Una Misa de encuentro.

Caminata 189

Caminantes Todo Terreno.

Fecha: Sábado 31 de octubre de 2009.

Lugar: Vereda Normandía, El Retiro

Participantes: Clara Inés Gaviria (Clarita), Luis Fernando Zuluaga (Zuluaguita), Juan Fernando Echeverri (Juanfer) y Luis Fernando Múnera (Luismú).



La caminata de esta mañana de sábado es un alimento especial para el alma. Tiene el propósito de asistir a la misa campal en memoria del padre Gustavo Vélez, Calixto, programada y organizada por sus hermanas de sangre y de fe, que se celebrará en el lugar donde tuvo su encuentro definitivo con el Señor, allá en lo alto de la montaña oriental del Valle de Aburrá en jurisdicción de El Retiro, vereda Normandía, cerca de los límites con Envigado. No sobra recordar, además, que nuestra señora La Milagrosa y el padre Calixto son los patronos de los Caminantes Todo Terreno.

Nos reunimos, a las 6:30 de la mañana, Clarita, Zuluaguita, Juanfer y Luismú en los bajos de la estación Exposiciones de nuestro Metro. Faltaron Carlos Olaya (Olayita) y José María Ruiz (Chema), quienes tenían otros compromisos ineludibles, y Jorge Iván Londoño (El Lobato), quien continúa su apostolado filial en los Estados Unidos. Gloria Muñoz (Conejita) fue una de las primeras en confirmar que “iría” a esta caminata y efectivamente la sentimos entre nosotros espiritualmente. Durante la semana habíamos considerado las alternativas de caminar desde Envigado, como ya lo habían hecho los Todo Terreno en dos oportunidades (caminatas del 12 de septiembre y el 3 de octubre de 2009), o desde La Fe, cerca del alto Las Palmas. El grupo de los caminantes había elegido la segunda opción para esta ocasión. Tomamos entones el transporte para subir hasta Carabanchel, en el sector de La Fe.

La mañana está fresca, algo toldada por una neblina leve que promete disolverse pronto. El cielo azul ya se insinúa detrás de ella. A la subida conversamos entre nosotros animadamente acerca de algunos eventos recientes del país y de las familias. Estas conversaciones enriquecen y fortalecen la unión del grupo; no siempre estamos de acuerdo en la visión o interpretación de algunos hechos, pero tanto el disenso como el consenso son entre nosotros respetuosos y motivadores.

Llegamos a Carabanchel a las 7:00 a. m. Todos los negocios están aún cerrados y no hay donde desayunar o comprar agua. Decidimos arrancar a caminar de inmediato, para ganar tiempo pues la misa está anunciada para las 9:30. Entramos por la parcelación La María. El portero nos recibe muy amablemente y nos abre la puerta. La vía de acceso tiene muy buenas condiciones, la rodean casas bonitas, con prados y jardines muy bien cuidados. Y por ella ascendemos poco a poco. Bordean el camino hermosos árboles de helechos, cipreses, eucaliptos, sietecueros y muchas especies del bosque nativo. En las orillas aparecen algunos hongos vistosos. En las ramas de un ciprés se posa una soledad o barranquero, hermosa ave de plumaje brillante azul y verde.

A medida que el camino sube, divisamos abajo a la derecha retazos del embalse La Fe que se entrevé en medio de la neblina, persistente aunque tenue. Es inevitable recordar que en su último mensaje por celular el padre Calixto informó que alcanzaba a ver una casa blanca y una laguna a lo lejos, sin duda una vista similar a la nuestra de estos momentos.

El pavimento ha quedado atrás y el camino continúa con piso de tierra y cascajo, pero sigue siendo amplio, firme y bien nivelado. El aire frío huele delicioso, cargado con aromas a humedad y a follajes. Un poco después de las 8:30 nos alcanza un automóvil que sube con una familia que evidentemente también va para la misa. Se detiene y nos saludan muy amablemente. Juanfer y Zuluaguita les suministran información sobre cómo acabar de llegar. Juanfer le pregunta en broma a un señor mayor que va en la banca de atrás:

-¿Usted es el padre que va a celebrar la misa?

-No me diga así, pues yo soy abuelo.

-¿Abuelo? Entonces ¡dos veces padre!

Ofrecen llevar a alguno de nosotros, les agradecemos pero declinamos, vinimos a caminar.

