Caminata El Retiro - Vereda Nazareth - La Ceja

Pensábamos que para ir a El Retiro, el transporte habría de tomarse en la Terminal de Transportes del Sur, pero no, es en la Norte, por lo que nos citamos el sábado 8 de Noviembre (Lloviembre dice Lobato) a las 6.40 a. m. en la salida norte de la Estación Caribe de nuestro Metro para desde allí buscar la taquilla 24 de SotraRetiro, empresa que presta el servicio de transporte por esos lados del Oriente Antioqueño.

El vehículo estaba programado para las 7 a. m. y faltaban 5 minutos. Olaya desapareció del mapa en busca de una gorra, porque no quería descompletar su colección y al contrario, tener una más. Pedimos café en una de las burbujas de la Terminal, pero sería por nuestra prisa o porque estaban embelesados los dependientes atendiendo a otros, pero no se dieron ni por enterados de nuestro pedido y el bus estaba sobre la hora de salida.

No dimos más importancia al asunto y quedamos en que buscaríamos desayuno en El Retiro; al fin y al cabo está a escasos 50 minutos por una muy buena carretera, a pesar de las dificultades con lo de la doble calzada de las Palmas. Abordamos un bus que más parecía un avión en su interior, por la comodidad, amplitud y agradable presencia. A las 7 en punto, partimos rumbo a nuestro destino.

Saliendo de la terminal del Norte, el carro recorre un tramo de la autopista norte y sube por la calle 33 hasta la estación exposiciones con cupo disponible y aquí y en San Diego termina de llenarse. Rápido empezamos el ascenso y ahí nos dimos cuenta que nuestro "Avión" más bien parecía una tortuga con reumatismo, porque empezó a rezongar y a subir l e n t a m e n t e. L e n t a m e n t e… Al fin llegamos a la cima y ahí recuperó ritmo y pronto estábamos llegando a nuestro destino. El viaje duró 1 hora y 15 minutos.

Decidimos pasar a visitar a Sonia, una hermana de Jorge Iván, por lo que descendimos del bus unas cuadras antes de la plaza de El Retiro. Ya en la vía, al otro lado nos hicieron señas unos buñuelos que bailaban en una paila mientras los agitaba una joven, que competía en belleza con ellos. Dimos cuenta de algunos en par patadas mientras admirábamos a la chica que no se dio ni por enterada de nuestra admiración.

Llegamos pasando sobre un puente de madera a la Urbanización…, muy bonita y nueva. Nos atendió en portería un amable señor y no tanto un enorme perrazo cruzado de raza San Bernardo y parece que de búfalo, por la enorme contextura del animal. Se llamaba "Máximo", por lo que dedujimos que el portero se llamaba "Mínimo". Anunciados y franqueado el paso, fuimos hasta la casa 22 de las 37 y nos recibieron amablemente Sonia, su esposo y una prima de ella. Ya estaban desempacando adornos navideños, por lo que cayeron de perlas unos cuantos buñuelos que compramos con la intención de hacernos invitar a desayunar, pero de nuevo, nadie adivinó nuestras intenciones y nos tocó conformarnos con un tinto, que muy rico si estaba, para qué…

Con la promesa de volver salimos y caminando por la calle principal, encontramos un restaurante disponible y desayunamos con ganas, pero poquito, como se ha vuelto norma entre nosotros. Retomamos la ruta hacia la salida del pueblo, mientras nuestros fotógrafos registraban animadísimos los ojos de las chapas de las casas antiguas que encontraban a su paso para la colección de curiosidades de los Todo Terreno. José M. había marcado una ruta de unos 15 Km. en el mapa de Google, pero se decidió hacerla por otro lado para que fuera un poco más larga. Ya veríamos qué tanto se alargaría.

