CAMINATA FREDONIA - MARSELLA

RINCONCITO DE PAZ, DONDE LO DIVINO SE CONFUNDE CON LA SILENCIOSA FUERZA DE LO CARISMATICO, PARA TEJER UN PEDACITO DEL PARAISO.

Por fin se nos llegó el día de realizar este sueño a Los Caminantes Todo Terreno o al menos a su representación, Luis Fernando Zuluaga Zuluaga y Juan Fernando Echeverri Calle, quienes llenos de optimismo y sin esguinces, nos apeamos a las 8:33 a.m. del bus que nos dejó en el costado occidental del parque Jaime Cadavid Isaza, del rico municipio cafetero de Antioquia: FREDONIA, conocido como “La Tierra de los Hombres Libres”.

Luego de un viaje de dos horas exacticas desde Medellín, a 58 kilómetros de distancia, y por una carretera recién repavimentada, pero que nuevamente presenta enormes grietas, resquebrajamientos, hundimientos y columpios, debido a la cantidad de aguas perdidas, a lo movedizo del terreno y a las explotaciones subterráneas del carbón de piedra en su entorno, por lo cual podemos decir sin exagerar que esa región camina.

Apresurados como no queriendo perder tiempo, dirigimos nuestros pasos, nuestra fe y nuestro agradecimiento a la muy bonita iglesia de Santa Ana, donde lanzamos unas oracioncitas desde muy adentro de nosotros, poniendo nuestros pasos en manos del Gran Arquitecto.


Al ritmo de la cámara de Zuluaga, quien goza tomando sus vistas mientras cierra los ojitos, y con el jalón que nos pegan nuestros cayados, los cuales ya salen solos para el muy buen Restaurante OTRA PARTE, llegamos al agradable lugar, donde ya es costumbre nos atiendan como reyes y donde pudimos saludar y compartir con Julián Darío su propietario, mientras devorábamos nuestros deliciosos y muy bien presentados desayunos.

Imposible llegar a Fredonia y no hablar de su hijo preclaro el gran Maestro Rodrigo Arenas Betancur, escultor inmenso, que por fortuna dejó su escuela y su legado recogido hoy por su alumno, el Maestro Gustavo Vélez, quien triunfa actualmente en el Asia con sus obras, y de quien Julián Darío tiene un amplio recuento noticioso, fijado en la cartelera de su restaurante, el cual duele dejar.

Llenitos de alma y barriga, salimos a buscar la calle principal, pero no vamos a profundizar sobre Fredonia, ya que eso lo encontrara el eventual lector en otras crónicas anteriores, porque hoy nos vamos a referir al corregimiento de Marsella, centro de gravedad en la cabina de nuestro sueño, ese que poco a poco tomaba forma, se realizaba y que empezaba con nuestros alegres pasos por esa vía principal que nos dejaría en el mismo y casi que en línea recta, allá, a doce kilómetros de distancia, lo cual es un paso para nosotros, modestia aparte.


Una carretera pavimentada en descenso amable, rodeada de esas casitas de pueblo bien tenidas y con la mirada casi vigilante de los habitantes de Fredonia que a esa hora se movilizaban hacia sus actividades y que llenaban el ambiente con sus infaltables ¡Buenos días! ¿De dónde vienen?, fuimos dejando la rica población, quedando a un costado el cerro Combia con su monumento a Cristo Rey, sus antenas y el recuerdo de sus muertos. Adelante la lineal carretera, la cual con nuestros pasos fue perdiendo las casitas para darle paso al campo y atrás desafiante y con un cinturón de neblina amarrado a su cuerpo, el imponente Cerro Bravo, parecía invitarnos a subirlo.


El día, o mejor la mañana, hermosa como nunca se había visto en estos últimos días, y así fue desde la salida de Medellín y todo enmarcado por los hermosos cerros del suroeste antioqueño, coronados quien lo creyera por inmensos cafetales, donde la recolección del rojo y ambicionado fruto se vuelve una proeza para su cosecha debido a la topografía, todo combinado con los inmensos cultivos de cítricos que hacen carrera en la región.


Situación paradójica con las partes bajas, donde el soqueo, los fluctuantes precios internacionales, el tipo de cambio, la inseguridad y la falta de manos para la cogida, cambió los cafetales bajos de otrora, por enormes pastizales de maralfalfa, imperial y king grass, ya que las tierras se dedicaron al levante de ganado y de bestias de paso, dejando un manto de desempleo y de sueños frustrados.


