Caminata Chuscalito - Santa Elena

fecha: 11 de agosto de 2007

Integrantes: Luis Fernando Zuluaga Z. y Juan Fernando Echeverri Calle

Nombre: Flores, Silleteros, Tradición y Libertad.

Aún bajo los efectos de la lluvia caída la noche anterior, en una mañana opaca y algo fría, los caminantes que dijimos “presente” al llamado de nuestro encuentro sabatino con la naturaleza y el buen vivir, nos encontramos a las 6:59 a. m. en la bomba de San Diego, para acometer nuestra caminata No. 128 y la sexta rumbo al hermoso, pacífico, florido e inigualable corregimiento de Santa Elena, cuna de las flores y patria de los silleteros, quien precisamente mañana 12 de agosto y como culminación a la Feria de las Flores, se aprestan a celebrar los cincuenta años del “desfile de silleteros”, símbolo de nuestra ciudad, único en el mundo y el cual ya ha sido exportado a varios países, siendo patrimonio cultural de Antioquia y de Colombia.


Apeados en un moderno taxi de Tax Individual (valga la cuña) y siendo las 7:03 a. m. nos dirigimos en par patadas por la vía a las palmas, hasta el restaurante “El Chuscalito”, donde luego de caminar unos quinientos metros, en medio de puentes en gestación, separadores que cobran forma, cúmulos de materiales, cuadrillas de trabajadores, maquinaria y pantano, iniciamos nuestro ascenso hacia el alto o mirador de La paloma, por un camino bastante mojado y liso, pero muy familiar para nosotros, el cual a tramos se empina, internándose en hermosos sembrados de pino.
Este escenario fue aprovechado por Zuluaga para tomar sus “visticas” y que contrasta, con el inmenso daño ecológico que se hace a la montaña y al Valle del Aburra, con las modernas construcciones que en estas laderas se vienen levantando, con la increíble aquiescencia de nuestras “autoridades”, además de las quemas, que como cicatrices eternas se ven sobre el terreno y sobre las cortezas de los pinos, gracias a la acción de esos bandidos impunes, que denominamos pirómanos.

Suave, conversado, sin afán y degustando el olor del pino, el aire puro, el canto de las aves, el hermoso paisaje que nos presenta la ciudad de Medellín a nuestras espaldas, embrujada en un “saquito” de niebla, como una abuela lejana, entregada a sus labores, fuimos ascendiendo los caminantes y amigos rumbo a nuestra meta en Santa Elena.

En medio de nuestro ascenso y nuestra variada conversación, salpicada de toda clase de temas y asuntos, no podíamos dejar de recordar que hoy precisamente, estábamos celebrando los ciento noventa y cuatro años de la “independencia de Antioquia”, lo cual obviamente ratificamos izando la bandera blanca y verde en nuestras casas; pero que da pié también, para recordar, que la verdadera “independencia” se logró el 12 de febrero de 1820, cuando el más valiente militar que ha dado Colombia, el General de División José María Córdova, acalló con su carga y su grito de guerra, en la Batalla de Chorros Blancos, el último bastión del odioso español, asentado en estas irrespetables breñas.

Que riqueza de paisaje y de naturaleza, la que aún podemos gozar en estas lomas que encierran a Medellín, que abundancia de aguas que se filtran entre las piedras y barrancos, gracias a las lluvias caídas y que maravillosa sensación de pasado, de legitimidad e historia se siente, cuando nuestros pies se asientan sobre esas piedras tejidas por nuestros Aburraes, hace más de cuatrocientos años, para dar forma al camino, ese por donde comerciaron con los Catíos, Tahamies, Nutabes, Quimbayas, Cholos, Senufanaes…… el mismo que luego utilizaron los irreverentes españoles en su paso desolador y de muerte por estas tierras; ese mismo que cruzaron los arrieros con sus mulas cargadas de progreso y ese mismo que hoy recorremos los “Caminantes” en nuestras trajinadas salidas, con olor a naturaleza, a ecología, a amor por el medio ambiente y dolor por la diaria tortura y destrucción a que se ve sometida “natura”.

Como hacían de falta nuestros compañeros caminantes: Jorge Iván Londoño M. y Carlos A. Olaya B., ausentes hoy por asuntos de fuerza mayor, ausencia que en lo particular, amortiguo con la imagen de mi nieta Sarita en mi pecho y sobre mi corazón.

Así, en medio de pinos, bosque de vegetación nativa que se cerraba sobre nuestras cabezas, humedad, olor a verdor y presencia de notas musicales en las gargantas de las aves y acompañamiento de las piedras tejidas en el camino, llegamos a un calvario rústico, que en madera se hizo hace mucho tiempo ahí cerca de la cima de la Paloma, donde Zuluaga, en un acto espontáneo y humano, que logré plasmar en una foto, dirigió sus manos al cielo, acompañando con una plegaria, su solicitud al Altísimo, de bienestar en los hogares de todos sus amigos y caminantes.


