Caminata Fredonia - Venecia

23 de mayo de 2009

Ir hasta la terminal a encontrarme con los amigos Todo Terreno para viajar hasta Fredonia, implicaba un gasto de tiempo y dinero innecesarios, por lo que coordinamos que los esperaría en el sector conocido como Marandúa, un antiguo estadero y criadero de caballos ya desaparecido, justo en donde paran los buses de la flota Occidental que viajan al sur. Llegué al sitio a las 7 a.m y a las 7.03 a.m., Carlos me timbró para decirme que el bus acababa de iniciar el recorrido.

Pasaron y pasaron buses rumbo al sur y a municipios aledaños en la ruta y el de Fredonia nada que aparecía… Ya a eso de las 7.23 a. m., asoma un bus bien viejo con paso cansino que se detuvo a mi lado; trepé mientras le preguntaba al chofer que si ahí iban un montón de viejitos bulliciosos, a lo que me respondió que sí y que estaban hablando de mí en regulares términos… El cacharro este iba con cupo completo, más algunos pasajeros que de pie viajaban sin el tiquete correspondiente ya que abordaban el vehículo en la carretera, pero mis compañeros muy juiciosos me guardaron puesto con tiquete. Como por alguna de las “Ingeniosas” normas de tránsito ahora los intermunicipales e interdepartamentales no pueden llevar “Ayudante” o “Fogonero” que llamaban en otros tiempos, cada parada a recoger o a dejar pasajeros se multiplica y entorpece sobre todo cuando el pasajero lleva equipaje de guardar en las bodegas de los buses alargándose de manera infame el tiempo de recorrido.

A paso lento llegamos hasta Caldas, en donde nuestra amiga Marina libra y media (siete libras dijo un viejito ojicontento) subió al cacharro a verificar tiquetes y a venderle a los que no lo tenían. Nos saludó con su amabilidad característica. Siempre ha de faltar alguien que no muestra el tiquete, por lo que el viaje se retrasa más, mientras vuelven a verificar el pasaje. Por fin, terminamos y seguimos el camino. Todo bien hasta “Camilo C”, corregimiento del municipio de Amagá, en donde la carretera se bifurca y por un lado sigue hacia Titiribí y de ahí hacia el río Cauca y por el otro hacia Fredonia, Venecia y otros municipios también del Suroeste Antioqueño. De aquí en adelante el camino se convierte en una trocha antidiluviana por el constante movimiento de la tierra que no deja tramo de asfalto sin desbaratar ayudado por el general Invierno. Nuestro compañero Juanfer dice que es tan bravo el asunto del desplazamiento del terreno, que algunas de las casitas que bordean la carretera, han cambiado de lado de la calzada varias veces… Aquí no valen ni los rezos fervorosos de “Fray Marinilla” ni toda la plata del ministerio del transporte. Claro que cada determinada cantidad de tiempo, llevan al Presidente con bombos y platillos a “Inaugurar” alguna palada de cascajo que le echan a la carretera.

Reseña de Fredonia

El municipio de Fredonia tiene una extensión de 247 kilómetros cuadrados. En la zona urbana existen 21 barrios y en la zona rural hay 4 corregimientos y 33 veredas.
Es de terreno montañoso y pendiente con temperatura promedio de 20º C y clima templado.
Accidentes geográficos: Cerro Combia con una altura de 2.000 m.s.n.m., cerro Bravo con una altura de 2.550 m.s.n.m., cerro Las Nubes con una altura de 2.100 m.s.n.m.

Tierra de grandes personajes de la vida nacional como el escultor RODRIGO ARENAS BETANCUR, el escritor EFE GOMEZ, el político y escrito JULIO CESAR GARCIA, RAMON ELIAS BETACUR, escultor (maestro de Rodrigo Arenas), JAIME ISAZA CADAVID, Político y Catedrático, su nombre lo lleva una de las instituciones de educación superior (politécnico Jaime Isaza Cadavid) CARLOS SANCHEZ, quien durante mucho tiempo represento el reconocido JUAN VALDEZ representante del café de Colombia, quien a su vez también es acuarelista y finalmente el cantante y cuentista de la trova antioqueña MARIO TIERRA.

Fue fundado el 9 de octubre de 1790 por los señores CRISTOBAL URIBE MONDRAGON Y JOSE ANTONIO ESCOBAR TRUJILLO.

Reseña histórica: El prefecto de Antioquia, don Alejandro Vélez Barrientos, con la aprobación del gobierno nacional, dictó el 2 de octubre de 1830 el siguiente decreto mediante el cual se crea la nueva parroquia de Fredonia.

1. Los limites de la nueva parroquia serán la embocadura de la quebrada sinifaná en el cauca, éste hasta la embocadura de la quebrada pueblo blanco, esta arriba hasta sus nacimientos en el alto de San Miguel de este punto a la cabecera o nacimiento de la quebrada sinifaná y finalmente la corriente de este hacia abajo hasta su embocadura en el Cauca primer lindero.

2o. El lugar donde se hará la población será el designado por los comisionados y que es conocido con el nombre de "mesa del obispo".

3o. El nombre de la población y el de toda la parroquia será el de "Fredonia" cuya significación es "país de libertad"

4o. Por avenimiento hecho por esta prefectura con el señor Cristóbal Uribe, propietario del terreno sobre que se ha de hacer la población, éste cede ocho cuadras y media de tierra para la iglesia, la plaza, el cementerio, la cárcel y la casa del señor cura y lo que reste de las expresadas ocho cuadras y media se les venderá a precios equitativos a los que quieran poblar y el producto de la venta de los solares se aplicará para la construcción de la iglesia y la cárcel.


Por fin, y después de 2 larguísimas horas y pico de 20 minutos llegamos a la siempre hermosa Fredonia con su mercado popular en el parque, que por cierto desaparecerá porque están construyendo su plaza de mercado bajo techo y el parque perderá su antihigiénico encanto de reses destazadas colgando de ganchos, cabezas sangrantes en el piso, vísceras chorreantes sobre una mesa forrada con láminas de zinc, gordos mantecosos separados a punta de filoso cuchillo de palpitantes aun pedazos de carnes de procedencia vacuna o porcina… Y quién sabe si de pronto también caballar o asnal… Todo lo anterior adornado con multitud de bichos mosquiformes que revolotean por todos lados entre carniceros malencarados pero muy amables (¿De dónde le corto señor?) armados de cuchillos filosísimos del tamaño de sables de combate, parroquianos ansiosos de comprar su “ñervito pa` la semana” y unos robustos gallinazos que como pavos se “pavonean” por entre mesas y habitantes y a veces sobre las mesas, ayudando a limpiarlas… Claro que ahí, en el mercado del parque también se encuentran los otros ingredientes del mercado, como productos de la tierra, artículos de aseo, ropa barata y demás.


Atravesamos el parque y de inmediato entramos al templo a dar gracias por el buen viaje y por el hermoso día que aunque grisáceo, era perfecto para caminar. Desde aquí, Fredonia, subiríamos al cerro tutelar del pueblo, el cerro de Combia y de ahí, siguiendo un mapa cedido por otro grupo de caminantes, bordearíamos por el lado izquierdo otro hito geográfico de la región; el Cerro Bravo, que ya los Todo Terreno conocemos “Como a la palma de la mano” y nos llegaríamos hasta el municipio de Venecia por caminos vecinales, para luego regresar a Medellín.


