Caminata Caldas - Angelópolis - Amagá

Fecha: sábado 23 de febrero de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Carlos Alberto Olaya
Betancur y Jorge Iván Londoño Maya

Duración: 7 horas

Nombre: Paso a Paso, Pino a Pino, Bosque a Bosque y Mina a Mina

Si señores, Itagüí levantó la mano y dijo presente para ganarse el derecho a ser el punto de encuentro de esta caminata.

Con la lamentable ausencia de Juanfer por motivos laborales, los únicos que son capaces de alejarlo de estas experiencias calzadas de botas, nos encontramos Zuluaga, Olaya y Londoño en la estación Itagüí del metro, estación que por cierto va teniendo nueva cara, gracias a los trabajos que allí se vienen adelantando; entre ellos, los parqueaderos para las diferentes líneas alimentadoras, como puede apreciarse en la foto de nuestro genio de la lente, quien llegó estrenando cayado con olor y sabor a bambú, adornado en su cima con un sofisticado trípode para su cámara. Así mismo, como dato curioso, los tres nos pusimos la misma cachucha, así que parecíamos impulsadores del mismo laboratorio.

Definitivamente esas plataformas de nuestro metro son una pasarela interminable de hermosas mujeres, que a esa hora no sólo alborotan el espíritu sino el ambiente con sus perfumes en todas las presentaciones y su caminado con sabor a pecado original. Todos los pasajeros nos confundimos en un solo propósito, llegar a nuestro destino para conjugar los verbos: trabajar, estudiar, vagar, descansar y obviamente el nuestro, caminar.

De la estación pasamos a la buseta que nos llevaría hasta La Valeria, hoy municipio de Caldas, donde el campeón de la vida, Luis Fernando Montoya, hace las veces de su propio técnico y se prepara a diario para afrontar el partido de la lucha por la vida. Transitando por la carretera vieja, que ahora parece nueva por la repavimentación, llegamos en diez turnos de parqués a la sede de los señores aguaceros, tan famosos que tienen su fiesta anual, las señoras obleas y la señora cerámica.

Nuestra señora de las Mercedes salió a recibirnos y a invitarnos a su catedral, que cuenta con un sobrio altar. En uno de sus costados se encuentra la cripta con los restos de los primeros pobladores, todos nacidos a finales del siglo XIX, según reza en las bien conservadas lápidas.


Como Olayita se tiene confianza en conocer el pueblo, pues allí floreció uno de sus tantos amores, nos llevó a la zona rosa a buscar el desayuno, el cual encontramos en una de las varias panaderías. Muy bien atendidos dimos buena cuenta de las mejores empanadas que nos hemos comido en caminata alguna, y unos pandebonos también con muy altas calificaciones, amén del infaltable cafecito con leche. Nos llamó la atención el precio de las deliciosas empanadas, 200 pesos, y que conste que por el tamaño pagan pasaje completo en cualquier bus

Con rumbo al occidente por el pasaje peatonal llegamos a las partidas para Angelópolis. Vía que comienza muy empinada y que muy rápido llega a la zona rural, donde aparece la carretera destapada y en preparación para ser próximamente pavimentada.

Con los primeros metros de caminata ya sabemos lo que nos espera, pues aparecen los sembrados de pino pátula, todavía decorados con trazos de neblina que se resisten a darle el paso a los primeros rayos de sol, que igual nos hace presagiar un día esplendoroso, aunque esplendoroso también es un día nublado, simplemente es diferente, como anota Julio Vélez, nuestro esporádico caminante pero siempre amigo.

Esta caminata, nueva para Olaya, es de lujo por sus paisajes, sus pinares, sus bosques, sus importantes cascadas y su variada vida animal, todo enmarcado bajo la tutela de Corantioquia bajo el nombre de reserva forestal el Romeral. En sus predios viven a cuerpo de rey 153 especies de aves, entre ellas el pájaro gulungo con sus originales nidos con forma de jíquera, que por motivos desconocidos no pudimos observar. En la lista de animales propios de la región están: tigre lomo de machete, oso perezoso de dos y tres dedos, ñeque, liebre, guagua, armadillo, perro de monte, chucha y ardilla, entre otros.

A medida que ascendíamos para alcanzar los 2. 750 metros de altura, quedábamos rodeados de hermosos paisajes compuestos por cadenas de montañas que nos dan la bienvenida al suroeste antioqueño, sobresaliendo el imponente cerro Bravo, cuya subida ya hace parte de nuestro inventario. Con las horas el firmamento queda convertido en un telón azul, que hace juego con el verde de los bosques.

La carretera es más bien sola. Esporádicamente pasan los camperos Toyota pintados de blanco y verde que conforman la elegante flota de chiveros, llevando pasajeros entre las dos poblaciones, así como los camiones con su deliciosa carga de cerdos y los motociclistas que superan en número a los vehículos. Aparecen los miradores con su preciosa vista, a los que nos les falta su fogón para hacer los sancochos que animan los paseos dominicales. También sirven para descanso de los caminantes; para muestra ahí tienen.

Las cascadas con su generoso caudal de aguas cristalinas y heladas, acompañadas con peculiar ruido, contrastan con la exuberante vegetación, todo lo cual genera un ambiente de paz, belleza y frescura envidiable, lo que ratifica que es uno de los destinos mas hermosos para transitar.


Para completar el marco aparecen a los lejos Angelópolis y Armenia Mantequilla, éste último parece un huevo frito puesto sobre la cima de la montaña, siendo la yema la iglesia con su color naranja y la clara las casas pintadas de blanco, huevo que ya nos comimos en caminata realizada el año pasado.

Rayando el medio día llegamos a los confines de los 6.620 angelopolitanos, donde sobresalen los Arboleda, los Ochoa y los Salas, representados por la Iglesia Santos Ángeles, con su altar de madera, allí rezamos el Ave María y descansamos espiritualmente. Luego pasamos a una de las heladerías del pequeño parque Simón Bolívar para el descanso corporal, porque nos esperaban otras tres horas de camino hasta Amagá.



Quien visite Angelópolis no puede privarse de conocer la fonda Los Paisitas, de propiedad del señor Héctor Ochoa, pero no el compositor. Es el museo de objetos antiguos, allí se encuentra desde el nido más pequeño, el del tominejo hasta el más grande, el del gulungo. Se pasa de una vieja cámara de fotografías a un catre con más de ciento cincuenta años de antigüedad, y de un reloj de muro de 2 millones de pesos a un radio Philco. Allí todo se vende, todo se compra, todo se valoriza con el pasar de los años y el pesar de los primeros propietarios.

