Caminata San Antonio de Prado - Heliconia

Contando con la ausencia física de Lobato por cuestiones de salud, cosa que lamentamos profundamente, nos encontramos el resto de los caminantes en la Estación Itagüí de nuestro Metro a eso de las 6.30 am. de ese sábado 13 de marzo de 2010 y salimos rumbo a San Antonio de Prado, para de ahí subir hasta el alto de “El Chuscal” y bajar luego hasta el Municipio de Heliconia, famosa desde los tiempos de la Colonia por sus salinas, que desde tiempos inmemoriales los nativos de la región; Nutabes, Titiribíes y Arvíes, explotaban comercialmente en forma de “Panes de sal”.

En ese entonces, el poblado se conocía como Arví o Murgia (Lugar de sal) y por tiempos de la Colonia fue llamada Guaca por la gran cantidad de entierros con tesoros indígenas que se encontraron allá. Cuenta el cronista que cuando llegaron los españoles, los nativos corrieron a enterrar sus posesiones y muchos de ellos se suicidaron y se hicieron enterrar con sus tesoros. Hoy todavía es una región arqueológica muy cotizada y con ruinas de los entables para el procesamiento de la sal en tiempos de la Colonia.


Llegados a San Antonio de Prado, visitamos el templo; estaban en misa, por lo que rendimos nuestro tributo de agradecimiento y salimos en busca del reglamentario desayuno. Poca oferta gastronómica a esta hora por estos lados. Nos tocó desayuno de panadería: Cafecitos con leche (tibio para Juanfer), empanadas, pandequesos, buñuelos y listo. ¡Y claro; medio frasco de ají para dos empanadas!


San Antonio de Prado tiene varias particularidades: Un enorme condominio colombófilo, o sea una gran palomera en el centro del parque; varios bustos de personajes del pueblo, especialmente uno de un señor que parecería el papá de Ñoño de apellido Betancur y una réplica mugrosa de Bolívar. También y aparte de los borrachitos matinales, el parque es un parqueadero en altura: Los carros cuelgan precariamente de los lados de la iglesia que tiene una torre de castillo medieval y del mismo parque. Estuvimos tratando de recordar cómo es que lobato dice del asunto.


Salimos al carretero y tomamos rumbo al “Chuscal” sin afanes; mirando como cuelgan las casas, las casitas y los ranchos de las laderas de la montaña. Algunas regiones de Antioquia son un desafío para la imaginación. La vía serpentea por entre los recovecos de la montaña, unas veces arborizada, otras pelada, alguna más chamuscada por los pirómanos, pero siempre enhiesta y majestuosa. A la derecha abajo el cañón de la Doña María, arriba “El Barcino”, “El Manzanillo” y el paso hacia Belén Altavista. A la izquierda, la Cordillera de “El Romeral” y nosotros caminando; otros en bicicleta y los autos raudos rumbo a y desde la cima. Todo moteado de casitas de todos los estratos posibles e imposibles, algunos cultivos de hortalizas y bosques de pino industrial. También hay asentadas en la región algunas granjas avícolas y de cárnicos en general.


Antes de las 2 horas estábamos en la abertura o Abra sobre el lomo de la montaña, en donde ya hay desde monumento Mariano, hasta tienduchos que ofrecen de comer y beber a los transeúntes, ciclistas y todo el que quiera parar en el lugar a disfrutar de una amplia vista hacia ambos lados de la montaña. Un aviso reza: ARMENIA MANTEQUILLA 22 KMS. HELICONIA 13 KMS. Armenia a la izquierda, Heliconia a la derecha. Íbamos para Heliconia, la tierra de “COSIACA” por si no sabían; arrancamos carretera abajo y estrenando pavimento de cemento que por lo visto fue derramado con toda la técnica y especificaciones como para que dure muchísimo tiempo.