Mata ratón, liberales, guayabos, mandarinos, naranjos y pequeños rezagos de café, con los infaltables jardines campesinos y los perros con sus colas danzando o sus latidos amenazando, fueron nuestra compañía, hasta que ahí en un sitio que llaman La Cidrera y que pertenece a la vereda La Gruta, frenó en secos nuestros pasos, el roncar de motores y la presencia de aguas que corren y hombres que laboran.


¿Qué es esto Dios mío? Estábamos en presencia del más grande derrumbe que han visto nuestros ojos de caminante, ese que hace apenas unos días dejó la carretera totalmente taponada, unas corrientes de agua represadas y la hacienda La Vega parcialmente cubierta de lodo, piedras, tierra y vegetación arrancada de raíz, ya que la montaña se había venido en gran parte y desde lo alto de su talada cima, donde se veía en esa herida abierta, color marrón oscuro, la cual parecía sonreír ante este nuevo cobro por ventanilla que hace la naturaleza maltratada.

Zuluaga, que hasta ese momento no dejaba de disparar su cámara sobre el desastre que presenciábamos, se arrimó a uno de los ingenieros de la empresa encargada de las obras en la carretera y con “voz dulce como los ciruelos” y convertido en abogado de oficio de nuestra martirizada Vía del Café, lo interpeló:

Señor, esta carretera se ha comido más de treinta mil millones de pesos y se desbarata en semanas. ¿Qué vamos a hacer con la misma? está acabada en muchos sitios y ahora esto. Entonces el ingeniero hace un ademan de grandilocuencia “sacude su melena alborotada y dice así con inspirado acento”: Efectivamente, en los sitios crónicos se ha detectado gran acumulación y presencia de aguas, por lo que se va a hacer un sistema de levantamiento para sacar las mismas, y aquí estamos atentos a un permiso de la Gobernación para subir la maquinaria allá al alto.

Lo anterior, fin hacer un sistema de terrazas en la ladera de la montaña, cada terraza con su desagüe y sobre las mismas unos agujeros de cuarenta metros de profundidad que permitirán succionar el agua…. Ahí si que quedamos más jodidos…Muchas gracias señores y seguimos el camino, olvidándonos de agujeros y aguas perdidas y en medio de nuestra incesante conversación, ya que no paramos… y a nadie le sostenemos.

El día seguía hermoso, como mandado a hacer para dromómanos. El paisaje renovaba sus encantos y su cosmética a cada paso, y así fuimos ingresando a la vereda El Zancudo, donde la carretera, antes en pura leve bajada, empezaba a inclinarse un poco y el sol a azotar nuestras humanidades, pero los cerros y la vista cada vez más hermosa y acogedora.


En esta vereda El Zancudo, pudimos conocer la hermosa capilla de Jesús Crucificado, la cual nos fue abierta por un atento muchacho para deleite de los caminantes y banquete de la cámara de Zuluaga, ya que todo lo que veíamos era digno de admiración ante la belleza: Las casitas, los jardines, los frutales, los sembrados de cítricos, los pastizales, los cafetales renovados y los gigantescos recién sembrados o esos que apenas reciben los almácigos, las frutas en abundancia y las aguas rebosantes…mujeres hermosas y mariposas que interrumpen con su vuelo vagaroso, la dulce paz de la vereda. Ahora que de los hatos de ganado, ni hablar.

Conocimos la Unidad Educativa Edelmira Alvarez, todo un dechado de buen gusto y excelente presentación para derramar la cultura en la vereda, repartida en dos bloques muy bien acondicionados, donde hicimos una pausa en nuestro andar para dejar nuestro saludo a la bandera.


Juano; ¿ves lo que yo veo? Me dijo Zuluaga…¿Que hombre?...Mira, doña cervecita; y sí, efectivamente era hora de tomar algún refresco para mitigar la sed y el calor, lo cual hicimos en un delicioso y acogedor Estadero llamado Otra Parte, que se abrió ante nuestros ojos donde tuvimos oportunidad de charlar con el administrador, quien muy amablemente nos llevó a la parte posterior del local para mostrarnos “el más hermoso mirador de la zona”, desde donde se divisa el Cauca, La Pintada, los farallones, Santa Bárbara, Montebello… y esa sucesión de hermosos cerros del suroeste, pero no fue posible admirar tal maravilla, ya que se nos dejó venir en ese momento un impresionante manto de neblina que tapó todo ese inmenso cañón en segundos.


