Crónica Concepción - Alejandría

Puntuales como Ingleses, a las 6.40 am del sábado 21 de Febrero, estábamos los Todo Terreno en la Terminal de transportes del Norte, dispuestos a viajar al Municipio de Concepción, para desde ahí caminar hasta Alejandría, municipio situado al oriente de éste a unos 17 kms de distancia.


Luego de unos pericos con de a medio buñuelo y dos tintos calienticos, abordamos el bus de la flota San Vicente que presta servicio por esa zona uniendo a los municipios de Concepción, San Vicente y Alejandría. A las 7 a.m. salimos de la terminal y a las 8 a.m. ya estábamos iniciando la subida al alto, luego del obligado paso por Barbosa en busca de pasajeros. Esa doble calzada que ya casi llega al Hatillo es una maravilla.

Bueno, empiezan los dolorosos; La vía estrecha, los derrumbes constantes generados por el invierno, los baches como trincheras que adornan la carreterita, hacen pensar y decir todo tipo de cosas relacionadas con el Ministerio de Obras Públicas, hoy convertido en Monasterio de Obras impúdicas por obra y gracia de Fray Marinilla, que lo único que ha hecho por Antioquia es el intercambio vial de ingreso a su municipio, sostener al pícaro de Invías en el puesto y muchas promesas para que cumplan los que lo reemplacen.

Discutiendo el asunto de pronto nos vimos envueltos en un manto de neblina espesa y una lloviznita de esa que “no moja”, dándole un aspecto más tétrico a la subida por esa trocha resbalosa. Hay que decir también, para beneficio de los responsables, que por tramos se encuentra obras de mejoramiento y de preparación para recibir asfalto, que esperamos no se pierdan como ha ocurrido tantas veces.

Por fin llegamos al alto, desde donde empezamos el descenso haciendo recogida de pasajeros con destino al pueblo en medio aún de la llovizna y la neblina espesa durante un buen tramo que luego se despejó dejando un paisaje mañanero, lleno de verdes hasta el pueblo.


Justo a la entrada de Concepción, un destacamento de la Policía Nacional nos detuvo para una requisa, por lo que decidimos acabar de llegar a pie, luego del trámite policial. Preguntando se llega a Roma, y preguntando por un desayunadero responsable llegamos hasta el hotel y restaurante Doña Pascuala, en donde ya tenemos crédito y prontito, prontito, estábamos desayunaditos y en camino hacia Alejandría.


Salir de Concepción por el laberinto de callecitas hacia Alejandría o estar de visita ahí, es como pasar por una galería fotográfica: Cada puerta, ventana, ojo de cerradura, tejados, los balcones, los jardines en ellos, las calles empedradas, merecen que el caminante se detenga a observar el colorido, la textura, la filigrana en las tallas, el estilo, la arquitectura…En fin, la historia. Cada paso merece una foto, o por lo menos un espacio en la retina para memorizar la belleza circundante. La amabilidad de la gente es otro valor agregado a la belleza del hermoso pueblo. Recién salidos, nos encontramos la valla que nos indicaba que la ruta tenía 16 kms desde ahí hasta Alejandría. Un paisano preguntado nos dijo: 4 leguas, ni más ni menos, teniendo como una legua el camino recorrido en una hora.


Dateados, emprendimos el camino a paso raudo por la carreterita en mejor estado que el tramo anterior, en medio de casitas campesinas bordeadas de jardines florecidos y pintadas con colores alegres en su mayoría y muchos árboles de guayaba en cosecha que nos acompañaron por todo el recorrido. Un murmullo constante se vuelve compañero de viaje por largo rato; es el río “Concho” apodo cariñoso del río Concepción que desciende cantando por la cañada entre peñascos y bosque nativo ocultándolo a nuestros ojos, pero que nos arrulla con su música limpia mientras descendemos y desciende él hasta un vallecito que se abre varios kilómetros adelante.


Los caminos de nuestra Antioquia están bordeados siempre de ese verde tan escaso en otras partes, pero que en nuestro territorio y específicamente por estos lados, se convierte en sinfonía de múltiples tonalidades y asistida en su orquesta por los jardines campesinos, abundantes en colores y especies; con lo que el camino se convierte en un paseo por un jardín botánico en el que cada recodo compite por sobresalir en belleza, aroma y colorido. Las casas campesinas de diferentes tamaños, estados y estilos, cuentan la historia de la región. Los pájaros, abundantes y en especies diferentes son el resultado de la conservación de sus santuarios y de la concientización de la población campesina de la importancia de éstos como controladores de plagas.

