Caminata La Quiebra del Guamo - Damasco - La Pintada

Fecha: sábado 22 de septiembre de 2007

Integrantes: Luis Fernando Zuluaga Z. (El ojicontento)
Carlos Alberto Olaya B (El Polaroid) y Juan Fernando Echeverri C (Juanfer)
Nombre: Turismo, Paz y Esperanza.

En una mañana fría con rastros del invierno que nos azota por esta época, los caminantes Todo Terreno, con la obligada ausencia por quebrantos de salud de nuestro compañero Jorge Iván Londoño Maya (El Lobato), nos encontramos en nuestra Terminal del Sur, donde luego de degustar un trío de cafecitos, para mamarle gallo a las ayunas en que nos encontrábamos, compramos tiquetes en Transportes los Farallones, hasta la vereda la Quiebra del Guamo, perteneciente al Municipio de Santa Bárbara en el suroeste Antioqueño y en plena ruta de café, carbón y arriería.

Compramos un ejemplar de El Colombiano, el cual por la premura no leímos procediendo a guardarlo en uno de nuestros morrales, para ser leído y degustado más tarde, así como también soñábamos con un desayuno de “recalentao” a bordo de carretera, cuando iniciáramos la caminata que teníamos trazada.

Siendo las 7:17 a. m. abordamos una blanca buseta de Transportes Los Farallones, la cual prendió motores e inició su marcha rumbo a nuestro destino, buscando la Autopista Sur y de allí hacia el suroeste, donde el aroma del café cada día decae para dar paso al aroma de lujosas fincas, hermosos pastizales, muy bien montadas ganaderías y los infaltables criaderos equinos, todo esto mezclado con algunos cultivos de frutales, los cuales demarcados por cercas vivas, encierran esos lujos importados de la ciudad y que poco a poco se van tragando una tradición que levantó este pedazo de Antioquia, a paso de arrieros y pulso de montañas.

Muy agradable el viaje sin lugar a dudas. Conversado, relatado, cambiando de tema como se cambia de camisa y rememorando pasadas caminatas, experiencias y tantas cosas bonitas que hemos vivido y conocido, haciendo pausas para lamentar la ausencia del Lobato, ya que caminata sin él, es como mazamorra sin dulce de macho o campeonato de fútbol sin el verde.

De pronto y sin darnos cuenta, así “como el roce de un ala sobre el viento”, una voz varonil dijo: ¡La Quiebra! Efectivamente habíamos llegado al final de nuestro principio de destino.

Nos apeamos de la buseta, luego de despedirnos de los pasajeros y ante el acoso de nuestras tripas, que traqueaban y chirriaban, pidiendo algún bocado por amor a Dios, nos dirigimos al Estadero Gloria, para buscar un suculento desayuno, como ya es nuestra costumbre; pero ¡oh! sorpresa, allí no había sino gaseosa, chitos y papitas de paquete y el lugar más cercano donde podríamos encontrar algo, estaba media hora más abajo, más media de subida, sería una hora perdida en el itinerario.

En consecuencia, y “como en tiempo de escasez el mico come chumbimbas”, no quedó más remedio que aceptar el microscópico y poco grato desayuno, el cual hubiera sido rechazado por un gamín desplazado. ¿Y Qué podíamos encontrar en un negocito caminero, al cual se le puede hacer el inventario montado en la buseta y a 100 kilómetros por hora? Es decir y resumiendo: Donde Gloria se come, pero el hambre a uno.

Así, resignados y “con más filo que un piojo en una peluca”, pero con la consoladora esperanza de encontrar alguna cosita para comer más adelante, iniciamos siendo las 9:40 a. m. nuestra marcha, por un camino veredal, muy empinado, como ascendiendo al mismo cielo, empedrado finamente y rodeado de algunas casitas y exuberante vegetación, la cual nos iba mostrando lo hermoso del paisaje que nos tocaría apreciar, que para nosotros es suficiente para disimular el hambre o el cansancio, ya que ese es uno de nuestros mandamientos como caminantes: Amar y admirar nuestro paisaje, el cual nos pertenece, como a nosotros mismos.

Así, con los cayados bien aferrados, el paso seguro, la alegría en nuestros rostros, el constante parloteo en nuestros labios y la mirada al frente, nos fuimos devorando aquella loma, por cierto exigentemente bella, mientras arriba el firmamento más azul que nunca, permitía que el sol se asomara por entre algunos pañuelitos de nubes blancas, para saludar a los caminantes, dejando caer sus rayos sobre nuestras espaldas, sin herir las mismas, ya que el clima era delicioso.

