Caminata Primavera (Caldas) - Fredonia

Fecha: sábado 18 de octubre de 2008

Asistentes:: Luis Fernando Zuluaga Z. (Zuluaguita) – Jorge Iván Londoño M. (El Lobato) – José María Ruiz P. (El Chema o El Poeta) y Juan Fernando Echeverri C. (Juanfer)

Ausente: Carlos Alberto Olaya B.

Nombre: Tierra de Hombres Libres, Café, Turismo, Aguas y Paisaje

Eran las 5. 30 a.m. cuando en medio de una mañana fresca y opaca, me encontré caminando calle San Juan arriba, rumbo a la estación San Javier del metro, con un cielo al frente, es decir al Suroccidente, repleto de nubes trenzadas en forma hermosamente caprichosa, que como unas niñas jugando golosa se turnaban sus colores de blanco, negro y gris, de forma tal que parecían disputando el cielo.

A mis espaldas, muy a lo lejos y por encimita (como la famosa columna) del cerro Pan de Azúcar, el cielo tenuemente gris y pintado por unos rayones, caprichosamente empiyamaban el firmamento, mientras se dejaban embellecer por unos arreboles naranja y rosados, interrumpidos por nubecillas blancas y esa neblina o contaminación, que se yo, que ya es casi es costumbre en Medellín. ¡Que espectáculo Dios mío!!! Y ni nos damos cuenta.

Bien ubicado en el metro, a 80 kilómetros por hora y sin verle la cara al “chofer”, aproveché la parada en la estación Estadio para otear al Lobato, quien efectivamente me estaba esperando como ya es costumbre; y que al mejor estilo de un diestro vaquero del lejano oeste, se aventó al vagón, empezando así la conversa y actualizada de los amigos caminantes. Luego de hacer transbordo en San Antonio seguimos rumbo al sur para encontramos en dos suspiros, con Zuluaguita y con Chema en la Estación Itagüí, donde tomamos la buseta integrada de Caldas que nos llevaría al otrora popular y conocido sector de Primavera, donde apeaos del vehículo precitado salimos carretera arriba a topar desayunito, el cual osamos atrevidamente buscar en el restaurante el Frijol Verde, donde pelan un gurre a punta de uña, ya que es caro a morir. Sì, caro a morir y con decirles que en otra ocasión cuando nos hicieron la operación por primera vez, fue tal la rabia de Carlos Alberto Olaya B., nuestro caminante y fotógrafo titular, ausente hoy por asuntos inaplazables de trabajo, que si hubiera tenido oportunidad de agarrar un tigre, con seguridad lo voltea por la cola.

Allí en el Frijol Verde fuimos atendidos amablemente por una de las empleadas, a quien pedimos cuatro desayunos, los cuales no voy a describir; eso si, de calidad y bien surtiditos, ya que nosotros no escatimamos a la hora de darnos gusto. Hecho el pedido, quedamos a la espera del mismo y ¡oh desconsuelo!, apenas estaban prendiendo fogón, por lo cual perdimos más de media hora esperando que nos sirvieran; como sería, que cuando salimos de allí, luego de pagar la “doliente” y para nunca más volver, según nos prometimos, los fríjoles, ya habían madurado en el aviso.

Animados como de costumbre, más pesaitos pero satisfechos y aun paso muy bueno, tomamos carretera arriba, haciéndole el quite a los carros y buses y saludando la gran cantidad de ciclistas que suben y bajan por aquel lugar, rumbo al Alto de Minas, inclusive entre ellos estaba nuestro legendario Martín Emilio “Cochise” Rodríguez , quien en compañía de otros ciclistas bajaban como unas balas.

Asi, en una perfecta fila india fuimos cubriendo nuestro inicio de caminata, tomando por la carretera vieja que lleva a Fredonia, vía vereda Monte Verde y buscando la famosa tolva, esa instalación, donde llega la producción de hulla del suroeste antioqueño, para ser seleccionada, tratada y luego distribuida a las empresas que requieren de este barato, pero contaminante mineral; deslizamos nuestros pasos sobre esa trocha, la cual es destapada y mostrando el pantano, todo gracias al invierno, por lo que fue escenario para que Chema diera inicio a su concierto espontáneo de fotos.