Pueblo que se respete, tiene al lado de su templo una gran cafetería y panadería y Fredonia no es la excepción. Salimos de uno y entramos a la otra como por entre un tubo, esquivando en la entrada unas grandes vitrinas repletas de todo tipo de delicias, entre las que se destacaban varias bandejas de buñuelos doraditos y pandequesos que de queso nanay, según dijo Juanfer, pero que remojaditos en café en leche no dicen ni pío garganta abajo.


Terminado el magro desayuno, salimos en busca del camino. Ya en el parque de nuevo, notamos que a las esculturas del maestro Arenas Betancur les recuperaron la pátina que algún chistoso ignorante había cambiado por pintura pensando que se estaban “deteriorando”. Entre tanto, Lobato acucioso le dice a unos parroquianos: “A ver señores por favor una ayudita para unos caminantes…” Iba a continuar, cuando uno de los parroquianos se manda la mano al dril en busca de su óbolo para “ayudar” a los caminantes. Ahí Lobato le dice, no sin darle las gracias por su buena voluntad, que lo que está es preguntando por la ruta y los parroquianos se tranquilizan y dejan sus denarios en el bolsillo mientras le explican lo de la salida hacia el Combia.
Empezamos el ascenso por una callecita estrecha y luego desembocamos a un camino empedrado muy bien conservado con rasgos prehispánicos, pero de reciente construcción.


Gentes lugareñas subían y bajaban la montaña, todos con una amabilidad a flor de piel y de sonrisa amplia. Un señor que pronto alcanzamos subía con una bolsa llena de mercado y nos contó del derrumbe de años ha, pero sin fecha en su memoria. Ahí en la montaña estaban las huellas del desastre que fue para Fredonia ese suceso fatídico con muchos muertos incluidos. Después del desastre empezaron a pararle bolas a la montaña, antes de que se les viniera toda encima. Ahora le tienen bien recogidas y canalizadas sus aguas naturales y con buenos caños para las escorrentías de las lluvias frecuentes del lugar y respetan y cuidan la vegetación nativa.


Ya casi coronando la cima del cerro, y mientras nos deleitábamos mirando el paisaje, nos dio alcance un hombre joven, al que como cosa rara, uno de nosotros le puso conversa; se llama Gildardo Betancur, pero nada que ver con Arenas Betancur el escultor de Fredonia y del mundo. }



Nos encarretamos con él y él con nosotros y nos convenció para que fuéramos hasta la cruz gigante que corona el cerro Combia y de ahí nos acompañaría, dijo, hasta el hospital de Fredonia, que suponía él, estaba en nuestra ruta.


Nos dejamos guiar y de la cruz gigante que domina el paisaje, fuimos a parar a una fonda caminera llamada “Arrieros de mi tierra” muy popular en la región y de la que constantemente parten cabalgatas hacia diferentes puntos de la geografía del suroeste antioqueño. Ahí don José, el fondero, nos encarretó también contándonos de su aventura contra un Pastor Alemán (no Benedicto XVI) que lo dejó de hospital a principios de Mayo.


Siguiendo la ruta por todo el filo del Combia, vimos aparecer al majestuoso Cerro Bravo con ruana de niebla, de la cual se iba despojando poco a poco, hasta que ya sólo le quedó la gorra en la cima. Llegamos pronto como nuestro presidente a una encrucijada y de nuevo nos dejamos llevar por Gildardo que ahora nos dijo que se iría con nosotros hasta Venecia, porque aunque a él le gustaba caminar solo, nosotros le caímos muy bien y era por demás agradable caminar a nuestro lado. Empezamos a bajar ya por las laderas del Cerro Bravo, que imponente se levantaba a nuestra izquierda, hasta el campestre hospital de Fredonia, que más que hospital parece una hacienda hotel por lo campestre y bonito en medio del paisaje.


La carreterita bordeada de eucaliptos en diferentes etapas de crecimiento dejaba ver un paisaje campesino como de postal de turismo; casitas campesinas con sus cultivos principalmente de café y sementeritas de pan coger, además canastas con matas de diferentes variedades en plena florescencia, otras con vaquitas de leche y una que otra casa finca ostentosa, que dicho sea, chillan sin misericordia en el entorno por sus arquitecturas rebuscadas y foráneas.


Así entre chistes, preguntas, respuestas llegamos hasta “La fonda de Juaco” ya casi llegando a la vereda el Rincón y tomamos refresco mientras seguíamos investigando la vida y milagros de nuestro casual acompañante Gildardo que resultó excelente conversador y caminante. Es comerciante, tiene 43 años que no aparenta, vive en La Estrella y viene a visitar a sus suegros en Fredonia, lo que aprovecha para salir a caminar por los cerros circundantes o a montar en bicicleta.


De pronto desembocamos a tierra conocida, el camino veredal por el que subimos hace un tiempo a Cerro Bravo y por el que se llega a la finquita de un cuñado de Juanfer. Tomamos una desviación hacia la derecha por unos rieles y pronto estábamos a la vista del maravilloso Cerro Tusa con su cima erguida como vértice de pirámide. Ya falta poco para llegar a Venecia, pero no tenemos afanes. Hacía rato nos habíamos dado cuenta que por seguirle el encarrete a Gildardo, habíamos abandonado la ruta trazada en el mapa que teníamos de base.

Reseña de Venecia
Fecha de fundación: 13 de enero de 1898

Nombre de los fundadores: Tomás Chaverra y Custodia Galeano

Reseña histórica: El actual territorio de Venecia fue habitado por los indígenas Zenufanáes pertenecientes al gran imperio Zenú. Los conquistadores españoles al mando de Jorge Robledo, enviaron una expedición que pasando por estas tierras encontró tres Caciques principales: Bolombolo, Popala y Sinifaná.

Las crónicas hablan de una gran ciudad en la Hondura, la siembra de algodón y textil fue su principal industria. Su máximo oratorio está localizado en el importante Cerro Tusa, considerado como la pirámide natural más alta del mundo de 1.850 m de altura, considerado como un antiguo volcán. Sobre el costado norte se encuentra el ídolo "La Diosa del Espejo" o "La India" aunque para algunos podría tratarse de un hombre por La prominencia de la garganta; frente a él se encuentran las Escalas del Sacrificio y la Silla del Cacique.
Vestigios en cerámica han sido encontrados en todo el territorio, el lugar más importante las Cuevas de Santa Catalina, sitio de ofrendas, Petroglifos en la Amalia y la Rana de Cinco Patas en Arabia.

Los primeros colonos se establecieron en 1860, dedicados inicialmente a la caña y luego al café. Cerca de la actual Población se establecieron varios trapiches. Las Haciendas La Amalia, La India y La Loma iniciaron el cultivo del café en grande y antes de finalizar el siglo XIX eran de los más importantes productores del País.
La Hacienda La Amalia no solo se distinguió como un gran emporio, si no que en la región de La Rita estableció la primera Trilladora del Departamento de Antioquia.
Sobre la actual Calle Bolívar, antiguamente estaba un camino Indígena, que venía desde Ciudad Bolívar a Fredonia, allí se establecieron casa pajizas dispersas; por lo cual el 13 de Octubre de 1898 se creó la Parroquia de Providencia en honor de San Pablo y Santa Teresita. Se trató de trazar un pueblo más abajo del actual pero fracasó trasladándose a donde queda la plaza Tomas Chaverra y sus alrededores, colocándose la primera piedra de la Capilla La Soledad el 25 de Diciembre de 1902, se inauguró 4 años después; llegando a ser colegio en 1948, hoy desaparecido completamente.