A eso de las 8:45 de la mañana alcanzamos un pequeño boquerón del camino, detrás del cual el paisaje cambia abruptamente por uno de topografía más abierta con bosques nativos más densos. Ya estamos cerca. Un poco más adelante, encontramos una casa prefabricada al lado de la carretera y saludamos a una señora que realiza allí algunas tareas domésticas. Después de seguirnos la broma que le hacemos para que nos invite a desayunar, nos pregunta:

-¿Es verdad que hoy habrá misa donde encontraron al padre?

Le confirmamos que será dentro de media hora.

-¿Y yo sí puedo ir? Es que quisiera hacerlo pero he visto subir a mucha gente, tanta que…

-Señora, usted seguramente es más gente que muchos. Venga con nosotros.

-Entonces me cambiaré de ropa y subiré más tarde.

A los pocos minutos nos alcanza otro vehículo, una camioneta Van, que transporta unas ocho religiosas de las comunidades Capuchinas, Jesús Redentor y La Presentación. Se detienen a saludar y, después de algunas frases, Juanfer les dice:

-Una pariente mía, Silvia Calle Zapata, pertenece a la comunidad de las Capuchinas.

La monja que conduce el vehículo y pertenece a Jesús Redentor le responde con alegría:

-¡Claro! Es la superiora. ¿Por qué no tiene usted familiares en nuestra comunidad Jesús Redentor?

Juanfer manifiesta con cara de picardía y obviamente en broma: “Porque las Capuchinas son mejores”. La religiosa le contesta, en el mismo tono y con numerosos aspavientos con los cuales simula limpiar la ventanilla y la portezuela del vehículo, donde está apoyado nuestro compañero, de las impurezas que éste ha dejado: “¡Quítese de ahí! ¡No me ensucie el carro! ¡Váyase, váyase!”. Todos reímos de buena gana, en particular las religiosas. Cuando se han alejado, Juanfer culmina diciendo: “La monjita me echó. Ese carro queda vetado para aceptarles que nos lleven a la bajada”.

Hacia las nueve de la mañana hemos llegado al lugar. A un lado del camino, una pequeña cruz de setenta centímetros de alto, fabricada en hierro forjado, dice en letras grabadas con soplete de acetileno: “Calixto. 9-9-09” (en recuerdo del padre y de la fecha en que fue encontrado). Detrás de ella está el pequeño altar levantado recientemente por su familia, compuesto por una columna de piedras pegadas y una pieza ovalada de madera, su altura y su diámetro miden menos de un metro cada uno. Lo cubre un mantel tejido y sobre él están el misal y los vasos sagrados para la ceremonia. En el lugar se encuentran ya unas quince personas, entre religiosas y seglares. Dos monjas Misioneras de la Madre Laura, en cuyo convento el padre Calixto ofició como capellán sus últimos tiempos, reparten a los asistentes unas hojitas con los cantos para la misa.

Dos de las hermanas de sangre del padre Gustavo, las hermanas Isabel y María, dominicas de La Presentación, saludan a la gente con serenidad y discreción, no exentas de tristeza. Con voz suave cuentan que en su casa fueron diecinueve hijos en total, de los cuales, seis tomaron los hábitos, a saber, el padre Gustavo y las hermanas Gabriela, Filomena, ya fallecidas, Camila y ellas dos. La mayor de la familia, Eugenia, ahora de 102 años, se encargó de los hermanos al morir los padres. Una sobrina del padre, Regina, es la mamá de Constanza, quien trabaja en la Universidad Católica de Oriente, compañera de Luismú.

Al costado derecho del altar corre una quebrada de aguas cristalinas, que sale del bosque nativo. Es la misma sobre la cual encontraron el cuerpo del padre Calixto, unos trescientos metros más arriba. Los cuatro caminantes decidimos adentrarnos en la vegetación para seguir la trocha que bordea la corriente y visitar el sitio de su encuentro definitivo con Dios. Con nosotros va una muchacha joven que permanece callada casi todo el recorrido. Rápidamente el sendero se estrecha debido a la vegetación que lo rodea, además, está resbaloso pues anoche llovió un poco. Este contacto con la naturaleza, en medio del momento solemne que se vive, llena nuestro espíritu con sensaciones y sentimientos elevados. Caminamos con alegría, apartando ramas y sorteando fácilmente las pequeñas dificultades iniciales. Al poco rato encontramos un grupo de gente que regresa por el camino, dentro de él va una señora mayor, elegantemente vestida, quien para nuestra sorpresa no dudó en emprender esta incursión. Las dificultades aumentan poco a poco pues el terreno empieza a ascender y los puntos de apoyo y los espacios donde se puede pisar en forma segura escasean. Hay que cruzar varias veces la quebrada sobre piedras inestables. Encontramos un árbol semi caído que debemos pasar por debajo, casi arrastrándonos. Finalmente, llegamos a un lugar donde el camino se empina abruptamente. Clarita decide quedarse y Luismú le ofrece acompañarla. Sin embargo, Juanfer dice: “Yo ya conozco el lugar, por lo tanto me quedaré aquí con ella para que Luismú continúe”.