El sol se mostraba más receloso que bolsita en recesión para repartir sus rayos. No obstante todo daba a indicar que tendríamos un bonito día. Haciendo quite a los huecos, al pantano y a los charcos, a un ritmo como casi nunca lo hacemos, fuimos devorando distancias, ya que también somos tragones de kilómetros, además de todo terreno y todo clima; en medio de vegetación nativa, finquitas bien demarcadas por sus alambrados y programas de cercas vivas y algunas huertas y sembrados de tomate, los cuales se habían echado a perder por la acción del invierno y las granizadas.

Casitas sencillas, jardines, pinos, eucaliptos, sietecueros, yarumos, quiebrabarrigos, dragos y otras especies vegetales, enmarcaban nuestro andar, el cual a medida que íbamos alejándonos en nuestra ruta y con el Morro Gil vigilante en nuestro andar, también se acentuaba el canto de los pájaros que armonizaban con el murmullo de algunos arroyos cristalinos que se desprendían de la montaña y corrían por el borde de aquella trocha, la cual insistimos en llamarla “carretera vieja”.

Poco a poco el día fue abriendo, el azul del cielo empezó a vencer la capa de niebla y nubes grises que lo amordazaban y el sol derramó generosamente sus rayos sobre nosotros.- Así, con ese paso que no aflojábamos y en medio de un paisaje hermoso con un panorama bien bonito, pero nada cambiante y que lo torna soso, inició El Lobato su relato de la película hoy en cartelera “La Lista Negra”, la cual según lo relatado, es para censura de 21 años, como nos toco a nosotros.-

Naranjos y limones en cosecha , lechugas, repollo, algunos cultivos de café y por el olor la presencia de chiqueros; algunos vacunos en el camino y en las fincas; niños que felices salían de sus casas al encuentro de los bombones en manos del Lobato y la presencia de liberales, esos arbustos de color granate y lechosos, que hacen del paisaje una melodía, afinada por los sietecueros, los guayacanes , curazaos, margaritones de la India y los tulipanes africanos (mionas) totalmente floridos, que refrescaban nuestra vista, mientras el sol mantenía sus rayos a media parrilla y El Lobato terminaba su película, donde la protagonista, luego de mil peripecias y peligrosas aventuras, por fin se logra volar de la mano nazi y se asienta en su tierra Israel, donde se casa y vive feliz . Mínimo le tenemos que pagar cada uno cinco mil pesitos a nuestro caminante relator, que nos economizó meternos a un teatro.

Que cantidad de aguas las que encontramos en el camino y para acabar de ajustar, nos damos contra la vereda la Sinifaná, regada por la quebrada del mismo nombre, cuyas aguas limpias y cristalinas, pese a la gran cantidad de material de playa que de su cauce se extrae, es utilizada para surtir estanques dedicados al cultivo de la trucha, renglón económico que parece viene tomando fuerza en la región.

Allí en la citada vereda, nos encontramos con un campesino, quien acompañado de su perro, un criollo negro de bonita estampa, de nombre Congo y excelente cazador de conejos según nos dijo su amo, recorrió con nosotros alguna parte del camino, algo así como un kilómetro, ya que iba a la tienda a comprar cigarrillos, por lo cual aproveché para indicarle, que no teniendo los mismos, pues no fumara, ya que así se ahorraba unos pesos y evitaba dañar su salud. Al hombre como que le llamó la atención el consejo, pero falta ver si no se le olvidó, cuando salió de la tienda echando humo como un dragón.

