Caminata Alto del Brechón (Concordia) - Betulia

Fecha: sábado 28 de julio de 2007

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, Carlos Olaya Betancur y Jorge Iván Londoño Maya

Duración: 4 horas

Nombre: La ruta del café y el amor

Homenaje a: Gustavo Londoño Londoño y Nubia Maya Maya, padres del caminante Jorge Iván Londoño Maya, en su sexagésimo aniversario de matrimonio. Esta misma ruta la recorrieron ellos en camión de escalera, luego del madrugón para casarse a las 3 de la mañana de ese miércoles 30 de julio de 1947, en la parroquia La Inmaculada Concepción del municipio de Betulia, para dirigirse luego al corregimiento de Bolombolo en donde cogerían el tren que los llevaría a Medellín, lugar escogido para pasar su luna de miel.

¡Estése tranquilo mi rey que a las 6 en punto pasan a recogerlo! Estas fueron las palabras de la melosa secretaria de la flota Cooncor, empresa con la cual contratamos el carro “expreso” que nos llevaría hasta el municipio de Concordia.

Ante esa promesa con olor a ISO 9000 me desperté bien temprano para estar justo antes de las 6 parado en la portería de nuestro edificio, esperando a que apareciera el “concor” que hiciera juego con el nombre de la empresa. Eran las 6 y 20 y la nave no aparecía, por lo que la tal tranquilidad prometida por mi reina inalámbrica se fue tornando en ansiedad. Cuando subí a llamar a la flota me llamó el portero a decirme que había llegado el carro. Bajé a mil y me encuentro con un taxi Renault 9 amarillo, que ya está entrando a los límites de tartana. La verdad yo me imaginaba un colectivo bien pincha´o, de esos blanquitos, modeludo, con el nombre de Concordia pintado en las puertas delanteras en letras verdes, pa´ gastar pinta por todo ese suroeste. Pero que hacíamos pues, montarnos e irnos a recoger al resto de la tropa; porque tiene mas reversa una candidatura de Serpa a la presidencia.

Cuarenta minutos nos demoramos recogiendo el kinder, por lo que a las 7 de la mañana y frente a la fábrica de licores de Antioquia, le dije a Rodolfo, el conductor de nuestro “concor”, quien tiene su parecido a Petro, pero desgualeta´o: “bueno Rodolfo, yo lo traigo hasta aquí, ahora seguimos de cuenta suya porque usted es el que conoce la ruta” y hágale que vamos para Concordia.

Como en el parque de la América le habíamos comprado El Colombiano a la ahijada de nuestro amigo Raúl Tamayo, lo primero que hicimos fue pasarnos la revista Nueva para ver el artículo, con foto y todo, que nos había publicado Vienita Ruiz, el ángel de la guarda de nuestro grupo, quien para acabar de ajustar, lo ubicó debajo de su encantadora foto. Que halago compartir editorial y pasarela con el desvelo de muchos de nosotros, comenzando por nuestro amigo don Begow, quien desde ese día nos tendrá que saludar con venia incluida.

Desde ese momento mandamos pa´l carajo la tartana y comenzamos a estirar pescuezo en nuestro flamante pichirilo amarillo. Tampoco se quedó atrás la columna de Raúl Emilio, entonada a todo pulmón por el Echeverri, quien no necesita de ayudas fonéticas (entiéndase parlantes) para hacerse oír.

Pasada la efervescencia y el calor de la fama, volvimos a nuestra acostumbrada tertulia, como siempre muy generosa en estos desplazamientos a nuestros puntos de inicio de las caminatas, que nos sirven como precalentamiento lingüístico a nuestra generosa retahíla en plena carretera.


Siguiendo el plan acordado, la primera y única parada la hicimos en el restaurante La Cascada para el desayuno de rigor, el cual queríamos hacer al mejor estilo camionero, para ganar los puntos perdidos con nuestro amigo Pablo Mejía. Llegar allí es como sentirnos en nuestra casa, obviamente en materia gastronómica, pues las amables chicas nos contemplan y nos llevan todos los caprichos. Esta vez nos atendió Magdalena, quien nos enjuagó con el bálsamo de su amabilidad; así mismo, Olga, la dueña y administradora del lugar, nos hizo mas grata nuestra corta estadía.

De pura memoria, porque ya habíamos desayunado allí en pasadas caminatas, fuimos haciendo los pedidos de los cinco desayunos, incluido el de Rodolfo, nuestro Montoya de cabecera, quien estaba invitado por la vaca de los Todo Terreno, que para esta oportunidad engordamos mas de lo normal porque el viaje así lo ameritaba.

