Caminata Sabaneta - La Romera - Caldas

Fecha: sábado 12 de julio de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, José María Ruiz Palacio, Carlos Alberto Olaya Betancur y Jorge Iván Londoño Maya

Duración: lo más despacio posible

Nombre: En Tres Pies

“La buena comunicación no es difícil…….es imposible”

Si señores, sabia sentencia que nos cogió de gancho y salió a caminar parejo con nosotros, porque durante todos los días anteriores al sábado doce, el cruce de mensajes anunciando el lugar y la hora de encuentro superó hasta la capacidad en megas del Ministerio de Defensa en las últimas semanas.

Para empezar, Juanfer y el suscrito nos quedamos de encontrar a las 6 y 30 en la estación Estadio y llegamos parejos a las 6 y 15. Al llegar a la estación Itagüí, punto de encuentro, no nos estaba esperando Luisfer, (quien no se deja quitar el primer lugar) por lo que nos dijimos: algo anda mal. Para ajustar, se nos aparece Olayita antes de la hora acordada; no pues, ahora si se armó el despelote. Converse y converse y nada que aparecía el Zuluaga, así que optamos por coger la buseta para Sabaneta, para lo cual tuvimos que dar mas vueltas que perro viejo antes de echarse, pues para rematar estábamos en la plataforma equivocada.

Luego de diez minutos montados en una buseta tipo guardería, estrecha y bajita, de esas que no tienen ayudante sino abogado para sacar a los pasajeros, llegamos al hermoso y bien arborizado parque de Sabaneta, el municipio más pequeño de Colombia, donde los Montoya se pelean cuerpo a cuerpo el sitial de la fama con María Auxiliadora, y se hacen las fiestas anuales del plátano, así sea importado del Quindío.

Sentado en las mesas exteriores de la Bombay nos esperaba Jose María, el hijo mayor de Tarcisio e Isabel, tomando tinto en pocillo grande, bien aforado con su cayado talla equis ele y su cachucha de cuero con tiradito pa´lante al mejor estilo de vate aspirando a premio Nóbel.

Las alarmas se prendieron porque nada que aparecía el Luisfer, por lo que Olaya, celular en mano, indagó en la casa de los Zuluaga Montoya; allí Carmenza, su esposa, le informó que hacía rato había salido. Ese muchacho llegaba o sino ahí teníamos a tiro de cauchera a María Auxiliadora que para hacer milagros expresos está sobrada de lote. Y si señores, en flamante taxi, de esos con banderita de Nacional, llegó el Zuluaga estrenando tenis, quien luego de los palazos y los cariñosos madrazos de rigor, nos puso al tanto de sus andanzas.

Recobrada la calma y con quórum completo quedamos en manos de Josema, quien para esta oportunidad haría las veces de guía, no solo para el camino hasta Caldas sino para el Tour por Sabaneta, municipio en el cual tiene sus cuarteles de invierno, esposa y prole.

Lo segundo en visitar, porque por obvias razones el primer puesto se lo llevó la hermosa y acogedora iglesia Santa Ana, santuario de María Auxiliadora y despacho vitalicio de monseñor Arcila, fue la estatua de Simón Bolívar la cual está siendo esculpida, como dato anecdótico, en el mismo sitio desde donde regirá los recuerdos patrióticos de propios y extraños, por el artista Herlán (con ele) Agudelo Torres, quien utiliza mármol blanco de la Danta (Sonsón) Al igual que ustedes, todos allí creímos que había sido traído de Italia. ¡Pa´ que vean pues! (favor no confundir en la foto a Simón con José María)

Luego de admirar el estado de la obra, muy próxima a inaugurarse, pasamos a una mesa redonda cultural con el artista, acompañada con el sabor de un tinto bien cargado, como lo manda el zar del café don Ernesto Garcés, quien hasta en eso ha cambiado las costumbres sabateñas. En una amena charla el artista nos contó sobre sus obras y los proyectos que se tienen para la inauguración de esta escultura.