Eran las 9:20 a. m. cuando los Todo Terreno, más diezmados que las tesis del tal profesor (más no maestro) Moncayo, llegamos al corregimiento de Santa Elena, en su vereda El Plan, e inmediatamente llegó a nuestros sentidos, ese olor de fiesta, de flores, de naturaleza hecha fiesta y de creación improvisada sobre una rústica silleta. Esta tierra es diferente a todo: Que paisaje, que jardines, que gente, que fincas, que paz y que tranquilidad y que clima.

Por un camino veredal, plano y muy bien tenido, enmarcado por fincas hermosas, con sus hatos de ganado lechero, sus rebaños de ovejas y sus celosos perros que salen a nuestro encuentro como pidiendo explicación a nuestra presencia, continuamos nuestros pasos rumbo a la cabecera del corregimiento, mientras se aumentaba el bullicio, la presencia de campesinos y habitantes, que en sus viviendas improvisaban sus negocios de pasteles, arepas, empanadas, chorizos, tamales, artesanías, flores y toda clase de viandas para aprovechar la fiesta, esa que se constituye en el eje central de la Feria de las Flores, el Desfile de Silleteros y aquí en Santa Elena, es la cuna de ellos y de sus flores y es todo un acontecimiento la víspera al desfile, cuando se puede ver en vivo y en directo la “germinación” de una silleta, esa que en rústicos armazones de madera, guadua, bambú, icopor y cartón, espera ser vestido con las más hermosas flores, el más variado y apropiado follaje y el más sentido ingenio de silleteros, que con paciencia, flor a flor, palito a palito, hojita por hojita, van dando vida a sus silletas, mientras dejan oír su voz en los mensajes, con que van rematando las mismas.

A lado y lado del camino, también podemos ver y contemplar los hermosos cultivos de papa, mora, tomate de árbol y por supuesto los inmensos cultivos de flores de todas las especies clases y colores. Mientras nos dirigíamos a la cabecera, nuestros oídos fueron agradablemente heridos por ese: “…a cantar a una niña yo le enseñaba/ y un beso por cada nota ella me daba/ y aprendió tanto y aprendió tanto/ que aprendió muchas cosas menos el canto”.

Efectivamente, la canción salía de la finca La Alquería Del Silletero, hermosa casa campestre, de gran tradición, quien desde hacía varios días se venía engalanando para la celebración de los Cincuenta años de los Silleteros” y fue así, como los caminantes, ni cortos ni perezosos y con esa timidez que nos caracteriza y esa dificultad para entrarle a la gente, ya que “somos como SAM: Hacemos amigos viajando”, sin saber como, estábamos sentados al lado de los flamantes músicos y degustando sus canciones.

Igualmente nos dirigimos al corredor de la casa, donde pudimos conocer la silleta que allí se construye, ya casi terminada y que será un homenaje e la Vereda El Plan, a esos Cincuenta Años de los Silleteros”; situaciones y estampas plasmadas por la lente emergente y de gran calidad de Zuluaga o Melitón”, si así se le quiere decir, ya que se lo merece.

Nos despedimos de esta gente tan formal y atenta y seguimos nuestro camino, en medio de ventas y negocios improvisados; campesinos con bultos al hombro, señoras con bolsas en la mano, otras con sus manojos inmensos de flores multicolores, música para todos los gustos y felicidad, mezclada con una gran dosis de paz y convivencia, fórmula mágica para una calidad de vida simple, honesta y buena, que sólo en estas tierras se puede lograr, lejos del mundanal ruido del que “sólo han podido escapar, los pocos sabios que en este mundo han sido”.

Por fin y frente a nuestros ojos, se abre su parque, pequeño pero imponente y bien arreglado y mejor tenido, con sus gentes felices, sus ventas callejeras, su mercado, su iglesita con su torre mirando al cielo como elevando una plegaria, su fuente, sus casitas simples y hermosas y resaltando: La imponente y hermosa obra en bronce de la maestra Piedrahita, inaugurada durante la Alcaldía de Sergio Naranjo Pérez, como merecido monumento eterno a los “silleteros”, una raza que ha mantenido y mantendrá por siempre viva, la presencia de Antioquia en los corazones de la tierra, especialmente cuando se dice con orgullo: “Cuando los silleteros pasan, es Antioquia la que pasa”.