Dado su rápido crecimiento, se creó la actual Parroquia dedicada a San José a partir del 1 de enero de 1909 y cuyos límites son los mismos, decretados con la creación del nuevo Municipio por el entonces Presidente de la República Rafael Reyes, segregándolo del territorio de Fredonia en el entonces Departamento de Jericó, según decreto 480 de 7 de mayo de 1909.
Descontado ya que caminaríamos mucho menos de lo presupuestado, relajamos el paso y aun así pronto llegamos a la carretera principal por la que llegaríamos hasta el municipio de Venecia.


Pronto aparecieron las primeras casas urbanas en un pequeño descenso y una que otra casa finca lujosa. Cerro Tusa a la izquierda se levantaba majestuoso. Un giro a la derecha y avistamos el parque y la muy grande y hermosa iglesia construida en ladrillo a la vista. Por esta calle bulevar, nos topamos con una gran escultura en concreto de un rostro indígena coronado por un penacho que según decires era la representación alegórica del Cerro Tusa. Puede ser… Ingresamos al templo como siempre, a dar gracias, a admirar la belleza y a respirar la paz y la frescura. Ya desde el atrio, el parque se ve enorme con su monumento al Libertador Simón Bolívar, curiosamente pintado de dorado y negro, lo mismo sus alegorías laterales.


En un hotel restaurante encontramos atención esmerada y amable, por lo que de inmediato estábamos a manteles saboreando tres sancochos de gallina, dos sopitas de pastas y una carne asada con papitas “a la francesa”. Gildardo pasó la prueba de todo tragón y lo más destacable fue la eficiencia del mesero del lugar: Se paró Juanfer a hacer una obra de caridad sin haber terminado de almorzar y de inmediato le recogieron sus platos y cubiertos con tal rapidez y eficiencia que nos vinimos a dar cuenta, cuando Juanfer se sentó de nuevo y empezó a reclamar el porqué le habíamos escondido los platos… Ni el dueño del negocio se percató de a donde fueron a parar ante la furia santa del ofendido. Al rato, llegó de nuevo el ágil mesero con el plato de Juanfer que seguía renegando. Luego, todo volvió a ser risas, chistes, un tintico, la cuenta y gracias por las atenciones.


Terminado el comiso con perdida de platos, salimos a buscar pasajes para Medellín y nos metimos por el parque. Al lado y entre un manto de un hermoso verde de no se que hierba, había varias palomas formando un lindo cuadro como para “Palomas en verde esperanza” Hermoso…


Unos arcos consecutivos en concreto daban posibilidades fotográficas insospechadas, por lo que en un abrir y cerrar de ojos, me extravié del grupo y casi pongo denuncia por viejito perdido en el comando de policía. Lo malo fue que no lo encontré. No vimos un policía ni para remedio. Vía celular se recuperó al viejito perdido y comprados los tiquetes de regreso, sólo quedó esperar el bus, que esta vez salió raudo rumbo a Medellín con medio pasaje, porque nos dijeron que era tanta la gente que estaba viajando para el pueblo, que llegando un bus, de inmediato lo devolvían con la gente que hubiera. Como quien dice; expreso a Medallo en dos voliones y cada quien para su cada cual. Nos vemos lueguito.

José M.

CIRCUITO POR LOS CERROS TUTELARES DEL CARMEN DE VIBORAL

Fecha: sábado 16 de mayo de 2009

Caminantes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya.

Nombre: Cerros por triplicado

Calentamiento

Por el correo electrónico, o e-milio que llamamos, nos llegó una invitación del grupo de caminantes Despertares, para asistir al circuito por el cerro de la Cruz que hace parte de una cadena de cerros escriturados al Carmen de Viboral. Fue entonces esta caminata la que se ganó la cachiporra que semanalmente hacemos para escoger para donde nos vamos a sufrir, como sabiamente anota Luisfer, “sufrimiento” que en esta oportunidad no sería compartido por Olaya y Josema debido a obligaciones laborales y políticas, respectivamente.

La Norte

Más cumplidos que jubilado para cobrar la mesada, llegamos Juanfer y el suscrito a la terminal del norte con 20 minutos de adelanto. Allí se nos unió Zuluaga con un minuto de atraso, que en él es su hora oficial. El ritual no cambia, primero la asegurada de los tiquetes para el microbus que sale a las siete, y luego el tintico donde Edilma endulzado con medio buñuelote para cada uno y con la pregunta de Edilma con cierto tono de intriga: ¿eh, pero ustedes para donde viajan tanto? ¿Es que son pescadores, o que? Nada de pescadores Edilma, somos caminantes y hoy vamos para el Carmen a despescuezar un cerro.

Virgen del Carmen

En un microbus, por fortuna mas grandecito que los tipo escolar de san Vicente, arrancamos con cupo completo para recorrer en una hora larquita los 54 kilómetros que separan a Medellín de este próspero, atractivo e interesante municipio, llamado la Piedra Azulina del Oriente, en donde los Gómez y los Giraldo les dan cuadra y media de ventaja al resto de apellidos, y la cerámica artesanal saca la cara por los casi 50 mil carmelitanos que se pavonean en los 448 kilómetros cuadrados de extensión.

La hermosa, confortable e iluminada iglesia de Nuestra Señora del Carmen, de todo nuestro afecto espiritual, y que próximamente estrenará un motivo arquitectónico para embellecer su fachada, fue el primer lugar que visitamos. Después de algunas oraciones pasamos al restaurante La Frisolera, también de todo nuestro afecto gastronómico, para ponernos a tono con un delicioso chocolate hecho en aguapanela, como lo mandan los cánones, acompañado por tamal para Luisfer, chorizo para Juanfer y un minirecalenta´o para el suscrito, por aquello de la religiosa dieta. Cuando terminamos les dije: ¡No friegue, falto la foto!

¿Que preguntando se llega a Roma?

A la salida del restaurante le preguntamos al dueño por donde nos íbamos para la Urbanización Quinta Florida, o también la vereda Camargo, puntos de referencia que aparecían en el mapa que imprimimos del mensaje aquel, “Suban hasta la esquina y se van derecho hasta el hospital y por allá vuelven a preguntar y los van guiando”


Esa calle resultó ser el pasaje peatonal más original de pueblo alguno, porque la fachada de muchos locales comerciales está adornada con muestras de cerámicas. Mejor dicho, es el pasaje Carabobo del Carmen, o bueno, eso quisiéramos tener nosotros. Allí se encuentran innumerables minimercados, confiterías, almacenes de misceláneas que huelen a pueblo, almacenes de ropa y cacharrerías que también huelen pero a muñeca de traído de Niño Dios.

Luego de caminar unas 6 cuadras llegamos al hospital San Juan De Dios (benemérito nombre de casi todos los hospitales) Allí le preguntamos a un amable señor por la salida para el cerro de la Cruz y nos dijo que no estaba muy seguro, que le preguntáramos a su hija “la que está montada en la moto” y quien sabía menos que el papá.

