Caminata Cerro de Las Tres Cruces

FECHA: 19 de mayo de 2007

CAMINOS DE VIDA: NIETOS Y ABUELOS

Como ha sido costumbre entre Los Todo Terreno, desde mayo 14-07, empezamos a planear nuestra caminata para el sábado 19, pero como en este mundo “los caminantes proponen y Dios disponen”, una dulce espera no dio tregua a nuestra cavilaciones y elecciones, ya que a mí hija Catalina, le programaron una operación cesárea para mayo 19, día en que debía nacer el gran Jerónimo, mi segundo nieto y primito de Sarita; ese mismo día a nuestro Lobato Jorge Iván Londoño Maya, se le presentarían unas diligencias que atender y el “Polaroid” Carlos Olaya Betancur, tendría que atender obligaciones laborales de su empresa “Man&Obras” la cual tiene acaparado todo el trabajo en su ramo en la ciudad de Medellín y como tal, no podría asistir.

Ante esta situación, y por falta de tiempo y por sustracción de material o mejor de caminantes, decidimos hacer una caminata corta, allá al Cerro de las tres Cruces o Cerro pelón o cerro Manzanillo, en la parte alta de Belén, mirador hermoso de unos 860 metros desde su base y que se dio el lujo de ver como nacíamos al mundo Los Caminante Todo Terreno, quienes desconfiados de nuestros pasos y de nuestras capacidades, sólo nos atrevíamos a desafiar la corta pero exigente falda de ls Tres Cruces, a la cual le hemos bajado los calzones más de sesenta veces, ya que también ha sido paso obligado para otras caminatas.

Fue así, como siendo las 7.00 am. del 19 de mayo, nos reunimos los “mutilados” Todo Terreno en el Atrio de la Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores de La América, en una mañana algo fría, mostrando los efectos del agua caída la noche anterior y por allá lejos hacia el oriente y por encima de la cima del Cerro Pan de Azúcar, adornada con un sol en oro de 10K , que desperezaba sus rayos tibios sobre el valle del Aburra y sobre las humanidades de los habitantes del mismo: Luis Fernando Zuluaga Z. Jorge Iván Londoño M. y Juan Fernando Echeverri C. muy puntuales, nos reunimos para iniciar nuestra marcha hacia las Tres Cruces, pero aunque ya habíamos desayunado, ingresamos a Mi Buñuelo No. 2 , para tomar, al estilo de “alistador de buses”, un refuerzo “desayunesco” consistente en Tutti-Frutti y empanada, para el cual no valía la pena ni sacar la cámara, simplemente ingresamos a la iglesia para hacer una corta oración.
Siendo las 7:20 am. y sin enfilar cayados, ya que sólo El Lobato como buen alumno, fue el único que lo llevó, además de haber llevado su morral, cargado con agua, frutas, antisolar, servilletas, cubiertos, Mr. TÉ para Juanfer, cerveza par Luisfer y agua bendita para su uso exclusivo, así como la novenita de la Milagrosa, arrancamos por la 94 o Calle Velásquez, rumbo a Belén y allá al fondo derechito, se veía imponente el Cerro de las Tres Cruces, con esa gran cicatriz de barro amarillo que lo atraviesa desde su base hasta su cima, gracias al constante pisar de caminantes y deportistas que diariamente suben al mismo , lo cual se ha vuelto casi religioso para muchos pero muchos habitantes de la ciudad.

Iniciado nuestro recorrido y como es ya ritual entre nosotros, Luisfer sacó El Colombiano de la fecha, para que leyésemos en el mismo, la columna JUS GENTIUM de nuestro gran amigo, corresponsal y contertulio Raúl Emilio Tamayo Gaviria, la cual se ha hecho famosa por su aguijón y contenido, lejos de esas “chivas” asesinas del periodismo, que sólo buscan figurar y que, según parece es lo que impera y paga hoy en día.

Tremenda la columna de Don Raúl Emilio, quien nuevamente muestra su valor y su posición, contra aquellos militantes de izquierda y “comunistoides” de turno, que se han atrevido intimidarle desde las sombras, esas que cubren y camuflan a los cobardes; por el mero hecho de ser claro, honesto, directo y verídico en el contenido de sus escritos. Don Raúl Emilio: Los Caminantes Todo Terreno, somos sus irrestrictos amigos y defensores, cuente siempre con nosotros y con la esperanza en Dios, ya que con toda seguridad esos “cuervos y buitres” desalmados, nunca callaran su pluma y mucho menos sus ideas.

En esos ires y venires, comentarios, compartir y discutir mil situaciones, nos encontramos en la Loma de los Bernal, hoy casi desconocida y desaparecida, gracias al auge de la construcción, esa que va borrando el verdor de la naturaleza y de la montaña, esa que barre con los insipientes bosquecillos y los últimos potreros del entorno, para iniciar su ascenso de ladrillo y cemento por la colina violada, esa que se deja vencer callada, pero que sabe que tarde que temprano la misma naturaleza cobrará por ventanilla, el daño que se hace, ese que comprobamos a medida que íbamos subiendo por el exigente camino, remojado por las lluvias caídas, en el que se veían huellas de zapato tenis de todos los tamaños y estilos, gravadas en el barro blando del camino, ese que poco a poco nos acercaba a la cima. En medio de esa mañana fresca subían y bajaban personas por montones, debiendo destacar la presencia de hermosas mujeres, dedicadas al deporte, las cuales hicieron las delicias de los “mirones” del Lobato y Zuluaga, quienes no dan tregua a sus ojos ya cansinos y entre suspiro y suspiro, alentaban un piropo mental, plenamente válido ante tanta belleza.

Varios conocidos encontramos en el camino, rememorábamos nuestras anteriores subidas y en esas pausas que nos arrancan las necesidades de tomar un aliento, en medio del temprano cansancio, mirábamos para atrás, para observar la hermosa ciudad de Medellín, esa que “cambió el terror por la esperanza” y que en medio de esa niebla tímida que la cubría como a una virginal novia de un cuento de hadas, nos mostraba el desarrollo que la ha impuesto la Administración Fajardo, hasta el punto, que ante tanto escándalo y mala imagen que hoy vende el país por los hechos “políticos” conocidos y que nos avergüenzan, es tal vez, el único lugar que tenemos para mostrar y el único que puede levantar la mano, mirando de frente y al futuro para decir “presente”·

Llegando a la cima del cerro de las Tres Cruces, se hace una venia y una corta oración ante el calvario allí instalado, para pasar al ”entable” de Don Carlos y Doña Marta, quienes desde hace algunos años, venden allí, para el deleite de caminantes, paseantes y deportistas: Agua helada, gaseosa, frutas, salpicón, mecato liviano y otras viandas, debiéndose destacar el “guandolo”, agua de panela con limón y sumo de hoja de eucalipto blanco hervido, todo un bocado de cardenales, lo máximo para calmar la sed y que comúnmente desde hace algunos años, fue bautizado por Juanfer como “Guisquin” y así se quedó, siendo obviamente el mejor de los Whisky que se consumen en la región.

