Caminata Entre Cerros

Fecha: 6 de octubre de 2007

Participantes: Gloria Gutiérrez Gómez (La Cola de Caballo que Sonríe y Goza) Luis Fernando Zuluaga Zuluaga (El Melitón Zuluaga)
Jorge Iván Londoño Maya (El Lobato) y Juan Fernando Echeverri Calle (Juanfer)

Nombre: ¡EN MEDELLÍN ESTAN SUCEDIENDO COSAS MARAVILLOSAS!

Sábado 6 de octubre, hora 7:00 a. m. Los caminantes Todo Terreno, con la ausencia de Carlos A. Olaya B, por asuntos laborales, pero con la grata presencia de Gloria, la “Colecaballo” que sonríe, saluda, goza y transpira simpatía, nos encontramos en la estación Industriales de nuestro Metro de Medellín para aprestarnos a adelantar la más corta de las caminatas hasta ahora hecha por nosotros, ya que en horas de la tarde teníamos una invitación especial y muy reservada de Doña Carmenza Montoya de Zuluaga, la esposa de nuestro acompañante insignia: Luis Fernando Zuluaga Z. conocido como el “Ojicontento” o el “Melitón Zuluaga”, por su habilidad en desarrollar las actividades que le distinguen y a quien Doña Carmenza le tenía preparada tremenda fiesta con motivo de cumplir en octubre 11 sus sesenta años de vida, siendo los Todo Terreno invitados de honor por lo que no podíamos faltar; lo cual obligaba a que nuestra caminata fuese muy corta.

Que más correcto entonces, que haber elegido una caminata urbana desde la estación Industriales hasta el Cerro Nutibara y desde allí hasta el Cerro El Volador (antiguo Everfit), para visualizar desde lo alto de nuestros hermosos oteros la panorámica de la ciudad, comprobar su belleza y desarrollo y muy especialmente palpar algunas obras ejecutadas por la excelente y honesta administración del doctor Sergio Fajardo V. (la cual debe continuar) relacionadas con la remodelación del Pueblito Paisa, arreglos introducidos al parque de las esculturas, tratamiento especial a la vieja arborización, nueva siembra de árboles y mantenimiento y creación de senderos ecológicos. Igual situación e inquietud para el cerro el Volador.

Efectivamente, previa mirada a las obras que adelanta Bancolombia de su gigantesca y funcional sede, la cual será orgullo y uno de nuestros símbolos de ciudad, iniciamos nuestros pasos los cuatro caminantes a las 7:40 a. m. rumbo al Nutibara, buscando la entrada sobre la 30, bajo una mañana muy fresca, pero que mostraba desde ahora que el sol que nos acompañaría no sería tacaño en repartir sus rayos y su calor, no obstante el fuerte invierno que hoy vivimos. Para esta salida, no trajimos cayados ni morrales ni nada,….sólo nuestras gorras, nuestra alegría, nuestra cháchara y nuestro interés de sopesar y reconocer lo nuevo de nuestra ciudad.

Llegados a la entrada principal del cerro, donde además se adelantan trabajos de construcción de una hermosa portería, la cual estará provista de un “cobro de peaje” para los automóviles que ingresen a nuestro verde pulmón interior, arrimamos a una vieja y conocida venta de frutas, donde con salpicón y deliciosas rebanadas de piña, hicimos nuestros nutritivo preaviso al desayuno, para iniciar el ascenso a la cima por uno de sus senderos peatonales, escrupulosamente trazado y mucho mejor empedrado, por el cual, entre escalones que demarcan el ascenso y en medio de una arborización hermosa, que aliviaba los rayos del sol sobre nuestras espaldas, pronto llegamos a la cima, coronada por las inmensas banderas de Colombia y Antioquia, las cuales son donación y mantenimiento del Club de Rotarios, las mismas que sacudidas por el viento dejan en el ambiente un sabor de Patria y homenaje a la tierra, esa que sentimos en nuestras banderas por fortuna la inmensa mayoría de los ciudadanos, ya que hay quienes, fríos de corazón y pobres de sentimiento, ignoran nuestras insignias.

