Caminata La Quiebra - Damasco - Cerro Amarillo - La Pintada

Fecha: sábado 7 de febrero de 2009

Caminantes: Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, Carlos Olaya Betancur, José María Ruiz Palacio y Jorge Iván Londoño Maya

Duración: siete horas

Nombre: Panorámica en 3D

Abrebocas

Sin duda esta es una de las caminatas más generosa en paisajes, motivo más que suficiente para repetirse no una sino setenta veces siete, como lo dijo el Matemático de Galilea. No obstante, tanto en el debut, como en las repeticiones que ha hecho nuestro grupo, siempre me habían cogido fuera de base, pero por fortuna la oportunidad se dio, y aquí me tienen, lápiz en mano, pintando con letras lo que Dios, al fin, me permitió ver y disfrutar.

En la Terminal

Con la sentida ausencia de Juanfer, quien quería raspar la olla de las vacaciones saliendo a pasear con su familia, muy temprano nos reunimos en la terminal del Sur, a la cual llegamos uniformados con nuestra camiseta institucional, y felices como si se tratara de un grupo de lobatos dispuestos para su primera salida. Debido a que en la Quiebra, punto de inicio de la caminata, se desayuna a punta de chitos tirudos y naranjada al clima, lo primero fue desayunar ahí mismo en la Terminal, en el primer negocio que encontramos abierto. Fue un desayuno como de asilo, con huevo, arroz amanecido, arepa al clima y un chocolate a lo Bellavista, o sea hecho con media pastillita para cuatro. Eso si, no dejamos nada.

Luego comenzamos el recorrido flota por flota preguntando las horas de salida de los buses que fueran para la Pintada. En la primera nos respondieron que a las 8 y en la segunda a las 8 y 45, o sea horario de ganadero. Al tercer intento nos pregunta un señor con uniforme de piloto:

¿Para donde van los caminantes?

Para la Quiebra

Esta que arranca la 7075

¿Cuánto vale el pasaje?

Barato muchachos, siete mil pesitos cada uno

Echamos calculadora mental, y hágale a estirar nuca en buseta de Flota Arauca.

Hacía la Quiebra

Por lo general la quiebra siempre va de último, pero en este caso era el principio de nuestra caminata. La buseta, que tenia a La Pintada como destino final, parecía exclusivamente para nosotros, pero se fue llenando autopista arriba hasta lograr el cupo completo.

Comienza el ascenso a Minas siempre rodeado por pinares y bajo el marco de una soleada mañana. Luego el descenso con su eterno paisaje del cañón del río Cauca y esa cadena de montañas del Suroeste abanderadas por el Cerro Bravo y el cerro Tusa. A lo lejos Fredonia se muestra plácido y sin afanes recostado sobre las enaguas del cerro Combia. Pasamos Versalles con sus inconfundibles quiosquitos de carnicerías dispuestas a lo largo de la calle, adornados con varas de chorizos que hacen juego con la tela blanca de los techitos. Luego sigue Santa Bárbara, la que sigue aferrada del lomo de su íntima montaña, y siempre con su dulce saludo, así esta vez sea a punta de corozos, porque la cosecha de mangos apenas viene en camino.

Pasamos raudos por el restaurante Bola Roja, de punto y hora para la estirada de piernas y la orinada de rigor de los usuarios que van en carro particular. Sigue en orden alfabético las partidas para el Cairo y Abejorral y luego la Quiebra, a la cual llegamos al filo de las 9 de la mañana, millonarios en ánimos y en bloqueador para defendernos de los rayos del pelicandela Agudelo, que amaneció alborotado y resuelto a facilitarnos el deleite de los paisajes.

Rumbo a Damasco, el pesebre de Antioquia

Los primeros 200 metros se hacen cuesta arriba por unos rieles que poco duran y le dan paso al cascajo y a la tierra amarillenta asentada por algunos días de verano. La carreterita, estrecha por cierto pero que luce en buenas condiciones, está sembrada de casas al lado y lado, todas ellas adornadas con jardines que la hacen muy agradable para caminar.

El menú de los paisajes se nos abre a la vista y aparecen, en una toma de 360 grados, Santa Bárbara montada sobre el filo, los farallones, la cadena de montañas del suroeste, liderada por el cerro Bravo y Tusa, el río Cauca con sus compañeros el Cartama y el Poblanco, que desde acá parecen dos pedazos de seda dental puestos sobre la extensa vega. Panorámicas que serán constantes durante este primer trayecto.