Acto seguido pasamos a otra mesa redonda, menos cultural pero más nutritiva, ahí en Su Buñuelo, desfilaron: arepa´e huevo, buñuelos, pandequesos, pasteles de pollo y huevos en cacerola con arepa, certificados con chocolate o café en leche, según el gusto. Luego del suculento y pecaminoso desayuno, por aquello de dañar dietas, dimos la infaltable “vuelta al parque” para mirar lo cambiado que está Sabaneta para quienes lo visitamos solamente en los diciembres con la disculpa de ver el alumbrado navideño.

Del parque cogimos por la calle principal en busca de la Doctora. En esa calle tienen asiento una gruesa de restaurantes, cantinas, tiendas, discotecas, fondas, bares y panaderías, que en las noches y fines de semana se atestan de clientes venidos hasta de la Patagonia con Maturín.

Las urbanizaciones, los enormes edificios, los centros comerciales como Aves María, el infaltable almacén Éxito, los parques, los senderos peatonales, todo ha contribuido al desarrollo y al modernismo de esta población, que hoy en día saca pecho y se guerrea con Envigado el primer lugar en calidad de vida y buena administración.

Entrados en materia, nos dimos a la tarea de gastarnos las dos horas y pico que nos separaban de la casa principal de la finca La Romera, primera etapa de esta caminata sugerida por Jose María, nacido, criado y vivido en estas latitudes. A paso lento por esas faldas de mi Dios fuimos pelando como mazorcas, la Doctora, las universidades San Martín y Uniciencia, urbanizaciones y estaderos como Ley Seca y Cañahuate con su sugestivo balcón estilo oeste.

Dejamos atrás la zona rural y entramos a los bosques nativos, a la exuberante vegetación que parece alimentada con kola granulada JGB, tarrito rojo, que le imprime al sendero una luminosidad de seis de la tarde y una frescura que competía con el día nublado. De todos los árboles nos llamó la atención el que parece con los brazos extendidos y “sacando huevo”, de la misma forma como chicaniábamos cuando éramos jóvenes y no tan bellos como ahora. Ahí tienen la foto del joven arbusto mostrando todo su vigor.

En las caminatas nos hemos encontrado algunos animales entregándole el menudo al Creador, debido a la acción inmisericorde de las llantas de los camiones; ardillas y culebras. Esta vez nos encontramos un chucho (el masculino de la chucha) o zarigüeya que llaman los mas sabidos. El pobre animal estaba en las últimas al borde de carretera, por lo que Juanfer y Olaya lo llevaron a un lugar mas escondido para un digno morir



La Fe también se manifiesta por estos caminos del Señor, y además de los calvarios que se hacen a las personas fallecidas en accidentes, no es raro encontrar altares en todos los tamaños con vírgenes o santos fruto de la generosa gama de advocaciones que nos rodea, muchos inclusive con velones encendidos y flores naturales tal como el que registra la foto.

Como experto conocedor de estos caminos, el José María nos desvió por uno de los varios senderos ecológicos con que cuenta el parque ecológico La Romera, cuidado y atendido por el municipio de Sabaneta. Así que con la rueda libre en acción cambiamos de pendiente por otra mas inclinada, con piso empedrado y alta vegetación a ambos lados, compuesta principalmente por variedades de helechos que nos saludan con sus puntas.

Uno de los atractivos del parque son los miradores construidos en madera y atornillados en cuatro nubes, desde los cuales se puede divisar una porción del extremo suroccidental del valle del Aburra. Desde allí la Estrella, San Antonio de Prado, parte de Sabaneta y la cadena de montañas, se convierten en actores principales de un paisaje privilegiado para los dotados con rueda libre, o polla, en el argot de la bayadera.

Previo a la llegada a la finca La Romera, al lugar se convierte en un recinto de aves por excelencia, y como si se tratara del teatro Metropolitano se abre el telón para oír la retreta que nos regalan los carriquíes, toches, mirlas y azulejos.

Agotadas las dos horas y media clavamos cayados en la casa principal de la Romera, muy bien tenida por cierto. Momento que aprovechamos para hacer los comentarios de la subida y refrescarnos en la tienda de la casa del mayordomo, en donde igualmente preparan comida, a gusto de la señora y con el único menú que proporciona el mercado que haya en ese momento.