Unos cincuenta metros más arriba, Zuluaguita, la muchacha joven y Luismú llegamos al sitio donde encontraron al padre aquel 9 de septiembre. Allí la quebrada se despeña sobre una roca de unos cinco metros de altura y forma un pozuelo al pie. Presumiblemente, Calixto se habría caído por ella en la noche de su excursión final. La descripción que Juanfer hace de este lugar es exacta: “Allá está el último charquito y desde ahí se ve el cielo”.

La muchacha joven, que no quiere decir su nombre y sólo cuenta que le correspondió atender al padre durante el último año en el convento de las Misioneras de la Madre Laura, mira tristemente el sitio y exclama:

-Ese día no se trajo su ruanita.

Descendemos hasta el lugar en silencio, con respeto y veneración. Al lado del charquito elevamos una corta oración por nuestros seres queridos, por nosotros y por el padre Calixto, quien probablemente es el menos necesitado de ella. Después iniciamos rápidamente el regreso, pues la misa está por empezar. A la bajada, el camino es más rápido y al mismo tiempo más difícil y peligroso. En uno de los pasos de la quebrada, Clarita pierde el equilibrio, se cae y recibe un fuerte golpe en el codo y la pierna derechos, afortunadamente sin consecuencias.

Cuando llegamos, la misa ya está avanzada. Están congregadas unas ochenta personas. Los celebrantes son los presbíteros Constantino Gutiérrez y Gustavo Mejía. Para la primera lectura, han elegido la primera carta de San Juan.

Dios es luz, en Él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con Él y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros (I San Juan, 1 5-7).

Para la lectura del evangelio seleccionaron el sermón de Jesús sobre las Bienaventuranzas. En este bello pasaje el evangelista se alegra por quienes son pobres de espíritu, son mansos, lloran, tienen hambre y sed de justicia, son misericordiosos, son limpios de corazón, trabajan por la paz o están perseguidos por la justicia o injuriados, porque tendrán recompensa grande. Según palabras de Juanfer: “Ésta es la síntesis de todas las propuestas políticas que en el mundo existen”. Y Luismú le contesta: “Ojalá se cumpliesen”. En la homilía, el celebrante enfatiza que este sermón fue promulgado por el Maestro parado en la monte al lado del lago. El pueblo elegido por Dios, en sus momentos solemnes y trascendentales, buscó siempre la montaña y el agua. El paralelo con las circunstancias en las cuales el padre Gustavo tuvo su encuentro final con ése su Dios, aquí en la montaña y dentro del agua, no puede ser más diciente y afortunado.

En su escrito publicado el 4 de noviembre de 1979, Calixto había dicho:

Estamos en noviembre. "Cómo se pasa la vida tan callando", reza la copla de Jorge Manrique. Después de los días, de las luchas, de las cicatrices, no queda sino el amor a Dios y los frutos del amor al hermano.
Son múltiples, como las estrellas del cielo, los motivos para amar al Señor. También único y simple este motivo: porque Él es nuestro Padre. Porque todo cuanto tenemos nos vino de sus manos. Porque nos manda la alegría para invitarnos desde ahora a la fiesta del cielo. Porque alguna vez permite que el dolor se nos acerque, para que no extraviemos la senda.
Amémosle porque sale el sol y porque llueve. Porque nos permite ver, oír, oler, gustar, tocar: esas cinco maneras de construir el universo. Porque nos sacó de la nada. Porque permite que los demás nos quieran. Porque tenemos dos manos y dos pies. Porque nos regala un arado, y tierra fértil ante nuestros pasos. Porque, si tú quieres, pasado mañana compartirás el Reino de los Cielos.
El señor Hugo Bustamante, amigo entrañable del padre Calixto, quien compartió con él una parte de las últimas horas de su vida terrenal, está en primera fila del grupo, sumido en honda meditación, su cara serena y algo triste refleja los sentimientos que deben embargarlo. A la hora de la comunión, ayuda a repartirla.