Subiendo y bajando por pequeños columpios del camino, fuimos avanzando y en un recodo escuchamos una algarabía inusual, pero no tuvimos tiempo de imaginar nada, porque de pronto, desde un Guayabo alto sobre la derecha, una gallina salió volando en medio de un estruendoso cacareo y fue a aterrizar en un Naranjo a la izquierda del camino; antes de que terminara de caer y desde el mismo Guayabo, un gallo también salió volando y fue a caerle encima a la desdichada gallina que de ninguna manera se pudo librar del asedio del amo del corral. Así son las cosas en el gallinero; el gallo pone las condiciones y la gallina los huevos. Dicen que las gallinas son aves de corto vuelo, pero con toda seguridad estos dos especímenes volaron por lo menos 12 metros de árbol a árbol. Ya sea porque él manda o por amor, pero que volaron, volaron. Las conclusiones quedaron divididas entre las de Gallina Voladora y Gallo Violador.


Siempre con “El Concho” a la derecha y por un paisaje con pocos cultivos pero con algo de vacunos, vamos viendo que muchas quebraditas y riachuelos rinden sus cauces a nuestro compañero de viaje; unos caudalosos, otros no tanto; unos raudos y tronantes, otros serenos, pero eso sí; todos muy limpios y con sus cuencas nativas muy cuidadas y protegidas. De tanto en tanto, vallas institucionales de Cornare, daban cuenta de su labor en la zona. De pronto el terreno hace encajonar de nuevo al “Concho” y de nuevo ruge por entre las peñas. Un vallado de eucaliptos de gran altura hace sombrío sobre el camino formando un sendero y el murmullo del agua entre las peñas le dan una connotación poética inigualable al lugar, lo que lo hace inolvidable. Caminando y conversando nos encontramos con un camino a la derecha luego de pasar un quebradita y ahí Juanfer nos dice que más arriba por ese camino hay unas cascadas y especialmente una que se llama “El Manto de la Virgen”, hasta donde él subió alguna vez con su esposa en unas vacaciones. Ni cortos ni perezosos giramos a la derecha luego de confirmar con una amable vecina y fuimos a buscar el manto. Subimos durante 10 minutos y si, allá abajo hay unas cascadas entre peñascos, pero el manto como que lo estaban lavando, porque no alcanzamos a verlo. Juanfer dice que es desde abajo que se ve. Hubiéramos ido quebrada arriba entonces.



Vamos avanzando mientras hablamos sobre los sucesos noticiosos de la semana que termina; Lobato reparte bombombunes a cuanto muchachito se encuentra; Zuluaga y yo robamos guayabas, Juanfer des Piedad za a los enemigos del gobierno, y Olaya toma fotos a todo lo que se mueva o no se mueva, para luego brindar todos con “Guandolo” ahora reformulado en los laboratorios Londoño & Maya, y con granadillas de la cosecha de Zuluaga por lo hermosa de la caminada. La gente que nos encontramos por el camino, ya sea en sus casas o de paso, muestran cierto grado de desconfianza con los caminantes y un muro de hielo se levanta entre ellos y nosotros, que sólo cae cuando saludamos sin aprehensión y desenfadamente, especialmente a los niños que ven un bombombum y no hay muro que valga. Ya más tranquilos, nos cuentan sus historias y contestan a nuestras preguntas sin problemas. Merece especial mención el caso de dos damas entraditas en años y con pinta de ciudadanas en vacaciones campestres que nos encontramos en una recta del camino; nos saludan alegremente y de inmediato entablamos conversación en la que nos ofrecen en venta su finca de recreo con dueña incluida… Nos enciman como gabela adicional su pensión y una casa en Medellín y ni siquiera con eso lograron conmover nuestros despreocupados corazones. Sin embargo, con las indicaciones de las oferentes, buscamos la finquita de recreo, pero no pudimos dar con ella.


En una casita con tienda pensamos encontrar refrescos y de pronto una cervecita, pero lo que nos encontramos fue un montón de muchachitos que por poco terminan con las chocolatinas de Juanfer y unas jóvenes bien agraciadas por cierto que respondieron con evasivas cuando les preguntamos que de donde salía tanto muchachito. De cervecita nada. Seguimos el camino al paso de dos de ellas y uno de los niños y en un recodo se entraron por una portada de una finca que lucía un nombre bien polémico por estos tiempos: “El Corralito” No nos dimos por aludidos y seguimos de largo.