Efectivamente, estábamos en el Pueblito Paisa; recientemente remodelado y hermoso, con sus amplios parqueaderos, su funcional zona de comidas, sus bien distribuidas casetas para venta de artesanías, sus bellos jardines en flor llenos de colorido y abigarrada belleza, cual tendido de cama hecho de retazos, de esos que con paciencia aguja e hilos muy blancos, hacían nuestras legendarias abuelas.

La arborización, los desagües, las esculturas, el Busto de Don Tomás Carrasquilla, el Cacique Nutibara y su mujer, la Madre Monte, hacen de antesala a ese caserío, el cual como replica de un pueblo de la “Antioquia Grande y Altanera”, parece se hubiera tatuado con agujetas de tiempo sobre la cima del cerro, no sólo como referente indeleble de nuestra cultura, sino como agridulce homenaje a ese pasado de grandeza, que hoy hace rato se nos fugó, como se fuga el viento por entre las ramas de los árboles.

Una plaza pueblerina que se abre coronada en sus medios por la fuente de piedra , de la cual brota el agua cristalina y perezosa desde el ánfora de una mujer esculpida en su centro.

Al frente y en un costado, la iglesita humilde, de blancas paredes, puertas de madera con color de nostalgia añeja, sus bancas simples y rígidas, sus estaciones pintadas por niños y sus santos viejos, muy viejos, con sus vestidos desteñidos y sus rostros pálidos, sembrados de vetustas oraciones, que apenas alcanzaron a alzar su vuelo en el tiempo, sin llegar al cielo.

La torresita pequeña que eleva su techumen al cielo, el cual defiende la campana, esa que olvidó el tañir en las mañanas, para anunciar a Dios enquistado en el misterio. La escuela, la alcaldía, los almacenes, los restaurantes típicos, la venta de chucherías y de antojos pasajeros, el mercado, los pasillos y callejas, que se divisan desde varios niveles, la casa de los abuelos, la casa cural……

Y abierta, con sus puertas de par en par, no obstante la hora temprana y los pocos visitantes, La Barbería del pueblo, con su espejo de fondo, su vitrina con sus barberas, tijeras, frascos de Mariotte, cepillos, brochas para afeitar, jabones, menticol, alcohol, crema para afeitar y peines. Y vacías, cual yelmo de Membrino, las viejas butacas para los clientes.

En el centro, silenciosa, como reclamando ese protagonismo de ayer, olvidado hoy y ahogado en los “femeninos” salones de belleza. la antigua, hermosa e imponente silla giratoria de motilar, parada sobre su única y gruesa pata, con su asentador de cuero para las barberas que cuelga a la espera de amansar el acerado filo, con su recuesta cabezas para comodidad del cliente al igual que el soporte de pies, su palanca para subir y bajar según la estatura del “paciente” y el recuerdo de las miles de motiladas y afeitadas, que entre bostezos, chismes, cuentos, risas e historias repetidas,.bien o mal contadas y el sonar del viejo radio Philco, con las canciones de entonces, hicieron su razón de ser. Allí, sobre esta hermosa y nostálgica silla, con apariencia de silla de torturas o silla eléctrica, hicimos turno Los Todo Terreno, para afeitar o que nos afeitaran, quedando “estos infantiles recuerdos”, de viejos remozados, gravados en la lente de Melitón Zuluaga.

Subimos al mirador, ese que se ubica sobre el tanque de agua de las EEPPM, y desde allí pudimos observar, gracias a la ampliación de los parqueaderos y a la tala de algunos árboles viejos, chamizudos e inútiles, obviamente reemplazados, una hermosa vista sobre el Noroccidente de la ciudad, resaltando la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, los nuevos edificios y las nuevas urbanizaciones, esas que se aferran a la montaña, como queriendo precipitarse al otro lado de nuestras cordilleras.

