Caminata Primavera - Palomos

Fecha: sábado 7 de junio de 2008

Asistentes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Juan Fernando Echeverri Calle, Carlos Olaya Betancur, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya

Nombre: “La Milagrosa estaba ocupada”

6.50 a.m., ya estoy sobre el viaducto que lleva al nuevo acceso de la estación del metro en Itagüí y veo que como siempre, Zuluaga ya está esperando al resto de los T.T. periódico en mano. Me quedo en el lugar esperando el arribo de los otros. Al momento llega otro tren y pronto, pronto los demás se encuentran con Zuluaga. Le marco al celular a Olaya, y éste me dice que aun no ha llegado, que viene en el metro. Juro que vi a los cuatro en la plataforma. Bueno, le marco entonces al Lobato y le indico en dónde estoy y por señas me ubica. Al rato llega Olaya y salen de la plataforma hacia el viaducto. A partir de ese momentos comienzo los diálogos humanitarios y de paz con Juanfer, con quien cada semana sostengo unas cibernéticas y sustanciosas polémicas.

Bajamos al terminal del sistema integrado y abordamos un colectivo de Caldas que va hasta la vereda “Primavera”. A las 7.20 a. m. ya vamos en camino hacia ese lugar que por muchísimos años fue referente de rumba y bañaderos en el río Medellín y punto de partida hacia el sur del país y suroeste del departamento. De joven estuve ahí muchas veces, y en los charcos del río aprendimos a nadar varias generaciones de volados de la escuela y paseantes de fin de semana y vacaciones con olla de sancocho y pelota de letras incluida. Ya de todo ese bucólico paisaje no queda sino el recuerdo, porque ahora está lleno de parqueaderos para tractomulas, talleres y estaciones de servicio, amén de algún estadero que se resiste a morir y sirve de refugio a uno que otro chofer o visitante ocasional. La variante Primavera – Ancón sur y la inseguridad acabaron con el encanto del paradisiaco lugar.

Desarrugados los músculos y mis recuerdos, tomamos rumbo al suroeste en busca del lugar llamado “La Tolva”, punto de referencia para encontrar el camino vecinal a la vereda “Sinifaná” del municipio de Caldas, por donde llegaríamos a Fredonia en el segundo intento de los T. T. por lograrlo. En el primero se equivocó el camino a tomar y a pesar de que se llegó a Montebello, no se cumplió el deseo de conocer la ruta en mención. Como siempre, la tripa encoge y pide vitualla.

La mañana fría por el crudo invierno de esta época nos acarició con un solecito tímido y con la promesa de que podríamos disfrutar de ella sin muchos sobresaltos de lluvia.
El Lobato se tornó en guía de patrulla y juiciosito nos hizo tomar la ruta en contravía del flujo vehicular como manda la norma con la cual no estoy de acuerdo por múltiples razones pero acepto para no armar disidencia.


Ya el Lobato conocía por esos lados algunos lugares y optamos por el estadero “Frijol verde” en donde con el recuerdo del desayuno súper retrancao que nos pegamos en la estación “Santiago” del ferrocarril de Antioquia, decimos tácitamente tomar algo liviano.



Claro que no faltó el tragaespadas que se empacó algo parecido al mencionado anteriormente. Zuluaga que al parecer tiene estómago de camionero hizo gala al mejor estilo de la capacidad expansiva de su barriga y con la frugalidad que lo caracteriza se empacó un calentao, huevos revueltos, arepa, quesito, carne de runcho y lo apisonó todo con tajada de maduro y chocolate. Como no falta en todos lados, el que llega a pedir se beneficia de la caridad de Juanfer y Lobato con su propio menú, más los restos del Zuluagüita que al parecer le dio pena por lo tragón.

“Barriga llena, corazón contento”. Salimos del estadero, tomamos la reglamentaria foto de los cinco caminantes con mi copiado “Monópode”, aunque para distinguirlos lo llamamos “Unípode” el de Olaya y “Monópode” el mío y entenderán porqué.