Hablando como siempre, bueno, no como siempre porque faltaba nuestro querido compañero y contertulio sin igual, Juanfer, que tiene tema y talante conversador para derrochar verbo a razón de 200.000 vocablos y voquibles con puntos, comas y asteriscos por Km. de recorrido; repito, pero ya haciendo la salvedad de la necesidad de llenar los espacios temáticos, pero ahí nos defendimos; conversábamos animadamente, tanto, que una perrita negra que pasaba por el lugar, decidió acompañarnos por largo trecho, mientras se dejaba querer de nosotros y con sus voleos de cola participaba de la conversada caminata.

Ya llevábamos algo más de 2 horas por una bien tenida carretera vecinal salvo algunos pantaneros normales de esta época, cuando se nos atravesó una quebrada que corría sobre la carretera, como quien dice; el agua por encima del puente. No había forma de pasar por ahí sin mojarse los zapatos y no estábamos dispuestos a descalzarnos, así que buscamos un poco más arriba un vado adecuado. Zuluaga armó un puente muy endeble con un palo que encontró y pasó al otro lado. Olaya arrojó su bastón "unípode" con cámara y todo al otro lado y luego saltó él. Lobato se devolvió y pasó mojando sus zapatos y José M. saltó también, pero bastón y cámara en mano. A Zuluaga se le quedó el bastón al otro lado y le tocó devolverse y ahí si se mojó un poco, luego saltó de nuevo al otro lado. Olaya mientras tanto se dio cuenta que el golpe de la caída había estropeado su Olimpus y trató de repararla infructuosamente. - Ya la arreglaré en casa – dijo y seguimos el camino. En esas, Zuluaga tropieza con su propio cayado y por poco se lo entierra en la ingle, aunque siempre le pringó el muslo derecho y le levantó su hematoma grandecito. Menos mal no pasó a mayores.

El camino presentaba columpios de terreno como de montaña Rusa y los paisajes se sucedían a cada cual más bello, casitas y sembrados de aguacate por montones por acá, vaquitas y caballos por allá, muchachitos y bombombunes al por mayor, un camino a lo lejos se pierde detrás de la montaña circundante, un derrumbe nuevo, otro viejo y luego otro más y así hasta que llegamos a la vereda Nazareth de El Retiro, desde donde se alcanza a ver arriba cabalgando sobre la cordillera al municipio de Montebello, patria chica de nuestro Desvertebrado amigo Oscar Domínguez. Ya llevábamos unas 3 horas y media caminando.

En una tienda de la vereda, cercana a la escuela, tomamos un descanso adobado con cerveza, naranjada y picada de chitos, dentro de un kiosco construido con partes de un bus, del que también se vendían sus restantes en el sitio. Preguntamos por nuestra ruta a la joven dependiente y a un parroquiano que pasaba por el lugar, y poco fue lo que sirvió la consulta; la gente mide caminos y tiempo muy diferente cada quién.

Retomamos la vía y al poco rato llegamos al entrecaminos en donde se juntan la vía por la que íbamos y la que venía desde Montebello y seguía sobre la nuestra, que era la misma, hacia el municipio de La Ceja. Y empieza la subida; el paisaje cambia bastante y hasta el viento que baja de la montaña es más frío. Montebello lucía sus galas colgado de la montaña y hasta manto de neblina se puso en algún momento.

La lluvia amenazaba con un cielo encapotado de un gris plomizo, pero la tocaya de Jorge Iván de la Milagrosa Londoño y Maya, aceptó gustosa los ruegos de los caminantes, e intercedió ante San Padro para que por ese día, hasta ahora tan bello, no se remojara sin necesidad. Seguimos el ascenso no muy empinado y al otro lado del cañón se veía una carreterita por la que preguntamos a dos señoras que conversaban en un tenderete a bordo de la carretera. Nos dieron unas indicaciones tan confusas que mejor seguimos nuestros instintos camineros y nos dejámos llevar por la vía. Mientras, comíamos moras de varias clases; de Castilla, grandes y moradas en cultivos industrializados; Borrachera, un poco más pequeñas y negritas, pero deliciosas y nuestra morita criolla, de la que se necesitan un montón para realmente degustarla, ambas silvestres a lado y lado del camino. Los cultivos de aguacate de varias clases es la norma corriente por estos lados, hasta el punto de que ya Montebello, Antes productor, ahora lo importa de La Ceja y El Retiro.