Cien metros más y paramos otra pareja que también iban en moto.
Buenos días. Porfa, ¿por donde es la salida para subir al cerro de la Cruz?
¡Mmmmm! ¿el cerro de la Cruz? No señor ni idea.
¿Entonces, por donde queda la urbanización Quinta Florida?
Se miran el uno al otro, ¿Quinta Florida? A si, pero eso esta al otro lado.
No puede ser, si del parque nos mandaron por acá. ¿Ustedes viven aquí?
Si señor.
¿Entonces deben saber donde queda la vereda Camargo?
Más miradas y con un…..”Por allá” con mano extendida al firmamento nos despacharon.
Llegamos al nudo.

Media cuadrita más y otro parroquiano en una moto. Hermano, ¿por donde se sube al cerro La Cruz? Y de una, por esa calle (señalando) pa´ rriba. Listo, mi Dios te pague.

Calle arriba (la señalada) y llegamos a un puesto de empanadas. Pero como caminante que se respete es cabeciduro, le preguntamos a la dueña del entable: ¿Señora, por acá llegamos al camino para el cerro La Cruz? No señor, es por allá (señalando) por esa carreterita, allá donde está la curvita. Dios le pague. Oigan (a los gritos) ¿no van a llevar empanaditas y torticas de chócolo?

Bueno, parece que ahora si vamos por el camino correcto. A las dos cuadras nos encontramos cuatro muchachos a quienes les preguntamos: ¿muchachos, vamos por el camino correcto para el cerro La Cruz? Y en medio de risas nos respondieron que no sabían; que eso queda por el monte. Pues claro, donde más.

Hasta que por fin una señora nos dijo: van bien, volteen allí a la izquierda y se van a encontrar unos rieles, sigan por ahí que esa es la salida para el cerro la Cruz. Bendita sea la señora y la Santa Cruz.

Ahora si sobre rieles comenzamos el ascenso. Arriba de nosotros había un monte pero no propiamente el de la Cruz, al menos eso nos decía Juanfer, aferrado a su memoria, porque esta caminata ya la había hecho con un grupo del banco, así que estos parajes no le eran del todo desconocidos. Insistía en que en aquella oportunidad, lejana por cierto, había subido por una manga en medio de señor aguacero. Hablando de clima, hoy por el contrario teníamos un sol radiante que obligó a la embadurnada de bloqueador, porque ya llevábamos las orejas coloradas y calientes de tanta cantaleta a distancia de nuestras consortes.

Rieles arriba nos encontramos un grupo de obreros de la construcción, a quienes, y por si las moscas, indagamos si íbamos por el camino correcto. El más acucioso nos dijo que si, que no propiamente para el cerro La Cruz, pero que después del cerro que teníamos al frente…. seguía otro…. y luego el nuestro. Que íbamos a pasar por pura manigua pero que el sendero estaba transitable porque es mucha la gente que está caminando por allí. Ay Dios, como así ¿tres cerros?

Olvidaba contar que los cuatro muchachos aquellos venían detrás de nosotros, y en nuestra conversación con los obreros, nos pasaron. Al parecer iban en plan de caminar, pero no propiamente en nuestra dirección, porque de ahí en adelante no los volvimos a ver.

Cerro Bonifacio


Terminada la carreterita entramos a un camino de herradura, que muy ligero se acabó en una casa campesina. ¡No me digan que hasta aquí llegamos! Allí nos recibió un campesino que trabaja en un cultivo de moras de la misma finca. Sin pararse de la silla, y ante la desconsolada pregunta que le hicimos, nos mostró el camino que nos llevaría al cerro Bonifacio, camino que comienza bordeando un extenso cultivo de moras de castilla. Ya ve, muy claras las explicaciones del amable muchacho, las cuales nos sirvieron para comenzar, ahora si con pié derecho, la aventura que nos depararía, no solamente conocer el cerro la Cruz, sino el Bonifacio y el Quebrado, porque como cosa rara, esta vez preguntando no llegamos a Roma, también a Venecia y a Milán.


Despedidos pues con el sabor de algunas moras, y tomando el camino correcto, nos internamos por el bosque nativo a través de una trocha no muy amplia, rodeada a ambos lados por pura naturaleza, con algunos tramos dotados de una pronunciada inclinación que exigía la correspondiente “remolcada” con el cayado de Luisfer, quien iba adelante marcando su paso de saltimbanqui.


El extenso valle que alberga al Carmen, así como alguna parte del pueblo, son nuestra vista permanente sobre el costado derecho de la trocha, los cuales se divisan cuando merma la espesura de los árboles o llegamos a algún altico despoblado que nos permite mirar el horizonte.

El sudor y el calor apuran los momentos de hidratación, la cual se hace con guandolo helado, producto registrado por el Lobato, que incluye pulpitas de limón y tronquitos de hielo, gracias a una exclusiva técnica artesanal. Todo esto convierte al afamado guandolo en un líquido celestial, que en esas alturas sabe a miaitos de ángel o a escupa divina, por donde lo quieran tomar. Eso si, Olayita y Josema saben muy bien que se perdieron. Amén de la caminata.


Que belleza de bosque. Que variedad de árboles, musgos, líquenes y flores exóticas. Que silencio. Que penetrante aroma a naturaleza. Que paz envuelve este momento. Que instante de regocijo alejados del complejo mundo de la ciudad. Que intimidad con Dios. Que sombrío natural que en tramos nos hace parecer como si cayera la tarde. Aquí me podría quedar citando “ques” al por mayor, pero hay que seguir por que nos quedan dos cerros más.

En dos horas llegamos a la cima del Bonifacio, ubicado a 2.600 metros sobre el nivel del mar. Miren pues todo lo que se puede observar desde allí: La Ceja, El Carmen, San Antonio de Pereira, Rionegro y el valle de San Nicolás.

El Remate

A las 11 y 30 de esa radiante mañana continuamos para el cerro El Quebrado. Luego de una bajada no pronunciada entramos a un trayecto plano con algunos columpios. El entorno no tiene muchos cambios y los compañeros de viaje a nuestra derecha siguen siendo los mismos.

Mención especial para el piso de la trocha, que en algunas partes parece un colchón abullonado con hojarasca y musgo, lo que da la sensación de caminar sobre una lona. Hasta Juanfer en un descansito pensó que la tierra estaba temblando.


Luego del plan comienza el ascenso final al cerro la Cruz. Un remate al mejor estilo tour de Francia que nos obliga a pararnos sobre los pedales, fuerte jadeo, camisetas sudadas y estampadas con las marcas de las hojas y troncos. Al final la cima, consistente en un espacio no muy generoso en área, totalmente despejado, una vetusta Cruz que se resiste a caer, con su horizontal amarrado incluso con una prenda vieja, y en su base varias crucecitas hechas más que artesanalmente por los visitantes. Algunas hasta amarradas con espartillos.


Acumulábamos cuatro horas de una muy exigente pero hermosa y gratificante caminata, que nos invitó a arrodillarnos frente a la Cruz mayor y sus retoños, para repetir la oración que espontáneamente Juanfer recitaba a todo pulmón. Emocionante y sentido momento de los muchos que nos depara nuestra actividad. Obviamente con más guandolo, todavía bien helado, hicimos el brindis por la coronación y granadillas como pasabocas.


Para el descenso teníamos dos opciones. Una por donde supuestamente había bajado Juanfer aquella vez, y otra la que indicaba el mapa del grupo Despertares. Al final escogimos la del mapa.

¡¡Agárrense!!