Después de mucho caminar y con la presencia de ese paisaje tan propio de esta zona, la cual viene dándole paso abierto al turismo, con la presencia campesina, niños en el camino, jardines en flor, algunos pequeños hatos ganaderos, el canto aislado de chicharras, el trinar variado de los pájaros, la presencia de alguna aguas que se desprenden de la montaña y el verde oscuro del bosque nativo en la distancia y los hermosos cerros del suroeste Antioqueño, casi exclusivos por sus formas y perfiles de cortes definidos y asientos aislados, se negaban a salir de su encierro de nubes, los cuales encerraban sus picos caprichosos; el terreno se volvió más amable y empezó a bajar poco a poco, mientras el infaltable “mono Jaramillo” le subía el voltaje a sus parrillas y ahí si, hirió nuestras espaldas.

Tramos con pantano en la vía, flores por montones, cítricos, guaduales y guayabales, el mugir de las terneras, las marraneras, el cacareo de las gallinas y en los corredores amplios y humildes de las casas, algunos canes, que perezosos boleaban sus rabos al paso de los caminantes.

De pronto y cual Alonso de Triana, un grito rompió el silencio: ¡Doña Cervecita!!!! Yo sabía que no nos faltaría y efectivamente, como a doscientos metros, se dejaba ver el aviso de un estadero, los cuales saltan a la vista y al olfato del Zuluaga, aviso éste que a medida que nos acercábamos nos dejaba ver su nombre: ESTADERO GUDALEJO, Venta de Lotes – Riñas de Gallos-

Entramos al lugar y efectivamente, nos dejó sorprendidos. Muy bonito y bien presentado. Todo en madera y guadua, muy típicamente arreglado y en el medio del inmenso local, un redondel, si, la gallera para las crueles riñas de gallos y en los alrededores que desde su altura divisábamos, hermosos cultivos de café y guadua, el acero vegetal esta última, cultivo que se ha venido promocionando e incrementando en Antioquia, el cual poco mantenimiento requiere, amarra la tierra, retiene el agua, brinda sombrío, se utiliza en construcción, cercos y artesanías y bien explotada, es una rentable fuente de ingresos para quien la cultiva. Así mismo, como a unos treinta metros, retozaba una pequeña recua de mulas enjalmadas, esperando su pesada carga, para alivianar la vida de sus amos. Pedimos tres cervecitas bien heladas las cuales bebimos con ansias casi dolorosas, mientras el Polaroid Olaya, hacía robos minúsculos al paisaje y al entorno, con el click de su cámara.

Refrescados nuestros “radiadores” y recobrados los nunca perdidos ánimos, reiniciamos nuestro camino por un sendero lleno de columpios, los cuales se fueron tornando en una impresionante bajada, siempre enmarcada de paisaje, pero soportada en una arenilla fina y suelta, la cual fue aprovechada por el Polaroid Olaya, para mostrarnos sus cualidades de patinador, sin dejarse ir a la lona o mejor a la arena.

El despeinado e inclemente “Jaramillo” seguía calentando, nuestras camisetas se emparamaban de sudor, el cual cruzaba a chorros por nuestras caras y se incrustaba ardientemente en nuestros ojos, al mismo tiempo que los últimos regazos de nubecillas blancas, abandonaban los cerros para dejarlos desnudos a la dulce apreciación de nuestros ojos.

Cerro Bravo, El Combia, El Sillón, El Pilón, La Teta y otros muchos no identificados, pero lo que si puedo afirmar, es que el hermoso Cerro Tusa, en su independencia piramidal, no se dejó ver, ya que como cosa rara, casi siempre lo tapa el Cerro Bravo, requiriendo distancias y ángulos especiales para poder apreciar su pico, ese que ya hemos besado los Todo Terreno, para izar en el mismo, las banderas de Colombia y Antioquia.

Caminar, caminar y andar con paso seguro y nuestra mirada en el camino, pronto algunos chorros de humo blanco y el incremento de casitas, nos mostró la presencia de Damasco, ese hermoso corregimiento de Santa Bárbara, llamado “El pesebre Paisa”, donde la navidad un día se le escapó a la estrella para quedarse a vivir en este remanso de paz, sin pastores, sin mula, sin buey, sin musgo y sin “Divino Infante”, para dotarnos de un refrescante oasis de ayer, en el recalentado bullicio de hoy.

Damasco, Damasco: increíble que en tus calles el silencio se vuelve oración, la oración plegaria, la plegaria un milagro y el milagro toda una historia de café, arrieros, mulas y abuelos, de esos que nunca claudicaron ante el empuje que les obligaba domar una geografía cortada a golpe de plomada.