La dicha nos duró unos 20 minutos y hasta ahí llegó el asfalto sin terminar de alabarlo todavía. De nuevo un camino tortuoso, con más cara de camino de herradura que de carretera intermunicipal, como casi todas las vías de nuestro departamento que a pesar de tener presidente y muchos ministros, incluido el de Obras Públicas Antioqueños, como que les da pena meterle la mano a estas hermosas regiones que si tuvieran vías apropiadas, serían emporios turísticos con mucho futuro. Bueno, pero nos consolamos pensando que se camina mejor por camino sin asfalto…


El paisaje se abre al frente hasta el infinito de la sucesión de cadenas montañosas y valles escondidos entre ellas. La carreterita sigue siendo una serpiente que se desenrolla perezosa sobre la falda de la montaña. De pronto en una curva pronunciada, vimos muy abajo el pueblo. La ilusión de cercanía se desmorona a cada paso que damos, porque uno piensa que ya está cerca; curva va y curva viene y como la puerta, en el mismo punto se mantiene. No es problema; nos entretenemos en hablar de lo divino y lo humano y admirar el paisaje reconociéndolo. A lo lejos se alcanza a ver la otra serpiente que lleva a Armenia Mantequilla y guiado por ella, distingo y muestro a mis compañeros, la finca de unos amigos allá lejos. En esas, suena mi celubobo como dice Juanfer. Dicen que lo de la Telepatía es cuento, pero la llamada era precisamente de la dueña de la finca que llamó a saludar…Únicamente a saludar y a preguntarme que cuando iba a volver por esos lados a pasear. Le conté por y con quien andaba; de inmediato ofreció Sancocho de Gallina para esta o para otra, previo aviso. Quedamos casos después de comentarlo con los cuchachos caminantes.


Algunas casitas, muy pocas cuelgan por aquí también de las faldas de la montaña; varias motocicletas y unos pocos carros pasan y algún campesino se esconde furtivo entre las rastrojeras o en la oscuridad de sus casas. Mientras hablamos y hablamos una motocicleta se escucha y al momento pasa a nuestro lado con sus dos policías de dotación. Saludan y siguen hacia arriba. Al poco rato pasan hacia abajo despacio y saludan de nuevo. Nada extraño; recordamos a unos que yendo para Angelópolis, nos abordaron muy cordiales si, y entre charla y charla, con disimulo nos tomaron algunas fotos. Nosotros también les tomamos a ellos.

Seguimos bajando y en una curva, unos perros de malas pulgas nos salieron al paso, mientras un campesino malencarado con un machete desenvainado nos saludó entre dientes y con desconfianza. Los perros dijeron “tate” ante nuestros disponibles báculos. Al poco rato, un motociclista pasó mirándonos fijamente casi sin contestar el saludo y al momento volvió a bajar levantando el polvero. Con seguridad – pensamos – lo llamaron de arriba y vino a ver quiénes éramos… Estos parajes estuvieron infestados de irregulares y la desconfianza es norma. ¡Qué carajos! Nosotros ya somos inimputables con nuestras caras de abuelitos en ejercicio. ¡Es más peligroso un gusano de Col!


¡Esto tiene más curvas que Natalia París y Tatiana de los Ríos juntas! Ya el calorcito empezaba a mellar los cuerpos y el guargüero a pedir líquido diferente al agua, abundante por cierto en nuestros morrales. Ni un tienducho abierto por estos lares, como para violar una ley seca que como alcaldada reglamentaria nos afrijolan en cada evento electoral. Ya empezaba el terreno más llano y a verse más casas y fincas en el camino. A un parroquiano que se asomó a una puerta le preguntamos por una tienda y nos dijo que abajito, en la curva había una… ¿Abajito? ¿En la curva? Todo era hacia abajo en medio de curvas y un polvero del carajo. Eran tantas las ganas que Zuluaga se metió a una casa con tan buena suerte que esa era la tienda. Ahora quedaba convencer a la señora de que nos vendiera cerveza. Casi que no. Hasta nos dejó entrar a la casa dizque para no dar papaya… Seguimos polvero abajo y por fin; la entrada al pueblo.


La calle se amplía y el piso está forrado en Piedra Verde en tres hileras, otras cuatro de Cemento y sus respectivas obras de arte o de recolección de aguas lluvia. Quedamos maravillados pero poco duró la dicha, se acabó la belleza y siguió un tramo de adoquín mal puesto por un trecho; luego de un resalto, otro tramo de adoquín este sí bien dispuesto. Aquí nos encontramos una tienda en que sin miramientos de leyes secas, nos brindaron polas bien frías con chitos más conocidos como ensalada Lobato. El dueño de la tiendita era tan flaco que Olaya le tomó foto para mandarla a Cuba con el argumento de que para ser flaco no hay que morirse de hambre como el periodista Fariña.