El camino de bajada tiene la misma presentación que el de subida, incluyendo el entorno y la inclinación, pero con un ingrediente nuevo, el piso mucho más húmedo, lo que nos obliga a bajar con mucha calma y con mucha curia, buscando los estribos que la madre naturaleza va creando para sus hijos caminantes.


Hay tramos donde la inclinación es tal que provoca gritar o salir despavorido loma arriba. Por fortuna el chinche de Luisfer, siempre de primero, me va indicando: agarrate de ese tronco, pone el pié en ese huequito, pegate de mi mano, eso es, ya casi, ya casi, listo hermanolo, vio que es fácil. Juanfer por su lado se defiende a su estilo, acumulando resbaladas que le van camuflando el pantalón como si fuera un soldado profesional. Claro que ni yo me escapé de la caída en cámara lenta, (Milagrosa Bendita) la misma que sirvió para bautizar los cortos que estaba estrenando. Mención especial merecen nuestros cayados, que sin hacer bulla son nuestro apoyo en estas bajadas de mi Dios.

¡Ufffffff!

Luego de hora y media, nos encontramos una casa abandonada que nos volvió la tranquilidad, porque si hay casa hay camino y si hay camino hay vida. Así fue, mas abajo estaba un campesino cortando palos para preparar la enramada para un cultivo de fríjol, acompañado por un hermoso y enorme perro, de esos que no tienen un amo sino muchos. Agitando la cola se arrimó a cada uno para ganarse nuestras caricias. Eso le valió una donación de Juanfer para un almuerzo canino, ojala no muy lejano.

Muy cerca de allí encontramos un incipiente camino que al final se convierte en una carretera veredal. Aparecen las casas, las personas, las motos, el bullicio, el polvo. Atrás dejamos intacto ese tesoro que se llama naturaleza y que ahora hará parte de la mochila de nuestro recuerdo y de nuestro archivo de crónicas y fotos.

Sin pesarlo, y para sorpresa nuestra, caímos a la tienda de siempre, la misma que nos ha servido de punto de descanso en varias de nuestras caminatas por esta región. Por fin Zuluaga pudo tomarse su cervecita, Juanfer su piña Postobon (que dicha) a falta del siempre escaso Mr. Tea y el Lobato el restico de guandolo.

Desde allí hasta el estadero Mi Tacita nos fuimos acompañados por una hermosa chica que nos contó vida y milagros. Luego se nos unió Alejandro, un muchacho de la región que llevaba su bicicleta al pueblo para parchar una llanta pinchada. Alejandro resultó ser muy conocer de los cerros lo que nos sirvió para ubicarnos porque andábamos despistados por el hecho de haber llegado al mismo punto de partida. La ayuda de Alejandro le sirvió para que se convierta en el heredero de la bicicleta de la familia Echeverri. El único requisito es que consiga como traerla de Medellín y listo.

La hora de Cristo

A las 3 y 30 de la tarde pisamos el parque principal del Carmen. Lo primero fue el reporte al dueño de la iglesia donde rezamos, y lo segundo el reporte al dueño del restaurante donde desayunamos quien nos recibió con un espumoso “ustedes son muy berriondos”.

Sentados a manteles, luego del lavado general de manos, brazos, cabeza y cara, para quedar medio presentables, quedamos en manos de un delicioso mondongo que no tuvo más remedio que rendirse ante el filo que ya cortaba. Entre claro con bocadillo y tintico el único tema fue la hermosa caminata que sin querer nos encontramos. Cuando terminamos nuevamente les dije: ¡No friegue, falto la foto!

Reflexión

Al interior del restaurante hay un elegante letrero que dice:

“Las ironías de la vida. Medio mundo empeñado en hacer dieta, mientras el otro medio se muere de hambre”

Que conste que la mía es por orden médica.

Colorín Colorado……

En la original Terminal de Transportes tomamos el microbus que ya salía para Medellín, a donde llegamos tipo 6 de la tarde, convencidos de que no siempre preguntando se llega a Roma.

Reconocimiento especial

Para nuestra patrona. La Milagrosa

Hasta la próxima.

Jorge Iván Londoño Maya

Caminata Envigado - Monasterio de Santa Gertrudis - La Magna - Envigado

Fecha 9 de mayo de 2009

Caminantes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga y Juan Fernando Echeverri Calle.

Nombre: Cuando el Delito no paga y el tiempo lo borra

Seis y cincuenta y cuatro de la mañana, en medio de un desfile de obreros de la construcción, estudiantes, mensajeros de empresas y ciudadanos en general que hacen parte del despertar de la ciudad, me apeo de nuestro metro en la estación Envigado, para encontrarme con mi compañero de caminata, Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, quien muy concentrado sobre el periódico del día, se dedicaba a leer las noticias a la salida sur de la precitada estación.

Saludo y abrazo de rigor de los dos amigos, para enfilar cayados rumbo al parque de Envigado, próspero municipio del Valle del Aburrá y desertor del área metropolitana, gracias a esas maniobras que hace la politiquería, y que ha dado vida a numerosos hombres ilustres, numerosas industrias y gloria a la historia de Antioquia y de la comunidad, esa que se ha escrito en sus 78.8 kilómetros cuadrados de extensión y 191.500 habitantes, quienes ya estrechan sus humanidades contra los habitantes de Medellín y viceversa, ya que hace rato se juntaron los dos Municipios.

Una mañana bonita y muy fresca, el parque principal de la localidad, dominado por el tradicional templo de Santa Gertrudis, el cual en 1750, y en terrenos donados por Don Francisco Ángel de la Calle, se construyó bajo la condición de viceparroquia, para ser elevado en 1773 a parroquia, con una jurisdicción enorme que abarcaba hasta el río Cauca, en los actuales municipios de Fredonia y Amagá y con el nombre de Santa Gertrudis de Envigado.

Hacia el año de 1797 contaba, además de la iglesia, con 46 casas y su plaza principal. Los moradores se dedicaban a la agricultura, fundamentalmente el plátano, la yuca, arracacha, maíz y caña de azúcar. Ya en 1885, la población tenía 6.527 habitantes, y sin disimular mostraba sus ganas de reclamar pantalón largo, considerando el auge en la industria que se veía venir.

De largo pasamos los caminantes por el parque y dimos al templo una mirada medio esquiva con una oracioncita entre labios, para seguir calle arriba rumbo a la finca “La Catedral”, ubicada montaña arriba, en la Reserva Ecológica y Natural de La Miel, la cual se dejaba ver al fondo, lejos, muy lejos como a unos ocho kilómetros, en medio de bosques y de una neblina que se resistía a morir ante los leves rayos del sol que la penetraban, sin romperla ni mancharla.

Ahí de pasito, entramos a La panadería Envigado, donde con sendos cafecitos en leche, pasamos por las armas dos papas rellenas, dos pandequesos y dos almojábanas, para seguir nuestra caminata firmes, a paso duro y sin parar, por el bonito municipio conocido como “La Mónaco Colombiana” donde las construcciones modernas se consiguen silvestres.


Una cuadrita allí, tres más allá, como cinco por ese lado, cruce de un puentecito, tuerza a la derecha, a la izquierda siga derecho e ingrese ya al camino rural, ese que pavimentado en un principio y rodeado de naturaleza, nos llevaría a nuestro destino, el cual hay que reconocerlo, no teníamos muy definido, si sería allá en “La catedral” o en el Municipio de Caldas, máxime que Zuluaga tenía un compromiso insalvable a las 4 p. m.