Retomamos camino y llegamos pronto al sitio de referencia y buscamos una más que nos dieron en el restaurante; una virgen dentro de un templete que resultó ser una María Auxiliadora bastante deteriorada.

De ahí, seguimos hasta el lugar en el que se hace el proceso de separación del carbón de piedra por su tamaño en una máquina dotada de diferentes cedazos a los que llega el carbón desde una tolva operada por un trabajador, en una banda transportadora.

Siempre pensando en lo rápido que se pasa el tiempo mientras se disfruta, seguimos camino arriba, ahora si por la carreterita que lleva a la vereda “Sinifaná” de Caldas acompañados de un coro de aves entre las que sobresalían los Toches, del tamaño y forma de una mirla, pero negros y con el abdomen entre rojo y naranja.

Como a pesar de que alguna vez, hace entre 25 y 30 años estuve por estos lados, no dejábamos pasar oportunidad de preguntarle a todo el que nos encontrábamos por la ruta a seguir y casi siempre en esta primera parte del recorrido cada que llegábamos a una YE o bifurcación del camino, aparecía alguien de quien el Lobato decía era mandado por la Virgen Milagrosa, advocación que lleva con orgullo en su nombre y a quien nos mandaba para que nos guiara… Pero como más adelante se verá, la doña le juega machorrusio a veces. Así, preguntando fuimos llegando hasta el puente sobre uno de los riachuelos que dan origen a la quebrada “La Sinifaná” que luego de su recorrido por entre cañones muy profundos, desemboca en el río Cauca.

Maquinaria pesada sobre la vía hacía pensar en el mejoramiento de ella, pero no; era maquinaria de una cantera que va desmoronando poco a poco la montaña con el consabido riesgo por la erosión y el invierno. En algunos tramos, la carretera parecía haber sido blanco de un bombardeo o campo minado que explotó, por la cantidad de baches y agujeros llenos de agua lodosa. Casitas humildes unas, ostentosas otras, caídas las de allá, a punto de caerse las de aquí, hacen un paisaje sobrecogedor junto a cafetales y parcelas enrastrojadas, praditos bien pulidos y jardines colgantes de materas en explosión floral de todo tipo. Derrumbes a bordo de carretera hablan del general invierno y en lo profundo de la cañada se escucha el rugir de la quebrada.

Pasando por la cantera, don Orlando, un señor de esos conversadores, nos acompañó por un buen trecho contándonos historias del lugar y de todo lo que nos faltaba por recorrer; cuando llegamos a su destino, nos pidió la foto del recuerdo y claro, foto pedida, foto tomada ahí a la entrada de su parcela, “El diamante”.


Camino adelante encontramos una linda cascada en la que ni cortos ni perezosos nos tomamos la reglamentaria foto a dos cámaras para perpetuar la belleza de ese pequeño paraíso. La caída de agua en este sitio del otro lado del puente, tapada por el bosque nativo es casi perpendicular y ruge mientras se golpea contra las rocas de la montaña.


Ya llegando al curso de otra quebrada tributaria de “La Sinifaná”, nos encontramos una hermosa casa con el frente construido en guadua y con jardineras colgantes bien florecidas formando una bella estampa. Un poco más adelante encontramos una truchera alimentada con abundantes aguas tomadas de la quebrada antes mencionada. En varias ocasiones nos tocó orillarnos para dar paso a vehículos, especialmente camiones de escalera o chivas que llaman, con lo que nos dimos cuenta del buen servicio de transporte veredal que tienen Caldas y Fredonia.

