Caminata Alto de Minas - El Retiro

El encuentro.

Es sábado de nuevo, último de enero de 2009, y hoy vamos a caminar desde el Alto de Minas en el municipio de Caldas, hasta el municipio El Retiro, sobre el macizo de San Miguel o Macizo Central Antioqueño en la cordillera Central; macizo en el que nacen varios ríos importantes como el Arma, el Nare y el Porce que al terminar su recorrido desembocan al Cauca o al Magdalena.

La hora de encuentro básica eran las 6.20 a.m. en la estación Itagüí del Metro de Medellín. De ahí iríamos a Caldas a tomar el bus que hace la ruta hasta el Alto de Minas para iniciar el recorrido. Nos acompañaría esta vez el amigo Pedro Nel García, Antropólogo de profesión y caminante ocasional.

Como no faltan los imprevistos, a Pedro lo cogió el día lo mismo que a Carlos, y Juanfer por haber sufrido una lesión durante sus vacaciones en el golfo de Morrosquillo, a última hora decidió no hacer el recorrido, bastante exigente por cierto.

El puente

Al fin reunidos y Pedro esperándonos en la autopista a la altura de Itagüí, salimos de la estación y fuimos a buscar transporte en los buses que hacen la ruta hacia el sur del país. Hay que dejar constancia aquí que nos llevamos tremenda sorpresa con el “Nuevo Puente Peatonal” sobre la autopista; se demoraron más de un año construyéndolo y a menos de tres meses de inaugurado, ya tiene varios tablones sueltos o quebrados, y además de lo resbaloso que se pone cuando llueve, su practicidad deja mucho que desear por los obstáculos que representan los altibajos escalonados de su plataforma, supuestamente pensada en las personas con discapacidad o movilidad reducida.

La tortuga y el desayuno

Bueno, doctores tiene la S.M.I. y a ellos les corresponderá el asunto. Nosotros, luego de las presentaciones de rigor con Pedro, nos montamos a una tortuga caminera de la Empresa Arauca que pasaba por el alto de minas y aunque por poco nos toca es almorzar ahí, logramos que a volandas nos prepararan un desayunito de medio pelo con chocolate aguao, arepas tiesas, tajadas de maduro al clima, quesito regularete y chorizo nomeolvides. Lo único más o menos respetable fue el chicharrón de ”Guayaba”, que así se llamaba la Marranita, que sacó la cara por lo demás. Para dar fe de lo dicho, las garritas que juicioso envolví en servilletas y que guardé para el camino, las tasé y degusté por largo rato. Este restaurante sale de nuestra lista de afectos, junto con otros que sería largo e ingrato nombrar.

El ascenso.

A las 8.05 a.m. iniciamos el ascenso hacia el propiamente dicho Alto de Minas, por una manga que más parecía una pared por la inclinación, que de recodo en recodo logramos vencer en unos durísimos 45 minutos, mientras admirábamos el paisaje que íbamos dejando atrás y otros que aparecían a medida que ascendíamos. Sobre nuestra derecha se alcanzaba a ver parte de Versalles y el lomo de la cordillera, a nuestras espaldas una magnífica casa de construcción muy antigua que hoy sirve de base a nuestro Ejercito Nacional y monte arriba el filo de la montaña tras de la que se ocultaban nuestros amigos Cerro Bravo y Cerro Tusa envueltos en la bruma mañanera.

Abajo fueron quedando los estaderos del paso del Alto de Minas y unas grandes torres de comunicaciones. Llegamos al alto en el que se escuchaba el rugir de las motosierras y un cable sostenido desde un poste servía de paso a un elemental sistema de transporte; una garrucha para llevar madera desde el alto hasta en embarcadero de la carretera, 250 metros más abajo. El lugar al mismo tiempo sirve de mirador desde el que se divisan los mencionados Cerro Bravo y Cerro Tusa, pero cubiertos de bruma lo mismo que el confín del horizonte.