Había olvidado informar, que hoy los caminantes sólo éramos dos, ya que el resto de la tropa: Jorge Iván Londoño M. Carlos Alberto Olaya Betancur y José María Ruiz Palacio, habían presentado excusa para faltar, por situaciones igualmente de fuerza “primogénita”, las cuales fueron aceptadas a regañadientes de los estatutos.

Bonita la mañana y pintaba aún mejor, de acuerdo con la boquilla que el Creador le había puesto hoy a su aerógrafo, para darle vida al paisaje, el cual se regodeaba con esos rayos de sol oblicuos que el “monito Jaramillo” descargaba sobre todo lo existente, incluyendo nuestras gorras y espalda.

La carreterita cada vez se estrechaba más, pero no perdía su calidad y esa estrechez era directamente proporcional a la aparición de agüitas, verdor, naturaleza y flores, esas que se asomaban a los miradores de los curazaos, moños o navidad, margaritones, campanitas, tangones..., bien sembrados en las hermosas y sencillas huertas caseras o muy bien acomodadas en materas de barro, canastas y hasta en bacinillas viejas, que cuelgan en los corredores de las viviendas que salpican el camino.


Bonito el día carajo. Tiene todos los fierros para una caminata, así no lo podamos montar en una pasarela. Bote corriente y gaste temas, cuando apareció ante nuestras pupilas, un negocito a la vera izquierda del camino, manejado por una señora más seria que un “marrano haciendo pipí”, llamándonos la atención una bella oración escrita sobre un trozo de madera. ¡Zuluaguita, va pa’ foto!!!

¿Señora nos toma una fotico por favor? contesta más el Señor Caído...y simplemente se limita a señalarnos a un parroquiano que venía tras de nosotros, quien ante semejante labor que le íbamos a poner, entró a su casa, dejando el humero y el polvero en el recorrido.

Listo, debutamos con la cámara de Zuluaguita y seguimos el camino en pura trepada, el cual enmarcado por un paisaje muy bonito pero sin ninguna alteración, cambio o sorpresa nos fue llevando poco a poco a zona más rural, hasta donde se va perdiendo el pavimento, quedando sólo viejos trozos del mismo, que atestiguan que alguna vez, también fue pavimentado ese sector, hasta quedar totalmente en “pelota”, mostrando el cuero de su cascajo vivo y alguito de pantano.

El sol poco a poco le iba corriendo la intimidad a las nubes y a los restos de neblina en el ambiente, para mostrarse más hermoso y cálido y dejarnos ver las flores, los verdes y la montaña en todo el esplendor de sus colores, esos que visten los paisajes, sin metro, tiza en la oreja ni catálogos de Paris o Roma.


Ni que decir del canto de los pájaros. Mientras más trepábamos, más se veían esas notas aladas y emplumadas, arrancadas por el Creador al pentagrama de su obra, esa que siempre brilla en clave de sol. Que trinos, que cantos, salidos de las gargantas de azulejos, mirlos, carraquíes, toches, pinches, cucaracheros, entre otros...para nuestro deleite, el cual sólo era interrumpido por uno que otro carro, por algunos ciclistas de esos que se le miden a estas lomas o por el infaltable arriero, ese que en plenas goteras de la ciudad se niega a morir y sigue arriando sus nobles bestias cargadas de esperanza y de pasado.

A medida que el terreno se empinaba y nos dejaba ver la cercanía de la reserva La Miel, medio engalanada con algunas cintas vaporosas de niebla, a nuestra izquierda se divisaban Envigado y al fondo Medellín, eso si muy cubiertos por la contaminación, lo cual aprovechamos para hacer otras foticos.

Hay que enfatizar la vigilancia de nuestras autoridades en aquella carretera, ya que en dos o tres oportunidades, pasó la policía motorizada, la cual recorre las veredas, cuidando la honra y bienes de los ciudadanos.


Hacéle Zuluaguita home que la cosa es en serio...No home, es que mira lo que hay aquí me dijo mi locuaz y observador compañero. Efectivamente, ahí en todo el canal que recoge las aguas del camino y a mano izquierda subiendo, se podía observa un inmenso hoyo, el cual estaba totalmente cubierto de granizo como comprimido, rastro de la granizada que nos azotó tres días atrás con graves consecuencias en el municipio de Caldas.

Acariciamos ese granizo que parecía granitos de café cristalinos y que quemaban sobre la palma de nuestras manos; y maravillados, seguimos nuestro camino, preguntándonos cómo después de tres días y sus noches, ese granizo se resistía a alimentar el cauce de cualquier quebrada, de tantas que corren por el lugar, debido a la acción de los rayos solares, que no habían sido capaces de derretirlo. Hasta muñeco de nieve (granizo) pudimos haber hecho, pero nos esperaba la meta y que frío...


Bonita, muy bonita toda esta reserva Ecológica Natural de La Miel, no se cansa uno de afirmarlo, eso si, lástima grande que en ella se vengan construyendo especies de fincas de recreo, debido a que el terreno fue partido en parcelas, lo cual, crease o no, representará daño para el ecosistema en especial para la fauna la que es abundante en aquellos parajes.-

Por fin, un poco fatigados, ya que el trayecto es exigente, además del sol que calentaba inclemente, llegamos a la caseta del guardabosque de La Miel, dónde preguntamos: ¿Oiga señora, las ruinas de la Catedral fue que las corrieron?? No señor, es que están como ochocientos metros más arribita, nos contestó la pispa parroquiana, lo cual le dio ánimo a nuestros cayados y un último y fresco alientico a los tenis, que venían recalentados.


Efectivamente habíamos caminado unos cien metros, cuando allá arriba entre los árboles se dejaban ver unas manchas blancas que delataban la presencia de una construcción, la cual a medida que nos fuimos arrimando, fue apareciendo una inmensa cruz de hierro que domina el lugar, unas hermosas construcciones modernas en material, madera y vidrio tipo vitral.

¿Y la catedral? fue nuestra pregunta. Desapareció como desapareció su gestor. Efectivamente, de la famosa prisión “autoconstruída” por el “capo” aquel, con la vergonzosa aquiescencia del gobierno de turno, para purgar una pena no purgada y que sólo se destinó para albergar el delito, nunca el hombre, no quedaba ni un adobe de la controvertida e inútil construcción. Sólo el escaso recuerdo, ya que “el delito no paga” y a los tristemente célebres personajes que personifican y protagonizan el mismo, se los traga el tiempo como se tragan las tinieblas la luz del día.


Efectivamente los terrenos de la tristemente célebre catedral, son hoy ocupados por un monasterio, salones de reunión, residencias, salones de capacitación y conferencias, talleres y una hermosa capilla en construcción, todo esto digno de ser conocido ya que su belleza es realmente impresionante. Que lo digan las fotos.


Ignoramos quien pudo haber donado o vendido los terrenos. Lo único cierto, es que los mismos fueron transformados y construidos por “la hermandad monástica de Santa Gertrudis -La Magna-, patrona de Envigado” y a quien se dedica el monasterio y la capilla, a la cual ingresamos para conocer toda su belleza.

Con seguridad, este sitió muy pronto será referente de Envigado, lugar de peregrinación y atractivo turístico, no sólo por lo que en sí constituye y representa, sino por su historia, su entorno y la belleza del paisaje, enclavado en un bosquecillo de pinos, eucaliptos, chaparros y sietecueros, entre otros, donde la neblina se recrea y la paz espiritual se apodera del visitante.