Arriamos velas y cayados para continuar nuestra marcha, siempre en un camino lleno de belleza y riqueza ganadera, cafetera y de potencial turístico, donde las finca son verdaderas bellezas, que dejan observar con más claridad la pobreza que no se escapa a estos parajes, ingresando a la vereda El Calvario.


Allí repetimos nuestra dosis de refresco y cháchara con el administrador del estadero que lleva el mismo nombre de la vereda: El Calvario, quien nos dejó conocer situaciones y experiencias interesantes sobre la región. Nuevamente las fotos que van y vienen sobre ese bello caserío cubierto de verdor y curazaos o veraneras, frutales, heliconias, orquídeas y que posee una bonita capilla, dedicada al monumento que corona el Gólgota “y que redimió la humanidad entera”, la cual infortunadamente estaba cerrada y no pudimos conocer.-


Dele manija Zuluaga que la cosa es seria y ya vamos a coronar esta nueva caminata, al fin y al cabo apenas doce kilómetros, pero el sol nos tenía medio recalentados y así entre cuento y cuento, “risas carcajadas, chascarrillos y versos”, hicimos nuestro ingreso al corregimiento Hoyo Frío que de hoyo tiene mucho, ante la imponente vista , que deja ver el Cauca retorcido sobre un gigantesco meandro, los farallones de La Pintada y toda la altivez de nuestros cerros bajo un cielo azul y limpio “como una tarde en el mes de enero”.

Allí en el Estadero Las Guacamayas, repetimos la dosis de refresco contra el calor para aliviar nuestras carrocerías y de boca de la hermosa morena que nos atendió supimos que estábamos como a media hora de Marsella si seguíamos por la carretera, y a unos minutos más si tomábamos el atajo que hay a la izquierda del estadero, más largo, pero más bonito ya que es pura naturaleza.

Juano, vámonos por el atajo dijo Zuluaga y así lo hicimos. Era un camino de herradura plano al inicio, medio empantanado y encerrado entre arbustos de mata ratón que hacen el oficio de cercas vivas, al igual que algunos liberales saltones que se mezclan con los mismos.

En un recodito, el camino empieza a bajar hacia un enrielado en regular estado, de donde nos salen dos perros de buen tamaño amenazantes con sus ladridos y su veloz carrera hacia nosotros "Si ves home Zuluaguita, la idea fue tuya de tomar este camino"; pregúntales al menos si ya almorzaron… pero como perro que ladra, claro que muerde, paramos en seco y nos quedamos como sendas estatuas… y se devolvieron para su casa. Gracias Virgencita Santísima y respiramos profundo los caminantes.

Tomamos por el enrielado, pasando por varias fincas lujosas pero cerradas, dónde máximo se veía algún agregado que nos miraba desde lejos, recostado a alguna caballeriza. Baje y siga bajando, hasta que los rieles se trasformaron en un sendero de piedras superpuestas, disparejas y lisas, ya que piedras si hay en ese paraje, hermosas y arrugadas, como si alguna vez hubiesen sido fundidas y es que efectivamente son piedras volcánicas (piedra boba) pero el volcán más cercano está en el parque de Los Nevados, para que nos vamos imaginando la erupcioncita y me tire ese trompo en l’uña.


Que camino más hermoso. Un robledal, más mata ratón, búcaros, guadua, cafetos, mandarinos, naranjos, guayabos y así como caído del cielo, el roce de una taza de chocolate en rojo fruto: Un fértil y bien tenido cultivo de cacao en plena cosecha, el cual fue escenario para más foticos.


No habíamos caminado más de cien metros, cuando llegamos a una casita campesina muy sencilla, pero bien tenida y con bonitas matas de jardín en flor, la misma que presentaba sus puertas abiertas de par en par, dejando escapar hasta nuestros oídos, o al menos los de Zuluaguita, ya que los míos están como una tapia, el inconfundible sonido de noticias.

Nos acercamos con calma y saludamos a un señor, que sentado en una vieja poltrona y con sus pies encarapetados en un taburete de cuero medio desarmado, veía televisión. Nos saludó amablemente, al tiempo que abandonaba su cómoda posición para ponerse en pie y presentársenos: Muchos gusto señores, soy Jorge Gallón y desde ese mismo instante y hora el amable y recorrido señor, no paró de hablar.