Alguna vez tanto Pedro como Zuluaga y Carlos habían buscado la ruta hacia El Retiro por estos lados, pero diferentes circunstancias lo impidieron cada vez; ahora con la certeza del conocimiento fresco de la ruta por parte de uno de nosotros, sólo quedaba el disfrute del trayecto y el maravillarse del paisaje circundante.

Alto de San Antonio.

Reiniciamos el camino bordeado de pino Pátula y Eucalipto por un lado y rastrojeras por el otro y allá abajo la carretera por la que ascienden rezongando toda clase de vehículos y descienden otros hacia el valle del Aburrá . El sendero enfangado por las constantes lluvias y bastante enmalezado no fue obstáculo para cinco caminantes y cuando de pronto alguna rama se atravesaba, caía bajo el filo de “Merejo” el machete, que era el que marcaba la ruta por entre el monte. De pronto nos encontramos caminando por un canalón forrado en musgos y con techo de ramas entrelazadas formando un domo verde; era el antiguo Camino Real en el filo de la montaña por el que transitaron nuestros abuelos arrieros y con toda seguridad también nuestros ancestros aborígenes lo recorrieron antes inclusive que los conquistadores. Estos canalones fueron la constante durante 4.30 horas que estuvimos caminando por entre el monte y en algunas partes conserva el piso duro de las lajas de piedra con que eran forrados para su conservación.

Siempre sobre el lomo del macizo, de lo que nos dimos cuenta, a pesar de la alta vegetación o las paredes a los lados, por algunos claros que de vez en cuando se adivinaban por entre el follaje o por algún derrumbe a la vera del camino; unas veces subiendo, otras bajando fuimos avanzando y ya en el Alto de San Antonio y por entre el follaje logramos divisar algo del entorno, pero cubierto totalmente de neblina que impedía tener la certeza de qué tan alto estábamos. Lo que si era cierto era que teníamos la ropa mojada y empantanada hasta más arriba de las rodillas, pero el frío aún no se hacía notar. Otra vez se abre el paisaje sobre la derecha y allí si se alcanza a divisar toda una sucesión de montañas que se van perdiendo en el horizonte y abajo en la cañada, una carreterita serpentea por entre los pinos y se pierde en un recodo.

El nacimiento.

Empieza a notarse el cansancio y la tan esperada cima nada que aparece. El camino por entre el canalón se cierra y en algunas partes se dificulta dar el paso por lo estrecho del camino o lo gordo de la panza de algunos de nosotros, además de los almanaques y morrales a cuestas. Un árbol caído nos recuerda a MorroGil aquí cerca y la cintura hace fintas de contorsionista para poder pasar sin dejar arrastrar mucho la ropa y el orgullo y Zuluaga con dotes de trapecista trata de saltar por sobre un charco apoyándose en las paredes del canalón con tan mala suerte que justo se resbala y mete el pie hasta media pierna en el charco pantanoso. Son cosas del camino que de pronto se convierte en riachuelo que serpentea por un buen tramo.

Un poco más adelante y sobre el lado izquierdo, de la pared cubierta de musgos de diferentes tipos, encontramos la razón; desde arriba mana agua como en gotas de lluvia que brotan de la Madre tierra por entre los musgos que a manera de cuna, y con nosotros de testigos, recrea y a la larga, puede ser el nacimiento de un río. Justo a estas alturas, pero por el otro lado de esta montaña, nace el riachuelo que más abajo se convierte en el río Aburrá o Medellín y luego al salir del valle de su mismo nombre, se convierte en el río Porce. Este, nuestro acompañante, con seguridad un poco más abajo se juntará con él y engrosará su cauce.

Tierra movida y San Miguel.