Dirigimos nuestros pasos hacia la iglesia a dar gracias al Creador por habernos hecho caminantes, pero de los de verdad, no de esos soportados en ridículos protagonismos y oscuros aprovechamientos politiqueros. Y por habernos dado la oportunidad de participar cada sábado de tan hermosas experiencias. En nuestro camino y en pleno atrio, abordamos a dos periodistas de Tele Antioquia: Alejandra y Federico, quienes prestan su servicio al programa “Por las Buenas” y que en ese momento hacían un documental sobre “Los Silleteros”, quienes nos tomaron nuestros datos, para una posible entrevista futura, ya que nuestra labor de caminantes, comprometidos con la naturaleza y el medio ambiente, perfectamente lo ameritan.

Saliendo de la iglesia y como según Zuluaga, “nosotros no salimos a sufrir” nos dirigimos a un pequeño negocio ahí junto a la casa cural, donde venden ensaladas de frutas y helados y tomamos asiento en una de las mesas protegidas por paragüitas, desde donde se divisaba todo el corregimiento en su parte urbana, incluido el colegio y la sede del Corregidor, hermosas construcciones dignas de una ciudad grande, así como pudimos también observar la gran cantidad de vehículos y buses de transportes especiales, que iban llegando atiborrados de turistas.

En el citado lugar pedimos sendos desayunos consistentes en ensaladas de frutas con helado, las cuales nos fueron servidos en una bandeja honda, repleta de toda clase de frutas picadas, cubierto todo con delicados helados en tres sabores, salpicados con suaves cremas dulce y adornada con barquillos; sin lugar a dudas el desayuno más sano que hemos consumido en nuestras ya múltiples salidas.

Igualmente aprovechamos para comprar nuestro catecismo Astete de cabecera EL COLOMBIANO y leer como siempre la columna Just Gentium del dilecto amigo Don Raúl Tamayo Gaviria, quien se lució dándole un merecido palazo en las espaldas, a esos que “se dicen caminantes de la paz”, pero que con las “patas” borran lo que hacen con los pies. Ya los lectores, si alguno por causalidad se asoma a estas líneas, sabrá a que me refiero. Igualmente, leímos con satisfacción la revista NUEVA en su artículo “Con Viena”, en el que su directora y “angelito de la guarda” de Los Todo Terreno, Doña Viena Ruiz, quien está de visita a New York por estos días, nos hace un recorrido gastronómico por la gran manzana.

Livianos, felices y complacidos con esta delicia de desayuno, tan diferente a nuestros “calentaos” y desfile de fritos que generalmente acostumbramos y comentando y rumiando las columnas leídas, salimos nuevamente en nuestro recorrido. El gentío aumentaba paralelamente con la alegría de la víspera de fiesta y desfile y el sabor a paisanaje, se regaba por los cuatro puntos cardinales del corregimiento, con presencia de flores y mujeres hermosas como no se ven en ninguna otra parte y que conste que no es exageración.

Enterándonos de las situaciones, consultando a los parroquianos y empapados sobre las actividades que se desarrollarían, nos dirigimos hacia las veredas El Placer, Piedra Gorda, Barro Blanco, San Luis, El Rosario, Mazo, las cuales son cruzadas y comunicadas por hermosos senderos ecológicos, muy bien señalizados y mantenidos, gracias a la labor desarrollada por Corantioquia y las EE PP M. quienes se han preocupado por el mantenimiento del ecosistema y en especial de todo lo que tiene que ver con el cuidado y limpieza de la quebrada Santa Elena, la misma que pasa por debajo de la Avenida La Playa allá en Medellín.

Hermoso y lleno de experiencias fue nuestro caminar por las veredas visitadas, entrando a las fincas para ver cómo nace una silleta, ya que casi todas estaban apenas en plena ejecución, dado que este año, el desfile de silleteros, como cosa rara, ya que no ha sido costumbre, sólo saldría de los alrededores de la Universidad Pontificia Bolivariana (Laureles), hacia las 3.00 p. m. del domingo doce de agosto, es decir, los silleteros no tenían afán con sus silletas y los turistas tampoco en arribar a la fiesta en Santa Elena, es decir, presumíamos que hacia las siete u ocho de la noche, el corregimiento sería todo un mar de gente, sumergida en la sana alegría de la tradición de la flores, del orgullo paisa, de la simpleza campesina y de la belleza de los espíritus, de esos hombres y mujeres que años por año, con sus espaldas encorvadas y soportando el peso de sus silletas en un recorrido exigente, le recuerdan a Colombia y al mundo, que las flores son una forma de contar las cosas y desarrollar la grandeza de una raza que no se muere ni se destiñe, pese a las dificultades que día a día tenemos que enfrentar, pero que también día a día, se superan con la frente en alto y ondeando las banderas de la esperanza y el progreso.