A las 12 y 30 pusimos nuestros relojes en cero para comenzar la segunda caminata hasta Amagá. Con razón decía Olayita, que eran dos caminatas en una. Amagá se divisa en toda su extensión allá abajito, pareciera que los 14 kilómetros de distancia se pueden abarcar con las manos extendidas. Por fortuna el trayecto es en bajada no muy pronunciada.

El paisaje cambia abruptamente. Pasamos de los bosques a las minas de carbón, bien sea en socavón o a campo abierto, de las cascadas de cristalinas aguas a las quebradas con agua turbia, muchas con las basuras de siempre. Aparecen los derrumbes, el pantano, aparece el hombre, los caseríos, la tierra dolida por su explotación, aparecen muchas cosas.

Pero también aparecen los niños con su sonrisa y su inocencia siempre cogida de la mano, con su mirada sincera y su amable figura. Miren los que nos encontramos en una humilde casa al lado de una mina. La niña nos descrestó hablándonos en inglés, sorpresas nos da la life. Nosotros les dejamos los bombones y ellos nos regalaron su espontánea alegría.

Debido al clásico que se jugaría esa noche, nos encontramos con muchos hinchas de Nacional con su camiseta puesta, por lo que me dio por preguntar a varios de ellos el marcador para esa noche, todos pusieron a Nacional ganando, hasta uno de ellos nos apostó 100 mil pesos, pero entre los tres no llegábamos a esa cifra; además, no podemos apostar contra el equipo de nuestros amores, así nos digan que somos hinchas de….¿de que? , bendito sea Dios, que memoria la mía.

Muy cerca de la vereda La Estación, paramos para refrescarnos porque el calor era infernal. Obviamente ya habíamos disfrutado de nuestro mercado portátil, consistente en: manzanas, mandarinas, granadillas, la porción de bocadillo, la bebida hidratante y el agua bendita, porque como dice Olaya, el agua es tan vital que no necesita bendecirse, pues así viene de fábrica.




De un momento a otro llegamos al corregimiento Minas, el que tiene un parque que muchos municipios querrían, bien arborizado, fresco y de buen tamaño. Se destaca entre sus monumentos el del minero. A estas alturas las plantas de los pies duelen por la cantidad de piedra suelta de la carretera, pero el afán por llegar nos alienta, así que el último tramo hasta Amagá lo hacemos a un paso más acelerado.

La entrada la hacemos por el cementerio, hermoso recinto y muy bien tenido. Las calles para llegar al parque son empinadas y en cada cuadra hay como mínimo dos ventas de empanadas. A las 3 y 30 pisamos el parque principal, llamado Emiro Kastos, atestado de kioscos de mercado, carne, legumbres, frutas, (3 piñas por 2 mil pesos) ventas de cachivaches, mecato, ropa y variedades.

La entrada a la iglesia parroquial San Fernando Rey, debe hacerse a lo maromero, pasando por encima de la gente apostada en las puertas porque allí también tienen el vicio de algunos pasajeros del metro. Claro que valió la pena porque a la entrada me estaba esperando mi tocaya, la Milagrosa. Luego de agradecer la oportunidad de poder caminar, pasamos al restaurante Ramitama (Ramirez Tamayo) donde nos esperaba su amable y agraciada propietaria Ruth, quien como siempre nos hizo sentir como sus mejores clientes.

La sopa de mondongo, pero señor mondongo, fue la calle de honor a la bandeja con todos los juguetes, acompaña de litros de claro, jugo y cerveza como para cerrar con broche de oro tan extenuante pero maravillosa caminada.



Salimos del restaurante y nos encontramos de frente con la moderna buseta que iba para Caldas, por lo que sin pensarlo nos montamos. En medio de una tarde resplandeciente nos despedimos de la tierra de don Belisario Betancur. Luego de un agradable viaje llegamos a Caldas y allí tomamos la buseta hasta el metro. Como quien dice el regreso lo hicimos de a traguitos.

Con el metro aparecieron la belleza femenina y los hinchas del Nacional como hormigas, presagio que esa noche seguramente nos sonreirían las mieles del triunfo, como efectivamente sucedió, gracias a esa obra de arte de Camilo Zúñiga.

Los primeros rayos de la noche me sorprendieron debajo de una fría y prolongada ducha, que se llevó el sudor y el cansancio de 7 horas de caminar, pero no el recuerdo de 28 kilómetros de vida.

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya


PD: para ver mas fotos de esta caminata favor ingresar al siguiente archivo

Caminantes TT

Caminata Bello - Vereda La Unión

Fecha: febrero 16 de 2008

Integrantes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga (Zuluaguita). Carlos Alberto Olaya Betancur (Polaroid) – Jorge Iván Londoño Maya (Lobato) Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer)

Nombre de la Caminata: Oda a una Lavandera y a su hijo Presidente.

En una mañana fría, plomiza y con los signos de la lluvia caída la noche anterior y que amenazaba con seguir cayendo, nuevamente los Caminantes Todo Terreno en pleno, dijimos si a nuestra nueva salida ecológica, para atender una cita con la naturaleza, para lo cual, sin importar la hora, nos encontramos como ya casi siempre es costumbre, Jorge Iván Londoño M., Carlos Alberto Olaya B. y el suscrito, en la estación estadio de nuestro Metro, ataviados a lo bien, con nuestras camisetas alusivas a nuestra tierra, cayados , morrales bien surtidos, buen calzado, la infaltable cámara del Polaroid nuestro fotógrafo oficial y la alegría de estos amigos, que confundidos en un abrazo, guardamos un 50% del mismo, para dárselo a nuestro otro caminante, el gran Luis Fernando Zuluaga Z., con quien nos reunimos en la estación del Municipio de Bello y quien, como siempre, allá estaba esperándonos con El Colombiano en la mano y su inigualable simpatía, por lo cual, le dimos el abrazo que le estábamos debiendo y quien con los ojos cuasi inundados en lagrimones, nos dijo: ¡Huyyy que columnota se fajó hoy nuestro contertulio Raúl Emilio Tamayo, como para colección!!! Y es que el Just Gentium se convirtió en el Catecismo Astete de los Todo Terreno, así como Doña Viena Ruiz, nuestro ángel de la guarda, por su defensa al medio ambiente.