Bonito el paisaje, que se repetía insistentemente, con un verdor en diferentes tonos, bajo un cielo que se volvía oscuro como amenazando lluvia, mientras nuestros pasos, por aquel camino, seguían a ese ritmo incansable, en medio de canteras, chorros de agua cristalina, arboledas, cafetales, pájaros, y más ambiente campesino de ese que llena el corazón de vida y le hace un alto a la nostalgia. Estábamos en la vereda Cardalito, regada por la quebrada de su nombre, donde el terreno se empina un poco, indicándonos que en unos veinte minutos estaríamos entrando a la vereda Piedra Verde.-

Háganle pues muchachos que la cosa es en serio y así, con ese paisaje repetido pero hermoso y con ese ascenso que nos impulsaba a seguir, volvió a salir el sol como con un calorcito a media parrilla, para darnos el último empujoncito hasta la Vereda piedra Verde, allá en la parte alta, donde existe el Colegio del mismo nombre y la tienda ídem, a la cual llegamos saludando dado que antes habíamos estado en la misma, refrescando radiador, discos y cigüeñal.

Consumidas nuestras bebidas y con nuevos bríos, iniciamos nuestro camino carretera abajo, no buscando el atajo que habíamos hecho en la última caminata a “Fredonia” en la que nos envolatamos y fuimos a dar a Palomos o como en otra todavía más anterior, en la que equivocamos fue el camino desde la misma Primavera y nos tuvimos que contentar con llegar a Amagá; pero como dicen los políticos perdedores “la tercera es la vencida” y en esta si íbamos como Dios y la dromomanía mandan.

Ya todo era suave y en bajada, no obstante la trocha igual de empantanada. Algunos carros de escalera o líneas interrumpían nuestros pasos, los apuntes del Zuluaga hacían juego a la brisa fría que soplaba y la cámara de Chema, hacía de las suyas, mientras que cayado, El Lobato se iba quedando un poco atrás mientras su paso mostraba como cierto cojeo al avanzar. El cielo encapotado, las aguas a montones que brotaban de barrancos y montañas y allá en el horizonte, Cerro Bravo y Cerro Tusa, como dos gigantes humillados, parecían inclinar sus “testas” ante el paso de los caminantes.-

Poderosamente nos llamó la atención, que aunque éste municipio (Fredonia) sigue siendo zona cafetera por excelencia, sus cafetales han mermado considerablemente. Mucho soqueo y renovación, así como sustitución por pastos para levante de vacunos y bestias finas, observándose los cultivos de maralfalfa verde y morada, la cual crece en estas tierras sin compasión, como crece el frijolato, con sus flores blancas, al borde del camino; como poderosamente nos llamó también la atención, el aseo en nuestro recorrido y la pureza de las aguas encontradas; al contrario de otros sitios, donde la gente no tiene conciencia de cultura ni de ecología.

Poco a poco fuimos avanzando y sabíamos que Fredonia ya estaba no muy lejos. Ingresamos a la vereda Uvital, una concentración de imagen campesina que se quedó aferrada al tiempo, donde nació y habitó ese monstruo de la escultura monumental, el Maestro Rodrigo Arenas Betancur, el del Bolívar desnudo de Pereira, el Prometeo de México, el monumento a la vida en Suramericana (Medellín), homenaje al creador de la energía (U de A), los lanceros en el Pantano de Vargas, monumento a la raza (la Alpujarra Medellín), Bolívar cóndor en Manizales e infinidad de obras, regadas por toda la geografía Colombiana y de algunos países de América.

Averiguando con unos campesinos, nos mostraron el lugar donde está la finca del maestro Arenas: Uvital, la cual salimos presurosos a conocer, dando un pequeño rodeo, pero cual sería nuestro desencanto, nuestra desilusión y nuestra rabia, al ver que la vieja casa de tapias donde nació, posiblemente el mayor exponente de nuestra plástica, así no se reconozca, estaba destruida por la acción del abandono, las humedades, las goteras y la desidia de los herederos. Nos comentó un parroquiano, que la propiedad había sido adquirida por el Municipio de Fredonia, para hacer un museo y una capilla. Maldita sea, cuando ya el daño está hecho.