Extasiados contemplamos por un rato el milagro y luego continuamos el camino. Ya se adivina por la claridad arriba que estamos cerca de la cima del Alto de San Miguel. El ascenso se dificulta por lo estrecho del paso de nuevo y por los árboles caídos. Por ser un camino poco transitado, cualquier cambio en el terreno que se pisa, es llamativo; unas rama rotas en cierta dirección y por lo fresco del quiebre se puede aventurar una hipótesis variada de cuando pasó el último andante, una huella en el piso lo mismo sugiere. Habíamos sacado como conclusión de detalles como esos, de que hacía por lo menos dos o tres días que alguien había pasado, pero en sentido contrario. De pronto, el piso del camino muestra signos de que hace muy poco alguien o algo estuvo por ahí por la tierra removida de manera extraña, como si un animal hubiese de pronto cambiado de dirección y sus pezuñas o patas en un movimiento acelerado revolcaron la hojarasca y quebraron algunas ramas. No habíamos escuchado ningún ruido antes, ni ahora como que nos alertara sobre nada. A lo mejor ese algo o alguien nos escuchó a nosotros y giró de vuelta sobre sí y se alejó raudo por entre el monte. A lo mejor…

Haciendo cábalas y conjeturas sobre el asunto seguimos y al rato se abrió una claridad en la espesura; coronamos, estamos en el punto más alto de la ruta y un poco más arriba, unos 50 mts., el Alto de San Miguel. Estábamos a unos 2.900 mts snm a las 11.30 a.m. La neblina campeaba por el pequeño terraplén y un tímido sol trataba de asomarse. Como en un ritual, Lobato saca de su mochila, cual sombrero de mago, dos botellas con el sinigual y refrescante Guandolo, fabricado con su fórmula secreta en los laboratorios de Londoño, Maya & Cia. Brindamos por la meta alcanzada y como el tiempo apremia, iniciamos el camino hacia El Retiro.

El descenso

Desde el Alto de Minas hasta el paso del Alto de San Miguel, el camino conserva la uniformidad que le dio el uso hasta que fue abandonado por los años 30 del siglo XX; de aquí hacia abajo, rumbo El Retiro, la trocha fue rectificada hace poco y se hace más ancha, lo que hace presagiar que muy pronto la convertirán en carretera de penetración para sacar la madera de los cultivos de Pátula industrializados, con lo que desaparecerá lo bucólico del recorrido y hasta el mismo paisaje cambiará totalmente; es el precio del Progreso. Esperemos que no sea muy pronto.

El descenso se hace por la trocha rectificada por entre tramos pantanosos, tramos resbalosos y algunos secos llenos de hojarascas; iniciando la bajada, un frío inusitado nos hace caer en cuenta de que estamos muy alto, pero al paso que vamos bajando se recupera el calor con el agite del caminar. De pronto y después de algo así como una hora, se amplía el camino y ya estamos en carretera de penetración con casas campesinas unas y otras de recreo en construcción. La tierra recién abierta para hacer la carretera es rojiza y arcillosa.

Se abre el paisaje y un bosque nativo tachonado de puntos blanquecinos nos cuenta que el Yarumo blanco es común en esta zona. La sucesión de colinas montañosas nos hace pensar que los conquistadores españoles llegando a parajes que de pronto se abren a la vista y al ver la inmensidad de las distancias, debieron desanimarse y regresar a su “Madre Patria”, pero no; La ambición les pudo más que la razón y mal que bien somos sus hijos…

En busca de El Retiro.

En fin que de aquí para abajo el camino se vuelve como tantos otros recorridos con una subidita aquí, una quebradita allá, un puente de madera que el Lobato prefiere no cruzar o de pronto se atreve, un pájaro raro que canta su grito de alarma entre el follaje, una mariposa iridiscente que nos acompaña un largo trecho y nunca se deja fotografiar, unas vacas que nos miran curiosas desde el alambrado, un perro que ladra y otro que se atreve a desafiar nuestros cayados, un montón de muchachitos que se asoman tímidos por una puerta hasta que Lobato saca los Lobatobombombunes y ahí si se acaba la timidez. Olaya de pronto saca a relucir sus ingeniosos chascarrillos, Zuluaga pregunta por doña cervecita, Juanfer da cátedra bancaria, José M. jura que no trabaja más que este año y se jubila, y en esta, a la que juanfer no asistió, Pedro nos cuenta sus andanzas antropológicas.