En lo que se pone tieso y majo un chicharrón, fueron desfilando por el largo mesón los recalentados con cerdo, con chicharrón, con chorizo, o con carne de res “cuñada” con chicharrón, tal como fue el pedido de Juanfer. Todos los platos adornados con huevos revueltos, lo de la yema roja, según reza la frase publicitaria, arepa talla ele, un cuarto de quesito, mantequilla no autorizada por cardiólogos y chocolate lechudo.

Cómo si esto no fuera suficiente, y por cortesía del lobato Londoño, como buen tesorero, apareció una bandejita de chicharrones tostaditos para acompañar los suspiros y los rodillazos que no se hacían esperar en cada salida de la hermosa administradora, quien nos sirvió de fotógrafa y de modelo como para redondear nuestra faena de ese día con la belleza femenina.

Con despedida de bombos y palillos, con cajita de chicles gratis y dejándole muy en claro a Olguita nuestra admiración por su hermosura, porte y amabilidad, así como al resto del personal femenino por sus finas atenciones, continuamos nuestro viaje, ahora si en nuestro Ferrari. Que cuento de tartana después de haber tenido a nuestro lado a la bella de Olguita.

Como un suspiro pasamos por Bolombolo, corregimiento que vive en permanente intimidad con el río Cauca. Luego de pasar el puente nos encontramos con el repetitivo cuadro, varios camiones esperando que dieran paso por la troncal que lleva a Santa Fe de Antioquia, vía artería que fue construida y dejada a la buena de Dios sin siquiera haberle firmado contrato de mantenimiento. No se concibe que una vía tan importante, y relativamente nueva, tenga en sus haberes la mayor cantidad de derrumbes.

En dos zancadas llegamos a las partidas para Concordia que está a una matada de ojo de 23 kilómetros. La carretera por fortuna es pavimentada, con algunos pasos malos producto del terreno inestable y con algunos derrumbes de menor importancia, y que conste que vamos por la tierra del café, nuestro primer producto de exportación. ¿Que tal si por allí sólo se cosecharan algarrobas? ¡Válgame Dios! Casi desde donde se empiezan a subir los 1.400 metros de altura para llegar a los 2.000 el decorado es un solo cafetal, tanto que hasta la cebolla junca, que crece silvestre en nuestros campos, la tiene que importar desde el corregimiento de san Cristóbal.

A las 10 de la mañana pisamos el empedrado de la plaza principal de Concordia, patria chica de Salvo Ruiz y Antonio José (Ñito) Restrepo, ese par de tigres, como los llama Oscar Dominguez y Giraldo, el desvertebrado mayor, quien con su nadaito de perro hubiera tenido con que haberles jugado, al menos, una partida de dominó bien conversada.

Como siempre lo primero fue echarle flores al Gran Maestro, en el interior de su pinchada iglesia de estilo republicano, dedicada a nuestra señora de las Mercedes, donde oran por puchas los González, los Garcés, los Restrepo y otros apellidos ilustres que conforman los 25.000 concordianos que todos los días hacen ejercicio subiendo y bajando por las empinadas calles del pueblo. Es tan faldudo ese Concordia, que allí para atracarlo a uno simplemente le dicen: la billetera o lo empujo.

De la iglesia pasamos al parque principal, apoyados siempre en nuestros cayados para no caer al Cauca. Allí vimos el monumento a Salvo Ruiz, y el busto de Antonio José (Ñito) Restrepo, de quien Titiribí reclama a trova partida su natalidad. En una conversación entre este par de tigres miren lo que pasó:

Pregunta Ñito:

“Óigame amigo salvo
Si usted me puede informar
Como la Virgen María pariendo,
Virgen pudo quedar”




Responde Salvo;

“Tire una piedra al mar
El agua se abre y se vuelve a cerrar,
Así la virgen María pariendo,
Doncella pudo quedar”




Y que tal esta trova dicha por Ñito al padre Sáulo, párroco de Titiribí, en unas de las recogidas de limosna dominicales, refiriéndose a Antonio Serna, a quien se le atribuían 53 hijos naturales:

"En este Titiribí,
Exceptuando los que vengan,
Solamente el Padre Sáulo,
No es hijo de Antonio Serna"

Pero dejémonos de trovas y sigamos para Betulia. En efecto, como nos había cogido la noche, optamos por decirle a Rodolfo que nos llevara unos 8 kilómetros carretera adentro para ganarnos dos horas de recorrido. Ese milagro tiene nombre propio, la Milagrosa, pues nos escapamos de haber tenido que pasar a pie por el tramo más empantanado y difícil que tienen los 26 kilómetros que separan estos dos pueblos. Allí el pichirilo se comportó como lo que somos, un todo terreno, y Rodolfo como un príncipe, pues nos entró 10 kilómetros adelante para dejarnos en el sitio conocido como el alto del Brechón, donde la carretera, aunque todavía con pantano, es mas decente y transitable.