Sobre un puente sobre el río Nare encontramos a varios motociclistas aperados con anzuelos y cañas, pescando en las límpidas aguas de un charco bajo éste. Ya más adelante, desde un altico alcanzamos a ver la confluencia del “Concho” con el Nare en un hermoso vallecito rodeado de cerros bien arborizados y mangas con ganado vacuno. Estábamos muy cerca ya de nuestro destino; al poco rato nos encontramos una valla indicando 16 kms a Concepción y diagonal a ésta, otra marcando: Alejandría 1km.


Un poco más adelante la carretera se convierte en calle empedrada con todas las de la ley y un mural al fondo da la bienvenida a los visitantes contándoles además que recién en 2007 cumplió 100 años de vida municipal, lo mismo que otros datos de interés. Ya más cerca del pueblo, sobre la izquierda después de un recodo, se abre un paisaje de fantasía con un pequeño valle que forma el río Nare cuya corriente serena corre por entre verdes pastizales en los que algunos vacunos pastan despreocupadamente y un poco más arriba, a la derecha, el pueblo como un pesebre domina todo el lugar.

A veces no es suficiente la buena voluntad de ciudadanos y gobernantes en embellecer sus entornos municipales; quedan entre los habitantes de pueblos hermosos como Alejandría algunos sujetos resentidos que resguardados por la impunidad de la soledad y de las sombras; por puro placer o simple mezquindad, dañan, destrozan y acaban con las cosas buenas que los demás han construido. Llegar después de 4 horas de camino a la entrada de este municipio impresiona gratamente por lo limpio y hermoso del entorno; sin embargo mirando bien, se encuentra el visitante con que las luminarias o faroles que adornan e iluminan la entrada del pueblo, tienen los vidrios quebrados y los bombillos han sido robados o destruidos cuando no es que falta parte de la luminaria.


De verdad Alejandría impresiona por la limpieza y amplitud de sus calles, a excepción de los habituales recuerdos coprológicos de caballares abundantes en la zona. Entrando al parque un gran Guayacán rosado da la bienvenida y el bullicio propio de una tarde de sábado nos invita a sus amplios espacios llenos de jardín bien cuidado y arborizado.
Camino al templo parroquial y sobre la derecha al fondo del parque, sobresale un obelisco que al acercarnos nos cuenta en sus grabados la historia del pueblo en imágenes, coronándose el monumento con la figura de un pez que salta. El pedestal de la obra está forrado en placas de granito negro que tienen tallados en letra de estilo todos los datos importantes del pueblo sobre sus fundadores, gobernantes, etc.


Acto seguido entramos al templo, imagen y figura de la comunidad: Sencillo, amplio y limpio. Se respira paz y armonía en sus espacios. Damos gracias por haber llegado con bien y salimos a buscar almuerzo. En la búsqueda preguntando por un buen lugar, nos admiramos aún más con la amabilidad de la gente. Varias opciones nos son ofrecidas y al mismo tiempo nos recomiendan hotel, la visita a los charcos aunque los están remodelando, las divisas desde las esquinas sobre el vallecito que forma el río Nare y que disfrutemos del amplio quiosco en el parque. No nos gustó el Quiosco por lo bulloso y nos fuimos al “Café Social” desde donde se divisa todo el parque y la música es a un volumen audible y la atención es amable. Como estábamos cerca de la oficina de la empresa de transporte, aprovechamos y compramos los tiquetes de regreso. La llegada de soldados del Ejército de Colombia hace sentir la presencia del estado y la seguridad para habitantes y visitantes.


Tomado un refresco y conversado con algunos parroquianos, fuimos al “Hotel Turismo” en donde dos amables señoras nos atendieron con Sopita de sancocho, fríjoles y bandejas bien surtidas. Todo de excelente calidad y sabor. El hotel como tal no nos gustó mucho, pero esa no era la idea. Llenitos y con buen tiempo a favor, volvimos al parque y de ahí por una de las calles aledañas especialmente empinadas, bajamos y pasamos por el hospital rumbo a los charcos tan famosos. Dan gusto las calles tan limpias y bien cuidadas con sus aceras y zonas verdes. También sus basureras en los postes y unas bancas de concreto para el disfrute de moradores y visitantes en un barriecito nuevo al lado de la vía a los charcos y ya llegando a ellos, un puente construido en Guadua con techo de zinc da paso sobre la quebrada. Dos motos con tres policías pasaron a nuestro lado saludándonos mientras caminábamos y al rato estaban de regreso cumplida su ronda. Con los crespos hechos y el chingue guardado en el morral porque los charcos estaban en remodelación, admiramos la obra, conversamos con algunos de los obreros que nos contaron que en mes y medio estaría listo el trabajo. Quedamos de volver.