Gratamente sorprendidos por nuestro cerro y nuestro Pueblito Paisa, sólo recomendaríamos a la Administración, hacer efectiva la garantía de calidad a los contratistas, ya que el amplio y cómodo parqueadero muestra algunas lozas y adoquines rotos, así como desniveles, que pueden originar problemas con las lluvias. Igualmente se podría dar una manito de pintura a algunas paredes en varias de las edificaciones.

Volvimos nuestros pasos, plenamente convencidos de la recuperación del Pueblito Paisa para el turismo de Medellín y de Colombia, y convencidos que definitivamente en Medellín “están sucediendo cosas maravillosas”, e imposibles de negar y mucho menos ocultar, inclusive hasta por los más enconados y escépticos enemigos de la ponderación, esos que por infortu-
nio, nunca faltan.

En medio de cauchos, mangos, cascos de vaca, guayacanes, fresnos, tulipanes del Africa, nísperos, guayabos, naranjos, acacios, búcaros y otras especies. Cantos de pájaros y nuevamente por otro sendero ecológico, empedrado y bajo un sol tímido y en un ambiente fresco, con nuestras montañas presentes en los cuatro puntos cardinales, pintadas a tramos con nubecillas blancas y desordenadas, pronto estábamos sobre la carrera 65 rumbo al Cerro El Volador, el segundo otero a visitar.

Aquí en la 65, sobre la base del Nutibara, con una buena arborización y ahí en plenas goteras del barrio Fátima, desconsolados pudimos ver algunas bolsas de basura y escombros arrumados gracias a la actitud mal educada y anticívica de algunos ciudadanos, carretilleros y volqueteros, que así como los “enemigos de la ponderación” y las buenas hechuras, tampoco faltan.

Caminando sobre la desteñida “cicloestorbo”, esa que nos metieron en Medellín, así sin dolor, enterrando los dineros del pueblo y en cuyo trayecto no encontramos ni un solo ciclista, nos “topamos” con una llamativa cafetería sin aviso y sin nombre, de la cual salía un agradable aroma a buñuelo y parva debutando con su efímera hoja de vida en el interior de un horno y hacia allí dirigimos nuestros pasos, donde muy atentamente atendidos por sus propietarios, una joven pareja conocedora de su oficio, ante nuestro pedidos nos sirvieron la infaltable cervecita para Melitón Zuluaga, quien no paraba de hacerle click a su cámara; agua para Gloria y el delicioso Mr.Tea para el Lobato y Juanfer, al tiempo que en repetidas entradas y sin partir ruedo, dimos cuenta de deliciosos buñuelos, pandebonos y tremendas empanadas, encaramadas en tacones de tres pulgadas. Todo esto, como preaviso del preaviso a nuestro desayuno, que en El Volador nos esperaba.

San Juan, Colombia, La Iguana y casi sin darnos cuenta, allá lejos sobre la 65, el ingreso al Cerro El volador, el cual agarramos por uno de esos caminos naturalmente forzados que han hecho esos cotidianos caminantes que hacen camino al andar, y en medio de un espeso bosquecillo de acacios forrajeros, camino que pronto nos dejó servidos en la carretera principal, la que lleva a la cima del Volador, donde hace años, muchos años, reposó el “gamo” de Everfit, ese que los aviones casi tocaban con las puntas de sus alas cuando inclinaban sus narices para aterrizar en el Enrique Olaya Herrera, en Belén las Playas.

Gloria, nuestra colecaballo que encanta, gozaba con nuestros apuntes y no se cansaba de reconocer “que no conocemos nuestra ciudad” al tiempo que admiraba las bellezas de la misma.”, situación que era confirmada por el muy autorizado concepto del Lobato.