Ahhh!!! Pero hablando del Municipio de Bello, no crean que éste sólo tiene un manicomio, montaña de basura, barrios de invasión, talleres y cosas malucas……..No querido lector, cambiemos esa imagen de que Bello sólo era bueno cuando pasábamos rumbo a la costa y que progresaba más un mico apunta de limonada. Naditica de eso, paren bolas y verán cual es la realidad.

Claro que también tiene el cementerio ferroviario más grande del mundo, clara muestra de la incapacidad, la deshonestidad y la desidia de aquellos funcionarios que dejaron acabar los Ferrocarriles Nacionales, hecho que sólo puede ser contado en nuestro país.


BELLO: Fundado, no formalmente, en 1676 bajo el nombre de Hato Viejo, está ubicado al norte del Valle del Aburra y es el segundo municipio de Antioquia, con 400.300 habitantes, regaditos cómodamente en 149 Km2. y a una altura de 1.450 m.s.n.m contando con una temperatura promedio de 22ºC el cual es envidiable, al igual que su posición, ya que está a una distancia de Medellín de 10 kilómetros que se cubren en 15 minutos, pero con una gran ventaja, hay que advertirle al viajero cuando sale a Medellín, ya que prácticamente están pegaitos.

Esperen más adelantico, que ya iré complementando ésta crónica y se darán cuenta que Bello hoy si es ese Bello que dejó de ser tan feito, gracias a que sus últimas administraciones le han puesto la mano y han sudado la camiseta, paren bolitas y van a darse cuenta lueguito.

Mientras tanto sigamos con los caminantes, quienes apeados del metro en medio de la lluvia que arreciaba, nos dirigimos a la Panadería Marco Fidel Suárez, ahí mismito, donde tomando asiento y muy bien atendidos, pedimos nuestros desayunos consistentes en cafecitos para aquellos, con Almojábana y Mr. Tea para Juanfer, acompañado de palito de queso y un pandequeso de tal tamaño que se le veía el 3,1416 sin necesidad de recurrir a Euclides ni nada por el estilo.

Así, medianamente desayunados, pero muy satisfechos, emprendimos a las 8:30 AM. nuestra marcha rumbo a San Félix, corregimiento de Bello, incrustado allá arriba en la cordillera o a San Pedro de los Milagros, es decir al que nos diera la cuerda y las ganas, lo cual definiríamos cuando estuviésemos allá en pleno alto, ya que son sitios más o menos equidistantes, llevándonos nuestros pasos al parque principal o Francisco de Paula Santander (“·&&···%%&$·&%%·$···), el cual para nuestra sorpresa, no fue reconocido por nosotros, ya que estaba remodelado, pero señora remodelación, toda una belleza:

Su piso forrado en una especie de adoquines cuadrados color amarillo claro, mezclado con piedrita en sus juntas, jardineras muy bien distribuidas, el espacio público impecable y muy bien definido, arborización, lámparas y en su costado occidental, la hermosa iglesia del Rosario, construida en 1947, la cual muy pinchada luce puertas italianas forjadas y vitrales italianos preciosos, la cual reemplazó a la vieja iglesia o capilla de Hato Viejo, ubicada al frente y construida en 1792 y en la cual fue bautizado el más grande de los hijos de Bello, Don marco Fidel Suárez, presidente de la república, literato, escritor, senador, orador y gloria de nuestras letras, quien con Caro y Cuervo, forma esa trilogía de la literatura Hispanoamericana.

Así mismo, se destacan en el parque, los imponentes bustos del Genio de la Gloria Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacio y Blanco y de Francisco de Paula Santander, obras del escultor Jorge Marín y quienes desde el frío bronce, parece se miran con recelo. Descrestados quedamos los Todo Terreno, con la belleza del parque y su entorno, en el cual se nota el trabajo. Igualmente nos llamó la atención la amabilidad de la gente, quienes llamados en su atención con los caminantes, respondían a nuestras preguntas, al tiempo que nos daban la bienvenida a su Municipio y nos indicaban la ruta a seguir para nuestra caminata, al tiempo que dejaban constancia de la belleza de la misma.

Alejándonos del Parque Santander y dirigiéndonos hacia la vía que sube al costado izquierdo de la iglesia, vigilados por el imponente Cerro el Quitasol y con la lluvia inclemente encima, de esa que llaman “moja bobos”, nos encontramos con el hermoso monumento en bronce, piedra y acrílico, obra del mismo Jorge Marín, denominado Oda a Una Lavandera y con el cual se hace justo reconocimiento a Doña Rosalía Suárez, la humilde mujer que dio a luz a Don Marco Fidel Suárez, en un acto de amor, más allá del deber en abril de 1885 y en esa humilde choza que se conserva intacta entre una gran construcción de mármol y vidrio, ubicada a escasos doscientos metros del lugar.

Si, esa choza, que vio nacer al autor de la Oración a Jesucristo y los Sueños de Luciano Pulgar, además de otras publicaciones, discursos, columnas, escritos, manejos al idioma, aportes literarios y de preceptiva entre otros y que llegó a la Presidencia de la República en medio de la humildad y la pobreza para el período 1918 a 1922 pero que no pudo culminar, ya que los envidiosos e infames ataques de un siniestro personaje, que prefiero no mencionar, le obligaron a renunciar a su cargo.

Hay que llamar la atención de las autoridades de Bello, para que le den una manito a la choza de Don Marco Fidel Suárez, la cual presenta el vidrio de su puerta principal destrozado y sus alrededores tomados por algunos como dormitorio, dando un feo aspecto a éste hermoso monumento.

Poco a poco fuimos avanzando hacia el occidente, por una calle bien pavimentada, en medio del saludo de los parroquianos y de la presencia abundante de automóviles, entre los que no se ven casi modelos nuevos, predominando los viejos, pero muy bien tenidos, siendo la mayoría de ellos de la marca Renault en sus modelos 4, 6, 9, 12, 18 y 19…….

VIMOS TODOS LOS MODELOS
PERO MENOS EL VEINTIUNO,
PUE ESE ERA TAN MALO
QUE YA NO QUEDA NINGUNO.