Termina la misa. En el ambiente se sienten las emociones que produjo la ceremonia y que se reflejan en el semblante de los presentes. Algunos están en paz, otros, alegres y a los demás los embarga la tristeza. El cielo vuelve a nublarse y el frío se agudiza en el aire. Saludamos a dos sobrinas de Calixto, Martha Cecilia Vélez, ex contralora de Medellín, y Regina Vélez, acompañada por su hija Constanza Restrepo, compañera de trabajo de Luismú en la universidad.

Isabel Vélez, hermana del padre y religiosa de La Presentación, que vive en Perú, evidencia en su cara un hondo conflicto: Su fe le dice que su hermano goza de Dios, pero el corazón no cede a la tristeza humana que le embarga. Se acerca a nosotros nuevamente y nos dice con voz frágil:

-Gracias a nuestra sobrina Constanza hemos conocido los escritos que hicieron los Caminantes Todo Terreno sobre Calixto. Se los agradecemos mucho en nombre de toda la familia. Nos ha alegrado que el mensaje de Gustavo llegue a tanta gente diferente. Y que haya gente buena y sensible como ustedes. Quisiéramos que guarden esta tarjetita en recuerdo de él.

Juanfer y Zuluaguita reciben el obsequio en nombre de todo el grupo y le responden que tanto las caminatas como las crónicas las hicieron con amor y con el deseo de penetrar más en el mensaje del padre Gustavo. En su cara se observa emoción. Abrimos el sobre y encontramos una tarjeta sencilla y bella con un poema de Calixto que dice:


Este mi barro

Cansada está mi arcilla, Señor,
y se ha rajado,
al golpe de los días,
de los dolores y los desengaños.
El paso de la lluvia y el del viento
sus huellas me dejaron
como un tatuaje adolorido y hondo
en la piel de mi barro.

Pero, serenamente
contemplo mi vasija, así puesta de lado
en la penumbra de un rincón sin nombre,
bajo un silencio rítmico y arcano.

No me olvides, Señor, en esta hora;
soy un pobre cacharro
pero que aún conserva muy fielmente
las huellas digitales de tus manos.

Los juncos y las hierbas me rodean;
le hacen cuna a mi vaso,
y en este atardecer en que mi vida
se pinta de un gris pálido,
vuelvo a sentir tu omnipotente fuerza
en el temblor doliente de mi barro.

Siento que me modelas nuevamente;
llega hasta mí tu hálito
y contemplo sin pena
mis bordes desbordados
y las grietas oscuras de mi arcilla
por donde ya quizá se ha evaporado
toda mi agua y mi sed… y mis aromas;
y mis anhelos… y mis sueños vanos…
Y hasta parece que mi ser se escapa
de mi polvo, Señor. Mas sin embargo
hoy sé que estás más cerca, más que nunca
de este mi barro,
y que mi arcilla quebrantada y rota
se hace polvo de estrellas en tus manos.

Calixto

Este escrito, además de su belleza y espiritualidad, parece contener una premonición.

Saludamos a otras dos personas amigas del sacerdote: María Isabel Estrada, quien participó activamente en los tres días que duró su búsqueda, y Ana Mercedes Gómez, directora del diario El Colombiano.

Aproximadamente a las once de la mañana, iniciamos el descenso de la montaña para regresar a casa. Vamos alegres comentando el mensaje y experiencia que nos ha dejado esta vivencia espiritual. A poco andar nos alcanza nuevamente la camioneta Van con las monjitas que encontramos a la subida. Se detienen y nos saludan con muestras de amistad y aprecio. Nos obsequian algunos dulces, deliciosos por cierto, y continúan su camino. Esta vez el bon bon bum les ha funcionado al revés a los Caminantes Todo Terreno.

Un poco más adelante nos alcanza otro vehículo que también se detiene a nuestro lado. En él viene doña Ana Mercedes Gómez. Conversamos con ella un buen rato y de muchas cosas. Viene feliz con el homenaje a su amigo Calixto. Después de la misa, intentó subir por la quebrada hasta el lugar donde lo habían encontrado, pero no le fue posible llegar por lo difícil del terreno. Los Caminantes Todo Terreno se ofrecen para acompañarla en otra oportunidad, cuando la trocha esté en mejores condiciones, y ella acepta con demostraciones de gozo. Nos invita a participar en un evento que se celebrará a finales de este año, llamado Evolución Colombia, en el cual se está convocando a personas y entidades para trabajar por un propósito concreto a favor de la nación. Se despide con mucha amabilidad y una gran sonrisa.