Reiniciado el andar, cogemos hacia el sur, por un camino de herradura, de topografía plana y dotado de algunos puentes de madera por cuyos bajos pasan cristalinas quebradas. La vegetación sigue imponente y el paisaje nos transporta a las montañas que circundan el incipiente cañón del río Medellín en sus inicios


Un poco más de media hora y llegamos al punto donde el horizonte se abre como si se tratara de un mural, aparecen los extensos sembrados de pino, las cadenas de montañas, comienza el descenso y se divisa abajo el municipio de Caldas en toda su extensión. En este lugar solo cabe tomar agua, echarse la bendición y agarrarse de la Milagrosa, porque como decimos: “vamos es pa´ bajo”

Al comienzo el asunto no estaba tan difícil, máxime que nos fuimos intrigados detrás de las profundas huellas de una enorme llanta de tractor, la cual pasaba como pedro por su casa por todos los portillos. Las especulaciones no se hicieron esperar, alguien dijo, por ejemplo: “es una llanta de tractor que la llevan rodando para inflarla; ¿Qué tal?

Como ya estábamos pisando tierra de Caldas, lo que se traduce en aguacero fijo y garantizado, o sea que se lo repiten o se lo cambian por otro si no le gusta o no le sirve, por nuestras montañas vecinas alcanzamos a divisar que venía muy orondo un señor aguacero, el cual, en menos de lo que canta el gallo de las Ramírez nos arropo sin misericordia alguna, lo que nos obligó a vestirnos de navidad con las capas verdes y rojas. Eso si, antes de este episodio pudimos constatar que las tales huellas pertenecían a un tractor de esos que en la parte delantera lleva únicamente una rueda gigante, destinado a la tala de pinos.

Antes de que nos mojemos, hay que significar como duele oír el ruido de las motosierras irrumpiendo como fresa de odontólogo en medio de ese silencio de convento cartujo, que permite oír hasta la misma algarabía del silencio o el rosar de las antenas de las hormigas arrieras entre si. Y que impotencia ver caer el pino vencido.


Ahora si, a la mojada que vinimos, con ese chaparrón que se nos vino encima, y que de paso hizo mas difícil el complicado camino por la aparición del pantano. Por fortuna no duro mucho pero el daño ya estaba hecho. De ahí en adelante la bajada se hizo a paso de elefante, lento, firme y sin cagada, menos mal. Así las cosas, nuestros cayados comenzaron a ejercer su función como tercer píe, por fortuna sin callos ni uñas enterradas.


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Otro ingrediente, como si el pantano no fuera suficiente, fue el paso de potrero a potrero, el cual teníamos que hacer dejando pelos en los alambrados, o trepando por las tablas de los corrales, porque la bajada no se podía hacer siempre por el camino de herradura, pues tenía unos trayectos jabonosos imposibles de transitar.


No obstante el cuidado, el primero en caer al ruedo fue Luisfer y Olayita el segundo, por fortuna sin nada que lamentar. Eso si, Olaya quedó tan empantanado que la cédula le quedó ambientada con figuras precolombinas de barro; la boleta para una rifa que le vendió el lobato, quedó tan desecha que se la ganó, y de paso el cayado que a la vez le sirve de unípode para tomar las fotos, se quebró en dos partes y no quedó sirviendo ni para practicas de ortopedia en el hospital San Vicente de Paúl. La foto fue tomada al instante, porque Josema toma fotos como si estuviera quemando pepeletas.

Medio kilómetro antes de coronar el plan, nos alcanzó una recua de mulas (las verdaderas) cada una cargando dos trozas de madera, con un peso total de 600 kilos, animales que bajaban a lo que diera el tejo, azuzadas por los gritos de dos jóvenes arrieros que iban a la par con las mulas, patiabiertos ellos con sus enormes botas pantaneras de Grulla, brincando de barranco a barranco y dando fuete a lo desgualeta´o, menos mal a las trozas, lo cual los salvó de la reprimenda de Juanfer. Que hijuemadres arrieros tan baquianos y cual pantano ni que ocho cuartos.