En medio de nuestra marcha, aprovechamos para comprar en una venta de frutas deliciosas rebanadas de piña, bananos y papaya, alimentos que fueron a dar a nuestros morrales para más tardecito y así continuamos nuestra marcha, por esa calle inacabable que se iba parando a medida que avanzábamos, tornándose más complicada y en la misma forma, el ambiente urbano desaparecía, mientras la lluvia amainaba y el sol, el cual había extendido su sueño casi hasta las 9:00 A.m. estiraba sus brazos, bostezaba y suspiraba, para saludar a los caminantes con sus rayos tímidos y vestidos de nubes grises, mientras a nuestro pasos y a nuestros ojos, se aparecían los primeros rasgos rurales, interrumpidos por el verdor opaco, el campo abierto cubierto con la niebla, cual novia que se niega a ser desflorada por los rayos del sol que se resisten a calentar, al tiempo que se escuchan los más claros y gratos cantos de los pájaros.

Casitas de corte campesino, algunas huertas caseras, pinares, vegetación nativa, hermosos bosques de siete cueros bellamente florecidos, la montaña camuflada entre la niebla y la carretera, en la que hasta una culebra cazadora, encontramos acabada de aplastar por un carro, los cuales se han convertido sin lugar a dudas en otro gran enemigo de la fauna. Niños jugando con sus perros y con sus ilusiones, mariposas con su vuelo entre flores jugando a las escondidas y mil detalles más, que hacían las delicias de los caminantes.

Paso a paso, pero seguros, ascendíamos la exigente carretera, cuyo tráfico es algo pronunciado, haciendo gran presencia, las busetas verdes que hacen conexión con el metro y que prestan un excelente servicio a las veredas, ya que hay que decirlo y reconocerlo, es el Municipio de Bello, el que posiblemente tiene el mejor transporte en todo el Valle del Aburra y se ha convertido en un ejemplo para los demás municipios que lo componen.

Así charlaito y en medio de historias cuentos, chistes, carreta y arreglar el país, avanzábamos los caminantes, cuando nos sacó de nuestra “conversa” una hermosa cascada, que si bien no muy alta, si caudalosa y de rápido correr, cuyas espumosas aguas, hacían una fiesta en nuestras pupilas. Esa cascada lleva el nombre de Mundo Malo, al igual que la vereda y no me pregunten el origen de ese nombre, ya que se asimila a la realidad que vivimos y que se comprueba plenamente, cuando al acercarnos a mirar el lugar donde caen las aguas, pudimos comprobar que hay un charco pequeño y transparente, pero en el que flotan, suspendidos en un remolino, platos de icopor, envases desechables, cartones, palos y mil cosas más, dejadas por esos caminantes y paseantes irresponsables y antisociales, que no piensan en el daño que le hacen a la naturaleza y al ecosistema ***)=/&$&&”·$&/()%..-

Fueron varias las quebradas y caídas no muy grandes que encontramos en el camino, ya que el agua abunda en el entorno recorrido. Poco a poco fuimos acercándonos al alto, pero también poco a poco aumentaba el frío, el cual aunque agradable, era penetrante y nuevamente, se sentía caer la lluvia sobre nuestras gorras, espaldas y ponchos,

Por fin llegamos a la carretera principal, la cual de subida sigue para San Pedro y de bajada para San Félix, pero de verdad, no pensamos en ninguno de los dos, sólo llamó nuestra atención el Estadero Coca Cola (ocurrente el que puso ese negocio así en medio de tan hermoso paisaje y habiendo tanto nombre lindo para escoger) , donde fuimos atendidos por una morena como de 1.80 metros de altura, cuerpo de reina y una amabilidad especial, quien compadecida de los fatigados caminantes (pa’eso que damos golpe donde llegamos) se dedicó a atendernos y estar presta a nuestros pedidos de gaseosa y cerveza, ya que no provocaba sino bogar y bogar.

El frío seguía en aumento, el cielo se encapotaba y creo que ni los ruegos a la Milagrosa nos salvarían de una mojada, por lo cual, decidimos agarrar hacia San Félix, buscando “lo más cerca”,para regresar a Medellín y así en plena bajada, con la “moja bobos” en la espalda, llegamos al corregimiento de La Unión, donde la presencia femenina, la música y el olor a almuerzo, nos sacaron de nuestros ponchos, para mostrarnos el restaurante y estadero La Unión, al cual dirigimos nuestros cayados y nuestra hambre mediana, par ser atendidos en medio de un ambiente medio campechano, en unas sillitas súper altas e incómodas y unas mesitas en las que apenas cabía un plato dulcero, una cuchara y el palillo de dientes.

Así, más incómodos que tres en un taburete y sin chistar, hicimos nuestro pedido, consistente en bandeja con diferentes carnes al gusto, gaseosas, cervecita pa’los que sabemos y clarito de mazamorra. Fue larga la espera para que llegara el “servido”….y ¡Oh! sorpresa, que “montononón” de comida junta, con verla, el hambre se vino al suelo y al probarla ahí si que fue cierto…Más bien regularonga, con decirles que es la primera vez que dejamos cada uno de a casi medio plato con pedazo de carne y todo, ya que ni el boquidragón, como me dice el Lobato, por lo refinado de mi gusto al comer, tuve que ceder al nada encanto de esta comida. Claro que nada se perdió, ya que al salir, recogimos las sobras para dárselas a los perritos callejeros que en las afueras del negocio, esperan que cualquier cosita les caiga…….y jijuemama si les cayó bien bueno y bastante; para su hambre y su gusto.

Hasta las fotos de Polaroid Olaya se sintieron desganadas, en nuestro acostumbrado ritual de saludar y tomar visticas a nuestras viandas, las cuales tuvimos que adornar, con un poncho típico de fondo, para darles medio saborcito, ya que la comida, como que no lo tenía.

Como por arte de magia o de pura chepa, apareció ante nosotros una pequeña buseta blanca, bonita de la empresa Copetransa, la cual abordamos de inmediato, pero a los estrujones, ya que los cayados, apenas cabían en aquella reducida carrocería. “Incómodamente” acomodados, con las rodillas pegadas contra el espaldar de adelante, los cayados parqueados de cualquier manera y nuestras posaderas de lado, cual Gay en pleno concurso de belleza, arrancó el aparatejo a buena velocidad, carretera abajo rumbo a Medallo…..