Tomadas las fotos de rigor, para hacer la denuncia del caso con la prensa, volvimos sobre la trocha principal para continuar nuestra marcha, a la cual le bajamos el ritmo, ya que El Lobato nos comentó: Muchachos, tengo una llanta bajita. Y es que efectivamente, desde hacía bastante rato venía con una rodilla adolorida, lo cual amerita la atención del grupo y la solidaridad del caso.

El sol se nos perdió y se dejaron venir las primeras gotas de lluvia, la cual por fortuna resultó pasajera. No obstante, el Chema ya estaba cubierto con su capa, pero no supimos a qué horas lo hizo, lo cual tuvo que reversar, dado que fue una falsa alarma de lluvia, posiblemente cortada por El Lobato, quien levantaba sus brazos cual Moisés en su lucha contra los Amalecitas.

¡Como nos hacían de falta las gracias, chistes, salidas y filosofadas del Olayita!!!

Lentamente, lentamente, lentamente, un negocito nos llegó…ese que Zuluaguita quiso aprovechar para tomarse una heladita y volver a repetir todos enfriamiento de chasises, lo cual no fue posible, ya que la señora que nos atendió, una mujer joven y bonita, resultó ser antipática como nadie y más seria que “un marrano haciendo pipi”, situación que no cala en el espíritu de los Todo terreno, que somos como cajas musicales; es decir, quedamos recalentados.

El Cerro Tusa se había perdido cubierto por el Cerro Bravo, al cual a su vez, la niebla le había vestido enaguas y cachirula de encaje, el paisaje se abría ante nosotros como servido en un pequeño valle medio inclinado y ahí sobre esa inclinación: Fredonia. Sí, la cabecera del municipio por fin veíamos nuestro destino al fondo, lejos muy lejos y parecería como si con la torre sobresaliente de su iglesia, nos hacía señas para que no perdiéramos el camino.

Siempre nos pasa que al divisar nuestros destinos, lo cual se aprovecha para los comentarios del caso, fotos de rigor y observaciones sobre el paisaje, como que una fuerza interior nos incrementa las fuerzas y nos echa el cansancio (si es que lo sentimos), en lo más profundo de nuestros morrales; pero ésta vez no fue así. El Lobato venía realmente mal y ante esa situación, el Chema que además de regañón es como un padre, propuso que cogiéramos un carro.

Poco habíamos avanzado desde esa propuesta y llegando al Colegio José María Obando, apareció como por instrucción de la Milagrosa, un campero Toyota muy bien tenido. Efectivamente era “un chivero” que venía vacío y a quien le hicimos señas, ante las cuales el “fercho” paró en seco. Nos trepamos al vehículo y conversando con el conductor, quien resultó amable y simpático, al contrario de la señora “aquella”, pudimos comprobar que todavía nos faltaba algo más de una hora de camino y que conste que habíamos caminado más de seis o casi siete.

En dos bolazos estábamos en el rico municipio de Fredonia, ese que fue fundado en 1790, con el nombre de Guarcitos y La Mesa de Juanfer, ehhh!!! Del Obispo erigido como municipio en 1830 y que se asentó en terrenos de la ciudad de Arma, pertenecientes a la concesión de Don Carlos Paniagua y sus cuñados Gregorio e Ignacio Uribe Mejía. Hoy tiene 22.500 habitantes, que se reparten los unos encima de las otras, en 247 Km2, a una altura de 1.800 m.s.n.m. con una temperatura de 20° C y distante de Medellín 58 kilómetros, por una especie de carretera que se borra ante lo falso del terreno y el descuido oficial y que conste que hablamos de tierra cafetera y de TLC.

Fredonia no sólo produce café. Tiene ganadería, frutas, carbón y es una cantera arqueológica de importancia, dada la cantidad de guacas y tumbas de nuestros aborígenes Sinifanaes, que hay en la región, de las cuales muchas de las reliquias descubiertas se encuentran en la casa de la cultura, pero la inmensa mayoría, han sido sacadas ilegalmente por los inescrupulosos guaqueros, que ignoran el daño o que le hacen a nuestro patrimonio histórico.