Siendo las 2:15 p. m. Algo cansados de caminar, ingresamos al Vivero Barro Blanco, donde sus propietarios, también silleteros, elaboraban sus silletas y habían improvisado una típica venta de almuerzos y si señores y señoras, allí instalamos nuestros cayados y nuestro cansancio, para pedir el merecido almuerzo hecho en fogón de leña, entre aires de bambucos, pasillos y cumbias; consistente en un mondongo para Zuluaga y para Juanfer un Sancocho de espinazo, como nunca se había visto en otras caminatas, acompañado todo con banano, arepas, aguacate, ají, arroz blanco y deliciosa ensalada, platos que consumimos en lo que demora un militante de El Polo en aprovecharse de cualquier situación que sea adversa a la Patria, para hacerse sentir.

Con nuestra misión cumplida, volvimos a la carretera principal satisfechos con tanta belleza y con los corazones llenos de las más sincera antioqueñidad, dudando si quedarnos o no, pero realmente ya era suficiente, así que siendo las 3:30 p. m. aprovechamos para tomar una buseta de Robledo, ya que había servicio libre de casi todas las rutas de Medellín hacia Santa Elena y viceversa y por módicos $4.000.00 por cayado, que presumimos se echó el chofer a su bolsillo, fuimos devueltos a “Medallo del Alma” quien se prepara para contemplar con orgullo y satisfacción, el Desfile 50 Años de los Silleteros y concluir con broche de oro, matizado con paz, tranquilidad, alegría y seguridad una versión más de LA FERIA DE LAS FLORES, la cual consideramos no puede seguir siendo soportada, por obvias razones de principios, que saltan a la vista, por “Antioqueño” el Anfitrión, ni por ese inmerecido premio que “dizque” merecen los héroes, ya que como decía mi viejo “Cuando las cosas no son normales, son anormales” y tiene que haber algo en nuestras raíces, nuestras fiestas y celebraciones, ya vayan más allá de los etílicos; aunque hay que repetir hasta la saciedad, Medellín se sobró en estas fiestas, donde por fortuna, fueron erradicados los concursos de belleza, para darle el verdadero valor a la mujer, se le hizo invitación especial a la paz y los eventos culturales abundan para todos los públicos.

Hay que resaltar, la constante presencia de la Policía Nacional y de nuestro Glorioso Ejército, custodiando y cuidando, la vida, honra y bienes de los participantes en la feria.

Igualmente, se resalta y aprecia la intervención de las Empresas Varias de Medellín, quien desplazó sus “escobitas” a Santa Elena para que recogieran todos esos envases, botellas y basuras, que los ciudadanos “dizque” cultos, se empecinan en arrojar al piso y a los caminos y quebradas, no obstante existir recipientes para ser depositados.

Medellín, ciudad de las flores...
Su alegría y fiestas como ninguna,
Pero Santa Elena sin discusión,
De las flores es la cuna.

Cordial saludo y vayan en paz, esa que a veces es esquiva, pero que hoy más que nunca podemos lograr,

JUANFER

5 comentarios:

Anónimo dijo...

CLARO QUE HAY CAMINO.....Y LO HICIERON LOS CAMINANTES, PARA QUIENES NO CAMINAN. ANIMESEN, PARA QUE SEPAN LO QUE ES ROBARLE UN BESO A "NATURA" MIENTRAS ALIMENTAMOS LOS ESPIRITUS.

JUANFER

Anónimo dijo...

Home lobatoncito, pone cuidado q ahi viene el silletoncito de Echeverry capando redaccion.
Bacano tu relato. kalma

Anónimo dijo...

Muy poética caminada.
Esa loma de Chuscalito yo no sería capaz de subirla ni en Jeep.
He estado en vísperas del Desfile en la zona y es uno de los mejores programas que existen.
Sobre el almuerzo: aquí sentí el olor, pero... pero, ¿cómo te dijera? a mí, me pareció poquito, a menos que esa fuera la sopita y luego, ahí si, el plato fuerte.

Anónimo dijo...

Juanfer,Zuluaguita se ve que no los diete nada si de cminar se trata, aunque ustedes dos solo hicieron el recorrido, fue suficiente para llevarnos de la mano y disfrutar de esta, Juanfer muy bella cronica y preciosas fotografias Zuluaguita.
Me disfrute la ensaladita de frutas si hasta me chupe los dedos.

Conejita
N.J

Anónimo dijo...

Hola caminantes Todo terreno, deliciosa caminata con ustedes. En la próxima en el mismo camino La Paloma deténganse en El Vagón, Sala Múltiple, que ahora tiene una presentación diferente a la que encontraron a su paso,cuando tomaron la foto con las ovejas. En Feria de Flores, tendremos "Mantel de Cuadros" un programa para gente que da gracias al creador, Dios Padre. Telefono 5381142 zuvagon@hotmail.com