Luego de mirar ese espectáculo, que pasó tan rápido como la dominada y la empelotada a césar y al gafas dentro del helicóptero, y teniendo la quebrada la Miel a pocos metros, como que nos animamos a acelerar el paso, y en par zancadas llegamos con las botas pesando el triple y las medias blancas teñidas de café oscuro. Cuando llegamos a la quebrada encontramos a las mulas, que nos habían cogido media montaña de ventaja, en pleno reposo esperando a que los muchachos descargaran las trozas. En ese momento Juanfer los felicitó por que trataban muy bien a los animalitos, que al fin y al cabo eran los que les deban la comida.

Todos pasaron la quebrada por el puente colgante, mientras yo, para ser sincero, la pasé descalzo por físico miedo a un pasito muy aburridor que había antes del puente. Eso si, no me arrepiento por la agradable sensación de sentir el agua helada hasta las rodillas (menos mal) y el roce de las plantas de los pies con las piedras del lecho, mejor que andar descalzo sobre manga.


Así mismo, la quebrada nos sirvió para la “encharolada” de las botas y hacerle el lavado del gato a las medias. El que no pudo hacer nada con sus bluyines fue Olaya, quien a esa hora tenía el pantano pegado y fresquito, así que le toco seguir como si fuera obrero de tejar.



Les cuento que una vez en tierra firme y en plancito, en predios de la planta de pollos Friko, me volvió el alma al cuerpo, porque ese descenso ni parecido a los que hacía Cochise Rodríguez en aquellas épocas, cuando bajaba por Matasanos a cien por hora comiendo pandequesos comprados por él mismo en Santa Rosa. Para que tengan una idea les adjunto la foto satelital que nos mandó el poeta.

Entrados en la vereda La miel, llegamos a la casa donde nació Jose María, hoy convertida en Estadero. Allí paramos para que el poeta la reconociera y fuera testigo de los muchos cambios, aunque en su fachada, techos, puertas y corredores sigue siendo la misma. De paso aprovechamos para tomar el último refrigerio líquido.


A dos cuadras de la variante, encontramos una venta de empanadas, atendida por un par de primas; una de ellas, Mónica, de hermosos ojos y brazos belluditos, como le gustan a Luisfer. Así que sin pensarlo dos veces, y como abrebocas al almuerzo, dimos buena cuenta de 20 empanadas, una naranjada compartida para todos y un frasco entero de ají. Casi no sacamos al Juanfer quien se empalagó en elogios para Mónica. Obviamente una leve llovizna cayó como agradecimiento a la compra. Con razón decía Juanfer que en Caldas los zapatos los venden con desagües.

Pasamos la variante por el puente peatonal, como debe ser, y enfilamos baterías para el parque principal al cual llegamos a las 3 de la tarde. Nuestro guía Jose María nos llevó al restaurante de su predilección. Allí caímos en el delantal de Nora, quien con toda la amabilidad del caso y matada de la dicha con tremenda visita, nos sirvió: dos bandejas con pescado apanado, otras dos con hígado a la plancha y una súper bandeja paisa para José María, quien anda tomando jarabes para cerrar el apetito. El Olaya, quien se ha vuelto flojo para estos menesteres gastronómicos, dejo la mitad de su pescado, por lo que no se hizo esperar la cajita, la misma que fue a parar a las manos temblorosas de un piperito que ya mostraba en su cara las huellas de las primeras caídas del día.

Como el poeta tenía afán, pues había sido invitado para hablar en un acto cultural a las 5 y 30 de la tarde, salimos corriendito a coger la buseta para el metro. Como es natural, no faltó el vendedor de frunas, tres paquetes por quinientos, la consabida siesta de Olaya y la mamá pispa con el hijo al lado.

A los trancazos llegamos a la estación Itagüí, pero en Jardines Montesacro se nos había bajado el poeta para coger taxi hasta Sabaneta, ducharse y cambiarse de uniforme para salir nuevamente para Caldas a cumplir su compromiso cultural.

Nosotros cogimos el metro, haciéndole cortina a Olaya para que los guardas bachilleres no lo fueran a devolver por el pantanero pegado en los pantalones, que a esa hora ya estaba mas seco y “presentable”, por fortuna los bluyines salen con todo. A Dios gracias nos tocó sentados, pero eso si, mas esculcados con las miradas de los demás pasajeros, que a esa hora se preguntaban, ¿y estos de donde vendrán?