Luego de unas 4 horas de camino, tal vez 4 y media, llegamos a una cumbre, el alto de la vereda “Piedra Verde”, ya perteneciente a Fredonia. En el lugar y atendido por una señora muy amable, una cantina que nunca falta en la que inmediatamente le hicimos los honores a doña cervecita y a la doña le preguntamos por el camino más rápido para llegar a Fredonia. Ahí en la cumbre, el camino se bifurcaba y por eso pedimos opiniones y consejos. La cantinera, que pese a su tamaño abultadito y sus años conservaba el rostro bonito, nos dijo que por cualquiera de las dos rutas se llegaba a Fredonia, pero que por la carretera era más demorado porque daba muchas vueltas y nos demoraríamos por lo menos otras 3 ó 4 horas…

Afuera sobre el alto y junto a la bifurcación, un jinete nos encarretó y convenció de que por el camino vecinal llegaríamos en máximo 1 hora y media un lugar conocido como ”La Toscana” y de ahí a Fredonia era un pasito no más, lo cual corroboró Juanfer, que supuestamente conocía la zona por el lado de Fredonia. Yo sinceramente, no recordaba nada por el largo tiempo transcurrido… ¡Estos enviados de la Milagrosa!

Le hicimos caso al jinete sin cabeza (ya verán porqué) y pegamos por el caminito veredal estrecho y resbaloso por partes iguales y en bajada casi todo el tiempo. Saliendo del lugar y en un altico estaba un señor de esos a los que es imposible no saludar y que al hacerlo se te vuelve inolvidable. ¿Quién más hoy por hoy que un campesino de racamandaca incluye en su saludo un amable”Vengan y se sientan” a cinco desconocidos con cara de cualquier cosa? es algo que ya pertenece al recuerdo de tiempos idos…

En fin, falda abajo llegamos a una casa grande de dos pisos en cuyos límites desaparecía el camino veredal por entre el monte y al mismo tiempo unos muchachos a los que les preguntamos por dónde se seguía, nos hicieron equivocar el camino y perder tiempo precioso mientras recuperábamos la ruta (De nuevo los enviados) Recuperado el camino, llegamos a un riachuelo en el que de nuevo el Lobato mostró su valentía ante las corrientes de agua. Nos tocó hacerle un puente para que pasara incólume y sequito al otro lado.

Amenazaba la lluvia y el Lobato insistía en que su Milagrosa ya estaba enterada por correo de que no debía llover hasta que llegáramos a Fredonia. Yo les dije que Ella estaba ocupada en otras vainas, pero el Lobato apoyado por los otros, me dijeron incrédulo y me hicieron guardar la capa plástica que ya empezaba a poner sobre mi humanidad. Al final tuve razón y a pesar de la buena voluntad de La Milagrosa, no le pudo avisar a San Pedro de nuestra petición y se largó, (ojala se hubiera largado pero para otro lado) un aguacero con aguas mil que nos empapó a pesar de las capas plásticas. Fue tan bravo el aguacero que Olaya de rodillas le juró a Zuluaga que el DIM era el mejor equipo del mundo para que le prestara una capa. A lo lejos y recubiertos por un manto de niebla unas veces y otras de lluvia, nos saludaban los cerros “Combia” “Cerro Bravo” y “Cerro Tusa”, majestuosos guardianes del suroeste antioqueño.

Ya el camino pedregoso empezaba a hacer mella en nuestros pies luego de más de 5 horas de camino, cuando divisamos desde lo alto un pobladito que parecía ser el corregimiento “Palomos” de Fredonia, antigua estación del ferrocarril de Antioquia, pero no dábamos crédito a la cosa porque a pesar de pertenecer a Fredonia, “Palomos” quedaba muy retirado de ésta y pensábamos que deberíamos estar saliendo muy cerca de la cuna de Arenas Betancourt.

Baje y baje por el camino pedregoso hasta que llegamos a lo que alguna vez fue el corredor del ferrocarril y ahí nos confirmaron que estábamos llegando a “Palomos”. Ya había escampado y guardamos las capas mientras nos acercábamos al puente que sobre la “Sinifaná” nos llevaría a la estación y de ahí a Fredonia en carro. De nuevo nos falló la parcera del Lobato y el puente estaba caído. Regresamos sobre nuestros pasos y buscamos el corredor del tren para entrar al caserío al parecer abandonado de la fortuna por la miseria empantanada del lugar y sus habitantes.

Ya en medio de otro aguacero nos metimos a un caspete de gaseosas establecido a perpetuidad en el sitio a escamparnos y a saludar de nuevo a misiá cervecita. El dueño del sitio tiene de adorno una colección de nidos de diferentes aves silvestres, que esperamos no fueran logrados a costa del perjuicio de las dueñas.