Hay que aclarar que el estado de la vía se agravó por los trabajos de ampliación y rectificación para su posterior pavimentación, obra que se esperaba entregar para este diciembre, pero por lo que vimos es un imposible, porque está muy viche. Quizás para diciembre de 2008. Como consuelo vale decir que si los betulianos hemos esperado 130 años la pavimentación, no vamos a esperar ahora unos meses más, ¡maldinga sea!

La despedida de Rodolfo, olvidando los primeros kilómetros y recordando los últimos, tenía que ser con la altura del caso, por lo que con un apretón de manos, así estuviera “sudada” y con palmadita en el hombro nos despedimos para montar morrales al hombro e iniciar los 16 kilómetros que nos separaban del pueblo que huele y sabe a café.

El primer kilómetro puso a prueba nuestras botas pantanoresistentes, por lo que pasamos sin dificultad los tramos cubiertos de una colada amarilla; eso si, las botas quedaron como si fueran de guerrillero extraviado; menos mal el Olaya, con sus acostumbrados apuntes macondianos nos alentó diciendo: “tranquilos muchachos que cuando lleguemos nos hacemos pegar una embetuliada”

Esa difícil y temeraria carretera para Betulia, decorada con precipicios y derrumbes de todos los tamaños y colores, tiene una curiosa particularidad, pues de 26 kilómetros unos 12 corresponden a una inmensa curva que comienza en el alto del Brechón y termina en la Raya, curva que va bordeando las montañas; es decir, que desde cualquier punto de la carretera uno puede ver el punto de partida (el Brechón) y el de llegada (La Raya) con razón, o sin ella, comentábamos en plena caminata que si se construyera un puente que uniera los dos extremos, esta caminata quedaría convertida en paseo para monjas. ¡Pero vaya pues consiga la plata!

Bajo los rayos de un sol inclemente fuimos recorriendo por predios de las veredas Morelia, San Luis, Tarqui, san Pacho y Tarroliso. Nombres éstos, algunos muy curiosos y llamativos, que van brotando por esta geografía paisa como matas de fríjol, al igual que los nombre de las quebradas, por ejemplo, nos encontramos con la quebrada “la Quebradona”

Precisamente en el punto llamado Partidas de Morelia, aprovechamos para regalarles unos bombones a unas niñas que charlaban bajo la mirada protectora de la virgen del Carmen. Ya en el propio Morelia hicimos la primera parada que Luisfer y Olaya disfrutaran de una cerveza heladita en una fonda caminera, y para recrearnos divisando el cerro Plateado, una imponente cumbre que termina en forma de sombrero. Como siempre, no faltaron las zonas de alimentación compuestas por granadillas, mandarinas, manzanas y abundante agua.

Hay que destacar el excelente servicio que prestan por esta región las busetas que le sirven a Urrao, municipio que sigue a Betulia, famoso entre otros, por sus granadillas de exportación y su queso urraeño. Sin exagerar cada media hora pasaba una de estas busetas, lo mismo que furgones repartidores, vehículos particulares, volquetas en cantidades industriales y maquinaria pesada para las obras, lo que convierte a esta carretera de un importante tráfico.


Las existencias de bombones se nos agotaron al llegar a una humilde casa al borde la carretera de donde salen tres hermosos niños, entre ellos una mona ojiverde que se resistía a salir para recibir el dulce. Al final lo hizo alentada por los consejos de los familiares que en buen número salieron para agradecernos el detalle.

Faltando 8 kilómetros comenzamos a ver nuevamente las obras en la carretera, a cargo de la empresa contratista que viene haciendo los trabajos desde Betulia. Las especificaciones de todo el proyecto están consignadas en la valla que encontramos al lado de la vía, información que nos vuelve el alma al cuerpo, pues veníamos alicaídos con al atraso inicial.

Se nota en la mayoría de los obreros el agradecimiento con el gobernador Aníbal Gaviria, y como tal lo predican a los cuatro vientos, pues gracias a su impulso fue posible sacar adelante esta necesaria obra, en una región que produce el 16% del café de Antioquia.Así mismo se nota en varias vallas la ayuda de la Federación Nacional de Cafeteros, mediante la habilitación de vías y la construcción de casas y centros de salud para varias veredas de la región.


Al llegar a la vereda la Raya nos encontramos de frente con la panorámica del pueblo, y con el paisaje de esos cafetales, algunos de los cuales dispuestos en tal forma que parecen acuarelas pintadas por Velásquez. Van apareciendo las provocativas fincas cafeteras con sus amplios corredores, con sus construcciones anexas donde se lava, se despulpa, se seca, se escoge y se empaca el grano.