Regresamos sobre nuestros pasos y de nuevo en el parque nos dedicamos a admirarlo mientras lo recorríamos y de nuevo nos sentamos en el Café Social y pedimos tintos. Muy rico. Verdadero café de pueblo, cargaito y caliente. El mío sin azúcar. Conversando con el cantinero nos dieron las 4.30, hora de partida hacia Medellín y abordamos el vehículo que nos llevaría pasando por Concepción de nuevo. A las 4.40 arrancó el viaje y en cosa de 40 minutos estábamos en Concepción. El ágil conductor, cual piloto de carreras, devoró los kilómetros de la estrecha vía volando. Del mismo modo, volando entró a Concepción por entre las callecitas estrechas y uno no se imagina como puede un pueblo conservar los aleros de sus casas incólumes a esas velocidades y en esos carros tan grandes. De la misma manera que entramos, salimos después de recoger algunos pasajeros y ya vamos rumbo a Medellín. En la flota nos dijeron que el viaje está programado para 3 horas y este sujeto nos puso en la estación Niquia del Metro en 2.30 horas. Lo preocupante es que la vía desde el alto hasta Barbosa está en muy regulares condiciones y los abismos se te meten por debajo del asiento; claro que el paisaje es bellísimo y el atardecer nos regaló unos arreboles crepusculares de postal.

Ya en Nuestro Metro estamos como en casa y antes de las 8 pm. les estoy contando mis impresiones a mis mujeres.

José María Ruiz Palacio

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Eavemaría!! que caminata tan bacana y hermosa. Pensar que ese Municipio de Alejandría "dizque" se lo queriá echar al bolsillo la guerrilla, pero por fortuna les fue quitado por las autoridades, para que todo el mundo aprecie su belleza. ¿Y Concepción?? Ni se diga. La crónica lo dice todo, pero nos quedaron debiendo las "visticas".
Jealbo

Anónimo dijo...

Faltaron las"visticas"pero incluyeron los aplausos.¡Bién José M.
Legua,recorrido en una hora?tal véz,para el campesino,para uds,no creo.
RUMU

Anónimo dijo...

Testigo de esta caminata son las hermosisimas fotografias compartidas por los fotografos de cabezera de los Todo Terreno, dan ganas de estar en esas "dos perlas" como dice el Lobato
Muy hermosa tu cronica querido Josema, tu pluma nos llevo hoy por un hermoso recorrido bondadoso en paisajes y deliciosamente aromatizado por el olorcito de las guayabas, que robadas muy seguramente saben mejor.
Felicitaciones Chemita,ah... y que paso con las "visticas" querido Lobato.

Anónimo dijo...

Vea tío RUMU deje de ser tan desconfiao, que cuando los T. T. jalan con nuestro abuelito tirando adelante, no hay quien los pare y hacen hasta 6 kilometricos en una horita, es decir más de la leguita normalita, que sólo tiene cinco mil quinientos setenta y dos metricos. Convierta tío, que a nosotros en la guardería también nos enseñan de esas cositas.
Sarita y Jerónimo

Anónimo dijo...

Sarita y Jerónimo,que bueno que en la guardería les enseñen esas cositas de conversión,yo,tambien fuí caminante,y eso de caminar 6 kilometrícos por hora y por esos terrenos que mencionan,si lo veo como exageradito,mi compa,y si van caminando rápidito eso se puede convertir en"marcha" que es otra cosa.En Puerto Berrio las distancias las tomabamos en leguas y no las cubriamos en ese tiempo,lo haciamos pero en mula.
RUMU
RUM

Anónimo dijo...

Coneja, no firmaste tu anterior comentario arriba, que te paso? Pues querida fue la emosion de disfrutar de la cronica maravillosa del poeta, y de saborearme esas guayabitas robadas,
que pa que estaban deliciosas, mejor que unas barras de bocadillo de guayaba que me van dizque a enviar via correo aereo, aqui las sigo esperando.

Coneja.