En vista del aguacero y luego de casi 7 horas de camino, decidimos que lo mejor era regresar al lugar en que desayunamos y almorzar para luego regresar a casa. Entre cháchara, cervezas y mister tea de los abstemios esperamos el carro para partir hacia “Frijol verde” ya en ruta hacia Medellín. Abordamos un bus de Fredonia semivacío en medio del aguacero junto a un joven vendedor de artesanías que hizo su “Agosto” vendiendo pulseritas fabricadas por él, según nos dijo.

Ya en el estadero “Frijol verde” luego de las saludos de oficio y reconocidos por las cocineras del lugar, encontramos buena comida a precios regularcitos, más bien caros pero buenos. Mondongo, frijoles con y sin coles, postica sudada y un ejecutivo pasaron el examen gastronómico con buen puntaje. Ya comiditos cogimos camino hacia la vereda “Primavera” en donde en un colectivo que ya salía, (nos hizo trotar) viajamos a la estación Itagüí del Metro.

Como en el deleite de la pupila está uno de los placeres de la vida, el inefable Juanfer elogió, admiró, insinuó y gallinació a una muchacha durante todo el recorrido hasta la estación. Ahí ya al despedirnos le reiteré al susodicho que no contestaría a ninguno de sus correos hasta nueva orden y ellos fueron al Metro y yo a Sabaneta.

Buena caminada… Lo que queda además del agradable cansancio es esa sensación de frustración por ser la segunda vez que se falla en el intento de llegar a Fredonia por la vía Caldas – Vereda “Sinifaná”- Vereda “Piedra Verde” - Fredonia, pero el deseo de lograrlo es acicate para que en una próxima oportunidad hagamos el tercer intento y a la tercera es la vencida.

José María Ruiz Palacio

4 comentarios:

Anónimo dijo...

José María,te ratificas como un excelente crónista y ya eres un verdadero CTT y nos llenamos de orgullo tener hombres que hacen patria.Como uds son gente culta te cambio el refrán de "barriga llena corazón contento" por"cavidad gástrica satisfecha,víscera cardíaca eufórica".
Roberto Usme Motta Urrea.

Anónimo dijo...

Don Chema:
Ánimo que a la tercera será...
No dejó de parecerme irrespetuoso, curioso y no sé que más, ese trato que le das a María Auxiliadora: le dices deteriorada.
¿Qué es esa cosa?
¡Respeta el palio..."

José María Ruiz Palacio dijo...

Señor Neponte; lo que encontramos en el camino es un bulto de yeso o cemento que representa a la madre de Dios en la advocación de Auxiliadora y sí, estaba deteriorado, sucio y abadonado de sus feligreses aunque a Usted le parezca lo que le parezca.
Si su religiosidad le alcanza para quejarse del trato, le sugiero que se pegue una pasadita por el lugar con un equipo de albañiles para que lo reparen y adornen y así nadie tenga que criticar el estado de abandono. Y le recuerdo: No fue a la madRe de Dios a la que me referí; fue al BULTO de cemento que supuestamente la representa y bien deteriorado por cierto.
José M.
José M.

Anónimo dijo...

Bueno, bueno Josema, la contesta estuvo buena para Herodes Nepote, que ya se quien es el dueño del
seudonimo.Hay muchachos ustedes como profesores de geografia no lo harian nada mal, vea ustedes se estudian la geografia del sito a visitar o cuando regrezan se la averiguan, es que se saben los nombres de cada sitio, quebrada,en
fin no se pierde una de nada leyendo cronicas. Pinchado don Orlando con su parcela El Diamante, con foto en el blog.
Lobatico, cuidado y se lo lleva la corriente tan brava, pa la proxima lleve remo y kayac. Como asi que fallo La Milagrosa, que paso Lobato
pa donde la mando ese dia.
Bueno como a la tercera va la vencida, entonces me apunto para cuando vaya y vera que ahi si llegamos.

Conejita
N.J.