Que paz, que tranquilidad, más experiencias para contar y repasar, cuando de pronto nos interrumpe un vecino, para preguntarnos que si éramos caminantes….y desde ese momento no volvió a parar nuestro inoportuno agrónomo de nombre Marco Antonio y quien se dedica a asesorías tributarias en San Pedro, es decir, está más desubicado que Adán en un bazar de huérfanos; además que se contaba unos chistes verdositos y simploretos como una sopa de carretas, lo que en un momento determinado casi me mueve a sacarlo por la ventanilla.

Así, medio mareados con el vecino (aunque queridito el parroquiano, pa’que pues todo hay que decirlo). mariada de la que se salvó el Polaroid, ya que como cosa rara se puso a mirar pa’entro.

En un santiamén, estábamos en la 80, ahí donde quedaba Colpisos y allí nos bajamos; pero en medio de un aguacero impresionante, que nos obligó a buscar refugio. No importa la hora de llegada….el día seguía como lo dejamos al salir en la mañana; es decir, los relojes y los meridianos se habían quedado estáticos y el sol, se quedó debajo de su ruana.

De allí, Zuluaga cogió taxi rumbo al Poblado y Polaroid, el Lobato y el suscrito, tomamos otro, pero rumbo 80 abajo, donde a cuenta gotas nos repartiríamos a nuestras casas.

Bonita la caminata No. 134 y muy rendidora, ya que tempranito estábamos en casita. Todo un placer comprobar que Bello ya no es ese pueblo feo y estancado que siempre conocimos. Otra cosa es recorrerlo hoy en día, para ver el cambio y la mejora, claro pues que tampoco como pa’decir: ¡Que bruto!!!!.

Hay un datico importante que aclarar de Don Marco Fidel Suárez, gloria de las letras y la literatura hispana, pero cuestionado como Presidente, posiblemente gracias a una historia mal contada, ya que El, contrario a lo que se dice, no fue quien entregó a Panamá a los gringos y mucho menos lo vendió; simplemente que por esas cosas del destino y estando en el solio de Bolívar, le tocó en 1920, recibir los USD25.000.000.00 con que descaradamente los imperialistas del norte indemnizaron a Colombia por
el “I Took Panamá”, con el que perdimos el istmo, el ferrocarril, el canal, nuestra soberanía y nuestro honor, que sigue mancillado hasta nuestros días, pues esos USD25.000.000.00 como afirmaría Fernando González, se volvieron veinticinco millones de prostituciones.

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JUANFER

Caminata San Vicente - Rionegro

Fecha: sábado 9 de febrero de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando
Echeverri Calle, Carlos Alberto Olaya Betancur y Jorge Iván
Londoño Maya

Duración: 7 horas

Nombre: Todo Terreno

Nuevamente la Terminal del Norte se vistió con sus mejores enaguas para recibir a los Todo Terreno, a la cual llegamos muy cumplidos el trío Echeverri, Olaya y Londoño, tanto que por segunda vez le ganamos al doble Zuluaga, mas cumplido que el floripondio cobrador del restaurante Salvatore, por allá en los años ochentas.

Con la presencia confirmada de Zuluaga, procedimos a comprar los cuatro tiquetes en Transportes san Vicente, buseta que salía a las 7 y 30 de la mañana. Así que con tiempo de sobra procedimos a entrar en materia gastronómica en el negocio donde todo lo que brilla es aceite, harina, huevos, queso costeño, papa y carne trituradas, aliños y pollo desmenuzado; les hablo de la materia prima para los buñuelos, las empanadas y el pastel de pollo que bien cuñados con cafecito en leche sirvieron como antesala al desayuno oficial que nos esperaba donde Teresita, allá en san Vicente. Lástima eso sí, la señora mal encarada que nos atendió; tanto, que ni ají le tuvimos que pedir ¡Pa´que más!

Terminado el precalentamiento culinario nos llevamos tremenda sorpresa al ver en la plataforma de salida la buseta Daihatsu que nos llevaría al imperio de los Zuluaga y los Arbeláez, lo que mereció la foto de rigor. Digo sorpresa porque siempre nos había tocado viajar en las incómodas buseticas escolares, tan estrechas que por los cayados teníamos que pagar medio pasaje para que fueran de pié.


Como seguíamos bien encaletados de tiempo cogimos los mejores puestos, o sea los de adelante; así que bien acomodados nos entretuvimos ojeando el Colombiano y la revista nueva, y de paso echándole flores a misia Viena Ruiz. Mientras tanto, el desfile de vendedores ambulantes no se hizo esperar, así que gracias a los antojos de Olayita compramos pastillas mentoladas con sabor a naranja y 6 paquetes de galletas tipo Wafers, “no traguen saliva muchachos, llevando por mil pesitos el combo de 3 paquetes de galletas en sabores surtidos”, así que por dos mil pesitos quedamos envainillados, afresados y achocolatados hasta las cachuchas. Por fin, con cupo completo y salpicados de harinas por toda la ropa, salimos rumbo al oriente, no sin antes estrenar, así fuera sin bombos y platillos, el intercambio vial de Acevedo, moderna obra que descongestionó ese crítico sitio.

Pasaditas las 8 y 30 llegamos al pequeño pero acogedor parque de san Vicente Ferrer, municipio productor de fique, papa, maíz y fríjol y poseedor de 18 rutas ecológicas, entre ellas la que lleva a su propia piedra de 130 metros de altura y 450 de diámetro, por lo que los sanvicentinos no tienen nada que envidiarle al Peñol y a Guatapé por la famosa piedra que comparten.

Luego de la requisa espiritual en la iglesia de nuestra señora de Chiquinquirá, pasamos a manteles en el restaurante de la parroquia, atendido por Teresita, quien no tiene idea de lo que es la norma ISO 9000 versión 2000 pero que atiende a los clientes como si fuéramos hijos suyos. Por el colorido mantel desfilaron la carne de cerdo, el hígado encebollado, las arepas, la porción de pandequesos y el espumoso chocolate, desayuno que nos recordó aquellos que nos hemos pegado al mejor estilo camionero. Definitivamente a sufrir no salimos, pa´ esa gracia nos quedamos en la casa jugando parqués.

La Casa de la Cultura fue nuestra siguiente estación. Allí fuimos atendidos con mucha amabilidad por su Director, quien nos explicó sobre cada uno de los personajes típicos que conforman el hermoso mural que recibe a los visitantes, y nos informó sobre algunas de las rutas ecológicas y las riquezas naturales que posee la región. La última parada la hicimos en una ferretería, en la cual compramos un par de zapatos para calzar el bastón de Olayita, que perteneció a su padre, y el cayado de Zuluaga.