La gran cantidad de casas han facilitado que esa zona tenga buena cantidad de tiendas, estaderos y hasta una gallera que funcionó hasta hace poco, según pudimos observar por entre las hendijas que forman la pared de guadua. Menos mal de ahora en adelante los gallos se las arreglarán por las buenas.

Hablando de casas, comienzan a parecer las agradables casas fincas de tierra caliente, por lo general de dos pisos, con corredores que le dan la vuelta, de techos altos, casi todas pintadas de rojo y adornadas con palmeras y musaendras.

A las dos horas el corregimiento de Damasco se une al paisaje, y lo contemplamos allá abajo como lo que es, un pesebre formado por la capillita y las casitas de colores, todas puestas en fila. La hora de camino que nos separa se hace en bajada, repleta de palos de mangos que comienzan a florecer anunciando una deliciosa cosecha para mayo y junio, por lo que habrá que repetir la caminata pero cambiando la mochila por un costal.

Casi al filo del medio día llegamos a la extensa cuadra que hace las veces de columna vertebral de Damasco. Tres gatos bien parados en el quicio de una casa nos dan la bienvenida con su desprevenida mirada. La frescura de la capilla nos invita de paso a refrescar nuestros agradecimientos al Creador por permitirnos ver la belleza de su naturaleza. Obviamente también había que refrescar gargantas, y que mejor para hacerlo que en el mercado Damasco, propiedad de una familia amiga de Olaya.

Luego de atravesarnos el “pasaje Junín” de Santa Bárbara, en cuya jurisdicción se encuentra este bien llamado pesebre, de admirar su aseo, el colorido de sus casas y la amabilidad de sus habitantes, buscamos la salida para la Pintada y por ahí derecho para el cerro Amarillo, nuestro segundo objetivo, no sin antes dejar que Damasco se convirtiera en nuestro reclinatorio portátil para el rezo del Ángelus.

Entrados en la zona rural, el camino se convierte en un estrecho callejón que alberga a sus lados casas, casuchas y tugurios de donde salen niños en todos los surtidos. Como esta situación era conocida por mis compañeros, en el mercado que les mencioné en Damasco aprovechamos para comprar más bombones y ajustar con galletas, para repartir a lo papá Noel. Fue tanta la demanda que hasta tuve que entregar el paquetico de galletas que me había encaletado para más tarde, y Luisfer tuvo que regalar las dos granadillas que le habían sobrado. Al final, lo más importante era la sonrisa y el brillo de los ojos de esos niños, agradecidos unos y sorprendidos otros por el detalle.

Cerro Amarillo

Hay nombres que no cazan y éste podría ser uno de ellos, porque el amarillo que alguna vez presentó este cerro, por los cortes de tierra amarilla a la vista, se llenó de verde. Para subir a este cerro se dispone de una carretera destapada muy amplia y con buenas obras de desagües, lo cual hace pensar que algo importante hay en la cima, tesis reforzada por unos dos o tres carros que bajaron con trabajadores. El ascenso, aunque corto, es exigente y nos permite ver otros paisajes diferentes.

Al llegar a la cima encontramos una recién instalada portada metálica y a su lado una caseta, donde almorzaban unos trabajadores quienes nos informaron que el sitio lo habían convertido en una parcelación, nos obstante nos permitieron el acceso porque a lo mejor nos vieron cara de compradores, pero no imaginaron que veníamos “de la Quiebra”. Efectivamente pudimos observar algunas elegantes casas fincas recién construidas, dotadas de buenas vías y una moderna infraestructura eléctrica, todas ellas con una vista envidiable.

Bordeando la altiplanicie llegamos a nuestro objetivo, el mirador que tiene una de las más hermosas divisas de todas nuestras caminatas. Una panorámica como en tercera dimensión, técnica de moda por estos días en nuestro medio, compuesta por el imponente río Cauca con su extensa vega, el municipio de La Pintada con sus puentes, los dos farallones y como fondo la cadena de montañas por donde se oculta el sol. Nada mejor que esa vista para hacer un brindis con un refrescante guandolo. Lástima que el hielo que llevaba Carlos no aguantó la temperatura y se nos volvió agua, de todas formas alcanzamos algunos tronquitos. Todos coincidimos en que había valido la pena el habernos desviado para este cerro, cuya vista es todo un tesoro escondido.