Arriba pensaba en mi hija Catalina, quien a esa hora, 9:45 am. ya estaba en la Clínica Las Américas, lista para ser sometida a una operación de Cesárea, que traería al mundo a mi segundo nieto: JERONIMO, hecho este que al mencionárselo al Lobato y a Luisfer, sirvieron para que me reprocharan mi conducta y en medio de cantaleta, me remachaban que “no debía haber salido a caminar sino haber estado al lado de mi hija”,….claro estorbando y haciendo nada, ya que soy conocedor y lo afirmo, que la vida es para vivirla y no dejar que nos la vivan, ya que inclusive la propia Catalina me había dicho “Papi, no dejes tu caminada, a vos te gusta hacerlo, más bien brega a estar temprano, para que vayas a la clínica” y fue eso lo que hice y todo salió de perlas, ya que Jerónimo nació a las 9:50 am.

Arriba, luego de haber refrescado nuestras gargantas, con triple repetición de “Guisquin”, continuamos por el camino que conduce a San Antonio de Prado, pero a unos cuatrocientos metros, nos desviamos hacia abajo, rumbo al Barrio La Capilla, por un camino liso, inclinado y totalmente mojado, que nos comunica con un enrielado comunal en cemento, para descargarnos en la carretera que lleva a AltaVista, donde ya, en plena capilla, pudimos respirar los aires de tranquilidad de un sitio que se vio azotado por las guerras de pandillas y otras lacras, que azotaron a Medellín. Hoy todo es paz, gente buena que quiere progresar y trabajar y que aporta para que los malos recuerdos pasen, se borren y todo sea más amable.

Así, poco a poco y en pleno descenso, los caminantes llegamos hasta el Club El Rodeo, por un portillo ingresamos a su cancha de Golf, donde unos seis “deportistas” practicantes de este “deporte(¿?)”, boliaban sus palos y sus barrigas, en promedio de 160 centímetros de diámetros, muy propias para sus monumentales pesos, superiores a los cien kilos, clara muestra que el Golf es muy bueno para el estado físico,….pero del bolsillo y la chequera, siendo Camilo Villegas, parece su excepción,….pues , de lo físico obviamente.


Allí y luego de cruzar por sus verdes prados y en medio de unos árboles de mango, ingresamos por otro portillo, que nos dejó en medio del Cementerio Campos de Paz, con sus tumbas hermosas, en mármol y con lujos extravagantes, hasta vimos una con el escudo del DIM y el enrejado pintado de rojo y azúl, que de ninguna forma impiden que allí se queden las vanidades y orgullos pasajeros de este mundo, para cubrir con unos metros de tierra y para abajo, la única realidad que tenemos en este paseo que llamamos vida y que no es más que un corto paseo de fatigas, que nos lleva a la muerte, ese largo paseo, de no se sabe que y del cual nadie ha regresado para contarlo, es decir la cosa no debe ser nada maluca al otro lado.

También vimos tumbas abandonadas, acompañadas de unas flores que fueron hace muchos años, una placa de mármol, con un nombre que se leía antes y una fecha lejana, que tampoco se lee por la acción del olvido y de la intemperie. Vimos el panteón de los policías y soldados caídos en batalla, gracias a la acción de los violentos, esos que siguen matando soldados y policías por la espalda en medio de una guerra local que no para…….vimos el resucitado de Jorge Marín Vieco, ese que se eleva al infinito y deja un aliento de esperanza en medio de las tumbas floridas, las tumbas olvidadas, las tumbas desparecidas, las tumbas donde reposa “nadie”, las tumbas solitarias y recordé al poeta” “Nada hay mas triste que la soledad de la tumba”.

Así, caminando en medio de lápidas, de flores, de olvidos lejanos y de recuerdos ajenos, salimos a la carrera 80-81, donde pasamos a los negocios de frutas que hay al frente y pasando la vía, para degustar deliciosos salpicones de frutas, los más caros del mundo y cuyo precio superan los “deliciosos “calentaos” y los almuerzos, que siempre acompañan nuestras caminatas. Allí, se despidió Zuluaga del resto del grupo para tomar un taxi y salir volando a su casa, donde su esposa lo esperaba para partir de puente hacia Jericó…….El Lobato y Juanfer, seguimos nuestra marcha carrera 80 abajo, hasta llegar a la Clínica Las Américas. Allí nos despedimos y Yo (Juanfer), enfilé mis pasos hacia la Clínica.
Al llegar me indicaron que mi hija ocupaba la habitación 308 y cuando me aprestaba a subir, bajaba mi esposa, quien feliz me dio un abrazo: “Amor, nació Jerónimo, que felicidad, hermoso…..ya lo pude conocer, a Catalina la fue muy bien y en un rato la llevan al cuarto”. Ante esta situación, la acompañé a tomar algún alimento ahí cerca y luego volvimos a la habitación, donde en medio de la felicidad, nos abrieron la puerta de golpe, para ingresar Catalina en la camilla, arrastrada por una enfermera y a su lado, un milagro de vida, colorado como un camarón y que con sus cuarenta y nueve centímetros y sus tres mil ciento cincuenta gramos de peso, ocupaba todo la inmensidad de nuestros espíritus y toda la capacidad de amor de nuestros corazones, mientras en la garganta se formaba un taco, los ojos se nublaban por las lágrimas y la felicidad volaba, para abrazar a mi hija, besarla y dejar que mi mirada de abuelo, se asentara sobre la pequeña e inmaculada humanidad de Jerónimo, quien ya ocupaba un lugar en el espacio, un lugar en la sociedad, un lugar especial en la familia y que conjuntamente con Sarita, mi otra nieta, se apoderaba del latir de nuestros corazones.