Ahora si, a las 9 y 10 de la mañana comenzamos a buscar la salida para la cancha de fútbol, santo y seña para encontrar la carretera veredal que nos llevaría hasta Rionegro. No habíamos salido del pueblo cuando nos encontramos con Alba, una joven señora y con su hijo Julián, quienes iban en la misma dirección nuestra. Ella, con la amabilidad característica de las personas del campo, nos dijo que nos acompañaría hasta la finca de su hermana y que desde allí nos mostraría el camino para llegar a la carretera que nos llevaría hasta el sitio conocido como Belén, a un kilómetro de Rionegro.

En pocos pedalazos de la pequeña bicicleta de Julián llegamos al altico donde se asienta la sabrosa finca de la Hermana de Alba, de esas con olor a gallinero y huerta. Desde allí pudimos observar el camino a seguir y la carretera que en definitiva teníamos que coger, la cual podría estar a unos dos kilómetros.



Luego de conocer la casa, los cachorros de la perra y el hermoso gallo, y de quedar invitados, sin fecha en el calendario, a un sancocho de gallina certificada, cogimos manga abajo hasta llegar a un camino de herradura que nos pasaba por un lado de las casas campesinas que abundan en el sector.



El cielo andaba de medio luto, y el sol cruzado de brazos esperaba que dieran paso por el derrumbe de nubes, hasta goteras comenzaron a caer, por lo que no tuve mas remedio que acudir a nuestra patrona (La Milagrosa) para pedirle, mano en alto y avemaría a todo taco, que así no tuviéramos un día de verano, al menos no nos lloviera, y sin mentirles, a los 300 metros aparecieron los primeros rayos del pelicandela Restrepo machete en mano y preguntando con voz de macho: a ver pues, ¿cual es el incrédulo pa´cogelo a planazos? Ahí están los Echeverri, los Zuluaga y los Olaya de testigos.

Terminado el camino de herradura llegamos al río Nare, el cual desde atrás nos venía haciendo ojitos. La pasada se hace por un puente improvisado, consistente en un tronco de madera, menos mal con el piso aplanado, y un alambrito a un lado que hace las veces dizque de pasamanos; ¡ay Dios! y uno con este mal de sambito. Zuluaga pasó muerto de la erre, Juanfer haciéndose el guapo se pego de todos los santos, caliche es un maromero curtido y yo me aferre por un lado del alambrito y por el otro del cayado que me sostenía Olaya, menos mal de la cintura me llevaba cogido La Milagrosa. Ufff..., por fin al otro lado, donde nos esperaba una trochita por pura manga y en subida, la cual felizmente nos entregó en bandeja de plata a la carretera veredal, que con risa burlona nos daba la bienvenida.

Enrutados y felices por habernos ganado unos buenos pesos en tiempo, enfilamos las botas con rumbo a Rionegro, por una de las carreteras destapadas en mejor estado que hemos transitado, rodeada de florecidas casas, fincas de labor y de recreo, extensos cultivos de fresas, fríjol y papa y adornada con paisajes certificados por el Icontec y pintados en todos los tonos de verde; es decir, aquí si se cumple lo que dice Alberto Cortéz en una de sus canciones: “el verde es verde para siempre verde”. Otro atractivo que tiene esta región es la variedad de pájaros, unos que van y vienen y otros posando de rama en rama, pero todos miembros del mismo coro que nos expresan su alegría por nuestra presencia.

Como si fuera poco, a lo anterior hay que agregarle la estampa serena que nos brindan las tranquilas aguas del Rionegro, aprovechadas por los lugareños para el transporte de mercancías y materiales en sus balsas de madera. En las riberas del río abundan los oasis tupidos de guadua y frondosos árboles, creando un ambiente de frescura y paz indescriptible.

La llegada de las tiendas no se hace esperar, por lo que en tres oportunidades paramos para refrescarnos, unos con su infaltable cervecita y otros con su mr. Tea o pony malta, porque el día continuaba veraniego y con buena temperatura.

En dos oportunidades llegamos a algunas partidas, o las famosas “Y”, carentes, como siempre, de toda señalización, como para no perder la costumbre de nuestras carreteras. Por fortuna nuestra patrona siempre nos manda un chivero, o un motociclista, o un labriego a pié para que pase en el preciso momento y nos muestre el camino correcto.

Faltando media hora para llegar al intercambio vial de la autopista, conocido con el nombre de Belén, paramos en un kiosquito, atendido por una amable señora, a comer, a modo de “entrada” para el almuerzo, unas empanaditas recién sacadas de la paila, acompañada de un ají, que si bien no cumplía con los grados exigidos por Juancé y el Doctor Vélez, no se podía descartar del todo; hasta yo, que tengo paladar de monja para esos menjurjes, me dí mi buena dosis.

De allí en adelante pasamos a carretera pavimentada porque prácticamente estábamos en la zona urbana. Así las cosas comenzó el desfile de fábricas e instituciones, comenzando por la Zona Industrial de Rionegro, que posó para la foto, prácticamente terminada; continuando con las hermosas instalaciones de la Aldea de los Jóvenes, entidad de origen suizo que cuida de niños y jóvenes y terminando con el batallón.

Más adelante nos encontramos con el imponente intercambio vial sobre la autopista Medellín – Bogotá, la que ahora si se le puede llamar así, que da entrada a Rionegro y a los sitios ya citados. En el último kilómetro encontramos las modernas y pujantes fábricas de Pintuco y la Nacional de Chocolates; ésta última se distingue por el delicioso olor a chocolate que inunda la zona; en su portería compramos las famosas chocolatinas Jet para reponer las energías gastadas después de 6 horas y media de sacarle brillo a los caminos.

La capilla de san Francisco nos dio la bienvenida al valle donde viven los casi cien mil rionegreros, que poco a poco ven como se les crece el otrora pueblo famoso por sus zapatos. Quien no recuerda los paseos de día entero a Rionegro a comprar zapatos para toda la familia, costumbre que a lo mejor siga vigente.