Fredonia celebra las fiestas del café entre Diciembre 25 al 28 de cada año; pero al paso que va, van a tener que traer unos bulticos del delicioso y apetecido grano, desde Betulia o Concordia, ya que la ganadería y las fincas de recreo y turismo, además del precio de la tierra, amenazan con acabar con el cultivo de ese grano rojo que tanto ha hecho por la economía nacional, así nos quite el sueño.

Ya en el pueblo, apeados del vehículo, dimos una mirada a su faldudo parque, a sus balcones y a sus callejas. Se tomaron fotos y como cosa rara dentro del ingenio paisa, conocimos una motocicleta enrazada en novillo. El toromoto, mezcla de moto y toro cebú, lo cual se logra con inseminación artificial y un buen mecánico que haga las adaptaciones del caso.


F
uimos a la hermosa iglesia de Santa Ana, dimos gracias al Señor, nos antojamos de mecato ante una panadería olorosa y bien surtida ahí al lado de templo, pero aplazamos la visita para luego del almuerzo, pasamos revista al monumento a Bolívar, al de la chapolera y a las cinco esculturas ubicadas en el atrio, hechas por el Maestro Arenas Betancur al inicio de su carera como artista, en las cuales pudimos comprobar, que estaban recién pintadas a brocha, con pintura de aceite y en un terracota bronsaceo imitando un patinado. ¡No hay derecho a tanto horror ni a tanta desidia!!!

Al interior del templo y en la cripta, se encuentra la escultura de Arenas Betancur “Las manos de mi madre”, una obra en bronce sencillamente maravillosa, donde parece que la abuela lejana, deja pasar por entre sus mustios dedos, las cuentas de su rosario, mientras pide a Dios por sus hijos. Por fortuna o mejor de milagro, no le ha dado a ningún sabio, por pintar tan maravillosa escultura.


Fuimos al Restaurante Otra Parte, recomendado por nosotros y donde nos conocen. muy bien atendidos por Marcelita, pedimos cuatro almuerzos de calidad, bien surtiditos y abundantes, los cuales me abstengo de describir para no despertar hambres ajenas, máxime que como dice Zuluaga “no salimos a sufrir” y si somos excelentes devorando kilómetros, tragando buenas viandas, no lo hacemos mal.

Como unos chinches de repletos, salimos de Otra Parte, casi que a rastras, para dirigirnos a la panadería aquella de la parva deliciosa, donde a manera de refuercito y cuidándonos de la “gula”, nos contentamos con pasteles, rollo de brevas y gaseosa o yogurt, dependiendo del gusto.

Salimos a comprar tiquetes a la terminal de transporte, un poco retirada del parque, ayudando al Lobato en su caminar difícil por su lesión. Aprovechamos para observar algunos aspectos del pueblo, sus casas, sus construcciones y sus calles, así como su comercio y la alegría de sus gentes, al igual que el simpático cuadro de ver los gallinazos montados encima de las mesas donde se vende la carne, sacando con sus agudos picos, los resticos que quedan de la misma. ¿Y las autoridades de aseo e higiene qué? ¿Cuáles?

Al llegar a la terminal, nos tocó bajar con El Lobato casi que cargado, ya que no pudimos conseguir una turega o una barbacoa para transportarlo; por medio de ese basurero que conduce a la susodicha terminal. Otro puntico negro para la administración del pueblo. Comprados los tiquetes, esperamos que llegara a recogernos la buseta, lo cual aprovechamos para dar una mirada al Cerro Combia, ese que una vez se dejó venir rodando por una de sus faldas, para cobrar por ventanilla, el daño que se le ha infringido a su ecosistema.