La nota más humana la puso mi hija Catalina cuando me dijo: “Jerónimo no quería salir……para venir al mundo, lo sacaron. Y cuando eso sucedió, inmediatamente sentí un vacío que no había sentido nunca, comprendí con dolor que me habían arrebatado a mi bebé”.

Hermosa experiencia la de ser abuelo. Ver en nuestros nietos, esas humanidades pequeñas, llenas de futuro y de vida naciente. Ver en ellos, como se prórroga nuestra existencia, esa que ya declina, para ocupar ese lugar que nos espera, en algún cementerio, donde se queda la vanidad y lo superfluo, para darle paso al olvido y a la otra vida, la verdadera vida.


Cordial saludo y hasta la próxima,


JUANFER

Caminata Caldas - Angelópolis - Amagá

Fecha: 12 de mayo de 2007

Asistentes: Luís Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya

Duración: 7 horas

Nombre:
ARTESANIAS DE DIOS

Homenaje especial a Carlos Olaya Betancur, quien por motivos laborales no nos pudo acompañar.

Definitivamente el hermano sol, como solía llamarlo nuestro parcero ecologista san Francisco de Asís, no pierde oportunidad para pegarse a las caminatas; así que estrenando cachucha nos lo encontramos en la estación Itagüí, sitio escogido para pasar revista a cayados y zurriagos y para que Luisfer nos chicaniara estrenando su tercera camiseta en línea. Juanfer se dejó venir nuevamente con su escudo pegado en el pecho con la foto de su nieta Sarita, por lo que le cobramos cuota y media para la tradicional vaca.

Pasando el puente peatonal aprovechamos para ver el adelanto de las obras de ampliación de esta estación, la cual dejará de ser la primera del sur, para cederle ese honor a la de Sabaneta. Por entre un enjambre de personas, que a esa hora, 7 de la mañana, se encargan de llenar los seis vagones del metro, llegamos al paradero de las busetas para el municipio de Caldas. Luego de media hora de esquivar grupitos de ciclistas, que los fines de semana inundan todas las salidas del valle de Aburra, especialmente las del sur, llegamos a la tierra donde viven 74.000 caldeños comenzando por su líder espiritual el profesor Luis Fernando Montoya. Caldas es famoso por sus aguaceros, los cuales vienen garantizados y certificados con el sello Icontec y por la industria casera de obleas con arequipe, que dieron lugar a la deliciosa frase sabatina: “vamos a comprar obleas a Caldas” práctica que se ha venido a menos porque hoy en día se las encuentra en todas las esquinas, disputándose masa a masa la popularidad con las inagotables y siempre ricas empanadas.

Para tomar el desayuno le pusimos la mano al primer restaurante que paso, y claro, como siempre nos tocó el más viejo y destartalado, por lo que pedimos algo ligero, digamos que desayuno de seminarista “builense” huevos revueltos, arepa amarilla, chocolate o algo parecido, dos pandequesos de tienda de carretera, y de ñapa un cuarto de quesito para cada uno, el cual salvo la carrera.

La salida para la carretera que conduce a Angelópolis se hace por las propias calles del pueblo, por lo que nos empapamos de tiendas, fruteras, legumbreras, carnicerías, de señoras barriendo el frente de las casas, de niños jugando en las aceras, de perros jugando en las calles; en fin, hasta pudimos ver al dueño de un carro de bestia sosteniéndole un balde al caballo para que orinara y no ensuciara la calle, en una muestra que clasifica para premio Nóbel de civismo; claro que nos fuimos preguntándonos, ¿como hará ese tipo para saber que el caballo tiene ganas de hacer pipi? Obviamente que ese gesto le valió al señor los elogios por parte de Juanfer quien no pierde oportunidad para elogiar o criticar ciertas conductas, de ahí que nuestros cayados no solamente sirven para ahuyentar los perros sino también a algunos que no se aguantan sus críticas.

En las afueras del pueblo, en una falda donde se resbala un gato errado, nos encontramos izadas dos enormes banderas, una del Medellín y otra del Nacional, lo que sirvió para algunas arengas y para la arrodillada y presentación de honores a la bandera de parte de Luisfer y Juanfer, en ese orden de equipos, todo acompañado por las risas y los comentarios de los moradores.

Siendo las 8 de la mañana cogemos la carretera, que en sus primeros 200 metros es destapada y estrecha, pero que luego se pone los zapatos pavimentados y amplios. El tramo inicial es en subida, por lo que el pueblo lo vamos viendo bajar como en cámara lenta. A medida que avanzamos comienza la sinfonía en verde mayor, representada por extensos pinares donde el pino patula se lleva todos los honores. El paisaje es toda una muestra gratis de la artesanía hecha por Dios, lo que nos da la idea para el nombre de esta crónica.

Al alcanzar la cima llegamos a la reserva natural El Romeral, ubicada a 2.750 metros de altura, la cual es contemplada y cuidada por Corantioquia. Esto nos permite tener como compañía, a cada lado de la carretera, tupidos bosques naturales que dan albergue a variada fauna y flora, como son: tigres lomo de machete, osos perezosos de dos y tres dedos, ñeques, liebres, guaguas, armadillos, perros de monte, chuchas, y ardillas.

Las existencias de aves son generosas. Comienza el desfile con el pájaro carraqui propio de la región, mencionado por Fernando González en su libro Viaje a Pie, le sigue el pájaro gulungo, de hermoso plumaje negro con pico, patas y alas en color amarillo fuerte, que emite un extraño sonido y que hace sus nidos en forma de calabaza o de jíquera colgando de los árboles como si se tratara de una propiedad horizontal. También se encuentran mirlos, turpiales, carpinteros, petirrojos, cardenales (diferentes al Echeverri) azulejos, torcazas, gavilanes y saltarines dorados, entre otros.

Entre las quebradas mas importantes de la región están la Javilina, la Clara, la Bramadora y la Norosí, además de varios riachuelos y nacimientos que nos permiten refrescarnos a punta de botella alzada. Este Romeral es el más importante sistema geológico del país por sus características de falla, a la cual se deben sus formas y relieves. Esta zona es rica en carbón de piedra, pozos con aguas salinas, miradores y senderos ecológicos conservados por Corantioquia. Precisamente en uno de los miradores paramos a deleitarnos con el paisaje y con unas jugosas uvas chilenas que todavía conservaban el frío de la nevera.