Nos montamos de nuevo a la vía y siguió el desfile de pisos distintos; lo que nos dejó claro cuántos alcaldes habrían intervenido en los “arreglos” de la entrada del pueblo; unos 5, y más o menos cuántos faltarían para terminar de hacer la carretera hasta el alto de “El Chuscal” Calculamos así “por encimita” unos 253 alcaldes de aquí para adelante…


Ya llegamos al Cementerio que tiene forma circular como plaza de toros, pero estaba cerrado, por lo que consideramos que estarían fuera de temporada los que se murieran por estos días. Más abajo, un grupo de muchachos departía alegremente, y tan pronto nos vieron pidieron la foto reglamentaria entre chanzas. Se les tomó la foto y ya se les envió por correo; claro que con el estado de la vía entrando al pueblo, a lo mejor ni les llegue…

Entrando al pueblo propiamente dicho, o sea al parque principal, hay una subidita también adoquinada, que dadas las circunstancias, consideramos que está así desde los tiempos de la Colonia, o por lo menos desde la primera elección popular de Alcaldes, que seguro eligieron con la promesa de adoquinar la vía hasta “El Chuscal”, pero el billete le alcanzó sólo hasta la quebradita de abajo, a 200 mts, después de sacar su tajadita.


la sorpresa mayúscula se la lleva el visitante cuando después del primer golpe de vista que incluye un árbol florecido de anaranjado arriba en medio de la montaña circundante, se encuentra con las oficinas de la UMATA y en su zona verde, tirados de cualquier manera están los bustos de Federico Estrada Vélez en un rincón, y pegados a la reja “protectora” los de Enrique Olaya Herrera y del Libertador Simón Bolívar en el más abyecto de los abandonos; casi perdiéndose entre la maleza, despintados y sucios a más no poder.

Ya veremos a quien se la montamos, porque hace tres años estaban en las mismas – dijo Juanfer – Es el colmo de la falta de respeto, no sólo con los próceres y personajes ilustres, sino con el visitante que espera por lo menos que su visita sea agradable. Al pedir explicaciones a las habituales parroquianos, todos tienen 10 dedos para señalar al alcalde; por algo será…


No todo es malo; seguimos hasta el templo, una construcción pequeña, de corte similar a la de la Veracruz de Medellín, limpio y bonito. El altar mayor parece tallado en ébano, madera cuya particularidad son su textura negra y su brillo nacarado, además adornado con laca dorada, simulando las láminas de oro que a lo mejor alguna vez tuvo.

Ya de regreso al parque, buscando la empresa transportadora y un restaurante en donde almorzar, nos cayó la ley y esta vez con interrogatorio. Es que cuatro viejitos barrigones, mirando todo y tomando fotos en vísperas de elecciones, son como sospechosos. Nos quitamos al policía de encima cuando le preguntamos que qué sabía él del estado de los bustos. Se fue tranquilo, después de inculpar también al alcalde. En medio de la risueña por la sacada que le pegamos al policía, nos metimos al creo que único restaurante de Heliconia, llamado “Sal de Guaca” en donde tras prometernos cerveza, nos acomodamos con Sancocho de tres carnes para Zuluaga, carne asada con papitas para Olaya y Juanfer y para el suscrito desganado una pendeja, digo bandeja de cerdo, o con cerdo para los “puristas”.

¡Cuales cervezas! La muchacha que nos atendió llegó muy cariancha y nos dijo que como el “honorable” concejal estaba también ahí gorriando almuerzo, no podían embarrarla. Tocó resignarse a ese revoltijo que en algunas partes llaman limonada, que ni es limonada ni es nada; nada más que panela derretida en quien sabe que agua, con una muestra de limón y algo de hielo. Otros lo llaman dizque Guandolo, pero Guandolo no hay sino uno y ¡nosotros sabemos cuál es, carajo!