Y paso a paso poco a poco nos acercamos a la meta. Abajo en un recodo aparecen una cabalgata de “Señores muy bien”, todos en ejemplares de gran estampa, que muy amables nos saludan y sobre todo uno que parecía el representante de la FLA en ejercicio, nos “cuenta” ¡Y ay si le creímos!, que él era el que había reabierto la trocha que del Alto de Minas iba hasta El Retiro hacía como 12 años… ¡Cómo no! Hace 12 años esa trocha estaba en manos de los alzados en armas de todos los bandos y ¡Harta diablura que hicieron por esos lados! En una bifurcación del camino le preguntamos a un lugareño que por cuál de los dos lados llegábamos más rápido y nos contestó que por cualquiera de las dos, por lo que seguimos por la izquierda.

Al poco rato nos dio alcance y se fue conversando con nosotros, pero no le aguantamos el paso. Siguió de largo. Esta parte del camino ya estaba bordeada de casitas de campo y fincas de recreo, lo que nos indicaba lo cerca que estábamos del pueblo. Dos horas de recorrido por la carretera vecinal nos llevaron hasta el parque del hermoso municipio de El Retiro. En total fueron 6.30 horas bien caminadas por diferentes pisos térmicos y paisajes variopintos de nuestra geografía Antioqueña.

En el pueblo.

Luego de la visita oficial a presentar credenciales al Creador en el templo parroquial, y por recomendación de Sonia, hermana de Lobato, buscamos almuerzo en “El Pilón Guarceño” y aunque atendidos por el muchachito más desatento del pueblo y sus alrededores, podemos dar fe de que la comida era buena. Zuluaga rastrilló por Mondongo y quedó muy contento, Olaya se antojó de Carnita de Cañón y le tocó repartir parte de la cureña y las balas por lo abundante, los demás tomamos las sopitas del día cuñadas con el seco y carne molida. Todo muy bien. Lástima lo desatento del pelao…

Sólo faltaba un tintico… Y Sonia había invitado. De paso para su casa en las afueras del pueblo, los mecateros se metieron a una panadería y con dos bolsas llenas de parva y rollos dulces llegamos hasta la bonita urbanización. Ya Mario el esposo de Sonia nos esperaba cerca a la portada. Llegamos a la casa y al punto y entre saludos y charlas; tinto va y rollo viene. De pronto un viento frío y un trueno nos dicen que se aproxima tremendo aguacero por lo que despedidos en bombas nos vamos hasta la terminal del transporte de El retiro ahí cerca y abordamos un bus más bien viejito, pero en muy buen estado.

Por el derrumbe en la vía de “Las Palmas” nos toca bajar por “El Escobero”, que por lo mojado y resbaloso más parece tobogán, pero con pericia y prudencia fuimos descargados en una de las miles de lomas de El Poblado y de ahí a Sabaneta en un taxi. Los demás siguieron su ruta y por lo que sabemos, todos llegaron sanos y salvos.

José M.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena y sentida la crónica de Don Chema. No sabe JuanFer la caminata que se perdió, por estar chutando corales en el Archipielago de San Begow.
Los T. T. podrían pensar en una caminata para conocer las culebras más grandes del mundo, pero no las que habitaron en la Alta Guajira. No es sino que vayan se asomen al Congreso de la República, pa'que vean culebras y lagartos el doble de grandes, más peligrosos e inertes y podridos de la plata.
Felicitaciones Don Chema por su crónica.
JEALBO

Anónimo dijo...

CTT,para uds no hay caminos desconocidos,y el tiempo los ha hecho grandes.Uds sí saben vivir.Excelente caminada.
RUMU

Anónimo dijo...

Que pereza, ustedes como viven de maluco...!!!
No creo nadie tenga mejor programa que los C.T.T cada ocho dias, cada paso los lleva al disfrute de un paisaje nunca visto, inundandoles de pasion del alma y enamorandoles mas de nuestra tierra.
Muy agradable tu cronica Chemita, gracias por compartirnos sus vivencias.

Conejita.