Con paso alegre fuimos ascendiendo a buscar la cima de El Volador, por la muy buena carretera existente para tal fin, sembrada a lado y lado de guayacanes, azulinas, achiras, vegetación nativa, guayabos, fresnos y en general, gran cantidad de árboles plantados por las EEPPM., entidad que ha hecho grandes esfuerzos por mantener todos los cerros tutelares de Medellín, su conservación y protección de su ecosistemas; ya que Medellín hoy es conocida como “Ciudad de Cerros” y en ella, gracias a la actual Administración, se ha institucionalizado un evento de deportes extremos a nivel internacional, denominado “Siete Cerros” con gran éxito y reconocimiento por los deportistas que en el mismo han participado, siendo el último de los celebrados hace pocos días con participación de más de cincuenta países.

Remitiendo nuestros pasos hacia un sendero ecológico y peatonal, hecho en piedra fijada con cemento y recubierta con una especie de resina color terracota, recorrimos el cerro en tramos boscosos, o por pastizales, interrumpido el sendero por puentecillos en madera inmunizada y nuevamente volvimos a la carretera principal, ahí donde se encuentra el tanque de agua de las EEPPM, ventas de frutas y comidas al lado de la citada carretera, aprovechando una de ellas para pedir nuestro desayuno, consistente en jugo de naranja, salpicón y piña, mientras entre gracejos y dichas contemplábamos abajo el paisaje de una Medellín hermosa y medio brumosa, extendida hacia los cerros lejanos. A unos pasos de nosotros, los cebaderos de aves, en los que remolinaban los azulejos de varios clases, carpinteros, estorninos, canarios, silgas, tórtolas, torcazas, periquitos, pinches, cardenales y otras especies, mientras que en los jardines que delimitan los senderos, las mariposas volaban, con su zigzagueo irregular y loco, como jugando a las escondidas con el viento que las quiere arrastrar lejos de la flor que les ofrece su néctar y su polen.

Reiniciada nuestra marcha pudimos comprobar en uno de los miradores de madera inmunizada, que parece quisiera saltar sobre la panorámica de la ciudad, que así, songo soróngo, teníamos visita. Efectivamente desde la frutera, se nos había “pegado” un simpático muchacho (que falla, no le preguntamos su nombre), quien aparentemente sorprendido por nuestra presencia, nuestra conversación y el interés en la naturaleza, el medio ambiente y en la ciudad, quiso saber de nosotros y nos acompañó hasta el mirador en lo más alto del otero, nos sirvió de fotógrafo y hasta de guía, ya que nos contó y mostró algunas situaciones interesantes del Volador, como el estado del cementerio indígena, de nuestros antepasados los aburráes, hoy en manos de la Universidad de Antioquia, las réplicas de esculturas indígenas que se ubicarán en algunos sitios estratégicos del cerro y que tuvimos oportunidad de conocer, así como los proyectos que se tienen con este importante accidente orográfico, el cual sin lugar a dudas, será un hito turístico de Medellín en un futuro no lejano, soportado por la seguridad que hoy impera en el Cerro donde se tiene vigilancia policial, una pequeña base militar y el servicio de guarda bosques, quienes se encargan de velar por la flora y la fauna, ampliamente recuperada.

Vueltas y revueltas, teatro al aire libre, subidas y bajadas, barrancos en picada, admiración del paisaje y de la ciudad abajo, la cual se divisa en un radio de trescientos sesenta grados, un cielo medianamente nublado, un sol brillantemente opaco y la admiración de los caminantes con la transformación del cerro, ayer en manos de delincuentes, hoy en manos de la seguridad y la citadina naturaleza, la cual en tiempo mediano florecerá en amarillo intenso, aferrado cual tapetes saltones sobre los más de mil quinientos guayacanes sembrados por nuestras EEPPM..-

Devolvimos nuestros pasos en medio de banquitas de madera, asientos para el descanso de visitantes y plataformas, sobre las que retozaban amantes ocasionales, quienes confundidos en un solo beso, ofrecían a Eros y a Venus, ese momento de amor robado al silencio de la soledad, que sólo aquellos bonitos paisajes, sin ruborizarles sus espíritus ni sus ansias, aceleraban su aliento, buscando esa oportunidad que viene,… pasa…... y casi nunca vuelve.