El almuerzo estuvo buenito; ¡Pa`qué!. Hicimos roncha un rato, pero antes de que a Olaya le diera por sacar piyama para hacer la reglamentaria siesta, salimos a recorrer el pueblo ante la vista inquisidora del vecindario. El pueblo conserva muchas de sus bellas casas coloniales propias de los pueblos alejados; sin ostentación, pero grandes, altas, con sus techos a dos o tres aguas; todo bien cuidado y sus calles empedradas o adoquinadas. Bajamos hasta donde suponíamos habría vestigios de las antiguas factorías de las salinas. Ya sólo quedan algunas chimeneas en adobe que se levantan sobre los restos del olvido, con ramas y arbustos retoñados entre las fisuras y en la punta de ellas.


Un viejo puente con barandas en adobe macizo a medio derruir cruza sobre una quebrada que ya en su recorrido ha recolectado las aguas negras de parte de la población y las fuentes salinas se están secando y desapareciendo sus vestigios. Nadie sabe nada sobre el asunto. Todos los preguntados responden con evasivas mientras esquivan la mirada. De regreso sobre nuestros pasos, de nuevo la policía, pero ya esta vez con cámara en mano. Los confrontamos y posamos para su informe sin problema, aunque ellos trataron de disimular su intención de tener un registro de nuestra “sospechosa visita” y nuestra preguntadera.

Nos fuimos de subida por otra calle y nos encontramos una edificación que data de 1923 y al parecer sigue prestando el servicio para lo que fue construida; una bellísima escuela; la Escuela Modelo. Hermosa y bien conservada por lo que se alcanza a ver en su exterior. De regreso al parque, una concentración de jóvenes en un local nos aterrizó en las vísperas electorales y un sujeto que se nos abalanzó gritando arengas a una candidata nos pintó las maravillas del lugar y cuando le preguntamos por lo de los bustos, nos mandó para donde el alcalde también… Vámonos más bien – dijo alguno – y nos fuimos a buscar transporte. En el camino, nos encontramos de nuevo la policía pero ya en el comando; Olaya dijo: Entonces qué; ¿Ley seca o Ley cerca? Primera vez que nos sentimos tan bien acompañados y protegidos por los cuerpos de seguridad del Estado.

Ya en el parque, el local de la flota seguía cerrado, pero estaban los populares “Chiveros” con los que nos tocó negociar el traslado a San Antonio de Prado. En el restaurante nos dijeron que cobraban $40 000, pero como nos vieron cara de “gringos”, nos pidieron $60 000. ¡Ya voy toño!, ¡más gringa tu abuela! Otro, con cara de jeque árabe en desgracia sentado en una silla de ruedas, nos ofreció llevarnos por los 40, pero teníamos que esperar un rato a que llegara su carro. ¡Para eso esperamos el bus! – le dijimos - . Zuluaga logró violar de nuevo la ley seca y de salida ofreció 50 para que nos llevaran. Cuando ya el “chivero” se decidió por los 50, el de 40 asomó en la esquina… Era un Land Rover más acabado que la honradez, por lo que nos decidimos por el de 50 al ver que era una Toyota en muy buen estado; como quien dice: Uno era un chevette y el otro un mercedes Benz. Así de sencillo. Y por $10. 000 no nos íbamos a quebrar.

Más nos demoramos en sentarnos en el campero que Olayita en estar dormido; que hombre tan valiente o tan dormilón ser capaz de echarse semejante pestañazo casi hasta “El Chuscal” durante 25 minutos de subida a toda velocidad por carretera destapada y serpenteando montaña arriba. Cuando llegamos a la vía ya pavimentada, el chofer nos contó que ese tramo fue construido con concreto reforzado de entre 28 y 32 cms con hierro sin hambre y que el próximo tramo de 3 kms lo iniciarán en agosto cuando se termine lo de la “Ley de garantías”. Uno se ruboriza cuando le dicen que no se puede hacer ninguna obra, ni ninguna contratación estatal en tiempos electorales para evitar la corrupción. Y sin embargo roban y roban con ley o sin ley. O amparados en la ley.

Pronto estábamos ya esperando colectivo del SIT para el Metro y de ahí cada quien para su casita a dar gracias por el entretenido día y a dejarse querer de “mija” y los niños…

José M.