Más arriba vimos que dos muchachos bajaban por un caminito; supusimos un atajo y ellos lo confirmaron. Entramos al deshecho y en un momento nos ganamos algunas curvas y pendientes. Salimos justo al frente de una casa sobre el lomo de una colina en la que un señor tranquilamente sentado leía y disfrutaba de la paz del entorno. ¡Que envidia! pensamos ¡Esa es la vida que uno se merece! Bueno, la de nosotros tampoco es muy complicada que digamos. Ya casi estábamos sobre la montaña de nuevo y Montebello desapareció del paisaje. El terreno llano no llevó por un buen rato, en el que nos encontramos algo así como un paseo de olla junto a un riachuelo y un enorme bus. Era paseo de olla, pero de ollada de Tamales. Claro que por el amontonamiento y la incomodidad que se les notaba, no estaban como muy enseñados a esas vainas de pasar una tarde de pelota de números con tamal y charco incluidos. Los saludamos y les hicimos alguna chanza y nos ofrecieron la lechuga del tamal, pero la rechazamos discretamente y seguimos.

Olaya parecía un niño sin su juguete principal; este amigo sin cámara se aburre más que un caballo en un balcón, sin embargo hizo de tripas corazón y déle pata que vamos ya casi llegando. 6 horas en ruta y a boca de jarro nos aparece una carretera lujosamente asfaltada con sus bermas, señalización y demás requerimientos a la orden del día, justo al lado de una pista de Trial para unas motocicletas poderosas que hacía rato escuchábamos rugir a lo lejos.


Decidimos que ya llevábamos bastante tiempo caminando y que en el primer vehículo que nos llevara, nos iríamos a cualquier lado: a El Retiro o a La Ceja, ya que estábamos más o menos a medio camino de ambas. Nos montamos a la cinta asfáltica rumbo a La Ceja esperando que pasara algún carro que nos llevara… Caminamos por lo menos otra hora en la que nos sobrepasaron tres autos y dos motocicletas. Pensamos en voz alta analizando la situación y con maquiavélica lógica decidimos que la carreterita se les pavimentó a los hijitos de papi de la zona para que fueran a brincar en sus motos y cuatrimotos a la pista de marras. De pronto apareció un motociclista que se detuvo por nuestras señas y le pedimos que de donde llegara nos enviara un taxi. Al mucho, mucho rato apareció uno, pero con pasajero. Le gritamos que nos llamara uno por radio teléfono y surtió efecto. Al poco rato retornaba el mismo pero con el mismo pasajero y nos dijo que ya casi nos llegaba el que nos había llamado. Mientras le dábamos las gracias y comentábamos la situación, apareció la salvación. Ya la rodilla del Lobato estaba pidiendo cacao y los demás también acusábamos el cansancio de caminar por asfalto. Nos faltaron para llegar a La Ceja unos 3 Km. El mapa de Google daba a esta nueva ruta algo menos de 33 Km. y los habíamos recorrido en 7 horas. Un gran esfuerzo que merecía un gran almuerzo.

Ya en el pueblo del que Lobato dijo que era el mejor planeado por lo planito y bien diseñado en sus vías, ascendimos al segundo piso de un restaurante típico en el marco de la plaza, diagonal al hermoso templo parroquial que se divisaba desde sus ventanales y muy atento un mesero repartió cartas de menú. Buenos precios, sazón normalita. Sopas de sancocho, verduras y fríjol más claros y cervecita llegaron rápido a la mesa. Olaya pidió y recalcó que quería un chicharrón carnudo con sus fríjoles. Nada que hacer; una cosa es carnudo y otra es grasoso. Amablemente el mesero, un señor mayorcito, se lo cambió y le agregó que sin costo, peor para qué. Estaba tan o más grasoso y sin carne que el otro… La frustración la adobamos con chanzas y tan pronto terminamos, pagamos y salimos dándole cuerda a Olaya por su desgraciada suerte con los chicharrones grasientos.