El trafico por esta carretera es mas bien tranquilo, predominan los camperos marca Toyota, que hacen las veces de chiveros, todos de color blanco y verde. Pasan algunas pesadas volquetas cargadas con carbón y uno que otro vehículo particular para las fincas de recreo o de producción; eso si, todos se ponen de acuerdo para sonar los pitos o las cornetas cuando pasan por nuestro lado, en señal de saludo y de admiración por nuestra actividad. Además de poco transitada es la vía más sola que hemos visto en asunto de viviendas o fincas cerca de la carretera, por lo que nuestras existencias de bombones llegaron intactas a Angelópolis

Las manzanas, granadillas, mandarinas y uvas que llevamos para comer durante el viaje, hacen juego con la cantidad de moras silvestres que encontramos al borde de la carretera y de las cerezas, todo bien acompañado con buenas dosis
de agua.

El rezo del Avemaría nos cogió en las goteras de Angelópolis, que no tiene nada de megalópolis, pues apenas moran allí 6.600 angelopolitanos que viven del carbón y la ganadería. En toda la entrada paramos para refrescarnos con algo helado mientras divisábamos allá bien abajo a Amagá. La calle de entrada es tan pendiente y estrecha que las cuentas de los servicios las reparten con cauchera; hay que ver esas volquetas subiendo cargadas con carbón o bajando vacías, una prueba propicia para expedir pases de conducción.

Como siempre, entramos a la iglesia de los Santos Ángeles, a presentar nuestras credenciales como embajadores plenipotenciarios y a saludar a más de un amigo. La plaza estaba inundada de campesinos, puestos de revuelto y toldos para vender carne de cerdo, lo que aprovecho el chinche de Juanfer para disfrazarse de “carimarrano”. A paso seguido buscamos la salida para Amaga no sin antes entrar a la residencia de un parroquiano quien muy cordialmente nos invito a tomar guandolo heladito, nos presento su familia y nos mostró el enorme caserón.

La carretera para Amaga, como todas las vías secundarias de nuestro departamento, es destapada y estrecha. Se caracteriza porque tiene muchas casas y negocios a su alrededor a punto que las existencias de bombones comenzaron a bajar considerablemente. Cada dos cuadras hay una mina de carbón constituida por un cambuche que tapa la entrada al socavón, un arrume del mineral y varios bultos listos para ser montados a las volquetas.

Muchos tramos de la carretera, que tiene un 90% en bajada, están convertidos en verdaderos lodazales por el invierno reinante, por lo que los tenis y las medias blancas quedan pintados de color tierra. Esta caminata, pero a la inversa, o sea Amaga Angelópolis, ya la habían hecho Luisfer y Juanfer durante el mundial de fútbol del año pasado, así que a cada momento llegaba el comentario, “aquí paso esto”, “aquí nos encontramos con fulano” “allí queda tal cosa” etc.

El paso lo aceleramos porque comenzaron los truenos a nuestras espaldas y el aguacero en toda la montaña, el cual por fortuna no llegó a nuestra zona. Las tiendas para el refrigerio son abundantes, así que Luisfer no peno, como en el primer tramo, por su cervecita. Entre las tantas tiendas sobresale la administrada por una veterana quien nos recibió al ritmo de mis amores por aquí, mis amores por allá, que mas quieren mis amores, con todo gusto mis amores, vuelvan por aquí mis amores. La particularidad de esa tienda es que está construida sobre un barranco y sostenida con columnas de madera, por lo que en el pequeño local se siente permanentemente un sismo de grado y medio en la escala de Richter.

Rapidito llegamos al corregimiento Minas, el cual posee un parque bien organizado y arborizado, con una iglesia que siempre encontramos cerrada, con buen comercio y hasta cementerio. A las 3 de la tarde llegamos al campo santo de Amaga, en una de las casas del frente le regalamos los dos últimos bombones a un par de hermanitos morochitos, que jugaban delante de su mama, una corpulenta morena, a quien felicitamos por la nueva ministra de cultura. Cuando estábamos en esta exaltación étnica se nos aparece una vecina y nos dice: no se vayan que ya les traigo 10 sobrinos para los bombones, ¿Cómo les parece?

La entrada al pueblo la hacemos por la parte más empinada, por lo que el repecho lo afrontamos al mejor estilo de Lucho Herrera, parados en los tenis que siguen color tierra y con los cayados en segunda relación.

A las 3 y 15 coronamos el parque Emiro Kastos, nombre de hipnotizador, repleto de amagacitas, sobre todo ellas, de mercado, de toldos, de camperos que sirven a varias veredas, de cachivaches, de buses, busetas, de mulas con el taxímetro parado, esperando pacientemente a que lleguen los arrieros con el bulto de bastimento al hombro y las cervecitas en la cabeza; en fin, eso parece una llegada de la vuelta a Colombia a Medellín, en tiempos de Cochise y el ñato.

Por entre la gente sentada en las escaleras que hacen las veces de atrio, entramos a la iglesia san Fernando Rey, nombre que tuvo el pueblo en sus inicios, para dar gracias el Creador por permitirnos la oportunidad de conocer tantas bellezas.

De la iglesia pasamos al restaurante Ramitama, (Ramírez Tamayo) otro que
está en la lista de nuestros favoritos por su deliciosa comida y por Angelita, así la llamo yo, quien nos ha atendido en ocasiones anteriores y que nos pone a sudar como ají pajarito, desafortunadamente no estaba en su turno. Como el local estaba hasta las banderas de comensales, nos sentamos al lado de la cocina, tal como lo hacen los choferes de buses, para que Patricia nos contemplara con un exquisito mondongo para Luisfer y el suscrito y con un sancocho de gallina para Juanfer, de sobre mesa claro con bocadillo y de encima miraditas de la patri que tiene mas ojos que una piña mal pelada.

Hablando de almuerzo, no fue sino estrenar nuestro blog, para que alguien nos escribiera: “eh, pero ustedes salen es a comer”. Que conste que nosotros no salimos a sufrir, pa´esa gracia nos quedamos en las casas arreglándonos las uñas o escogiendo las medias mas gastadas para regalarcelas al reciclador de la cuadra. Lástima eso si por Pablo Mejía, nuestro hincha gastronómico número uno, a quien le gusta todo bien descrito, con pelos (no en la comida) y señales. Como mi Dios es tan grande. Cuando estábamos pagando la cuenta apareció Angelita a hacer su turno, por lo que nos saludó con su hermosa sonrisa. Ahora si salimos “repletos”, bueno, “salimos” somos muchos….al menos yo.