Montaba una anécdota sobre una experiencia, una experiencia sobre un suceso, un suceso sobre una historia y una historia sobre cualquier tema de la vida real…Que caja de música, que conversador. No hubo tema que no se tocara, empezando con la historia de su vida: Hijo de quien hace ya algunos años fuera el propietario de Transportes Venecia y Transportes Fredonia. Político, amiguero, aguardientero y buena gente. Nos despedimos por lo menos cinco veces y nada que nos soltaba, ya que con nuestra última palabra hilvanaba otra historia.

Por fin, llegó un niño cargado con un porta comidas, era el almuerzo de Don Jorge que vive solo en su finca Villa Ligia. Inmediatamente nos recomendó a Doña Margarita, la señora que en Marsella a escasos cinco minutos de donde estábamos, le hace su comida, y como tal nos la recomendó ampliamente indicándonos su dirección. La tercera casa a partir de la equina del templo para abajito…

Casi que nos toca despedirnos de este interesante señor y ya amigo, a punta de señas para no darle más tiro de otra “conversa”, hasta que por fin, tuve casi que jalar a Zuluaga, mientras Don Jorge se vaciaba en invitaciones y que nuevamente nos esperaba a los cinco Caminantes Todo Terreno, para que hiciéramos un sancocho, nos claváramos unos guaros (aunque hace más de veinte años que no se toma uno) y que no nos preocupáramos por la amanecida que allá sobran camas.

Dimos media vuelta para despedirnos, cuando… ¡Riiiinnnnnn! el fastidioso “celubobo” de Zuluaga que suena. Feito y salido de lugar como se escucha ese ruido, cual queja de diablo en estas campiñas tan hermosas y tranquilas. Era Gloria Muñoz “La Coneja”, nuestra caminante honoraria y quien desde Estados Hundidos, nos llamaba a pasarnos revista a los caminantes, como ya es costumbre de esta querida amiga.

Conclusión: Quince minutos màs con Don Jorge, luego de colgar con la Goya.


Despegados del apreciado amigo y buen conversador (es más fácil soltar a un lotero) el camino nos llevó a la carretera principal y en un repecho más o menos pronunciado y de unos 150 metro de largo que se cubre de adoquines y belleza, se abre bruscamente a nuestros pies para ensanchar el paisaje ricamente rodeado de prados verdes, árboles frondosos y enormes crotos, casitas muy bien tenidas y como sacadas de un cuento. Un kiosco, una venta de frutas y su dueño que duerme en una banca del parquecillo, llegamos admirados a la pequeña y hermosa capilla: Estábamos en Marsella, meta final de nuestro sueño, el cual parecía armado sobre un pesebre.


Ingresamos al muy bonito aunque sencillo templo de Jesús Sacramentado, más conocido como Iglesia del Zancudo (eso suena hasta pecaminoso) donde dejamos nuestras sentidas oraciones al Patrón, para salir nuevamente "a tientas por los muros”, los dos amigos a buscar la casa de Doña Margarita para asegurar el almuerzo.

Una, dos, tres casas…sí, debe ser esa, la de la puerta abierta y donde venden minutos. Con calma llegamos a la puerta y saludamos a un señor robusto, sin camisa, sentado en una poltrona, quien conversaba animadamente con una hermosa señora canosa y de un tipo muy distinguido, tendida cual larga era, en un sofá.

¿Es usted Doña Margarita? Preguntamos…Sí señores, a sus ordenes… es que somos los famosos Caminantes Todo Terreno, pues o mejor, parte de ellos y venimos desde Fredonia… No, no hermosa dama, no se asuste de nuestras adargas que somos hombres de paz. Estamos con más hambre que “piojo de peluca” y don Jorge Gallón nos la recomendó como la más hábil guisa de toda la región, razón por la cual invadimos su linda casa en busca de un almuerzo.

Ante nuestras palabras, la señora con una sonrisa en sus finos labios y un “con mucho gusto”, se incorpora casi que de un salto y se sumerge en la amplia y bien dotada cocina… No, tranquila Doña Margarita, tómese su tiempo que en media horita estaremos aquí, ya que antes vamos a tomar allí en la esquina cualquier aperitivo.

Efectivamente, salimos para LA TIENDA MIXTA, ubicada a escasos cincuenta metros, donde pedimos alguna cosita fresca para mitigar el calor y la sed, en esa tarde llena de luz y color, apreciar el paisaje y conversar con algunos parroquianos, que calladamente compartían con ellos mismos y hasta con sus sombras y ambicionaban una palabra de cualquier persona. Esa es la pasmosa tranquilidad de Marsella.