Hacía la Pintada

Nos devolvemos sobre el mismo camino hasta un poco más abajo de la caseta, en donde nos desviamos para tomar el camino que nos llevaría hasta la variante. Al comienzo es un camino de herradura que nos pasa por entre algunas casas campesinas, por potreros con ganado y algunos caballos y por guayabos que nos proporcionan algunos frutos. Luego el camino se convierte en una carreterita de penetración para algunas fincas ganaderas, y aparecen las ceibas y los enormes árboles propios de estas tierras calientes, se acrecienta el ruido incesante de las chicharras, aumenta la temperatura, y comienza el ardor en las plantas de los píes, al menos de los míos.

A nuestra izquierda podemos apreciar nuestro amigo morro Amarillo, con su frente compuesto por riscos y la cima que horas atrás nos sirvió de plataforma para mirar tanta belleza. A las 3 y 30 de la tarde tocamos el pavimento de la troncal y ahí mismo entramos a uno de los paradores para refrescarnos, estábamos a dos kilómetros de nuestro objetivo.

Esos dos kilómetros finales no los sentimos, gracias a las hermosas e imponentes tractomulas que subían, (mi debilidad) y al extenso saludo con las cornetas que nos dieron dos de los conductores, así hubieran sido pedidos por señas, pero que yo celebré a todo pulmón acolitado por las risas de mis compañeros.

A las 4 de la tarde llegamos a La Pintada, hecho municipio desde 1997, donde 11.000 almas desayunan a diario con recalentado de bagre, sitio turístico por excelencia y lugar apropiado para la practica de algunos deportes extremos. El paso por el puente, además de obligatorio, proporciona una agradable vista del rió Cauca que por allí pasa sereno pero caudaloso. En una margen del río un enorme árbol hace las veces de urbanización para albergar gran cantidad de garzas, las cuales desde lejos dan la impresión de ser un sembrado de algodón.

Por fin nos pudimos sentar en el restaurante Salpicolandia, al cual llegamos con muy buenas intenciones. Lo primero fue pedir el afamado jugo de mandarina, que esta vez si había. El jugo lo sirven en una copa parecida en tamaño a esas enormes en que sirven la copa de helado en el Astor, lástima que no vendieran moritos. Entonces, sumado el jugo, el guandolo, el agua, los bocadillos, las granadillas, el mango y las cervecitas, ¿Quién almuerza? Así que Carlos pidió de plato fuerte un salpicón con helado, Josema y el Lobato un consomé de bagre, pero del sencillo, y Luisfer una sopita de tortilla. Eso fue todo. Eso si, ni arepas necesitamos para cuñar los calditos, porque el surtido femenino de las clientas del restaurante era más que suficiente. ¡Cuales farallones!

Para Medellín

Nos paramos en la entrada de la zona para acampar de Comfenalco a esperar lo que primero pasara para Medellín. Casi al cuarto de hora paso una buseta que venía sin pasajeros, solamente una muchacha y una señora quien nos dijo: “Súbanse que vamos hasta el otro lado del puente, recogemos unas naranjas, nos devolvemos y ahí mismo arrancan para Medellín”. Como no teníamos afán aceptamos el ofrecimiento. Así que fuimos hasta el pueblo, recogimos tres cajas de naranjas que el conductor metió en las bodegas de la buseta, yo aproveche para comprar 2 docenas por $3.000 y regresamos al otro lado del puente, de donde, diez minutos más tarde, estábamos saliendo para Medellín. La misma señora nos hizo el tiquete, nos rebajó el pasaje, nos cobro y nos deseo feliz viaje. La muchacha, de nombre Deisy, siguió con nosotros.

De subida paramos en la hostería Los Farallones a recoger dos pasajeros, pero luego de una larga y protestada espera nos informaron que cogerían el bus de las 6 y 30 p. m. en la espera Deisy sacó a relucir sus dotes de animadora de paseos.

Mas arriba se montó un vendedor de helados con su nevera de icopor, por lo que no se hizo esperar la venta, así que los once pasajeros que en ese momento íbamos en el bus chupamos paleta de cuenta de la vaca de los Todo Terreno. A Deisy le toco de coco y dio bomba a lo desgualetado. Esa paleta de agua con sabor a limón, me supo a gloria.

A muy buen paso llegamos a la variante de Caldas. Josema se bajó en la entrada para Sabaneta y Deisy lo hizo en la estación Envigado, dio las gracias por la compañía y por la paleta. Luisfer le dijo: aprenda que nosotros si damos, y ella le respondió: “yo también, pero como ustedes se demoraron para pedir”. Y claro, con esa respuesta nos dejó fríos como una paleta y muertos de la risa.