A un paso sostenidamente lento, por el pésimo estado de la trocha que llamamos carretera y que posiblemente nunca ha sido recorrida por el Ministro Uriel, fuimos dando marcha hacia nuestra Medellín del alma, en medio de la lluvia la cual se dejó venir por los lados de CamiloCé. Por fortuna, todo salió a las mil maravillas, exceptuando la lesión del Lobato, que esperamos no lo separe de la próxima salida y como siempre sucede, llegados a la Bella Villa, nos repartimos a nuestras residencias para gozar de los recueros de esta nueva experiencia, que nos reportó un: “A la tercera es la vencida”.

JUAN FERNANDO ECHEVERRI CALLE (Juanfer)

Los Caminantes Todo Terreno

7 comentarios:

Elbacé Restrepo dijo...

Ehhhh!!! me tocó estrenar comentarios!! Juanfer, deliciosa la crónica, muy bien escrita y amañadora, pero no se le perdona la discreción de las comidas. Bueno, claro que yo allá no como, ¿con gallinazos sobre las mesas de la carne? gas, ni por el chiras.

Anónimo dijo...

Juanfer,¡qué crónica!hágame el favor.Ésto ya es costumbre en vos,relatos alegres,vitales y con la herencia de la chispa para contar las cosas.¿Vieron a "Cochise"no creo.Martín tiene contrato como delegado y acompaña a su equipo de ciclismo Indeportes Antioquia Aguardiente Antioqueño que participa en el Clásico RCN que se inició con un prólogo en el Archipiélago de San Andrés el día 18 de Oct,y qué hoy llegó al Municipio de Bello.
Elbacé,por favor,no se me adelante.
RUMU

Jorge Iván dijo...

Que agradable crónica Juanfer, al pié de los cayados y enmarcada por esa cantidad de arroyos que nos encontramos. Lástima la contingencia de mi rodilla pero aún así todo salió a pedir de botas. La discreción en la comida, querida Elbacé, fue convenido, porque en realidad se nos estaba yendo la mano en gallina en darle mucha importancia a una actividad que si ser la más importante sí disfrutamos y mucho. Don RUMU, quien vió a "Cochise" fui yo y así lo hice saber al grupo, pero ahora con su observación debo decir que vi al mellizo.

Anónimo dijo...

Juan Fernando, felicitaciones muy amena y descriptiva tu cronica, como siempre sin perder detalle para hacernos sentir al leerla, el olor del campo, sentir sobre nuestra piel la brisa del viento y lo calido del sol que se filtra entre los arboles,si se puede decir que poesia hay en ella.
Felicitaciones tambien a Josema, bellas fotografias que ponen marco de lujo a la cronica.
Ya me hicieron antojar y en mis proximas vaciones me voy a mecatear a fredonia.

Hasta la proxima cronica,saludos desde Harrison.
Gloria Luz "coneja" Muñoz.

Elbacé Restrepo dijo...

Pues acepto la discreción de mala gana, pero no por eso dejaré de leer las crónicas, no faltaba más. Ahí está pintao el Lobato, con la que se salió de creer haber visto a Cochise, jejeje!!!
Rumu, perdón por adelantarme, aquí, el que pega primero pega dos veces.
Más que la comida, celebro que también sirvan las caminadas para hacer denuncia, como la de Juanfer en esta crónica por el estado de el Uvital. Eso es hacer camino al andar. Me enorgullecen, señores TT y TC.

Anónimo dijo...

A DOÑAELBACE, A RUMU, EL LOBATO Y GLORIA "LA CONEJA" MIL GRACIAS POR SUS COMENTARIOS EN NUESTRO BLOG.
JUANFER

Anónimo dijo...

Federico Moreno desde Bogotá les manda un saludo.
Que machera de relatos tienen ustedes caminantes y que macheras de caminatas. Felicitaciones por esa disciplina, la cual hace de los paisas unos trotamundos del buen vivir, del buen trabajar, del buen progresar y del ser grandes entre grandes.
Juan Fernando, no te conocía esas habilidades. Te felicito al igual que a tus compañeros y no desfallezcan nunca, porque ustedes además de caminar, con cada paso hacen patria y con cada letra hacen historia, ratificada en las fotos.
F.M.A. Bogotá