Allí en Damasco, visitamos la Iglesia de Santa Ana, hicimos nuestras oraciones de acción de gracias, tomamos fotos, admiramos las casitas y sus calles y nos dirigimos al Granero Damasco, donde nuevamente refrescamos nuestras gargantas, para seguir el camino por la vereda La Delgadita, rumbo a Cerro Amarillo, buscando nuestro destino final en la Pintada, no sin antes haber tenido contacto con un miembro de nuestro glorioso ejercito Nacional, el cual hace presencia en el lugar, para garantizar la Política de Seguridad de nuestro Presidente, la cual tan excelente resultado ha dado en toda esta zona, que en otra época estuvo en manos de maleantes

En medio de un calor sofocante, de cerros imponentes, verde naturaleza, humildad campesina y caminos contaminados por afiches politiqueros, muy entendible por la época, prometiendo pavimento, empleo, inversión social, el oro, el moro, acueducto y obviamente el raponazo final y la cruel decepción, divisamos a lo lejos las turbias y crecidas aguas de La Sinifaná, más allá un impresionante brazo del Cauca, que parece incrustarse entre dos colinas y al fondo, lejos muy lejos y tímidamente cubiertos por alguna neblina, como príncipes empolvados, aparecían los farallones de La Pintada, resaltando el Monte Negro, con sus caprichosas formas, verdadera proeza del creador y allí mismo, se vislumbraban blancas como puntitos de nieve, algunas casitas del joven municipio.

¡Que calor para el cuerpo carajo!! Pero que frescura para el espíritu, poder gozar estas caminadas, con corte turístico y ecológico que nos enamora del paisaje y nos hace unos privilegiados, máxime cuando desde una altura ene pudimos divisar la inmensidad del Cauca, el cual orgulloso dejaba ver sus amarillentos torrentes y sus meandros gigantes, pringados de listones de espuma blanca que se rompe en mil pedazos contra las piedras. Allá la Pintada y a un lado los Farallones.

Desafío del cansancio y el sofocante calor fue esta caminata, pero como no hay “plazo que no se cumpla, deuda que no se pague, ni camino que no termine”, poco a poco, pero a muy buen paso, nos fuimos metiendo en ese camino que nos fue acercando a Cerro Amarillo, el mismo que conocimos en una caminada pasada, pero saliendo desde El Noventa, allá en la carretera principal, y en un paisaje adornado de hermosas y bien tenidas ganaderías de cebú perla.

El Cerro Amarillo, nos mostraba a lo alto su perpendicular altura, esa que le da el nombre al mismo, mientras abajo y en el sitio denominado “La Puerta”, los todo terreno cruzábamos por unos inmensos guayabales repletos de ganado vacuno, acercándonos cada vez más a nuestro destino, mientras degustábamos las más deliciosas guayabas maduras, sustituto de nuestro desayuno imposible en El Estadero Gloria y delicioso aperitivo al almuerzo que nos esperaba en “La Antesala Turística del Suroeste: ”la Pintada”.-

En medio de un camino conocido por nosotros y por el cual en otros días cruzaron los carros de los dueños de las hermosas haciendas, bordeado de tachuelos, ceibas, búcaros, palmeras, corozos y campanos, llegamos a la carretera principal, para iniciar nuestros últimos cuarenta y cinco minutos rumbo a la Pintada, acompañados a un lado por el Cauca y al fondo por los misteriosos farallones, que parecían querer jugar a las escondidas con nosotros, ya que se perdían a nuestros ojos, para aparecer a nuestras espaldas, a mano derecha o a mano izquierda y todo explicado por el constante zigzaguear de la carretera.

Entramos al Hotel y Restaurante “El Portón de La Pintada”, donde nuevamente refrescamos radiadores y gargantas, para continuar nuestro paso esperanzado, en poder cruzar el puente sobre el Cauca, ese que teníamos tan lejos y tan cerca, pero que al fin nos brindó apoyo en sus barandas, su paisaje, el rugir de sus aguas crecidas y esos cúmulos de garzas blancas en los árboles de sus orillas, que semejaban gigantescos algodones de azúcar ofrecidos al paisaje.

El sol ya había bajado de tono. Sus rayos se clavaban leves y en diagonal sobre el entorno, el calor no cedía, como tampoco nuestros pasos, los cuales se detuvieron hasta llegar al estadero y restaurante SALPICOLANDIA, donde las frutas tropicales, los jugos, salpicones y helados, son un derroche de buen gusto.

Acomodados en una amplia mesa del establecimiento citado, los Todo Terreno, pedimos tres inmensas copas rebosadas de delicioso jugo de mandarina helado, el cual repetimos con otras dos nuevas porciones, para luego recurrir a la carta. Todo un lujo, digna de reyes y caminantes, con deliciosos platos distribuidos así:

El Ojicontento Zuluaga y el Polaroid Olaya, devoraron sendos platos de carne, sopa, ensalada, arepa, arroz, papitas y más jugo de mandarina helado. Y para Juanfer, tremendo sancocho de bagre, con arroz, ensalada y arepa y más jugo de mandarina, manjares estos que no dieron un brinco.