En el camino recibimos en el teléfono celular la llamada de Conejita, quien desde Estados Unidos ha estado pendiente de nosotros hoy. Saluda con emoción a cada uno y Zuluaguita le dice:

-Conejita, arrodíllese que le voy a entregar la bendición que le envió el padre Calixto: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

Y, por supuesto, así lo hace ella.

Poco antes de salir a la carretera principal, nos cruzamos con Javier Botero. Como dijo Chema en su crónica, no un Javier Botero cualquiera sino uno de los campesinos que encontró el cuerpo del padre Gustavo. El mismo Javier que el 3 de octubre les mostró a los caminantes Todo Terreno el sitio donde el sacerdote descansó, después de que su alma se reuniese con el Creador en medio del bosque y del agua, muy posiblemente bajo la luz de la luna llena. Conversamos con él unos minutos y le escuchamos otra vez la historia de ese día, cuando los vecinos intensificaron las tareas de búsqueda y tuvieron éxito en su empeño.

Cerca de la 1:00 p. m. terminamos nuestra excursión sentados a una mesa del Carabanchel, donde nos hemos recogido los cuatro caminantes de hoy para sintetizar los detalles de la experiencia espiritual que acabamos de vivir. A la 1:30 caemos en la cuenta de que, por habernos detenido a conversar en el camino, se nos olvidó rezar el Ángelus a las 12:00 m. Pero “más vale tarde que nunca”, nos decimos, entonces nos quitamos las gorras y Zuluaguita encabeza con “el ángel del Señor anunció a María” al cual respondemos “y ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo”… Así cumplimos el encargo que El Lobato nos ha hecho de acordarnos siempre de La Milagrosa y de paso pedimos otra vez por la salud de nuestros don Juancé y doctor Ramiro Vélez.

Como aún es temprano, emprendemos de una vez el regreso a Medellín. Al llegar, nos esperan para el almuerzo los tamales deliciosos de Mis Envueltos, salidos de las manos de la muy querida Elbacé.

Luis Fernando Múnera López

Vea más fotos en :
http://picasaweb.google.com/lfmunera1/MISACALIXTO31OCT2009?authkey=Gv1sRgCNPOyaWp0YLZEA&feat=email#

6 comentarios:

Elbacé Restrepo dijo...

¿Y como cuanto me va a valer esa pauta en tan prestigioso blog, ah? No, pero en serio, gracias, Luismu, por contar con gracia, detalles, puntos, comas, pelos y señales, la caminada del sabado. Otro lindo homenaje de los Caminantes Todoterreno para Calixto.

Muy rica, muchas gracias y felicitaciones, señor cronista.

Anónimo dijo...

Pinchaos Los Caminantes Todo Terreno y sus suplentes, con esta crónica tan bien jalada en el mejor estilo de Don luisMú, aferrado a la la sencillez, esa que distinguió siempre al Padre Calixto, quien hoy "Tejas Arriba" se arrima a los altares.
También se lucieron los fotógrafos, es decir sólo faltaron los voladores.
Jealbo

Anónimo dijo...

Jerónimo, decile a Samuel que se asome pa'que vea a nuestro abuelito con sus caminantes, dándose su "eructada de plumas" con toda esa gente importante que asistió a la misa,en honor del Patrono, el Padre Calixto quien no la necesita, pero que sí la necesitamos todos nosotros.
Lea Sarita esa maravilla de crónica durito, pa'no perdenos detalle.
Sarita - Jerónimo - Samuel

Anónimo dijo...

Querido Luisito, muy hermosa la crónica, tan sencilla como sentida,
maravilloso homenaje al padre Calixto, con solo leerla se puede sentir el fervor que les acompañó endurante todo el camino y la santa misa. Y claro que me arrodille con humildad para recibir la bendición del padre Calixto y entrega de corazón por mi Juanfer.
Hermosas tambien las fotografias.
Felicitaciones Luisito, por este regalo que nos dejas disfrutar leerte es todo un gusto.

Conejita.

Anónimo dijo...

Ojalá el mundo estuviese lleno de personajes como UDS que están obsesionados con la busqueda del amor por el bien.Muy buena crónica y felicitaciones.
RUMU.

Jorge Iván dijo...

Luis. Tu cronica y la misa tienen algo en comun. Una reverencia.