Pagamos la cuenta y volvimos donde Doña Margarita, quien nos tenía arreglada una mesa con la calidad, aseo, gusto y esmero, que envidiarían los mejores restaurantes. En fila fueron llegando los platos rebosantes de sopa de pastas con papa, y el seco compuesto por ensalada, carne de res deliciosamente preparada, papas al vapor, papita a la francesa, arepas redondas y jugos naturales.

Que delicia de platos.Nos hicieron sentir como en casa. Mientras despachábamos los mismos, conversamos con Doña Margarita, una de sus hijas (creo) y Don Francisco el señor robusto de la entrada. Ellos, además de referencias que ya nos había entregado don Jorge Gallón, nos enteraron de la vida, obras y milagros del padre Mario Mejía Escobar, sin lugar a dudas el personaje más importante de Marsella, ya que gracias a él, a sus misas carismáticas de sanación y situaciones como milagrosas, que el padrecito le concedía a la fe en Dios, no a él, el pequeño corregimiento, el cual tiene apenas algo más de 340 habitantes, salió de su silencio, de su paz extrema y de su anonimato.

Gracias al Padre Mario Mejía E., progresó el comercio en Marsella. Había trabajito, se movían los productos agrícolas, las heladerías y las tiendas y el turismo era una dicha, ya que los fines de semana y en días de puente, el turismo y los peregrinos fluían como por encanto y de tal manera “que se podían contar hasta doce buses grandes repletos de gente, que llegaban al corregimiento”. Hasta 120 almuerzos y màs le tocaba a Doña Margarita preparar muchas veces y todo como fruto del milagroso sacerdote.

El Padre Mario Mejía, trabajó muchos años en Marsella como párroco, donde empezó a mostrar sus condiciones carismáticas y sus sanaciones, las cuales fueron cogiendo fama allende de las fronteras; hasta que un día,dicen los entendidos, el Arzobispo Alfonso López Trujillo lo llamó a calificar servicios, ya que tenía más de sesenta años sobre sus espaldas.

Al Padre no le gustó la “celosa” situación, ya que vivía en y por su rebaño, su parroquia y su trabajo y se resistió a dejar a Marsella. Ante esta situación, unos vecinos hicieron una campaña, donaron un lote y con la ayuda de todos, incluida la junta de Acción Comunal, construyeron una casa para el Padre Mejía, para que se quedara viviendo en el hermoso y apacible corregimiento.

Así fue como el carismático y santo sacerdote continuó con su comunidad, hasta ser vencido por los años y por sus enfermedades, siendo la más grave de todas e incurable, sus 94 años de edad, y fue así como hace poco más de un mes sus familiares vinieron por él ante su precario estado, para dejarlo a los cuidados de un asilo en Medellín.

Ya hay un nuevo párroco en Marsella, bueno y trabajador, pero muy lejos de lo que era el anciano Sacerdote, casi que montado en los altares por sus fieles. En consecuencia, el progreso de Marsella se vino al suelo como el dólar, pero sin esperanza de volver a cotizar.


El bello corregimiento perdió su encanto, ya los turistas no volvieron y los peregrinos menos, las ventas en el piso, el frutero del parque duerme en una banca, mientras sus frutas se pudren. La campana de la humilde torre de la iglesia ya no tañe, el tiempo “sacrificó su aliento” y parece se detuvo en los relojes y para retroceder sus pasos hacia otro siglo, pero sin perder su encanto.

Podemos decir, que el Padre Mario Mejía Escobar, sacó a Marsella al sol, pero con su partida obligada lo dejó al agua. Hasta la casita donde habitó el padre Mario permanece en silencio. Ya no vive nadie en ella y hasta su puertecita verde y sus ventanas ídem, parecen cerradas para siempre.

Bueno Doña Margarita, Don Francisco…niña, dijimos como saliendo de un sueño. Todo un placer conocerlos y gracias por el delicioso almuerzo y el rato tan ameno, con seguridad que por aquí volvemos, al tiempo que nos ceñíamos nuestros morrales a la espalda, tomábamos nuestros cayados y cubríamos una cuenta de doce mil pesos para volver a la calle y a la Tienda Mixta, donde devolviendo el casete y rumiando entre Mr. Tea y Cerveza lo vivido en esta caminata, matando el tiempo en horas de 60 minutos pero que parecían de 90, pero sin conocer el tedio.