Llenitos del estómago, contentos del espíritu, satisfechos por el deber cumplido, cargados de experiencias y recuerdos y con ánimos como para devolvernos a pie, lástima la hora.

Bullicio y mucho progreso en La Pintada, un joven municipio que ha sabido aprovechar su potencial turístico y que vale la pena conocer, besado por el Cauca y arropada por los farallones, provista de hosterías, hoteles, camping, restaurantes, estaderos y muchos atractivos además de un gran clima cálido; pero que adolece de un buen servicio de acueducto, no obstante estar ubicado al lado del segundo río de la Patria.

Enrutamos cayados y dichas hacia el Hotel Calamarí, donde se venden los tiquetes de Transportes Los Farallones, para nuestro regreso. Allí fuimos atendidos amablemente por la administradora del establecimiento, quien quedó prendada con mis nietos: Sarita y Jerónimo, mascotas de los T.T. y cuyas fotos cuelgo sobre mi pecho en estas caminatas. Nos ofreció agua, tinto, agua aromática y luego nos mando entrar, para esperar la buseta, la cual demoraría una media hora. allá en la parte trasera del hotel, al lado de la piscina, acomodados en mullidos sillones, con una vista hermosa de los farallones, es decir, nuevamente tratados como los que somos: Príncipes y Caminantes y es que no es para menos, cuando nuestra presencia, no pasa desapercibida en esos lugares que visitamos.

Aprovechamos este tiempo para leer El Colombino, el cual sacamos de uno de nuestros morrales, y a fe que lo leímos más no lo disfrutamos, ya que, en estas épocas de ambiente de política…..mejor dejemos las cosas así y esperemos que el tiempo enmiende, lo que el entendimiento no comprende.

Al llegar la buseta, nos despedimos de la Administradora del Hotel Calamarí, a quien nunca olvidaremos por su amabilidad, abordamos la misma, la cual rauda partió rumbo a Medellín y en su carrera y al llegar al puente, observamos una gran valla, en la cual se informa que próximamente se construirá un moderno acueducto para el municipio, lo cual llenó de satisfacción a los caminantes, a quienes les duele la pobreza y el abandono de nuestros pueblos, en un medio donde la riqueza se reparte tan desigualmente.

Luego en mi casa en Medellín y comentando nuestras experiencias, mencioné lo del acueducto, a lo que me replicó mi nuera y madre de Sarita, muy vinculada con La Pintada: “Don Juan, siempre que hay elecciones ponen esa valla, pero el agua nunca aparece”.

Excelente, gracias a Dios, fue el viaje de regreso a nuestros hogares e inmediatamente comenzamos a pensar en nuestra próxima salida.

Un colombianísimo saludo a todos,

JUANFER

Medellín, 22 de septiembre de 2007

5 comentarios:

Anónimo dijo...

ANTIOQUIA PRODUCE EL 35% DEL CAFE DEL PAIS. BETULIA Y CONCORDIA, EL 10% DE ESE 35%.- VENECIA Y FREDONIA, VIENEN EN PICADA, DEBIDO A LAS FINCAS DE GANADO, BESTIAS Y AL TURISMO. TODO PARECE IONDICAR. EL FUTURO DEL CAFE DE COLOMBIA esta en el Hulia, Tolima y Nariño, debido al alto costo de las tierras en el suroeste antioqueño.
Sarita y Jerónimo.

Jorge Iván dijo...

Excelente crónica Juanfer, llena del aroma del cafetal, ambientada con el clásico sonido de las chicharras, eternas inquilinas de esas cálidas tierras, adobada con ese sentimiento paisa que siempre asiste a la pluma que habla de las bondades de nuestra gran Antioquia.
Congratulaciones por haber tenido la oportunidad de vivir y sentir esa exclusiva naturaleza

Anónimo dijo...

Amigos:
Me quedó una duda: ¿por qué no les gustó El Colombiano ese día?
El acueducto nunca se ha podido hacer porque el gobierno nacional no ha girado unos dineros que prometió SM Alvaro II el Cumplido desde su primera campaña; por eso esa valla es repetitiva. Y de agua, nadita.
Herodes Nepote

Anónimo dijo...

Me apeo de este mandamiento de ustedes "Amar y admirar nuestro paisaje, el cual nos pertenece, como a nosotros mismos" todo el sentimiento puesto en cada caminata les hace dueños de todos nuestros caminos, paisajes terrenales y celestiales, los felicito eso es mucho amor a la tierrita.

Hermosos Los Farallones, que escultor maravilloso se diviertio creando esta hermosa tierra para sus hijos, solo Dios y su infinito amor pudo regalar tanta belleza.

Conejita
Harrison. N.J

Natha dijo...

Cordial saludo al grupo de caminantes!! Señor Juanfer su forma de escribir me encantó y motiva a hacer recorridos maravillosos por nuestro territorio. Gracias por su relato.