Comentando nuestras experiencias y bajo las exclamaciones de Gloria , sus repetidos saludos, su simpatía contagiosa, su feminidad, su gracias, su figura agradable y su admiración por lo que acababa de conocer, pronto estábamos en los bajos del Cerro, sobre la 65, pero en sentido contrario al que nos trajo, ya que nuestro deseo era visitar la caballeriza y Restaurante Las Margaritas del Volador, un escondido sitio donde los caballistas se entregan a sus nobles brutos, hermosos y costosísimos, luciendo sus pasos trochadores, fino Colombiano, trotones, galoperos, “media milla” y como siempre, no faltan los “juaga frascos”, que también hacen las delicias de sus propietarios.

Nos ubicamos allí para ganar tiempo, ya que era temprano para buscar el almuerzo, pedimos cerveza y Colombiana, y en medio de pesebreras, relinchos nerviosos, el tableteo de los cascos en el piso y en las pistas, los hermosos corceles asomados en las ventanas de las pesebreras y el olor a pienso, hacienda, cagajón y sudor de bestia, degustamos nuestras conversaciones, nuestra amistad, nuestros planes para futuras salidas y obviamente nuestras frías espumosas.

Siendo las 12 m. pagamos la cuenta y salimos a buscar el almuerzo en la desapercibida, pero no menos famosa casa de la familia Gaviria, un restaurante de fama con sabor casero, que abre sus puertas al medio día y ofrece una surtida carta, además de una muy buena atención con muy buenos precios, siendo su plato estrella la “sobrebarriga”, de la cual opinan los entendidos que es la mejor del país. Sentados a manteles y atendidos como lo que somos: Tres Reyes y una Reina, pedimos sopa de mondongo y la “sobrebarriga” para todos, advirtiendo que sólo media porción, pues éramos conocedores de lo que nos esperaba, acompañado todo con claro de mazamorra y bocadillo.

En pocos minutos estaban dejando sobre nuestra mesa los manjares pedidos, dejando constancia que el plato fuerte constaba de ensalada, papa y yuca sudadas, arepa y la presa de “sobrebarriga”, las cuales tenían cada una un novillo chilinguiando y que para poderlas “retratar” el gran Melitón Zuluaga tuvo que poner la cámara en panorámica, tal como ya nos ha pasado en otras situaciones.

Como quien dice: Si pedimos la porción entera y no la media como hicimos, nos hubiera dado para llevar para la casa y repartir entre los vecinos. Que exageración, que cosa tan verraca,. ¡Pero lo mejor de todo, que delicia, que manjar, carajo!!!!

Armados de trinchete y tenedor dimos cuenta de nuestros platos, en lo que demora un enemigo de la ponderación en querer empañar la buena labor de un buen gobernante, o en lo que demora un crítico superficial “en señalar el puntico negro en la gran sábana blanca”. Con contarles que hasta tuvimos que dejar la sobrita ya que si nos entraba un tinto, no nos cabía el azúcar.

Pesados, medio “aburridongos” con semejante comilona, salimos rumbo a la calle Barranquilla, cruzando el “Puente del Mico” sobre el Río Medellín y así…. caminando y caminando, para bajar semejante almuerzo, pasamos por el renovado Carabobo, pudimos divisar el Parque Explora y el remodelado Parque Norte y al Nuevo Jardín Botánico, sitios que hoy son orgullo de Medellín y que desde ahora los hemos incluido en el “carriel” de nuestra próxima caminata citadina, la cual esperamos hacer antes de que culmine este año y nuestras jornadas, convencidos plenamente que “en Medellín están sucediendo cosas maravillosas” Y QUE REQUIEREN LA VERDADERA CONTINUIDAD PARA QUE SIGAN SUCEDIENDO.