A las 4 de la tarde, cual ejercito comandado por el General José María Córdova, nos tomamos la plaza de la Libertad de Santiago de Arma de Rionegro, donde anclan sus bases la imponente catedral de san Nicolás el Magno y el monumento a Córdova, obra en bronce fundido del maestro Rodrigo Arenas Betancur. En la catedral, donde se oficiaba la misma de 4 de la tarde, pudimos observar el mausoleo donde reposan los restos de don Juan del Corral, primer gobernador del estado soberano de Antioquia.

Por afortunada insinuación de Juanfer entramos al restaurante El Manantial, ubicado en todo el marco de la plaza, restaurante que además cuenta con cafetería, hotel, salón de reuniones y juegos infantiles. Bajo la sombra de un quiosquito en el patio central, dimos buena cuenta de dos mondongos completos, un lomo de cerdo a la plancha y una posta a la criolla. Todo muy delicioso, según consta en el registro fotográfico al que solo le falta el olor y la arepa.

Que cuentos de busetas, cuando hay para gastar se gasta. Así que poniendo cara de camionero recién almorzado y bolsillo de Echavarría, cogimos taxi expreso hasta Medellín. Juanfer se fue tirando ventanilla al lado del chofer, a quien le anticipamos lo que le esperaba, y el Zuluaga y el suscrito atrás cuñando a Olayita quien con sólo subir la ventanilla y tirarse la cachucha sobre la cara tuvo para quedar planillado hasta la terminal de Transportes.

A la terminal llegamos “en un abrir y cerrar de ojos” tal como lo afirmó Olayita mientras se bajaba del taxi todavía con los ojos pegados y la cachucha sobre la cara. Es que Olayita en los poquitos ratos que está despierto se manda unos apuntes del carajo. En la terminal cogimos el metro, el cual esta vez nos tenía tremenda sorpresa. Si señores, debido al partido de fútbol entre el Medellín, mas conocido como el Poderoso, y el Deportivo Pereira, estaban transitando trenes por la línea “C”, o sea el que va derecho por toda la autopista para empalmar en la Macarena con la línea “B”, así que como el próximo metro hacía este recorrido, no lo pensamos dos veces para cogerlo; nos despedimos de Zuluaga, a quien no le servía este recorrido, y cataplum, caminantes trepados en el segundo vagón y a mirar por las ventanillas el nuevo recorrido el cual inauguramos de pura chepa. Hay que recordar que este tramo estuvo operando algún tiempo, pero por falta de pasajeros fue suprimido, ahora parece que lo habilitan para los partidos de fútbol.

Como de costumbre me bajé en la estación estadio, y Juanfer y Carlos siguieron rumbo a sus respectivas estaciones. En dirección a mi casa, las últimas seis cuadritas, me fui pensando que en esta caminata habíamos tenido todos los terrenos y caminos, por eso creí propicio bautizar la crónica como la Todo Terreno, ¡y así fue!

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

Caminata Barbosa (Molino Viejo) - Santo Domingo

Fecha: sábado 19 de enero de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando
Echeverri Calle, Carlos Alberto Olaya Betancur y Jorge Iván
Londoño Maya

Duración: 5 horas

Nombre: Feliz cumpleaños, don Tomás

Con abrazos de oso siberiano, izada de cayados y canto del himno a la alegría en la Terminal del Norte, dimos inicio a nuestra primera caminata del 2008, la cual, por fortuna, contó con la presencia de todo el combo Todo Terreno, lo que no pasaba desde hacía mucho rato.

Estos motivos había que celebrarlos con buñuelo completo, así que sin más preámbulos caímos en las barnizadas uñas de Lizeth, la amable empleada de uno de los quiosquitos que adornan con sus apetitosas vitrinas a la Terminal. Luego pasamos a la taquilla de transportes Juan B Vásquez para comprar los tiquetes hasta el sitio conocido como Molino Viejo, cerca de Popalito. Haciendo la fila nos abordó un personaje con uniforme de la empresa y nos preguntó para donde íbamos; al responderle nos dijo que para ese sitio no vendían tiquetes (?), pero que nos montáramos a la buseta que había puesto de sobra.

Al final de cuentas esto fue el resultado: el tipo resulto ser el ayudante, como los tiquetes venían enumerados nos toco renunciar a las cómodas sillas delanteras que habíamos cogido e irnos como regañados para las últimas, donde cabíamos pero sentados a lo travesti, o sea “deladito”, y al ojicontento Zuluaga lo mandaron para la silla de adelante, al lado del ruido del motor.

Gracias a la Milagrosa por los lados de Niquia se montó una señora con una niña de unos 2 años, a quien le cedí el puesto. Era preferible ir de píe que irme todo el trayecto jugando estrella china con “aquellas”

A las 8 y 40 llegamos al estadero Molino Viejo, el cual está estrenando remodelación. Todo indica que la acumulación de kilómetros en nuestras botas nos está llevando a rebajarle al desayuno, porque de aquellos recalentados de camionero, adornados con media cuadra de carne de cerdo y arepa tamaño triple equis, estamos pasando a un huevito revuelto con media arepita y un pocillo de chocolate, con decirles que el Zuluaga y el suscrito pedimos aguapanela con quesito. Eso si, que pena que en plena tierra panelera nos hubieran salido con una aromática de aguapanela, tanto que se podía leer en el fondo la marca de la taza.

Con la despedida del administrador del restaurante, quien la semana anterior había hecho la misma caminata, de una ligera lluvia y la mirada desapercibida de los soldados que custodian permanentemente las partidas, comenzamos a las 9 y 10 a devorar los 22 kilómetros que nos separaban de la patria chica de Tomás Carrasquilla, a quien ese jueves anterior, enero 17, le celebraron con primera dama, ministra y gobernador a bordo, los 150 años de su natalicio, efemérides que dio lugar a nuestra segunda incursión por esa empinada carretera.

A los dos kilómetros ceso la llovizna, se despejó el firmamento y aparecieron los primeros rayos del pelirojo Restrepo, presagiando así un día veraniego, que nos obligó a reforzar la indumentaria para protegernos de la cantaleta casera. La ocasión la aproveche para entregarle a cada caminante las cachuchas que como regalo nos mandó mi hermana Marta desde el otro lado del charco.

La gran cantidad de guayabos, que en la primera caminata nos habían proporcionado de a galón de vitamina C por cabeza, ésta vez se limitaron a ofrecernos su precaria sombra debido a que no es época de cosecha. Lo que si mejoró, y mucho, fue el charco del estadero la Curva, con su cristalina y apetitosa agua.