Rindió el tiempo hombre Zuluaguita. Que caminata tan hermosa y deliciosa no obstante lo corta, sólo 12 kilómetros, que nos mostraron con creces la belleza de nuestra tierra, nuestro potencial, la riqueza agrícola y ganadera, y en especial el orgullo de esos casi 350 habitantes, que muestran como su mayor patrimonio es la paz que se respira y se vive en Marsella, siendo ellos a su vez la mayor riqueza.

Un ruido familiar nos sacó de aquel cuento de Andersen, de aquella ilusión que había pasado en sólo doce kilómetros, pero que seguía aferrada a nuestro propio tiempo…Era el bus de Jericó, ese que todos los días pasa incrédulo por Marsella a recoger pasajeros o fantasmas para seguir hacia Medellín.


Lo abordamos y ni cuenta nos dimos cuando salimos del lugar, ya que ligerito estábamos sobre los brincones columpios de la Vía del Café, repasando nuestra experiencia y haciéndonos el propósito de volverla a repetir con nuestros compañeros que “no pudieron” contestar ¡presente! a esta inolvidable cita: Jorge Iván Londoño M. Carlos Alberto Olaya B. y José María Ruiz P….otro día será muchachos, que ahí está mi Dios echando sábados y concediendo permisos.

JUAN FERNANDO ECHEVERRI CALLE
Septiembre 11 de 2010

9 comentarios:

Elbacé Restrepo dijo...

Juanfer, ¿dos horas de viaje para 58 km? En el mismo tiempo llegan a Bolívar, y eso que está un poquito más lejitos (110 Km). Eso dice mucho de la carretera. Pero bueno, muy rica la crónica. En esta y en la anterior lo siento mucho más relajado y menos pelietas, jajaja!!! Abrazo y muchas felicitaciones.

Elbacé Restrepo dijo...

Ay!! Llegué de primera! Y eso que la veloz es la Coneja, jejeje.

Anónimo dijo...

Esta cronica parece mas bien escrita por el buen conversador de don Jorge, pues te quedo larguita mi querido Juanfer, pero eso si, tan amena y sin perder detalle para que asi nos sintamos recorriendo camino y disfrutando paisajes.

Felicitaciones, mi querido Juanfer.

De cuando en vez hay que darle la ventajita a los que se animen a leer las cronicas, hoy le toco a la Pecosita llegar de primera.

Jorge Iván dijo...

A que vamos a ir aa Marsella si vos ya nos llevaste con tremenda crónica, detallada por centímetros y decorada al óleo con ese hermoso paisaje de nuestro entrañable suroeste antioqueño. Felicitaciones extensivas a Luisfer por las bien logradas fotografías

Anónimo dijo...

Con ese sacrificio que tienen para calmar la sed y esos deseos por caminar,muestran que son buenos paisas.Juanfer,no creo que te halla callado el Sr Jorge Gallón.
RUMU

Anónimo dijo...

Fotos de:Luis Fernando Zuluaga Zuluaga, fotógrafo alterno y único en el mundo que cierra los ojos para tomarlas. par él, todo el mérito.
Fotovideo; Preparado por Carlos Alberto Olaya B. con todo su ingenio

Anónimo dijo...

las crónicas de las caminatas son una verdadera delicia y tan descriptivas, que al irlas leyendo se van apreciando y viendo las particularidades del recorrido. Muchas Felicitaciones.

Anónimo dijo...

Una belleza de escrito que me permite afirmar que hoy he conocido virtualmente, un sitio más de nuestra Antioquia y el que creo voy a visitar con mi familia próximamente.
Estos caminante saben vivir, saben hacer patria y saben para qué es que se protagonizan experiencias.Poco a poco los voy recorriendo.
Alba L.

Unknown dijo...

COMO HIJO DE MARSELLA, DE MAS DE 82 AÑOS, CONSIDERE MI DEBER DARTE LAS GRACIAS POR LA NARRATIVA, SENCILLA Y SINCERA, QUE HICISTES DE MI VEREDA MARSELLA, SOB- RAN LAS PALABRAS, GRACIAS MIL POR TANTA BUENA VOLUNTAD, NADA TIENES QUE ENVIDIAR A LOS PERIODISTAS QUE DICEN SER PROFESIONALES Y ELLOS SI DE TI.- BENDICIONES.-