Con nuestro propósito cumplido, más contentos que politiquero estrenando curul, heredada de senador destituido por “cero” en conducta, nos dirigimos a la estación Universidad, donde tomamos nuevamente nuestro METRO, para dirigirnos a nuestras residencias y poder salir “almidonados y compuestos” junto con nuestras espositas a atender la invitación que tan amablemente nos hizo Carmenza Montoya de Z., para celebrarle los doce lustros al Zuluaguita, quien ni sospechaba de este bello detalle de su esposa, el cual fue toda una fantasía en medio de la más sincera amistad, misa de entrada, serenata y obviamente los “guaritos” por montones, los cuales chocaron de frente contra la “sobrebarriga” consumida, como quien dice: no nos hicieron nada, por fortuna.

Quisiera hacer una crónica del fiestononón que le tocó al Zuluaga, pero necesitaría 180 páginas para medio redactarlo y no quiero perderme, boliando tecla, la fiesta de sus setenta.

Saluditos pues y no se olviden de votar el próximo 28 de octubre, ya saben por quien. Si leen despacio……lo van a encontrar.

JUANFER

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Son 3213000 personas que se congregan en los 10 municipios del Valle de Aburrá y sólo uds 5 luchan y se abren espacios con ingenio,fuerza de voluntad y tenacidad para describirnos no solo la belleza del campo sinó las nuevas maravillas de Medellin.Todavía falta mucho por caminar.
RUMU

Jorge Iván dijo...

Excelente crónica Juanfer. Ni cien taxistas juntos, que son los que mas conocen a la ciudad, son capaces de describir, tan minuciosamente, esas zonas de la ciudad. Definitivamente está comprobado que los mismos habitantes de esta bella villa no la conocemos.

Anónimo dijo...

'Abuelito!!! Vamos a apostar una idita al Zoologico contra "dos piquitos" de cada uno, a que ese señor que firma RUMU, es paisa, querendón de Medellín, quiere la naturaleza, tiene buenas costumbres, buen gusto, es buena gente y...y....y a que va votar por Don Alonso Salazar, para poder seguir gozando la obra de Don Fajardo, sin "alsace" un pesito de nadie.
SARITA Y JERONIMO

Anónimo dijo...

Sarita y Jerónimo se ganaron la idita al zoo y además el abuelito no les dará "dos piquitos"sinó muchos porque enaltecen ese hogar tan ejemplar.Sí soy paisa,pero como manifiesta Jorge Iván yá no conocemos a Medellin y hay que continuar con la admon de Fajardo.Sean fieles y persistentes a las caminatas.
RUMU

Anónimo dijo...

Que hermosura es Medellín. La Administración Municipal le tiene dos hermosos regalos: La iluminación navideña que va a ser revolucionaria.
Y EL 2 DE NOVIEMBRE, LA ENTREGA EN EL PARQUE EXPLORA DEL ACUARIO MÁS ESPECTACULAR, HERMOSO Y COMPLETO DE TODA LATINOAMÉRICA; PERO PARA QUE LO GOCEMOS Y LO DISFRUTEMOS. Venga a Medellín y pásela de maravilla . ¿Ahhh!!! Y pregunte por Los Caminantes Todo Terreno.
Jealbo

Anónimo dijo...

Pues claro que cuando vaya por Medellin me le pego a los Todo Terreno pa darme unas caminatas
con ellos, como le dije a josema
ayer, van a ser varias, que muchachones pa saber sacarle el gustico a cada caminata y luego detallarla con tan buen gusto que una queda babiando pero de la envidia. Y es verdad lo que decia Gloria "la cola de caballo" no conocemos nuestra ciudad, pero yo ya tengo separadito el cupo vamos
a pasarla de lo lindo.

Conejita.
Harrison N.J

Anónimo dijo...

definitivamente a los T. T. ya todo nos sabea Gloria. Tenemos una: Gloria Gutierrez mi querida prima, que ha salido con nosotos a caminar y que caminante; pero la otra Gloria López "La Conejita", viene renovando y repasando nuestros pasos con su teclado y sus mensajes, sin lugar a dudas, el mejor trofeo que nos hemos conseguido los T. T.
Juanfer