En la estación Aguacatala nos bajamos el resto de caminantes. Luisfer y Carlos cogieron cada uno su respectivo taxi, y yo cogí metro, llevando a cuestas mis dos litros de jugo de naranja y el recuerdo de aquellos paisajes en tercera dimensión.

Hasta la próxima

Jorge Iván Londoño
Maya

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Lobato: el título de "Paisaje en 3D" es perfecto para esta crónica,ya que desde que comenzamos la caminada en "La Quiebra" hasta llegar a La Pintada, tuvimos, todo el tiempo, ante nuestros ojos, esas maravillosa protuberancias de la cordillera Central: Cerro Bravo, Cerro Tusa, Los farallones, y otros tantos que le dan majestuosidad al paisaje. Felicitaciones, es una crónica muy bien lograda.
Olaya

Anónimo dijo...

Afortunados nosotros,los lectores de este blog,porque los caminantes TT,nos comparten cada semana éstas expectaculares crónicas.¡Te sobráste Jorge Iván.
RUMU

Anónimo dijo...

Mi querido caminante, escritor, crónista, periodista y gran amigo Don Lobato Londoño y Maya: Definitivamente estás solo para croniquiar. Que descriptiva, que redacción y que gracia para dibujar las cosas, sin recurrir a palabras rebuscadas buscando el descreste y mucho menos sin recurrir a otros autores, ya que lo que escribnes te sale de lo que sabes y te dicta el alma, con esa sencillez que te hace grande.
Ya te había sichio yo, que esa patoniada era toda una titinura y el que no crea, pues que lea tu crónica. Felicitaciones.
JEALBO

Anónimo dijo...

Lobato que te podria decir que no hubiese dicho antes cuando leo tus cronicas, que eres "genial", yo ni siquiera vi esta caminata en 3D, puedo jurar que la vivi en cuerpo y alma, en especial cuando estaban arriba disfrutando de mis Majestuosos Farallones, cuya vista es todo un tesoro escondido, muy ciertas tus palabras, no podrias haberlo descrito mejor, mirarlos y ademas acompañados por el resto de la hermosa naturaleza que los rodea,forman la belleza que tienen
solo dichos tesoros.
Lo unico que me quedo faltando fue, que a lo hora de disfrustar del refrigerio no habian moritos.

Juanfer, te perdiste el juguito de mandarina, me lo tome yo.

Conejita.

Anónimo dijo...

Señores TTT.TT.T
Es realmente una dicha recorrer con ustedes esos caminos; aunque uno aquí sentado no se cansa, preferiría darme una patoniada de esas que se da este grupo en busca de comidas sabrosas y abundantes; lo digo, porque siempre caen allá y a pesar que en esta ocasión no hubo comilona, el restaurante estaba ahí y se sentía la sazón.
Felicitaciones. ¡Qué envidia!

Anónimo dijo...

Jorgiván, saludos mil. Te pasaste con la crónica que transucrre en sitios que frecuenté en mi niñez. En próxima columna, a propósito del día del periodista, cuento que menos mal, algunos talentos no se dedican al periodismo porque nos sacarían de taquito a más de uno.Tú eres uno de ellos. Y en la cofradía de los Todoterreno (el nombre que más me gusta) hay plumas que se las traen. Adiosito, od

Anónimo dijo...

Te luciste mi Lobato con esa narración tan espectacular y como lo decís en la última frase del relato " pintaste con letras lo que Dios nos permitio ver y disfrutar " Mi felicitaciones bien sinceras mi querido periodista. Luisfer

Elbacé Restrepo dijo...

¡G E N I A L!

Anónimo dijo...

Hola señor caminante, me alegra mucho que haya circulado por las espirituales tierras del cerro amarillo,que tienen en su historia muchísima magia, desde la época precolombina, dicen que allí está escondido el tesoro del cacique Pipintá, según describen los de la U de A que se interesaron por esas tierras....yo no lo he buscado pues me la he pasado contemplando el paisaje en 3D que usted describe tan literalmente; ojalá me lo encuentre algún día pues le cuento que soy propietario de un lote en la parcelación que usted caminó; no somos ricos sino enamorados del paisaje y ahí la vamos llevando.... Ojalá vuelva por allí para mostrarle otros caminaderos por el río Arma hacia arriba, zona de pescadores aficionados...y de más magia precolombina. Lo felicito por su hobby

Anónimo dijo...

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