apareció en la plataforma para recoger a los pasajeros que ocupamos la mitad del cupo.

A las 7 y 20 despegamos con una lentitud que sería la constante durante todo el viaje, o sea a paso de Concejal saliendo de misa, saludando y recogiendo a todo el personal que labora Robledo arriba. Campesinos, obreros, secretarias y enfermeras, todos tenían cabida en ese bus que a ratos se estiraba como si fuera un resorte.

Adelante iban Luisfer y Josema, quien por la amplia ventanilla tomaba fotos a todo lo que se riera, tal fue el caso de dos de las góndolas del metro cable de occidente, que justo pasa por encima de nuestras cabezas, de los paisajes por San Félix y algunas casas campesinas al borde de la carretera. Ahora que digo carretera, llama la atención el deterioro que ésta presenta en varios tramos; o sea que ni las vías hechas con todo el interés social, y el personal, se salvan de los teguas del palustre.


Rayando las 9 de la mañana llegamos a San Pedro, el de los Milagros, el de los supermercados y almacenes agropecuarios en cada esquina, luego de un interminable sube y baja de campesinos que únicamente disponen de nuestro elegante 233 para desplazarse por entre ese hermoso valle pintado de todos los tonos de verde e inundado de potreros donde las holstein se la pasan rumiando pasto para convertirlo en acciones de Colanta.

San Pedro nos esperaba con sorpresas de progreso. Un nuevo centro comercial donde se localiza la pequeña terminal de transportes, a su lado un moderno conjunto de bodegas todas ocupadas y saliendo de allí la nueva circunvalar que rodea el pueblo y que nos saca derecho a la carretera que va para Belmira y Entrerrios. Bendito sea el progreso, así nos prive de seguir viendo de cerquita la hermosa basílica menor.

Hacia Belmira

Con cupo completo iniciamos los últimos 22 kilómetros de nuestro viaje hacia Belmira. Extensos y fértiles potreros para ganado lechero y el río Chico, propiedad horizontal donde habitan las truchas arco iris que dan origen a las fiestas de este municipio, nos hacen calle de honor casi hasta el atrio. Cuarenta minutos más tarde, y con repetición de la misma dosis de pasajeros de pié, llegamos a Petacas, uno de los sonoros nombres que tuvo este poblado que hoy alberga a 4.700 belmireños que bien cobijados soportan los 8 grados promedio en las noches de invierno. Lean este dato propio para clase de geografía, Belmira es el municipio antioqueño, junto con Santa Rosa de Osos y san José de la Montaña, con mayor altura sobre el nivel del mar. Cada uno con 2.550 metros.


La iglesia de Nuestra Señora del Rosario encabezó la lista de sitios para visitar, así fuera a las carreras porque andábamos bajos de fondos, pues el conductor se nos gastó buena parte del tiempo. Luego pasamos a la flota para preguntar por los horarios de regreso a Medellín en la tarde para poder calcular el tiempo de la caminata. En el trayecto de la flota al restaurante AMUBEL (Asociación de Mujeres de Belmira) preguntamos a un grupo de parroquianos por un guía para subir al páramo, y resulta que todos eran guías; pero como decimos, se nos pincharon. Oigan pues las respuestas:

¿Subir a esta hora? Ya está muy tarde. Dijo uno
Yo ya estoy comprometido con un grupo. Dijo el otro.
Yo hoy no subo por allá. Replicó el tercero
Nooooo tiene cuando. Dijo el cuarto
¡Vayan al carajo! dijo Luisfer y subimos solos.

Luego de rendir honores al mejor hígado frito de todas las caminatas, cuñado con porción de arroz, tela y chocolate. Dimos inicio a la caminata. Todos los relojes, menos el de la iglesia, porque como casi todos los relojes parroquiales, anda de brazos caídos, marcaban las 10 y 30 de una hermosa y soleada mañana.


“Chico”niando


El primer trayecto se recorre por una plana y agradable carretera veredal en buen estado, con algunos pasos pantanosos debido a la lluvia de las últimas noches, y siempre cogidos de la mano del río Chico y de hermosos paisajes a lado y lado donde abundas potreros y fincas lecheras.


A la hora de camino nos desviamos para pasar por un puente que se convierte en el punto de referencia para buscar el ascenso, el cual se hace inicialmente por una manga, al final de la cual se encuentra la entrada al camino que conduce hasta el páramo, entrada inocentemente camuflada por el mismo bosque, lo que hace que solamente quienes hayan pasado por allí saben de su existencia, y que a la larga se convierte en el secreto para que los guías cobren por sus servicios. Por fortuna, después de año y medio de haber estado por allí, nos afloró la memoria y como pájaro que regresa al nido la ubicamos al instante.

A propósito, ¿Que es un páramo?

Antes de comenzar el ascenso, es bueno saber para donde vamos. Así que como no soy experto en páramos, les transcribo a continuación el comentario que aparece en la página web del departamento de Arquitectura y Medio Ambiente de la Universidad Nacional, sede Medellín:

“El mayor atractivo de los paramos es su vegetación especializada única en el mundo, su gran riqueza en especies vegetales rastreras, musgos y líquenes y el gran numero de aves, insectos y ranas que lo habitan. Durante el recorrido de acceso al páramo se cruzan pisos térmicos suficientemente variados como para encontrar tres ecosistemas diferentes: El Bosque Montano Bajo, el Bosque Montano Alto o Bosque de Niebla y el Páramo. El primero se caracteriza por su gran cantidad de robles y especies arbóreas de talla mediana y grande. A medida que se asciende la vegetación se tornara mas baja, predominando pequeños árboles y numerosos arbustos con una diversidad impresionante. Por el contrario en el páramo predominan las sabanas, la vegetación rastrera y los Frailejones, especie que únicamente se da en estos pisos térmicos y que sólo florece una vez en el año”.

“Las visuales, paisajes y características orográficas del Páramo de Belmira son únicas; el terreno es ondulado y como en todo ecosistema paramuno hay profusión de nacimientos de agua. Allí habrá oportunidad de visitar la colina más alta del páramo (el morro de la Gallina), la Ciénaga del Morro, y numerosas cascadas y charcos. Por la altura a que se encuentra el páramo las condiciones climáticas son bastante rigurosas; la radiación solar es supremamente fuerte, el viento es frío y seco y en las noches la temperatura puede llegar muy cerca del punto de congelación. En las horas diurnas y desde que este despejado el cielo, la temperatura sube significativamente, incluso por encima de los 10 o 15 grados centígrados”

La subida


Bueno. Ahora que ya sabemos para donde vamos y estamos encarrilados sobre el sendero ecológico, cuidado por Cabildo Verde, institución que tiene su asiento en Belmira, encargada de la conservación del páramo y de la administración de la cabaña ubicada en una de las cimas, y sin más preámbulo que la oración comunitaria entonada por el Lobato, el fraile frustrado del grupo, comencemos el ascenso maravillados por la variedad de vegetación, que a medida que se sube se vuelve mas exclusiva.


El piso térmico y las lluvias hacen que algunas partes del sendero se conviertan en lodazales, propicios para que Olaya se sienta como pez en el lodo debido a las botas que está estrenando. A cada instante se oye la voz del cabeza de grupo bien sea anunciado algún peligro, aunque muy pocos, o el llamado para mirar el musgo, los líquenes o las bromelias. Los canalones están forrados en un tapete verde que forma el musgo y el piso tiene otro formado por las hojas que sin contadero le caen de los enormes árboles. En algunos sitios se aumenta la oscuridad porque el sol apenas logra penetrar por entre las ramas. El silencio total es a veces interrumpido por el trinar de aves que por la espesura no se pueden ver. Todo es un edén con acento paisa.


Las zonas de alimentación se hacen menos espaciadas, y brincan de las mochilas las granadillas, los bocadillos, las gomitas, las chocolatinas y el guandolo bien helado. La subida en algunos tramos tiene demasiada inclinación por lo que el paso es lento; además, la altura toca la campana para advertir que la elevación de ese momento no es la misma de la misa sino de altimetría. La alarma del celular de Carlos nos indica que son las doce del día, por lo que despojados de las cachuchas procedemos al rezo del ángelus en aquella improvisada capilla construida en ese momento para nosotros por la naturaleza.


Entre paso y paso y conversa y conversa, se nos presenta el primer frailejón, señal inequívoca de que estamos adportas de coronar la cima. La verdad que emociona ver aquellas extrañas plantas, con sus hojas largas y peluditas como si fueran orejas de coneja. La ocasión mereció un corto descanso y la foto al lado del ejemplar debidamente señalizado “Fraylejon Espeletia Hartwegiana” Hasta se les perdona la escritura de frailejón, salvo que salte el lince con su vista y nos ratifique o corrija.


Dejamos el sendero y el bosque y entramos a cielo abierto subiendo por entre pisos rocosos y de arcillas. Aparecen los pinos enanos y otros arbustos pequeños con unas flores de color rojo encendido. Pasamos por dos tramos de columpios y entramos a un camino plano ubicado en toda la cima del páramo que nos conduce hasta el refugio.

Coronamos


1 y 45 de una soleada tarde llegamos al refugio, una cabaña pequeña de madera, recién pintada con una laca aceitosa para preservarla del clima y de la lluvia, en su interior hay tres pequeñas habitaciones desprovistas de todo porque los que quieran pasar allí la noche deben llevar de todo, la puerta está cerrada con un enorme candado, cuya llave manejan en Cabildo Verde. El viento nos trae una brisa fría, y la temperatura corporal que teníamos producto del calor de la subida comienza a mermar, aún así ninguno echo mano de los ponchos que siempre cargamos para emergencias climáticas.

Desde los alrededores de la cabaña se observa el siguiente paisaje:


Al oriente los extensos llanos de Cuivá, en donde tiene asiento el municipio de Santa Rosa de Osos, municipio que se puede observar a lo lejos.

Al norte la altiplanicie del páramo, de la cual sobresale el morro de la Gallina, en cuyos predios se ubica la mayor de las lagunas del páramo, distante a una hora del sitio donde nos encontramos.

Al sur el valle donde se asienta el río Chico, sus vegas y Belmira

Al occidente la cadena de montañas detrás de las cuales se extiende el cañón del río Cauca con la ciudad madre, Sopetrán y san Jerónimo.


La llegada merece celebrarse, por lo que unas rodajas de piña y otra porción de guandolo hacen las veces de champaña para decir ¡salud! Al lado de la cabaña hay una placa alusiva al IDEA, puesta sobre una base de cemento, la cual presenta notable deterioro en las letras. El comentario general fue que el sitio, por lo poco concurrido, no era el más indicado para poner una placa, pero bueno, ahí está y ahí se queda.


Mirando los alrededores encontramos un sendero y un letrero con una flecha que dice “Laguna del Morro” por lo que optamos por caminarlo a ver por donde nos conducía. Efectivamente va directo al morro de la Gallina que está a todo el frente nuestro. Caminamos si mucho unos 200 metros pero como ya eran pasadas las 2 de la tarde, y el trayecto de ida y regreso a la laguna demora 2 horas, decidimos no continuar porque nos cogería la noche para bajar. Además perderíamos el último bus. Así las cosas comenzamos el descenso no sin antes dar otro corto rodeo para mirar mas plantas y más paisajes.

La Bajada


Pobres uñas de los dedos de los pies lo que les espera, soportar el peso de estos Todo Tragones como envidiosamente nos llama JuanCé. Llevaríamos menos un kilómetro cuando ¡traque! Se cayó Juanfer, por fortuna se apoyó en las manos y no pasó nada grave, dos cortaditas en un dedo de la mano, por lo que sonaron las sirenas del botiquín del Lobato, una curita y sana que sana culito de rana, si no sana hoy se fregó.


Dicen por ahí que subiendo se conocen los carros y bajando los choferes, por lo que el suscrito se considera buen carro, al igual que el resto del grupo, pero no buen chofer como Olayita, que bajando es todo un saltimbanqui. Dos horas exactas nos demoramos desde la cima hasta el puente aquel sobre el río Chico. Fue una bajada agradable, sin afanes, poniendo a trabajar a nuestros pompilios (cayados) quienes hacen las veces de cuña en los sitios más pendientes y complicados.

Con Francisco


El recorrido por el plan de 4 kilómetros, lo hacemos en una hora que es nuestra velocidad promedio, excepto cuando venga un tigre detrás, y que podríamos llamar la hora sabrosa, porque nos fuimos entregándole bombones a todos los niños y acabando con las existencias de gomitas y bocadillos. Casualmente entre los niños estaba uno de los gemelos que encontramos en la primera subida en 2007, feliz coincidencia que ocurre con alguna frecuencia cuando repetimos caminata.


Así mismo, nos encontramos con varios ordeñadores que vienen de las fincas donde laboran, entre ellos Francisco Betancur, padre de cinco hijos, quien con su botella de leche y radiecito colgados al hombro, nos contó que se levantaba a las dos y media de la mañana, caminaba por ese camino algo más de una hora hasta la finca en donde otros tres ordeñadores “exprimen” noventa vacas todos los días, sin necesidad de cabestrearlas, simplemente las van llamando por su nombre y una a una se van arrimando al lugar del ordeño. Oír a Francisco y ver su estampa de campesino bonachón nos hace pensar que el campo esta lleno de Antonios, gente buena y trabajadora que no se queja por las condiciones casi siempre adversas de su trabajo. ¡Vaya un Urra por todos los Franciscos!

Con María


A las 5 en punto y abriéndole paso a un buey cargado con canecas de leche, entramos al parque de Belmira. Lo primero fue asegurar los tiquetes para la buseta de las 5 y 30, y lo segundo asegurar el mondonguito en el AMUBEL, ahora si acompañados por María quien brillo por su ausencia en el desayuno. María es la más amable y atenta persona de todas las que nos han atendido en hijuemil partes. En el día trabaja en la oficina de catastro y cuando sale se va para el restaurante, como dice ella “a recibir sorpresas como esta”

Por fortuna en la mesa contigua a la nuestra estaba almorzando el conductor de la buseta que nos llevaría a Medellín, por lo que sin afanes disfrutamos del mondongo y de la amabilidad María. Otro comensal nos sopló dos caminatas más, entre ellas Belmira – Santa Rosa de Osos que se hace por el camino real que servía para ir desde los llanos de Cuivá hasta los dominios del río Cauca.

Para la Bella Villa

Con pocas personas, entre ellas dos hermosas mujeres que nos sacaron lo que el páramo no pudo, el aliento, arrancamos para Medellín. Afortunadamente esta vez nuestro conductor si le puso buena velocidad a la buseta, la cual se fue llenando durante el trayecto a San Pedro, en donde hicimos una parada de diez minutos para luego continuar hacía Medellín.

En la vereda la Chinita se subió doña Maruja junto con una hija y una nieta, pensionada ella, quien venía muy copetona. Josema tuvo el honor de ser su vecino de viaje y el receptor de sus etílicas historias.

Con el hermoso espectáculo de los arreboles en el horizonte y la luminosidad de Medellín vista desde el cerro El Picacho, le dimos la despedida a esta maravillosa experiencia. Seguramente a esa hora, 7 y 30 de la noche, la temperatura en el páramo podría estar por los 5 grados, pero en nuestro interior superaba los 40 grados por la alegría de haber coronado por segunda vez las cumbres del Belmira.

Hasta la Próxima

Jorge Iván Londoño Maya