Más fotos en:
http://picasaweb.google.com/sietenpunto/PradoHeliconia#

El origen del verraco de Gauca.

El caso es muy sencillo y trataré de sintetizarlo para no hacerme cansón con el tema: berraco y verraco no son lo mismo, aunque el segundo dio origen al primero en la población paisa de Heliconia que antes se llamaba Guaca. Allí un campesino tenía un verraco (cerdo padrón) al que nada lo detenía para ejercer las funciones asignadas en el Diccionario (ver www.rae.es). Talanqueras y cultivos eran poca cosa para el verraco cuando iba tras su elegida. La fama del verraco de Guaca superó las fronteras del pueblo, de tal manera que cuando algo se consideraba imposible de realizar, se decía que eso no lo hacía ni el verraco de Guaca.

Poco a poco el sustantivo se fue volviendo adjetivo de lo que se quería expresar como en grado superlativo. Se fue dejando a un lado el significado de cerdo y el lugar de origen. Los paisas no hemos podido diferenciar los sonidos de b y v, por lo que al aparecer el verbo con la preposición en, llegó como emberracar, donde la m se escucha perfectamente diferenciada de cómo pronunciamos Envigado, en la que el sonido de n sí alcanza a percibirse antes del de la v. Con esto, para los paisas no hay duda de que la grafía berraco es la correcta. Y mientras verraco no deja de ser un cerdo padrón, berraco tiene más significados que un berraco.
Por: Sófocles El Espectado

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, hola, por aqui a la carrerita no vaya y se me adelante aquel.

Mi querido Josema, una cronica de racamandaca te mandaste. Quien puede decir que no anduvo por alla caminando con ustedes despues de leer esta bella cronica.

Lindas fotografias son testigas de la belleza de nuestra tierrita y ni que decir del video, de todo el lujo.

Zuluaguita, pa las proximas caminatas te va a tocar llevar cervecitas frizadas, por si las moscas,ja,ja ja...

Los buenos deseos que no falten por la recuperacion total del pie del Lobatico.

Feitos, los quiero.

Conejita.

Anónimo dijo...

Excelente crónica tan bien jalada como las fotos y el video, que sumados se torna en una verdadera denuncia al abandono y a la desidia, en medio de la escondida belleza y a tiro de piedra de Medellín. ¡No hay derecho¡ Definitivamente ustedes si somos unos verracos pa'andar y que quede claro que por camino sin asfalto se camina delicioso, pero sin asfalto el progreso no camina...retrocede, eso dicen Sarita, Jerónimo y Samuel.
El Abuelo Feliz

Jorge Iván dijo...

Muy bien redactada la crónica, al pie de la jugada y muy titina con sus fotos y el video. A los campesinos hay que "desarmarlos" anticipándoles un "buenos días" bien amistoso y que lo sienta. Preocupante si que la policía no sepa distinguir a cuatro caminantes enamorados de la naturaleza y de nuestros pueblos. Y ahora, ¿con que chanza se dejará venir el gocetas de Loaiza?

Anónimo dijo...

Me quedan claras varias cosas: 1) Una sospecha no se le niega a nadie. 2) El guandolo marca Lobato es inigualable. 3) Lobato les hizo falta, no digan que no. 4) La ley cerca es más efectiva que la ley seca (felicitaciones, Tocayo, por el apunte fino). 5) Necesitamos que Lobato nos explique cómo es eso de los carros colgados de la iglesia. 6) Ese Sófocles es un berraco para explicar bonito. 7) El Olaya tiene la conciencia muy tranquila, así duerme bien. 8) El Poeta es telépata a más de gran cronista. 9) Juanfer estuvo extrañamente callado. Felicitaciones, Poeta, por la crónica y a los fotógrafos por las vistas. Luis F. Múnera L.

Elbacé Restrepo dijo...

Si no se la mandan a Loaiza no opino, no opino y no opino.

JuanCé dijo...

Muy entretenida crónica; pero no hay derecho que uno no pueda recorrer su propia tierra, porque resulta sospechoso.
A mi me prohibieron en una ocasión tomar fotos en el parque San Antonio en Medellín, según me dijeron porque "ahí hubo un atentado terrorista"
Nada que hacer, pero si duele.