Caminata Belén Los Alpes - Belencito

Fecha: sábado 4 de agosto de 2007

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle y Jorge Iván Londoño Maya

Duración: 4 horas

Nombre: Faldas de Paz

“Démonos fraternalmente el saludo de la paz” fueron las palabras pronunciadas por el sacerdote que oficiaba la misa de las 6 y 30 en la parroquia de la América, por lo que salí al atrio a darle mi mensaje de paz a Juanfer, que en ese momento estaba ojeando un ejemplar del periódico Colombiano, prestado por el vendedor de toda la vida. Es bueno mencionar que Juanfer es más conocido en estos entornos del barrio la América, que el mismo médico Vinicio Echeverri, quien hace pocos meses se fue a montar a la ciclo vía celestial.

Con este primer encuentro dimos inicio a nuestra caminata por algunos cerros del sector occidental de Medellín. Y digo primer encuentro porque faltaba el segundo con Luisfer, con quien teníamos programado encontrarnos a las 7 de la mañana en el supermercado el Consumo, allá en la carrera 80; es decir, que el tramo entre la iglesia de la América y el consumo lo hicimos como precalentamiento.

Luego de desgranar la mazorca de más de veinte cuadras de distancia y de despertar a los vecinos con el vozarrón de Juanfer, llegamos al Consumo en donde nos esperaba Zuluaga y Zuluaga, quien muy cómodo estrenaba la banca de uno de los nuevos y titinos paraderos de buses dispuestos por la administración municipal. Hablando de estrenes, el Juanfer se nos vino de camiseta con la foto estampada de su preciosa nieta Sarita, en una pose de actriz de cine de los años treintas.


Con el grupo incompleto, pues faltaba el polaroid Olaya, quien le dio por jugarle infidelias al descanso “prepago” de los días sábados, arrancamos con rumbo a la calle treinta, no sin antes entrar a la panadería de una esquina para tomar el desayuno al mejor estilo de lavador de buses, compuesto por gaseosa y canasta con buñuelos recién salidos de la piscina de aceite y uno que otro pandequeso o pastel de queso.

Continuamos por el barrio los Alpes, en dirección a la universidad de Medellín, en medio de las obras del metro plus. Allí entramos a conocer el interior de la iglesia el Santo Cura de Ars a la que, como a muchas iglesias, sólo le conocíamos la fachada. Bordeando la universidad llegamos al barrio Las Violetas, en donde comienzan a empinarse las calles y a oler a campo. Por las estrechas calles suben y bajan las volquetas repletas con el material extraído de las muchas canteras que se encuentran mas arriba.

La ciudad va desapareciendo y entramos a san Pablo que hace parte de la zona rural. Allí quedamos a merced de una empinada carretera pavimentada, rodeada de casas, pequeñas tiendas y ladrilleras al por mayor. En par ladrillos llegamos a la vereda Aguas Frías desde donde se vislumbra parte del sector occidental de la ciudad.

Comienzan las fincas y los sembrados, algunas de las cuales fueron propiedad de unos familiares de Juanfer, por lo que no perdía oportunidad para preguntar cual de ellas había pertenecido a los Echeverri, pero como siempre sucede, nadie le supo dar razón. Lo que si supimos fue que una de las partidas que encontramos lleva a San Antonio de Prado, por lo que ahí mismo la apuntamos para próximas caminatas.

El fuerte ascenso y la constante conversación; eso si, les juró que no hablamos del profesor Moncayo, fueron interrumpidos por el trote pausado y firme de unos pantaloncitos calientes metidos dentro de una simpática deportista a quien premiamos con una buena dosis de H2O bendita, pues como dice Olaya, nuestro pensador adoptivo, bendecir el agua es perder el tiempo, porque viene así desde el mismo útero de la madre naturaleza.

A las dos horas de conjugar los verbos andar y hablar, llegamos a la vereda el Morro en donde termina la carretera y comienza prácticamente el monte. Desde allí se observa todo el barrio san Javier, los cerros el Tobón, el Toboncito y el del padre Amaya con sus estaciones repetidoras. Siguiendo las instrucciones que nos dio un lugareño, encontramos la trocha que nos conduciría hacía el norte, concretamente al morro El Corazón.