A propósito, nos llamó la atención la forma como mandan el grano desde el cafetal hasta el despulpadero. En el cafetal construyen una tolva en la cual echan los frutos recolectados y por la acción del agua y la gravedad viajan por un tubo hasta un depósito donde es lavado para pasar a la despulpadora.


De la Raya para abajo comienza a verse los resultados de las obras. La vía es más amplia y el afirmado está listo para la pavimentación. Faltando 3 kilómetros comienza el pavimento hasta el pueblo, el cual nos recibe con las instalaciones del hospital que está siendo ampliado. A las 2 y 10 de la tarde tocamos tierra firme en la plaza de Betulia, tierra del lobato Londoño, sus padres y abuelos.

La iglesia de nuestra de la Inmaculada Concepción nos abrió sus puertas para manifestar nuestra gratitud al Todo Poderoso por habernos permitido hacer esta caminata y por darnos la oportunidad de volver al pueblito que nos vio nacer. Desde el atrio apreciamos el marco de la plaza y nuestro polaroid Olaya tomó las fotos a los lugares donde vivieron las familias de mis padres, digo a los lugares porque los enormes caserones de tapias con patio central y solar trasero ya no existen, los cambiaron mano a mano por casas corrientes o locales comerciales de material.

Indagando con algunos parroquianos en el parque principal, a quienes por la edad les calculábamos que habrían podido vivir en aquellas épocas, nos dimos cuenta que de aquella generación ya no quedaba nadie, o tal vez muy pocos. Es decir que estábamos en un pueblo muy cambiado al que dejamos porque casi siempre se cumple el ciclo migratorio en donde las familias de los pueblos toman asiento en las grandes ciudades y al pueblo llegan las personas que viven en las veredas.

Aunque teníamos programado quedarnos mucho más tiempo, porque el transporte de regreso lo habíamos hablado previamente desde Medellín, para hacerlo en uno de los taxis colectivos, optamos por regresar en la buseta que venía de Urrao y que partía a las 3 y 20. Tuvimos tiempo de tomarnos un franciscano refrigerio porque nuestro uniformado chofer aceleraba su buseta, la cual abordamos para acomodarnos en los puestos del 11 al 14.

Con sobre cupo partimos de Betulia a deshacer los pasos por la misma carretera. Volvimos a ver el cerro Plateado, la hermosa monita de ojos verdes a quien le endulzamos la tarde, los soldados de la patria cuidando la vida de los ciudadanos de bien, los obreros dejando su sudor en las obras, las fincas y sus cafetales y esas imponentes montañas que se repiten a la distancia.

Mientras observaba por la ventanilla todo este paisaje cantaba para mis adentros:

“Quien vivió en esas casas de ayer, casas viejas que el tiempo bronció, patios viejos color de humedad, con leyendas de noche de amor”

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

5 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE BIEN LOBATON TU CRONICA. HERMOSA Y BIEN LOGRADA. PARECE UNA TROVA DE SALVO RUIZ, TREPADA SOBRE UN GRANITO DE CAFE. FELICITACIONES HOME...Y LO MEJOR DE TODO, UN HERMOSO REGALO PARA TUS TAITAS.

JUANFER

Anónimo dijo...

Muy agradable crónica; ahí van confesando que el recorrido es en taxi o similar; lo importante de estos viajes ecológicos y saludables son los desayunitos light que llaman.
"By the way": como cuando estoy en vuestra finca quedo desconectado y sin noticias lo más de rico, tengo la obligación de dedicarme al viejo y solitario placer de la lectura; y en una de esas páginas inútiles me tropecé con un señor que dice que "virgen" se dice "betulah" en hebreo.
Puede que no haya relación, pero pensé en ustedes...

Unknown dijo...

felicitaciones!
un orgullo para todos los antioqueños contar con gente así de entusiasta y atrevida como ustedes.
(montar en taxi siempre es un peligro)

sociourbano dijo...

Nuevamente los visito.
Muy amena la crónica. No conozco la región. Invita a conocerla. Soy muy urbano y añoro mis pocos años de caminante.
Por aquí volveré para saber por donde andan.

Anónimo dijo...

Eavemaria mi Lobatico, que belleza de cronica y mas que fue dedicada a tus taitas, debiste sentir mucha nostalgia al volver a la tierrita donde naciste, tanta fue que terminaste de forma magistral la cronica, me mataste con esto que tarareaste para tus adentros:
"Quien vivio en esas casas de ayer, viejas casas que el tiempo broncio, patios viejos color de humedad, con leyendas de noches de amor", que romantico y triste a su vez.

Conejita Caperucita.
N.J.