En éste hermoso sitio, además de la gran cantidad de actividades culturales, religiosas y lúdicas que se adelantarán, se inicia un proyecto para recibir animales silvestres en cautiverio, fin ser adaptados al medio y luego liberados; siendo así como actualmente tienen dos jaulas de buen tamaño, en las cuales pudimos ver tres hermosos loros y una radiante guacamaya verde, pero para desilusión, permanecen a la intemperie, y como alimentos sólo mostraban unas cocas con un agua sucia y media naranja ruñida en cada jaula. No hay derecho “que donde creemos se fríe carne, no se tenga ni el aceite”....Que Santa Gertrudis “La Magna” se apiade de éstos pobres animalitos.

Dimos media vuelta para iniciar nuestro regreso al sitio de partida, pero antes aprovechamos para refrescar nuestras humanidades, ya que “todo héroe merece un refresquito”, según nos confirmaron dos ciclistas que habían acabado de llegar al sitio y fue así como ingresamos al Restaurante El Galerón, el mismo donde hemos almorzado en otras ocasiones, pero hoy sólo echamos “alguna cosita” a los radiadores, para empezar a deshacer nuestros pasos en aquel descenso que nos llevaría en casi dos horas al Parque de Envigado.

Ya en el parque, me dice el Zuluaguita: Mira Juano un sitio para que almorcemos...Hombre yo no tengo hambre le dije. Yo tampoco me contestó Zuluaga. Entonces arranquemos para la casa a buscar almuerzo allá. Listo hermano...

Y así sin almorzar, “llenos” de buenas experiencias y de cosas bonitas, los dos caminantes abordamos nuestros Metro para retornar a los hogares, convencidos que los caminantes no siempre comen...pero eso sí, siempre caminan.

Un abrazo a los ocasionales lectores y hasta la próxima con el superior permiso.

JUAN FERNANDO ECHEVERRI CALLE

Caminata San Félix - Páramo de los Baldías - San Félix

fecha: sábado 2 de mayo de 2009

Caminantes: Juan Fernando Echeverri Calle, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya.

Nombre: ¡Albricias!

Por fin

Así como la vida nos cambia en un segundo, así mismo cambiaron nuestras caminatas sabatinas, las cuales, desde principios de marzo suspendimos temporalmente por diferentes motivos que fueron apareciendo en cadena, de acuerdo con las circunstancias, obligaciones o necesidades de cada uno de los integrantes de nuestro grupo. El Lobato colaboró con el primer eslabón, muy justificado por cierto, debido a la grata visita de sus padres. Pero como no hay morral que dure ocho sábados sin montar en hombros, ni cayados que lo resistan, para este día sacamos vitaminas A, B y C de las reservas que aún nos quedaban y nos fuimos a patoniar por esos campos de mi Dios.

Lástima, eso si, que Luisfer y Olayita no nos pudieron acompañar. Luisfer por programa previo con su esposa para mirar la luna todo el puente desde Támesis, y Olayita por una urticaria que le embadurnó de ronchas el cuerpo, y que él, ni de fundas, iba a hacer roncha a la caminata.

De San Félix para dentro


Como la idea era hacer una caminata acorde con la “para”, optamos por irnos para el corregimiento de San Félix, el cual hace parte de la jurisdicción del municipio de Bello, localizado en la vía para San Pedro de los Milagros, y desde allí arrancar camino adentro a ver hasta donde llegábamos. Íbamos con la intención de llegar dizque al cerro del Padre Amaya, pero estábamos más perdidos que Charlie Za.

En la Norte

En la Terminal del Norte tuvo lugar el encuentro. Luego de hacer la vaca, que por lo poquitos nos salió con cara de ternera, comprar los tiquetes y comprobar que efectivamente el Lobato, ahora si estaba cumpliendo con su dieta, al rechazar unos deliciosos pandebonos que acompañaron el infaltable cafecito con leche de Juanfer y Josema, nos montamos en un enorme bus de la flota San Pedro, que con muy pocos pasajeros partió a las 7 de la mañana con el motor todavía bostezando.

En San Félix

Luego de un apacible viaje, generoso en paisajes y conversaciones gracias a tantos temas represados, llegamos a San Félix. En la primera tienda entramos a ver que había para desayunar, y nos encontramos con una deliciosa sorpresa, quesitos envueltos en hoja de plátano ¡cuando pues! por lo que sin pensarlo dos veces le dijimos al amable tendero que nos desplumara uno entero, pedido que obligo a la pregunta de rigor: ¿quieren que les haga calentar arepas? por Dios don Ignacio, que pregunta es esa.


Organizada la mesa redonda para un solo tema, tomada la foto oficial y extendida la invitación a desayunar a un cachorrito medio chandita y medio labrador, procedimos a dar buena cuenta del lácteo personaje central. Yo colaboré con una tajada decente, por aquello de mi dieta, y lo mismo hizo el perrito, el cual encontró en Juanfer su mano amiga. El resto del quesito no duró vivo más de dos coletazos de vaca lechera.

Al preguntarle al tendero que rumbo podríamos coger, nos enrutó para el páramo de las Baldías, en donde se localizan varias antenas de radio, telefonía celular y otras. Nos calculó el número de las botas y nos dijo que en 6 horas íbamos y veníamos. Así que nos despedimos con un “Bueno don, esta tarde nos vemos por aquí nuevamente”.

Para las Baldías


Siendo en el reloj de Juanfer las 8 y 15 de la mañana y la 1 de la tarde en el reloj de la capilla de María Auxiliadora, dimos comienzo a esta caminata, primera que hacíamos por estos lares.

Bajo la tutela de una soleada mañana comenzamos a deshojar pasos por una carreterita veredal, estrecha, pero en muy buen estado. Los aplausos de despedida nos los dio una fábrica de telas, al son del chaca-chaca de sus telares. Extraño lugar para una empresa textil, pero ahí estaba dediparada y posesionada como ninguna.


Los primeros metros se recorren entre florecidas casas y negocios que forman el Junín de San Félix, acompañados por esos amables “buenos días” que en todas las caminatas recibimos de los campesinos. Van apareciendo las huertas caseras y los sembrados de hortalizas. El terreno es completamente plano, por lo que solamente la cadena de montañas al occidente sobresale como paisaje.


A la media hora dejamos el plan y comenzamos el ascenso, lo que nos permite admirar nuevos paisajes, conformados por potreros para el ganado lechero, principal fuente de ingresos de la región, por fértiles pastos que aportan el verde como color principal. Son pocos los carros que nos encontramos, entre ellos un carro tanque de Colanta que recoge la leche directamente de los tanques que cada finca tiene al borde de la carretera.


A medida que vamos subiendo el valle se nos va ampliando, y podemos apreciar las hermosas fincas, las divisiones en pino de los potreros, y todo ese conjunto de naturaleza que nos llega como colirio a los ojos. Aparece el bosque y con él las heliconias, el musgo, los hongos, el agua que se filtra y que mantiene un tapete verde sobre el barranco.