En el horizonte va apareciendo el relleno sanitario La Pradera que sirve a Medellín y municipios vecinos, lo mismo que el barrio construido para alojar las familias que antes vivían en esos terrenos, barrio que Olaya bautizó Florida para que hiciera juego con Pradera, o sea que ya teníamos a Florida y Pradera, los lugares pedidos por los bandoleros para sentarse a mamar gallo sobre el canje de secuestrados por detenidos.

Comienzan a verse la maquinaria, las cuadrillas de trabajadores que se ocupan de la pavimentación y construcción de los muros de contención y los canales para aguas lluvias de esta carretera que hace parte del plan 2.500 del Ministerio de Transportes, lo que le da una imagen muy diferente a la vía destapada que encontramos hace año y medio. Con razón decía Juanfer, nos pavimentan las carreteras y nos dañan el caminadero, pero primero es el progreso.

A las dos horas de subida se pueden observar en la cadena montañosa al occidente los corregimientos de Bella Vista, punto de llegada de una de nuestras caminatas, y San Pablo. También se divisa el valle que rodea el río Medellín, el cual más adelante sube de estrato al juntarse con el río Porce y que desde esa altura parece una hilera de copitos blancos, formados por la espuma que desde el Hatillo comienza a dar punto en los innumerables remolinos.

A la mitad del recorrido llegamos a la vereda La Cejita, punto obligado para el primer refrigerio, el cual compartimos con 5 soldados a quienes ofrecemos gaseosas, chitos y nuestro reconocimiento por su labor. Al igual que la primera vez, nos atendió la misma muchacha de risa loca, que esta vez no lo fue tanto ante la ausencia de las trovas de nuestro jilguero Echeverri y Calle.

En el kilómetro 13 termina el pavimento y aparece la carretera destapada y el plan, lo que trae alivio a nuestros pies. Así mismo, comienza a verse la punta de la torre de la iglesia, enmarcada por el hermoso paisaje que forma el altiplano. El gasoducto que viene desde Sebastopol parece una enorme anaconda que se abre paso por entre los bosques, irrespetando pendientes o bajadas.

Muy cerca de Santo Domingo encontramos el más hermoso monumento a la virgen del Carmen que se consiga en carretera alguna, decorado con estas hermosas palabras: “Dios te salve María, llena eres de gracia”

No ha de faltar la típica estampa del chivero atestado de personas y carga, quienes se convierten en los principales clientes de la mencionada Virgen. ¿Pero que sería de todas estas regiones sin los servicios de estos carros, así a todo momento vayan con sobrecupo y sobrecarga?


En el último tramo de carretera, antes de tocar las calles de Santo Domingo, nos encontramos una enorme valla cuya información, seguramente de mucha importancia, fue tapada con NOVENTA Y SIETE (97) afiches de publicidad política de Fosión Cardona, aspirante a la alcaldía de este municipio, quien por fortuna ocupo el tercer lugar.

A las 2 y 20 de la tarde hicimos tronar nuestros cayados en las calles de Santo Domingo, llegada que celebramos con cremas compradas en las primeras casas del casco urbano. La subida más empinada de toda la caminata son las dos últimas cuadras antes del parque, pero las más gratificantes, porque siempre allí nos hemos encontrado hermosas jóvenes que nos reciben con su amplia sonrisa y sus ombligos al viento.

Las credenciales las entregamos en el templo mayor, a donde entramos para dejar testimonio de nuestra gratitud y para pedir uno que otro favor. Luego pasamos a la flota para asegurar nuestro viaje de regreso, al menos sentados, en la buseta de las 4 y 30 de la tarde. Acto seguido Juanfer enfila baterías y habla con el nuevo Alcalde sobre los afiches pegados en la valla y del feo aspecto que estos dan, máxime que han pasado varios meses después de las elecciones. El alcalde le promete que ordenará, a quien corresponda, el retiro de esos afiches; como quien dice, nos puso tarea para regresar el otro semestre para la verificación de rigor.

Por fortuna sabíamos sobre el natalicio de Tomas Carrasquilla, pero quien llegue al pueblo sin saberlo sigue en las mismas, pues no había ningún pasacalle, aviso, pendón, afiche o valla alusivos a dicha efeméride. Así que ubicamos la casa donde nació nuestro gran escritor costumbrista, la cual hace esquina en la calle Bolívar con la calle Girardot, según reza en las placas allí dispuestas, casa que fue comprada recientemente por la gobernación de Antioquia y la alcaldía para transformarla en museo

Para el almuerzo buscamos el restaurante de doña Rosa, pero que sorpresa nos llevamos cuando encontramos unos muebles de sala donde antes estaban las mesas, por lo que nos informaron que doña Rosa se había ido con su sazón para la calle por donde entran los buses que vienen de Medellín.

Atravesamos el parque y llegamos a las nuevas instalaciones, mucho más cómodas. Todos pedimos sopa de mondongo y bandeja con hígado o carne de cerdo, según el gusto y el infaltable claro helado; lástima que este delicioso y refrescante liquido no venga embasado en botellas no retornables de dos litros y medio como las gaseosas. Para la hora del postre salió doña Rosa de sus aposentos a saludarnos. Al final unos bomberos de Barbosa, que nos pasaron en la subida, muy amablemente nos pusieron a disposición la ambulancia en que andaban para llevarnos hasta la tierra de la piña, les dijimos que ya habíamos comprado los tiquetes de regreso.

Mientras llegaba la buseta desde san Roque hicimos roncha en el parque, mirando balcones, muchachas y pasando sustos, pues resulta que al que vende papitas fritas, a 3 metros de nosotros, se le desenganchó la manguera del gas y eso sonó como cuando se desinfla una llanta de bicicleta, sonido acompañado del nada agradable olor a gas.

Muy puntual llegó la buseta, la misma que se cuadró al frente de nosotros, por lo que cogimos las mejores sillas. El viaje de regreso hasta Niquia se hace en unas 2 horas y media. Allí cogimos el metro que es comienzo y final del 90% de nuestras caminatas.

Fue un pequeño homenaje de los Todo Terreno al autor, entre otros, de la Marquesa de Yolombó, Frutos de mi Tierra y En La Diestra de Dios Padre. Nuevamente, feliz cumpleaños don Tomás.

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya