TODO POR UN SANCOCHO.

Yolombó - Estación Sofía.
Él me dijo que lo invitara a caminar otra vez con los TTs. e inclusive decidimos la ruta Yolombó – Sofía a sugerencia suya…
Él me dijo que saliéramos tempranito para que nos rindiera el día y además que llamaría a su padre que vive en la Estación Sofía del antiguo Ferrocarril para que nos tuviera listo un buen sancocho para el almuerzo.
Él me pidió que para estar seguro de que no lo cogería el día, yo mismo lo llamara tan pronto despertara a las 4.30 am para encontrarnos a las 5.15 am en la estación Itagüí y de ahí en 25 minutos estaríamos en la estación Caribe de nuestro Metro desde donde junto a Zuluaga y Juanfer, dada la ausencia forzosa de Olaya y Londoño, partiríamos rumbo a Yolombó en el Nordeste Antioqueño a las 6 en punto… Todo milimétricamente calculado para no tener afanes ni tropiezos.

Lo llamé justo a las 4.30 am. y a las 5.10 llegué a la estación Itagüí suponiendo a Pedro ya ahí esperándome… ¿Quién dijo miedo? Pedro por ningún lado. Lo llamo por teléfono y me contesta desde su casa todavía diciéndome que está esperando el colectivo.
Dado que los buses para el Nordeste salían cada hora, no vi inconveniente en que el hombre llegara tarde, por lo que le dije que listo, que lo esperaba. Desde donde él vive el colectivo tarda unos 15 minutos en llegar a la estación y él me dijo que en 5 minutos llegaría…
A las 5.30 llega con una sonrisa de oreja a oreja diciendo que llegaríamos a tiempo de tomar el bus de las 6 am. El Metro tarda entre 20 y 25 minutos en llegar a Caribe desde Itagüí, pero todavía nos faltaría llegar hasta el sitio de embarque. A las 5.58 estábamos en Caribe, pero pensando en la posibilidad de que alcanzáramos a llegar a tiempo, habíamos concretado con nuestros compañeros de viaje que ellos comprarían los pasajes y retendrían el vehículo mientras llegábamos al sitio.

¡Bendita sea la manía de las aproximaciones horarias de nuestro inefable pueblo latinoamericano! Para el común de las gentes de estos lares la hora exacta es un eufemismo que se aplica a conveniencia y necesidad. Aquí las 6 en punto pueden ser las 6.03 las 6.05 y hasta la 6.10 o 6.15 sin ningún problema para nadie. Todo está fríamente calculado a lo Chapulín Colorado. Hasta tiempo para tomar un delicioso tinto tuvimos; claro que dentro del bus y ya terminando, derramarlo encima de mis bártulos, porque al señor conductor le dio por tragarse un resalto a toda velocidad compitiendo con otro para llegar antes que él a la salida… ¡Qué pena con su santa madrecita, pero su H.P.tazo se lo ganó y en voz alta por el quemón que me pegué!

El trayecto está programado para 2.30 horas. Saliendo de la Terminal, lo esperaban los pasajeros que por no pagar $200 de un seguro contra accidentes, abordan el vehículo ante la vista gorda de las autoridades de tránsito. Tomamos rápidamente la vía hacia Bello, recogimos algunos otros pasajeros y pronto estábamos sobre la doble calzada Bello – Hatillo. Íbamos Pedro con Juanfer y Zuluaga y yo silla con silla. Pedro y Juanfer echando más lengua que un perro chiquito en una coca con leche tibia y nosotros más bien calladitos y mirando el paisaje ya visto mil veces pero igual de hermoso.

De pronto después de Barbosa, y como el bus iba medio vacío, Pedro se levantó de la silla y se pasó para la de atrás, dizque para estirarse un poco. Juanfer empezó a esculcar en su morral y sacó una bolsa. Todo era imaginable, menos que estaba mareado. Si estaba mareado y la bolsa le sirvió para devolver atenciones, pero con tan mala suerte que estaba rota. Zuluaga pronto le pasó otra y metió la rota entre esta. Terminadas las devoluciones, aparece el ayudante del vehículo con más bolsas y un paquete con café molido. Todo un conocedor del asunto, derramó café sobre las atenciones de Juanfer y asunto concluido. “Procure por no pisar el café señor” y se retiró a su puesto. Pedro en la banca de atrás se durmió y Juanfer de inmediato lo imitó.
El par de sinvergüenzas a sabiendas de lo malo que es tomar licor el día anterior y hasta altas horas de la noche, desoyeron el etílico consejo, se pasaron el pasante por la faja y ahí están… ¿Ustedes han visto como queda un marranito después de un episodio de cariño con su tierna mamacita en el chiquero? ¡Así quedaron; hasta con chiquero…!
Contribuyó con creces al mareo la endiablada velocidad del bus, dado el buen estado de la carretera, a tal punto que en 2.10 horas ya estábamos en el parque de la hidalga San Lorenzo de Yolombó, cuna de la única Criolla con título nobiliario; Doña Bárbara Caballero, Marquesa de Yolombó.

Ya desmontados y recuperados Pedro y Juanfer, nos fuimos a saludar al Dueño del Aviso en su hermoso templo en ladrillo formado por cinco naves; una principal y cuatro secundarias y cuya techumbre interna tiene la particularidad de ser en madera a la vista en arabescos tallados, junto a vigas formadas en espina de pescado. Tiene un pequeño órgano de tubos localizado en el coro, lo que le debe dar mayor sonoridad y belleza a la música sacra. Ya lo están adornando para Navidad.

Del templo pasamos a una cafetería en uno de los costados de la plaza y como no había desayuno como menú, nos decidimos por café con pasteles, papas y empanadas a los que adobados con ají vivo por cuenta de Pedro, les dimos mate en un santiamén. Regresamos al parque que por cierto no tiene forma definida y al mismo tiempo es parqueadero, plaza de mercado y tertuliadero municipal. Haciendo mi recorrido fotográfico me llama Pedro la atención y nos presenta a un profesor del pueblo que tan pronto vio que éramos visitantes, se nos puso a disposición para contarnos algo de historia municipal. Entre lo que nos contó que iré relatando en la crónica, nos habló del origen del nombre del pueblo; Yolombó. Cuando llegaron los Españoles por los lados de 1550 y pico, ya había un asentamiento indígena en el lugar con características de poblado y como endémico del lugar un árbol llamado Yolombo o Yolombó (Panopsis Suaveolens) ahora ya muy escaso en la región, pero que están tratando de reintroducirlo, aunque es difícil por lo lento de su crecimiento y el aprovechamiento que de él se hace por la calidad y belleza de su madera. Siendo entonces Yolombo el nombre indígena del poblado, los españoles nombraron el lugar como San Lorenzo de Yolombó. También es de anotar que el poblado ha estado localizado en diferentes puntos, pero siempre en la misma zona, por cuestiones de minería. En el parque del pueblo están cultivando con sumo cuidado un arbolito de Yolombo que ya tiene unos 6 cms de diámetro en su tallo y unos 4 metros de altura. Su fronda es abundante y también tiene unos frutos del tamaño de una guayaba criolla mediana.

Salimos del parque rumbo a Sofía por el llamado “Carretero”, antes “Camino del Real” y mucho antes simplemente “Camino de indios” dependiendo de la época en que se utilizó como ruta para entrar o salir del laberinto de colinas que forman el pueblo. Las cuadras son laaargas y siempre terminan en un morro para seguir por otro, pero todo muy bien señalizado; porque de otro modo habría que “llevar el gato”. Entre tanto, Pedro trató por todos los medios de comunicarse con su padre para lo del Sancocho del almuerzo, o por lo menos hacerle saber que íbamos para allá a visitarlo, pero no lo logró. Había salido desde temprano a pescar y quien sabe a qué hora regresaría.

Ya en las “goteras” del pueblo divisamos la troncal que va hasta Vegachí y mientras llegábamos a ella, bajamos a punta de sacudidas por parte de Pedro, una buena cantidad de guayabas que acabaron de completar el desayuno. Ya en la troncal, un retén de la Policía nos advirtió de lo bien vigilada de la región y una placa de metal y cemento en el piso como nunca la habíamos visto, el interés del gobierno Departamental en el cuidado y conservación de esa obra. Pensamos que nos tocaría “raqueta”, pero no, muy formales los policías nos saludaron e indiferentes siguieron “raquetiando” una lujosa camioneta y a sus integrantes, mientras nosotros tomábamos la foto de la placa en medio del asfalto. Muy bonita y vistosa.

Los palos de guayaba pululan en la región y por esta época están cargados de fruta, lo que nos permitió revivir nuestros tiempos de “chinches tirapiedra” y de ladrones de guayabas en potreros ajenos. Todo iba muy bien, hasta que pasamos una casita en cuyo frente estaba sentada una joven y un niño y más adelantico, un frondoso palo de guayaba, muy grueso para sacudirlo, que nos humillaba con sus muchas guayabas maduras como alumbrado navideño. La joven y el niño nos observaban… Tomé el zurriago de Zuluaga y lo lancé girando contra las ramas altas cargadas de fruta. ¡Nada! Ninguna caía… Un segundo y tercer lanzamiento infructuosos me hicieron desistir del asunto diciendo: ¡Están verdes! como la zorra aquella… Zuluaga con otro palo me dice: ¡Mire cómo se hace! Lo manda varias veces y tampoco. Desistimos. Mientras nos alejábamos, la joven y el niño nos gritaron: ¡Y se fueron con las ganas de comer guayabas…!
Carcajadas burlonas y de desconsuelo desde ambos puntos resonaron y seguimos nuestra ruta.

El carretero a la Estación Sofía fue durante muchos años la única ruta a estos lados del Nordeste minero y ahora que fue reemplazado por una vía alterna de excelentes especificaciones, está muy transitable aún a pesar del abandono. La pobreza campea a su amaño y algunas pocas casitas se resisten a desaparecer entre la maleza como muchas otras. El paisaje es hermoso a pesar de la poca fertilidad de la tierra, en la que el cultivo endémico es la caña panelera, base de la economía de la región. Anecdótico resulta el encontrarse uno en el camino una casa grande, pintada con colores vistosos y con un aviso que reza: CARREFULL. Ni cortos ni perezosos nos tomamos la respectiva foto para que nuestros amigos sientan envidia de nuestras andanzas comerciales.

Un motociclista que salía de una de las fincas nos saludó afablemente a pesar del temor reflejado en su actitud, común en los habitantes de regiones golpeadas furiosamente por violencias de todas las pelambres; Juanfer aprovechó para preguntarle por alguno de sus familiares que tiene finca por estos lados, a lo que el cabalgante motorizado le indicó y casi nos llevó hasta los límites de la propiedad. Ya ahí, una señora confirmó la cosa, añadiendo que el primo de Juanfer no estaba en la propiedad, y que a veces amanecía en la casa que ella habita. Un extraño monumento Mariano adornaba la propiedad, ubicada en un altico del terreno. Ahí nos desquitamos del anterior palo de guayabas y de las burlas de de los vecinos derribando unas con los bastones y otras que un amable niño trepado en el árbol, tumbó para nosotros.

Estábamos justo en la parte más alta del recorrido. Desde aquí y por la carreterita en buen estado, empezamos el descenso hacía el valle del Nus, aunque todavía no estaba a la vista. El paisaje va cambiando de acuerdo a la altura, y ya hasta algunos frutales, además de la Caña Panelera y los trapiches entre ella, complementaban el entorno. Algunas casitas en diferentes estados de conservación también bordeaban la carretera; unas con cuidados jardines, otras bien enrastrojadas y otras casi caídas y en total abandono. Junto a uno de los Trapiches encontramos una gran cantidad de llantas de carro abandonadas, de donde dedujimos que eran el combustible para los hornos del trapiche. ¡Mala señal! La contaminación no sólo sería del ambiente, sino del producto final del trapiche; la Panela que todos consumimos a ciegas… Más adelante algunos gallinazos merodeaban cerca a una casita en la que había algunos niños y una señora cargaba algo en un costal sobre su cabeza. Un poco más allá, unas ruinas albergaban una gran cantidad de huesos; además había gallinazos, cerdos, gallinas y quien sabe que otro tipo de habitantes. Increíble mescolanza adobada por un nauseabundo olor y la vera del camino, adornada por un Rosal florecido y un Guayabo cargado de fruta… Esas sí las dejamos tranquilitas en el árbol y seguimos raudos.

De pronto se abre el paisaje a nuestra izquierda y un valle por el que serpentean un río y dos carreteras se muestra a nuestros pies. Es el valle del río Nus y las carreteras son la troncal que va hacia Puerto Berrío bordeando el Nus y la otra es la que va hasta el municipio de San Roque según nos cuenta Pedro. Parecería que ya estamos cerca de Sofía, pero no, estamos muy arriba en la montaña y el fondo del valle se ve lejano y con un paisaje imponente. Una de muchas casas campesinas a bordo del camino y con su ante jardín repleto de Rosales en flor junto a unas señoras amabilísimas, fueron la disculpa perfecta para un rato de conversación y mientras mis compañeros parloteaban con las doñas, mi cámara de regodeó en sus flores y jardines. Hasta un Guanábano, hoy de moda por aquello de de la frutoterapia para combatir algunos tipos de Cancer alcancé a fotografiar.
Más abajo, una vaca cachimocha asomada encima de una gran roca le dio motivo a Zuluaga para decir que esa era una vaca con piedra… No sé por qué, no se veía enojada.

Ya el calorcito nos decía que estábamos cerca de la meta; la Estación Sofía del añorado Ferrocarril de Antioquia. Como el papá de nuestro ocasional compañero Pedro vive por estos lados, él conoce el lugar bastante bien y nos mostró el sitio en que quedaba la antigua estación, de la que ahora sólo queda el piso cubierto por la maleza. Dicen los que tienen porqué saberlo, pero en voz baja, que los amigos que se enseñorearon a punta de fusil y motosierra por estos lados se la fueron llevando pedazo a pedazo para sus propias estaciones...

Al fin llegamos a Sofía. Calientica la doña en sus 890 msnm(google earth) Doña Lucila Agudelo que con sus 87 años lleva como 70 y pico viviendo por estos lados(Llegó de las montañas cercanas con el Ferrocarril según sus propias palabras) nos brindó refrescantes líquidos de cebada y lúpulo fermentados y heladitos mientras hablábamos cháchara sin picaporte. Ya íbamos por la segunda nieve cuando aparece don PedroNel García, padre de Pedro y ni corto ni perezoso, mientras saludaba se mandó él la primera contándonos que andaba de pesquería desde la madrugada y por eso nadita de Sancocho. Acotó también que su dilecto hijo debió llamarlo el día anterior a anunciarle nuestra visita. Tampoco nos complicamos mucho la vida y rapidito encontramos en donde almorzar, sólo que tendríamos que caminar otro rato. Nos tomamos la otra, doña Lucila nos echó una retahíla con los nombres de las estaciones de Berrío a Medellín, pero es imposible reconstruirla aquí sin haberla copiado. Ya volveremos armados de papel y lápiz. Nos despedimos de la amable señora que no terminaba de contarnos su vida y milagros, incluidas las cascadas que le pegaba el marido dizque para que se manejara bien sin otras razones aparentes. - Siquiera se murió ese H.P – Dijo con ternura.

Caminando y charlando llegamos hasta el estadero 3Jotas sobre la Troncal y mientras se servía el pedido de bandejas y sopas a discreción, siguió la charla animadísima con don Pedro padre, del que su hijo heredó lo carretudo y buen contador de historias. El frasco de ají vivo dio por terminada aquí la vida útil de su contenido en las sopas de los comensales y en menos de que canta un gallo invitado a un sancocho, estábamos pensando en viajar a Medellín. Nos decidimos por viajar en Motorratón hasta Cisneros y ahí en bus a la “Veya biya”. Nos despedimos de nuestro anfitrión con la promesa de volver por el sancocho frustrado y nos metimos los 4 en uno de esos bichos motorizados de 3 ruedas y al poco rato estábamos viendo unas “Patinchadas” lindísimas mientras esperábamos el bus para Medellín en el parque de Cisneros, junto a la inolvidable 45 del Ferrocarril de Antioquia.

Abordamos el bus de las 3 pm. que salió a las 3.07 y partimos por las estrechas calles en medio de la algarabía de las cornetas y la gente corriendo porque “se largó el agua”. Más arriba ya no estaba lloviendo, pero al rato de pasar el alto de “La Quiebra” y ya llegando al Corregimiento “Santiago” se desató un feroz aguacero que junto a la velocidad del bus, nos pegaron un buen susto. Menos mal por los lados de “Botero” ya había escampado y los carro - tanques conducidos por choferes más prudentes le hicieron mermar la velocidad al joven conductor que pretendía emular a “Montoya” al volante de un bus de pasajeros y en pavimento mojado.
Le comentaba a Juanfer ya llegando a Barbosa la posibilidad de que el vendedor de tortas de pescado seco se subiera a venderlas para llevarle a doña Gloria unas cuantas y preciso que justo llegando al parque se subió este hombre que según nos contó, lleva 25 años en esa labor de calmarle a unos las ganas y a otros el hambre con su delicioso producto que vende acompañado de un refresco; antiguamente lo entregaba con un tuti fruti de cajita, ahora ya es con un líquido parecido al Moresco en bolsa por el mismo precio o con un jugo de naranja en botella plástica un poco más caro. Me compré dos para la doña, Juanfer otras para él y su doña y Pedro se engulló como buen prospecto de todo tragón otras dos. Me hicieron dar envidia y me empaqué una yo también… ¡Deliciosas! Zuluaga fiel a su postulado de “Nada que nade” apenitas nos miraba todo cariacontecido. Viéndole la cara, el joven vendedor le dijo que también llevaba Panzerotis y pasteles de pollo, pero no quiso y no quiso… Porque así fueran de “huele que vuela pero no vuela” estaban junto a las tortas de “Nada que nade”.
Después de entrar a la doble calzada eso es como despeinando a un tuso y apenas terminando las tortas, ya estábamos desmontándonos en la estación Niquía del Metro, el que rápido abordamos rumbo a nuestras casas; dos para Sabaneta, uno para el Poblado y uno para la Floresta; adiós pues…
Juan Fernando Echeverri
Luis Fernando Zuluaga
PedroNel García
José María. Ruiz
Vea más fotos en:

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi Josema, que le puedo decir despues de leer esta maravillosa cronica, que esta tan deliciosa como las tortas de Barbosa y el delicioso sabor y olorcito de las guayabitas de nuestra hermosa tierra. Ah... pero que no se queda atras el sabor del sanconcho preparado por el papa de Pedro, lastima y se quedaron con las ganas.

Felictaciones Chemita, te luciste como siempre con las bellas fotografias, tan feita nuestra tierrita, no???

Conejita.

Anónimo dijo...

Felicitaciones Chemita, tan deliciosa la cronica como las tortas de Barbosa y el olorcito y sabor de las guayabas de nuestra tierra. Ah... y como el sabor del sancocho preparado por el papa de Pedro, lastima y se perdieron de semejante delicia.

Bellas las fotografias, tan feita nuestra tierrita, no???


Conejita.

Anónimo dijo...

¿que te pasó Juanfer?páselos con manguito y evítese esos problemas.
Chema,una buena crónica que no dá tiempo de bostezar-
RUMU

Jorge Iván dijo...

Josema, la sustancia que tendria el sancocho que no fue, se la pusiste a esta cronica, hecha con puntada de croche para que no se pierda el hilo. Que tal el parecido de Pedro padre y Pedro hijo? no se pueden negar.

Anónimo dijo...

Como extranan los caminos de mi Antioquia a sus Caminantes Todo Terreno, esta Conejita tambien los echa de menos, ademas de sus hermosas cronicas y bellas fotografias.
Cuando nos van a dar el gustico de volver a disfrutarlos?

Abracitos lanuditos.

Conejita.

Unknown dijo...

Que buen relato, buscando información del árbol Yolombo me encuentro una buena historia que no pude dejar de leer. Soy Yolombina y me gusto recrear la historia y esos lugares que conozco. Puntos que en gustan como los paisajes, las guayabas... Otros que no me gustan como los conductores de estas empresas de transporte, siempre han sido un martirio, o las llantas para el combustible del trapiche. Me alegra leer estos puntos de vista.

Unknown dijo...

Que buen relato, buscando información del árbol Yolombo me encuentro una buena historia que no pude dejar de leer. Soy Yolombina y me gusto recrear la historia y esos lugares que conozco. Puntos que en gustan como los paisajes, las guayabas... Otros que no me gustan como los conductores de estas empresas de transporte, siempre han sido un martirio, o las llantas para el combustible del trapiche. Me alegra leer estos puntos de vista.