Con renovados alientos compramos los tiquetes para el viaje hasta Medellín, en uno de los buses de la empresa Tratam, el cual salió a las 4 y 30. Ese bus parece del colegio san José, porque tiene una silla para 3 puestos a la izquierda y otra silla para 2 puestos a la derecha, claro que la silla de 3 puestos es para niños de kinder, porque los tres Todo Terreno no cabíamos, escasamente uno y medio. La salida se hace por unas largas, estrechas y empinadas calles, a 10 kilómetros por hora, lo que el chofer aprovecha para echarle piropos a sus amigas que conversan paradas en las puertas de las casas, y cuando pasa por las que mas le gustan hace sonar la corneta y le encima matada de ojo, y no es para menos, porque hay que ver que amagacitas.

Muy rápido llegamos a la vía principal que va para el suroeste, tan transitada por nosotros que ni el peaje nos cobraron. El Cardenal Echeverri apagó motores pero pronto se despertó y comenzó la conversa con Londoño. Mientras tanto, Luisfer, que iba sentado en la banca para dos, él y su morral, leía detenidamente el Colombiano, ejemplar que pensamos devolver porque no traía la columna de nuestro amigo Raúl Tamayo. De todas formas lo dejamos porque la columna de Ramiro Valencia sobre las madres, apoyada en textos de Tola y Maruja, fue todo un espectáculo.

Que conste que todavía nos quedaban manzanas, agua y ganas de seguir observando el paisaje, lo que nos permitió ver a lo lejos a Angelópolis, el punto intermedio de esta caminata.

Luisfer se bajó en la estación Aguacatala para tomar el taxi hasta su casa. Yo seguí con Juanfer hasta la Terminal del Sur a la que llegamos a las 6 de la tarde. Allí fuimos recibidos por las canciones de un grupo musical que cantaba tonadas españolas; así que al sabor de un refrescante Mr Tea de limón escuchamos canción y media.

El recorrido final hasta nuestras casas lo hicimos en un taxi manejado por un tipo mas serio que un mala paga saliendo de misa. Al llegar al edificio me preguntó Omar, el portero, ¿Quiubo don Jorge, donde estuvieron? le respondí, cerquita Omar, en el mercado de san Alejo del parque de Bolívar, mirando artesanías hechas por Dios.

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

Caminata Río Grande - Bella Vista (Don Matías)

Fecha: 5 de mayo de 2007

Asistentes: Luís Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, Carlos Olaya Betancur y Jorge Iván Londoño Maya

Duración: 4 horas y media

Nombre: AGUAS MIL

Con el presagio de un día de verano, raro por estos día de invierno, la mochila al hombro con cuatro fiambres encaletados, el cayado empuñado, media docena de padre nuestros y otro tanto de avemarías, comenzamos esta caminata por las calles del barrio en busca de la estación Estadio, sitio de acopio con mis parceros Juanfer y Olayita, para seguir rumbo a la Terminal del Norte, la nuestra, para el encuentro con Zuluaga, el ojicontento mayor. Al calor del generoso saludo detallamos el botón que Juanfer (el cardenal Echeverri) llevaba pegado en su camiseta, el mejor estilo de campaña electoral, con la foto de Sarita, su nieta, y madrina de los Todo Terreno.

Lo primero fue asegurar los tiquetes en la empresa Coopetransa hasta el corregimiento Río Grande, ubicado unos 4 kilómetros adelante de Don Matías. Luego pasamos a manteles virtuales en uno de los kiosquitos, donde Elizabeth, luego de darnos la bienvenida diciéndonos que había creído que éramos un grupo de cieguitos, lo que nos obligó a demostrarle lo contrario con un rosario de piropos, nos sirvió el desayuno de reciclador consistente en empanada carnuda tamaño tractomula, ají pajarito para despertar los ánimos y las ánimas, y cafecito en leche para apaciguar los espíritus.

Estirando nuca en los puestos de adelante de la engallada buseta de la línea verde, con la foto de rigor de por medio, y luego de advertirle al conductor que nos bajara en las partidas para Bella Vista, procedimos a leer el Colombiano, especialmente la columna de nuestro contertulio Raúl Tamayo, quien esta vez denunciaba las amenazas que ha recibido por exponer sus puntos de vista, ¿habráse visto Sarita? Como diría su abuelo. Obviamente, desde esta sencilla tribuna, que no sale de la parroquia de los Conosdepasas, nos solidarizamos con don Raúl y su pensamiento y rechazamos cualquier manifestación que vaya en contra de la libre expresión.

A esa hora el mono Jaramillo tenía puesto en “alto” sus parrillas y el firmamento dejaba ver sus encantos enmarcados por un tono en varios azules como mar sanandresano. Rapidito dejamos el valle de Aburra gracias a la nueva vía multi calzada, dos carriles para la salida y tres para la entrada, luego en dos zancadas llegamos al alto de matasanos para luego descolgarnos hacía Don Matías, pueblo que combina sin necesidad de hacer muecas, la leche con bluyines y los cerdos con tomates de árbol. Cinco minutos más tarde estábamos llegando a las partidas.

Antes de iniciar oficialmente la caminata, y a cambio del calentamiento corporal hicimos el espiritual con la homilía y la bendición del cardenal Echeverri; así mismo nos pegamos la tradicional embadurnada con el antisolar, por expresa recomendación de nuestras esposas. En una de las vallas se lee que parte de la carretera está siendo reparada por el comité de Cafeteros de Antioquia, hay que aprovechar este ratico para exaltar la labor del comité, porque sus obras brotan como cafetales por muchas de las carreteras que hemos transitado.

La carretera es amplia, destapada y en buen estado, rodeada por frondosos árboles que nos proporcionan una refrescante sombra y nos cambian el olor de la contaminación de la ciudad por el ACPM de la naturaleza (Aire con Pino Molido), Muy cerca de las partidas apreciamos la iglesia de la vereda Rió Grande y encontramos la entrada para el seminario menor Monseñor Miguel Ángel Builes, donde muchos de nuestros amigos, como don begow y Juancé, fervientes admiradores de monseñor Builes, quisieran haber estudiado en su juventud para hacer parte de la comunidad “Builense”.