Nos esperaba otro chicharrón más mantecoso que el de Olaya. Cuando llegamos al parque había un montón de carros disponibles para viajar a Medellín; ahora sólo había un más destartalado que el que parecía el conductor y para colmo, una señora se montó primero que nosotros y ahí fue Troya: El tío este tratando de bajarla para llevarnos a nosotros que éramos cupo completo y la señora ranchada y con todo derecho a que no se bajaba. En esas apareció otro carro para Medellín, pero también tenía un pasajero y otro comprometido. La señora no quería cambiar de carro y bueno, no tenemos afán. Ya aparecerá otro. Por fin la doña en medio de regaños y promesas se pasó al otro carro y casi nos ganan la mano otros que también iban para la Bella Villa.

Resultó que ese no era el chofer, y que el carro tenía el arranque malo. No se dejó esperar el brinco, porque para colmo el cacharro ese estaba más mal de pintura que pirata de trasteos y luego de que por fin arrancó nos montamos con desconfianza. Bueno, la fortuna nos acompañó y rapidito llegamos a la ciudad de Medellín con su Metro, el que de inmediato abordó Lobato, mientras los demás tomábamos taxi a nuestros hogares.

Es imposible dejar de reconocer que el camino se hizo más largo por la ausencia de Juanfer, que con su particular estilo nos hubiese acortado el camino a punta de carreta caminera y la totiada de la camarita de Olaya. Ya estaremos todos de nuevo.

José M.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Mira!!! como me lleve hoy la delantera, refrendando que soy la hincha numero uno de los T.T.
Bueno muchachos, recuerden que maluco tambien es bueno, la verdad que en esta caminata pasaron las verdes y las maduras, que si el carro, que si el cruze de la quebrada, que la rodillita de Lobatico, que el chicharron mantecoso de Luisfe, que la camara de Carlos y sin olvidar la viejita que les dio lata en el carro de vuelta, mejor dicho esta caminata si fue casi un viacruci!!!
Como siempre Josema haciendo derroche de palabras y asi llevarnos atraves de la lectura
de cada cronica y de sus fotografias al igual que las de Carlos a disfrutar de cada rinconsito de nuestra Antioquia.

Gloria Luz.
Harrison, N.J.

Anónimo dijo...

QUE BELLEZA DE CRONICA LA DEL CHEMITA Y QUE VERRACA CAMINATA LA QUE ME PERDI, POR PONERME A VIAJAR A CALI. ES COMO CAMBIAR UN TAMAL "LA LIBERTAD", DE ESOS CON CATALOGO, POR UNA PALETA DE AGUA.
SEÑORES LECTORES Y BLOGUEROS DE PROFESION, RECUERDEN CUIDAR LAS AGUAS, LA TIERRA, EL BOSQUE Y LA FAUNA, PARA QUE NO QUEDEMOS EN CORTO PLAZO, COMO LOS INGENUOS QUE AHORRAN EN LAS PIRAMIDES.
(JUANES, JUANES JUANES...DEJA EN ALTO EL NOMBRE DE COLOMBIA. que siga asi, pero lejos de la politica.)
JEALBO

Anónimo dijo...

José M,ya es costumbre en tus crónicas,leer esas maravillosas narraciones que nos deleitan de principio a fín,y parecen que viajaron a las 3 velocidades del burro:despacio,más despacio y parado.
RUMU

Anónimo dijo...

Hombre RUMU, es que sin Juanfer, esos viejitos como que no funcionan. Vos me entendés.
Jealbo

Jorge Iván dijo...

Josema, al pie de las botas y de la letra tu crónica. Una caminata como ésta se merece una pluma como la tuya.