Coronamos


Muy cerca de la cima comenzamos a encontrar letreros que advierten la propiedad privada, por lo que caminamos con la incertidumbre de ser devueltos o encontrar cerrado el paso, hasta que nos encontramos con unas personas que estaban “sembrando” estacones de madera al lado derecho de la carretera. Entre las personas estaba el señor Horacio Moreno, además de su padre, quienes hacen parte de la familia propietaria de esas tierras. Don Horacio, Ingeniero Forestal, muy amablemente nos explicó sobre algunas especies propias de la región la región, así lo que la misma representa para mantener el sistema ecológico, ambiental y de aguas no solamente para Medellín sino para Bello. Nos dijo que muy cerca está la ruta usada por Jorge Robledo en 1541, la cual conduce a la ciudad Madre. Mientras conversábamos apareció en una moto el cabo Urrego de la policía, quien es el responsable de la seguridad de las antenas, y con saludo de mano para cada uno nos dio la bienvenida. Al alejarse rumbo para San Félix se despidió diciendo: “Bueno muchachos, por ahí caminando nos volvemos a encontrar”


A los pocos metros llegamos a la cima, en la cual encontramos varias estructuras metálicas que sostienen los equipos de repetición, dando la impresión de ser un guardadero de bombos en todos los tamaños y tambores mayores de todas las bandas de guerra de Medellín. Solamente nos acompañan la baja temperatura, dos perros y una soledad que nos hace sentir amos y señores de aquel lugar.


Nos ubicamos en el lado oriental del cerro para oír la bulla del silencio y la sinfonía que el viento nos regala abriéndose paso por entre las ramas de los árboles y para disfrutar de la hermosa divisa, aprovechando que la neblina andaba en su clase de ballet, porque lo que rítmicamente saltaba de un lado para otro permitiéndonos apreciar la secuencia de hermosos paisajes.


A nuestra izquierda el valle de Ovejas, hacia el centro las mangas de Niquia con sus construcciones, entre las que sobresalen la estación del metro y los centros comerciales. Un poco mas a la derecha parte del centro de Medellín y en el extremo derecho a San Cristóbal y un tramo de la nueva vía que conduce al túnel de occidente.

Haciendo una ronda por las diferentes oficinas de servicio, de repente nos encontramos con Sandra, una trigueña dotada, entre otros, de unos hermosos ojos verdes, compañera de alguien que no supimos si era operario, técnico o policía que se encontraba en el interior de una pequeña casa.

Para terminar nuestra estadía en el cerro, y con deseos de mirar otros paisajes, tomamos el camino que conduce al extremo occidental. En este corto trayecto nos encontramos con dos operarios, técnicos o policías parados en el exterior de un moderno edificio de dos pisos. Uno de ellos nos indicó que el camino por donde íbamos conducía a un puesto de vigilancia, y que en el trayecto podíamos encontrar una trocha que conduce al cerro El Boquerón y cae justo al alto de la vieja carretera para San Jerónimo, pero que la bajada siempre era complicada por lo inclinado del descenso. Al principio quisimos bajar por dicha trocha y hasta nos arrimamos para mirarla, lo cual nos permitió verle “la calva” al cerro El Boquerón, pero mejor desistimos porque era preferible devolvernos por el camino conocido y no hacer gracias que le salieran caras a Susalud.

Pa´ bajo


Así que sin más que ver, pero si mucho que disfrutar, dimos media vuelta y comenzamos el camino de regreso al punto de partida, o sea San Félix. La bajada la hicimos a paso regulado y siempre al compás de la fluida conversación y admirando de frente los hermosos paisajes del llano de Ovejas. A nuestras espaldas quedaban los armarios con sus bombos y tambores mayores, arropados por manto blanco de la neblina que ya había terminado su clase, y seguramente sintiendo la nostalgia por la partida de estos tres aventureros que sin pensarlo nos encontramos con una hermosa y gratificante caminata.

En la entrada a San Félix nos volvimos a encontrar con el cabo Urrego, quien con su amabilidad intacta nos invitó para que regresáramos y pasáramos un rato agradable al sonido de los bombos y tambores mayores, que él con tanto esmero protege. Obviamente el saludo y la despedida fueron de mano.

Siendo las 12 y 45 del medio día en el reloj de Juanfer y la misma 1 de la tarde en el reloj de la capilla de María Auxiliadora (única hora posible en dicho reloj) entramos a la tienda aquella, para recibir de parte del amable tendero un sonoro “Eavemaría, volvieron muy rápido, yo les calcule 6 horas, pero veo que ustedes son unos machos para caminar” Lástima no haber estado Juancé presente para escuchar el elogioso comentario, el cual celebramos con una buena dosis de Mr.Tea y sellamos con la compra de quesitos para llevar para la casa.

La Ñapa


Como estábamos a quince minutos (a pie) de uno de los miradores usados como plataforma de despegue por los parapentistas, cogimos carretera abajo en medio de un sol abrazador. En este trayecto le dimos las “últimas” a las Baldías, a la vez que nos impresionábamos por su altura y por lo mucho que habíamos recorrido. El paso por el peaje nos resultó gratis porque los cayados eran de un solo eje.


Poco antes de llegar a nuestra meta, fuimos testigos de la inventiva criolla. Una familia que saca arena de una quebrada, extendió un cable que va desde la carretera hasta la orilla, y con una polea suben y bajan el balde con la arena que van amontonando para luego venderla.

Almuerzo amenizado con Parapentistas.


A la 1 y 30 llegamos al Cabo Cañaveral de los parapentistas. El recibimiento estuvo a cargo de la impresionante vista que desde allí se tiene del municipio de Bello, el cual se aprecia en toda su extensión, y de las atractivas chicas que atienden uno de los restaurantes, en el cual armamos carpa para almorzar y disfrutar del vuelo de esos osados personajes que se pavonean por el aire y compiten con los gallinazos en cual planea mejor.


Dos deliciosas bandejas y un suculento sancocho de gallina de verdad nos volvieron las fuerzas que donamos para cubrir el trayecto de ida y regreso a las Baldías. La sobremesa estuvo a cargo de los elevados actores, quienes en su despeje o aterrizaje nos pasaban tan cerca que hasta podíamos ver el número de sus botas.

Para Medellín


Mientras esperábamos la buseta para Medellín Josema se deleitaba tomándole fotos a todo lo que se moviera en el cielo, por lo que obtuvo un registro apenas como para armar un arco iris de parapentis en todos los colores. A los 10 minutos de espera paso una moderna buseta que nos llevó hasta la entrada del barrio la Aurora, en donde nos bajamos Juanfer y el suscrito. Josema se siguió hasta el centro. Es de anotar que a medio kilómetro de haber tomado la buseta comenzó a llover y así durante todo el trayecto, por lo que buena parte de Medellín se apreciaba abrazado por señor aguacero, con pinta de tormenta de la Santa Cruz.

Remate en Metro Cable. Como si fuera poco

A paso de vendedor ambulante perseguido por los “dueños” del Espacio Público llegamos a la estación La Aurora para tomar el metro cable hasta la estación San Javier. En el trayecto tuvimos que “deleitarnos” con cinco paradas debidas posiblemente al fuerte aguacero. Por fortuna alcanzamos a llegar a la Estación San Javier en el instante en que el metrocable quedó fuera de servicio debido a la tormenta eléctrica que se había desatado por todas partes.

Juanfer tomó el puente peatonal que une a la estación con el parque Biblioteca y de allí hasta su casa. Yo cogí el metro para ir hasta la estación Estadio en donde Marta y Lina me recogieron.

¿Amor como les fue?
Albricias
¿Papi que quiere decir esa palabra?
Que sin pensarlo nos encontramos una maravillosa caminata.

Hasta la Próxima

Jorge Iván Londoño Maya