Desde el inicio de la caminata se oye el singular ruido del río Grande, el cual nos acompañará durante todo el recorrido. El río baja crecido y con sus aguas turbias debido al invierno, sus riveras están compuestas por enormes rocas y entre ellas se forman deliciosos charcos que en verano deben ser una bendición de Monseñor para los alumnos de su seminario.

Unos kilómetros más adelante nos encontramos con la estación hidroeléctrica Río Grande en donde se genera la energía para algunos de los municipios del Norte. Allí también comienza la entrega de los bombones a los niños que nos vamos encontrando en las casas que adornan la orilla de la carretera, unos los reciben con mucha emoción pero otros lo hacen con algún recelo y hasta temerosos, lo que nos obliga a practicar modernas técnicas de persuasión; hasta razón tendrá nuestro filósofo Olaya, cuando afirma que el trapo que nos ponemos en la cabeza para protegernos del sol es la causa para que algunos niños se asusten; recomendación que tendremos en cuenta para próximas oportunidades.

Este tramo de la carretera es en bajada. A nuestra izquierda tenemos la compañía permanente del río Grande más la enorme montaña con parte sembrada en extensos pinares y otra en bosque. A nuestra derecha nos acompaña más montaña, de la cual bajan innumerables arroyos y quebradas lo que convierte a esta caminata en la mas abundante en aguas de todas las que hemos hecho.

La zona de alimentación no se hace esperar y de los morrales saltan las manzanas, las hay en tono verde o en rojo, las mandarinas que aún conservan el frío de la nevera y los bombones de coco de Jericó que todavía guarda el lobato Londoño como preciado tesoro. Y hablando de tesoros, el mas preciado era el que llevaba el lobato Londoño en su morral, los cuatro fiambres para el almuerzo, fiambres que durante todo el trayecto recibieron los piropos de Olaya, quien a su vez trataba de convencerme para que les diéramos mate, tal como hacíamos en los paseos de la escuela, en los cuales el fiambre nos lo comíamos antes de la hora indicada y luego nos tocaba “velarle” a los amigos aunque fuera media tajada de plátano maduro o una mordidita al huevo duro.

La llegada a uno de los varios puentes colgantes sobre el río Grande nos hace desviar para posar ante la lente de Olaya, pero antes tenemos que esperar a que el cardenal Echeverri desfogue toda su energía haciendo mecer el puente, al mejor estilo de chinche escuelero.

En el plan encontramos hermosas casas campesinas adornadas con gente amable y flores de todas las clases. Los sembrados de café abundan por esta región, por lo que es muy común ver los granos extendidos para su secado en los patios. Así mismo en cada casa tienen el tanque refrigerado para guardar la leche ordeñada, leche que es recogida todos los días por los carrotanques de Colanta. Encontramos igualmente cultivos de tomate de árbol, no tantos como los que vimos en la carretera para san Isidro.

Luego del plan comienza hora y media de ascenso hasta Bella Vista. En este tramo la carretera es angosta y en regular estado, Por leyes de la física o por desgracia, el río nos va quedando mas abajo y se nos va alejando. Al poco recorrido nos encontramos con don Ramón, propietario conductor de uno de los camperos llamados chiveros, que cubren las rutas de varias veredas de la región, a quien contratamos para que nos recogiera a las 4 de la tarde en Bella Vista y nos llevara don Matías, servicio que nos costaría $60.000, valor certificado con planilla en mano.

A la una de la tarde conquistamos el corregimiento de Bella Vista, el cual está puesto “como con la mano” en toda la pepa de la montaña, y desde donde se divisa, de ahí su nombre, por los cuatro puntos cardenales. Al norte se ven San Isidro y san Pablo. Al oriente la carretera que va para santo Domingo, el valle del río Porce y el corregimiento de Santiago, entre otros. Es decir, que con Bella Vista le conocimos las enaguas y los calzones a esa cordillera donde hace carrizo el inmenso llano de Ovejas.

Como siempre visitamos de primero el templo de santa Bárbara, este nombre se lo pusieron porque caen muchos rayos, que como para variar el reloj se les paró a las 11 y 30 para hacer juego con la paz y tranquilidad del caserío, porque allí la única hora oficial es la menos pensada, para dar gracias y rezar los padre nuestros que nos harán ganar indulgencias, así las perdamos en la frugal almorzada.

De la iglesia pasamos a una de las tiendas para comprar las gaseosas (piña Lux) que nos servirían de sobre mesa; como siempre el señor muy formal nos prestó los envases, aún sin cobrarnos depósito. ¿Habrá alguien que se vuele de Bella Vista con unos embases de gaseosa? Es decir, a la vista de todos.

Caminando por la calle principal llegamos en par patadas a la zona rural. Allí conocimos a dos hermosas chiquillas, Sarita y Dana, cuya belleza fue capturada por la lente de Olaya. Con el cañón del río Porce a nuestras adoloridas plantas de los pies, dimos buena cuenta del fiambre preparado la noche anterior por doña Marta Ligia, la consorte del suscrito, el cual traía mas cosas que recorte de panadería, veamos: arroz, carne en polvo, huevo duro, tajada de maduro, carne de muchacho y yuca sudada, ají, sal, piña Luz heladita, tenedorcito plástico guardado de alguna piñata y buena porción de servilletas. Quedó faltando la arepa, las cuales inexplicablemente no pudimos conseguir en el pueblo. La rifa para lavar los trastes se la gano el ojicontento mayor.

De regreso a la zona urbana, también en par patadas, tomamos la segunda y ultima calle que va a la escuela construida recientemente, rodeada de hermosas casas, todas con los corredores o balcones florecidos.

Para reposar el fiambre nos sentamos en la tienda de la señora que bautizamos “cusca brava”, porque fuma más que lavandera mueca. Allí rematamos con más gaseosa porque estábamos secos por el calor reinante. Sin mediar palabra Juanfer y Olaya se entregaron en brazos de Morfeo, mientras los ojicontentos nos deleitábamos mirando las sardinas del pueblo y la preparación de la cabalgata que saldría, como ya anote, a la hora menos pensada, por lo que solo se oía el rastrillar de las herraduras contra el pavimento.

De un momento a otro partió la cabalgata integrada por unos 40 binomios, con la burroteca adelante a todo volumen. Como quien dice, el párroco, los Todo Terreno y cusca brava nos quedamos cuidando el pueblo, gracias a Dios por poquito porque a las 4 y 25 apareció don Ramón en su flamante Nissan modelo 1979.