Luisfer y Olaya se fueron bajando en la estación respectiva. Juanfer y yo cogimos la línea B, acompañados de una hermosa hincha del Nacional que iba para el estadio a ver el partido de despedida de: goliador.. Aristizabal…goleador (se repite tres veces) Esa hincha y las dos estrellas que exhibía en el pecho nos hicieron olvidar los pasos de elefante, el tercer pié, la caída de Olaya, la mojada y la empantanada, pero nunca el placer de haber vivido esta maravillosa experiencia.

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño Maya

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Jorge Iván,eres un narrador por naturaleza,esos relatos son asombrasos y que bueno es recorrer esos caminos de herradura y ver a esa mulas en su ejercicio,eso solo lo ven uds.Y eso de decir zarigueya(chucha) es como decir"a perturbación ciclónica en el seno ambiental,rostro jocundo"(al mal tiempo,buena cara.)
RUMU

José María Ruiz Palacio dijo...

Muy buena la crónica hombre Lobato.
Todavía estoy escurriendo pantano después de leerla y hacer de nuevo el genial recorrido. Tenemos que encontrar la manera de hacerle llegar todas las fotos a los que quieran.
José M.

Elbacé Restrepo dijo...

Lobato,
De lujo! como siempre. Muy buena la crónica. Leyéndola me dan ganas de ir a caminar con ustedes. Pero se me quitan viendo los pantaneros. En verano hablamos a ver si me admiten.

Mientras tanto sigo disfrutando lecturas y fotos. Un abrazo y dos felicitaciones.

Jorge Iván dijo...

Agradecido muy por tan amables comentarios a nuestras crónicas. Esas caminatas son una fantasía que dan hasta para escribir al por mayor. Ahora bien, los caminantes con sus salidas, apuntes y conversaciones, son actores que hacen más fácil el bosquejo de la narración. Si Elbacé está esperando un veranito para probar quimba pues creo que se quedó con los tenis sin estrenar, porque el verano fue cosa del pasado. De todas formas un sábado de esto la llevamos a la iglesia de san Javier y la volvemos a bajar, con derecho a rollo y Tutti Frutti en la panadería esa cache de la estación del metro.
Nueva exageración: Más puntual que RUMU

Anónimo dijo...

Jorge Iván,es que esas crónicas no se las pierde nadie,son pan caliente y alegran la semana.
RUMU

Anónimo dijo...

El que último leer, lee dos veces y goza más. Que crónicota carajo. definitivzamente es una joya literaria en la pluma del Lobato, quien sería un lujo, en las páginas de cualquier periódico. Que narrativa, que picaresca, que gracia, que ingenio y que talento. felicitaciones sinceras y de corazón (no adulaciones) al LOBATO.
Lástima que hoy sábado nos volvimos a "mamar" los T.T. y lo estamos haciendo con frecuencia, lo cual es mala seña; no sea que alguien nos arrime a un mejor lugar del camino, para un buen morir, como hice con el "Chuchito" herído. Dios no lo permita, ya que estas caminatas son vida.ESO SI, MAÑANA DOMINGO 20 DE JULIO A MARCHAR APOYANDO AL PRESIDENTE URIBE Y PROTESTANDO CONTRA EL SECUESTRO Y CONTRA LOS HIDEPUTAS ENEMIGOS DE LA PATRIA.
JUANER

Anónimo dijo...

Pa que!!! peo estas cronicas del Lobato son una "FANTASIA", defini-
tivamente sos un lujo escribiendo, no se te escapa nadita, y me haces reir con tus apuntes, como cuando se cayo Carlos en ese pantanero, que la foto fue instantanea ya que Josema dispara fotos como quemando papeletas jajajaja. Otro el espectaculo de las mulas llevando los maderos que paso tan rapido como la empelotada de Cesar y gafas en el helicoptero jajajaja,
otro con la empantanada de Carlos, que los bluyines salen con todo, Ah, y los coqueteos con la hincha del NAL, eso si cerraste con broche de oro, y claro que se repite tres veces, goliador...Aristizabal...goliador
goliador...Aristizabal...goliador
goliador...Aristizabal...goliador
Pa eso que somos hasta hinchas del mismo equipo EL VERDE DEL ALMA, eso si es tener buen gusto Lobatico.

Conejita.
J.N.