Debido a lo empinado, la bajada es igual de fuerte a la subida. Aparecen las primeras casitas y con ellas un sendero construido en cemento con buenas especificaciones de labrado para evitar las resbaladas. La única estación la hacemos en un pequeño santuario donde se venera al Cristo crucificado.


Desde ese lugar se divisan los albores de la comuna 13, escenario de los otrora enfrentamientos entre bandas de diferentes matices, el cual terminó con la operación Orión, llevada a cabo por la fuerza militares bajo la orden directa del Presidente Uribe. Pero no sólo se ve la comuna, también están los nuevos edificios de la escuela, el colegio y el comando de la policía.

Desaparece el pequeño sendero y llega la carretera aún más pendiente, llena de casas, de personas amables que nos saludan al paso, de niños que juegan desprevenidamente. El barrio el Corazón nos da la bienvenida con sus negocios de abarrotes, sus mercados, sus carnicerías bien surtidas, las legumbrerías, las ferreterías, los depósitos de materiales. Los muchachos del colegio preparando la salida en buseticas para algún paseo, los buses, los taxis, los policías en sus motos. Hasta tiempo sacamos para refrescarnos con una gaseosa bien helada y alguna parvita, pues esta vez nos vinimos bajitos de peso y de bastimento.

Luego de atravesar el corazón por su vena cava, pasamos al barrio Belencito, con sus calles menos empinadas y más amplias, con una zona comercial muy completa y un tráfico mas congestionado. Allí entramos el convento de la madre Laura, a cerrar con broche de maíz, arroz y carne nuestra caminata. En efecto, allí estaban las exquisitas empanadas que vende la hermana Olga, quien además de rezar administra la cafetería con lujo de Ardila Lule. Esas empanadas las llevábamos entre ají y ají, porque en la caminata que hicimos por Medellín tuvimos la oportunidad de probarlas; y claro, quedamos antojados.

Terminada la media mañana, seguimos bajando hasta el barrio Santa Mónica. En la calle 35 despedimos en taxi al Zuluaga y Juanfer y yo seguimos hasta san Juan, no sin antes echarle un vistazo a la cuadra y a la casa donde vivió el suscrito sus últimos años de soltero, antes de contraer nupcias con misia Marta Ligia, suceso que cumplió los treinta años. Pasamos también por la cancha de la escuela, donde todos los sábados jugábamos fútbol desde la una de la tarde hasta cuando ya no se pudiera ver el balón, con marcadores de 27 a 21, por ejemplo, y rematando en la tienda de don Adelfo, que ya no existe, con cincuenta pesos de salchichón, un pan y colombiana.

En la calle San Juan cogí el taxi para mi casa y Juanfer se fue a pie para la suya pues le queda a escasas tres cuadras. Llegamos con tiempo de sobra para almorzar en nuestras casas, hacer la siesta y asistir por la tarde al desfile de carros antiguos y clásicos.

Más que una caminata, fue un recorrido por caminos donde antes imperaba el terror, pero ahora florecen las sonrisas de los niños y la esperanza de los mayores.

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Huyyy!!! que bacanería de crónicas estas del tío Lobato pués. No deja dato sin pedrada, ni aguja sin hilo, para organizar y tejer ideas.
Que rico saber que esa comuna 13, si logbró la paz y hace proyectos especiales con los niños y jóvenes, pa'que no se vuelvan a guerriar entre ellos, ya que esa no es la idea. Mi abuelo debió gozar m,ucho, ya que esos montes fueron camino de sus "chincherias" "deniantes".
Felicitaciones tío,

Sara - Jerónimo

Anónimo dijo...

Te doy la razon mi querido Jorge Ivan, nada como visitar la cuadra donde fuimos tan felices en la niñez o juventud y mas que te trajo el bello recuerdo de que alli pasaste tus ultimos años de soltero antes de contraer nupcias con doña Marta, y ya van 32 felicitaciones.
Muy hermoso lo que dijo Carlitos acerca del agua " bendecir el agua es perder el tiempo porque viene asi desde el mismo utero de la madre tierra" hermosa apreciacion.

Coneja.