El regreso para don Matías, que fue como deshacer los pasos, nos encontramos con la cabalgata que ya venía de regreso. Entre brinco y brinco se armo tremenda tertulia, se habló de religiones, de política y hasta de desamores. De vez en cuando don Ramón hablaba de su pichirilo y lo costoso de su mantenimiento por el regular estado de la carretera, don Ramón no hablaba mucho pero si le pitaba a todo el que se encontraba para saludarlo.

En una hora llegamos a la salida de don Matías. Allí cogimos la primera buseta que pasó la cual venia con muchos puestos vacíos. Entre otras cosas, cuando nos montamos creímos que era la buseta de un convento porque por el radio estaban rezando el santo Rosario, así que nos toco rezar el tercer, cuarto y quinto misterios. Como la emisora que transmitía era de don Matías, al llegar al alto de Matasanos se perdió la señal y entro radio Cristal, que está en todas partes, con música bailable, boleros y rancheras.

A las 6 y 20 tocamos tierra firme en Niquia. Allí en medio de un muestrario de mujeres que salían de todas partes como hormigas y aptas para todos los gustos, nos tomamos el último refrigerio, gracias a que nos sobró plata de la vaca. Como siempre el metro nos repartió a nuestras casas, justo para llegar a ver el segundo tiempo del partido Bucaramanga Nacional, y para comprobar que no solamente el mono Jaramillo calentó este día, sino que también hay equipos calentadorcitos que al final se desinflan en tan sólo cinco minuticos.

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

Caminata Girardota - Don Matias

Fecha: 21 de abril de 2007

Duración: 8 horas

Integrantes: Juan Fernando Echeverri Calle, Luís Fernando Zuluaga Zuluaga y Jorge Iván Londoño Maya

Nombre: POSTRERA Y TOCINETA

Con la sentida ausencia de Carlos Olaya B, quien por segunda vez no nos pudo acompañar a esta exigente y hermosa caminata, dimos inicio castigando con el látigo del desprecio a nuestra entrañable Terminal del Norte como lugar de encuentro, por lo que pasamos raudos por un ladito, haciendo callar a Juanfer para que no se fuera a enterar de nuestra presencia. Después de varias “últimas” seguimos rumbo a la estación Niquia. El pensado era encontrarnos allí con Luis Fernando, pero por esas coincidencias gratas que a veces nos regala el destino nos lo topamos en la estación san Antonio, en el mismo vagón, pegados del mismo tubo y respirándonos en la nuca. El Zuluaga y Zuluaga iba elevado a la décima potencia, mirando las sugestivas fotos de la modelo de turno de la portada de la revista nueva del Colombiano, por lo que sólo se percató de nuestra presencia cuando le dije con voz de locutor deportivo: “señor, ni se le ocurra voltear la página que estoy mirando ese cuerpazo”

Allá en Niquia, otrora sitio ideal para elevar cometas y hacer sancochos a la sombra del cerro Quitasol, y hoy convertido en un enorme juego de Monopolio, lleno de calles, casitas, apartamentos, negocios y centros comerciales, cogimos un taxi colectivo para Girardota, cuyo conductor nos cobro cupo completo de cuatro pasajeros, porque no pudimos que nos llevara gratis a la Milagrosa, nuestra patrona.

En menos de lo que se le inventa una calumnia a nuestro Presidente Uribe, estábamos rastrillando zurriagos en el parque de Girardota, hoy convertido en apacible municipio de 40.000 habitantes, tanto que para celebrar el día de nuestra señora de las Mercedes, el alcalde tiene que pedir prestados tres o cuatro presos de municipios vecinos. Nuestra primera misión fue entrar a la catedral de Nuestra Señora del Rosario, construida en adobe de barro cocido; construcción que por su similitud, mas no por su tamaño, parece la hermanita menor de la catedral metropolitana de Medellín. En su interior se encuentra la imagen del Señor Caído, que compite alfombra roja de popularidad con la imagen de María Auxiliadora, ubicada en Sabaneta, o sea en el otro polo del valle de Aburrá. Hasta allí llegamos para dejar grabadas nuestras intenciones y necesidades bajo el amparo del delicioso y espiritual silencio de ese recinto.

Con el alma renovada pasamos a la fuente de soda, otro nombre, que como el de granero mixto, es muy común en nuestros pueblos, para desayunar nuevamente al mejor estilo camionero, aquí les va el menú: recalentado, hígado frito, huevos revueltos con aliños, papas a la girardoteña, arepa, quesito y chocolate espumoso. Más llenos que hijo de sirvienta dimos inicio a la caminata a las 8 y 20 de la mañana, no sin antes conocer en pleno parque, el vehículo repartidor de la carne, un carro de bestia al cual le adaptaron un furgón de aluminio en su parte trasera.

Antes de salir del pueblo entramos a conocer la parroquia de san Esteban, la cual tuvo como párroco al padre Mario Sierra, quien fuera por muchos años el mozo de banderillas celestiales (capellán) de la plaza de toros la Macarena. El padre Mario pasó a ser “don” Mario al contraer nupcias con una maestra del pueblo, matrimonio que por alguna incompatibilidad non santa duro menos de lo apostado por muchos parroquianos sorprendidos por tan inusual suceso; así que el padre Mario, al cabo de un año larguito, regreso al confesionario, profesión que si conoce y hace muy bien.

La salida del pueblo hasta la autopista sigue siendo la misma vía fea y polvorienta de hace un siglo. Instalados en la nueva autopista, cogimos hacia el norte caminando y disfrutando por el tramo de ingreso al valle de Aburrá, el cual consta de tres carriles y de encima tiene la acera y una cicloruta. Esta nueva vía está construida en un 90% entre Girardota y el peaje el Trapiche, ubicado un kilómetro antes del parque de las Aguas, sólo falta la adecuación de algunos taludes. La verdad es que no cabíamos de la emoción al caminar por aquella moderna vía.

Al pasar por el peaje la empleada de una de las casetas llamó a Juanfer a decirle: “que pena señor, ustedes tres no pagan, pero el palo, (lenguaje popular) que lleva el señor de cachucha roja (el lobato) si paga, porque tiene una potencia superior a 3.000 centímetros cúbicos y tiene mas de 4 ejes”. El precio del peaje fue una mentica de las que nos dieron en la fuente de soda con la devuelta del desayuno.


500 metros mas adelante del peaje, y despedidos por la poderosa corneta de una de las tantas tractomulas que por allí transitan, llegamos a la vereda La Palma, por donde nos entramos para tomar la carretera destapada que nos llevaría a la cima de la montaña. Una fila india de búcaros, sembrados a lado y lado de la vía y una hermosa sardina, con un caminado de palmera samaria, nos dan la bienvenida.

Muy pronto apareció la única tienda que hay en el ascenso y pedida a gritos por el Zuluaga para tomarse su Pilsen. Más adelante nos encontramos con la salida del túnel que viene de la represa Riogrande, parte de cuyas aguas alimentan el parque de las Aguas. Allí uno de los celadores nos dio indicaciones para tomar un atajo que nos ahorraría tiempo, propósito que no pudimos llevar a cabo porque las lluvias caídas el día anterior hicieron el camino imposible de transitar, así que después de unos 15 minutos de desvió regresamos al punto de partida; no obstante, logramos conocer el acueducto veredal construido por las Empresas Públicas.

El paisaje, que en todo el ascenso es siempre el mismo, esta conformado por los últimos vestigios del valle de Aburrá, que en ese punto se vuelve muy angosto, adornado por las figuras caprichosas que forma el río Medellín, por el parque de las aguas y sus enormes piscinas, por las empresas y las fincas asentadas allí, todo bajo el marco de las dos montañas que forman este gran cañón y de la cantidad de casitas campesinas asentadas en las mismas, que forman un presebre que nunca se desbarata.

El sol sale a ratos como para ver como y por donde vamos. El agua, que en esa región es abundante, corre por pequeños riachuelos, es helada y muy pura, por lo que con ella llenamos las botellas vacías para refrescarnos. La neblina es la encargada de bajar la bandera a cuadros para indicarnos que después de casi 5 horas de caminar hemos llegado a toda la cima. Allí encontramos una sucursal del monumento al señor Caído y las partidas para san Pedro y don Matías.

Luego de un corto y merecido descanso, le ponemos la cuarta a nuestros cansados pies y comenzamos a devorar los últimos kilómetros en su mayoría por puro plan con algunas cortas subidas. Como el cielo se fue encapotando no se hicieron esperar las súplicas para que no lloviera; el lobatico por su parte se dirigió a su Milagrosa, pero por el otro lado el cardenal Echeverri le imploraba a la virgen de Guadalupe, lo que creo una gran confusión mariana, a tal punto que el señor aguacero hizo su aparición, lo que nos obligó, por segunda vez en toda nuestra trayectoria de caminantes a usar nuestras capas y seguir por la carretera que se convirtió en un pantanero; parecíamos tres ánimas errantes, pero parlanchinas, porque la conversación no se interrumpió en ningún momento. Como a los 40 minutos escampo y el cielo se despejó para dar paso a un tímido sol que nos acompañó hasta el final.

En el tramo final están ubicadas varias guarderías porcinas llenas de deliciosos proyectos, así los olores nos hagan acelerar el paso, cuyos alumnos viven en recreo por su permanente algarabía. Igualmente encontramos los potreros donde desfilan con su paso lento las modelos vacunas de la casa holstein, exhibiendo sus nada siliconiadas ubres. Como ya era hora del ordeño vespertino, en cada potrero se observa al ordeñador sentado en su butaquita portátil de madera, dele que dele, mientras el resto de la barra espera pacientemente alrededor de la paciente de turno.

Las existencias de bombones se nos acaban en una casa donde nos sale un monito ojiazul, pensamos que estaba sólo, pero comienza a decirnos nombres de sus hermanos, los mismos que fueron apareciendo en el corredor. La ultima parada la hicimos en la tienda de una hermosa familia, allí estaban papá, mama y los dos hijos, la menor de 5 meses de nacida. Mientras disfrutábamos de unas malticas y la infaltable picada de chitos, llego Sara, la hermana mayor del monito ojiazul, por lo que el cardenal Echeverri aprovecho el momento para darle consejos a Sara, quien a sus trece años, y con una preciosidad de ojos, está en la edad en la que fácilmente la ponen a jugar muñecas pero de verdad.

Una hora más de camino y llegamos a Don Matías. En toda la entrada paramos a comernos una empanaditas caseras, acompañadas de ají pasado por la contaminación de una lavandería industrial que queda al frente de la casa, problema que los vecinos han denunciado ante la alcaldía, pero sin ninguna solución; ese es el precio que se debe pagar por la industrialización. Mientras disfrutábamos de las empanadas vaticanas, porque son pura papa, conocimos a la hermosa hija de la señora de la casa, quien a sus 17 años ya es la mamá de Jerónimo, de 3 meses de nacido, lo que ratifica que los embarazos precoces no son problema exclusivo de las ciudades.

A las 4 y 30 de la tarde llegamos al parque principal y de allí pasamos a visitar la iglesia de nuestra señora del Rosario, para mi gusto la más hermosa de los municipios que hemos visitado. Luego de asegurar los tiquetes en la buseta de las 5 y 15, entramos al restaurante donde ya tenemos puesto asegurado, por su buena sazón. El Zuluaga se fue por el mondongo completo con triple porción de ají, y Echeverri y Londoño por la exclusiva sopa de arvejas y el seco compuesto con arroz, carne de cerdo o sobrebarriga, porción de espaguetis caseritos, ensalada rusa, tajadita de maduro y dos casquitos de huevo duro, todo acompañado con 2 litros de claro heladito y bocadillo. Este almuerzo, certificado ante un notario, vale cuatro mil pesos ($4.000)

A las 5 y 15 partió la buseta para Medellín. El viaje estuvo tranquilo y más conversado que costurero parroquial. A las 6 y 15, o sea una hora después, y gracias a la nueva y generosa vía, estábamos tomando el metro en la misma estación de llegada en la mañana, es decir Niquia. Se terminaba así esta extenuante pero maravillosa caminada, la cual hacemos por segunda vez. Cuando llegué a la casa me encontré en uno de los bolsillos de los pantalones, que todavía estaban húmedos por el aguacero, una mentica de las que nos regalaron en la fuente de soda, por lo que le dije a Pompilio, mi cayado: “que pena, no pagamos tu peaje de regreso”

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya